quinta-feira, 3 de agosto de 2017

AGACÍ DIMITRUCA | Tiempos griego-españoles


¡Qué difícil es,
cuando todo baja,
no bajar también! [1]

Sobre eso se pregunta Antonio Machado entre los años 1912 y 1924. Sobre eso se preguntan hoy sus compatriotas, los españoles. Sobre eso, sin embargo, nos preguntamos nosotros, los griegos, que dondequiera que caigamos, ahora Grecia nos hiere, nos desangra, nos asesina y nos deja insepultos entre sus ruinas.
Como ven, los más jóvenes no fuimos bastante ilustres para que valga para nosotros también el “toda tierra es tumba”; tampoco fuimos previsores para que se salve, siquiera un palmo de este lugar, intachado por el –doméstico o no vandalismo. ¿Cómo y dónde podemos quedarnos en pie y gritar muy alto “¡Esta tierra nadie puede arrebatárnosla!”, [2] resistiendo a la otorgación de nuestro dominio nacional y a la inevitable aniquilación del país?
¿Cómo podemos? Amamantados con la política de la división, nos hemos acostumbrado a sacar como triunfadores una vez a un partido y otra vez al otro, para que luego acudamos a aprovechar ˗del vencido˗ como saqueadores los ciudadanos interesados y como espigaderas los ciudadanos de a pie, mientras los politizantes y los políticos se aprovechan a menudo de todos los ciudadanos como engreídos y cínicos gentilhombres campesinos.
Y los poetas, ¿qué han hecho?, nos preguntarán. Unos hablaron pero nadie los oyó, algunos levantaron la voz pero nadie los tomó en cuenta, bien porque los oídos no estaban dispuestos, bien porque muchos de sus colegas prefirieron sacar brillo a los tamburetes de un poder casi por derecho heredado y alimentado de sillas y puestos.
En sus textos filosóficos, el poeta Antonio Machado toma el papel del escéptico Juan de Mairena y aconseja: “Al hombre público, muy especialmente al político, hay que exigirle que posea las virtudes públicas, todas las cuales se resumen en una: ‘fidelidad a la propia máscara’. Decía mi maestro Abel Martín habla Mairena a sus discípulos de Sofística que un hombre público que queda mal en público es mucho peor que una mujer pública que no queda bien en privado. Bromas
aparte añadía, reparad en que no hay lío político que no sea un Trueque, una confusión de máscaras, un mal ensayo de comedia, en que nadie sabe su papel. Procurad, sin embargo, los que vais para políticos, que vuestra máscara sea, en lo posible, obra vuestra; hacéosla vosotros mismos, para evitar que os la pongan que os la impongan vuestros enemigos o vuestros correligionarios; y no la hagáis tan rígida, tan imporosa e impermeable que os sofoque el rostro, porque, más tarde o más temprano, ‘hay que dar la cara’.”
En otro comentario Machado nos informa que “Mairena era, como examinador, extremadamente benévolo. Suspendía a muy pocos alumnos, y siempre tras exámenes brevísimos. Por ejemplo:
¿Sábe usted algo de los griegos?
Los griegos..., los griegos eran unos bárbaros...”
Es cierto que, en la conciencia de los europeos, sólo eran griegos los habitantes de la Grecia Antigua y especialmente aquellos que poseían la ciudadanía. Por eso, cuando el superávit romántico se agotó, se comenzó a difundir la fama, que hoy parece indiscutible, que los habitantes contemporáneos de ese mismo espacio geográfico somos semen de diablos eurófagos usando como escaparate unos ligones, eurófagos también, copias de un Apolo dopado, los cuales, últimamente, son importados.
¡Ay, Mairena! Vean qué más decía a sus discípulos: “Ya os he dicho que el escepticismo pudiera no estar de moda, y para ese caso posible, y aun probable, yo os aconsejo también una posición escéptica. Se inventarán nuevos sistemas filosóficos en extremo ingeniosos, que vendrán, sobre todo de Alemania, contra nosotros, los escépticos o filósofos propiamente dichos. Porque el hombre es un animal extraño que necesita ˗según él˗ justificar su existencia con la posesión de alguna verdad absoluta, por modesto que sea lo absoluto de esta verdad. Contra esto, sobre todo contra lo modesto absoluto, debéis estar absolutamente en guardia.”
Eso tiene la culpa, queda claro: Lo modesto absoluto de una Europa materialísticamente unida y nuestra dejaded, producto de la mentalidad impuesta de un pequeño país pobre y martirizado que, en vez de celebrar el regreso de sus hijos de las rocosas islas del exilio en plazas y campos, puso en primer orden vulgares lugares de la diversión nocturna del falso bienestar.
“¿Hacia dónde caminamos?” se pregunta Mairena, o sea Machado en 1919 y continúa: “Tal vez sea ésta una pregunta que el hombre haya podido hacerse en toda época digámoslo para prevenir fáciles objeciones, pero reconozcamos su valor de actualidad, de expresión abreviada de un estado de conciencia que prepondera en nuestros días. Cierto que las inmutables estrellas que orientan el alma humana: amor, justicia, conocimiento, libertad, no han desaparecido. Se pregunta no más por la validez de las cartas marinas que el hombre había trazado para su propio navegar bajo el impasible esplendor de esas inasequibles constelaciones. Todas las enseñanzas de la guerra tienen hasta la fecha un marcado valor negativo. Por de pronto, aparece claro el mayor fracaso, los más trágicos acentos de la catástrofe coincidiendo con la mayor concentración de vida y con las más hondas convicciones de la Europa culta. En primer término, la guerra fue perdida por Alemania. Alemania era la síntesis de Europa. Esperamos que la reducción de Alemania a despotismo oriental es ya una simplificación que nadie se atreverá hoy a tomar en serio.”
Antonio Machado (1875-1939), fue miembro de la famosa generación del ’98: un grupo de pensadores, escritores y poetas, quienes se encargaron conscientemente de la recomposición del alma española que corría el peligro de marchitarse y hundirse en la depresión nacional de una España que perdía sus últimas colonias y, de un imperio donde el sol jamás se ponía, se veía obligada a olvidar grandezas pasadas y a reducirse a los límites actuales con el mismo miedo que entonces, igual que hoy, de ser absorbida por una Europa económica, política y administrativamente más poderosa.
Machado, aunque nacido en Sevilla, fue seducido también, como todos los de su generación, por el alma castellana cuyo arquetipo era Don Quijote y por el sombrío paisaje de Castilla, a que le dedicó algunos de sus mejores poemas bajo el título general “Campos de Castilla”. Un poema de esta obra es el celebérrimo:

Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino:
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.

En España, claro, no predominaron las estelas de la mar ni la nata de los intelectuales, sino el fascismo de Franco, así que Machado, habiendo convertido su pluma en arma de los demócratas, se vio obligado a emprender el camino del exilio. Y cuando, volviendo la vista atrás, se vio la senda que nunca él volvería a pisar, se murió por marasmo una semana después de haber pasado la frontera francesa, en Colliure, el año 1939.
Cierto que han cambiado muchas cosas desde entonces. También los hombres hemos cambiado, hasta el punto de parecer seres transgénicos, sin la esperanza que hacía nuestros antepasados anhelar “Un poco de trigo para las fiestas, un poco de vino para el recuerdo, un poco de agua para el polvo...” [3]
Sin embargo, también hoy nos esperan caminos para que los emprendamos. Y si en su mayoría son del exilio, nos basta que uno sea el de la revolución.

Οδοιπόρε, δρόμος δεν υπάρχει:
τον δρόμο τον ανοίγεις προχωρώντας.
Caminante, no hay camino:
se hace camino al andar.


NOTAS
1. Todos los fragmentos son extractos del volumen: Manuel y Antonio Machado, Obras completas, Editorial Plenitud, Madrid (1967).
2. Yiannis Ritsos, Romiosyni, (poesía, es. 1945-1947).
3. Nikos Gatsos, Amorgós, (poesía, es. 1941-1942).



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AGACÍ DIMITRUCA (Grécia, 1958). Escritora, letrista y traductora. Página ilustrada com obras de Felícia Leirner (Brasil), artista convidada desta edição.

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ÍNDICE # 100

EDITORIAL | 100 números e a dinâmica imóvel do cotidiano

AGACÍ DIMITRUCA | Tiempos griego-españoles

ALFONSO PEÑA | Conversa con Claudio Willer

ANDREA OBERHUBER | O livro surrealista como espaço transfronteiriço: Lise Deharme e Gisèle Prassinos

ANTONIO CABALLERO | Harold Alvarado Tenorio y un libro a cuchilladas

DANIEL VERGINELLI GALANTIN | Eliane Robert Moraes: perversos, amantes e outros trágicos

ELVA PENICHE MONTFORT | Fotografía y surrealismo: fetiches de Kati Horna

ESTELLE IRIZARRY | Eugene Granell: correspondencias entre creación pictórica y literaria

ESTER FRIDMAN | A linguagem simbólica no Zaratustra de Nietzsche

FLORIANO MARTINS | Enquete sobre Erotismo e Sexualidade – Parte 1

FLORIANO MARTINS | Enquete sobre Erotismo e Sexualidade – Parte 2

FLORIANO MARTINS | Enquete sobre Erotismo e Sexualidade – Parte 3

HAROLD ALVARADO TENORIO | 100 años de poesía en Colombia

ISABEL BARRAGÁN DE TURNER | La isla mágica de Rogelio Sinán

JOSÉ ÁNGEL LEYVA | Víctor Gaviria: El poeta y el cine

LUIS FERNANDO CUARTAS | La ilusión siniestra de los cuerpos y los engaños de la metamorfosis

MARIA LÚCIA DAL FARRA | Herberto Helder, sigilosamente Herberto

NICOLAU SAIÃO | Recordando uma comunicação de Mário Cesariny

RICARDO ECHÁVARRI | El poeta Arthur Cravan em México

SUSANA WALD | En el espejo retrovisor

ULISES VARSOVIA Esencia y excedencia de la poesía contemporánea

ARTISTA CONVIDADA | FELÍCIA LEIRNER | GISELDA LEIRNER | Felícia Leirner, minha mãe


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Agulha Revista de Cultura
Número 100 | Julho de 2017
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo & design | FLORIANO MARTINS
revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
equipe de tradução
ALLAN VIDIGAL | ECLAIR ANTONIO ALMEIDA FILHO | FEDERICO RIVERO SCARANI | MILENE MORAES
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