Suzanne
Roussy de Césaire insta a edificar la disidencia con su voz femenina y
revolucionaria. Su ascenso vital se exhibió con fulgores hacia un
desciframiento de la identidad negra antillana. Si el tiempo a veces consume la
pureza de un corazón comprometido, no ocurre en absoluto con ese ser de una
voluntad sin camuflar, de una fuerza creadora carente de la armonía engañosa
otorgada por la suerte de la refundación de una mirada. No son sino siete [01] los artículos que constituyen el
evento de su obra, publicados de 1941 a 1945 en la famosa revista antillana Trópicos
(Tropiques), [02] con una Aurora
de la libertad (Aurore de la liberté) [03] escrita en 1955 para el teatro y que se perdió. Su pluma
panfletaria proclama la muerte del “duduismo” [04] para arraigar la cultura martiniquesa en su tierra, exponer la
necesidad de que las Antillas reflexionen acerca de su identidad teniendo en
cuenta el África histórica, [05]
requiriendo al surrealismo: [06]
Vamos,
la verdadera poesía está en otra parte. Lejos de las rimas, los llantos, los
vientos alisios, las cacatúas. Bambús, proclamamos la muerte de la literatura
dudú. Y al diablo con el hibisco, el franchipán, las buganvillas.
La
poesía martiniquesa será caníbal o no será. [07]
La autora nació con el nombre de Suzanne Roussy, el 11 de
agosto de 1915, en la aldea Poterie aux Trois-Îlets en la isla de Martinica,
hija de una maestra de escuela y un empleado de azucarera. Estudió en la
escuela primaria de Rivière-Salée antes de marchar al internado colonial de
Fort-de-France; llega a la Francia continental para vivir sus años
universitarios en Toulouse, Departamento de Letras modernas de la Facultad, de
1933 a 1936, y en París, Escuela normal superior de la calle de Ulm, en 1936.
Traba amistad, en particular, con la actriz martiniquesa Jenny Alpha, la
abogada y política Gerty Archimède, [08]
el escritor guyanés Léon-Gontran Damas. Léopold Sédar Senghor le presenta a
Aimé Césaire, con quien casa el año siguiente, en el ayuntamiento del XIVº
distrito de París, vistiendo un traje sastre rojo, color de pasión, de
erotismo, lo cual erige de por sí la importancia de lo laico. Aimé había
terminado sus estudios en el liceo Louis-le-Grand, donde tuvieron lugar su encuentro
con Léopold Sédar Senghor, su reencuentro con Léon-Gontran Damas. [09] La conocida revista El
estudiante negro (L'Étudiant noir), [10] creada con la intención de recuperar el patrimonio de las
civilizaciones africanas, la expresión negroafricana, había visto la luz. Aimé
Césaire había empezado a redactar su obra maestra Retorno al país natal
(Cahier au retour d'un pays natal), [11] texto fundacional de la Negritud.
SUZANNE DE CÉSAIRE EN EL PARÍS NEGRO |
En París, el encuentro entre Suzanne y
Aimé alcanza la realidad del gran amor, la intensidad de sus fuerzas
brillantes, y pone de manifiesto una fecundidad literaria y artística
impresionante hasta los años de la revista Tropiques (1941-1945),
teniendo lugar su vuelta a Martinica en 1939. Ambos dan clases entonces en el
liceo Víctor-Schœlcher en Fort-de-France. En Cahier au retour d'un pays
natal, Aimé entrega abiertamente la transparencia de sus sentimientos hacia
ella:
vum rooh
oh
para que
vuelva el tiempo de promisión
y el
pájaro que conocía mi nombre
y la
mujer que tenía mil nombres
de
fuente de sol y de lloros
y su
pelo de alevín
y sus
pasos mis climas
y sus
ojos mis estaciones
y los
días sin dolo
y las
noches sin ofensa
y las
estrellas de confidencia
y el
viento de connivencia
Es el compromiso político doble de Aimé en 1945 –es elegido
alcalde de Fort-de-France y diputado por Martinica en las Cortes nacionales [12] – el que señalará la conciencia de
una fractura, alimentada por obstáculos materiales en el caso de Suzanne, madre
entonces de cuatro niños. [13] En
esas fechas, la belleza de Suzanne, de cuerpo tan frágil como solar, expresa la
posibilidad de la insurrección interior. Un mal devastador la infecta durante
años bajo la forma de una pulmonía severa. Suzanne roza la muerte [14] en 1942 cuando da luz a Ina quien a
contrario, en opinión de los médicos, la habría fortalecido. En Tumba del sol (Tombeau du
soleil), Aimé Césaire se dirige directamente a Suzanne:
Ventanas
del pantanal floreced ¡ah! floreced
en la
quietud de la noche para Suzanne de Césaire
de
mariposas sonoras.
Hincharemos
nuestras velas oceánicas,
hacia el
ímpetu recobrado de las pampas y las piedras
y
cantaremos a los bajos caudales inagotablemente
la
canción de la aurora.
