Ferviente
y vertiginoso lector desde los diecinueve años, Marco Antonio cree que la vida cotidiana
influye mucho más en la poesía que la poesía en la vida: “Es lo que vivimos, y si
uno no escribe de lo que se vive sería sólo literatura de literatura”.
El poeta detalla
que “dos rasgos marcaron intensamente la poesía del siglo XX y lo que va del siglo:
la cotidianeidad y el coloquialismo. En la poesía de Eliot y Vallejo hay además
una variedad rítmica excepcional, claro, guardando siempre algo secreto, algo que
no se acaba de decir, y que a menudo es lo más emotivo”.
“Si se escribe
sobre lo cotidiano, sobre lo que pasa y nos pasa todos los días, y no hay en el
poema un misterio, se acaba escribiendo prosa. Se debe huir del lugar común y de
la frase hecha y cuidar de no caer en una música trillada, o peor, como hay tantos
casos, que no haya ni música en los versos”.
De sus libros
publicados que más satisfacción le han causado, Campos nos dice que, como diría
Borges, la opinión más prescindible, es la del autor mismo, pero nos habla de los
que prefiere, no de los mejores, según sus propias palabras:
Escribir mucho, plagiarse a sí mismo
“En poesía,
Viernes en Jerusalén; en narrativa, la novela histórica En recuerdo de Nezahualcóyotl,
y en una suerte de ensayo crónica, Las ciudades de los desdichados. De esos más
de treinta libros, aclaro, sólo ocho son de poesía”.
“Publico un
libro de poesía cada cinco o seis años. Hay quienes publican uno o dos por año y
lo que hacen muy bien es repetirse o plagiarse a sí mismos. Ni un gigante como Neruda
escapó de la retórica a destajo por publicar libros de poemas como si lo persiguieran.
Todo lo demás que tengo de libros de poesía son antologías que he hecho o me han
hecho”.
La editorial
Visor Libros México lanza como primer número de su colección de poesía su libro
Dime dónde, en qué país, junto a los poemarios de los premios Nobel de Literatura
Wisława Szymborska y Tomas Tranströmer en 2017. Fue galardonado en el Festival de
Poesía de Bucarest en su edición 2019 con el Premio Anton Pann y la traducción de
su libro Viernes en Jerusalén al rumano. Obtuvo la Medalla Pablo Neruda (2004),
otorgada por el gobierno de Chile.
– ¿Cómo decides
cuándo un poema es bueno o no? ¿Existe alguna regla para decidir si un libro es
mejor que otro?
− Por la emoción
que te da, por las sensaciones que te crea, por la imaginación que aviva, por su
encanto rítmico. Si un poema no habla al corazón, es letra muerta. Debe haber una
avenencia entre lo que se dice y cómo se dice, que la variedad rítmica en el poema
se corresponda con los contenidos. Lo que es fioritura, como decía Pound, me aburre
ostensiblemente.
“Francesco
Guicciardini, contemporáneo de Maquiavelo, decía que las distinciones y premios
no servían para nada, pero era mejor tenerlos” – comenta el también traductor de
Baudelaire y Ungaretti– “no te hacen mejor ni peor, pero son una satisfacción, y
le das, sobre todo, más un gusto a la familia y a los verdaderos amigos que a ti”.
“Recuerdo
que Rubén Bonifaz Nuño nos comentaba a los amigos: ‘Nunca pidan premios ni reconocimientos,
pero si se los dan no los rechacen’. Uno los agradece y los olvida. Ningún premio
o distinción te harán escribir un mejor poema o un mejor ensayo o un mejor cuento.
Todos somos seres subjetivos. El poeta, como cualquier artista, es un hombre igual
a cualquier otro, salvo que, como observaba Borges, siente con más intensidad las
obras, los hechos y las cosas del mundo”.
Sobre el tema
de la poesía mexicana y las cosas que pudieran distinguirla de otras poesías, Marco
Antonio afirma que no hay algo que distinga esencialmente a la poesía mexicana o
quizá sea sólo en cosas meramente secundarias.
