A lo largo de
la poesía de Eunice Odio se hace evidente una articulación, la declinación de
una metáfora esencial, producto de su experiencia y de su reflexión sobre la
vida y el arte. La sustancia de esa metáfora es su propio ser existiendo y
viéndose existir, los atributos sensibles, respiradores de su emoción dirigida
hacia afuera y hacia adentro. La relación interna de los elementos vitales que
componen su existencia, llevados desde el sentir hasta el imaginar que les da
cuerpo exterior, radiación, alas translúcidas, y la conjugación armoniosa de
esos elementos con el mundo, todo él también cambiante, haciéndose y
rehaciéndose en reflujos casi orgánicos y emocionales. (Como si dijera soy el
mundo y el mundo está en mí).
Entonces, primero y como punto de partida la
contemplación de su propio ser existiendo, amando. Y luego, como consecuencia
de este auscultar, la proyección de esa mirada interna sobre el mundo, la
naturaleza, los otros, seres, los fenómenos. Un ir desde el yo y sus
trasformaciones, hacia otras transformaciones externas, y la relación entre
ambos mundos. Del fenómeno natural interno (advertido especialmente en la
dádiva, en el don amoroso que se advierte como una trama, como interrelación de
dones naturales terrestres) a la contemplación de muchas otras
transfiguraciones. Y desde ellas y por ellas, el tránsito hacia la visión de un
orden, de un sistema, de una arquitectura de relaciones internas del mundo. Más
allá, la búsqueda, por equivalencias de sentidos, de un orden superior. Esto
es, que la médula de su poesía es una preocupación ontológica trascendental.
Este rastreo de ontología aparece ya en sus
primeros poemas, pero se hace corpóreo en su primer libro Los elementos terrestres (1947). En el marco de un poema
estructurado según la fórmula de lo erótico-místico del Cantar de los cantares, se organizan las primeras visiones básicas,
elementales, de una interpretación cósmica de la vida, el amor, el nacimiento y
la muerte. El tema de Prometeo –interpolado como reflexión del hablante sobre sí
mismo– permite una respiración natural el poema: sirve para encontrar términos
de explicación imaginativa a procesos aludidos directamente, en síntesis, en
otros centros del libro. En el suceso amoroso, lo importante y nuevo es el
sentido de flujo transformador, de corriente alterna de que está dotada la
sustancia vital del amor. Las sensaciones y emociones del yo valen y existen
por la presencia actuante de un ser en otro, que las desencadena. Este sentido
de transformación o integración por el amor, de origen bíblico (“amada en el
amado transformada”) permite comprender la acción de las fuerzas terrestres
transformadoras que participan y hacen posible y comprensible la fenomenología
amorosa. Esta interrelación se expresa, en síntesis, así:
Oh dádivas
Oh dones
terrestres,
Oh suaves
alimentos.
Sólo agotar
la siembra con el pecho.
Solo
desembocar al gozo y detenerse.
Oh piel
Oh ceniza
colmada y balbuciante.
Aquí aparece un sentido de la vida, la relación
del habitante, esto es del hombre, ser que esta temporalmente en la tierra y de
sus límites. La sugerencia del tránsito: el gozo y la muerte.
Eunice Odio elige con claridad en Los elementos como material de trabajo
la integración de las cosas y la de las cosas y el hombre. Su preocupación de
momento no es su esencia sino su elementalidad, la naturaleza de terrestre.
Son, existen. Esto se acepta. Pero ¿cómo son y cómo existen? De modo que su
ontología inicial, que se desarrolla sobre el bastidor del suceso amoroso,
abierto, es el descubrimiento de una serie de relaciones, de elementos
formadores que están presentes en todas las manifestaciones de existencia y que
por su naturaleza dinámica llevan implícitas la transformación, esto es, la
muerte del ente, del suceso, del estado.
Ahora bien, este propósito de indagación poética
existencial habrá de evolucionar hasta constituir la médula de un largo y
complejo trabajo de creación (vertebración y desvertebración) de un mundo en El tránsito de fuego (1957). El punto de
partida está explícito en el epígrafe de la obra:
Es verdad. ¿Mas de qué modo
es verdad?
Declaración del propósito ontológico-místico de
la tentativa. No el ser sino sus manifestaciones. Dado en orden, un estado de
cosas, una teología, la explicación poética, el análisis de ese increíble
proyecto que constituye la creación de un mundo: sus bases, sus columnas, sus
categorías primordiales. Para esto hay que resolver un problema, hay que crear
un medio, un puente entre la divinidad y el hombre. Hay que dar vida al creador
y a su historia. Y esto es el poema. Para ello se crea no una mitología
personal sino más bien un mundo de entidades, de existencias: elegidos,
arquetipos que no representan ideas sino más bien emociones, sentimientos,
voliciones. Creadores y formadores, son proyecciones psíquicas del hombre y del
espíritu de su creador el poeta. Constituyen una categoría superior, pero están
dotados de los atributos humanos. Simbolizan, pues, el fenómeno humano en sus
muchas manifestaciones, y su función es dar plenitud –gracias al dialogo
dramático– a las instituciones. El orden, establecimiento y formación de los
seres y las cosas. Fundan el mundo con sus palabras (la palabra es el Logos).
