Sitiada en la cima exacta de su nombre nos veía, con
esa admirable displicencia que le permitía su hermosura física y esa
inteligencia, tan suya que gustaba desplegar ante nuestros ojos asombrados. No
era que buscara ser diferente, con propósito deliberado, sino que era
absolutamente única, definitiva en sus juicios, en sus amores y en sus odios,
que le nacían de las vísceras y que por eso eran siempre limpios y profundos. Ahogada por la hipocresía de la aldea, por el
tufo del chismecillo, por la envidia que les producía a los nacionales su
talento y su belleza, emigró a Guatemala y luego a México, de donde se hizo
ciudadana, y se transformó en un mito, en un sueño, en una esplendorosa utopía
del pensamiento, invulnerable en su apartamento, inaccesible para algunos, esos
que ella llamaba tontos o gazmoños.
Allí gustaba de rodearse de nosotros, los más
jóvenes poetas, los que la amábamos con sus defectos y sus virtudes, siempre
por encima de cualquier discrepancia política o literaria, y en Río Neva N° 16,
rodeada de cuadros, de fantasías, de poemas que crecían o se achicaban, de
jóvenes pintores que gustaban pintarla como la Eva terrible y primigenia, el
Arcángel, la Libélula, formas propias y mágicas de esta mujer admirable, que
gustaba de adueñarse de atributos un poco ajenos a su verdadero espíritu, para
así disimular esa angustia que la aquejaba, ese dolor que la perseguía desde
siempre, y la aguijoneaba en las horas de soledad.
Esta una imagen superficial de nuestra Eunice. La
otra es clara para mí, dolorosa e incomprensible para mis compatriotas
escritores. Esa fórmula tan suya para nombrarnos: los costarricenses, no referida a un consenso
general de nuestra nación, sino más bien a esos costarricenses que la odiaron,
que le negaron su talento, que callaron su nombre en las antologías, que se
ensañaron con sus defectos, pero olvidaron sus virtudes y que a la hora de los
homenajes póstumos, necrofílicos tardíos, corrieron a decir la palabra
inoportuna, el ensayito superficial, el comentario absurdo. Esos eran para Eunice la raza inferior del
espíritu, a que se refería, en sus cartas, en sus poemas, en sus ensayos. Duros son esos nacionales en reconocerle
méritos al adversario. Esa incapacidad
por aceptar, en bloque, los defectos y las virtudes del artista, la
personalidad agresiva del creador, el asco visceral por la tontería y la
mediocridad. Y ahora que nuestra Eunice
ha muerto, es oportuno señalar que con ella muere una parte de nuestra historia
artística, una época en que todavía los artistas nacionales tenían
personalidad, hermosura física unida a la hermosura del espíritu. El país pierde, con esa muerte inesperada,
una figura capital en nuestra poesía, desconocida todavía por la gran mayoría
de costarricenses, porque no cultivó nunca esa poesía de cromito pedestre, que
pareciera ser la clave para ser antologado, en esas historias y antologías de
la literatura, que parecieran ser hechas antes que con el cerebro con el
hígado.
De ahí hacia su desprecio, olímpico y perfecto,
por todo lo que se relacionara con el mundillo intelectual de Costa Rica y de
todas las otras aldeas del mundo, en esa miopía especial que la hizo ignorar
que la patria no era un nombre, ni dos, ni un grupo siquiera, sino un
conglomerado de seres que muy en secreto respetaban su poesía y recordaban su
nombre y en los que siempre encontró hidalguía, afecto, reconocimiento.
Desengañémonos. Ahora que ha muerto nuestra Eunice
sigue sin pertenecernos, alejada de esta tierra, sola murió y sola enfrentará
la soledad del tiempo, referida a esa obra literaria suya, que tanto me empeñé
en que ordenara, y que al fin va a ser editada por la Editorial Universitaria
Centroamericana (EDUCA), recopilada y ordenada por ella misma.
Nuestra Eunice escapará entonces de ser sólo una
anécdota más en la boca de los seudocríticos, en los reportajes de los que no
la conocieron ni se interesaron por conocerla y que recogerán de los labios de
las gentes, las mentiras y las verdades a medias que conformaron esa imagen que
los nacionales tienen de la vida y la obra de Eunice Odio. Aún así, desde su muerte dramática, su figura
estará ligada a esos defectos nuestros de la comparación, la exaltación de los
defectos, el esconder las virtudes cardinales, la mezcla de la vida íntima, y
privada, con la creación artística.