“La poesía
mexicana es parte de la poesía latinoamericana, pero a veces como el nacionalismo
y los poetas, quieren ver su tradición superior a los otros países, sobre todo en
Perú, Chile, Nicaragua y México. Los poetas de lengua española que más me influyeron
en los primeros años de formación, cuando queda más honda la huella, fueron latinoamericanos:
el peruano César Vallejo (Poemas humanos), varios libros del chileno Pablo Neruda,
(El otro, el mismo) del argentino Jorge Luis Borges, (Altazor ) del chileno Vicente
Huidobro, (El llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías) y momentos de (El
poeta en Nueva York) del español García Lorca”.
“De los mexicanos,
pero menos o mucho menos que los otros, el que más, es López Velarde, a quien he
leído sin descanso a través de los años y me es siempre nuevo, y, claro, algo de
Paz, de Efraín Huerta, de Chumacero, de Bonifaz Nuño, de Sabines, de Lizalde, de
Gelman… De otras lenguas, diría que me fueron fundamentales los poemas extensos
de T. S. Eliot, en especial “Miércoles de ceniza” y tal vez los “Cuatro cuartetos”,
Baudelaire (Pequeños poemas en prosa), Rimbaud (Una temporada en el infierno), Georg
Trakl, cuya lírica sin sosiego me acompañó entre 1988 y 1991 cuando viví en Austria
(Poemas y Sebastián en el sueño), y Ungaretti (La Alegría). A estos cinco últimos
los he traducido y me ha encantado hacerlo”.
– Decía Jorge
Cuesta que la poesía mexicana estaba hecha de buenos retazos y copias de otras literaturas,
¿crees que aún esté vigente esta afirmación o ya somos productores originales?
− Me parece
que Cuesta no conocía la poesía del México prehispánico ni de buena parte del XIX
y no sé cuánto sabría de la poesía de la Colonia. La poesía mexicana debe verse
como un todo: la escrita en lenguas indígenas, la escrita en latín y en español,
es decir, la escrita en el México antiguo, los siglos coloniales y el México independiente.
Pero también la poesía es parte de una tradición más amplia que es la escrita en
Latinoamérica y en España.
Para Marco
Antonio, la crítica y el ensayo literarios pueden ser tan creativos como la misma
poesía, y hay miles de definiciones de ésta. “Si me pidiera decirle una, le contestaría:
“La poesía es la historia del alma”. Ante todo, la poesía me dio la perspectiva
estética para ver y vivir el mundo. En un libro de aforismos (Árboles), escribí:
“La naturaleza, el arte, los instantes éticos y las mujeres hermosas son los paraísos
de excepción en un mundo condenado”. Quise escribir con ese aforismo una conclusión
de lo mejor que podía haber en una vida, o al menos, en mi vida. Como decía el doctor
Johnson: no sé qué es la poesía, pero sé dónde está la poesía.”
– ¿Qué crees
que le falta o le sobra a la poesía mexicana?
– Un cambio
sustancial, pero ¿cuál? Yo diría que no sólo a la poesía mexicana, sino a toda la
lírica escrita en occidente. Hay un declive, y aun diría, un agotamiento. Después
de más de un siglo, el verso libre, salvo resplandores, aquí y allá, parece agotado.
Hay aún muy buenos poetas, pero ya no las grandes figuras a la altura de Perse,
Claudel, Eliot, Pound, Lowell, Holan, Ana Ajmátova, Elytis, Ritsos, Lorca, Cernuda,
Claudio Rodríguez, Borges, Olga Orozco, Huidobro, Neruda, Vallejo, Blanca Varela,
Antonio Cisneros, Drummond de Andrade, López Velarde, Paz, Sabines, pero como nadie
hace caso, como no hacemos caso, seguimos escribiendo, porque es nuestro destino,
porque es lo que nos gusta, porque es nuestra manera, mínima, de estar en el mundo,
un mundo en el que sólo estamos de paso y en el que toda vanidad es eso: inútil.