Aprovechada por los tres mosqueteros de la negritud, o sea Léopold
Sédar Senghor, Aimé Césaire y Léon Gontran-Damas, quienes producen desde 1934,
cada uno respectivamente con “L'Humanisme et nous: René Maran” (L'Étudiant
noir, núm. 1, marzo de 1935), “Nègrerie: jeunesse noire et assimiliation”
(ibídem) y Pigments (G. L. M., 1937), una revolución cultural, [15] la oportunidad no pudo sino
inspirarse en la musa Suzanne Roussy, celebrada después por André Breton, [16] “bella como la llama de un ponche”,
por las colegas martiniquesas Paulette, [17]
Jane y Andrée Nardal. Residentes en la calle de Clamart, en lucha con la
xenofobia, el racismo, el ostracismo que imperan entre la intelligentsia
parisiense, las hermanas Nardal instauran unos grupos de reflexión acerca de la
condición de los negros. En febrero de 1928, Jane publica su famoso artículo
“El internacionalismo negro” (“L'internationalisme noir”) en la primera entrega
de la revista La Dépêche Africaine. Ese texto expone la pluralidad de
las herencias culturales de la raza “negra”, introduciendo el neologismo “afrolatino”
para vincular dos elementos a priori antinómicos: la cultura africana y la
cultura francesa (latina). La militancia de las hermanas Nardal reside en la
voluntad de interconectar las distintas diásporas negras –negros americanos,
antillanos y africanos– en un espacio de bilingüismo. Su piso se convierte en
el mítico “Salon Clamart”. Ahí se desarrollan, se critican las ideas del
etnólogo Leo Frobenius, [18] uno de
los pioneros de la contestación de los cimientos ideológicos del colonialismo
en África, autor de la teoría de la Atlantis africana. ¿Cómo podría sorprender
entonces la publicación por Suzanne de Césaire del artículo “Leo Frobenius y el
problema de las civilizaciones” (“Leo Frobenius et le problème des
civilisations”, Tropiques, núm. 1, abril de 1941), que se fundará
en la teoría revolucionaria del científico para levantar una antropología de lo
imaginario antillano?
Este es el grandioso mensaje de Leo Frobenius al hombre de
hoy. Su filosofía va más allá de los raciocinios escolares de sus antecesores y
coetáneos. Ha dado vida y potencia a la sociología. Restituye el significado de
las cosmogonías y de los mitos extraviados desde Anaxágoras y Platón.
Y esa Filosofía es Poesía, el mundo creado de nuevo, el
hombre amo de un nuevo destino, fuerte de una experiencia nueva de la vida. [19]
Los intelectuales negros del Barrio Latino, entre ellos
algunos líderes de la “Negro Renaissance” [20]
exiliados por voluntad propia desde finales de los años 1920 –Claude Mac Kay, [21] Countee Cullen, Langston Hugues,
Richard Wright, James Baldwin, René Maran, [22] Jean Price Mars– participan en esa explosión cultural. Los
temas panafricanos, y en particular los de Marcus Garvey, cabeza de fila de la
organización UNIA [23] con su lema
“Come back to Africa”, electrizan al grupo, los temas de la Harlem Renaissance
se han ganado las conciencias (iniciados en los góspeles por su profesora de
inglés, Paulette Nardal, los jóvenes coristas cantan el eslogan “Black is
beautiful”), Cheikh Anta Diop [24]
amplía la Anterioridad de las civilizaciones negras. Antes de 1930 se publican
textos de peso en órganos y periódicos, concreciones de la maduración de la
conciencia negra expresada mediante los congresos panafricanos y la abundancia
de nuevas asociaciones negras. Para el gran público, a partir de 1930, la ola
negra cobra realidad con fuerza en los cafés, los cabarés, las galerías: del
“fenómeno Josefina Baker”, quien baila el charlestón en el Folies-Bergère, al
descubrimiento del jazz, y en particular el de Duke Ellington, del Instituto
negro de París fundado por Léo Sajous.
Si los intercambios culturales y políticos entre África,
Estados Unidos y Francia garantizan una revolución de la identidad negra (del
panafricanismo a la negritud), los años 1920 y 1930 representan también la
resistencia intelectual al colonialismo. En Francia, dos son los movimientos
que activan la lucha: uno, vinculado al partido comunista, junta militantes
africanos [25] (obreros,
estibadores, tiradores); el otro es intelectual y antillano. Pronto provocará
éste una ruptura (contra la parafernalia asimilacionista burguesa) para con su
propio pueblo, con un lenguaje y un movimiento, el surrealismo (preludio de la
antillanidad y la criollidad), ruptura alentada en Martinica por la revista Tropiques,
y ello en un contexto histórico trágico (ya desde 1940, los actos de
resistencia pasiva se multiplican en las Antillas contra la Francia de Vichy).
Pero, por aquel momento, el campo de lo posible se limita a un amplio
movimiento de liberación del hombre de color, lo cual le lleva a Suzanne de
Césaire a denunciar el vínculo entre la emancipación y la mente
asimilacionista:
Se
entenderá entonces que el objetivo esencial para el hombre de color haya
devenido en la asimilación. Y que en su mente, con una fuerza temible, obre la
desastrosa confusión: liberación se
corresponde con asimilación. […]
Carrera
hacia la fortuna. Hacia los títulos. Arribismo. Lucha empequeñecida a la medida
de la burguesía. Carrera hacia las imitaciones. Feria de vanidades. [26]
SUZANNE DE CÉSAIRE Y LA BÚSQUEDA DE UN
ARRAIGO | Suzanne de Césaire contribuirá con
pasión a la refundación de la identidad negra antillana, acumulando las
referencias culturales negroafricanas:
Interroguemos
la vida de esta isla que es la nuestra.
¿Qué
vemos?
Primero la
situación geográfica de este trozo de tierra: tropical. Aquí, el trópico.
