Me propongo abordar un tema
esencial en las manifestaciones artísticas, como lo es la escritura del cuerpo
en la poesía costarricense. Desde esa perspectiva, la escritora Eunice Odio
(1919-1974), con su poemario Los elementos terrestres, (1) es la pionera del
abordaje corporal dentro de la poesía vanguardista costarricense, donde se
pueden correlacionar las diversas partes de la anatomía (2) con un amplio registro
simbólico y cultural.
El Salvador es un espacio
centroamericano altamente estimado por Eunice Odio. En 1957, el Ministerio de
Cultura de El Salvador le publica su libro cumbre El tránsito de fuego. Eunice
estuvo en El Salvador en algunas ocasiones (3).
Eunice Odio inicia esa
tematización cuando dicha práctica transgredía el comportamiento de la
tradición patriarcal. Su poesía vanguardista reconoce el cuerpo y explora la
sexualidad, tanto femenina como masculina e, igualmente, sus relaciones con el
goce o el deseo. En el desarrollo de los poemas se utiliza un desplazamiento
que se apoya en la intervención de la mirada, la cual provoca un desplazamiento
de los amantes hacia partes erógenas; de esta manera, establecen un vínculo que
se materializa en la provocación de uno y en la respuesta del otro.
En Los elementos terrestres,
la percepción del cuerpo es múltiple, porque es un espacio para la
significación expresiva del reconocimiento individual. El cuerpo se nombra y
muestra, es decir, se compone y se reconstituye. Genera sentidos, en la medida
en que las partes de la anatomía representan un espacio, visible y tangible, a
partir del cual se toma conciencia de él. El cuerpo se redescubre y completa en
el lenguaje del otro.
El diálogo de lo femenino y de
lo masculino se extiende a los planos de la corporalidad; ella busca al amado
por las inmediaciones de su propio cuerpo y reposa en el del amado. De ese
modo, la imagen del cuerpo es una especie de tejido que se muestra y concreta
en la mirada del otro.
La perspectiva intercorporal
opera, entonces, como un código dialógico que posibilita el goce: “Tú me
conduces a mi cuerpo, / y llego, / extiendo el vientre / y su humedad
vastísima, / donde crecen benignos pesebres y azucenas / y un animal pequeño, /
doliente y transitivo” (4).
La mención de elementos
animales, vegetales y líquidos, comprueba que el lenguaje erótico cotidiano
está lleno de ejemplos de cuanto sucede en la naturaleza. Los murmullos, los
rugidos, los arrullos, el correr del agua, el vaivén de las olas, los gemidos
de toda suerte de animales son imitados en el juego erótico: “Mi sexo como el
mundo / diluvia y tiene pájaros, / Y me estallan al pecho palomas y desnudos. /
Y ya dentro de ti / yo no puedo encontrarme, / cayendo en el camino de mi
cuerpo”.
Por ello, se establece una
relación entre la naturaleza y el cuerpo, es decir, la naturaleza se comporta
como intimidad o deleite. La conjunción de la vegetalidad remite a la estética
del jardín (jazmín, lirio, rosa) y connota la delicadeza sensual y erótica:
“Entraremos de pronto en el verano como árboles / vegetalmente abiertos de
oídos y de polvo (…) Y a la altura del pecho y la labranza / semilla de
silencio y luz desierta”.
La hablante ve al hombre como
su complemento, porque “él camina en parte / con mi alma”. El amado apela al
sueño, que atrae en ausencia el modo de llegar hasta ella para conducirla al
encuentro de la unión sexual de la pareja. De esta forma, en el texto se busca
al amado, lo cual podría considerarse como la incompletitud del yo sin el otro.
Por más satisfactoria que se presente la relación entre los amantes, siempre se
plantea un vacío que impulsa el deseo de buscar en el otro lo que complementa.
