sexta-feira, 21 de maio de 2021

AGULHA REVISTA DE CULTURA # 171 – maio de 2021

  

• EDITORIAL – PARTITURA DO MARAVILHOSO: COSTA RICA

 


Seguimos com a série “Partitura do maravilhoso”, dedicada aos 19 países hispano-americanos, com a singularidade de que são números preparados por um convidado nosso em cada país. Desta vez, publicamos uma ampla leitura da cultura e das artes na Costa Rica, preparada pelo poeta, ensaísta e editor Adriano Corrales Arias. Sugerimos ainda aos nossos leitores que visitem, comentem e divulguem três outros projetos nossos: Conexão Hispânica, Escritura Conquistada e Atlas Lírico da América Hispânica, este último uma produção da revista Acrobata. 

Os Editores

 




ADRIANO CORRALES ARIAS | Avatares de Costa Rica

 

Costa Rica es un país centroamericano de apenas 51.100 kilómetros cuadrados de superficie terrestre. Sin embargo, posee 572.877 kilómetros cuadrados de superficie marina. Bajo esa extensa cantidad de mar se encuentran varios montes submarinos y la cordillera volcánica más larga del país, la Cordillera Submarina del Coco, con una extensión aproximada de 800 km. La mayoría de la población costarricense sabe que el Cerro Chirripó es el punto más alto del territorio (3.821 metros sobre el nivel del mar), pero pocos saben que el punto más profundo se localiza cerca de la Península de Santa Elena, en el Pacífico, al noroeste del país, con alrededor de 4.500 metros de profundidad. En su área marina, Costa Rica limita con cuatro países: Nicaragua, Panamá, Ecuador y Colombia, y alberga un 3,5 % de la biodiversidad marina mundial, lo que la convierte en una suerte de “joya azul”.

El nombre “Costa Rica” apareció por primera vez en una cédula real fechada el 17 de diciembre de 1539, enviada a la Audiencia de Panamá en 1543, en la que el rey español Carlos V le otorga un permiso especial a Diego Gutiérrez y Toledo para que realice la conquista y colonización del territorio costarricense, que en adelante se denominó “Nuevo Cartago y Costa Rica”. Acerca del porqué de este término, se han planteado dos hipótesis. La primera y más difundida se encuentra en el arribo colombino al país. Cristóbal Colón llegó al territorio costarricense el 25 de septiembre de 1502, en su cuarto viaje. Impresionado por la abundancia de la joyería y por los adornos de oro de los indígenas, pensó que en estas tierras existían muchas riquezas y las denominó con ese apelativo.

La segunda hipótesis fue propuesta por el músico, compositor e investigador de las culturas populares Dionisio Cabal Antillón, para quien Costa Rica es la castellanización de una palabra indígena de origen huetar (a la llegada de los españoles, el grupo autóctono más numeroso del país) con que este pueblo designaba al país o a un asentamiento importante dentro de él. Según Cabal, Costa Rica derivaría de un “huetarismo”, posiblemente Coquerrica, Coquerrique o Cotaquerrique, que los españoles simplificaron bajo el término Costarrica, pronunciando de esa forma el nombre que los indígenas ya daban a su propio país. Esta hipótesis se considera poco probable pues no posee fundamentos lingüísticos o históricos que la avalen.


Con motivo del bicentenario de la “independencia nacional”, nos dimos a la tarea de organizar un ciclo de conferencias sobre la cultura costarricense en el marco de estas efemérides. Coordinado por quien escribe desde la “Cátedra de Estudios Culturales Luis Ferrero Acosta” del Instituto Tecnológico de Costa Rica en San José, y con la extraordinaria colaboración del Sistema Nacional de Bibliotecas, en específico de la Biblioteca Nacional en la persona de su directora, la señora Laura Rodríguez Amador, invitamos a una serie de intelectuales costarricenses a dictar sendas conferencias en el ámbito de sus estudios y especialidades.

El grueso de este “dossier” está conformado por dichas conferencias, aunque el ciclo todavía se encuentra en desarrollo. Invitamos, además, a un estimable historiador, analista y activista político, a un reconocido compositor, músico y musicólogo, incluimos una entrevista con un sui generis escritor y uno de los ensayos más polémicos sobre la “identidad nacional” escrito por una grande y trágica narradora. Así, enriquecimos el panorama desde la visión histórica, los avatares literarios, el desarrollo de la ciencia, el despliegue de las artes visuales, la discusión acerca de una “música e identidad nacional” y la visión filosófica en la construcción de un país imaginario para algunos y para muchos una dura realidad, sobre todo en los tiempos que corren.

