pero la ínclita Isis los ha reunido.
Atalanta Fugiens
La vida –intensa y
consecuente– de Alfonso Peña, se ve reflejada en su obra plástico-poética,
donde se aprecia una mirada profunda de la realidad que se ve confrontada
reiteradamente con una propuesta o contrapunto, que se sostiene en el discurso
surrealista, el que se manifiesta con la suma de diversos elementos visuales,
que van desde el recorte azaroso –reconocido como collage– ensamblaje, hasta la
intervención pictórica que se soporta en gran parte en la mancha que surge
desde el automatismo psíquico. Alfonso
Peña es un recolector asiduo de impresiones, su ojo deambula por la trama vital
en busca de aquellos “objetos encontrados” que el azar dispone en su camino
para ser capturados, digeridos y usados para componer su trabajo bidimensional,
el cual, requiere en gran porcentaje de una propuesta que reúna variados
elementos que en su sumatoria sean capaces de totalizar e integrar de forma lo
más completa posible su rica mirada interior, generando de esta manera, dos
universos que se manifiestan en el soporte, una realidad exterior dura y
cruda que se conjuga con otra interior
que desea transformar lo conocido y que al yuxtaponerse inquietan y hacen
reflexionar al espectador, ya que se observa la ferocidad de la realidad impuesta
por años de abuso social, su mediocre banalidad, y su racional y violenta
sinrazón, la cual es abrazada, intervenida o acosada por la manifestación
amorosa del yo interno, donde este último propone una mirada distinta, una
alternativa a la condición actual del ser humano, que nos violenta y reprime-
desplegando de forma transversal –y centrífuga según la nominación que le
dieron al libro que crearon en conjunto con Amirah Gazel– toda suerte de
imágenes, manchas y escrituras en pos de expresar un mensaje poético-visual que
aúlle desde el ser interior abriéndose paso por un paisaje que le es hostil y
ajeno, porque cada obra elaborada se constituye en una denuncia de aquella
realidad que nos molesta, pero que también es un despliegue de consideraciones
de lo “maravilloso”, el cual está circunscrito fuera de nuestros márgenes
conocidos, y que vale la pena tener en cuenta como alternativa para ensanchar
la realidad, abriendo así la frontera que mantiene oculta a la otredad, para
ser incluida como parte nuestras vidas.
El poeta construye una vía alternativa a la situación que lo violenta, esa
“maniere” que asedia en cada momento a cualquiera de los elementos que
significan lo cuestionado, entonces las
manchas intervinientes, el uso del grafiti sobre el papel, la línea espontánea,
y el orden simbólico dispuesto del recorte, ponen en tela de juicio cada imagen
–la señalada y la que se le opone por disposición estructural– que representa una realidad que no nos es
favorable. En ese sentido, los surrealistas, y previamente los dadaístas, se
han opuesto constantemente a todo aquello que provenga de la política y la
cultura burguesa, y es así como vemos en los trabajos de Alfonso, elementos que
directamente son críticos del stablishment imperante, ya sea dispuestos de
forma irónica o lisa y llanamente como un lenguaje directo, aunque manifestado
como un extracto de lo que significan. Así como la posmodernidad se ha tornado
compleja, y el capitalismo a partir de su nueva expresión –el neoliberalismo–
se manifiesta de miles de formas, también el collage se expresa en su manera
idiomática de manera distinta en cada latitud en que se ejerce, y como el
objeto expresivo es en parte respuesta y propuesta a ese estado de cosas desde
donde se origina, el objeto estético se expresará según como opere en aquel
medio de gestación. Por lo mismo, se aprecia en cada intervención un
pensamiento crítico del medio, el cual es contrastado como mencionaba antes,
con una dosis de proposiciones surreales, así también nos lo indica el pensador
en estas frases: “Sin duda la rebelión surrealista no es prosaica y está
concebida bajo el signo de lo maravilloso, de otra vida, pero no podemos
ignorar que lo surreal no se identifica con la imaginación pura ni con la
evasión romántica en los viajes exóticos: los signos más perturbadores deben
buscarse en las calles de París o en el Rastro, en los acercamientos insólitos
y coincidencias de lo cotidiano. El arte y la vida están aquí y ahora.” (1) Son
estas palabras de Lipovetsky, las que en cierta manera sintetizan la mirada
surrealista, una manera más compleja de afrontar la existencia, estando en permanente alerta revolucionaria,
no sólo desde el aspecto netamente político-coyuntural o del partido que
tomemos por los acontecimientos, sino que de una nueva forma de vivir o
existir, proponiendo en el devenir una alternativa que se impregne de aquello
maravilloso citado anteriormente.