Su obra pertenece desde siempre a nuestra cultura
por derecho propio. Por vocación
creativa sus poemas, cuentos, ensayos, son patrimonio de nuestra
literatura. De allí venimos quienes
pergeñamos un poema o escribimos un texto.
Son parte fundamental de nuestra historia literaria, aunque no se
conozcan, o no se critiquen o no se lean en nuestras universidades y colegios.
Eunice Odio, mi Eunice, nuestra Eunice, no es
mujer para homenajes póstumos y tardíos.
Para ella todo nuestro afecto en vida, en su departamento, entre sus
poemas, con el tequila y la música ranchera al lado, con las botanitas y
Chavela Vargas, con Leonora Carrignton y Gonzalo Ceja y los violines de los
charros, desgañitados y tristones por el aire.
Esa imagen de Eunice, que le amamos y disfrutamos, es la que seguirá
viviendo en nosotros para siempre. Para
una imagen, literaria y amorosa, de esa otra Eunice, por supuesto el poema de
Carlos Martínez Rivas: EUNICE ODIO,
quizá la imagen más acertada y luminosa de nuestra Eunice, la imagen que más se
acercó a la realidad íntima de esta mujer inolvidable, por esas virtudes tan
suyas que la hicieron única en el recuerdo y perenne en su obra, que esperamos
se publique ahora, tal como muchas veces lo soñamos.
Música de violines y cantos de charros para Eunice
Odio. Sonidos de chicharras y fanfarrias
para celebrar su recuerdo. Que ella, que
tanto odió la retórica y la tontería, sabrá reírse, enigmática, desde la más
alta cima de su nombre, de todos aquellos, que desde siempre, la amamos.
La historia me fue narrada por Eunice Odio y acotada
por Elena Garro. Un certero disparate
que terminó siendo parte de los cuentos de Elenita, y las huidas espectaculares,
con su hija Helena Paz. Lo reconstruí
paso a paso y nadie quiso editarlo, por miedo a las consecuencias para los
involucrados.
Hablé con Sylvia Odio, varias veces, pero según ella
estaba bajo observación de los servicios secretos del mundo. Otro posible disparate. Pero dada la cadena de muertes extrañas, en
la época, lo mejor era pasar inadvertida.
Una tarde de octubre de 1967, tocaron a la puerta
de mi apartamento en Tlatelolco, México D.F., dos funcionarios de la Embajada
de USA, a preguntarme sobre las investigaciones que estaba haciendo. Para una novela, dije. Desvaríos de mi persona como detective. Hhhmmju, dijeron. ¡Mejor quédese en donde está! Y me quedé.
Pero sin destruir apuntes y coordenadas.
Conocí, en San José de Costa Rica, a Oswaldo
Rodríguez Poveda, desde que yo tenía diez años.
Uno de los dos falsos Oswald y amigo de Judith Ferreto, la enfermera de
Carmen Lyra y de Diego Rivera.
Como todos muertos, yo el escritor: muerto
viviente, le di forma a este artículo. Tan cierto como los ojos verdes de
Eunice y la voz enternecida de Elenita Garro.
Contra el olvido, dije.
● The Tico Connection en el
asesinato de J. F. Kennedy
Tuvo la idea de hacer la fiesta para celebrar una
reunión de amigos alrededor de su ángel guardián: San Miguel Arcángel, por ella
llamado Arcángel Ilustre. Nunca pensó
que esa fiesta habría de marcar su vida para siempre y agrandaría su leyenda,
por lo que ocurriría después.
A la primera que llamó Eunice Odio, esa tarde de
setiembre de 1963, fue a su amiga Elena Garro, ex esposa de Octavio Paz. Luego se le ocurrió llamar a Germán Pardo
García, Juan Rulfo no contestó la llamada, Amparo Dávila dijo que tal vez
iría. No se sabe si llamo a Sylvia Durán,
en ese momento, o luego. Fiestas como
esas eran naturales por ese tiempo en su casa, para alejar fantasmas y
reconocer a los amigos. Llamó también a
dos filiales: Sol Arguedas o Ninfa
Santos, pero no estaban en el país. Así
lo decía ella luego. En total llamó a unas diez personas, en lo que habría de
ser la fiesta de su vida.