Contamos con la participación delsico y compositor Alejandro Cardona, del filósofo Alexander Jiménez Matarrita, del filólogo poeta y ensayista Carlos Francisco Monge, del filósofo Jorge Prendas Solano, del científico José María Gutiérrrez, del crítico de arte Juan Carlos Flores y del historiador Vladimir de la Cruz. El primero nos ilustra con La música costarricense: ¿hecho o proceso?; el segundo con “Un país en un libro, un libro en un país”; el tercero con Avatares de la literatura costarricense”; el cuarto con una Conversación con Celso Romano”, seudónimo del novelista y aforista Francisco Rodríguez Barrientos; el quinto con el “Devenir de la ciencia en Costa Rica”; el sexto con Del grito al mito. Aproximación crítica a las artes visuales en el marco del bicentenario de Costa Rica”; y el sétimo con “La marcha de una democracia bicentenaria”. Debo indicar que, tomándome la libertad como coordinador y responsable de esta publicación, decidí incluir un ensayo propio (revisado y ampliado) denominado “¿Cuán diferente es Costa Rica? ¿Somos los costarricense “ticos” excepcionales?”

Finalmente se incluye uno de los ensayos más polémicos en su época de la notable y trágica narradora Yolanda Oremuno Unger, “El ambiente tico y lo mitos tropicales”, así como una semblanza de la artista Leda Astorga Mora (1957), escultora, pintora y dibujante, cuya producción es una clara representación de la variopinta y diversa producción visual contemporánea. Recordemos que inicialmente su propuesta escultórica polícroma, sarcástica, tierna, humorística y pletórica de formas, fue censurada y criticada con acidez por la academia y por algunos sectores conservadores. Parte de su obra ilumina magistralmente esta edición.

Agradezco al editor de Agulha Revista de Cultura, Floriano Martins, por su generosidad y por su notable trabajo en favor de la difusión de la cultura hispanoamericana. Lo mismo para los diferentes autores que participan en este número especial. Sin ellos no hubiera sido posible.

 



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• ÍNDICE

 

ADRIANO CORRALES ARIAS | ¿cuán diferente es Costa Rica? ¿somos los costarricenses “ticos” excepcionales?

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/05/adriano-corrales-arias-cuan-diferente.html

 

ADRIANO CORRALES ARIAS | Leda Astorga Mora, una artista polifónica

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/05/adriano-corrales-arias-leda-astorga.html

 

ALEJANDRO CARDONA | La música costarricense: ¿hecho o proceso?

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/05/alejandro-cardona-la-musica.html

 

ALEXANDER JIMÉNEZ MATARRITA | Un país en un libro, un libro en un país

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/05/alexander-jimenez-matarrita-un-pais-en.html

 

CARLOS FRANCISCO MONGE | Avatares de la literatura costarricense

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/05/carlos-francisco-monge-avatares-de-la.html

 

JORGE PRENDAS-SOLANO | Conversación con Celso Romano

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/05/jorge-prendas-solano-conversacion-con.html

 

JOSÉ MARÍA GUTIÉRREZ | Devenir de la ciencia en Costa Rica

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/05/jose-maria-gutierrez-devenir-de-la.html

 

JUAN CARLOS FLORES ZÚÑIGA | Del grito al mito. Aproximación crítica a las artes visuales en el marco del bicentenario de Costa Rica

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/05/juan-carlos-flores-zuniga-del-grito-al.html

 

VLADIMIR DE LA CRUZ | La marcha de una democracia bicentenaria

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/05/vladimir-de-la-cruz-la-marcha-de-una.html

 

YOLANDA OREAMUNO | El ambiente tico y los mitos tropicales

https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2021/05/yolanda-oreamuno-el-ambiente-tico-y-los.html 

 

 

Leda Astorga




 


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Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO

Número 171 | maio de 2021

Artista convidada: Leda Astorga (Costa Rica, 1957)

Curador convidado: Adriano Corrales Arias

editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com

logo & design | FLORIANO MARTINS

revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES

ARC Edições © 2021

 

Visitem também:

Atlas Lírico da América Hispânica

Conexão Hispânica

Escritura Conquistada

 




 

YOLANDA OREAMUNO | El ambiente tico y los mitos tropicales

 


Para don Joaquín, que ha

sufrido con decoro todo esto.

