No creo que exista poeta venezolano donde hayan recaído
simultáneamente mayores elogios ni mayores vilipendios que sobre Andrés Eloy Blanco.
Entre estos dos extremos se ha enfocado a menudo su obra, lo cual no es de ningún
modo saludable: en ambos casos se incurre en el peligro de deformar una obra plural,
interesante, e inserta como pocas en el meollo mismo de una época contradictoria.
Durante
la década de los años 60, especialmente, comenzaron a hacerse las críticas más duras
acerca de una obra que, como la de Blanco, había ocupado un lugar notable en la
conciencia estética de su tiempo.
Pero
ese lugar había estado demasiado contaminado por intereses políticos, los cuales
terminaron siendo emblemas de la figura pública del poeta para convertirla en una
imagen de mero “poeta popular”; ello, a la larga, terminó problematizando un encuentro
significativo con la obra del poeta. Pese a este manejo político de su figura literaria,
(asociada directamente a la del Partido Acción Democrática, del cual fue fundador),
la obra de Blanco se impuso por sí misma, logrando calar de manera real en la sensibilidad
popular. Ello se debió, además del talento natural que Blanco tenía para la poesía,
al debido manejo que éste hizo de los temas del nativismo y el folklore, y de los
recursos tradicionales de la poesía española, como la copla y el romance. A estos
recursos añadió los de la tradición clásica trovadoresca, los cuales trató de adaptar
a los motivos venezolanos con un resultado bastante desigual. Es acerca de los logros
de estos motivos nacionalistas donde tengo mis mayores dudas de Blanco como poeta,
sobre todo cuando utiliza las formas del soneto o las entonaciones grandilocuentes
del romanticismo. Por supuesto, el poeta pasó por una obligada fase modernista,
sin la cual su lírica –y me temo que toda la lírica hispanoamericana de comienzos
de siglo– no hubiese descrito un desenvolvimiento natural.
A forjar su imagen de poeta popular contribuyeron sus
discursos y arengas públicas –redactados en períodos importantes de consolidación
de Acción Democrática– y su peculiar estilo declamatorio, muy imitado entonces por
recitadores populares de toda índole.
El énfasis histórico‑trascendental, un tono épico forzado
(muchas veces llevado a un carácter de himno), un empleo prolijo de metáforas románticas
–donde no es difícil encontrar los estragos del clisé y de la cursilería– forman
parte de esta primera etapa de la obra de Blanco, donde puede incluirse el libro
Tierras que me oyeron (1921), y partes
de un “Saldo de poemas” que tituló Poda
(1923‑1928).
Pero no es objeto de estas líneas someter a una mirada
sentenciosa la obra del poeta cumanés, sino anotar algunas impresiones sobre un
libro suyo que ha llamado especialmente mi atención: Baedeker 2000, publicado en 1938. Por cierto, además de los homenajes
(muchos de ellos merecidos, si tomamos en cuenta la cantidad de reconocimientos
dedicados hoy en Venezuela a poetas de menor cuantía), la obra de Andrés Eloy –como
le decían a secas cariñosamente– reclama una lectura atenta por parte de las actuales
generaciones, ya sin los apasionamientos históricos o políticos con que en un momento
se pretendió imponer, descalificando otras valiosas obras coetáneas, simplemente
por no participar del “sentimiento popular”. Las siguientes líneas deben tomarse,
entonces, como una valoración personal hacia el mencionado libro, a mi modo de
ver una pieza notable dentro de nuestra expresión vanguardista.
POESÍA DE ANTICIPACIÓN | Lo que más me impresiona de
este libro es la poderosa imaginación de índole narrativa utilizada para exponer
un mundo. Para ello, Blanco echa mano de una serie de recursos vanguardistas que
podrían asociarse al futurismo, ultraísmo, surrealismo, el creacionismo hispanoamericano
o a una lectura combinada de éstos, los cuales tuvieron una marcada influencia en
la literatura de la postguerra europea (el término “vanguardia” tiene un origen
militar), y que luego fueron asimilados en América de manera progresiva; así tenemos
que el Ultraísmo español influenció poderosamente la poesía de Jorge Luis Borges
entre 1919 y 1922; también dieron origen a un movimiento tan radicalmente personalizado
como el creacionismo de Vicente Huidobro, a quien se ha señalado como el iniciador
de la vanguardia en castellano con la publicación del poema Ecuatorial en 1918; o el caso notable de
César Vallejo, cuyo libro Los heraldos negros
(1919) condensa toda una experiencia vanguardista tamizada por una personalidad
de ancestros indígenas peruanos, en ocasiones guiada por un dilema existencial que
se debatió entre París y España; en Venezuela, el caso de Salustio González Rincones,
que publica sus Trece sonetos con estrambote
a sigma (1922) y La Yerba Santa (1928),
como ejemplos de la variedad de las resonancias de la vanguardia en América.
