Vivo con Ludwig Zeller desde diciembre
de 1966, a estas fechas hace 45 años. Por mi contacto con él “entré” en el surrealismo,
es decir, me hice consciente de sus repercusiones, sus postulados, los textos de
los poetas surrealistas tanto de Europa como de América Latina. Este fue un vuelco
en mi destino; encontré en el surrealismo la expresión de un modo de vida que intuía,
pero que yo misma no había llegado a articular. El surrealismo me alienta, me empuja
a seguir adelante y me mantiene en contacto con artistas y escritores jóvenes. (Yo
misma sigo joven, pero ya no se me nota…)
Ludwig
Zeller tiene la costumbre de hacer todo cuando se lo dicta alguna motivación interior.
En diciembre de 1974 me dijo de repente un día que quería escribir una carta a Edouard
Jaguer (1924-2006), un crítico de arte y poeta que vivía en París, cuya dirección
le había sido dada por Aldo Pellegrini, el poeta, líder del movimiento surrealista
argentino, cuando Ludwig estuvo visitándolo en Buenos Aires en 1968. Cuando me dictó
la carta, ni Ludwig ni yo teníamos una idea clara de quién podía ser Edouard Jaguer.
Aldo Pellegrini le había dicho a Ludwig que Jaguer se interesaba en el surrealismo
latinoamericano y que, cuando él (Pellegrini) estuvo juntando material para su antología
de la poesía surrealista, Jaguer lo apoyó y ayudó en su tarea. No había entonces
Internet ni nada que se le pareciera y no teníamos otra fuente de información para
guiarnos sobre qué había hecho Jaguer antes de nosotros conocerlo ni qué planes
tenía en esa época.
La carta
se fue poco antes del fin del año. A principios de enero recibimos la respuesta
de Edouard Jaguer [1] quien nos contaba
que en los días entre Navidad y Año Nuevo (periodo en que descansaba el correo francés)
había tenido un sueño en el que veía una enorme cantidad de correspondencia que
entraba por la ranura de la puerta de entrada de su departamento y que entre todos
los sobres había uno que venía de un tal Ludwig Zeller. Contó su sueño a Simone,
su compañera, y fue ella quien le recordó que ese era el nombre del escritor cuyos
poemas habían leído hacía poco, en traducción francesa de Jean-Louis Bedouin, en
el Bulletin de Liaisons Surréalistes (que era una revista de circulación muy restringida,
un especie de órgano interno de
los que participaban en el surrealismo de los setentas). Vale mencionar que entre los que participaban en el surrealismo en 1974 habían distensiones y los surrealistas que estaban publicando el Bulletin no colaboraban en las actividades que organizaba Jaguer, y tampoco ayudaban a que éstas se divulgaran.
los que participaban en el surrealismo de los setentas). Vale mencionar que entre los que participaban en el surrealismo en 1974 habían distensiones y los surrealistas que estaban publicando el Bulletin no colaboraban en las actividades que organizaba Jaguer, y tampoco ayudaban a que éstas se divulgaran.
Este
sueño de Jaguer, este evento dentro de la más pura tradición del azar objetivo tan
caro a los surrealistas, nos decidió a planear nuestro primer viaje a Europa, a
París específicamente, cosa que se nos hacía factible ya que yo llevaba varios meses
trabajando en Sheridan College, con un buen sueldo. Con unos boletos baratos viajamos
en junio hasta Amsterdam, lugar en que conocimos a Frida y Laurens Vancrevel, con
quienes estábamos ya en contacto a través de nuestras incipientes publicaciones
a cambio de la revista que ellos hacían y que se llamaba Brumes Blondes (esto nos
hacía suponer que Frida sería una mujer rubia, cosa que no era el caso). De Amsterdam
tomamos el tren a París y tras esfuerzos enormes llegamos con nuestro cargamento
de publicaciones, collages, dibujos y esculturas de cerámica al departamento de
los Jaguer. El esfuerzo de llegar ahí fue de triple característica: intelectual
–en nuestro contacto postal en los meses precedentes entendimos que compartíamos
mucho con Jaguer–, emocional –este fue un viaje histórico para ambos, Zeller iba
a Europa por primera vez y yo volvía ahí por primera vez desde que mis padres emigraran
de Hungría, en 1949– y físico. Esto último en alto grado: fuimos con nuestra carga
en metro hasta la estación Simon Bolivar, subimos seis pisos de escaleras hasta
la calle, ascendimos las escaleras de la loma llamada les Bûtes Chaumont, en cuya
cumbre estaba el edificio en que vivían los Jaguer [2] y luego subimos otros cuatro pisos de escaleras para llegar al departamento.