 

Si usted es extranjero y llega a Costa Rica, hay desde el muelle de entrada un gran culpable que se cierne sobre el país y al que se le achaca todo lo malo que sucede… y que sucede mucho: es el “ambiente”. Las culpas, hasta la estación de San José, son relativamente pequeñas: la lentitud de los mozos, lo sucio de la comida, las frecuentes paradas en las estaciones rurales, los precios y la atención. Pero eso, en realidad, no justifica la negra reputación que tiene “el ambiente”.

Solo se descubren sus verdaderos y grandes pecados cuando el extranjero inquieto, ya un poco familiarizado, se atreve a buscar la parada de la calle central para un poco de charla bajo el Diario de Costa Rica, o si ya más experto, nos busca a los “intelectuales” para un platique de ribetes literarios. Entonces sí. Soltamos todo. Aparecen y menudean los delitos y nosotros, nuestra inercia y nuestra incapacidad, quedan ampliamente justificados. La culpa la tiene el “ambiente”.

Esa palabra vaga e imprecisa adquiere en Costa Rica, (no sé si en el resto de América) una significación diferente de la que le dan el diccionario, la terminología corriente o las necesidades diarias. El ambiente puede ser: azul en el Mediterráneo, agitado y violento en los Estados Unidos, colorista en México, sadista en Turquía, rococó en el Japón (que por culpa de la propaganda es actualmente el heredero legítimo del bastardo rococó). En Costa Rica es negro.

Yo entiendo por ambiente, en términos generales, la atmósfera vaga pero definitiva que van haciendo las costumbres familiares, el vocabulario de todos los días, la política local, el modo de vivir y la manera de pensar (que frecuentemente son antípodas). Pero no niego la realidad de su influencia ni su vasto radio de acción.

En Costa Rica esas acepciones no valen. “El ambiente” es una cosa muy grande, muy poderosa y muy odiada que no deja hacer nada, que enturbia las mejores intenciones, que tuerce la vocación de las gentes, que aborta las grandes ideas antes de su concepción y que nos mantiene mano sobre mano esperando siempre algo sensacional que venga a barrer esa sombra tenebrosa y fatídica.

Pero si queremos ser realmente honrados y consecuentes con nuestro objetivismo, debemos reconocer que esa posición de cómodo estatismo es nuestra culpa, que “el ambiente” lo llevamos dentro de nosotros mismos y que somos nosotros los que lo hacemos, lo especulamos y lo mantenemos. No niega lo anterior, que haya una especie de influencia, en cualquier momento superable, que viene desde la mediocridad de la cuna, la mediocridad de nuestra economía y de nuestra política. Lo que yo niego es que el término sea justo y que los cargos estén bien enrostrados.

Dos son los cargos que, con caracteres de enfermedad nacional, sí merecen un estudio serio: la ausencia casi absoluta de espíritu de lucha, y la deliberada indiferencia hacia cualquier peligroso valor que en un momento dado conmueva o pueda conmover nuestro quietismo.

El espíritu antiagresivo se manifiesta en un miedo campesino a lo grande y en un gusto esporádico por lo pequeño; la deliberada ignorancia actúa con un simple procedimiento eliminativo, no de los malos para dejar al eficiente, sino de los peligrosos eficientes para dejar al apócrifo e inofensivo.


La culpa de todo esto viene de viejo… Nuestro pueblo no se ha hecho a sí propio: la civilización le vino como un regalo y la cultura continúa llegando como un producto de importación que todavía sufre impuestos prohibitivos. Heredamos la civilización europea como un capital que manos extrañas hicieron, manos extrañas que vinieron en plan explotación, nunca con la intención de afincar, y que si afincaron fue como parásitos porque no había mucho que explorar. En vez de ser una expoliación rápida de amplios rendimientos, nuestra conquista fue un lento negocio burgués a largo plazo y con poco capital. Nos han quedado como lacras la ausencia total de sangre corajuda que dejaron regada en otras tierras los audaces españoles de látigo y espada y la mediocridad del negocio pequeño, sin peligros y sin grandes ganancias. Con un poco de cosquilleo morboso nos lanzamos siempre apoyados en la timidez y la posibilidad de volver atrás, hacia lo viable que no presenta grandes riesgos; conseguimos no sin algunas dificultades estar la moda, pero lo estamos. Cometemos todos los días infinitesimales pecados que se corrigen con un más pequeño arrepentimiento y con una recaída en otro pequeño pecado a la moda. La reincidencia constante no empaña nuestra inmaculada honradez, y podemos usar voz tonante para acusar los grandes pecados de grandes países, que no padecemos.