En el caso de Andrés Eloy Blanco, no me detendré a exponer
dónde o cómo pudieron haber operado tales resonancias, sino sólo a señalar algunos
rasgos y constantes en Baedeker 2000,
donde se advierte una visión anticipatoria hacia el año 2000 como metáfora del
progreso; observamos cómo el poeta transforma los objetos en símbolos y las palabras
en imágenes novedosas, haciendo gala de una imaginación verbal poco usual en la
poesía de la época.
En Baedeker 2000
conviven dos grupos de poemas: los poemas narrativo‑descriptivos y los poemas eminentemente
líricos. Sin embargo, el poeta no los ha agrupado así; éstos se presentan entremezclados
y van creando una sensación variada a medida que el libro avanza.
Dentro de los primeros advertimos los que podrían ubicarse
dentro del gran tema central del viaje o los viajes, y luego los poemas que podríamos
llamar de arquetipos, donde sobresalen personajes como Juan Bimba. De hecho, podemos
decir que Baedeker 2000 se nos presenta
como un gran viaje por Venezuela, en distintas estancias, tiempos y paisajes. En
él, los paisajes son tamizados constantemente por el juego lingüístico, que no
permite la entronización de un elemento monolítico en la voz poética; ésta se encuentra
siempre en movimiento, presentando diversas facetas y distintos ritmos, los cuales
dinamizan constantemente la expresión.
LA METÁFORA DEL VIAJE | El viaje se presenta en sus variables naturales:
cielo, mar y tierra, y dentro de la multiplicidad que estos espacios ofrecen para
transportar al hombre. Tomaré sólo algunos ejemplos para tratar de indicar esto,
pues el libro contiene una profusa cantidad de textos donde podría estar indicada
esa misma voluntad para el viaje.
Para comenzar, habría que señalar que este libro fue
escrito durante la reclusión que el poeta sufrió en la cárcel, o más precisamente,
como dice él mismo en su prólogo, “en las bóvedas del Presidio de Puerto Cabello.
En presencia del mundo indeseable, irrespirable, insoportable, en presencia de la
realidad rechazada por el ser…” a causa de la opresión vivida durante el régimen
de J.V. Gómez. Para tolerar esa realidad indeseable, ha creado una “superrealidad”
desde donde aspira descubrir nuevas cosas para el mundo y el hombre de América,
esperando tener eco en su tarea de dignificar lo humano. De aquí que Andrés Eloy
crea fervientemente en el Colombismo, es decir, en “el regreso del poeta a la Humanidad
y a la incorporación de lo lírico a las fuerzas útiles del mundo”, en una expresión
que aspira a lo clásico, para “situar el artista en la proa de la humanidad, reinvindicar
su función creadora, anunciadora, descubridora de mundos. Devolverlo a su valor
homérico, a su valor dantesco”. Tal estado de alma le permite al poeta asumir una
responsabilidad, y como tal asumir un rol revolucionario dentro de la conciencia
de su tiempo. Así, en el poema que abre el libro, Autorretrato, nos dice: “Nací
en una revuelta, / viví una Revolución / y me voy por la puerta de un idilio”. Nos
confiesa también sus fuentes literarias: “Bebí el último trago romántico / y el
primer sorbo ultraísta”. No puedo dejar de anotar aquí el parentesco que encuentro
entre este poema y uno de Víctor Valera Mora, Manifiesto, perteneciente
a su primer libro, Canción del soldado justo
(1961), donde tanto por el tono de su escritura como por el tema político, puede
haber bebido del poema de Andrés Eloy. No estoy haciendo una especulación: estoy
afirmándolo. El trasfondo amoroso de ambos textos es evidente, tanto en su temperatura
filial como de afecto universal.
