sábado, 22 de novembro de 2014

CARLOS M. LUÍS | Aire mexicano (Benjamín Péret), Cuaderno de un retorno al país natal (Aimé Césaire), y Oda a Charles Fourier (André Breton): tres poemas convergentes






Carlos M. LuisINTRODUCCION | El permanente atractivo que ejerce el continente americano para los surrealistas es un hecho comprobado. Comenzando con la fertilidad de la naturaleza americana, hasta su amalgama de razas, pasando por sus mitos, leyendas y arte “primitivo”, para el pensamiento vivo del surrealismo constituye una fuente inagotable de sugerencias poéticas. Juan Larrea en su ensayo “El Surrealismo entre el Viejo y el Nuevo Mundo” señaló que la fuerza atrayente de la América resulta un puente para la mejor comprensión de ese movimiento. Por otra parte la condición social en que vivían (y continúan viviendo en gran parte) los nativos americanos y los negros que fueron traídos a nuestras tierras como esclavos, fomentó la conciencia social de los surrealistas. De esa manera el interés de éstos por la etnología se unió a su concepto de lo maravilloso, sin olvidar uno de los fundamentos iniciales que le diera su razón de ser: la ineludible necesidad de cambiar el mundo junto a la vida. De esas confluencias nacieron tres largos y enjundiosos poemas: “La Oda a Charles Fourier” de André Breton, “Aire Mejicano” de Benjamín Péret y el “Cuaderno de un Retorno al País Natal” de Aimé Césaire. Los tres poemas poseen puntos de contacto que los convierten en un canto único a la poesía inherente en el ethos americano, y en un apremiante llamado a la liberación de sus pueblos. La intervención de Jacqueline Chenieux Gendron en el symposium “Avatares del Surrealismo en el Perú y la América (1) es en ese sentido, aclaradora: “El contagio lírico (del surrealismo) se propaga entre la iluminación imaginaria y el espacio social y político”.
Lo primero que habría que destacar, es que los unen las condiciones arduas bajo las cuales los tres poemas fueron gestados. Breton y Péret se encontraban exiliados, el primero en los Estados Unidos y el segundo en México. Césaire por su parte se encontraba también exiliado en cierto sentido, obligado a vivir bajo el régimen ultra reaccionario de Vichy. Debemos señalar de paso, que si bien el “Cuaderno de un Retorno al País Natal” fue publicado en 1939 en Paris (sin que llamara la atención de la crítica), su versión definitiva apareció en la revista “Tropiques” que dirigieran en Fort de France Aimé y Suzanne Césaire, y René Menil a partir de 1941. Fue durante su estancia en la Martinica que Breton llevado por la resaca de la Segunda Guerra Mundial, descubriera por azar el poema de Césaire cuando adquirió un número de esa revista. Su inmediata traducción al español fue llevada a cabo por Lydia Cabrera en La Habana en 1942, siendo ilustrada por Wifredo Lam con un prólogo de Benjamín Péret. “Aire Mejicano” aunque comenzado en México, su publicó en Paris en 1952, con ilustraciones de Rufino Tamayo, mientras que la “Oda a Charles Fourier” escrita en 1945 en los Estados Unidos, vio la luz en 1947 en esa misma ciudad.
Otro punto de convergencia se encuentra relacionado con la mirada que los tres poseyeron de la naturaleza americana. Breton rindió cuenta de ello en su libro “Martinique Charmeuse des Serpents” escrito conjuntamente con André Masson, quien también diseñara ilustraciones para el mismo. Péret no cesó de elaborar en torno a su visión del paisaje y los mitos americanos una poética deslumbrante, que comprendía además de poemas, textos de carácter etnológico, más dos films dedicados a los mismos, (2). Su recopilación de mitos y leyendas americanos, su traducción del “Chilam Balam” y una colección de poemas de Octavio Paz bajo el título de “Pierre de Soleil”, fueron también reveladores de su interés por lo americano. Césaire estuvo identificado con la naturaleza caribeña al punto que Pierre Mabille viera en el célebre cuadro de Wifredo Lam: “La Jungla” pintado en 1943, una contrapartida de su poesía. La población, mayoritariamente negra o mulata de su isla natal, también formo parte de su cosmovisión. Los tres poetas denunciaron en sus respectivas obras, las injusticias a que fueron sometidos los aborígenes americanos y los negros esclavos. Tanto Breton como Péret en los escritos que le dedicaron al gran poema de Césaire, mencionaron la realidad oprobiosa en que se encontraba el negro y su identificación con lo maravilloso americano, poniendo énfasis en su lenguaje renovador a partir de su expresión en tanto que poeta de la raza negra. O sea que a pesar de que “El Cuaderno de un Retorno al País Natal” fuera escrito en francés (asunto sobre el cual Sartre llamó la atención en su ensayo “Orfeo Negro”), el idioma recibió en ese poema una inyección de fuerza bella como el oxígeno naciente según las palabras de Breton. Lilyan Kesteloot escribió al respecto que “El idioma francés surgió considerablemente enriquecido pero no ya como un vehículo del pensamiento occidental…es en realidad un universo extranjero que nos fue revelado”. (3). En esas mismas cita la autora menciona a Franz Fanón quien afirmó: “Antes de Césaire la literatura antillana era una literatura de europeos” (4). La necesidad de Césaire a expresarse en el idioma de la clase dominante, no lo llevó a la “asimilación” tan temida por el propio Fanon. Por el contrario introdujo en el mismo, un verbo acoplado a los ritmos ancestrales de su raza. Lo importante en este caso y a diferencia de otros poetas que utilizaron elementos negroides en su poesía, es que Césaire nunca cayó en un exotismo banal. Existen sin duda otras convergencias y divergencias que podrán ir descubriéndose en el camino. Pero basten éstas por el momento, como un punto de arranque para ir entrando en el dominio de los tres poemas.