La amada busca al amado, quien
es su amante, camarada, huésped, hermano, es decir, un ser que pareciera serlo
todo. Según Octavio Paz: “el erotismo es una experiencia total que jamás se
realiza del todo porque su esencia consiste en ser siempre un más allá. Éste se
refiere al cuerpo ajeno como un obstáculo o un puente que en uno y en otro hay
que traspasar”. (5)
En el poema cuarto, el hombre
ve a la mujer asomada a su pecho; ese sustantivo se repite y es
plurisignificativo. El amado la contempla en un proceso de evolución física y
se marca con los oxímoros “pecho diurno” y “voz descalza”, los cuales evocan
elementos corporales en cualificaciones inacostumbradas. La escritura erótica
de este poemario celebra el descubrimiento del cuerpo humano como un espacio de
deseo que no tiene como fin la reproducción, con lo cual el texto plantea un
orden subversivo, toda vez que rompe lo convencional. En estos poemas se
explora el goce sobre la base del reino de los cinco sentidos, lo cual
posibilita la utilización de los diversos recursos expresivos. La sensualidad
corporal implica, por lo tanto, una vía para afirmar la sexualidad.
El sistema de significados
poéticos recurre tanto a la metáfora como a la metonimia, cuyas relaciones por
similitud y contigüidad son recursos básicos para ordenar el discurso, y como
elementos constructivos de la función poética, apelan al sentido del mensaje
para intensificar el acento expresivo. El paralelismo, la anáfora alternada o
la repetición son procedimientos retóricos donde se localiza la función de la
semiosis de los poemas. Otras figuras como el símil, el encabalgamiento, el
oxímoron, la interrogación retórica o la antítesis, ayudan en la
intencionalidad expresiva de conformar la estructuración semántica del texto y
contribuyen a la construcción discursiva de la dialogicidad; del mismo modo,
resultan decisivos los acentos de lo corporal y el registro de elementos
sexuales y eróticos, ya que, en todos ellos, se desprende el nudo de
significación amorosa que presenta el texto.
Es evidente la presencia de
matizadas asociaciones del cuerpo léxico con el sexo oral: “pozo”, “boca”,
“resbala”, “paloma” y la referencia a la salinidad. Los muslos se llenan de
erotismo. La metáfora los “manojos de agua” puede relacionarse con el orgasmo,
lo cual se amplía con el sustantivo “espuma” y la cavidad física del
pozo-vagina vista como “rebaño secreto”, con lo cual se puede hablar de la
presencia de metáforas que remiten a lo erótico y a lo sexual. La poética
corporal de lo líquido se asocia con la eroticidad del cuerpo, donde todos los
flujos indican movimientos naturales que se equiparan con los derivados del
goce sexual. Por lo tanto, el agua funciona como fuente de vida, con gran poder
sensual y elemento de unión amorosa cuando aparece en el contexto de la
expresión sexual: “Parpadea tu voz, / sencilla como el mar cuando está solo”; “Yo haré que de tus muslos / bajen manojos de agua; / y
entrecortada espuma, / y rebaños secretos”.
El sistema de significados
poéticos alude a la relación sexual con el otro, en una experiencia física y
corporal. La amada se propone un recorrido por la geografía del cuerpo amado;
así como él explora el cuerpo de ella. El cuerpo opera, entonces, como un
vector que se anhela poseer, con firme expresividad amorosa y como acción de
completitud. Debe destacarse que en el acento poético odiano, la mujer es
sujeto del deseo y no objeto, es decir, su participación es activa y creadora.
La poesía del cuerpo construye, sin duda, un espacio de expresión social que
censura las restricciones y los silencios históricos.
En Los elementos terrestres,
el cuerpo debe leerse de manera que construya diversas posibilidades de
relación, tanto consigo mismo como con los demás, sin que las diferencias
sexuales alcancen papeles jerárquicos. Las partes del cuerpo se relacionan con
un amplio registro simbólico y cultural. La voz femenina, al escribir de su
cuerpo, escribe su cuerpo, su deseo, su goce, su deleite. Ella es capaz de
nombrar y también se nombra. Mediante el lenguaje construye su propia
subjetividad activa, por ello, ambos amantes participan con placer del acto
amoroso, porque es el goce de la experiencia, de la inclusividad.