Hasta el paisaje es cómplice de nuestra sicología. Se acabaron al norte los grandes acantilados en donde el agua puja mugiente todos los días, los inmensos desiertos arenosos y hostiles, los pavorosos fríos; y hasta la inclemencia tropical, no nos pertenece del todo. Nuestro paisaje, es un cromo. Un cromo delicadamente lindo. La casita se recuesta aperezada en el potrero, el maizal o el cafetal; es limpia como un ajito; el árbol está siempre verde, y no hay ni molestos deslindes entre verano e invierno, que nos hagan pensar seriamente en climatología. No sufrimos pavorosas sequías ni inmensas inundaciones. Las montañas son siempre desesperadamente azules: octubre y enero son jugosos en humus fertilizantes; hay tierra bastante (y bastante mal repartida) sin que este paréntesis afecte en forma seria nuestra beatífica tranquilidad. La casita pintada de blanco, con las tejas muy rojas, y una franja azul furioso a la altura de las ventanas, continúa suavemente aperezada en un romántico amor interminable con el campo siempre verde y el arroyo nunca seco. El concepto de lo grandioso, de lo inmenso, la sensación de pavor primitivo, mueren con el paisaje desmesurado muy al norte y aquí, en cambio, el miedo salvaje se convierte en simple precaución. Solo más al sur, en cambio, ya en la costa peruana, recuerdo que comienza nuevamente la sensación de aridez, de impotencia ante la naturaleza, de lucha recia y viril con lo imprevisto.

Esta no necesidad de lucha trae como consecuencia un deseo de no provocarla, de rehuirla. Preferimos no hacer frente: abstencionismo. Al que pretende levantar demasiado la cabeza sobre el nivel general, no se le corta. ¡No…! Le bajan suavemente el suelo que pisa, y despacio, sin violencia, se le coloca a la altura conveniente. Si usted escribe hoy un artículo fuerte y asusta con ello a la crítica, y es tan necio para mantener el tono en el siguiente, si ayer apareció en la primera página de los diarios a grandes titulares, mañana aparecerá delicadamente colocado en la página literaria, pasado mañana en la sección deportiva, y si prosigue, llegará a ocupar un sitio en la página social… Rápidamente, sin pleito ni molestias, usted está silenciado. Ni el sensacionalismo periodístico nos gusta. Costa Rica acogedora recibe con los brazos abiertos a los emigrados políticos de toda América, a las víctimas de “x” o “z” tiranía. Los periodistas le hacen una visita, le toman el pulso, y si ven que el señor insiste en su innata rebeldía, se le ignora suavemente, y suavemente también pasa al anonimato definitivo. Grandes figuras políticas, literarias, revolucionarias y demagógicas han pasado tiempos de destierro en Costa Rica, y de su estada no existe más que el nombre en las listas de inmigración.

Además de la ignorancia deliberada y entrenada (diría yo), conocemos las sutiles vertebraciones del choteo. El choteo es un arma blanca, ¡blanca como una camelia!, que se puede portar sin licencia y se puede esgrimir sin responsabilidad. Tiene finísimos ribetes líricos, de agudo ingenio; sirve para demostrar habilidad, para aparecer perito, para ser oportuno, filosófico y erudito. Afecta características distintas: es empirismo sociológico, y empirismo freudiano. Además, contra tan fina y elegante arma no hay defensa. Usted la encuentra esperándole en la boca de su mejor amigo, en la mano de su colaborador, en el periódico matutino y en el vespertino; en todas partes. Y lo que es más: usted es corajudo, sutil y llama “al pan, pan y al vino, vino” si la sabe usar con acierto. Tiene la ventaja indudable de que usted no necesita respetar a nada ni a nadie, y que no se requiere mayor profundidad para su ejercido. Creo que es el único tecnicismo verdadero de que podemos alardear y sus “profesionales”, los solos expertos en que abundamos.


Al llegar a este mundo, nos encontramos con los “mitos tropicales”. Costa Rica, la desgraciada Costa Rica violada por las agencias de turismo, tiene tres cosas importantes: mujeres bonitas, color y demoperfectocracia, en estricto orden propagandístico. La belleza de las mujeres gira proliferándose en la imaginación del turista Kodak: bellas piernas, ojos negros, cuerpos morenos, bocas deliciosas… El color o color local comprende: negros con la piel tirante y sudosa, doblados inverosímilmente sobre los surcos abiertos, indios que practican extraños ritos criollo-medievales, sol permanente, cero lluvia (es lo mismo que lluvia bajo cero), y palmeras, muchas palmeras, tantas y tan visibles, que sean un objetivo fácil hasta para el más inexperto de los fotógrafos amateur. La demoperfectocracia es un poco más complicada y sutil: el presidente se pasea sin guardia por las calles, da la mano a cualquier ciudadano anónimo y concede reportajes a los periódicos todos los días, sin que por ello los periódicos se vean obligados a hacer tirajes especiales.

