Holguín, en su Antología, define a Alvarado Tenorio como un “hombre culto,
de personalidad enérgica y comunicante”. Apunta “una ansiosa búsqueda, una febril
penetración en el mundo de la poesía, con dominio del idioma, unas veces para expresar
su desasosiego, teñido de humorismo, y otras, su emoción neta, auténtica”.
En 1991 con el título de Camorra fue publicada una monografía sobre Alvarado
Tenorio, con apreciaciones referentes a su obra y personalidad. En este segundo
aspecto, casi todas las opiniones coinciden en señalar por una parte, su cultura,
su conocimiento de la literatura, su información poética, su ejercicio docente,
su contagiosa cordialidad, y por otra, su militancia vital y erótica, las cuales
integraba al rito y la celebración orgiástica, como en los retablos y capiteles
de las catedrales, la presencia vigilante de la muerte, quizás lo único secular
y sagrado en su poesía, porque la sexualidad, la fornicación desesperada, el vino
y la ebriedad, el humor, la iconoclasia, los viajes no son sino temas de fuga, de
tiempo libre salvado al tiempo rígido y tecnológico de nuestra civilización unidimensional.
En la Colonia, los amos de las haciendas cacaoteras, de café o de caña de azúcar
concedían a los esclavos negros días de fiesta para que reencontraran sus memorias
de África. Podían, entonces, jugar a ser amos, aristócratas o sacerdotes de sus
cultos originarios. Era una terapia mediante la fiesta. Así, de pronto, me suena
el desparpajo erótico y la celebración vitalista de los poemas desencantados de
Alvarado Tenorio:
De la aristocracia
queda todo:
la buena voluntad,
el amor al prójimo,
las buenas maneras
y el calor humano.
Nosotros, los siervos
nos complacemos
en copiar.
Este sarcasmo, notable literariamente, termina en una terrible verdad: somos
copia. La tecnología bis perfeccionará en fotocopias. ¿De qué? ¿De quiénes? De la
realidad virtual creada por la tecnología, soñada por el técnico, por los sistemas
de poder, democrático-capitalistas o totalitarios (se trata en cualquier caso del
totalitarismo blando consumista o duro de la política). La mayor ofensa que se le
puede hacer al científico, al político, al ideólogo, al guerrero, al poderoso, desde
el origen de la aventura humana, es convivir con lo natural. Pareciera que el sentido
de la vida de nuestra especie consiste en crear una naturaleza artificial para ocupar
el puesto de Dios, destruyendo lo que nos fue dado.
Dentro de este cuadro, el poeta es un desorganizador exotérico o es la conciencia
de la tribu. Hoy se desahoga de sus obsesiones y deseos personales, separado de
la tribu. Antaño fue magno y sacerdote. Ya no vaticina ni dirige, ya no es el Gran
Habla, el cronista de un pueblo, sino la conciencia desdichada del individuo o la
de la persona, máscara del actor, actor en espera. No es, entonces, por casualidad
que Alvarado Tenorio recoja gran parte de su producción poética en un libro titulado
Espejo de Máscaras cuyo último poema, “En el valle del mundo”, alcanza la
grandeza de un fresco-memorial, ontológico, existencial, desesperanzado y burlón.
Se dice —y lo dice el poeta Alvarado Tenorio— que uno de sus maestros es Jorge
Luis Borges. No se entiende eso. Pero cuando se ahonda en la función borgeana de
la memoria, única manera de encarar la realidad, o bien se estudia el estilo parco
y rotundo del autor argentino, se descubre la afinidad entre el tímido escritor
libresco y cegato, y este voluminoso, extrovertido y cultísimo poeta colombiano,
situado en las antípodas del Nadaísmo, aun cuando en Historia de la Poesía Colombiana,
Bogotá, 1991, se le haya ubicado como Post-nadaísta. Alvarado Tenorio no es propiamente
un subversivo pese al atrevimiento de su poesía en momentos orgásmicos, escriturales
o existenciales, o los dos a la vez:
En aquellos buenos tiempos
era bueno abrirte las piernas
y lamerte hasta el cansancio
y fornicarte hasta la última gota y partir.
Nada tan cercano a la pequeña muerte orgásmica como dos revelaciones aparentemente
opuestas: la renovación del microcosmo y la invocación a la muerte. Así entiende
Alvarado Tenorio la sexualidad y así la sintió en su inteligencia ardiente mi amigo
Jorge Gaitán Durán y así fue escrito en mi libro Cármenes dedicado a
él. El coito puede reducirse, como está sucediendo, a una gimnasia hedonista destinada
al consumo: moda, vestir-desvistiendo, preparación para la idolatría crematística
del espectáculo, narcisismo o bien fuga, droga, espejo para arrojarse en él como
en un río, inclusive supremo sadismo y hasta suicidio. Puede también ser un valor,
un ascenso, una plenitud que abole tiempo e historia y ahonda el ser. Su papel está
restringido, en el aspecto físico, a un ejercicio carnal intensísimo. Más allá de
la madurez, cuando adviene el invierno, esa energía se reparte de abajo hacia arriba,
satura la memoria, el sueño, las divagaciones del insomnio. Es alma.