Alfonso, es como mencionaba anteriormente, un recolector, pero uno que no
discrimina en su mirada, ya que absorbe todo lo que lo rodea, una suerte de
peregrino pendiente del paisaje del mundo externo, y a su vez, un explorador de
aquellos universos internos –ampliamente más extensos que el primero– que se revelan
en un ejercicio que es simultáneo, y donde aquello que se puede explicar, o que
hasta este momento se sancionaba como lo correcto, se ve confrontado con la
sabiduría que el artista extrae del conocimiento interior, aquella forma de
sentir que poseían también los pueblos mal llamados “primitivos”. Este
artista-poeta, es conocedor de esa manera de ser, que era tan característica de
nuestra historia prehispánica, y gran parte de su vida ha estado volcado a
estudiar estas antiguas culturas con las cuales se fascinó desde su edad más
temprana, porque él ha sabido conectarse con los espíritus de su geografía
centroamericana, con sus dioses antiguos, su carga mediúmnica y su potencia
mágica. En esto, Alfonso es un fiel exponente de su tiempo, como lo señalara en
alguna oportunidad Vasili Kandinsky, ya que está atento al momento histórico
que vive, su presente, con sus ciencias y sus realidades, pero sin despreciar
su parte esencial, ese acervo construido
con un rico pasado que hereda, y que es un aspecto fundamental de su formación
como persona, ya que es constituyente de su memoria celular y espiritual. Kandinsky
en ese sentido nos complementa este punto con sus dichos “Finalmente, aumenta
el número de personas que dudan de los métodos de la ciencia materialista
aplicados a la no-materia, es decir, a la materia que no alcanzan nuestros
sentidos. Y así como el arte recurre a los primitivos, ellos vuelven en busca
de ayuda a tiempos y métodos casi olvidados. Estos permanecen vivos entre
pueblos que nosotros solemos compadecer y despreciar desde la altura de
nuestros conocimientos.”(2)
Ya Alfonso, nos señala en una entrevista, que no está conforme con la
poesía que mayormente se da a conocer, pese a que hoy, existen muchos canales
donde poder exponer formas más rupturistas, porque el poeta, no puede ser o
sentir en conformidad, y debe llevar su expresión de manera honesta en cuanto a
aquello que siente, y por ende debe usar todos los elementos a su alcance que lo
interpreten verdaderamente. Hago un paréntesis en lo anterior, ya que con esto
no deseo plantear aquello de que hay una poesía más verdadera que otra, porque
pienso que toda expresión lo es, siempre y cuando el creador de tal o cual obra,
exprese su propia verdad –sea errónea o acertada– de forma honesta, porque las
verdades son diversas desde la óptica de cada individuo. En el caso de Alfonso
debemos resaltar, que existen en sus trabajos poéticos verdades más profundas
que otras expresiones poéticas, una suerte de promociones de realidades
–surrealidades más amplias que se circunscriben tanto en un pensamiento crítico– o mirada crítica en el ámbito visual–
como en el conocimiento del mundo interior. Entonces, la propuesta de él se convierte y se hace parte de aquella
belleza convulsiva que nos citara Breton hace ya casi un siglo atrás. Es por eso que la obra de Alfonso se nos
viste de esa sutil y especial belleza, la que cuando además es fruto de un azar, se hace
intrigante, y contenedora de un secreto profundo que llega para revelarse sin
freno. Pero también nos indica que todo objeto aparte de ser encontrado, es un
objeto que debe reunirse, es decir, un objeto perdido que es re-encontrado, por
lo tanto hay un grado de causalidad, que el poeta distingue en el momento del
hallazgo, el poeta entonces es un alquimista, una suerte de articulador de
voces herméticas perdidas en algún momento pretérito, y que deben asomar en el
tiempo exacto en que el poeta los decodifica en su alambique sobre el Piger Henricus, para así constatar
las constantes dialécticas a favor del objeto poético, el que se despliega ante
el observador para compartir su propia compulsión que se determina en el plano.
