Este trabajo corresponde a ese tipo de ensayos por encargo, que luego no son publicados en los libros porque no le parecen al autor que te los ha pedido, ésta es la segunda vez que me ocurre. Pero en sí el análisis del libro, cuyo título es hoy La manzana de la discordia. Antología poética de la generación del 30, iba a ser publicado por Magnaterra, pero finalmente acabó siendo un volumen de la colección de la Tipografía Nacional y salió publicado en el 2010, sin mi introducción, bajo la firma de Enrique Noriega.
El trabajo pretende ser un acercamiento crítico sobre esta nueva antología de los poetas del treinta, que tiene como corpus una selección provocadora de Enrique Noriega, donde caemos en la cuenta de lo poco informados que estamos los lectores de poesía, sobre los alcances y las búsquedas de los poetas silenciosos de las periferias.
Los poetas que se encuentran en este volumen tienen diversos estilos y tendencias, siempre dentro de las búsquedas de laboratorio de toda la vanguardia latinoamericana. La muestra que hemos tenido a la mano nos permite decir que entre los poetas escogidos podemos perfectamente encontrar poetas con una calidad similar a la de otros vanguardistas latinoamericanos que han sido muy trabajados y mencionados en diversas antologías, digamos, mucho más reconocidos a nivel académico. Lo cierto es que poetas como Alfredo Balsells Rivera, Enrique Muñoz Meany, Romelia Alarcón Folgar, Luz Valle y otros, son poetas que elaboraron discursos poéticos de enorme competencia. Algunos de ellos sintieron la comezón del viaje y se fueron a Europa y a Estados Unidos buscando desde donde ver el terruño a la distancia, pero también buscando la modernidad que no encontraban en su propia literatura. Algunos otros se desvanecieron o desaparecieron lentamente, sin dejar más rastro de su presencia en la tierra que los poemas publicados en algún periódico o revista de aquel entonces, o en libros que han desaparecido del mercado del libro nuevo y usado. [1] La necesidad de lo nuevo o lo moderno que observamos como tema en los textos de la mayoría de los autores, es un asunto que sería tratado por estos escritores con ciertas variantes, sin embargo este poema de Balsells ilustra muy bien este tipo de preocupaciones:
Sueños, viajes y colores/empapelan mi vida/como un objeto que ya no sirve/y que se va quedar guardado/en los armarios sin llave del tiempo.
Muy a pesar del olvido, algunos investigadores como Juan Fernando Cifuentes los han estudiado, dejando algunas contribuciones importantes para el estudio de la historiografía literaria. Sin embargo, según nuestro conocimiento, no existe ninguna antología que haga énfasis en estos escritores, ya no digamos, una muestra amplia antológica sobre la Generación del 30.
En ésta que ahora los acoge y los reúne, la propuesta de Noriega no es solamente dar una muestra o panorama, se propone sacarlos del olvido y colocarlos delante del lector nacional e internacional, para que sean leídos y conocidos; de alguna manera la antología abre un espacio canónico desde donde se cuelan estos escritores, para rellenar los vacíos en una tradición poética, que crece, no sólo en cuanto a corpus, sino en cuanto a la revalorización de una poesía, que por distintas razones ha quedado en la sombra.
La antología contiene selecciones de poemas de distinta extensión. Por ejemplo se incluyen selecciones más largas de poetas como Francisco Méndez, Hernández Cobos y César Brañas porque el material estaba disponible, pero sobre todo porque trabajan el poema largo que no es parte de la tradición de la poesía guatemalteca, entonces el criterio del antólogo fue la ofrecer ejemplos de este feliz tratamiento.
Los vanguardistas de esta selección venían como muchos otros de una tradición modernista, de la que era difícil escaparse o apartarse, con la marcada influencia canónica de Rubén Darío en Centroamérica. A pesar de ello, estos escritores bregaron de distintas maneras por los ismos de las vanguardias, elaborando discursos dentro de los ejes del surrealismo, a veces siendo muy futuristas, o dejándose llevar en general por la algarabía de la forma y el estilo vanguardista o lo que algunos han llamado la “pirotecnia vanguardista”. Esta tendencia de la vanguardia histórica (1909-1930) es el antecedente de la poesía concreta brasileña, ya que en este periodo los poetas ensayaron hasta la saciedad la deconstrucción de la palabra y navegaron a todo lo ancho y largo del universo de la página en blanco, buscando todas las posibilidades que estos artificios tenían. Es importante decir que esta tendencia a la fragmentación y explosión de la página, está en estrecha relación con los cambios en los ejes de la cultura y el arte del mundo entero.