Desmintiendo a las agendas de turismo y a los creadores de esos lucrativos “mitos tropicales”, yo diré la verdad a los extraños: en Costa Rica las mujeres son bonitas, demasiado bonitas (puede continuarse usando para la propaganda); indios, hay unos tres mil que viven en el interior de la República, no conservan ritos exóticos y, aunque algunos hablan dialecto, todos hablan español; llueve nueve meses al año de la manera más desesperante del mundo (lo cual está reñido, como se podrá ver con el sol permanente y “la eterna primavera”) hay calor en la costa en abundancia y los paisajes se prestan para pintores, postales a la familia y para las solteronas soñadoras (puede seguirse usando para la propaganda con las correcciones señaladas); democracia perfecta no tenemos ni hemos tenido nunca (no puede usarse de todo punto para la propaganda).

Sin entrar en un análisis más profundo de nuestra democracia “tica” (que es bien distinta de la democracia en sí), quiero anotar que existen dos conceptos antagónicos de democracia, como también dos formas de vivirla. La democracia activa, en movimiento, en evolución, y la democracia pasiva en la Carta fundamental de la República. Nosotros tenemos la segunda. Hay asimismo dos formas de vivirla; una (para nosotros hasta la fecha en futuro), al ponerla en práctica con todo el mundo, sin distingos de categorías sociales, económicas o políticas, y la otra autoaplicada sin razonamiento. Vivimos la segunda y cantamos la primera en el Himno Nacional. Con el agravante que frecuentemente procedemos como si viviéramos en una democracia efectiva, actuando con la libertad que esto significa y cuando tal hacemos, recibimos una discreta llamada de atención que nos pone a dudar de la Carta fundamental de la República.

Este proceder degenera en una visible mala educación y en una absoluta o casi absoluta falta de responsabilidad. Actuamos para nosotros mismos y muy a menudo no tenemos ni la primaria idea simplista de la projimidad; falta de cohesión, nexo sufrido y trabajado; falta colectividad. El representante máximo de esta tendencia nefasta es un tipo que se podría llamar “talento local”. El “talento local” se prodiga, discute en los corrillos, siempre está en secretos y nunca probados contactos con las fuentes oficiales de noticias políticas, es sabelotodo, especulador y chismoso. Está un poco en la frente de casi todos nuestros grandes políticos y un mucho en el alma del tipo popular. Sería inofensivo, si no le faltase, como antes anotara, el simplista sentido de projimidad y si no adoleciera de la falta de considerar nuestro mundillo, nuestra política y nuestra economía, centros aislados del resto del universo, entidades aparte flotantes en el éter, y si no llevara su virus hasta contaminar esa política, ese mundo y esa economía que empequeñece.


Contra todo esto, la reacción viene, se siente pujar incierta y tomando rumbos a veces pueriles. Tratamos ya de encauzar nuestra vitalidad muda, a-selectiva, pero no muerta, y salta el músculo vital adormecido por los primeros caminos vírgenes y fáciles. De ahí la rebusca del folclor. Nos descubrimos con deleite atavismos raciales, con la misma fruición que una niña de catorce años ve sus pechos crecer; el cancionero típico revienta como un pájaro enjaulado, copiando a ratos cantos ajenos; se cierran las puertas, tenazmente a la salida furtiva de los cacharros indígenas; se comienza a estudiar el regocijo del pueblo (sin preocuparse mucho todavía por su dolor); se respeta más el vocabulario campesino y arrumbamos empezando a andar.

Por ese camino de lucha contra nuestra inercia patológica o adquirida, se hace esta fácilmente superable; por la sensibilidad abierta y simplista, se adquiere la veracidad del paisaje, y allí en el paisaje y en el hombre en conjunción de dolor y movimiento, lo autóctono nos llama. Es un camino. Hay muchos abiertos en perspectiva.

Los errores, los pecados evolutivos e inevitables de todo paso adelante aterran nuestra no-agresividad y el puritano que llevamos dentro, se estremece ante el pecado capital, el pecado fundamental y decisivo de la entrega al futuro. Los países no nacen con pecados originales como los hombres, pero los han de cometer para ir adelante. Costa Rica descubre su pubertad, su sexo virgen tiembla y el futuro la llama para convertirla en una pecadora, auténtica y original.

 

NOTA

Recuperado de: Repertorio americano, 18 marzo. 1939: 169.