Por esa época estaba vinculada a exiliados
cubanos, residentes en México o en Texas, los cuales la visitaban a menudo,
para disgusto de sus amigos más progres, de los que nunca se separó, como
Carlos Pellicer, el poeta que prometió estar allí la noche del sábado, con dos
amigos. Todo estaba organizado para hacer de la ocasión uno de los festines
eunicianos, como los aprendió a llamar su vecino Pardo García, quien fue el que
de manera más clara tuvo luego recuerdos de la noche.
● Una visita inesperada
Sylvia Odio, pariente lejana de Eunice, era una
cubana norteamericana viviendo en Houston para esas fechas. Pertenecía a la
organización anticastrista JURE y era una de las figuras más conocidas en Texas
de los opositores a Castro. Ese 26 de
setiembre estaba lista para dejar su apartamento e instalarse en otro. De pronto sonó el timbre y tres hombres
preguntaron por ella a su hermana, que contestó a la puerta. Eran dos hombres que se presentaron como
Leopoldo y Mario. Un tercero, atrás, se
presentó como León Oswald. Los dos latinos empezaron a hablar sobre su
pertenencia al movimiento anticastrista, solicitando a Sylvia el que repartiera
alguna propaganda entre sus amigos. El norteamericano no dijo una palabra, sino
que se limitó a ser testigo de la conversación. Luego de dar por finalizada la
visita, partieron. Al día siguiente, Leopoldo
llamó a Sylvia para decirle que el otro visitante había estado en la Marina,
estaba interesado en la causa anticastrista y era un excelente tirador que
creía que el presidente Kennedy debería ser asesinado luego del fracaso de
Bahía Cochinos. La señora Odio, dijo luego que tenía sus dudas de que los
hombres fueran en realidad miembros de JURE. Pero en lo que estuvo siempre de
acuerdo fue que la persona que esa noche ella recibió, bajo el nombre de León
Oswald era en realidad Lee Harry Oswald, protagonista de la historia que todos
conocemos.
● La ruta de Oswald: ¿real o ficticia?
¿Estuvo Lee Harry Oswald ese final de setiembre en
Houston? Según la ruta de Oswald,
consignada en el Informe Warren, éste dejó New Orleans sobre setiembre 25,
llegando a Houston el 26, cerca de la medianoche: 10.50 p.m., dando luego diferentes
informaciones sobre su visita a por lo menos cuatro personas, todas vinculadas,
no a organizaciones anticastristas, sino a filiales de grupos
izquierdistas. Visitas que en algunos
casos no se realizaron, y solo se quedaron en llamadas telefónicas, todas
hechas desde teléfonos públicos. En su
visa para México escribió su nombre como Harvey Oswald Lee, lo que se puede
tener como un error de escritura, u otro alias que estaba usando o que si está
seguro es que tomó un bus en Houston, en la madrugada del 26, hacia
Laredo. Dos turistas ingleses, que le
reconocieron, dijeron luego que él les habló que iba a México para conseguir
visa para Cuba, en tránsito, para viajar luego a Rusia. Oswald si era él, cruzó la frontera a la 1 de
la tarde y a las 2.15 tomó el autobús rumbo a México.
A su lado se sentó un caballero inglés, de nombre
Albert Osborne, que luego denegó que hubiera cruzado palabra alguna con
Oswald. Dos jóvenes australianos, turistas,
actuaron luego como testigos de haber viajado con Lee, el cual les contó que
había estado antes en México, y les recomendó el antiguo Hotel Cuba, como
limpio y barato.
Al llegar a México, se hospedó en el Hotel del
Comercio, se registró como Harvey Oswald Lee, de ocupación fotógrafo, en el
cuarto 18, hoy sitio recordable, y pagó la suma de $1.28 por día.
En la mañana del viernes 27 de setiembre de 1963
una llamada imprevista despertó a la escritora Eunice Odio de sus sueños
mágicos. Quien la llamaba dijo ser León Oswald, de profesión fotógrafo, que
vivía en Houston, amigo de la señora Sylvia Odio, la cual le había dado su
número, única vía posible porque el teléfono de la escritora no estaba
registrado en la guía telefónica. Dijo
tener interés en visitarla para conversar de cosas que le interesaban, sobre
todo de política. La señora Odio se
manifestó extrañada, debido a que apenas conocía a su lejana pariente cubana, y
desde hacía dos años no tenía contacto con ella, a la cual había conocido por
amigos comunes, cubanos, que visitaban México en sus actividades
anticomunistas. Con la ríspida
amabilidad que le caracterizaba, Eunice Odio lo invitó a su casa, el sábado por
la noche, para la fiesta que estaba preparando.