Un antecedente vanguardista obligatorio para esta postvanguardia que ahora revisitamos está en la figura de Luis Cardoza y Aragón, poeta guatemalteco que llega a tener relaciones fraternas con la vanguardia francesa del primer periodo. Es posible encontrar algunas tonalidades que los pueden relacionar con el surrealismo de Cardoza de este momento, en los poemas de Alfredo Balsells, Miguel Marsicovétere, Alfonso Orantes y Oscar Mirón Alvarez.
La lectura de la obra incipiente de Cardoza fue obviamente inevitable y el impacto que les tiene que haber causado, la osadía y los alcances juveniles del guatemalteco, en el momento de publicar los primeros libros, en plena efervecencia surrealista, nos permite relacionarlos con él a nivel formal y de contenido respecto al impacto de la modernidad. Las voces de las mujeres en esta lectura, revelan algunos de los textos más extraños y delicados de todo el conjunto. Uno de los poemas de Luz Valle es posible leerlo hoy dentro de las tendencias del feminismo de la región, como un texto que se convierte en premonitorio de las búsquedas de Luz Méndez o de Ana María Rodas:
Yo como las esposas/del señor Barba Azul,/tuve el leve delito/de mi curiosidad./Yo entré a su alcoba llena/de angustia y de dolor/y palpé con mis manos/su alma enferma y fatal…
En tanto que los textos de Romelia Alarcón Folgar es posible leerlos dentro de las constantes de la poesía latinoamericana, que la crítica en el pasado ha llamado “postmodernismo”, pero que en realidad era una de las líneas de la vanguardia, mucho más intimista y subjetiva, de alguna manera metafísica y con una tendencia hacia el existencialismo.
La mayoría de estos olvidados, tenían una conciencia poética lúcida, que es posible observarla o escudriñarla en sus propios poemas en una lectura más acuciosa. Como el material principal del que se nutre su poesía está en la mezcla entre la tradición y el impacto que la modernidad les causaba, trabajan los cambios en la velocidad de las comunicaciones y los nuevos retos de la vida moderna, hasta donde podían experimentarla, en un espacio tan periférico como la Guatemala de la primera mitad del siglo xx. Los escritores de esta postvanguardia bregaron y escudriñaron en las formas más experimentales de la vanguardia histórica como lo encontramos en algunos textos que se incluyen de Miguel Marsicovétere, donde es evidente el tratamiento de lo urbano en contraste con el pasado:
Hay un grito profundo y lento/que horada los siglos/en caballería de recuerdos;/hay un eco rosa/entre los horizontes fugitivos,/cuando los trenes hienden la tarde,/y hay un ansia/de ser/pájaro/sirena/o campana/para estar mejor.
Uno de los impactos más fuertes sufridos epocalmente por esta generación, es la de haber sido testigos del nacimiento del género cinematográfico, invento que revolucionaría el concepto del tiempo y de los contrastes entre realidad e irrealidad; Balsells Rivera tiene unas líneas donde se ilustra la influencia que la nueva imagen provocaría sobre su percepción del presente, que fluctuaba entre lo tradicional y moderno:
No sé si eres de carne y hueso/o de simple celuloide./No sé si estás vivo/o sentado en la silla eléctrica.
El cine les traería nuevas maneras de mirar el mundo, de decirlo, el vocabulario se nutre de esos nuevos vocablos que integrarían a su discurso poético provenientes de la tecnología moderna por ejemplo. Tendrían acceso a la modernidad en imagen, soñarían con alcanzarla, la escribirían y se encontrarían dentro de la tensión social y cultural que un impacto como éste puede causar en sus intelectuales. Y aunque algunos siguieron trabajando temas que la crítica guatemalteca ha denominado “criollista”, sus textos adolecen ya de las formas clásicas, porque hay en ellos una tendencia al verso más corto, en algunos casos sin medida, que marca una diferencia notable en el registro, así es posible verlo en estas líneas de Víctor Villagrán Amaya:
Vengo a ver si pesco aquí/mi sombra con un anzuelo/para coger en mis manos/el color de su cabello.
Las tonalidades también dejan de tener la seriedad que asumía la poesía social como se observa en Villagrán o en estas líneas de Alfonso Orantes:
…nicotizado de bruma todo el ambiente se ahuma/con nubes que vánse ahogando.