En “La casa, la novia y Juan” pasa a hacer sus célebres
dibujos sobre Juan Bimba, su esposa, el mundo de los obreros, de los ejércitos,
de las cárceles, de los mítines, de los tribunales. Hay un poema que denota ese
hálito universal de Blanco, dentro de la perspectiva de atisbar lo futuro: Ecuatorial; comienza: “Por el tubo del gran ecuatorial / entró anoche una palabra
de luz / hablada desde Marte”. Así se titula también el libro de Vicente Huidobro
con que se “crea” el ámbito anticipatorio del creacionismo. Hay otro poema, Monarcas, muy curioso por lo escueto y sugerente: “1930: 17 / 1940: 6 / 1960:
2 / 1980: 0 / 2000: ¿Dios?”. Creo que es el único poema en el mundo, eficazmente
expresado, que se ha escrito con un 99% de números. Se anuncia en él, además, una
vuelta a la religiosidad, por encima de toda monarquía.
TOURING CLUB | En la parte del libro así titulada entramos
en un verdadero itinerario de países y ciudades: “Bogota‑Caracas”. “Caracas‑Río”
y luego, dentro de la propia Venezuela, “De la costa al llano” “Del lago a la selva”
sin excluir la fascinación que sobre Andrés Eloy ejercía “La cueva del Guácharo”,
y el texto más extenso e importante de esta sección, "De oriente a la Sierra", donde Blanco realiza un recorrido
admirable en múltiples imágenes innovadoras. Por ejemplo: “Todo el llano movido
de rebaños / asumía su dinámica de mar firme y nos brindaba a sorbos la totuma de
leche de las aldeas nuevas. 0: “Las altas chimeneas refinaron la nieve con aroma
de sidra”. También: “Nos bebemos el desayuno / de las montañas de cacao”. Debo admitir
aquí la innegable fuerza creadora de Andrés Eloy.
Luego, en los poemas “Atlántico”, “Pacífico”, “Costas”,
se pone de manifiesto la especial cualidad de Blanco para referirse a los paisajes
del mar, nutrientes fundamentales de buena parte de su poesía. En "Costas" dice: “¡Costas de Venezuela
en el año 2000!” (…) “Costa del año 2000, / barda floreada con la flor del muelle.
/ Costa venezolana, cabeza de Sur América, / terminal de todos los caminos del
mundo. / Los marinos la buscan con mirada de proa / como si sus bahías hicieran
dulce el agua. / Hay tantos barcos / que las olas hacen cola para entrar a los golfos”.
Otros poemas de tema marino como Veleros están interpolados con nuevos itinerarios
“Nueva York-Caracas, o como él mismo lo enuncia en uno de sus títulos, “Paisaje
entre estaciones”. En Circunvalación los viajeros parecen prestos a un viaje
alrededor del mundo desde Caracas. Pero en la ruta éstos se niegan a continuar y
quieren bajar a tierra; los pasajeros se confabulan para clamar al piloto que baje
otra vez a Caracas. Evidentemente, la intención humorística domina el texto, y consigue
expresar el breve curso de una aventura frustrada. En otro texto, Viaje al fondo del mar expresa de modo admirable: “Un pez eléctrico
/ de electricidad positiva, / avanzó inevitable / hacia los ojos de la compañera
/ y en los ojos color de agua del telégrafo / hirvió el caldo de cultivo de los
electrones. Nos damos cuenta, extrañamente, / de que el mar es el cielo del valle
submarino”.
Esta sola expresión, el mar es cielo del valle submarino, nos lleva a dirimir sobre los alcances de la metáfora creacionista
que, más allá de la imantación huidobriana, toca de cerca las expresiones vanguardistas
internacionales, para aproximarlas al sentido de la modernidad. En este sentido,
habría que reconocerle a Andrés Eloy Blanco un lugar destacado dentro de esta tentativa.
No olvidemos que el Altazor (1931) de
Vicente Huidobro es poema cuyo tema central es el viaje cósmico, el ejercicio metafísico
de la caída en el espacio, que tocó, con todos los recursos disponibles de la vanguardia
–Incluyendo las proposiciones pictóricas del cubismo y las técnicas del cine– este
motivo del viaje cósmico, como una metáfora del trayecto humano.
En Baedeker 2000
se advierten no pocas de estas tentativas; así, las intenciones de “pintar” con
las imágenes son enormes, sólo que la imagen final nunca es refleja, sino refractaria:
“El cielo del mar iba hacia el fondo / y caía en mis brazos el cielo de la Tierra”.
En Campo de batalla creemos al principio que es un guerrero quien observa su campo después del
gran triunfo, pero ese guerrero es en realidad el campo que ha sembrado un campesino:
“El campesino firmó su siembra / y está a la mesa en el calor del sábado”. (…)
El humo de cocina y el humo de batalla / se encuentran en un beso de dos viejos
con barbas”.
