quinta-feira, 18 de fevereiro de 2016

JULIA OTXOA | Juan Eduardo Cirlot: lo simbólico como realidad


"Herido en lo absoluto / a mi reino de luto caí." Hablar de Juan Eduardo Cirlot (Barcelona-España, 1916-1973) es tratar de un poeta, un pensador excepcional, trayectoria intensa y original en pos de lo absoluto, extraordinaria navegación dentro de la historia de la literatura española del siglo XX. Poeta, músico, teórico de todas las estéticas de vanguardia y crítico de arte, uno de los más lúcidos de la postguerra española, adelantado defensor del informalismo pictórico de artistas como Tapies, Saura o Millares, fue figura clave del librepensamiento para toda una generación en el negro y difícil panorama de la dictadura franquista, tanto en lo que se refiere a sus trabajos sobre Arte y Simbología como por el alto nivel de experimentación y calidad poética de su obra.
Su incesante actividad intelectual le llevó a participar durante los años cincuenta y sesenta en la fundación de los principales movimientos innovadores en el campo del arte español. Durante esta época firma manifiestos, publica artículos en revistas nacionales e internacionales, así como diversas monografías sobre artistas, siendo considerado como uno de los más importantes especialistas en la estética del surrealismo, así como un avanzado teórico de la abstracción informalista.
En todos sus ensayos sobre pintores, músicos, escultores, poetas, en sus artículos sobre simbología aparece siempre su insaciable inquietud intelectual, su apasionada búsqueda de trascendentalidad, tratando de superar la realidad, la propia vida que le resultaba incomprensible.

Por el bosque del tiempo la noche del espacio
el errar de mi busca, la boca de mi incendio.
En tus ojos cayendo, un mar gris se levanta.
Lo espantoso es sencillo y está siempre muy cerca.

Lamentablemente él y su obra, como ocurre siempre con los grandes creadores, también resultaron incomprensibles para una gran parte de la crítica y la mal llamada intelectualidad española, una bruma de silencio, un halo de niebla creció alrededor de su persona y obra. Enigmática aureola de marginalidad que el mismo contribuyó parcialmente a crear, muestra de ello su interés en que una gran parte de su obra poética fuera publicada en restringidas y pequeñas ediciones particulares. Cuando en 1968 alguien, refiriéndose a este tipo de casi furtivas ediciones le preguntó el motivo de esa falta de querencia de proyección para su obra, él respondió: "si publico pocos ejemplares es porque creo que en la actualidad, es muy difícil o casi imposible interesar con una poética nueva, sobre todo si ésta versa sobre experiencias espirituales y no sobre problemas de la masa. La humanidad quiere convertir a los poetas en periodistas, agentes de publicidad o sacerdotes, géneros muy distintos y respetables en diversos grados. Pero el poeta no es nada de ello. Es solo alguien que responde a preguntas formuladas por algo que se asemeja a la nada. Y su voz tiene resonancia que no podría evitar aunque quisiera. A eso se le llama hermetismo."

Te amo al atardecer cuando estoy muerto/ y mis ojos se mezclan con las hierbas.

Esa fantasmagoría de inaccesibilidad hacia la poesía de Cirlot, fue resuelta con la edición póstuma en 1974 (Editorial Nacional de Madrid) de una compilación de su obra poética (1966-1972) dirigida por Leopoldo Azancot en colaboración con el propio poeta. En 1981 la editorial Cátedra publica con edición de la poeta Clara Janés una antología de su poesía, quedando impresa una colección de poemas del periodo (1942-1972) además de un apéndice con selección de aforismos que componen Del no mundo (1969) en el que Cirlot muestra su pensamiento basado esencialmente en Nietzsche y Lao Tse.
Durante los años 80 y 90 prosiguen sucesivas reediciones. En 1986 sale a la luz El mundo del objeto a la luz del surrealismo, estudio del objeto en el siglo XX escrito en 1953 que se adelanta a las corrientes coceptuales de las últimas décadas y que sigue siendo referencia esencial para profesores y estudiosos del universo del objeto artístico. En 1988 se publica 88 sueños, colección completa de los sueños transcritos por Cirlot, que comenzó a publicar parcialmente en la revista catalana Dau al Set, y que edifican un alucinado universo de visiones oníricas, género totalmente inédito por estas latitudes españolas. Con impecable, concisa y brillante prosa el poeta expone un mundo de insólitas apariciones, símbolos obsesionantes, fantasmales criaturas que respiran en su imaginario poético.