Queréis que vaya y me ofrezca en sus manos
como semilla de éxtasis,
que le lleve mi cuerpo
reclinado de palomas,
y que llene su boca
de sol y mediodía.
Aquí, la oración compuesta
incorpora verbos, cuya disposición significativa es interesante: “queréis”:
desear o apetecer, tener voluntad o determinación de realizar algún hecho;
“vaya”: indica el movimiento del lugar real al posible; y “ofrezca”:
comprometerse alguien a dar o hacer una acción particular. En el segundo
apartado se reduce a uno, “lleve”: conducir algo (mi cuerpo) desde un lugar
alejado de donde se habla o se sitúa mentalmente la persona; y concluye con
“llene”: ocupar un espacio vacío con la idea de satisfacer el apetito sexual
(su boca). Obsérvese el hecho que la amada solicita ir y ofrecerse “en sus
manos / como semilla de éxtasis” (6).
El cuerpo es un tejido que se
teje con la huella del deseo, por lo tanto, muestra una gama de sentimientos
expresados por medio del lenguaje. El cuerpo posee una dimensión unificadora.
Es un lugar donde se construye el goce, la sexualidad. Utiliza un discurso que
se apoya en la intervención de la mirada, la cual provoca un desplazamiento de
los amantes hacia las partes erógenas; de esta manera, establecen un vínculo
que se materializa en la provocación de uno y en la respuesta del otro, porque
el contacto físico es la experiencia que inicia la vivencia y el conocimiento
de lo erótico.
En el poemario Los elementos
terrestres, de Eunice Odio, hay referencia a 39 partes del cuerpo y, en
conjunto, comprenden 133 menciones corporales. Los semas de mayor recurrencia,
con 17 y 18 alusiones son el “cuerpo” y el “pecho”, que opera como una zona
erógena, un símbolo activo de la sensualidad, mediante el cual se percibe los
fuertes latidos del corazón, propiciados por el clima sexual de la pareja.
Desde el primer poema, la voz de la amada llama al amado para que se inicien en
el deleite de sus cuerpos:
Ven
Amado.
Te probaré con alegría
tú soñarás conmigo esta noche.
El objeto del amor es visto
como lo que se come, se saborea, se degusta. Un recurso sugestivo que proyecta
el tipo de caricias que recibirá el amado. Lo que al inicio aparece como un
llamado “Ven” se convierte en experiencia “te probaré”, lo cual implica una
certitud de contacto.
Los cuerpos de ambos se
convierten en espacios tangibles, llenos de zonas erógenas. El pecho, la boca o
la cintura sugieren que no queda ningún sitio sin explorar. Al leer el texto
como un recorrido corporal, el erotismo se encuentra sugerido en el lenguaje
simbólico utilizado y se enriquece con todo tipo de alusiones a prácticas
culturales sobre el amor y el sexo. Según Barthes: “exploro el cuerpo del otro
como si quisiera ver lo que tiene dentro, como si la causa mecánica de mi deseo
estuviera en el cuerpo adverso”. (7)
En el texto, el sexo no se
presenta como una culpa, mancha o pecado; por el contrario, hay una tendencia a
reivindicar el cuerpo y la sexualidad de ambos géneros como una demanda de
amor, con alusiones al sexo y a sus zonas erógenas, en aras del goce y el
disfrute. La fuerza de lo sexual radica en las referencias a los momentos que
compartió con él: el cuerpo que tuvo tangible, pero que ahora está ausente.