Pero así como Blanco puede apreciar la hondura de las
gentes labriegas y sencillas, también puede hacerlo con la gente de las grandes
ciudades, y así tenemos que un Weekend
en Caracas puede dibujar ese cálido confort de los placeres “superficiales”, como
escalar el Ávila, bañarse en el Parque Los Chorros o dormir en una hamaca entre
las trepadoras de la pérgola. Todo ello, por supuesto, en compañía de una mujer
a quien se invita al final: “Después, bailaremos de nuevo, solubles uno en otro,
como el agua en el agua”. Vemos asimismo en el texto de Cosmópolis cómo los inmigrantes
“que marcharon de frente a la tarde de América, / degollaron para siempre / la nacionalidad
del paisaje”. En ese gran Regreso al paisaje de América nos exhorta el poeta:
“Viajero / de los viajes modelo 200º, / no busques los caminos de regreso; / te
basta ver el rostro del viejo guardavía / al regazo de sol pescado en las gargantas”.
***
No sé si con estos pocos ejemplos habré mostrado la gran capacidad del
poeta cumanés para acercarse a los itinerarios de un viaje que termina siendo interior,
cuando dice de manera impecable, en un límite en el que todos los paisajes convergen
en la soledad humana: “Y ya usted ve, aquí estoy, fondeado para siempre. / De aquí
no salí nunca, / de este tope donde comienzan y terminan / todas las trayectorias;
/ estoy aquí, fondeado, sin un viaje en las manos / y a todos los que llegan les
salto en las pupilas / y les chupo en los ojos dos gotas de distancia”. Convencido
estoy, sí, de que asistimos a un esfuerzo vanguardista como pocos de los experimentados
en la poesía de habla castellana. Más que un esfuerzo, diría, es una realización
con muy pocos altibajos.
CINES, O LA SÍNTESIS DE LAS IMÁGENES | Como es usual
en la estética vanguardista, la experiencia cinematográfica va a jugar un papel
importante dentro del ámbito visual de las imágenes, pero también en la manera de
disponer el material verbal. Las imágenes en poesía se organizan siempre con palabras,
se me dirá, pero ello no es del todo así, teniendo en cuenta que los fotogramas
del cine se imponen como entes autónomos. Contamos en este caso con los intentos
expresionistas de Wiene, Murnau o Lang en Alemania, y con el surrealismo de Buñuel
como ejemplos de la superación del realismo documental, colocándose en los ámbitos
poéticos del sueño y el horror, propios de la vanguardia. Para sólo citar un ejemplo,
El gabinete del Dr. Caligari (1920) de
Robert Wiene, abre una brecha no sólo para el cine alemán, sino que extiende su
influjo a las artes no visuales, especialmente a la poesía. El mismo Vicente Huidobro
escribió una novela‑film, Cagliostro (1923),
y la envió a Hollywood con la esperanza de verla filmada, con el inconveniente
de que la novela misma contenía al lenguaje cinematográfico, la prosa incluyó los
propios recursos del guión, con lo cual aniquiló sus posibilidades de verse realizada
en pantalla, aún cuando quedó para la literatura como uno de los grandes ejercicios
de la novela. En cambio, en varias de sus secuencias poéticas, Huidobro logra los
efectos de simultaneidad propios del lenguaje fílmico.
En los “argumentos” de Cine obrero, Cine agrario y Cine
Pecuario Blanco alcanza una síntesis
muy interesante de efectos fílmicos, más por vía de la imago que por técnica simultánea. Veamos: “En lo alto del rascacielos
/ un obrero en sábado / pincha una nube / y la hace llover. / Ríe estrepitosamente.
/ Cada gota que cae / trae un pez de risa”. En Cine agrario: “De noche la
luz del día / la guardan en los maizales. / De día, al cielo estrellado / lo embotellan
en los trigos”. En Cine pecuario: “Las yeguas criollas, / cuando sintieron
encima / al semental inglés, / gozaron, como la mecanógrafa / que se casó con el
banquero”. En Cine marítimo y fluvial: “No sabe el río lo bueno, / lo bueno del
agua dulce. / El río que se camina / no se conoce hasta el mar. / “Para el hombre
sin mirada / que está mirando en la proa, / la proa / es un barranco que anda”.
Finalmente tenemos la alusión al año límite: “El mar del año 2000 / aún tiene barcos
de vela / y redes y pescadores / y un pez que nunca se pesca”.