Fuera de aliento al límite de la apoplejía caímos en los brazos de los Jaguer quienes
nos recibieron con comprensión y mucha calidez.
Fue
un encuentro que nos pareció inmediatamente de cercanía, de empatía que cimentó
nuestra colaboración con el grupo que rodeaba a Phases y que lidereaba Jaguer, y
produjo que organizáramos exposiciones de surrealistas franceses, españoles y de
otros países en galerías de Toronto y sus alrededores, así como publicaciones de
textos y obra artística del surrealismo internacional en nuestra editorial, Oasis
Publications (1975-1994) y nuestra revista El Huevo Filosófico. A su vez Jaguer
nos incluyó en las exposiciones y publicaciones de Phases.
Visitábamos
anualmente el departamento de los Jaguer, humilde, de pequeñas dimensiones, [3] pero absolutamente repleto de una increíble
colección de arte. Conocimos ahí la obra del italiano Baj, el alemán Richard Oelze,
el escandinavo Freddie, el rumano Perahim, franceses como Suzanne Besson, Jean Pierre
Vielfaure, Guy Ducornet, y Guy Roussille y otros que con el tiempo incluso se convirtieron
en amigos cercanos. Fue en el departamento de los Jaguer que conocimos a E. F. Granell
a quien nos ha unido una amistad profunda, y a poetas como Petr Král, Georges Goldfayn,
Roger Galizot, Gérard Legrand o Abdul Kader Al Janaby. Fue Edouard Jaguer quien
nos facilitó nuestro memorable primer encuentro con Arturo Schwarz con quien nos
sigue uniendo una amistad duradera. También fue Edouard Jaguer quien me presentó
a Michel Cassé en cuyo taller hice tres
litografías, en 1976. A través de las presentaciones de Edouard Jaguer, Zeller y yo conocimos a personas que luego fueron y son amigos cercanos, como Mayo, John Schlechter Duvall, Jean Marc Debenedetti, Rikki Ducornet, Philip West, Marie Carlier, Yo Yoshitome y John Digby. Jaguer tenía interés especial en hacer contactos entre surrealistas de lugares muy diversos del planeta. Y lo lograba con su revista Phases, con sus cartas de introducción y llamadas telefónicas.
litografías, en 1976. A través de las presentaciones de Edouard Jaguer, Zeller y yo conocimos a personas que luego fueron y son amigos cercanos, como Mayo, John Schlechter Duvall, Jean Marc Debenedetti, Rikki Ducornet, Philip West, Marie Carlier, Yo Yoshitome y John Digby. Jaguer tenía interés especial en hacer contactos entre surrealistas de lugares muy diversos del planeta. Y lo lograba con su revista Phases, con sus cartas de introducción y llamadas telefónicas.
Donde
los Jaguer respirábamos un ambiente cálido. Siempre nos esperaban con buena comida
(la bonne bouffe, decía Jaguer) o con alguna cosilla especial para acompañar el
estupendo café que preparaba Simone. Las comidas se regaban con buen vino. Jaguer
tomaba cerveza, para disminuir su ingesta de alcohol y se burlaba de que a Ludwig
le gustaba tomar Coca Cola, repitiendo: Ludwig et son coca.
Percibíamos
que, al igual que nosotros, los Jaguer estaban por completo comprometidos con sus
ideales, entregados a la tarea de promover la poesía y el arte visual. Jaguer era
poeta y ensayista-crítico y sus artículos sobre artistas de lugares muy diversos
se publicaban en libros o en revistas italianas como Terzo Occhio y de otros países,
[4] además de la propia revista Phases
(primer número, 1954). La hechura de esta elegante revista era obra de Jaguer, él
mismo obtenía todos los materiales que ahí se incluían y hacía su diseño gráfico.
La revista se financiaba con la venta a precios elevados de los ejemplares especiales
de cada número que incluían obra original, generalmente de pequeño formato o grabados
de los artistas que se publicaban. [5]
Phases no era tan sólo un revista. Era un Movimiento (iniciado en 1952) en todo
el sentido de la palabra, con postulados que apoyábamos sus participantes. Al incorporar
el abstraccionismo en el surrealismo, Phases proponía abrir una nueva dimensión
dentro éste. Esta postura no era aprobada por André Breton quien había excluido
al abstraccionismo de su propio movimiento. Esto no significaba sin embargo que
el joven Jaguer no tuviera, en su momento, una buena relación con Breton.