Según Barthes: “La ausencia
amorosa va solamente en un sentido y no puede superponerse sino a partir de
quien se queda –y no de quien parte-: yo, siempre presente, no se constituye
más que ante tú, siempre ausente”. (8) La amada pregunta a otros por su amado y
utiliza semas corporales que le evoca la figura masculina, tanto es así, que
valora el cuerpo del otro en el momento en que erogeniza la realidad corporal
del muslo del amado como una “daga sumergida en la noche”. Hay una descripción
fálica (daga), símbolo de potencia generadora, pero “ya no tiembla en el aire”,
porque está “sumergida en la noche”.
Hay numerosas referencias a
las diversas regiones del cuerpo que funcionan como símbolos corporales de la
sensualidad, por ejemplo, las zonas orificiales y erógenas del cuerpo: oral
–boca, pecho–, así como los órganos sexuales referidos a la vagina y al falo.
La profusión de imágenes sensoriales se convierten en un código de la expresión
sexual que marca el orden de lo femenino y de lo masculino con énfasis en la
carnalidad, pero aquí va mucho más allá de la procreación y de su
condicionamiento social; así, el texto reivindica el cuerpo y el descubrimiento
gozoso de la sexualidad. En ambas perspectivas, las demandas eróticas apelan al
placer del cuerpo, al goce de la experiencia sexual.
En este poemario, el alma está
en un sitio donde puede ser comida: en el cuerpo. El sitio de la convocatoria
es el topos de la corporalidad humana: “Antes que yo se te abrirá mi cuerpo”.
El poder del cuerpo y la palabra confirman la identidad y el desafío en el ser
físico de los cuerpos amantes: ella en él; él en ella. El sustantivo “alma” es
puesto en relación con las siguientes partes: cuerpo, brazos, cuello, aliento,
corazón, uñas, oídos, mano y piel.
En este poemario de la autora
costarricense se puede establecer algunos mecanismos discursivos que sugieren
la unidad poética entre los planos humano y espiritual. Simbólicamente, la
tierra se opone al cielo, y es asociada con la mujer por su carácter productivo
y material. Por ello, desde el íncipit se habla de los elementos de la tierra;
la corporalidad es su distintivo, su materialización. Al mismo tiempo que se
tiende a buscar lo espiritual, en el texto se “eleva” o destaca lo corporal,
situación que propicia considerar que lo espiritual está inmerso en lo terrenal
y se expresa en esas descargas eróticas y sexuales de los amantes.
Para ello, el recurso
estilístico es la relación de contigüidad entre los términos abstractos, junto
con las alusiones a las partes de la anatomía corporal: “Ven / comeremos en el
sitio de mi alma”; “Y por mi cuello en que reposa tu alma”;
“y es como piel el alma –no se siente”. En suma, con dicha
estrategia, la hablante logra el juego de relecturas que propone posibles
interpretaciones, donde la preeminencia del cuerpo implica un redescubrimiento
de la condición humana, sin menoscabo del orden espiritual.
Lo humano se asocia con lo
material, con la corporalidad exterior y, dentro de ella, se manifiesta el
desplazamiento de los elementos espirituales, porque cada vez que se mencionan
éstos, aparecen dispuestos por contigüidad funcional, en relación con el
cuerpo. Este mecanismo permite una lectura unificadora de las relaciones
eróticas y sexuales. El enlace de los planos humanos y espirituales se inscribe
como un procedimiento expresivo innovador en el ejercicio poético costarricense.
El discurso del cuerpo (9) no
es visto con impudor, sino con la naturalidad de los elementos terrestres. La
tradición cultural asocia lo femenino con la tierra como elemento pasivo, pero
en el poemario de Eunice Odio se da una ruptura: la conciencia del cuerpo como
poder artístico; la capacidad de construcción lingüística como sujeto del
deseo, el establecimiento de una relación igualitaria en el plano de la
sexualidad, así como su perspectiva de mostrarse y nombrarse a sí misma; mirar
al otro y nombrarlo. El código dialógico del sistema de significados
expresivos, en los órdenes de lo femenino y de lo masculino bidireccionaliza el
texto hacia una ruptura: la prevalencia de la voz femenina en el orden del
discurso, que se comporta como una ruptura ideológica en el contexto de
producción de la poesía costarricense de ese momento, cuando la voz femenina
permanecía excluida o marginada.