Enrique de SantiagoLA ODA A CHARLES FOURIER | El alejamiento gradual de André Breton de la ideología marxista (específicamente la interpretada dogmáticamente por los estalinistas y sus acólitos), a favor de la utopía socialista, acoplado por su creciente interés por las corrientes esotéricas, lo puso en el camino del descubrimiento de Charles Fourier a quien, según confesara el poeta en el verso que da comienzo a su “Oda”: “En aquel tiempo no te conocía más que de vista” (5). No sabemos por otra parte, si Breton llegó a tener conocimiento de otra Oda a Fourier escrita por Fabre des Essarts en 1899 (6). Sea como fuere la “sombra frenética” del autor del “Nuevo Mundo Amoroso” se le apareció en la etapa última de su estancia en los Estados Unidos, específicamente durante su visita a la naciones Hopi y Zuñi. Ya en New York había adquirido sus obras completas las cuales formaron parte de sus estudios y reflexiones cotidianas. Fue durante esa visita junto a su flamante esposa Elisa Caro, que vio frente a sí la convergencia afectiva que existía entre el pensador utopista francés y la cultura de unos indios que se encontraban sometidos bajo la férula del conquistador blanco. Guy Girard en su artículo citado incide sobre ese tema: “Una misma actitud poética une la mirada encandilada de Breton hacia los indios y en general hacia todos los pueblos primitivos, y su deseo de la utopía honrando a Fourier y a su sistema de esa manera. Las víctimas de la historia, esos sobrevivientes de los etnocidios perpetúan un pensamiento mítico cuyo resorte analógico resulta ser de cierta manera la matriz de la invención fourerista que se expande partiendo de la misma lógica como la que rige las leyes cósmicas y las leyes sociales (7).
Respondiendo a las preguntas que le hiciera André Parinaud durante las entrevistas radiofónicas en 1952, Breton recordó refiriéndose a la “Oda”: “Primordialmente pude realizar uno de mis grandes deseos de toda la vida, que era entrar en contacto con los indios, y de ellos, con los indios Pueblo (Hopi y Zuñi) cuya mitología y arte me interesaban especialmente…pude percibir perfectamente su dignidad y su carácter inalienables, a pesar del profundo contraste con la condición miserable en que se les ha colocado. No puedo comprender que el deseo de justicia y de reparación que conduce a veces al hombre blanco hacia el negro y el amarillo exceptúe cada vez más al indio, que ha dado tantos testimonios de su poder creador y ha sido, con mucho, el más expoliado (8). En otra entrevista concedida a Jean Duché para “Le Litteraire” Breton enfatiza sobre Fourier: “…lo que más me cautiva de Fourier, en relación con su descubrimiento de la atracción apasionada, cuyas inapreciables ventajas están aún por aprovechar, y su actitud de duda absoluta frente a las normas de conocimiento y de acción tradicionales, es su deseo de facilitar una interpretación jeroglífica del mundo, basada en la analogía entre las pasiones humanas y los productos entre los tres reinos de la naturaleza” (9). En una tercera entrevista esta vez a Aimé Patri en 1948 Breton confiesa que: “La Ode á Charles Fourier … admite el automatismo como punto de partida, pero no me sustrae durante el trayecto a ciertas obligaciones contingentes. En todo caso el rasgo de unión es la propia personalidad de Charles Fourier, y la mayor obra constructiva que ha sido elaborada jamás a partir del deseo sin coacción. Es verdad que he fingido en este caso ajustarme a la poesía de circunstancia, pero créame que ha sido para destruirla” (10). Estas tres confesiones de Breton montan el escenario conceptual que sumado al que admirara en el Oeste de los Estados Unidos, sitúan su poema como un palimpsesto que señala la dirección que iban a tomar las diferentes afinidades ideológicas que habrían de prevalecer durante el resto de su vida. Hacia esa misma época Breton escribió un “proyecto de escritura utópica” que no fue publicado hasta 1999. (11)

LA ODA Y LOS INDIOS AMERICANOS | El telón de fondo de la Oda fue, como ya lo habíamos indicado, el Oeste de los Estados Unidos específicamente el paisaje sobrecogedor del Cañón del Colorado (que también emocionara a Max Ernst), y dentro de esa vasta región, la presencia de los indios Pueblo. De esa forma y después de haber emprendido en su Oda la disección poética de lo que Fourier representaba para él, Breton lo saluda: “Desde el Gran Cañón del Colorado”, “Desde el bosque petrificado de la cultura humana”, “Desde la Nevada de los buscadores de oro”, “Desde el instante en que acaban de llegar a su término las danzas indias”, “Desde el bajo de la escalera que se hunde con gran misterio en la kiwa hopi”. Esos sitios excepcionales donde lo maravilloso prolifera, constituyen un escenario viviente para el poeta, dándole pie para introducir su pensamiento: “Te saludo desde la encrucijada de los caminos en señal de prueba y desde la trayectoria siempre en potencia de esta flecha preciosamente recogida a mis pies: No hay separación, heterogeneidad entre lo sobrenatural y lo natural (lo real y lo surreal). Ningún hiato”. Es un “continuum”… cree uno escuchar a André Breton: es un etnógrafo el que nos habla en nombre de los indios Solteaux”. El encuentro de Breton con las teorías utópicas de Fourier se produce pues dentro de un ambiente mágico donde los principios que forman parte del mundo armónico de los indios Hopi, no se encuentran distantes de los que propugnara Fourier. La “Oda” es un testimonio a ese encuentro entre el mundo americano y la ideología subyacente en los sueños de Fourier. La lectura apasionada que hace Breton de su utopía, converge con su exaltación ante las ceremonias y el arte de los indios Pueblo, cuyas Kachinas ya habían comenzado a introducirse en la imaginación de los surrealistas antes de la Segunda Guerra Mundial.