“En la compulsión que opera en el azar objetivo, el sujeto repite una
experiencia traumática que no recuerda, sea actual o fantasmagórica, exógena o
endógena”. (3) Esta reiteración, que nos indica Hal Foster, acontece porque es
predeterminada por aquello que se desea manifestar constantemente, empujado por
el fuero interno, que se conjuga de manera constante por su contraparte
externa, el poeta entonces, atento a estas voces interiores, las captura, las
expone, y sabe en qué momento debe armar el cómo de su arquitectura especular,
esto a partir de ciertos objetos reconocibles, que sirven de sustento para
transformarlos en zonas iconográficas que mutan hacia una condición distinta o
arcana, un ejercicio de hermetismo que se sitúa sobre un soporte que articula
signos exotéricos que dejan de serlo por una voluntad profunda y desconocida
del artista. El poeta por un instinto superior, sabe o percibe lo que busca,
pero sólo cuando se encuentra frente a la resultante –la obra– de su expresión
composicional, es que recién sabe que aquello era lo que buscaba, la idea
anterior ha muerto para dar vida a una nueva idea, una mirada distinta, que se
expresa por la expresión de una nueva nomenclatura, tal como lo expresa el
filósofo en esta frase: “En resumen, en cuanto un arte se hace autónomo, toma
un nuevo punto de partida. Entonces interesa considerar esta partida en el
espíritu de una fenomenología. Por principio, la fenomenología liquida un
pasado y se enfrenta con la novedad”. (4) Es en este anterior texto sobre lo
fenomenológico, donde se hace patente la condición sine qua non del collage
surrealista, una suma de signos que conforman un fenómeno nuevo, pero para que
éste se dé, debe existir lo que abunda en la expresión plástica-poética de
Alfonso Peña, y esto es, una impronta
propia que desborde de honestidad, ya que estos aspectos son los que determinan
que su obra y su propuesta en general tenga su propio sello, al margen de que
use un lenguaje que lleva bastante tiempo en uso como es el collage, la pintura
o el dibujo. Con el tiempo se ha visto que el collage posee márgenes infinitos
y que su caducidad como medio expresivo no existe, así podemos notarlo en más
de un siglo con los trabajos de los cubistas, la estridencia de los dadaístas,
o en Max Ernst, quién además construye el primer collage surrealista (5), al
cual sucesivamente seguirán variados expositores, cada cual con su propio
planteamiento, como el vacío circundante que nos propone Ludwig Zeller, o un Alberto
Gironella, que dispone una suerte de convivencia geométrica de una fracción de la
escena, más que articular figuras o piezas recortadas, y por último el recorte
a mano de Enrique Lechuga y que copa todos los espacios del plano. Por lo
mismo, hay tantas formas de aplicación del collage como collagistas existen o
han existido.