De ahí
la adaptación aquí de una población africana. Los negros importados tuvieron
que luchar contra la intensa mortalidad de los comienzos de la esclavitud, con
las más duras condiciones de trabajo que puedan ser… [27]
La autora remite a las tesis de Leo Frobenius, cuando
estudia las manifestaciones de la Morfología de las culturas: “No, el hombre no
crea la civilización, no, la civilización no es obra del hombre. […] El hombre no
actúa, es actuado, movido por una fuerza anterior a la humanidad, una fuerza
que se puede asimilar a la mismísima fuerza vital, el Paideuma fundamental”, [28] una como “metafísica de la
cultura”. En su artículo “Malestar de una civilización” (“Malaise d'une
civilisation”), se vuelca en el ejemplo de África en la que se duplica dicha
manifestación, siendo dos las civilizaciones conocidas: la etiópica (vinculada
a la vida vegetativa) y la hamítica (vinculada a la vida animal). Suzanne de
Césaire relacionará el estilo de vida del etíope con el ser martiniqués: el
“hombre planta”. ¿Por qué se queda ella con un tópico, al poner al martiniqués
de la parte del hombre colonizado (explotado por el conquistador de tipo
hamítico), entregándolo al determinismo? Excluyéndose la posibilidad de
contestar un proceso histórico, ¿son definitorios los factores biológicos? Con
esa idea estereotipada, Suzanne de Césaire justificará primero la Negritud
(idea de una raíz culturo-racial común, primordial en la creación y valoración
de la identidad de su pueblo). Luego explotará esa idea como un trampolín para
fundar la originalidad y legitimidad del Hombre martiniqués. En eso superará el
discurso de la raíz única. Si el ser martiniqués echó raíces, simbolizado por
el hombre-planta, el que posee “el sentido de la continuidad de generaciones”
(del que estaría carente el pueblo hamítico) por su poder fecundante de macha
energía paterna (emanando la vida física y espiritual de la tierra sembrada),
no puede aún decirse ni definirse a sí mismo. Y, según la autora, el
reconocimiento de paternidad es lo que permite superar el drama de los orígenes
perdidos. La creación del mito de un padre fundador (generador original), con
la teoría del hombre-planta, garantiza por lo tanto para Suzanne de Césaire la
pertenencia del Hombre martiniqués a su tierra, el reconocimiento de una cadena
de filiación, o sea una historia.
Abandono a sí mismo, a las estaciones, la luna, al día más
o menos largo. Cosecha. Y siempre y por todas partes, en cualesquier manifestaciones,
primacía de la planta, planta machacada pero viva, muerta, pero renaciente, la
planta libre, silenciosa y orgullosa. [29]
No son pues la reconquista de una identidad mítica ni un
llamamiento hacia Otra parte alguna los que le llevan a Suzanne de Césaire a
pronunciarse, sino una introspección exigente: “¿Qué es el martiniqués,
fundamentalmente, íntimamente, inalterablemente? Y ¿cómo vive?”. [30] Y ella se volcará precisamente en
un problema cultural que padece el ser martiniqués: el olvido de sí mismo. Hay
en las letras antillanas, declara, un yo colectivo corporeizado en un “ser
doliente, sensible, burlón a veces”, ausente de la literatura martiniquesa.
Propone entonces que el pueblo africano trasplantado a Martinica, aun cuando la
situación geográfica le ayudara a adaptarse a esa parte del mundo (el Trópico)
pese al percance vital experimentado, no dejó supervivencia alguna de las artes
africanas; y desarrolla la fundamentación de esta carencia: crueldad de la
trasplantación y olvido de las descendencias, enajenación hasta el desarraigo
íntegro, confusión del hombre de color liberado por asimilar el “estilo” de
vida del colonizador. Fundándose la despersonalización de Martinica
–inhibición, sufrimientos, esterilidad– en el desconocimiento de la
personalidad martiniquesa, para Suzanne de Césaire, la iluminación de la
voluntad conlleva una esperanza sin límites. De acuerdo con los objetivos de la
Revue du monde noir, que valora la identidad triangular (identidades
latina, afroamericana y africana), la autora estimula la liberación de fuerzas
espléndidas: “[…] una movilización de todas las fuerzas vivas entrelazadas en
esta tierra donde la raza resulta de la mezcla más continua”. [31] La autora acaba con una tarea
urgente para las Antillas, una invitación a conocerse a sí mismo como
desnudándose: “Ahora ya es urgente osar conocerse a sí mismo, osar reconocer
qué es uno, osar preguntarse qué quiere uno ser. Aquí, también, nacen, viven y
mueren unos hombres; aquí también, se representa el drama entero”. [32]
TROPIQUES
(1941-1945) EN LAS ANTILLAS | Expongamos,
ante todo, el contexto histórico de las Antillas. En la primavera de 1940,
Alemania invade Francia. El imperio colonial francés, por su parte, no se ve
afectado. ¿Volcaráse de parte de Vichy o con la Francia Libre? Está en juego
algo colosal. Las islas de Martinica y Guadalupe (a las que se llama en
aquellos tiempos “las antiguas colonias”) eligen estar con Vichy pese a un
sólido anclaje republicano. Los únicos en decidir la adhesión han sido los administradores
coloniales (sin consulta alguna de las poblaciones locales). En Guadalupe, el
gobernador Constant Sorin se hace petainista, acuciado por el almirante Robert.
[33] La gestión de este último en
Martinica pasará a la historia, pese al baile de gobernadores (Bressoles y
Nicol). Se encadenan los actos de poder dictatorial por parte de Sorin y
Robert. A la abolición del sufragio universal siguen, entre más cosas, una ola
de arrestos y destierros (a la Guayana francesa o al castillo Napoleón, en las
islas de Los Santos, convertido en cárcel política) y la revocación masiva de
los concejos. A la policía se le llama “Gestapo”. La censura apunta a los
medios de comunicación: emisoras (inglesas) de radio, periódicos. La ideología
de la “Revolución nacional”, con su lema “Trabajo, familia, patria”, afecta a
la condición de las mujeres con la suspensión del trabajo femenino.