La presencia de Breton en unas ceremonias indias le brindó posiblemente a su “Oda” esa cualidad de “canto” que trasmiten por tradición oral los pueblos primitivos. Fabrice Flahutez indica que: “La tradición oral, tan presente en las culturas indias, oceánicas y celtas, reaparece aquí sin escapársele a André Breton. El canto es un instrumento que actúa sobre el mundo implicando una actividad armoniosa. Es ese tipo de cercanía el que une el pensamiento de Fourier a las sociedades indias, al esoterismo y el surrealismo”. (12) En la “encrucijada de los caminos” donde “merodean grandes fulgores revoleteantes/que llaman a la liberación del follaje y del pájaro” Breton ve que de los dedos de Fourier “parte la savia de los árboles en flor”, trasmitiendo en su canto un mensaje de esperanza que continuará tomando cuerpo –a pesar de los desastres de la guerra– en su “Arcane 17”. Esa esperanza que siempre se mantuvo viva dentro de su pensamiento, es la que siembra en un terreno fértil la semilla que habría de florecer en su interpretación de la utopía de Fourier. Toda utopía se alimenta de la esperanza como estudiara Ernst Bloch en su tratado sobre el tema. Tanto la “Oda’ como el “Arcano 17” están concebidas dentro de ese principio, que Breton desde que comenzara a proferir sus primeras ideas acerca del surrealismo, mantuvo como uno de sus nortes.

LA ODA Y LA UTOPIA | La vastedad del paisaje del oeste americano incorpora en la Oda la riqueza del paisaje mental que Breton percibe en las especulaciones de Fourier. Desde ese punto de vista, su “Oda” bordea una poesía temática sin dejarse atrapar por la mera poesía de circunstancia, que los seguidores de ese género practicaron. Las distancias entre la “poesía” de Eluard o de Aragón cantando las glorias de Stalin, que Péret denunciara en su panfleto “El Deshonor de los Poetas”, y la “Oda” de Breton y de paso el “Cuaderno” de Césaire, son evidentes. Breton y Césaire utilizaron como resorte para sus poemas la filosofía de Fourier, o las condiciones en que se encontraban atrapados los indios o los negros, pero con la finalidad de transfigurarlas en un idioma poético. De ahí entonces que participan dualmente como un arma subversiva, llamando la atención sobre hechos concretos pero inoculándolos de una alta tensión poética. Ver de acuerdo con esos poemas, tenía la doble facultad de traspasar las apariencias para llegar a las esencias. Sus dos textos pertenecen pues a la gran tradición que se remonta a los poemas épicos de la antigüedad. En el caso de Breton le sirvió de puente para trasmitir lo que había asimilado de la lectura del autor del “Nuevo Mundo Amoroso”, durante un proceso específico de su vida enfrentándose a una realidad que le obligaba a dudar sobre la condición humana, la cual había dado su medida en la Segunda Guerra Mundial, cuyo colofón fue la explosión nuclear. Breton acoge entonces el principio de “separación absoluta” que Fourier propugnara y que habría de convertirse en el tema central de la última exposición surrealista que dirigiera. De ahí que Breton intercalara referencias de libros de Fourier acopladas con comentarios poéticos de su propia cosecha. Esas referencias forman parte orgánica del poema, o mejor dicho se convierten en poesía por la mera elección del autor. Cada texto indicaba una manera de pensar que iba contra la corriente cuya dirección habían trazado los estalinistas, mientras que Sartre comenzaba a delinear la suya, ajena a las del surrealismo. Habría que decir entonces que el interés que Fourier despertara se debió a su presentación bajo la luz de la poesía, situando a Breton y junto a él a los surrealistas, en ese apartamiento desafiante.
El “organismo vigoroso” que Jean Gaulmier percibiera en la “Oda” (13) se debe por tanto, a la confluencia que presenta entre la poesía y el pensamiento utópico vigorizado por la presencia de los indios. Esas tres fuerzas unidas abren un nuevo escenario epistemológico, construido bajo la necesidad de “rehacer el entendimiento humano” cuyas premisas Breton hiciera suyas. Gaulmier continua diciéndonos en su introducción que “La Oda a Fourier” bajo la apariencia de un poema ideológico, representa al mismo nivel que otros poemas de Breton, una confianza, el espejo de un instante de sensibilidad” (14). La sensibilidad del poeta se encontraba en su más alto grado de tensión crítica debido a que en su interior se abrevaban las ideas cercanas al pensamiento no sólo de Fourier sino además de otros pensadores utópicos, imbuidos de las corrientes esotéricas caras a Breton, al mismo tiempo que el mundo iba siendo transformado por los avatares de la guerra. En su largo poema “Los Estados Generales” fechado en 1943, Breton menciona los nombres de Fabre d’Olivet y de Saint Ives d’Alveydre, más el de la heroína de los Cátaros: Esclarmonde, quien de acuerdo con la leyenda se le vio volar del castillo de Montsegur convertida en paloma, para llevarse consigo al Santo Grial. La mención de Esclarmonde no deja de tener un significado simbólico, pues al rescatar de las manos de los inquisidores ese tesoro de la imaginación colectiva del occidente, siembra en la de Breton la necesidad de continuar en su búsqueda. El tránsito de las ideas utópicas que comenzaron a efectuarse entre el surrealismo de la pre-guerra y el de la post guerra, ya se estaba abrevando dentro del autor de “Nadja”. Solamente bastaba mover los resortes que lo pusieran al descubierto. Esto ocurrió cuando descubriera que la teoría de las analogías llevada por Fourier a su más alto grado de posibilidades, sumado a su creencia en la atracción apasionada como campo magnético, se ajustaban perfectamente a los ideales socialistas y libertarios que nunca abandonó. La utopía funcionó en el caso de Breton como un instrumento que lo liberó de las ideas aceptadas en otro momento de su vida, cuando el surrealismo buscaba en el marxismo un asidero filosófico para promover sus ideas revolucionarias.