La obra de Alfonso Peña, se manifiesta en mayor medida, en la forma
expresiva conocida como collage, pero encasillarla solamente en esa vertiente,
sería no distinguir, otra expresión muy presente en estos trabajos suyos, como
lo son el grafismo, o la intervención de la mancha que puede actuar
interviniendo la figura –o la suma de ellas– o actuando de manera independiente
de las formas, pasando a convertirse en una zona simbólica que participa en el
plano, pero de manera próxima o periférica, sin ser parte interventora del
objeto-imagen-sumatoria, es decir, puede que la mancha, o el grafismo, sean
elementos fuera del conjunto sígnico elaborado a la manera de collage, aunque,
siendo éste elemento parte insular del todo a decodificar – teniendo su propia lectura– y que funciona como naturaleza pertinente
dentro del conjunto composicional, así, la mancha o el grafiti, tiene su propia
voluntad singular que está al servicio del conjunto grupal, ya que interfiere
con el espacio compartido, se conjuga, y se proyecta con las otras formas, así
como también con el vacío circundante –cuando lo hay o está presente– generando
información que debe ser adosada al recorte, desde una distancia que es varía
según la voluntad compositiva-instintiva. Tampoco es requisito, que estos
elementos –la mancha, el escrito, el grafismo– deban estar siempre presentes,
ya que podemos encontrarnos con collages donde estos medios están completamente
ausentes, sin embargo, se aprecia una presencia más constante, de frases
impresas o expresiones, o solamente una letra que colabora con otra expresión
–una sonoridad lingüística– al total del discurso plástico, un recurso que nos
rememora los años del Dadá, y que se nos presenta de manera más sutil en los
trabajos de Alfonso. En este sentido, la diferencia formal es evidente entre
uno y otro, porque en el caso de Alfonso, hay un componente metafórico que
aglutina de manera distinta el conjunto simbólico, llevándolo más cercano a la
línea de Lautréamont que a la de Tzara. Sin embargo, el valor semántico de los
trabajos visuales de Alfonso, están dados por la particularidad de hacer
convivir esas dos vertientes. Hay una carga de rebeldía en varias
composiciones, que nos recuerdan el planteamiento dadaísta –en lo formal– y que
además representan el rechazo del poeta por los modelos de opresión que se han
venido dando en nuestro sub-continente desde la colonización hasta nuestros días, con la presencia de un
feroz neoliberalismo político y económico, y en ese aspecto coincide con la
interpretación de los hechos dados por el mismo Tzara cuando dice: “Que grite
cada hombre: hay un gran trabajo destructivo, negativo, por cumplir. Barrer,
asear. La limpieza del individuo se afirma después del estado de locura, de
locura agresiva, completa, de un mundo dejado en manos de bandidos que desgarran
y destruyen los siglos.”(6) Pero Alfonso a esta forma de expresarse le agrega
–al igual que haría Tzara después– el sentido poético que propone, es decir lo
convierte en una poiesis que avanza
en busca de un sentido más alto y profundo, que no sólo reconoce el mal, sino
que además lo usa, lo agrega, lo ecuaciona con lo maravilloso, entonces, él
iguala esas condiciones aparentemente distintas, para develar una incógnita
nueva, y en ese sentido, se aproxima más a la poesía negra del grupo
Mandrágora, en la forma como esa exploración de lo oscuro que nos habita,
termina determinando la presencia de aquellas potencias lumínicas que también
son parte inherente de la surrealidad. Así como
Enrique Gómez-Correa, Alfonso Peña, deserta de todo, para volver y sumarse de mejor manera a ese todo, para eso debe someterse a la duda, para así flanquear la mentira, la violencia inútil o el estallido racional que convierte en sordos y esclavos a los hombres, entonces su sendero es similar al del poeta mandragórico quien definía esta experiencia de esta forma: “Yo no estaré bien ni con Dios ni con el Diablo, porque no creo en ninguno de los dos. Será, pues, necesario armar el espíritu para en el momento decisivo, transformarme en el gran DESERTOR”. (7) Así, de esta forma, ambos poetas, asumen que la única manera de revelar aquello oculto, es renunciando a todo, para posteriormente aceptar lo que sobrevive, que en cierta manera, tiene correspondencia con “las fases de la obra hermética” a las que tanto Peña, como Gómez-Correa, se han interesado e incorporado a su trabajo poético. Hay muchas composiciones de las obras de Alfonso, que son una “vía seca” hacia el conocimiento pleno y la revelación de los misterios. Estas facultades sutiles, al igual que en la forma hermética, son manifestadas según el estado espiritual del adepto, y que en este caso, en cada expresión plástica-poética desbordan de ánimo en pos del hallazgo del vellocino perdido.