Los
Jaguer estaban dispuestos a invertir todo lo que tenían en su tarea de impulsar
el movimiento. Jaguer tenía un negocio que fabricaba hebillas de cinturones. Además
vendía obra de arte a particulares. Tenía muy buena relación con varias galerías.
Una de estas es la de Marcel Fleiss, que se llama 1900-2000. Los Jaguer poco viajaban
fuera de Francia, y no hacían mayores viajes dentro de Europa, salvo cuando Edouard
estaba montando alguna exposición de Phases. Jaguer, apoyado en la incansable Simone,
organizaba muestras en diversas ciudades de Francia y otros países. Habíamos dejado
obra en su poder y con esas participábamos en esas muestras.
Al departamento
de los Jaguer llegaba una gran cantidad de personas, como Walter Zannini, el director
del Museo de Arte de la Universidad de Sao Paulo, en Brasil, o la dueña de una galería
de Bruselas. Tanto Simone como Edouard mantenían un flujo constante de correspondencia
con muchísima gente y escribían cartas extensas. Tras nuestras vueltas a Toronto
nos mantenían al tanto de los eventos que se desarrollaban en París y también otros
lugares de Europa. Nuestras cartas fueron siempre respondidas en tiempo muy breve.
La planeación de exposiciones y publicaciones fluía en forma continuada.
Edouard
Jaguer, desde joven idealista y luchador, había participado con un grupo de Resistencia
francesa en contra del nazismo y la invasión de Francia. Era un hombre buen mozo,
con ojos muy brillantes que escudriñaban con mucha intensidad y rapidez; con sonrisa
siempre a flor de labios; con mucho sentido de humor. Era muy sensual y su mujer,
Simone, era tolerante con sus entusiasmos por las mujeres más jóvenes que ella.
Simone
firmaba su obra visual, los así llamados collages revestidos, con el nombre de Anne
Ethuin.
Una
de las actividades de Phases nos llevó a nuestra primera visita a México en 1979
para la inauguración de una exposición en honor de Wolfgang Paalen que organizaron
Saúl Kaminer y Edouard Jaguer. En esa muestra participaron, junto con artistas mexicanos,
la mayoría de los integrantes de Phases. Se realizó en el Museo Carrillo Gil, en
la Ciudad de México; Zeller y yo exhibimos varios de nuestros mirages.
Esa
fue una aventura gratísima, como todas las que tuvimos en los muchos años de nuestros
viajes y paseos. Uno de éstos últimos fue el que emprendimos con Simone y Edouard
quien pidió que buscáramos la casa de Trotsky en Coyoacán. Indagué dónde estaría,
pero no pude obtener una dirección exacta. La casa en esa época aún no era museo.
Decidimos por lo tanto ir los cuatro, Los Jaguer, Ludwig y yo, a la casa de Frida
Kahlo y Diego Rivera; la recorrimos con cuidado. Ahí pregunté de nuevo dónde estaría
la casa de Trotsky. Sabíamos que tenía que estar cerca. Tampoco me dieron una dirección
exacta, pero sí una vaga idea que quizás la calle tal y tal. Contábamos con la buena
voluntad del taxista que nos acompañó en esta expedición. Partimos hacia las calles
indicadas y preguntando casa por casa dimos por fin con la que buscábamos. Estaba cerrada, pero insistimos en golpear la puerta hasta que asomó un hombre armado. Le expliqué que la pareja que venía desde París, que nosotros que veníamos desde Canadá… Nos dejó entrar. Esa visita resultó muy emocionante. Vimos la humildad en que había vivido Trotsky, sus cuartos, su escritorio rodeado de estantes de libros en que se apilaban principalmente diarios cuyo papel, para cuando nuestra visita, estaba tan avejentado que a todas luces no podría soportar, sin desintegrarse, que alguien lo tocase. Quien nos guiaba nos mostró con lujo de detalles cómo había sido el ataque a Trotsky, desde la espalda, según él. Y nos explicó que el lugar lo estaba cuidando un grupo de trotskistas dedicados que trabajaban completamente voluntarios y sin recursos económicos para mantener apropiadamente el lugar. Los cuatro estábamos conmovidos y muy callados, andando casi de puntillas. Agradecimos el privilegio de poder recorrer las habitaciones y salimos igual de callados y algo melancólicos para volver al taxi que nos había llevado hacia esa puerta. Fue una visita que nos acercó una vez más a los Jaguer. Compartíamos emociones.