La caída de Vichy en las Antillas es llamativa, liberándose
la población por sí misma. La pérdida de las libertades políticas, el ascenso
del racismo galvanizan a la “disidencia” (la resistencia en las Antillas). Se
convierte en Resistencia activa desde 1942. Cuatro mil “disidentes” (de
Guadalupe y Martinica) arriesgan la vida para alcanzar las islas Dominica y
Santa Lucía (que cuentan con unos centros de acogida establecidos por la
Francia Libre) antes de salir para Canadá, Estados Unidos o el Reino Unido
donde recibirán formación con vistas a liberar Francia. La caída de Vichy en
las Antillas se produce primero en Guadalupe. El 30 de abril de 1943, en
Port-Louis, el movimiento social de los empleados de la azucarera de Beauport
se convierte en una auténtica revolución. En Martinica, la fecha del 18 de
junio de 1943 pasa a la historia. Celebración en Fort-de-France del tercer
aniversario del Llamamiento del general De Gaulle. A Vichy le llega la hora
cuando policía y ejército se niegan a abrir fuego contra la multitud.
En esas circunstancias totalitarias es en las que ve la luz
la revista Tropiques. Tendrá catorce entregas repartidas entre abril de
1941 y septiembre de 1945, con una interrupción en 1943 debido a la censura.
Los fundadores son: Suzanne y Aimé Césaire, profesores en el liceo Schœlcher
(por el célebre abolicionista de la esclavitud), René Ménil, Aristide Maugée y
Lucie Thésée, todos ellos docentes. Atestiguan el visceral propósito de
inventar una literatura original, orgullosamente martiniquesa. Así es como se
introducen la valoración de la mitología, la cruel experiencia de la
esclavitud, la identidad abandonada por la sociedad posterior a la esclavista.
Los temas de la revista se despliegan a partir de la enajenación del hombre
martiniqués a la búsqueda de un ideal (asimilación de la condición social del
pequeñoburgués de la Francia continental), la esterilidad artística martiniquesa
(alimentada, como ya se ha dicho, por el desconocimiento que tiene el hombre
martiniqués de su naturaleza profunda), la aportación occidental, la compleja
realidad biológica del hombre martiniqués (relación con África), el
reconocimiento de los negros americanos (estudio de su poesía), el folclore
antillano (realidad histórica y racial).
Ya desde el primer número (abril de 1941), la revista Tropiques
se inscribe dentro de un marco doble: regional y mundial. Aimé Césaire da la
tónica en la presentación de la revista, en la que a Martinica se le enjuicia
con ferocidad: “Tierra muda y estéril. De la nuestra estoy hablando. Y mi oído
mide por el Caribe el espantoso silencio del Hombre. […] Nada de ciudad. Nada
de arte. Nada de poesía. Ni una semilla. Ni un brote. O la lacra repelente de
los remedos. De verdad, tierra estéril y muda…”. Los animadores se esforzarán
pues por oponerse a las enajenaciones y complejos antillanos. Participarán
también en una internacional antifascista.
Pero ya no hay tiempo para vivir a expensas del mundo. De
salvarlo es más bien de lo que se trata. Tiempo es de que ciñamos la espada
como el hombre valiente. Las circunstancias mundiales se muestran menos
favorables aún. […] Adonde miremos progresa la sombra. […] Y sin embargo somos
de quienes a la sombra le decimos que NO. Sabemos que la salvación del mundo
también depende de nosotros.
Suzanne es quien lleva los artículos al servicio de
información del almirante Robert. No se formula objeción alguna a la
publicación de los sumarios propuestos hasta mayo de 1943, cuando el teniente
de navío Bayle, jefe de la censura, se percata del engaño del que ha sido
víctima: el contenido de las entregas anteriores no exhibía solamente unos
textos atentos a las ideas filosóficas, cuentos de animales, disertaciones para
el bachillerato, inventarios de botánica tropical, de folclore o reseñas de
lecturas, sino textos políticos que versaban sobre las realidades
sociocultural, económica, psicológica, racial.
Cuando la señora de Césaire me pidió para el nuevo número
de Tropiques el documento requerido, asentí de inmediato, pues no veía
objeción alguna, muy al contrario, a la publicación de una nueva revista
literaria y cultural.
Las expreso, al contrario, formalmente respecto de una
revista revolucionaria, racial y sectaria. [34]
¿Descuido, desidia, ignorancia frente a textos de doble
sentido? Supieron burlar la censura unos ensayos tan apasionados como
“Nacimiento de nuestro arte” (“Naissance de notre art”, Tropiques, núm.
1, abril de 1941) y “Orientación de la poesía” (“Orientation de la poésie”, Tropiques,
núm. 2, julio de 1941) de René Ménil. Apropiadamente virulenta, una carta,
redactada por Suzanne y firmada por todos los animadores “a 12 de mayo de
1943”, sirve como respuesta; vuelve a definir algunos de los términos a los que
recurrió el censor:
“Revolucionarios”, como el Víctor Hugo de Los castigos.
“Sectarios”, apasionadamente, como Rimbaud y Lautréamont.
“Racistas”, en efecto. Del racismo de Toussaint Louverture,
de Claude Mac Kay y de Langston Hugues –contra el de Drumont e Hitler–.
Dos meses más tarde, afortunadamente, se producía el final
de la Ocupación en Martinica. No padecieron represalia alguna.