Así podía presentarle a algunos amigos. Pensó llamar a algún fotógrafo conocido, pero
desistió de eso, para no hacer más amplia la fiesta.
León
Oswald, Lee Harvey Oswald, o Hervey Oswald Lee, visitó esa mañana la Embajada
de Cuba, para aplicar una visa de tránsito.
Fue atendido por la señora Sylvia Durán, empleada mexicana del
Consulado, la cual le ayudó en sus consultas, llegando a la conclusión, luego
de hablar con la embajada rusa, de que la visa de tránsito debería ser
denegada, debido a que había vencido su permiso de estancia en Rusia y no tener
ningún derecho a regresar de nuevo a la URSS. Oswald protagonizó un incidente
desagradable con el Cónsul General Eusebio Azcúe (o Azque), por lo cual fue
prácticamente expulsado del Consulado.
Sábado
28 en la mañana, Oswald insiste en llamar a la embajada soviética, y se
presenta de nuevo para argumentar sobre sus derechos a emprender viaje. ¿cuándo?, ¿con qué tiquete?, hacia
Moscú. En 1975 la CIA reconoció que sus
espías monitorearon las llamadas a ambas sedes diplomáticas, así como tomaron
fotos del supuesto Oswald entrando al Consulado cubano, pero fueron destruidas,
luego de ser clasificadas como Top Secret durante más de una década.
● Una fiesta de la cual nadie
quiso hablar nunca
De lo
que todos los asistentes estuvieron seguros, siempre, es que la fiesta en casa
de Eunice Odio, celebrada el sábado 28 de setiembre de 1963, era mejor no
hablar nunca. Otro de los asuntos
definitivos fue el que la descripción de León Oswald, como el hombre que dos
meses después dio muerte, supuestamente, al presidente John F. Kennedy no tenía
nada que ver, en lo físico, con el hombre que llegó a divertirse, a pesar de
que a Eunice Odio le insistió en que lo llamara Lee y le contara detalles sobre
su vida en New Orleans, que parecía conocer muy bien, así como su deseo de
regresar a la antigua URSS, para rehacer su vida.
Odio
coincidió con Sylvia Durán de que el hombre que había estado en su casa, que
era el mismo que había estado en el consulado cubano, era rubio, de contextura atlética,
alto y que parecía conocer, o haber estado, en México en viajes
anteriores. Sus intereses literarios
eran los maestros de la novela rusa y el poeta Boris Pasternak, así como
conocía, de leídas, ciertos tópicos de José Martí, y otros detalles de la
historia de la América Latina. Lo
extraño del asunto es que pareciera que en México, a finales y principios de
setiembre y octubre de 1963, había dos o más Lee Harvey Oswald viviendo y
dejándose ver en diferentes sitios, desde las tertulias de Eunice Odio hasta
las fiestas de toros, pasando por una extraña visita a la Universidad de
México.
Lo
más sorprendente del caso es que en el Consulado, según se supo después, había
dos ciudadanos costarricenses, o al menos en ese pasaporte, solicitando visa
para Cuba, en el mismo momento en que Oswald lo hacía sin resultados. El primero de nombre Edwin Juan López
Rodríguez y el segundo Oswaldo Rodríguez Poveda, los cuales salieron con Lee
Havey Oswald, según testimonio de la señora Durán. Cuando en 1976 se abrió una Comisión del
Senado de los Estados Unidos para conocer detalles del caso, por presión de la
opinión pública, no se pudo localizar a ambos personajes. Anthony Summers (1980) cita a uno de ellos,
Rodríguez Poveda, y Jim Garrison (1988) se refiere a López Rodríguez como una
de las personas que se hizo pasar por Oswald, sin precisar los detalles del
hallazgo y dato aislado en su investigación.
Dos
días después del asesinato de Kennedy, el 25 de noviembre, la CIA solicita a
oficiales de la investigación mexicana que detengan a la señora Sylvia Durán
para ser interrogada. En dos ocasiones
más fue detenida, tratando de que admitiera que las fotos de Lee Harvey Oswald,
antes y después del asesinato, se correspondían con las del hombre que había
visitado el Consulado. En todas las
ocasiones la señora Durán dijo que eran personajes diferentes.