indicadas y preguntando casa por casa dimos por fin con la que buscábamos. Estaba cerrada, pero insistimos en golpear la puerta hasta que asomó un hombre armado. Le expliqué que la pareja que venía desde París, que nosotros que veníamos desde Canadá… Nos dejó entrar. Esa visita resultó muy emocionante. Vimos la humildad en que había vivido Trotsky, sus cuartos, su escritorio rodeado de estantes de libros en que se apilaban principalmente diarios cuyo papel, para cuando nuestra visita, estaba tan avejentado que a todas luces no podría soportar, sin desintegrarse, que alguien lo tocase. Quien nos guiaba nos mostró con lujo de detalles cómo había sido el ataque a Trotsky, desde la espalda, según él. Y nos explicó que el lugar lo estaba cuidando un grupo de trotskistas dedicados que trabajaban completamente voluntarios y sin recursos económicos para mantener apropiadamente el lugar. Los cuatro estábamos conmovidos y muy callados, andando casi de puntillas. Agradecimos el privilegio de poder recorrer las habitaciones y salimos igual de callados y algo melancólicos para volver al taxi que nos había llevado hacia esa puerta. Fue una visita que nos acercó una vez más a los Jaguer. Compartíamos emociones.
Otro
evento memorable en México se dio cuando conocimos por primera vez los refinamientos
de la cocina mexicana. Ofrecí, en casa de Manuel Perló, quien nos albergó con mucho
cariño en la Colonia Roma, una comida en honor de Jaguer y Kaminer con los principales
participantes de la exposición. Una cocinera experimentada me ayudó a armar la comida
con delicias que compramos en el mercado adonde me llevó, primera experiencia de
ese tipo que tuve en México. Hicimos mole poblano, pescado a la veracruzana y no
sé qué otras cosas. Fue una comida muy bien regada. Con el café serví unas obleas
de colores netamente mexicanos –rosa, verde, amarillo, azul–, enormes, livianos,
doblados en dos y pegados con azúcar, con pepitas de calabaza en su interior, de
esas que venden en los tianguis y que para los que estaban en el país por primera
vez eran el colmo de lo exótico.
A Simone
y Edouard les gustaba tanto el buen comer como a mí misma. Recuerdo que en alguna
oportunidad los invitamos a un restaurante elegante en París en agradecimiento de
la hospitalidad impecable que ellos nos brindaron en todo momento. Fue en esa ocasión
que aprendí de Jaguer la expresión que se les da a las entradas: “amuse gueule”,
(que puede traducirse como: “algo con que distraer las fauces”) que me divirtió
muchísimo; en esa oportunidad los amuse-gueles fueron carnes frías y embutidos servidos
en un canasto y pan con que nos entretuvimos mientras el chef preparaba nuestros
platillos.
También
emprendimos un breve viaje con los Jaguer, en el auto que él manejaba. Visitamos
el taller de un artista, en el “pays de Nerval”, como Jaguer llamaba la zona al
norte de París. Ese mismo viaje nos dio ocasión para aventurillas que sólo se puede
tener en compañía de quienes conocen bien una región. En los viajes se prueban las
amistades. Viajar con los Jaguer fue muy agradable. Conversamos mucho, comimos bien
en pequeños lugares que ellos conocían. Era invierno, tiempo de castañas frescas
exquisitamente preparadas, marrons glacés, bocaditos que costaban fortunas.
Fue
muy variada nuestra colaboración con los Jaguer. Entre las muchas cosas que hicimos
hay un libro, Les assises de la grêle, conformado de un poema de Jaguer, con ilustraciones
mías en tintas y lápices de color, un libro único en un grueso papel fino de color
celeste pálido que se vendió en París. También publicamos en nuestra editorial poemas
de Jaguer traducidos al castellano y al inglés con ilustraciones mías.
En París,
como en muchos lugares, hay constantes distensiones entre surrealistas con diversos
puntos de vista. A Jaguer le gustaba controlar celosamente a los que colaboraban
con él, pero contra su gusto –porque habíamos decidido no participar en las peleas
internas de lugar alguno–, visitamos a varios surrealistas, entre ellos Vincent
Bounoure, Jean-Louis Bedouin (en cuya casa estaba de visita Martin Stejskal, el
pintor checo), Annie Lebrun y Radovan Ivsic. Ese afán controlador de Jaguer nos
irritaba levemente y también nos entretenía. Era un juego casi como de adolescentes
desobedeciendo los deseos de sus mayores.