La afirmación ardiente de una especificidad de la identidad
antillana se retoma desde el mismo momento en que vuelve a publicarse la
revista, en febrero de 1944, cuando Aimé Césaire afirma: “Creer que, carentes
de partidos políticos potentes, las Antillas carecen de una potente voluntad
sería un gravísimo error. Sabemos muy bien lo que queremos. Libertad. Dignidad.
Justicia. La Navidad incendiada. […] La Revolución martiniquesa será en nombre
del pan, por supuesto, pero también en nombre del aire y la poesía (viene a ser
igual)”.
TROPIQUES Y EL
SURREALISMO | Tras sacar partido
de los fundamentos de la vuelta a los orígenes africanos, la aceptación de la
raza, la enseñanza del folclore, les adviene un arma más, proporcionada por
Europa, a unos animadores de Tropiques poseídos por el ansia apasionada
de darle cuerpo a la resistencia del pueblo martiniqués: el surrealismo.
Esa es la actividad surrealista, una actividad total: la
única que puede liberar al hombre revelándole el propio inconsciente, una entre
aquellas que ayudarán a liberar a los pueblos iluminando los mitos ciegos que
los han llevado hasta hoy. [35]
En la primavera de 1941, André Breton sale de la Francia de
Vichy para Estados Unidos. El transatlántico que lo conduce a Nueva York (con
decenas de intelectuales que salen rumbo al exilio, entre ellos Claude
Lévi-Strauss, Anna Seghers, Wilfredo Lam, André Masson) hace una escala técnica
en Martinica. En un puesto de Fort-de-France, Breton se topa con la revista Tropiques.
Durante el mes de abril, un día memorable juntará en el bosque de Abasalon,
cerca del monte Pelée, a Aimé y Suzanne Césaire, René Ménil, André Breton con
su mujer Jacqueline Lamba y Aube, la hija de ambos, André Masson, [36] Wilfredo Lam y su mujer Helena. Con
Martinica encantadora de serpientes (Martinique charmeuse de serpents),
[37] André Breton dará fe de la
situación de la isla en 1941 –condiciones económicas y sociales, política
colonial– rindiendo homenaje a la vez a la belleza de ese lugar tropical. Un
estudio sobre Aimé Césaire, “Un gran poeta negro” (“Un grand poète noir”),
cierra el libro. Pero El diálogo criollo (Le Dialogue créole),
escrito a cuatro manos por Breton y Masson, sale ya en 1942 en una revista de
Buenos Aires: “Creemos que podemos abandonarnos impunemente al bosque y venga
de repente con que nos obsesionan sus meandros: ¿saldremos de este laberinto
verde?, ¿no será que estamos en las Puertas Pánicas?”. Suzanne de Césaire llega
a contestarles en el último de sus artículos publicados en Tropiques,
“El gran camuflaje” (“Le grand camouflage”), en el que la poesía lleva a la
embriaguez y que señala la originalidad de la literatura martiniquesa en la
aceptación de su historia dolorosa y su presente, lleno de voces que justifican
una poética criolla:
Los
cañacoros de Absalon sangran sin embargo en las simas y la belleza del paisaje
tropical sube a la cabeza de los poetas que por él pasan. Por las movidas redes
de las palmas ven el incendio antillano que rueda sobre el quieto mar de lavas
del Caribe. Aquí prende la vida en un fuego vegetal. [38]
La autora encontrará en el surrealismo un ardiente espíritu
de aperturismo, adherido a la causa de los oprimidos. De hecho, ese movimiento
constituye el evento de una inmensa fuerza de ruptura (artístico-intelectual,
sociopolítica) en cuanto corporeización de la deconstrucción del lenguaje,
instrumento por antonomasia de la opresión colonial. De la revuelta poética ha
de advenir la revolución social. Para Suzanne de Césaire, la expresión poética
afirma su soberanía en cuanto constituye la base del revestimiento de la
memoria colectiva y de la reescritura de la historia, abolido el espacio
(síntesis de pasado, presente y futuro). En “André Breton poète…” (Tropiques,
núm. 4, enero de 1942), rinde homenaje al escritor para el que, subraya ella,
la libertad, tan sencilla palabra, es Exigencia:
De
hecho, se trataba de recobrar la divina libertad, la divina potencia de los
sueños y la infancia. […]
Abismos
del inconsciente. Abismos de lo maravilloso. Libertad, ese otro abismo.
La introspección permite además que la autora reflexione
acerca de su condición de mujer de color, de la permanencia en ella de los
valores de partición. Y el surrealismo experimenta las mismas aspiraciones
–buceo en el inconsciente revelador de la raíz (suple la ausencia del origen)
con vistas a una liberación del yo profundo (permite que el ser experimente una
relación de ósmosis con el universo), aporte de fuerzas solares, luchadoras al
ser oprimido, para que pueda vivir en concordia con los demás–, ciñéndose a la
búsqueda de lo más hondo. La “ciencia suprema que es la poesía” de Breton sirve
pues para legitimar la teoría “científica” del hombre-planta de Frobenius. Por
fin podrá el hombre martiniqués integrar su pertenencia física y espiritual en
la tierra que lo cría:
Así
pues, lejos de contradecir, o mitigar, o derivar nuestro sentimiento
revolucionario de la vida, el surrealismo lo respalda. Nutre en nosotros una
fuerte impaciencia, sustentando sin parar el ejército masivo de las negaciones. [39]
Expresión de la esperanza, el movimiento literario y
artístico alentará pues el patrimonio cultural de los pueblos caribeños con la
ruptura y la transgresión del lenguaje. En el artículo “1943: el surrealismo y
nosotros” (“1943: le surréalisme et nous”) añade la autora: “Ni un instante
durante esos duros años de dominio de Vichy se destiñó aquí del todo la imagen
de la libertad, y al surrealismo se lo debemos”. Será en el momento de burlar
la censura cuando los animadores de Tropiques llegarán de un modo
natural a un nuevo método literario-estético. La obra Las armas milagrosas
(Les Armes miraculeuses) [40]
de Aimé Césaire es muestra de esa consideración. Se presenta, con su lengua
opaca, de imágenes magníficas, como una de las más difíciles del poeta; del
surrealismo adopta la polisemia (preludio de la poética de lo diverso, del
pensamiento plural) para engañar a la censura en ese doble tiempo de ocupación,
colonial y vichysta, de la isla de Martinica.