Lo expuesto indica que lo erótico, en la poesía de Alvarado Tenorio constituye
simultáneamente una motivación poético-literaria y un impulso existencial de consumación:
Cuando llegue
con sus alas y sus armas
cuida de cerrar mis ojos
y que mi boca no sea
violada por las moscas.
Ponme en el suelo
mirando hacia la tierra.
Lávame bien
peina mis cabellos
corta mis uñas
y hónrame
con aromáticos ungüentos.
Muerte alegórica medieval, la que danza con los humanos, la que mete la mano
bajo la falda de una mujer, la que la desnuda frente al espejo. Una copla metafísica,
recogida por mí en Buenos Aires en un tablado donde cantaba Manuel Vargas, decía:
“¡Ay la muerte! ¡La muerte/ no se puede definir/ porque nadie sabe si vivir es la
muerte/ o si la muerte es vivir!” Heredad del Siglo de Oro, cultura de sangre, tradición,
desencanto milenario, estoicismo.
El ensayo de Gabriel Restrepo [“Esta presente ausencia”, en La palabra y
el hombre, No. 77, Xalapa, 1991] sobre la poesía de Alvarado Tenorio resulta
particularmente acertado. Allí establece una relación luminosa entre Gaitán Durán
y Alvarado Tenorio, la atracción por China, [véase Poemas Chinos de Amor,
Beijing, 1991] los griegos antiguos, el viaje entendido como regreso. Al referirse
a esa suma poética reunida en Espejo de máscaras señala que el poeta
“en acto solitario”, en duelo con su ángel o demonio, libra una guerra “desarmada”
y “desalmada” contra la paz fundada en la injusticia. Exclama: “Su lucha es cósmica,
sobrepasa los acotamientos propios de los Estados, las barreras de la lengua”. Buena
observación. La poesía de Alvarado Tenorio no es regional ni nacional, sino internacional,
abierta a la cultura universal, despojada de cualquier colombianismo limitador.
Su poema “La patria” expresa su aceptación de ser sólo individuo en el mundo. Detrás
de la diatriba, la osadía verbal, el desplante, la inmediatez, se oculta la nostalgia
de la infancia, la tenaz melancolía, el lúcido desencanto de saber demasiado, la
reciedumbre de saberse solo con su carga de delicadeza, recuerdos, distancia y finura
de alma. La experiencia y el trato con la poesía china aviva esa cualidad:
Esta mañana,
una pluma ha llegado
hasta el libro que leía.
¿Qué significa esta pluma?
¿Este temporal de suavidad?
¿Este pensar en el futuro?
¿Estas dos ciudades,
estos dos espacios?
En cuanto al poder de la memoria para lograr la reencarnación en el poder del
verbo, en cuanto al hechizo de la melancolía, pocas veces he leído algo tan hermoso,
tan musical de adentro, tan evocador como el poema “Llama”, bolero y lied:
Ahora ella tenía veinticuatro años,
hablaba una lengua que ignoraba el bolero;
era color de nieve y una inmensa espiga coronaba su cabeza.
No se repite la historia, repitió.
Supo, no obstante, que la vida
está hecha de gestos.
Esa mañana, una aire, que venía del tiempo,
había mecido aquella cabellera
deteniéndolo todo.
NOTA
Publicación original: Gaceta, Bogotá, nº 30,
Octubre 1995.
JUAN LISCANO (Venezuela, 1914-2001). Poeta y crítico, fue director del Servicio de Investigaciones Folklóricas Nacionales y se dedicó al rescate de las tradiciones culturales del pueblo venezolano. Fue organizador del Festival de la Tradición llevado a cabo en el Nuevo Circo de Caracas en ocasión de la ascensión al poder de Rómulo Gallegos. Fue editor de la revista Aravenei de Ford Motor Company, director del Papel Literario de El Nacional, la revista Zona Franca y Monte Ávila Editores.
KAREL DEMEL (República Checa, 1942). Diseñador gráfico e ilustrador, expone con frecuencia en países como Alemania, Bélgica y los Países Bajos. Su obra contempla un diálogo permanente con temas figurativos que el artista encuentra en ambientes teatrales, poéticos y musicales. Karel es el artista invitado de nuestra edición.
Número 241 | outubro de 2023
Artista convidada: Karel Demel (República Checa, 1942)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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