La regeneración que se encuentra implícita tanto en Fourier como en el surrealismo, conduce a una liberación apasionada del hombre como también lo indica Jean Gaulmier, y esa liberación prevista desde los tiempos del romanticismo, sostiene el eje de la Oda. La inserción de los textos de Fourier dentro de la misma, entresacados de su libro “El Nuevo Mundo Industrial”, nos indica la necesidad que tenía Breton de establecer un contrapunto entre las razones de la imaginación y las razones del pensamiento utópico. De ahí que la Oda termine de la siguiente manera: “Para gran escándalo de unos bajo el ojo apenas menos severo de los otros alzando su peso de alas tu libertad”. La libertad fue pues el “punto supremo”. Una vez conquistada, las contradicciones que aprisionan al ser humano serán anuladas.

AIRE MEXICANO DE BENJAMIN PÉRET | De todos los poetas surrealistas Péret fue quien penetró más hondo en el corazón de lo maravilloso. Creyente convencido en la poesía anidada en los mitos y leyendas primitivos, Péret afirmó como Vico lo hiciera dos siglos atrás, que en los mismos se encontraba viva la raíz de la poesía. En la introducción que escribiera para su “Antologia de Mitos, Leyendas y Cuentos Populares de la América”, publicada como separata bajo el titulo “La Parole est á Péret” (15), el poeta señaló que “…Al mostrar los primeros pasos del hombre en el camino del conocimiento, esta antología indica claramente que el pensamiento poético aparece desde los albores de la humanidad en primer lugar bajo la forma…del lenguaje, más tarde bajo el aspecto del mito que prefigura la ciencia, la filosofía, y constituye a la vez el primer estado de la poesía y el eje alrededor del cual continúa evolucionando con una vitalidad indefinidamente acelerada”.
El primer contacto de Péret con la América tuvo lugar en el Brasil donde permaneció tres años desde 1929 hasta 1931 con su esposa la cantante brasileña Elsie Houston. En ese año tuvo que marcharse, pues fue acusado de actividades subversivas por el gobierno de Getulio Vargas. La Segunda Guerra Mundial motivó que tanto él como otros surrealistas, buscaran en México un sitio de refugio. En ese país permaneció en compañía de Remedios Varo entre 1941 y 1948. Su última estancia en la América tuvo lugar entre 1955 y 1956 cuando regresara al Brasil. Durante ese tiempo tuvo ocasión de visitar el Amazonas y ver de cerca algunas de sus tribus sobre las cuales dejara escritos varios ensayos. Péret sólo vivió sesenta años, ocho de los cuales transcurrieron en la América. Durante ese tiempo y a pesar de las precarias condiciones económicas que sufriera, no cesó de explorar lo que el Brasil y México le pudieron ofrecer en términos de arte y de mitología. Como fruto de ello publicó libros y artículos dedicados al estudio de las poblaciones aborígenes que visitara. Esas experiencias contribuyeron a que floreciera de su imaginación un largo poema, que Octavio Paz saludara como uno de los “más bellos textos que se hayan inspirado en el paisaje y los mitos americanos”: “Aire Mexicano”. Octavio Paz destaca que ese poema rebasa las fronteras de su país, para abrazar al continente en su totalidad. Poema único dentro del surrealismo, como lo fueran “La Oda a Charles Fourier” y el “Cuaderno de un retorno al país natal”, (habría que mencionar un cuarto: “El Hombre Aproximativo” de Tristán Tzara), se encuentra orientado a revivir poéticamente dos aspectos esenciales que forman el ethos mexicano y americano en general: su mitología, mezcla de razas y la presencia española que impuso el catolicismo de la contra-reforma. Lo primero fue objeto de fervor poético, lo segundo y tercero dio pie a la denuncia.
Enrique de SantiagoJean Louis Bedouin en su estudio sobre Péret (16) ve con justicia que el poeta aprehende desde el interiorla poesía latente en los mitos mexicanos. Eso le brinda una tónica especial al poema, porque sin llegar a ser obviamente un tratado de etnología, juega con temas que le interesan a esa ciencia. Tendríamos que anotar aquí que esos temas se encontraban vivos en algunos surrealistas que también vivieron en México. Wolfgang Paalen sobre todo, cuya revista “Dyn” (1942-1944) publicara numerosos estudios sobre el arte de la América indiana, hizo mucho por impulsar el interés hacia sus estudios. Antonin Artaud por su parte, permaneció en México en 1936 una temporada visitando el país de los Tarahumaras. Sobre éstos dejó escritos varios textos compilados en libro. Pero Benjamín Péret emprende la búsqueda de un lenguaje que pueda trasladarse al suyo gracias a lo maravilloso que contiene. Desde los primeros meses de su estancia en México, Péret comienza a reunir datos para su antología de cuentos y mitos americanos informándole a Kurt Seligmann y a Pierre Mabille de su proyecto, añadiendo que “naturalmente escribo desde el punto de vista de lo maravilloso y estoy seguro que sobra material para una magnífica recopilación” (17).
En la única exégesis que conozco del poema, escrita por Jean-Marc Debenedetti (18), el autor va desmenuzando algunas de las referencias que contiene con respecto a los mitos mexicanos. Fue en el país de los Mayas y los Aztecas, donde de acuerdo con este autor, Péret comenzara a interesarse sobre el pensamiento mítico. Sin embargo anteriormente durante su estancia en el Brasil, ya había dado muestras de su interés sobre el tema publicando una serie de artículos dedicados al Candomblé y a la Macumba, que aparecieron en 1930 en el “Diario Da Note” de Rio de Janeiro. Puede decirse entonces que su contacto con el país suramericano, despertara en él las ansias de conocer a fondo la riqueza guardada en las creencias populares y los mitos americanos. J. M. Debenedetti menciona por su parte, un texto enviado por Péret a su amigo el pintor Eugenio Granell en 1942 titulado “Trayectoria de la Poesía” donde dice, entre otras cosas, que “La poesía expresa en primer lugar por el mito que contiene bajo una forma simbólica, todo el conocimiento de la humanidad desde la época de la creación…” (19). A partir pues de sus contactos iniciales con la América profundizados durante su estancia en México, Péret emprende su proceso de iniciación en la compleja riqueza de sus mitos.