Vivo en la transparencia de la muerte.

Su investigación como simbólogo estuvo siempre cercana a la de otros pensadores y estudiosos simbolistas, como Jung, Eliade, Bachelard etc Sus escritos siguieron dos caminos que él hizo converger en su poética: la tradición sobre hermenéutica (la Cábala, el misticismo sufí, orientalismo etc.) y la indagación experimental en la creación, bien se tratara de literatura (poesía visual, juegos conceptuales, léxicos etc.), artes plásticas (abstracción, informalismo) ó música dodecafónica, concibiendo el acto creador como la posibilidad de un no límite, dimensión trasgresora del tiempo y el espacio, instante espiritual como pulsión estética en su más amplio y profundo sentido de libertad.
Autor entre otras obras de los poemarios En la llama (1945), Cordero del abismo (1946), Ochenta años (1951), El palacio de plata (1955), Diccionario de ismos(1949), El mundo del objeto a la luz del surrealismo (1953), El ojo en la mitología. Su simbolismo (1954), Tapies (1960), El Espíritu abstracto desde la Prehistoria a la Edad Media, de incontables articulos y escritos de carácter estéticos, sus dos obras esenciales son Diccionario de Símbolos (1958), yBronwyn (1966-1971).
El Diccionario es prácticamente reeditado cada año, Bronwyn acaba de ser publicada este año por editorial Siruela de Madrid. El Diccionario de Símbolos, es una obra fundamental que dio a su autor proyección internacional, trata del poderoso alcance universal de los simbolos. La tradición mitológica que empapa a través de los siglos el imaginario colectivo va tejiendo ese otro tiempo poético paralelo a los calendarios, conformando ese lenguaje simbólico en el que las palabras representan cual puertas de otros mundos, un camino iniciatico en el enigma.
Tigre, luna, fuego… lo onírico, lo cósmico, poético y religioso componen al fín la narración del mundo. Cirlot concibe cada una de las deficiniciones de este diccionario como algo abierto, variable. No podía ser de otro modo en alguien que como él creía firmemente en la dualidad interrelacionada de las cosas, el pensamiento binario, A y no A existiendo al mismo tiempo como muestran los ejemplos que expone sobre complementariedad e incertidumbre.
El pensamiento borroso lo llamaba, en las profundidades de lo sencillo yace el misterio, "simpatizo con Poe y Narval ellos se lanzaron al océano de la bruma de lo imaginario, de lo perdido para siempre".
Por eso admiraba a Blake, Shakespeare, Lovecraft, Tralk, Breton, Joyce… autores que perciben la realidad como un dominio complejo mucho más amplio que lo admitido por literatos o científicos. Cirlot busca indagar en ese mundo ignoto tras lo aparente del mero existir, habitado por elementos desconocidos que escapan a toda lógica, el símbolo sería para él la herramienta adecuada para aprehender lo oscuro, lo inconsciente, lo que aún carece de nombre.
Los sueños como fuente constante de símbolos en los que indagar mejor aun que en los libros de Historia, de ahí su distinción entre símbolos culturales y naturales, según pertenezcan al equipaje cultural de la Humanidad, hayan sido estudiados y clasificados o se produzcan espontáneamente, en sueños, poemas o meras visiones o imaginaciones.
La realidad como cartografía del misterio, "estamos más íntimamente unidos con lo invisible que con lo visible", afirmará como Novalis. Ser en la niebla, inexistente frontera entre materia y espíritu.

