Celia Gourinski, ansioso pájaro insomne, fue
siempre aquella que en lo oscuro –incluso, en las épocas en que estuvo
sumergida en los sótanos de la enfermedad– supo ver más lejos y más hondo. Por
algo había consagrado décadas a desnudar los secretos de la alquimia y del gnosticismo,
junto a sus fervorosos estudios de Filosofía Antigua. Podría asombrar, salvo a
quienes la conocimos, que este espíritu llameante se consagrara también en alma
y vida –y desde sus tempranísimos cinco años– a profundizar en los secretos de
la composición, el piano, la armonía y el contrapunto, al grado de
especializarse en el barroco y en J.S. Bach. Más aún: escribió ensayos
sobre “Bach y la música atonal” partiendo de la base del “círculo de quintas”
pitagoriano.
Es claro que a Celia la prédica de
Pitágoras no podía serle indiferente: ¿cómo no iba a interesarse en quien, ya
en el 500 a.C., expandió las fronteras de la matemática rescatándola de los
cálculos prácticos de los comerciantes y convirtiéndola en una nueva simbología
del cosmos, en el filósofo entrenado en Egipto por los magos, profesor de
metempsicosis o transmigración de las almas, tañedor de la lira y poeta y,
sobre todo, fundador del primer sistema astronómico no geocéntrico?
Un ser presocrático ella misma, Celia
Gourinski consagró su aventura vital (1938-2008) a la poesía, íntimamente
vinculada en ella a la valiente subversión del vivir y a la más radical
revolución del espíritu. Celia animó los primeros pasos del surrealismo en la
Argentina donde, como se sabe, este movimiento omniabarcador tuvo una
insurgencia muy precoz: ya en 1926, casi en simultáneo con Bretón, un núcleo de
estudiantes de Medicina capitaneado por Aldo Pellegrini fundó en Buenos Aires
el “primer grupo surrealista en un idioma distinto del francés”, según la conocida
expresión del mismo Pellegrini. Su vocero visible fue la revista Qué (dos
números, en 1928 y 1930), cuyo sello distintivo fue el de aportar sin excepción
materiales de los propios animadores argentinos; es decir, no rindieron culto
servil a sus admirados maestros de Francia.
Pronto se sumarían a esa luz radiante los
nombres de Enrique Molina, Carlos Latorre, Calia Gourinski, Julio Llinás, Olga
Orozco, Francisco Madariaga, María Meleck Vivanco, Juan Antonio Vasco, al lado
y en estrecho contacto con Oliverio Girondo y luego con Edgar Bayley, entre
otros nombres decisivos.
Celia era la más joven, casi amparada por
sus hermanos mayores como se ampara a un ángel-demonio promisor, en especial
por Molina (dicho sea de paso, su gran amor confeso hasta los últimos minutos
del autor de Amantes Antípodas)
Celia era y es artífice y vehículo de la
palabra en libertad:
Sólo me recibe la
intemperie
Cuando me despiden las
odas familiares, cuando vago sola en la espuma de los sementales de Dios, la
intemperie me cubre con su manto ávido de destruir fronteras
Ábreme, amado, ábreme en
el dominio del aire y del sueño. Iremos juntos a velar a nuestros hermanos del
sol
Sólo quiero que la
intemperie nos una en la alborada de los que buscamos oro en la ciénaga
iluminada por la palabra libre
Intemperie, sálvame del
sofisma de los sabios impuros, de las canciones laudatorias en la boca del
Domesticador
Aviniéndose a regañadientes a publicar
libros, este raro colibrí-dragón del aire nos entregó sucesivamente Nervadura
de Silencio, Editorial Malazán, 1958; El regreso de Jonás, Editorial
Rayuela, 1971; Tanaterótica, Editorial Botella al Mar,1981;Instantes
suicidas, Torres Agüero editor, 1982; Inocencia feroz,
Editorial Argonauta, 1999; En ocasión de la aparición de un
Cometa, 1952-1999, Editorial Narvaja. Y dejó inéditos Cadencia
rota y En la comarca (narración poética). Por
supuesto, su obra figura en antologías y diccionarios especializados y fue
traducida al inglés, francés e Indi.
Otro destacado poeta argentino ya
fallecido, Enrique Puccia, en un extenso comentario dedicado a Inocencia
feroz, libro que traía dibujos originales de Enrique Molina, tuvo palabras
tan certeras que considero un acto de justicia transcribirlas aquí:
En ‘Inocencia feroz’ (Gourinski) parece
disponer de una mayor libertad, hasta hacer de su práctica un ejercicio
ilimitado. Consecuentemente, lo que antes se presentía como el umbral de algo
más allá de las palabras, es ahora ese más allá, a partir de una exploración
más profunda de los sentidos. Gourinski, al igual que otros grandes poetas,
hace gala así de una percepción extraordinaria, al captar el verdadero dictado
interior y desestimar cualquier presupuesto que comporte una adhesión
incondicional a determinada estética.