SUZANNE DE CÉSAIRE, HUMANISTA
VISIONARIA | Por medio de Tropiques, el
pensamiento de Suzanne de Césaire propone una literatura anclada en el
“verdadero ser” martiniqués, cuya autenticidad reside en la pertenencia a la
tierra caribeña. En eso, la autora prescribe la muerte de una poesía
“duduizante”, expone las nuevas disposiciones pluridimensionales de la
literatura martiniquesa. La perspectiva de una poesía caníbal puede ver la luz:
“La poesía martiniquesa sera caníbal o no será”. [41] Conviene señalar que el personaje legendario Calibán (esclavo
del mago Próspero, símbolo del pueblo caribe) en La tempestad de
Shakespeare es anagrama de caníbal (inglés cannibal, francés cannibale).
Con objeto de subrayar la heterogeneidad cultural y la fecundidad creadora de
las Antillas, se tendrá en cuenta el conjunto de las relaciones dinámicas e
interculturales propias de ese territorio: vínculos entre experiencia
histórica, geografía, combinaciones raciales, factores de marginalización. Esta
poética se fundamenta pues sobre el valor de la experiencia vivida por la
comunidad. Cincuenta años más tarde, el movimiento de la criollidad, promovido
en Martinica por los autores de Elogio de la criollidad (Éloge de la
créolité, 1989) –o sea Patrick Chamoiseau, Raphaël Confiant y Jean
Bernabé–, reivindicará también el mismo anclaje, cimiento de la identidad
antillana, tan híbrida como cosmopolita. (El concepto de Negritud, impropio
ahora para reflejar la realidad antillana en su diversidad, se verá superado.)
Suzanne de Césaire insiste en la idea de la transformación, que sólo puede
advenir si se duplican las concepciones jerárquicas, estereotipadas y lineales
de la experiencia colectiva. La aventura de una totalidad, síntesis de
elementos de lo más variados y opuestos, supone el fin de la segregación racial
y explotación de unos por otros: “Se tratará de trascender al fin las sórdidas
antinomias actuales –blancos-negros, europeos-africanos, civilizados-salvajes–,
al fin recobrada la potencia mágica de los mauríes, extraída de las mismas
fuentes vivas”. [42] No hay
febrilidad alguna en la autora al convidar su pueblo a unas “comuniones
insólitas” entre los componentes varios (europeos, africanos, indianos,
asiáticos) que moldearon su tierra, como confirmará el crítico martiniqués
Édouard Glissant, [43] teórico de la
antillanidad a finales de los años 1960. Por la especificidad de las Antillas
(diversidad, lenguas, historias) existe un mestizaje sin límites, de una fuerza
creadora infinita. En “El gran camuflaje” (“Le grand camouflage”, Tropiques,
núms. 13-14, 1945), su último texto, Suzanne de Césaire da vida con virtuosismo
a su territorio tropical, en el que se manifiesta el cuerpo como punto de
contacto con el mundo. Para la autora, la voz poética se convierte en el medio
apto para liberar el cuerpo enajenado del martiniqués, prende el anhelo de la
realidad, imaginaria como física. “Cataclismos”, “llamada de tambores”,
“simas”, “incendio antillano”, “inasible trepidación cósmica”, “llamas
tropicales”, “caóticos riñones de las bailarinas”, “tallos de sucos dorados,
ovillados como un sexo”: otros tantos términos mordaces, crudos, distintivos
del amor apasionado y devastador empleados por Suzanne de Césaire para
describir su tierra abierta, erótica y revolucionaria. Alternan unos paisajes
desgarradores hasta confundirse con la inmensidad luminosa. En la ocupación del
grito, la autora rezuma descargas líricas y suelta chorros ardientes en pro de una
emancipación de cuerpos y cabezas. Allí está la violencia, incluida en la
“belleza intolerable” de la naturaleza, espejo del movimiento subversivo de
elaboración de una literatura antillana. En la noche tropical, los cuerpos de
los bailarines vibran con el sonido de África, se retuercen y desenfrenan
contra una realidad blanca invasora. Si el clamor del grito se origina en los
siglos pasados, abre a un posible cielo presente para determinar una identidad
antillana asumida y aspirante. En el ensayo El discurso antillano (Le
Discours antillais) [44] de
Édouard Glissant, publicado casi cuarenta años después de “Le grand
camouflage”, que analiza, a partir del caso martiniqués, las fuerzas activas en
las culturas antillanas, el grito también revela la propia experiencia: “Y es
que al cuerpo enajenado del esclavo, en los tiempos del sistema servil, se le
priva de hecho, como para ahuecarlo del todo, de la palabra […]. Cuando el
cuerpo se libera (llegado el día) acompaña al grito, que es la explosión”. Por
fin, al “hombre planta” sí es a quien se concede la posibilidad de una siempre
renovada mutación.