Yolanda Oreamuno es una de las más importantes escritoras costarricense del siglo XX. Con solo dieciséis años, en 1932, publicó un ensayo titulado “¿Puede tener la mujer los mismos derechos políticos que el hombre?”. El gran salto en su escritura y en el reconocimiento póstumo se fragua en 1948 con la publicación de “La ruta de la evasión”, novela parteaguas por lo inédito en su técnica narrativa (discurso indirecto libre y monólogo interior) y en su temática (la violencia doméstica y el patriarcado) que la distancia del realismo social de sus contemporáneos. Yolanda sólo pudo ver publicada en vida esa novela con la que ganó el Premio Literario Centroamericano 15 de septiembre en Guatemala. Anteriormente, había enviado a otro concurso, patrocinado por una prestigiosa editorial usamericana, su novela “Por tierra firme”. El jurado quiso compartir el premio con otros dos escritores y ella se negó. El manuscrito se extravió o ella lo destruyó; como no tenía suficiente dinero para pagar copias, enviaba los originales. Además de algunos cuentos, ensayos y cartas, se estima que se perdieron dos novelas (quizás vilmente plagiadas), una crónica de viajes y una autobiografía. Una de esas novelas, “Dos tormentas y una aurora”, pudo ser publicada por la Editorial Leyenda de México, pero Alfonso Reyes, quien había prometido escribir una carta/prólogo, luego se retractó. Según la misma Yolanda el polígrafo mexicano “le falló en pleno como amigo”, por ello prefirió no publicarla. Su obra estaba atravesada por una preocupación política que involucraba una mirada sobre las cuestiones de género y los problemas en la educación. En solo cuarenta años de vida Yolanda Oreamuno Unger, misteriosa y prolífica, dejó una marca fundamental para la segunda mitad del siglo XX y para nuestros oscuros días, a pesar de la dolorosa pérdida del grueso de su obra. 




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Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO

Número 171 | maio de 2021

Artista convidada: Leda Astorga (Costa Rica, 1957)

Curador convidado: Adriano Corrales Arias

editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com

logo & design | FLORIANO MARTINS

revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES

ARC Edições © 2021

 

Visitem também:

Atlas Lírico da América Hispânica

Conexão Hispânica

Escritura Conquistada

 




 

VLADIMIR DE LA CRUZ | La marcha de una democracia bicentenaria

 


La democracia costarricense es una forma de vida desarrollada desde los albores de la Independencia, el 29 de octubre de 1821, la fecha costarricense de su Declaración, que se originó con el detonante en Centroamérica con la Declaratoria de Independencia de Guatemala, el 15 de setiembre de 1821, la sede de la Capitanía General y del Reino de Guatemala, que hizo que El Salvador se pronunciara por la Independencia el 21 de setiembre y, Nicaragua y Honduras el 28 de setiembre.

Desde 1821 hasta 1823 el inicio de la Independencia condujo, en Costa Rica, al establecimiento de Gobiernos provisionales, transitorios, Junta de Legados y Juntas Superiores Gubernativas, hasta que de nuevo, en un afán de reconstruir la unidad política que se tenía de la región antes de la Independencia, se encaminaron estas comunidades, en 1823, y luego en 1824, a fundar las Provincias Unidas de Centroamérica, y la República Federal de Centroamérica, que bajo un modelo federal las agrupó, gestando al interior de cada una de ellas el nacimiento de Estados, con sus particulares órganos de Poder y Constituciones Políticas.

En Costa Rica la Junta de Legados, de mediados de noviembre de 1821, estableció una Comisión redactora de una Constitución, que se aprobó el 1 de diciembre de 1821, “Pacto Social Fundamental Interino de Costa Rica o Pacto de Concordia”, la primera de la región en época independiente, siguiendo los lineamientos clásicos de los contractualistas y de la propia Constitución de Cádiz de 1812.

Al mismo tiempo se evidenció desde el origen mismo de la Independencia la autonomía y separación real que vivían estos Estados, desde finales de la colonia, por múltiples razones, que hicieron que a partir de 1837 el modelo de la República Federal de Centroamérica se desintegrara, a pesar de los esfuerzos que hiciera en 1842, Francisco Morazán, desde su llegada al Poder en Costa Rica, por pocos meses.