Nuestra
última visita regular a París se dio en 1986 cuando se hizo evidente que los precios
europeos eran demasiado onerosos para nuestro presupuesto canadiense. Fue el fin
de un periodo de trabajo febril de colaboración con el Movimiento Phases. Sin embargo
no fue entonces que vi a Jaguer por última vez, sino años más tarde, cuando desde
Toronto viajé en auto hasta la Galerie Lumière Noire de Montreal que organizó una
exposición de sus dibujos. Esta es una obra juguetona con la que se entretuvo Jaguer
toda su vida.
La cálida
personalidad de Jaguer y su dedicación total al Movimiento que creó hacen de él
una figura singular y un muy importante impulsor del surrealismo. Sus muchos ensayos
presentaron con claridad sus ideales y sus conceptos en libros sobre artistas como
Remedios Varo o Jules Perahim, o sobre asuntos como la fotografía. Muchos nos beneficiamos
con su generoso apoyo. A nuestra vez gozábamos en trabajar con él y para el Movimiento.
Simone sobrevivió a Edouard varios años. Por lo que sé al final de su vida estuvo
ciega. Pero su visión interior tampoco se vio disminuida.
Mi reencuentro
con Edouard Jaguer se da mientras escribo estas líneas que me brindan momentos de
alegría y cálidas emociones, recorriendo notas de cuadernos de los años en que lo
conocí. Que estas emociones puedan darse es señal de que Edouard Jaguer sigue vivo,
en el tipo de vida que trasciende lo físico y lo efímero.
NOTAS
1. El apellido de Jaguer es un seudónimo que él adoptó -según me contó- aún
muy joven, por su entusiasmo por el automóvil de marca llamada Jaguar. Si esto fue
verdad o una broma suya, no sé.
2. En 24 rue Rémy de Gourmont, a pasos de la casa en que había nacido Jaguer.
3. Nunca pude descubrir dónde dormían Edouard y Simone. Supongo que tenían
una de esas camas que durante el día quedan dobladas o escondidas dentro de un muro.
4. Otras revistas en que aparecían los artículos o poemas de Jaguer: La Main
à la Plume, La Revolution la Nuit, Le Surréalisme Révolutionnaire, Rixes, COBRA,
Boa, Il Gesto, Salamandre, La Brèche, Aujourdh'hui, XXième Siècle, Ellébore, Les
Deux Soeurs, La Tour de Feu, La Nef.
5. Aparece obra de Zeller y Wald en Phases # 5, Segunda Serie, 1975.]
SUSANA
WALD (Canadá, 1937). Artista plástica e ensaísta, uma das mais
destacadas vozes do Surrealismo. Página ilustrada com obras
de Francisco Maringelli (Brasil), artista convidado desta edição de ARC.
***
ÍNDICE # 101
EDITORIAL | A persistência do mistério
AARÓN ALMEIDA HOLMQUIST | Paisaje y exilio en David Cortés Cabán
ALFONSO PEÑA | Bob Danco y la historia del mono azul
ESTER FRIDMAN | Liberdades, prisões, ilusões
HAROLD ALVARADO TENORIO 1882-1915 El Modernismo en Colombia
HILDEBRANDO PÉREZ GRANDE | Cien años de soledad y moi
JOSÉ ÁNGEL LEYVA | Jordi Virallonga, el alma de los cinco sentidos
LEDA RITA CINTRA | Brasil ilustrado
MARIA LÚCIA DAL FARRA | Cartas para quem? Leitura de Cartas a Sandra, de Vergílio Ferreira
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com.br/2017/08/maria-lucia-dal-farra-cartas-para-quem.html
OMAR CASTILLO | Mallarmeanas al timbal
SUSANA WALD | Reencuentro con Edouard Jaguer, impulsor del movimiento Phases
ARTISTA CONVIDADO | FRANCISCO MARINGELLI | Por ele mesmo
***
Agulha Revista de Cultura
Número 101 | Agosto de 2017
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo & design | FLORIANO MARTINS
revisão de textos & difusão | FLORIANO
MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
equipe de tradução
ALLAN VIDIGAL | ECLAIR ANTONIO ALMEIDA FILHO | FEDERICO RIVERO SCARANI | MILENE MORAES
ALLAN VIDIGAL | ECLAIR ANTONIO ALMEIDA FILHO | FEDERICO RIVERO SCARANI | MILENE MORAES
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