La preocupación por la poesía
del cuerpo es el más decisivo aporte del libro Los elementos terrestres (10) de
Eunice Odio –quien nació en Costa Rica hace 90 años y murió en México hace 35
años–, pues dicho nudo de significación se presenta en las facetas de lo
sensual, el erotismo y lo físico-carnal, como elementos integrales de la
sexualidad. Las diversas partes de lo corporal establecen un código poético que
se plasma en la evocación erótica del deseo o el placer y desde la perspectiva
de lo sensual que activa las zonas erógenas. El erotismo de los textos odianos
se ve reforzado cuando entran en juego las referencias a especies animales,
vegetales o líquidas, que funden dichos elementos con el eros, con esto, la
perspectiva lírica se ve enriquecida en el tratamiento de sus diversos nudos
temáticos.
La expresión física de lo
corporal (11), en la voz poética de la costarricense Eunice Odio, constituye
una perspectiva de rompimiento de tabúes patriarcales. Su apuesta por lo
corporal es un redescubrimiento temático, al centrar su perspectiva poética,
tanto en el cuerpo femenino como en el masculino. Esas partes llegan a resignificarse
cuando interactúan en el plano de lo simbólico cultural, más allá de lo que
sería una simple experiencia personal. El abordaje sexual es dialógico y
alcanza grandes posibilidades en la expresión del cuerpo, elemento a partir del
cual se genera la semiosis profundamente sensual y sexual del poemario, que se
presenta con gran naturalidad y con un lenguaje novedoso y transgresor, lleno
de lirismo, en el mapa de la poesía vanguardista centroamericana.
El texto, en su conjunto,
muestra imágenes sensoriales de gran calidad, que reivindican el descubrimiento
integral del cuerpo como fuente de goce de la experiencia de la sexualidad y, a
partir de aquí, de comunicación espiritual entre lo femenino y lo masculino.
Las alusiones a la esterilidad no son un obstáculo para que la amada disfrute
el placer o el goce con intensidad; dicha condición la expresa con dolor, sin
embargo, no disminuye su capacidad de amar.
La asimilación de lo
espiritual inmerso dentro de lo humano es una expresión del discurso poético odiano.
La equiparación cuerpo-alma homologa dichos planos como propuesta de unidad
poética. De ella se desprende la incompletitud que lleva a los amantes a buscar
su unidad física en el otro. La prevalencia del cuerpo implica un
redescubrirse, sin inhibiciones, lo que constituye un mecanismo poético
innovador en la lírica costarricense en la segunda mitad del siglo XX.
Es decir, en Los elementos
terrestres (12), de Eunice Odio, la expresión dialógica de lo femenino y de lo
masculino se manifiesta, poéticamente, como el resultado de la experiencia
erótica y sexual y ésta como unidad entre los planos humano y espiritual.
Es ocasión propicia para
recordar, desde el Laberinto del Torogoz, del humanista poeta salvadoreño André
Cruchaga, los 90 años del natalicio de Eunice Odio y seguir disfrutando de la
extraordinaria intensidad expresiva de su obra poética. Para quienes deseen
hurgar la sintonía vital entre las escritoras costarricenses Yolanda Oreamuno y
Eunice Odio, los remito a un documentado deslinde biográfico realizado por el
investigador Mario Esquivel Tovar (13).
Eunice sigue vigilante. Su
poesía esplende por América Latina. Es un nombre extremadamente interesante para leerla y divulgarla. Es
nuestro compromiso ético y estético.
NOTAS
(1) Con Los elementos terrestres, Eunice Odio obtuvo el Premio Centroamericano '15 de setiembre', Guatemala, 1947. El libro se publicó en 1948, hace 61 años. El texto no se publicó en Costa Rica hasta en 1984, es decir, 36 años después.