Los mecanismos inmediatos que siguieron a la Independencia para el desarrollo del Estado y la vida independiente, además de declarar abolida la esclavitud en Centroamérica en 1824, pasó, en el caso costarricense, por la llegada al Gobierno, desde 1824 hasta 1833, del Primer Jefe de Estado, educador de formación, que impulsó la educación tempranamente de niños y de niñas, encomendándole esta tarea a las municipalidades en gestación. Desde entonces Costa Rica, a diferencia de los restantes países, o estados centroamericanos, apostó a la educación popular, fortaleciéndola de distintas maneras con el correr de los años, hasta hoy, lo que sigue siendo una distinción en la región.


La ausencia de una lucha militar por la Independencia no impulsó, en Costa Rica, estructuras militares ni caudillos surgidos de estas luchas que se impusieran en el Poder. Tampoco la lucha militar fue necesaria porque no había una fuerza militar colonial que derrotar. El Ejército como institución se desarrolló especialmente a partir de 1835, y alcanzó su mayor esplendidez en la lucha nacional libertadora contra la presencia de los filibusteros norteamericanos, encabezados por William Walker, que se había establecido en Nicaragua en 1855, donde aprovechando contradicciones políticas en ese país, se impuso y hasta estableció la esclavitud, que quería expander a toda la región, motivo por el cual el Gobierno de Costa Rica, jefeado por Juan Rafael Mora Porras decidió avanzar sobre Nicaragua para acabar con esa usurpación del poder por Walker y para evitar su llegada a Costa Rica, como para asegurar la Independencia existente, que lo hizo a finales de marzo de 1856, cuando invadió el territorio nacional y fue derrotado el 20 de marzo. A partir de ese momento dos nuevas derrotas, el 10 de abril, en Sardinal, territorio costarricense y el 11 de abril, en la ciudad de Rivas, en Nicaragua, produjeron la derrota de los filibusteros, interrumpida, en toda la línea, en ese momento, por la peste del cólera que se desató, lo que obligó a suspender las acciones militares hasta que de nuevo, en el segundo semestre de 1856, continuaron los combates, con mayor presencia de los ejércitos centroamericanos que se sumaron al costarricense, hasta que en 1857, el 1 de mayo, William Walker se rindió y fue expulsado de Centroamérica. En 1860 intentó de nuevo invadir Centroamérica, y apoyándose en los intereses británicos en la región llegó a Honduras donde fue capturado y fusilado.

Las contradicciones internas por el Poder en Costa Rica produjeron la caída del gobierno del Presidente Mora Porras y, en 1860, ante un intento de recuperarlo fue detenido y ejecutado, con otro de los héroes de la lucha contra los filibusteros, el General José María Cañas, de origen salvadoreño y cuñado suyo. Los siguientes diez años se impusieron dos militares, Máximo Blanco y Lorenzo Salazar, detrás de los mandatarios civiles, anulando el recuerdo de la Campaña Nacional contra los filibusteros y la imagen de los conductores de la Guerra, los Mora, Juan Rafael y su hermano, el General Joaquín Mora, y el propio General Cañas.


En 1869 el Presidente Jesús Jiménez limitó el poder de estos militares, impuso la educación primaria obligatoria, gratuita y costeada por el Estado, afirmando una vez más esta vocación democrática apoyada en la educación. En 1871, bajo el gobierno del General Tomás Guardia Gutiérrez, cuyo gabinete era de civiles, se aprobó el Código Militar estableció controles civiles y políticos sobre el Ejército y el aparato militar. Desde entonces se impulsaron políticas para ir debilitando al Ejército, sus militares y reforzando el aparato educativo, con nuevas reformas de educación publica a partir de 1885. En 1877 el General Guardia desaplicó la pena de muerte, y en 1882, la abolió proclamando del Derecho a vida con rango constitucional, elemento que también distinguió a Costa Rica en la Región y desde entonces en el mundo, entre los pocos países que entonces la había eliminado como castigo supremo.

Respecto al Ejército a principios del siglo XX se hizo una modificación al Escudo Nacional eliminándole dos cañones que estaban en su base, afirmando de esa manera este “civilismo” en marcha que había de la institucionalidad costarricense. Con el breve golpe de estado, de 1917 a 1919, el Ejército se volvió a fortalecer, pero caída la dictadura, por acción popular, de nuevo el Ejército se debilitó hasta, que, en la década de 1940, resultado de la guerra civil de marzo y abril de 1948, se impuso un gobierno de facto, jefeado por José Figueres Ferrer, quien gobernó hasta 1949, y tomó la decisión en diciembre de 1948 de abolir el Ejército como una institución permanente del Estado costarricense. Desde entonces ningún costarricense sabe lo que es el Ejército como institución, ni sus militares, ni son convocados a ejercicios militares o a incorporarse al ejército, por circunscripción, conscripción, alistamiento o servicio militar obligatorio militar, como parte de su formación ciudadana. Desde la abolición constitucional del Ejército, Costa Rica no puede participar en eventos militares, ni campañas militares, ni guerras ajenas. Esto ha sido confirmado por la Corte Suprema de Justicia, cuya Sala Constitucional estableció que tampoco puede dar apoyos a actos de guerra de otras naciones o Estados.