Enrique Gómez-Correa, Alfonso Peña, deserta de todo, para volver y sumarse de mejor manera a ese todo, para eso debe someterse a la duda, para así flanquear la mentira, la violencia inútil o el estallido racional que convierte en sordos y esclavos a los hombres, entonces su sendero es similar al del poeta mandragórico quien definía esta experiencia de esta forma: “Yo no estaré bien ni con Dios ni con el Diablo, porque no creo en ninguno de los dos. Será, pues, necesario armar el espíritu para en el momento decisivo, transformarme en el gran DESERTOR”. (7) Así, de esta forma, ambos poetas, asumen que la única manera de revelar aquello oculto, es renunciando a todo, para posteriormente aceptar lo que sobrevive, que en cierta manera, tiene correspondencia con “las fases de la obra hermética” a las que tanto Peña, como Gómez-Correa, se han interesado e incorporado a su trabajo poético. Hay muchas composiciones de las obras de Alfonso, que son una “vía seca” hacia el conocimiento pleno y la revelación de los misterios. Estas facultades sutiles, al igual que en la forma hermética, son manifestadas según el estado espiritual del adepto, y que en este caso, en cada expresión plástica-poética desbordan de ánimo en pos del hallazgo del vellocino perdido.
Al igual que otros cultores de lo maravilloso, Alfonso, usa diversos
soportes o materialidades que sirvan de sostén –aunque estas siempre tengan su
origen en la celulosa– y vemos que un recurso puede ser una hoja de pautas
musicales impresas, o un papel antiguo, otro manchado u otro completamente
limpio y albo, el escenario basal, aparentemente también determina la organización
formal de los elementos que componen la obra poética, así como un fondo o
soporte de tales características determinará cuáles imágenes, o grafitis, o manchas
pictóricas, se distribuirán u ocuparán un tamaño y orden específico en el
plano, aunque entendiendo que esa disposición obedece además a un impulso
secreto y profundo del ser surreal.
Hay una obra en especial que está realizada sobre un bello papel de color
amarillo-rosáceo – envejecido - que posee en ciertos bordes alguna antigua
impresión que al parecer sólo fue registrado en esos extremos, al cual se le
aplicó un recorte que es pegado –adherido– y al cual se le rodea con una mancha
muy gestual que se extiende hasta una zona pintada blanca que determina cientos
de posibilidades simbólicas, este conjunto se ve enfrentado a un juego de
cruces –juego del gato o equis cero, etc.– que en cierta manera representa
estos equilibrios azar-determinación racional, ya que las piezas que la
constituyen fueron en su momento productos de un diseño racional, pero que
finalmente sucumbieron a una disposición aleatoria e irracional, siendo
interesante el muy cerebral juego de
cruces, ya que el mismo, está ahí en origen en un acto azaroso, ya que el autor
nos comunica que al parecer no había competidor, el ejecutante es uno
solamente, por lo qué no importaba si las cruces o los círculos fueron trazados
con la intención de vencer a alguien, sino que fueron plasmados para
significar, entonces cada elemento simplemente tenía que estar allí, porque el
inconsciente del poeta así lo sentía. ¿Y no es eso mismo, la vida toda una suma
de impresiones que vamos armando? fragmentos que se cruzan dentro del azar
vital, escenas y signos de las cuales podemos saber que son en su
particularidad, pero que en su sumatoria, no sabemos qué significan. El “porqué”
de la vida, sigue siendo un misterio, un gran collage que se extiende en todas
direcciones, que dependiendo de quién y cada cual, existirá una oportunidad para poder interpretarlo, y quizás el uso de
la razón no nos alcance para aquello, y sólo tengamos que sentirlo, lo que para
algunos, es la mejor manera de adentrarse en el saber, y encontrar el logos que espera para ser aprehendido.
Un ojo reptílico avizora en un plano sumergido en una surte de miasma –u
oscuridad poética que alumbra– el animal o su fragmento que deja ver su sentido
ocular, vigila, la escena superior, saturado de imágenes y recortes de palabras
que asedian la imagen central, coercionando su significado, se suman a esta
interferencia, trazos y manchas que dotan de mayor dramatismo a la composición.