– ¿En algún
momento llegaste a pensar que la administración cultural de AMLO sería como ha sido
hasta ahora? ¿Cuál era tu expectativa al respecto?
– Todos mis
votos se fueron para Morena, y desde luego, para López Obrador. Los gobiernos de
izquierda pueden fallar en otros rubros, pero casi siempre han apoyado en la cultura
y la ciencia. Sorpresivamente este sexenio ha sido la casi negación.
“Me gustaría
ver otro secretario de Cultura con auténticas credenciales. Si yo pudiera elegir,
me inclinaría por la exgobernadora Amalia García, mujer de izquierda, que tanto
hizo por la cultura, el arte y el patrimonio de Zacatecas, que, por supuesto, los
que siguieron en ese estado trataron de negarla”.
“Es muy buena
política y apoyaría muy bien a los intelectuales, artistas y escritores, y ahora
que se habla tanto de equidad de género, quién mejor que ella. México fue siempre
vanguardia en cultura en América Latina. Está dejando de serlo, y en algunos rubros,
está en vías de extinción. Más allá de eso, volvería en este momento a votar por
Morena, porque me horrorizaría el regreso de los regímenes delictivos del PRI y
del PAN”.
– ¿Crees que
los poetas deben ser considerados población vulnerable, debido a que muchos no cuentan
ni con seguridad social?
– Me es muy
difícil responder. Esa es una pregunta para la Secretaría de Salud. Marco Antonio
trabaja en la UNAM desde 1973, pero estuvo entre 1988 y 1993 dando clases en universidades
extranjeras. “Desde que empezaron en el sexenio de Salinas a dar las becas para
creadores escribí en la página cultural de El Universal, que dirigía ese gran tipo
que fue Paco Ignacio Taibo I, que artistas y escritores debían de trabajar.
“Yo siempre
he trabajado a la par, si puede llamársele así, de mi labor de creador. En cosa
de treinta años nunca he pedido la beca para creadores. Lo que he repetido muchas
veces entre amigos, es que las becas para poetas y escritores deben ser para los
jóvenes y para los viejos porque a menudo no tienen recursos: a unos, para impulsarlos,
a los otros porque a veces no tienen ni trabajo ni jubilación. Lo que sí deben existir
son apoyos como de cierto los hay o los había: para publicar libros, revistas, boletos
aéreos para invitaciones, apoyos a la traducción… Que se apoye a quienes verdaderamente
lo necesitan. Pero no soy nadie para juzgar.”
Concluimos
la entrevista con estas palabras acertadas y puntuales para esta época flotante
y aleccionadora que hoy nos toca vivir: “Pocas cosas me sacan más de quicio que
la gente que se cree importante. Sólo queda en la vida hacer nuestra tarea lo mejor
posible y tratar de causar el menor daño. Después que nos vayamos, a la gran mayoría
en diez o veinte años nadie nos va a recordar. Y así será. Y no pasará nada”.
Algunos de
sus libros publicados: El forastero en la tierra (1970-2004). Poesía reunida, (El
Tucán de Virginia, 2007). Dime dónde, en qué país (2010). De lo poco de vida (Madrid,
2016).
SE ESCRIBE
A Michael Rössner
Se escribe contra toda inocencia
del clavel o el lirio, contra el aire
inane del jardín, contra palabras
que hacen juegos vacíos, contra una estética
de vals vienés o parnasianas nubes.
Se escribe abriéndose las venas
hasta que el grito calla, con llanto ácido
que nace de pronto pues imposible
nos era contenerlo, con luz dura
como rabia azul, quemado el rostro,
destrozada el alma, desde una rama
frágil al borde del precipicio,
Se escribe.
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§ Conexão Hispânica §
Curadoria & design: Floriano Martins
ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
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