Renée Ferrer con una técnica fragmentaria
va narrando la vida de Gjulisca, la joven gitana que encuentra a Hannah, la judía,
también prisionera en el campo de exterminio del régimen nazi para hacerse amigas
y confidentes.
La novelista entra en el laberinto existencial
de las prisioneras de Auschwitz-Birkenau, en la discontinuidad desde una multiplicidad
de enfoques narrativos y con una representación verbal sin retórica, pero con recursos
como la ironía, la incongruencia, el enfrentamiento de lo absurdo con lo absurdo,
logrando no solo quebrar los hábitos mentales de la linealidad narrativa sin cronología
precisa para convertir la novela misma en un instrumento de exploración metafísica
con el fin de llegar a mirar el mundo gitano y el mundo judío a través del ojo de
sus dos protagonistas, para alcanzar la visión de una nueva realidad a la vez más
mágica y más humana, con la habitual lucidez a la que nos tiene acostumbrada Ferrer
como historiadora y novelista.
La novela muestra una aparición, la de superar
falsas dicotomías, falsos prejuicios, erróneas conclusiones que aíslan de la autenticidad,
las historias desde adentro, que se producen desde el encierro, el aislamiento dentro
de los muros y las alambras, lo cual nos hace mirar a los lectores dentro de la
oscuridad de los muros, en vez de observarlas desde los exteriores, fuera de las
alambradas.
Recorremos los patios, los pasillos, los
sótanos y las mazmorras, no como simples observadores o como indiferentes cronistas,
con visiones fugaces, sino como participantes de un drama violento y cruel, de la
tragedia provocada para aniquilar tanto a gitanos como a judíos; Esta conciencia
de estar sometido como lector de cambiantes narradores que la autora consigue unificar,
en ese intercambio del yo narrador con el lector para que este adquiera las 9precisiones,
las comprensiones que el lector cómplice siente desarrollarse dentro su conciencia
¿ Cómo lo logra la novelista? Barajando los múltiples puntos de vista narrativos,
Hannah anclada en su pasado, su casa de la infancia, extensos monólogos para rememorar
su época feliz, los días anteriores al nazismo, la presencia de sus padres, los
días deslumbrantes de su dicha. Otras veces, cambia la técnica narrativa, impulsa
un viaje a la conciencia en sí, los sueños no sueñan, recuerdan como en duermevela,
ensoñación de momentos felices, otras veces, sobresaltan con tristes recuerdos,
como cuando rememora el momento en que es arrancada del seno del hogar, expulsada
de su ciudad y tirada en el interior de un vagón atestado de prisioneros judíos,
llorosos, sonñolientes, hambrientos, despojados de sus pertenencias, separados de
sus afectos, aislados de sus seres amados.
Otras veces, describe la ciudad. La ciudad
también tiene un inconsciente escondido, ligado a Hannah, una conciencia escondida
que Renée bucea para encontrar el alma de los judíos, sus creencias, su arte y hasta
su espiritualidad. En ocasiones Hannah, dialoga con ausentes para explicar el derrumbe
financiero de su padre, sus amigos y las antiguas fortunas.
En cambio, para presentar a Gjulisca utiliza
el colorido, pero sin llegar al pintoresquismo, sino describe la vida de este pueblo
nómada y lo hace con humanismo, con compasiva hondura, rompiendo el falso maniqueísmo
para juzgar a la gitana, justo o injusto, haraganes o rateros para revestirla de
sentimiento, de misericordia y de benignidad.
Gjulisca es analfabeta, proviene de un pueblo
analfabeto, libre, fuerte y rebelde que no se somete a las leyes de los pueblos
que habitan, sus costumbres que no se dejan influir por creencias extrañas. Las
mujeres gitanas vaticinan el porvenir, no necesitan leer en papel, leen las líneas
de la mano “para qué escribir como tú, si yo puedo leer el futuro en las
líneas de mi mano sin mancharme de tinta (78)
La gitana y la judía vieron pasar los días
dentro de la barraca, esperando la muerte, mientras con la llegada del tren, nuevas
partidas de prisioneros judíos desconocidos eran llevados rumbo al infierno, algunos
gritaban, vociferaban mientras se acercaban los guardias para depositarlos a los
golpes en las barracas donde les asignaban un camastro, el plato y la cuchara de
latón. El espectáculo del patio ya se hace rutinario, largas filas de hombres y
mujeres cadavéricos, niños amarillentos, desgreñados y sucios eran arrastrados hasta
la cámara de gas. El sufrimiento de Hannah y Gjulisca no tiene fin, zafando la vigilancia,
o escondiéndose a diario para evitar ser llevadas a los crematorios, pasaban los
días con un mendrugo de pan al día y un poco de agua, las noches, acurrucadas sobre
el sucio camastro. Algunas mujeres maduras o ancianas se desvanecen, los que protestan
son acallados con un tiro en la nuca o en la cabeza. Los demás quedan al cuidado
de los mastines amaestrados. Es tristísimo ver mujeres o niños implorando agua o
pan. Hay prisioneros que se matan antes que ser llevados al laboratorio.