(2) En Los
elementos terrestres, de Eunice Odio, se cita 133 menciones corporales, con
base en las 39 partes anatómicas citadas, que interactúan entre sí como un
cuerpo hablante.
(3) Cfr. Esquivel
Tovar, Mario. 'Eunice Odio en Centroamérica. Mirar amargo y fruto dulce de una
mujer inolvidable'. En Forja. Semanario Universidad, Costa Rica, núm. 878, 7 de
junio de 1989, págs. 1-3.
(4) Cada vez que
se haga referencia al poemario de Eunice Odio Los elementos terrestres
(Editorial de la Universidad de Costa Rica/Editorial de la Universidad
Nacional, San José, 1996) se utilizará la sigla LET, seguido de la página
correspondiente.
(5) Paz, Octavio.
Los signos en rotación y otros ensayos (Alianza Editorial, Madrid, 1971, pág.
87).
(6) De acuerdo con
Chevalier, “la mano es como una síntesis, exclusivamente, de lo masculino y lo
femenino; es pasiva en lo que contiene, activa en lo que tiene” (Chevalier,
1986: 685).
(7) Barthes,
Roland. Fragmentos de un discurso amoroso (Siglo XXI, México, 1999, pág. 80).
(8) Barthes,
Roland. Fragmentos de un discurso amoroso (Siglo XXI, México, 1999, pág. 45).
(9) Bianco,
Aracelly y Fajardo, Miguel. El acento corporal en 'Los elementos terrestres' de
Eunice Odio. (Universidad Nacional, Heredia, Costa Rica, 2003).
(10) En España se
editó este poemario hace dos décadas, con prólogo de Rima de Vallbona.
Cfr: Odio, Eunice. Los elementos terrestres. (Torremozas, Madrid, 1989).
Cfr: Odio, Eunice. Los elementos terrestres. (Torremozas, Madrid, 1989).
(11) En el 2004
presenté la ponencia 'La poesía del cuerpo' en la Casa de Poesía Silva, en el
XII Festival Internacional de Poesía de Bogotá, Colombia. Cfr: Fajardo, Miguel.
'La poesía del cuerpo'. En Anexión (Guanacaste, Costa Rica, junio-2005, pág.
16). Asimismo, dicha ponencia se encuentra disponible pinchando aquí.
Igualmente, se puede leer en la revista electrónica Letras de Uruguay, de
Carlos Echinope y en la revista digital chilena Pluma Negra, de Ana Montrosis.
(12) En el marco
de la declaratoria 'San José, Capital Iberoamericana de la Cultura', Rodolfo
Dada compiló un texto antológico sobre Eunice, donde incluyó los poemas I, II,
III y VIII del libro en análisis. Cfr: Odio, Eunice. Antología (Editorial
Lunes, San José, 2006, págs. 9-20).
(13)Cfr. Esquivel
Tovar, Mario. 'Yolanda y Eunice: vidas paralelas'. En Suplemento Los Libros.
Semanario Universidad, Costa Rica, Nº 1674, del 12-19 de julio del 2006.
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Organização a cargo de Floriano
Martins © 2016 ARC Edições
Artista convidado | Francisco
Zuñiga (Costa Rica, 1912-1998)
Agradecimentos especiais
a Alfonso Peña y Rima de Vallbona
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o
projeto de séries especiais da Agulha Revista de Cultura, assim
estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I
(1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA
HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO, II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I
(1999-2009)
10 AGULHA HISPÂNICA (2010-2011)
A Agulha Revista de
Cultura teve em sua primeira fase a coordenação editorial de Floriano
Martins e Claudio Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de Poesia. No
biênio 2010-2011 restringiu seu ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o
título de Agulha Hispânica, sob a coordenação editorial apenas de Floriano
Martins. Desde 2012 retoma seu projeto original, desta vez sob a coordenação
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