“Aire Mexicano” incorpora la historia de los pueblos del Anahuac. Desde sus primeros versos y a medida que fue adentrándose en la misma, Péret hace un extenso recorrido como un vidente que cuenta sus experiencias extra-sensoriales, concluyendo con referencias a la conquista, la independencia y la revolución, sin dejar de mencionar la intromisión de la curia romana en ese proceso. No podemos olvidar que Péret fue el autor de una colección de poemas titulado “Je ne mange pas de ce pain-lá”, dedicados a confrontar los poderes establecidos y algunos de sus representantes religiosos como el Papa. Ese título que siempre marcó el compás de su rebeldía, le sirvió como epitafio inscrito en su tumba.
El mundo de las metamorfosis que el poema invoca, se abre ante sus ojos, mundo del cual habría de dejar buena cuenta en otro largo texto poético escrito en México: “Historia Natural”. El autor de “Fuego Central” deja que su mirada vaya descubriendo el tejido que existe entre las creencias asentadas en los mitos Nahua y Maya, y el uso que hacen de los seres reales o imaginados que pueblan esas regiones. Cada verso del poema así lo atestigua con imágenes alucinantes: “Del ojo que se despierta para mejor adormecerse había descendido la serpiente de plumas blancas y barbuda ofreciendo como antaño en la cima de los montes donde se adoraba a la luz y a la sombra valsando la vida entera los colores vivientes creados por su soplo de oro y plata que se alternan” (20). La trama del poema requiere pues dos aproximaciones no excluyentes entre sí. La primera que Debenedetti lleva a cabo, la explica dentro de un marco de referencias mítico/históricas. La segunda ve en cada verso una libre recreación poética de esas referencias que pueden ser asimiladas sin un conocimiento previo del mundo mítico que la sustenta. Ambas son legítimas. Por ejemplo si citamos el primer verso que da comienzo al poema: “El fuego enlutado brota por todos los poros” vemos resaltar el idioma característico de Péret donde el automatismo siempre se encuentra a flor de piel. El exégeta por su parte, nos advierte que: “El fuego mexicano se encuentra sin duda en duelo, no solamente por el siglo que viene a cerrarse sobre sí mismo, sino además por los cuatro mundos desaparecidos. En efecto cuatro soles ya han precedido al nuestro y todos han sido destruidos por cada uno de los cuatro elementos que le brinda sus nombres respectivos a esos soles” (21). Cualquier lector de la poesía de Péret podrá gustar de las imágenes que van surgiendo de su pluma sin necesidad de recurrir a un estudio minucioso de sus fuentes como lo hace Debenedetti. Pero sin duda que su exégesis le brinda al poema una base más sólida, al indicar las fuentes de donde proviene.
Poco a poco vamos penetrando en el meollo del poema para encontrarnos con sus protagonistas principales: Quetzacoatl y Tlaloc dioses tutelares de la mitología Azteca. El primero, la serpiente emplumada (del Quetzal que significa plumaje precioso y Coatl, serpiente o gemelo) posee facultades duales: espiritual (las plumas) y corporal (la serpiente). En el Códice Borbónico y otros códices de la época de la conquista, es representado de esa forma. Los cronistas españoles entre ellos Motolinía, recogieron la tradición oral donde se relataba su función destructora bajo el nombre de Tezcatlipoca o ‘humo en el espejo”. El sol que aparece en todas partes, proviene de su sacrificio que consistía en dejarse precipitar en un brasero para renacer como el astro. Tlaloc por su parte era el príncipe hechicero y dios de la lluvia y del relámpago. Como dios de la lluvia hacia crecer el maíz. Fue también el señor de los espíritus de las montañas, apareciendo en el códice Magliabechiano llevando un estandarte de oro. Tlaloc condujo a su pueblo hacia el sitio donde apareciera un águila posada sobre un cactus animal que junto al jaguar y otros felinos, abundan en los relatos míticos y el arte de Mesoamérica. “Aire Mexicano” se encuentra plagado de una imaginería que corresponde a la que aparece a todo lo largo y ancho de una región que elaboró historias como las de esos dioses. Sólo una poesía como la que Péret cultivaba dentro de sí, podía transitar las regiones donde dioses, animales, plantas, rituales y fenómenos telúricos formaban un cuerpo imaginario, que Péret interpretó como lo maravilloso.
En otro versículo Péret nos dice: “dos veces las llamas han emplumado la cúspide enlutada sin que el colibrí hechicero haya podido ver a aquel que enrojece a su amo engullir una avalancha venida de lo más profundo de una noche desprovista de señores”. Debenedetti lo explica de la siguiente manera: “Esta imagen de Péret es sin duda de las más preciosas y más difíciles de codificar: “el colibrí hechicero” es Uitzilopoctli, “aquel que enrojece a su amo” es el águila Nahuallidel sol, “la avalancha venida de lo más profundo de una noche sin señores” nos remite sin duda alguna a la Serpiente, venerada por todos los pueblos americanos desde los tiempos más remotos. Por último “dos veces las llamas han emplumado la cúspide enlutada” significa que dos veces se ha procedido a la ceremonia de la ligadura de los años que celebran la llegada del fuego nuevo. Dos veces cincuenta y dos años, los Aztecas llaman a esa ceremonia un envejecimiento (ueuetilztli), siendo el período más largo de tiempo que los Aztecas parecen considerar (22)… De acuerdo con el mito Uitzilopochtli había nacido milagrosamente de Coatlicue (aquella que tiene una vestimenta de serpientes) antigua divinidad terrestre, de una pluma descendida del cielo. A penas nacida y armada de una serpiente de fuego (Xiuhcoatl) mata a su hermana, deidad de la noche y símbolo de la luna, Coyolxauqui.” Como se desprende de esta larga explicación. su contenido no difiere de los elementos imaginarios que Péret utiliza en su poema. En realidad parecen dos poemas paralelos que van entretejiendo sus dos narrativas. El mito pues enriquece la poesía de Péret y viceversa.