En este aspecto, el dibujo –parcial– cuidado del reptil, aparentemente de un
caimán o yacaré, le da un tono y forma, en que el autor desea que lo
percibamos, y es interesante como se funden en un mismo plano dos tonos
disonantes en la pintura que se conjuga con el resto del collage, en una hay un
ritmo o tempo reposado, y en el otro uno
que se acelera a medida que se asciende por el plano, donde se desata un mancha
de forma libre, veloz y espontánea, casi eruptiva, que dota al todo de un
lenguaje que por oposición da ciertas pistas al sentir y contemplarla, entonces
el ojo interior del espectador, intuye, así como el ojo calmo del reptil, pues
es allí donde el artista nos ha invitado a iniciar nuestra mirada, es el punto
de partida, para recorrer esta sonata sostenida sobre un gran contrapunto. En
este sentido, Alfonso también recurrirá a este uso tan particular de la
expresión de la mancha –en lo que aparece como pintura y no collage en su obra–.
Una cabeza con un rostro melancólico, también se ve rodeado de manchas que son
torbellinos, acá también se dan estas oposiciones pictóricas, que dialogan con recortes para darle al todo
un simbolismo más profundo, que no sólo contenga la suma aleatoria de los
impresos encontrados y recortados, sino que además, contenga la presencia de
pintura de figuración, que se verán alterada por la presencia de manchas
sueltas y dispuestas en diversas o variadas velocidades de ejecución, de forma
de ejecutar un mapa con muchas zonas o capas del inconsciente, desde donde la
puerta de entrada es una pista o fragmento de lo reconocible. Áreas más grandes
o pequeñas, donde se instala la mancha a ejecutar una música distinta, son las
que operan de forma eficiente y pertinente con el todo compositivo, aunque
pareciesen no tener relación con el resto, el ojo intuitivo se encarga de
ordenar esta sinfonía que en principio no tenía sentido alguno. Pero para el
autor todo tiene un propósito surreal, pese a las apariencias, siempre
encontraremos una “imagen guía” que sirva de faro, para no encallar y
desalentarnos, al igual que las palabras del poeta que nos interpelaban al
decirnos: “Quiera el cielo que el lector, envalentonado y momentáneamente
vuelto tan feroz como lo que lee, encuentre, sin desorientarse, su abrupto y
salvaje camino a través de la ciénaga desolada de estas páginas sombrías y
llenas de veneno” (8).
NOTAS
1 - Gilles Lipovetsky, La
era del vacío, Editorial Anagrama, undécima edición, Barcelona, España, 2012
2 - Vasili Kandinsky, De lo
espiritual en el arte, Premia Editora S.A., México, 1989.
3 - Hal Foster, Belleza
Compulsiva, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2008.
4 - Gastón Bachelard, La
poética del espacio, Fondo de la Cultura Económica Editores, Buenos Aires,
2000.
5 - El Ruiseñor Chino,
collage de 1920.
6 - Tristan Tzara, Siete
manifiestos Dadá, Editorial Así hablaba Libros, Santiago, Chile, 2015
7 - Enrique Gómez-Correa,
Revista Polémica Nº 3, Santiago de Chile, 1953.
8 - Lautréamont, Cantos de
Maldoror, 2ª. Edición, Editoria Pre-Textos, Valencia, España, 2004.
Organização a cargo de Floriano Martins © 2016
ARC Edições
Artista convidado: Fred Svendsen (Brasil,
1960)
Agradecimentos:
Amirah Gazel
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de séries
especiais da Agulha Revista de Cultura, assim estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC
FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO,
I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA
HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO,
II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC
FASE I (1999-2009)
10 AGULHA HISPÂNICA
(2010-2011)
A Agulha Revista de Cultura teve
em sua primeira fase a coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio
Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011
restringiu seu ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha
Hispânica, sob a coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012
retoma seu projeto original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano
Martins e Márcio Simões.
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