La poesía no renuncia. La poesía anima y sirve el aliento
de cada cual, como el de la comunidad. Lo arrebata, lo imagina, lo sustenta. Ha
de ser la respuesta de una voluntad. Escribe la autora: “Aquí los poetas
sienten que se les trastorna la cabeza […], ven cómo se avivan las llamas
tropicales ya no en los cañacoros, las gerberas, los hibiscos, las buganvillas,
los ceibos, sino en las hambres, los miedos, los odios, la ferocidad que arden
en los fondos de los cerros”. [45]
Suzanne desaparece a la edad de cincuenta y un años, separada (a petición suya)
tres años antes de su Aimé –“Amado”–, quien la celebraba todavía, cual musa
eterna, en un último poema, “Roca de la mujer dormida” (“Rocher de la femme
endormie”):
Por los
juegos cicatriciales del cielo
La veo
parpadeando
Con
objeto de informarme de que comprende mis señales
Cuáles
de hecho en peligro caídas son de un sol muy antiguo
Las
suyas creo que soy ya el único en captarlas aún…
La existencia de Suzanne de Césaire es todo amor. “Mi
madre, Bella como la llama de su pensamiento. […] Mi madre que creía más en las
luchas que en las lágrimas […], con una tenacidad incansable”, consigna su hija
Ina. El amor no juega con la fiebre. La integra. Y sus buchadas de abandono son
otras tantas líneas de escritura. Con sus siete artículos redactados, Suzanne
Roussy de Césaire es precursora de movimientos como la antillanidad y la
criollidad e inspiradora de futuros movimientos feministas antillanos. “Tu
generación será la de las mujeres que elijan”, advierte a su hija Ina. Hay
destinos que superan lo imposible y destacan por la liberación. La vida se ama
entonces hasta el vértigo. Es el riesgo jugado de la autenticidad y la brecha
de la mutación. Suzanne es uno de esos seres para quienes el sentido de la
historia se convierte en la condición de su sueño ilimitado. En otras palabras,
el triunfo de sus fuerzas supera cualquier inscripción funeraria. Hasta en la
opacidad de las noches, la belleza deviene en lugar de tránsito…
NOTAS
01. “Leo
Frobenius et le problème des civilisations”, “Alain et l'esthétique”, “André
Breton poète”, “Misère d'une poésie. John-Antoine Nau”, “Malaise d'une
civilisation”, “1943: le surréalisme et nous”, “Le grand camouflage”.
02. Tropiques (1941-1945) tendrá catorce
entregas. Revista anticolonialista: contra el régimen de Vichy en Francia,
representado por el almirante Robert.
03. Libre adaptación de la novela
Youma de Lafcadio Hearn (Mercure de France, París, 1923).
04. Corriente literaria y
artística antillana, concebida con una ceguera ideológica adherida a los
tópicos compartidos por la mirada colonial.
05. En el campo literario
afroantillano, el esquema violento rige varias experiencias de la violencia
(esclavitud, colonización) que se convierten en otras tantas modalidades de la
posibilidad del África histórica.
06. André
Breton publicó Manifeste du surréalisme (Éditions du Sagittaire, París,
1924) y Second manifeste du surréalisme (revista La Révolution
surréaliste, París, 1930).
07, “Misère
d'une poésie. John-Antoine Nau”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire,
Seuil, París, 2009, p. 66. Primera
publicación en la revista Tropiques, núm. 4, enero de 1942. La
exhortación de Suzanne de Césaire, “La poesía martiniquesa será caníbal o no
será”, remite a la famosa frase (y última) de la novela Nadja de André
Breton (Gallimard, París, 1937): “La belleza será CONVULSIVA o no será”.
08. Gerty
Archimède (Morne-à-l'Eau, 1909–Basse-Terre, 1980). Fue la primera mujer abogada en la isla
de Guadalupe (1939), la primera diputada comunista elegida en Guadalupe (1951).
09. Léon-Gontran Damas (Cayena,
1912–Washington, 1978) y Aimé Césaire son alumnos en el liceo Schœlcher de
Fort-de-France en 1925-1926.
10. La revista L'Étudiant noir,
dirigida por antillanos y africanos, se publicó de 1934 a 1940. Fundada por
Aimé Césaire, Léopold Sédar Senghor, Léon Gontran-Damas, Guy Tirolien, Birago
Diop, Léonard Sainville, Ousmane Socé. Rechaza las tesis demasiado
asimilacionistas de Légitime Défense (rechazo del marxismo y el
surrealismo).
11. En el verano de 1935, Césaire
emprende la redacción de Cahier au retour d'un pays natal, primero con
el título de Cahier pour un retour natal (Cuaderno para un retorno
natal), en Dalmacia, en casa de su amigo Petar Guberina. Terminado en 1938.
La primera versión fue publicada en agosto de 1939 en el número 220 de la
revista parisina Volontés. Primera publicación en español con el título Retorno
al país natal, traducción de Lydia Cabrera, ilustrada con tres dibujos a
tinta china de Wilfredo Lam, prefacio de Benjamin Péret (Molina y Cía.
Editores, La Habana, 1942). En París, primera publicación de Cahier au
retour d'un pays natal como libro en la editorial Bordas en 1947.
12. Aimé será diputado por Martinica
de 1946 a 1993, durante las IVª y Vª Repúblicas francesas.
13. Suzanne y Aimé serán padres
de seis niños: Jacques en 1938, Jean-Paul en 1939, Francis en 1941, Ina en
1942, Marco en 1948 y Michèle en 1951.