¿Hacia dónde nos conduce todo esto? La evocación de los mitos (desde el punto de vista de lo maravilloso, tengamos eso presente) representa para Péret el “abre sésame” que le permitirá traspasar las puertas de su imaginación, utilizando para ello todos los recursos que el surrealismo le brindara. Lo que este movimiento siempre ha buscado, y en gran medida ha encontrado, es una trascendencia dentro de la inmanencia de la realidad, sin que ello signifique la entrega a una religiosidad determinada. La existencia de los mitos asegura ante los ojos del surrealismo, la permanencia de un vínculo con la poesía universal (y con lo sagrado), aún viva en lo que queda de los pueblos primitivos, y en las creencias populares que alimentan el inconsciente colectivo de la humanidad. Péret creyó en el poder de renovación que lo maravilloso poseía, de ahí que ambicionara el tesoro anidado en los mitos americanos. La relación que mantuvo con México, no siempre venturosa, lo llevó a comprender que “México nos ofrece la visión fascinante de un pueblo cuya cultura arrasada brutalmente por la conquista española, busca renacer de la misma manera que sobre un árbol herido por un rayo, renacen los tallos a la llegada de la primavera. ¡Ay! La primavera mexicana es contemporánea del otoño del mundo, sin que sea responsable. Esto nos impulsa a reflexionar sobre el otoño y no sobre la primavera” (23). Sea lo que fuere, lo cierto es que México dejó en él una huella indeleble, como también lo hiciera con Antonin Artaud, André Breton, Wolfgang Paalen, Leonora Carrington, Remedios Varo, y demás surrealistas que surcaron sus tierras. Específicamente sobre la presencia de Artaud, Breton y Péret en México, Fabienne Bradu nos ha dejado tres importantes estudios que incluyen documentos y textos de estos autores. (24)

Enrique de SantiagoRETORNO AL PAIS NATAL | De los tres poemas mencionados el de Césaire ha sido el más difundido, y el que más atención ha acaparado. En gran medida esto se debe al entusiasmo de André Breton, quien no dudó en saludarlo como “El más grande monumento lírico de estos tiempos”. El descubrimiento que el poeta francés hiciera del poeta de la raza negra, le ofreció al surrealismo nuevas posibilidades expresivas, al mismo tiempo que de acuerdo con Suzanne Césaire les sirviera a los poetas de la negritud como “La cuerda floja de nuestra esperanza” (25). El surrealismo sin embargo, ya se encontraba presente en ellos desde los tiempos parisinos cuando, habían fundado las revistas “Legitime Defense (1932)” y “L’ Etudiant Noir” (1934). Ambas publicaciones consideraban el lenguaje surrealista como un medio de liberación idóneo a las necesidades del mundo negro. Pero no solamente fue el lenguaje surrealista el instrumento escogido, también la posición política del grupo, cercana al marxismo, sumada a sus indagaciones en torno a Freud; colaboraron para la integración eventual de Césaire dentro de ese movimiento. Puede decirse entonces que el terreno ya estaba abonado cuando Breton, Lam, y Masson hicieran su escala en el “país natal” de Césaire.
Dentro del ambiente cargado de perspectivas revolucionarias que hervía en Paris, Césaire publicó en 1939 en la revista “Volontés”, su primera versión del “Cuaderno”. La aparición de ese poema bajo la sombra de la Segunda Guerra Mundial que se avecinaba no causó impacto alguno, teniendo que esperar que otro acontecimiento (el encuentro de Breton con la revista “Tropiques” en Fort de France), lo situara en el escenario que se merecía. La historia de ese encuentro ha sido relatada en numerosas ocasiones. Baste con añadir como recordatorio, que ese tipo de encuentro no se produce si no existiera una “atracción apasionada” bajo corriente que lo hiciera posible. ¿Azar objetivo?, ¿Sincronismo?, lo cierto es que ya Breton llevaba a Césaire por dentro, y éste lo mismo con respecto a aquel.
Tomando sus distancias con relación a la poesía llamada de circunstancia, para Breton el “Cuaderno” es un poema temático y no de tesis. Breton le brinda un giro propio al asunto cuando nos dice…” La poesía de Césaire, como toda gran poesía y todo gran arte, posee su más alto valor por el poder de transmutación que moviliza y que consiste, partiendo de los materiales más desacreditados, entre los cuales debemos tener en cuenta las fealdades y servidumbres mismas, en producir lo que sabemos bien que no es el oro filosofal si no la libertad” (26). El autor de los “Vasos Comunicantes” se aparta aquí de la visión hermética que iba penetrando en su pensamiento, para insistir en un aspecto fundamental del poema: la situación opresiva que sufren los miembros de la raza negra. De ahí que refiriéndose a la Martinica (que por lo demás él y André Masson vieran en su esplendor, como consta en el libro escrito por ambos “Martinique Charmeuse de Serpents”) continúa diciéndonos: “Detrás de todo ese ramaje se encuentra la miseria del pueblo colonizado, su explotación por un puñado de parásitos que desafían hasta las leyes del país al que pertenecen, sin dudar en deshonrarlas, se encuentra la resignación de ese pueblo ante la desventaja geográfica de ser un lejano semillero sobre el mar. Detrás de todo esto y a pocas generaciones de distancia, aparece la esclavitud abriendo de nuevo la herida, reabriéndose con toda la grandeza del África perdida…” Es oportuno recordar aquí que Péret se refirió a la situación de la esclavitud de los negros y a sus revueltas en su ensayo “Le Quilombo des Palmares”, que relata la ocurrida en el Brasil en el siglo XVII. El drama de la negritud los hermana aunque haya sido Césaire, por razones obvias, quien enarbolara con más determinación, su bandera revolucionaria. El “Cahier” comienza pues descartando la persistente visión paradisíaca que los europeos poseían de las Américas, para mostrarnos unas antillas depauperadas y sin ánimos de rebeldía. Podemos barruntar en ese poema el eco lejano de los grandes profetas de Israel, que no se cansaron de señalar con dedo acusador las desventuras de sus momentos. Eso eco es posible escucharlo en otros poemas acusadores: “La Isla en Peso” de Virgilio Piñera (1943) y “Howl” de Alan Ginsberg (1956). El primero sobre todo, por ser deudor del poema de Césaire.