Este libro se abre con un poema,
‘Visiones’, en el que la autora celebra ‘lluvias que anudaron’ ese ‘beso tan
largo’ y la ‘estadía en la intemperie, con plegarias sin destino’. De eso se
trata el libro: una sucesión de leyendas majestuosas, despojos feéricos e
insignificantes cuartos perdidos, donde una ‘puta mágica sagrada’ o una ‘amante
de boca ensangrentada’ se pasea por ‘bosques como matas de pelos en el lomo de
la loba y en las axilas con olor a cielo’.
Pero es en ‘Carta muerta’, el segundo
poema, donde está la clave para acceder a ‘lo absoluto real’ del que habla
Novalis y que, en mi opinión, constituye el núcleo fundamental: ‘Y me uno a ti,
señor/ en la deriva’. Y en esa deriva ‘late (tanto el) bello gemido en las
caricias de la niña perversa que se entrega a siestas prohibidas’, como ‘el
alcohol que (una) boca derrama en (su) vida’. Y también la ‘mujer, niña, padre’
que huele a ‘selva y glaciar’.
De esta manera, al lograr que el contenido
se corresponda con la expresión y ambos se fundan en un cuerpo de notable belleza
y esplendor, Celia Gourinski alcanza cimas de gran perfección y plasma una de
las obras más originales y significativas de la poesía argentina de los últimos
años.
Hasta aquí Puccia.
A lo que se suman, como un ácido fecundo,
algunas reflexiones de la propia Celia sobre la obsesión poética a la que
entregó su existencia:
La poesía es una llaga necesaria. Es un
espléndido parto doloroso: surge del conocimiento por ese deseo, un acto de
amor con amor con muerte con odio con densidad. También es Mutación: nace un
engendro –la obra- y crece hasta convertirse en un solo ser con dos cabezas,
dos sexos, un cuerno y alas, clamando por parir a su padre. Cundo lo logra le
da el beso de adiós a su progenitor-creado y se desprende mientras lo mata,
mientras sonríe con entraña, su nuevo Nombre.
La poesía es un no tener más remedio.
Cordón umbilical que relaciona y confunde al hombre con lo sagrado.
Por mi parte, me propongo cerrar este breve
homenaje a una de las voces mayores del surrealismo en la Argentina –y una voz
excesivamente olvidada, pese a que eso mismo quería ella en su búsqueda
obstinada del bajo perfil– recuperando algo de su personalísima cadencia, de su
música entre salvaje e inocente, mediante un poema que nos deslumbra también
desde Inocencia feroz:
Inocencia después
Inocencia, no desesperes
en la culpa de los cuerpos marchitos
Ellos nunca fueron
elegantes, nunca un fulgor echó sobre ellos su hechizo
Inocencia de bellas
crueldades, acompáñame a recorrer lugares reservados a los dioses burlones, que
juegan a devorar toda ley inventada por sus vástagos
Mira mis rodillas poco
sumisas en el reino del verano
Mira mi escondrijo lleno
de cofres que guardan ropajes saturados de hastío en las maravillosas familias
Mira la sombra de
despedidas apresuradas, erróneas, que se convirtieran en reflejos extremos del
amor, oh tembladeral de vidas
Te invito a pasear
conmigo en los bosques, matas de pelo en el lomo de la loba, en las axilas con
olor a cielo, en el duelo de los romances perdidos
Porque contigo he de cruzar
leyendas majestuosas, despojos feéricos, insignificantes cuartos perdidos en la
hondura de tu estigma, resurrecta orden de no obedecer al amo más que cuando se
acerca el mediodía del espanto en el recinto vecino allí, donde el muerto
querido alza una copa de alcohol y aúlla concediendo una visita al infierno
Tu ríspido imperio me
eriza, me vuela, me estremece, me hace desear padecer partir sin consuelo. Tu
sombra anega, prisionera de los viajes trazados en el vértigo del soñador
Puta mágica sagrada
*****
Organização a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Artista convidado | Ana Eckell (Argentina, 1947)
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de séries especiais da Agulha
Revista de Cultura, assim estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO, II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
10 AGULHA HISPÂNICA (2010-2011)
A Agulha Revista de Cultura teve em sua primeira fase a
coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido
hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu
ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a
coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto
original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio
Simões.
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