Mi reino es lo enterrado donde siempre,
o lo ingrávido, estéril, no finito…

Su otra obra fundamental Bronwyn, está compuesta por 16 cuadernos de poemas publicados en su primera edición por el propio autor y escritos en un periodo entre 1968 y 1971. Surge este ciclo de poemas en 1966 al visionar Cirlot la película El señor de la guerra, de Franklin Schaffner: el protagonista, un señor normando se enamora de una muchacha celta llamada Bronwyn que cuida cerdos, interpretada por una actriz desconocida entonces, Rosemary Forsth. Cirlot sufre un deslumbramiento absoluto. Durante los años posteriores y hasta el momento de su muerte escribirá a la amada que renace de las aguas en contraposición a la Ofelia de Hamlet muerta en el fondo del lago. Al mito Bronwyn dedicará 16 cuadernos de poemas, edificando un impresionante ritual poético para la muerte.
Para Cirlot como para otros escritores posmodernos como Borges,Calvino o Perec la deconstrucción es esencial como posibilidad metafísica de interpretación de la realidad. Bronwyn es un poema estructuralista, metafísico, romántico y posmoderno, una batalla contra la muerte, una integración de esta con la vida.

El centro es el lugar donde la imagen
habla de su doble transparente.

Indagación del lenguaje a traves de la integración de la vanguardia y la tradición, la forma de su expresión viaja desde un castellano casi místico a lo San Juan de la Cruz hasta poemas visuales, fonéticos… Toda la obra sintetiza los dos mitos esenciales del autor, el de la vida muerta, y el del amor situado en ese lugar mental en el que lo irreal se torna verdadero por la poesía.

La irrealidad me lleva dulcemente

El lenguaje de la negación, su predisposición a lo no, como a él le gustaba afirmar, le lleva en Bronwyn a traspasar los límites del lenguaje mediante torsiones y deformaciones sintácticas, frases inacabadas como representación de esa fragmentación, de ese respirar en lo oscuro que era para él asistir a la vida. Utilizará para ello toda suerte de herramientas culturales, literarias y lingüísticas.
Este libro fue para el autor otras muchas cosas, un magnífico laboratorio para realizar técnicas de aliteraciones aprendidas en la literatura escandinava y anglosajona, de permutación, y desarrollar ideas cercanas a la Cábala, el gnosticismo y el sufismo. Ahondar en la expresión de lo lejano, en lo pasado remoto y en lo permanente y futuro como renacer constante al ser y no ser.

No siempre puedo recordarte
bajo los grandes trozos de silencio
que me aplastan y dejan en ceniza
tan sólo perseguido
por un sonido oscuro
y por las lentas avenidas grises
de un orbe sin final y sin principio.

Realmente Cirlot escribe con Bronwyn un extenso poema metafísico de integración de los contrarios, tan solo como excusa la amada muerta renaciendo de las aguas,

Nunca supe quien soy,
pero voy a ser lo que tú quieres solo siendo
en el sol absoluto donde ardiendo
mueres porque eres.

Estas palabras cercanas al lenguaje de Santa Teresa puestas por el poeta en la boca de su amada Bronwyn podían ser contestadas por él mismo como final para este artículo, para esta breve semblanza de su excepcional poética iluminada de sombras.
"La muerte es una muerta. Vemos exteriormente como forma lo que, en el interior es luz. La muerte es aquella luz que dice no siendo sí. En ella se refugia la belleza de la tierra y la belleza del cielo. La amada es esa muerta que siempre intentará resucitar."

*****

Julia Otxoa (Espanha, 1953). Poeta e narradora. Tem publicado livros como Cuaderno de Bitçora (1985), La nieve en los manzanos (1999) e Taxus Baccata (2001). Página ilustrada com obras de Iván Tovar (República Dominicana). Contato: otxoarte@euskalnet.net. Agulha Revista de Cultura # 15. Agosto de 2001.






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