Con ese trasfondo de denuncia que el “Cahier” contiene y que Breton recalca, la conciencia social y la vez poética de Césaire lo lleva a elaborar su noción de la “negritud”, noción que ambos poetas se encargaron de especificar que trascendía los límites raciales. De esa manera Breton ve que el poema…”trasciende a cada instante la angustia que traspasa al negro, haciéndose una con la de todos los poetas, artistas y verdaderos pensadores, brindándole a Césaire un caudal de genio verbal, abrazando en todo lo que puede tener de intolerable y a su vez de infinitamente rectificable la condición a la cual generalmente nuestra sociedad ha sometido al hombre en nuestros días.” En últimas instancia y ahí yace la grandeza del mensaje de Césaire, la condición abyecta a que el negro ha sido sometido, no se detiene en el color de su piel, tocando el de las otras razas. La introducción de Breton concluye citando a Césaire, y sus palabras sobre Lautréamont: “Y de repente esa mirada transfigurada, el plumón azul sobre las ascuas, como prometiendo una redención que no será falaz, y aquel que tanto Césaire como yo consideramos el gran profeta de los tiempos venideros, me refiero a Isidore Ducasse, Conde de Lautréamont, diciéndonos: “La poesía de Lautréamont bella como un decreto de expropiación, amontonando pálidos y liricos ramilletes –así como caen en la gangrena de la noche los dedos de los perales tropicales– el cómico y filosófico trompeteo fúnebre que eleva a la dignidad de lo maravilloso en un mundo jerarquizado, –hombre, pie, manos y ombligo– con puños desnudos contra el barraje del cielo…el primero en comprender que la poesía comienza con el exceso, lo inmoderado, la búsqueda de lo que está prohibido buscar, en el gran tam-tam ciego, aún para la lluvia incomprensible de estrellas…” (27). El proto surrealista nacido en tierras uruguayas, le comunicó a Césaire un sentido de la desmesura que de acuerdo con Maldoror, se encontraba en la esencia de la poesía.
Si Breton se abre paso dentro del complejo engranaje del poema exaltando su contenido de rebeldía, Benjamín Péret siempre a la caza de lo maravilloso, escribe en su prefacio a la versión que Lydia Cabrera hiciera: Por primera vez resuena una voz tropical en nuestro idioma, no para sazonar una poesía exótica…sino para hacer brillar una poesía autentica, brotada de troncos podridos de orquídeas y de mariposas eléctricas devorando la carroña, poesía que es el grito salvaje de una naturaleza dominadora, sádica, que se traga a los hombres y a sus máquinas como las flores a los insectos temerarios…. (28). Ambas aproximaciones resumen lo que el surrealismo viera en ese largo texto cargado de toda suerte de denuncias, de arranques líricos, y de miradas fulgurantes como las siguientes:

“¡Y estos renacuajos en mi incubados de mi ascendencia prodigiosa!/ Los que no han inventado ni la pólvora ni la brújula/los que no han sabido domeñar ni el vapor ni la electricidad/los que no han explorado ni los mares ni el cielo/ pero sí saben de todos los rincones del territorio del dolor/…los que fueron domesticados y bautizados/los que fueron inoculados de bastardía/tam-tams de manos vacías/tam-tams inanes de llagas sonoras/tam-tams burlescos de traiciones tábidas/
“¿Más qué extraño orgullo de pronto me ilumina?/que venga el colibrí/que venga el gavilán/que venga la fractura del horizonte/que venga el cinocéfalo/que venga el loto portador del mundo/que venga de los delfines una insurrección germinando su perla/al romper la concha del mar/que venga una zambullida de islas/que venga la desaparición de los días de la carne muerta en la cal viva de los rapaces/que vengan los ovarios del agua en que el futura agita sus testículos/que vengan los lobos que pastan en los orificios salvajes del cuerpo a la hora en que en el albergue elíptico coinciden mi luna y tu sol/ (29)

La importancia de este poema que aún mantiene su fuerza expresiva intacta, se hizo pronto sentir en Francia desde otros puntos de vista, como el de Jean Paul Sartre o Michel Leiris.. Con el tiempo numerosos ensayos y libros se han publicado en torno a la obra poética, ensayística y teatral de Césaire y de su actuación política. Césaire comenzó su militancia dentro del partido comunista hasta su renuncia en protesta por la intervención soviética en Hungría en 1956, Posteriormente fundó un partido de izquierda –Partido Progresista Martiniqués– en Fort de France. Pero de lo que no cabe duda es que el impacto de Breton en su formación fue decisiva como el mismo Césaire confesara en una entrevista que le hiciera Jacqueline Leiner: “…El encuentro con Breton fue algo MUY IMPORTANTE para mí, tanto como mi encuentro con Senghor diez o quince años antes. Me encontré con Breton en un cruce de caminos: a partir de aquel momento mi ruta quedó marcada; fue el fin de las incertidumbres y de la búsqueda, aunque, claro está, en este ámbito nada llega nunca su fin…” (30). Ese encuentro selló su suerte, trasmitiéndole al surrealismo al mismo tiempo una voz renovadora.

Enrique de SantiagoRESUMEN | Los caminos que emprendieron los surrealistas por la América se entrecruzaron no sólo en sus paisajes sino política y poéticamente. Cada surrealista que pisaba tierras continentales colmó su mirada con selvas, volcanes, mitos, animales, leyendas y arte que trasladaran bien a su poesía escrita como pintada. La historia del aporte surrealista a la América posee aún rincones inexplorados. Los tres poemas estudiados aquí representan una manera de aunar la riqueza inviolable de la imaginación americana, con la denuncia social que implica formar parte de las poblaciones preteridas de sus pueblos. Para Césaire significaba enfocarla en su aspecto esclavista representado por lo negros, Péret por su parte, volvió su mirada hacia el pasado de opresión y depredación, cometidos contra los mexicanos por los que decían ser los representantes del cristianismo evangelizador. Breton frente a los indios Pueblo vio también el grado de injuria a que fueron cometidos, incluyéndolos dentro de un discurso utópico iluminado por Charles Fourier. Los tres poemas constituyeron un canto apasionado a una de las pocas reservas de poesía latente que iban quedando en el mundo, y que en nuestro tiempo van siendo cada vez más devastadas. La denuncia pues mantiene aún su vigencia, así como la frescura de su lenguaje surrealista.