Gjulisca se imagina como los carromatos huyen
por los caminos polvorientos pero son alcanzados por la SS, pero su pueblo resiste
con estoicismo, no gritan ni se lamentan, mueren con dignidad.
El sueño huye de las amigas que ven llegar
a mujeres ultrajadas, otras no vuelven, ya están mirándolas desde la otra orilla,
desde la eternidad.
Cada una piensa en el mundo del ayer que
ya no vuelve. La técnica del fluir de la conciencia que emplea la novelista es aterradora,
convierte a las jóvenes amigas en piltrafas que se revuelcan para encontrarse con
sus pueblos extinguidos, sus familiares asesinados, sus padres y hermanos son fantasmas
que se pierden entre las brumas de la madrugada. Ambas tienen amores, cuyos besos
y caricias son ilusiones que flotan en el humo que sale de los crematorios.
Las descripciones son atroces, crueles, inconcebibles,
Renée nos demuestra como la mente humana diabólica puede concebir el mal para destrozar
a otros seres humanos y allí permanecen sin comida ni abrigo, soportando la rutina
de los trabajos forzados.
Los diálogos en voz baja o en los baños repiten
los peligros y los castigos, son diálogos directos, que la autora los suspende sin
completar la idea, como productos de mentes enfermas, espíritus alterados, debilitados,
desafiando los riesgos en las escapadas nocturnas por los patios desiertos.
La escritora formula protestas en defensa
de los gitanos cuando Gjulisca pide a Hannah. “Solo tú puedes dar a conocer nuestra
historia. Nadie lo hará si no. Nadie queda ya para dar testimonio de que las cenizas
derramadas de Birkenau son también las nuestras” (233)
El dialogo de las amigas no es tal, solo
habla la gitana que expone a la amiga que la escucha sin responder, sobrecogida
por el dolor y la angustia de sentir la presencia de la muerte que ronda día y noche
y se puede sentir y oler su presencia en el humo de los crematorios que exhalan
ese olor picante de restos humanos.
Renée Ferrer trabaja muy bien el plano psicológico,
teje la certidumbre de los sentimientos con hondura, las penas, las angustias, la
nostalgia irreprimible, las horas de vigilia la rebeldía aplacada con lágrimas de
impotencia.
La soledad compañera del abandono, el silencio
que oculta la vergüenza de la frustración ante las repetidas violaciones como negación
de lo ocurrido. Que mejor que la alternancia de narradores para describir la bestialidad
del opresor, las masacres a raíz del fanatismo y las desdichas de los reclusos en
el gueto.
Otro acierto de Renée Ferrer es pintar el
estado de enajenación emocional de Hannah, su mudez o las palabras sin sentido que
murmura y su mente como girando en un mundo perdido que le enturbia los sentimientos
y le ensombrece la mente, tratando de enlazar los hilos sueltos de su memoria, es
decir un estado de evasión que la deja como suspendida en el vacío luego de la muerte
de su amiga. Otro estado psicológico de los prisioneros es el vacío producido por
el agotamiento y la fatiga.
La desesperanza que aniquila las mentes,
los olvidos antes de enfrentar la cámara de gas.
En cuanto a padecimientos físicos no solo
el hambre y la sed en los estómagos vacíos que producen el desfallecimiento de las
víctimas en cada jornada de terror ante las agresiones.
En el aspecto político la novela desnuda
la ideología del nazismo y la condena desde los discursos del Fuhrer que enardece
a las multitudes decidido a limpiar Alemania de cualquier otra raza impura que contamine
la genética aria.
El partido nazi decide poner fin al pueblo
gitano, a su magia, sus embrujos, su rapiña y a los judíos pueblo trashumante, desperdigado
por el mundo, aunque forma, una comunidad aún en la diáspora.
En el lugar donde estén permanecen fieles
a su fe y a una religión que viaja con ellos a través del tiempo y del espacio geográfico
donde se instalan. Las SS dinamitan sus pueblos, llevándose a todos prisioneros.
En el último capítulo llega la liberación
mediante el Ejército Rojo que finalmente libera a Auschwitz-Birkenau, dentro de
un marco histórico fechado al comienzo de 1945, marca el final del conflicto los
prisioneros se ven libres, el poder nazi se desploma, llegan los soldados y salen
los espectros humanos, los sobrevivientes sin fuerza, emprenden la marcha sin destino,
enajenados y famélicos, muchos dejarán sus huesos en los caminos.
Es una obra de excelencia por su argumento,
por las técnicas narrativas empleadas por la autora, por su significado ideológico,
por su clamor humanitario, por la defensa de la libertad y el respeto a la vida
y porque condena el exterminio sin sentido de millones de seres humanos por las
atrocidades en una época de caos dominada por el bestial exterminador. Esta novela
es la obra maestra de Renée Ferrer y merece trascender las fronteras para viajar
por el mundo literario internacional.
Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 170 | maio de 2021
artista convidad0: Friedrich Schröder-Sonnenstern (Prússia, 1892-1982)
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