El 29
de noviembre de 1963 investigadores de la CIA en México, a cargo de David
Phillips se presentaron a la casa de habitación de Eunice Odio para
interrogarla sobre la visita de León Oswald aka: Lee Harvey Oswald, Hervey Oswald Lee, y sobre
lo que éste habló con sus invitados. Elena Garro fue también interrogada sobre
el asunto, no sabiéndose a la fecha su respuesta, pues parece que ella lo
acompañó a la salida. Germán Pardo
García asegura que la persona que estuvo en la casa de la señora Odio fue
“otro” personaje, que debía conocer profundamente la vida del verdadero Oswald,
hasta asumir su destino geográfico en los Estados Unidos, con detalles sobre su
vida en New Orleans, Houston o New York, pues conocía, o decía conocer, a
personas vinculadas con la vida política del exilio cubano.
En
1977, Priscilla Johnson McMillan, investigando para una biografía de Marina y
Lee Oswald se encontró con un mapa de la ciudad de México, no incautado por el
FBI, en el cual estaba escrito, con letra de Oswald, la dirección Río Neva #
16. Lo extraño estriba en que dicho mapa
estuvo ya oculto entre las pertenencias de Oswald que fueron empacadas antes de
su extraño viaje a México, en los primeros días de setiembre de 1963.
La
dirección era la de la casa de Eunice Odio en México.
La
escritora costarricense fue encontrada muerta en su apartamento, sin que se
especificaran las causas, el 24 de mayo de 1974. Tenía diez días de
fallecida. Antes de que sus familiares,
su ex esposo y su suegra, pudieran revisar sus archivos, dos hombres, del servicio
de inteligencia, se llevaron algunos documentos sin dar explicaciones
posteriores sobre el destino de los mismos o su contenido.
Carlos
Pellicer, uno de los invitados que asistió a la fiesta, afirmó siempre que la
personificación del infausto Lee Harvey Oswald se había quedado esa noche en casa
de Eunice Odio hasta horas de la madrugada. El portero del Hotel del Comercio
declaró, luego, que Lee no había llegado a dormir esa noche. La camarera dijo que la cama estaba intacta,
a las 9 a.m., cuando abrió el cuarto para ordenarlo.
El
domingo por la mañana Oswald se dedicó a visitar museos, la sede del Palacio de
Bellas Artes y fue supuestamente, a una corrida de toros en algún sitio de la
ciudad.
Extrañamente
le dijo a su esposa, luego de su regreso, que había estado viendo películas
mexicanas ¡con subtítulos en inglés! y le regaló varias baratijas de supuesta
joyería mexicana, que luego Marina Oswald vio en las tiendas de Dallas, a cinco
o diez centavos, hechas en Oriente y en baratillo.
El
único detalle que se recuerda de Oswald en el pequeño restaurante de al lado
del Hotel del Comercio, en México, es que el real, el falso o el inventado,
pidió siempre sopa del día, arroz blanco, carne o huevos, negándose a recibir
el postre y el café, por creer que eran extras a la cuenta de 48 centavos que fue
el máximo lujo que se pudo permitir.
Sobre
su caracterización, ambos dieron versiones diferentes, con lo cual no se pudo
establecer si fueron una, o dos personas, las que ocuparon el hotel o comieron
en el pequeño restaurante.
En
1977, como consecuencia de la nueva información sobre el asesinato de Kennedy,
varios oficiales norteamericanos estuvieron indagando la pista de la conexión
costarricense en el magnicidio, más por atar cabos que por atar historias. Se logró así saber que Oswaldo Rodríguez
Poveda, o como se llame, había estado también en la casa de la señora Odio en
la citada fiesta, invitado por Lee Harvey Oswald. Considerada intrascendente, se desechó
cualquier relación con el caso.
Gracias
a Carl Oglesby, Director-Fundador del Assassination Information Bureau, en los
Estados Unidos, por autorizarnos el uso de materiales apenas desclasificados
por su gobierno.
*****
Organização a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Artista convidado | Francisco Zuñiga (Costa Rica,
1912-1998)
Agradecimentos especiais a Alfonso Peña y Rima de
VallbonaImagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de séries especiais da Agulha
Revista de Cultura, assim estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO, II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
10 AGULHA HISPÂNICA (2010-2011)
A Agulha Revista de Cultura teve em sua primeira fase a
coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido
hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu
ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a
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original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio
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