NOTAS
1.- “Mentalités surrealistes, peut-on les descrire?” en “Avatares del Surrealismo en el Perú y la América Latina”, Instituto Francés de Estudios Andinos, Lima, 1992.
2.-Benjamin Péret contribuyó con sus comentarios a la realización de dos films: “L’Invention du Monde”: 1952) y “Quetzacoatl, le serpent emplumé” (1950-92). Ambos realizados por Jean-Louis Bédouin y Michel Zimbacca. La colección “Chose Vues” Paris 2012 ha publicado un libro “Les Surréalistes et le Cinema” que adjunta un CD con esos y otros films.
3.- Lilyan Kesteloot: “Black writers in French”, translated by Ellen Conroy Kennedy, Howard University Press, Washington DC. 1991. Página 178.
4.- Ibid.
5.- “Oda a Charles Fourier” versión hecha por Tomás Segovia publicada por siglo XX en “André Breton, Antología”. Páginas 247-261, México 1973. | En realidad no es del todo cierto. Breton le dedica mayor espacio en su “Antología del Humor Negro” fechada en Paris en 1939, (censurada posteriormente por el régimen de Vichy) que a otros autores. Aunque en su texto sobre Fourier se denota que Breton no había tomado conocimiento de toda su obra, había sin duda leído lo suficiente sobre él, como para incluirlo en Antología con palabras elogiosas, aunque enfatizando su aspecto humorístico, asunto que abandonó en su Oda.
6.- Tomado de Guy Girard “De L’Autre Cote du Pont: Les paysages harmoniques de Fourier et le Surrealisme”, Cahiers Charles Fourier No. 17, 2006. Páginas 77-88.
7.- Ibid.
8.- “André Breton puntos de vista y manifestaciones” Barral Editora, Barcelona 1972, página 206. Traducción de Jordi Marfá. El subrayado es mío.
9.- Ibid. Página 255.
10.- Ibid. Página 265-266.
11.- Guy Girard ibid.
12.- Fabrice Flahutez: “Nouveau Monde et Nouveau Mythes”. Les Presses du Réel, Dijon, France, 2007. Página 402.
13.- Edición crítica y anotada de la Oda a Charles Fourier. Librairie C. Klincksieck, Paris 1961.
14.- Ibid. Página 10.
15.- “La Parole est á Péret”. Editions Surrealistes, New York, 1943. La traducción al español está tomada de http://www.archivosurrealista.com.ar/Paris51.htm
16.- Jean Louis Bédouin: “Benjamin Péret” Editions Seghers, Paris 1961.
17.- Citado en Gerard Roché “Visibles et Invisibles de Benjamin Péret” incluido en “Mexique Miroir Magnetique”, Melusine No. XIX, Lausanne, Suisse, 1999. Página 66.
18.- Incluído en Jean Michel Gauthier: “Benjamin Péret Compilation de Textes”, Henri Veyrier editeur, Paris, 1982. Páginas 130-146.
19.- Ibid, Página 132.
20.- “Air Mexicain” en Benjamin Péret “Oeuvres CompletesT. II” Eric Olsfeld, Le Terrain Vague 1971, páginas 215-245. La versión al español es mía. Existe otra publicada en México hecha por José de la Colina que no he podido consultar.
21.- Jean Michel Gauthier ibid. Página 134.
22.- Ibid. Página 138.
23.- Carta citada en Gerard Roché, Ibid. Página 60.
24.- “Antonin Artaud, todavía”, Fondo de Cultura Económica, Mexico 2008, “André Breton en México”, idem (segunda edición, 2012), “Benjamín Péret y México”, Editorial Aldus, 1999
25.- Tomado de: “The Refusal of the Shadow: Surrealism and the Caribbean”. Edited with an introduction by Michale Richardson, Translations by Kryzysztoff Fijatowski and Michael Richardson. Verso, 1996. Página 7.
26.- André Breton: Un Grand Poete Negre” en “Cahier d’un retour au pays natal”, New York, Brentano’s 1947. (sin paginación). La versión al español es mía, cotejada con la que hicieran al inglés Lionel Abel e Ivan Goll en esa misma edición.
27.- Ibid. Breton cita parte del ensayo que Aimé Césaire le dedicara a Lautréamont en la revista “Tropiques” # 6-7 Febrero 1943.
28.- “Retorno al País Natal” traducción de Lydia Cabrera, ilustraciones de Wifredo Lam, La Habana 1942.
29.- Tomado de Phillipe Ollé Lamprune: “Para leer a Aimé Césaire, selección y presentación” Fondo de Cultura Económica, México 2000. Traducción de José Luis Rivas. Además de esta traducción y la de Lydia Cabrera, existen otras dos al español: ”Poesías Aimé Césaire”, Casa de las Américas, La Habana 1969, sin mención del traductor. “Cuaderno de un Retorno al País Natal” prólogo y traducción de Agustí Bartra, Editorial “Era” México, 1969.
30.- En Phllipe Ollé Lamprune ibid. página 381.

Carlos M. Luis (Cuba, 1932-2013). Poeta, ensayista y artista plástico. Ha dirigido en su país al Museo Cubano. Son libros suyos de ensayo: Tránsito de la mirada (1991) y El oficio de la mirada (1998). Este ensayo es un extracto de otro en vías de conclusión y forma parte del libro Horizontes del Surrealismo (en preparación). Página ilustrada con obras de Enrique de Santiago (Chile), artista invitado de esta edición de ARC.




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