Términos claves de este proceso son la
construcción, el proyecto, la arquitectura, la integración. El mundo es visto,
desde su origen, como un inmenso ámbito de elementos y sustancias que se
estructuran para constituir un orden de cosas, de categorías. Existe una
jerarquía de creadores: Ion es la columna central, imagen del Padre, especie de
Prometeo, también en cierta forma figura crística. Es fuente de creación por
medio de la palabra, el que crea al dar nombre a las cosas. Su estado
permanente es la vigilia y su lucha constante contra el Vacío. Como creador,
símbolo del creador sobre la tierra, arquetipo nutrido con recuerdos paternos y
elementos del propio yo del poeta.
Eunice Odio declara (en carta a Juan Lizcano) el
tema de la obra: trata del creador y de cómo le va sobre la tierra. Pero esto
es verdad sólo en un primer nivel de sentido, puesto que el poeta (la creación
y su historia) propone más bien un polisentido simbólico. La proyección de la
experiencia existencial del poeta se integra a sus visiones y ayuda
conformarlas. No solo hay la presencia de elementos autobiográficos, sino una
verdadera sinfonía de emociones, percepciones, destellos de reflexión, y un
mundo de entes psicofísicos que ascienden para conformar una estructura de
seres en formación. Mundo de formas transparentes, radiantes, hecho más de
emanaciones espirituales que de ideas, a veces se dibuja en él la creación
hacía atrás: como lo visible fue antes solo invisible, como las cosas y los
seres fueron antes solo deseos, pensamientos o palabras que habían de ser
llenados de existencia.
En su fluir y refluir de lo ontológico a lo
posible teológico, la obra va creando, en una trama de intuiciones coherentes,
toda una concepción propia y personal de la vida, del sentido del mundo, del
sentido del hombre y del creador. Por esto la categoría epistemológica más
importante en este proceso de análisis imaginativo de la formación del
cosmos, es la transfiguración. La vida del hombre y de la naturaleza, sus
cambios y metamorfosis, y los del mundo interior sólo se explican por este
proceso solar, luminoso. (La mariposa es su símbolo). La muerte misma es una transfiguración:
también la idea del doble nacimiento y la resurrección aparecen como revelación
cósmica. Así figura en ciertos pasajes de El tránsito y en algunos de los
poemas últimos. Resultan interesantes a este respecto las referencias de la
escritora sobre sus experiencias personales de la transfiguración. La vida del
hombre y del creador es un tránsito de fuego, esto es, una transfiguración en
el que el ser se quema para dar de sí (la dádiva cósmica) lo creado, que lo
destruye pero a la vez lo transforma, le da otra suerte de existencia. Los
creadores, los elegidos, apátridas celestes, habitantes como el hombre (que se
define como un ángel inválido) están desterrados de lo celeste, pero su misión
es la de crear y recrear infatigablemente el mundo, sus materias y formas: la
piedra, los frutos, el caballo, el pájaro, la catedral, símbolos de la belleza
y plenitud del mundo. La construcción de la catedral ejemplifica con
claridad, en escala, este proceso de construcción ecuménica: Ion, el creador,
ha fundado por medio de la palabra y el pensamiento, la forma piedra. Ahora se
trata de hacerla ascender, ya ingrávida y transparente, casi aire, para que sea
piedra transfigurada. Lo pasado, lo sólido, lo que cae, se hace ligero,
liviano, y asciende: solución de contrarios que explica un aparte del proceso
creador. Y es el mismo proceso transfigurador que ha dado forma a la sonrisa,
al vuelo, al sentimiento. A la vez, esos elementos habrán de integrarse a otros
seres y así sucesivamente: tal es el proceso de la creación, movimiento
perpetuo lanzado al futuro e inacabable. (Puesto que el desconocido enemigo, el
no nombrado, destruye constantemente lo hecho y rehecho por los creadores).
Compleja y larga integración de los elementos terrestres:
Canta un
pájaro y las ondas futuras de sus aguas
Preparan sus
alegres elementos
Y sus mayores
claves de sonido
Así lo había planteado también en esbozo en su
primer libro. Ahí los amantes surgen en un proceso de energía dinámica, en un
flujo y reflujo de corrientes eléctricas que van estableciendo, por
interrelación, un espacio vital en que los dones terrestres y los sucesos de lo
psíquicos y lo orgánico son una sola cosa.