Las contradicciones generadas del mismo proceso productivo y del desarrollo económico del siglo XIX, hicieron surgir grupos económicos y clases sociales en formación, que de distinta manera se enfrentaron por la lucha del control político nacional, originando 10 Constituciones Políticas hasta 1871. A partir de esta Constitución que desarrolló un régimen presidencialista fuerte, y por los vínculos con el mercado europeo e internacional, a partir de 1849, con las exportaciones de café, se logró mayor estabilidad política y gobiernos estables de duración cuatrienal.

Los procesos electorales fueron la principal fuente de poder. Con limitaciones en el ejercicio del sufragio se fue formando la democracia electoral costarricense. Desde 1890 con el surgimiento de partidos políticos se impuso la llegada a órganos de elección popular solo a través de partidos políticos. La elección directa se impuso sobre la de segundo grado en 1913, la elección secreta sobre la pública se impuso en 1924 y la elección universal, con el reconocimiento de voto a la mujer, se logró en 1949. En 1974 se bajó la ciudadanía de los 21 años a los 18.

Un elemento distintivo de la sociedad costarricense, respecto a la centroamericana, fue el desarrollo de libertades ciudadanas y políticas, y de derechos ciudadanos y Derechos Humanos, junto con Garantías Sociales, de rango constitucional desde el inicio constitucional en el siglo XIX hasta hoy. Del mismo modo un aparato electoral, el Tribunal Supremo de Elecciones, con rango de Poder Estatal, independiente, alejado del control de los gobernantes, desde 1949, afirman la democracia nacional, le generan confianza institucional y popular a los resultados electorales, y al acatamiento popular de esos resultados.


Educación, elecciones por medio de partidos políticos, ejercicio político electoral como práctica de la vida ciudadana marcaron la diferencia también con el resto de los países centroamericanos, donde predominaron dictadores, tiranos y militares autoritarios en ejercicio del Poder. A finales del siglo XIX el Presidente Barrios de Guatemala intentó sin éxito formar de nuevo la República Federal. Intentos unionistas vinieron después desde la sociedad civil sin éxito también. El desarrollo de gobiernos autoritarios, despóticos, militaristas en la región alejaron esta posibilidad de reunión política. Costa Rica se alejó más de ese proyecto. Los intentos integracionistas vinieron de fuera, de la presencia económica extranjera en la época del imperialismo. Sin embargo, continuaron y a inicios de la década de 1950 se impulsó la Organización de Estados Centroamericanos, que políticamente no condujo a nada, pero estimuló la creación de la Secretaría de Integración Centroamericana, SICA, que si funciona, y bien, en el ámbito de las actividades económicas y comerciales.

Los sucesos ocurridos en Centroamérica, con motivo de las revoluciones y movimientos insurgentes, especialmente en Nicaragua, El Salvador y Guatemala condujeron a salidas políticas para restaurar la democracia política y sociedades democráticas que descansaran en la práctica de libertades y Derecho Humanos, que poco se ha logrado en esa dirección, pero que ha sido importante. Los Acuerdos de Esquipulas no fueron un acuerdo político para establecer el unionismo centroamericano. Tan solo fueron, importantes en ese sentido, para alcanzar la paz en la región, y estabilizarla.

Ante el bicentenario de la Independencia en Centroamérica estos doscientos años transcurridos solo han afirmado la separación política de los países de la región, a los que se han integrado en el SICA Panamá y República Dominicana. Los organismos Regionales de tipo político que surgieron de los acuerdos de Esquipulas, la Corte de Justicia y el Parlamento, Costa Rica los ha rechazado, y no hay manera de que pueda integrarse a ellos mientras no se produzcan cambios sustantivos en su integración.

Por ahora los festejos del Bicentenario de la Independencia a nivel centroamericano tan solo serán una fiesta especial en la región, que cada país también celebrará en su especificidad.

 

 

VLADIMIR DE LA CRUZ. Historiador, ensayista y político costarricense.

 

NOTA

Artículo publicado en Wall Street International Magazine, https://wsimag.com/es/economia-y-politica/65577-la-marcha-de-una-democracia-bicentenaria, el 23 de abril del 2021).



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