Una mayoría deja testimonio poético de estos contrastes, de la admiración y la alegría que les causaban estos adelantos de la vida moderna o de la relajación cultural que los contrastes les causaban, pero también testimoniaron poéticamente el impacto negativo de la modernidad en relación con la pérdida de una vida lenta y segura, como en este texto de Oscar Mirón Alvarez:
Un día/la vida parará en alguna parte/y yo me quedaré solo,/alargado sobre mis kilómetros,/mirando el horizonte que me rasgará de un guiño…/En la cumbre del paisaje,/un indio y una india se reirán de mi.
Con estructuras más clásicas, Francisco Méndez aborda el tema del tiempo y el cambio en su concepto:
(El reloj arrastra/letanías de hiel. El reloj muele/diente por diente, grano sobre grano.)…(El reloj sale por los corredores./Toca mi puerta./Palpa mis almohadas./Infla de un viento frío los minutos).
Recordemos también que los poetas escriben sus textos entre las dos guerras mundiales, y el impacto que estos hechos producen en ellos, se refleja más en la proporción de su escepticismo, y también en considerar cualquier hazaña como una pérdida, tanto amorosa como de otro tipo. Las reflexiones de tipo filosófico y existencial son temas de sus poemas, las cuales abordan de formas variadas, estos versos de José Hernández Cobos nos dan una idea del tratamiento:
Detenido en el vientre de la tierra,/sólo conocí la libertad al fundirme y tomar forma./El fuego me volvía líquido, ya casi era vapor,/a punto de realizar el milenario sueño de evadirme,/a mi destino duro de ser siempre el mismo.
Las formas poéticas que asume su poesía como ya lo indicamos son distintas, pero nos parece que se dejan llevar por las nuevas tendencias de la lírica, ya que utilizan también el verso libre o establecen una mezcla entre verso medido y su total ausencia. Es evidente que su lenguaje deviene en algunos casos conversacional y coloquial, causando en el texto cierta contemporáneidad, que es evidente en este texto de Mirón Alvarez:
Presentista,/con el pasado fugaz/como las estelas que el avión deja/sobre el humo incoloro de las soledades.
Y sin embargo el poema fue escrito antes de 1930 y publicado en 1931.
La antología incluye una muestra de un invitado especial: César Brañas, con la cual se cierra el libro. La muestra pertenece al libro: Viento negro, que Brañas publicara en 1958, pero que de acuerdo a la fecha consignada en el libro, la escritura data de 1938. En su totalidad el libro representa el ejemplo más completo de la postvanguardia guatemalteca. La temática se escribe como una elegía a la muerte del padre y se inicia el recorrido del dolor y su aceptación con formas bastante clásicas. Sin embargo, mientras el libro avanza vamos encontrando esa misma tendencia a la mezcla de metros y a la conservación de un ritmo interior, que el poema de Brañas trabaja con excelencia.
En una de sus partes el poeta va escalonando el poema provocando la sensación, de caída y cambio muy acorde con los sentimientos del sujeto lírico:
He perdido mi país de nubes,/Mi pañuelo de expertos adioses,/Mis lanzaderas de golondrinas,/Mis manos calladas,/Mis carabelas,/Mis alas.
El hablante lírico se va transformando camaleónicamente en el viento negro. Los temas filosóficos y metafísicos se hacen presentes en este texto de Brañas, para relacionarse en este sentido con la muestra que nos ofrece el libro.
Una revisión acuciosa de esta antología podría ser a la distancia, el mejor reconocimiento a la obra de escritores que han quedado en el olvido y la anonimia, y que persisten en aparecer ante este nuevo lector del siglo xxi, con la sutil esperanza de ser comprendidos por otros sujetos sociales, provenientes de un tiempo otro, pero cercanos en cuanto a ser también lectores del inicio de un nuevo siglo, donde cíclicamente las tendencias reaparecen, fortalecidas por la experiencia y la tradición.
NOTA
Aida Toledo (Guatemala). Poeta, narradora, ensayista, crítica y periodista. Autora de Para conjurar el sueño. Antología de poetas guatemaltecas del siglo XX (1998), En la mansa oscuridad blanca de la cumbre. Ensayos escritos por mujeres sobre la obra de Miguel Angel Asturias (1999), y Rosa palpitante. Sexualidad y erotismo en la escritura de poetas guatemaltecas nacidas en el siglo XX (2005). Contacto: lavidanoesunapelicula@gmail.com. Página ilustrada com obras de Nelson de Paula (Brasil), convidado especial desta edição de ARC.
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