Así parece en El tránsito, su mayor creación, que es tal vez el poema
ontológico-religioso de mayor tentativa en la poesía centroamericana, como una
extraordinaria catedral gótica, fundadas sobre las piedras insospechadas de su
libro primero, como monumental declinación de algunas de sus metáforas y
visiones:
Solo
Como el
primer hombre cuando descubrió
la primera
sonrisa
y se volvió
de pronto
con todo el
cuerpo
a flor de
fabuloso labio estremecido
más solo que
antes
cuando no
tenía sonrisa cotidiana
que dividir
en dos pedazos triunfales
cuando no
pensaba en el otro
y descendía
bajo su piel profunda
roto entre
los sonidos venideros
como pájaros
en proyectos por los árboles
júbilo de
vacío luminoso.
A la luz de El
tránsito, este pasaje de Los
elementos nos advierte de los gérmenes indudables de una cosmovisión.
Este solitario creador de la primera sonrisa, inmerso en un mundo todavía no
creado, pero presente, grávido, evocado por la luz antes de ser, aparece como
una clara prefiguración de Ion, el primer apátrida celeste, el creador de
muchos entes de belleza.
Porque
todo refluye hacia arriba
asciende
el vientre a capital de fruto
y
el aire hacia ecuación de golondrina.
Todo
regresa hasta su forma exacta.
La
vida retoma su ambición pequeña
de
ser, del todo, vegetal profundo,
recóndito
edificio y luz abierta.
Aquí está la visión del integrarse de toda vida
en la naturaleza, base de la idea de la transfiguración y la resurrección de la
materia en otra forma, estado o proyecto de existencia.
Hablaremos de
tu cuerpo
con alegría
purísima
como niños
desvelados a cuyo salto
fue
descubierto apenas otro niño
y desnudado
en incipiente arribo
y conocido en
su futura edad, total, sin diámetro.
Aquí se figura la idea prevista, de ulterior
desarrollo, del nacimiento intemporal, perpetuo. El creador nace y muere muchas
veces. Ion advierte cómo es él su propio padre y a la vez su propio hijo.
Refluyen a mi
forma y se congregan
los elementos
suaves y terrestres
y la pulpa
negada y transcurrida.
Cuando tengo
costumbre de nacer
donde bajan
los huesos temporales.
Cuando me
llamo para mi callada
y alguien que
no soy yo ya me recuerda.
En este poema con mayor fuerza y desarrollo, la
idea de la transfiguración de todas las cosas y del propio ser, clave de
su poesía y médula de El tránsito de
fuego. Visión de una integración cósmica que, atravesando ese análisis
minucioso de lo real, vemos aparecer en síntesis trascendente en uno de sus
últimos poemas, Mauricio, niño mío, recogido en la antología preparada por
Eunice Odio para Educa. Allí la
transfiguración terrestre se declara la fórmula, la llave de la revelación
metafísica del hombre:
En realidad
cuando
empezamos a saber de la noche y el día eternos
son nuestro
cuerpo iluminado
y que todos
es en él, en ellos y en todas las formas terrestres
y en las
celestes que velan guardando sus llamas,
morimos y
resucitamos al tercer día entre los muertos
bajo la
tempestad.
Esto es nacer
o despertar,
Ser hijo de
sí mismo.
Es el segundo
alumbramiento.
Así Eunice odio formula el principio central de
su poesía y cierra con lucidez el ciclo de evolución y unidad creadora que
inicia con su primer libro. Lo que empezó con el atisbo y la notación de sus
propias sensaciones acaba convirtiéndose por reflexión y búsqueda de las
manifestaciones del ser, por su fe en la poesía como método de conocimiento, en
una ontología histórica del mundo y en un vislumbre de su armonía secreta, que
era para ella la balada que Dios le canta al hombre.
Carlos Rafael
Duverran: (Costa Rica,
1935-1995). Poeta y ensayista. Publicó los poemarios: Lujosa Lejanía (1958), Ángel Salvaje
(1959) y Redención del Día (1971),
así como la compilación Antología de la
poesía contemporánea de Costa Rica (1978). Acervo: revista Andrómeda # 23, San José, Costa Rica,
1987.
*****
Organização a cargo de Floriano Martins ©
2016 ARC Edições
Artista convidado | Francisco Zuñiga
(Costa Rica, 1912-1998)
Agradecimentos especiais a Alfonso
Peña y Rima de Vallbona
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de
séries especiais da Agulha Revista de Cultura, assim estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC
FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA
HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO,
II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC
FASE I (1999-2009)
10 AGULHA HISPÂNICA
(2010-2011)
A Agulha Revista de Cultura teve
em sua primeira fase a coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio
Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011
restringiu seu ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha
Hispânica, sob a coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012
retoma seu projeto original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano
Martins e Márcio Simões.
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