14. Dos décadas después, un tumor
cerebral se lleva a Suzanne de Césaire. Muere en 1966 en el departamento
(provincia francesa) de Yvelines, cerca de París.
15. Entre
los mayores textos de la negritud: Chants d'ombre (1945), Hosties
noires (1948) de Senghor, Cahier au retour d'un pays natal (1938) de
Césaire.
16. André
Breton (Tinchebray, 1896–París, 1966). Autor, poeta, ensayista teórico del
surrealismo. Dedica a Suzanne de Césaire un poema, “Pour madame Suzanne
Césaire”, Tropiques, núm. 3, octubre de 1941.
17. Paulette
Nardal (Saint-Pierre, Martinica, 1896–Fort-de-France, Martinica, 1985). Es la primera mujer martiniquesa
en estudiar inglés en la universidad de la Sorbona en 1920. Crea la reputada
revista bilingüe (francés/inglés) Revue du monde noir con el escritor
haitiano Léo Sajous en 1931.
18. Leo Frobenius (Berlín,
1873–Biganzolo, 1938).
19. “Leo
Frobenius et le problème des civilisations”, Le grand camouflage, Suzanne
Césaire, Seuil, París, 2009, p. 39-40.
20. Movimiento social y literario
nacido en Harlem, que cristaliza por los años 1920 tomando el nombre de “New
Negro” (término usado por vez primera en 1925 por Alain Locke en su celebrada
antología The New Negro). Tiene el objetivo de devolver al negro
americano la posesión de su personalidad enajenada por la cultura dominante.
21. Llega a Francia en 1923. Se
otorga en 1929 a su novela Banjo (escrita en Marsella) el Harmon Gold
Award for Literature. Banjo exhorta a la élite negra asimilada a que
resista a la cultura europea y enarbola la idea de que los destinos de un negro
instruido y el de un negro analfabeto no difieren en lo fundamental. Banjo
influye en toda una generación.
22. Es el primer hombre negro en
Francia quien se lleva el premio Goncourt, en 1921, por Batouala, véritable
Roman nègre.
23. La Universal Negro
Improvement Association, fundada en 1916, constituye el primer movimiento de
masas de los negros americanos. La ideología de Garvey se fundamenta en el
“retorno a África” conocido como “sionismo negro”, un anticomunismo, un
antiliberalismo. Su lucha contra el mestizaje pretende introducir la división
racial propia de las Antillas. Pese a su componente racista, muchos negros se
adueñan con orgullo del famoso Black is beautiful del movimiento
precursor.
24. Cheikh Anta Diop (Thieytou,
1923–Dakar, 1986) es un historiador, antropólogo, egiptólogo y político
senegalés.
25. El senegalés Lamine Senghor
crea el Comité de defensa de la raza negra (Comité de défense de la race nègre)
y la revista La Voix des Nègres (1926).
26. “Malaise
d'une civilisation”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, París,
2009, p. 72-73. “Malaise d'une civilisation” se publicó primero en Tropiques,
núm. 5, abril de 1942.
27. Ibídem.
p. 68.
28. “Leo
Frobenius et le problème des civilisations”, Le grand camouflage, Suzanne
Césaire, Seuil, París, 2009, p. 29-30.
29. “Malaise
d'une civilisation”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, París,
2009, p. 70-71.
30. Ibídem,
p. 70.
31. Ibídem,
p. 75.
32. “Leo
Frobenius et le problème des civilisations”, Le grand camouflage, Suzanne
Césaire, Seuil, París, 2009, p. 40.
33. Es nombrado, antes de la
guerra, alto comisario del gobierno en las Antillas, con destino en
Fort-de-France.
34. Carta del teniente de navío
Bayle, jefe de la censura, 10 de mayo de 1943.
35. Suzanne
de Césaire, “1943: le surréalisme et nous”, Le grand camouflage, Suzanne
Césaire, Seuil, París, 2009, p. 81.
36. André
Masson (Balagny-sur-Thérain, 1896–París, 1987), pintor.
37. Texto concebido en 1941,
publicado en revista en 1942 y en libro (Éditions du Sagittaire, París) en
1948.
38. “Le grand
camouflage”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, París, 2009,
p. 93.
39. “1943:
le surréalisme et nous”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil,
París, 2009, p. 82. Primero
se publicó el artículo en Tropiques, núms. 8-9, octubre de 1943.
40. Poemas mayormente escritos de
1941 a 1945 y publicados en Tropiques, repetidamente modificados por el
autor hasta la edición de 1976 (Éditions J. P. Césaire/Désormeaux,
Fort-de-France). André Breton redactará el prefacio de Les Armes
miraculeuses en 1944.
41. “Misère
d'une poésie. John-Antoine Nau”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire,
Seuil, 2009, París, p. 66.
42. “Malaise
d'une civilisation”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, París,
2009, p. 82-83.
43. Édouard
Glissant (Sainte-Marie, Martinica, 1928–París, 2011).
44. Le Discours antillais, Seuil, París, 1981.
45. “Malaise
d'une civilisation”, Le grand camouflage, Suzanne Césaire, Seuil, París,
2009, p. 94.
***
Laurine Rousselet (Francia, 1974). Poeta, narradora y ensayista. Ha publicado Hasardismes (2011), La Mise en jeu (2012), Crisálida y Journal de l'attente (2013), además de Siria: cercana y a lo lejos (2015). Contacto: rousselet.lo@orange.fr. Página ilustrada con obras de Egon Schiele (Áustria), artista invitado de esta edición de ARC.
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