Se pone de manifiesto en estos textos la voluntad de
visualizar los argumentos a la manera de sinopsis, de concentraciones de imágenes.
Muchas de ellas pueden constituir poemas autónomos o
formar parte de una secuencia mayor, no importa. La intención del poeta es dejarlas
libres en el campo imaginario del lector, como podrían serlo las Greguerías de Gómez de la Serna, también
dentro de la experiencia vanguardista y cinematográfica, de quien el gran “Ramón”
fue seguidor apasionado.
En otras secciones de Baedeker 2000 hallamos poemas como el extenso Orinoco, una travesía fluvial por nuestro gran río, al que compara con
“Mi poema de hace setenta años, / mi viejo poema / frondoso como tus selvas / desbordada
como tú…” o retratos de un emigrante alemán, Walter Schonfeld, quien cautivó a Andrés
Eloy a tal punto que éste le dedicó siete poemas; en Schonfeld y su progenie se
recrea para volver los ojos a tierras distantes, cuyos habitantes buscaron atemperar
en el trópico, y las hicieron luego su morada definitiva.
En la sección titulada Museo dedica a cada una de
las artes un texto, o más bien a quienes ejercen los oficios artísticos. Del pintor
escribe: “Su misión / es imponer, más allá del realismo, / la verdad que debe venir,
/ su oficio es alcanzar / la aspiración de los paisajes sin fortuna”, en un claro
alegato contra el realismo. De la Música: “El poema / fallece en el cuidado de un
resuello dormido”. Evidente comunión música‑poesía. Sobre la danzarina: “ondeó levemente,
con amago de brisa, / abrió las manos, hizo cuenco / y se fue echando sol por la
cabeza”. Acerca de la Escultura: “Es un rostro de labios apretados; / es un rostro
dormido / que tiene la más bella palabra, / una palabra nueva, / una palabra ingénita
y definitiva / encerrada en la piedra de la boca”. Y finalmente del poeta: “El poeta
habla, / dice su canto nuevo, / el poema del año dos mil uno”. Siempre adelantándole
funciones de visionario.
En Poemas del tiempo
de la quinta esposa vuelve sobre el tono épico de la raza y de la celebración
heroica, y sobre el tema obsesivo de la madre, los hijos, la progenie futura. A
mí modo de ver, éstos poemas desentonan con la secuencia de textos que libro venía
ofreciendo; lucen impostados, agregados, además de no ofrecer el tono vanguardista
de los anteriores. Sin embargo, yo haría la excepción con Caracas 2000, un poema extenso
que también se incluye en esa visión anticipatoria, a veces ingenua, de lo que sería
nuestra ciudad para esta fecha que ya hemos rebasado. Imagina algunos lugares de
la ciudad: “Sobre el cerro del Calvario, / el Botánico y el Zoológico; / los niños
rodean al Panteón, bien lleno de pasado, / bien exonerado de actuación, / bien saludado
de Porvenir”.
No descarta Andrés Eloy sus imágenes aéreas, con las
que gustaba de hacer ingeniosos juegos visuales: “Al cruzarse dos aviones, / una
alondra se salva en un hilo de vuelo. / Una pausa inaudita interviene en los rumbos
/ cuando pasa una anciana que da la mano a su viejo”.
Recupera Blanco su aliento futurista al volver al tema
dilecto de los hijos (“Al hijo de mi hijo”), y, sin alardes de vidente, le dice
al hijo que no va profetizarle el dinosaurio eléctrico, ni el acumulador inextinguible,
ni a parecerse a Marinetti o a Julio Verne. Apenas, dice, “Te anuncio a ti mismo”,
advirtiéndole: “Acaso viviréis de un modo nuevo, / sobre una tierra nueva, –Acaso
un disparo / de tu Máuser Modelo 2000 haga órbita”, en una imagen que nos recuerda
a Apollinaire. “No te anuncio el mecanismo milagroso. / Para el año 2000 sólo te
ofrezco, amigo, / esto: El hombre humano”.
Esta es una hermosa profecía de Andrés Eloy Blanco, la
de anunciar el hombre humano en una época deshumanizada por la tecnología. No cayó
en la tentación de hacer panegíricos pseudocientíficos ni de vociferar verdades
filosóficas disfrazadas de lirismo. Su humor siempre es fino, de medio tono; su
intención no es la de hacer reír, sino de la hacer sonreír con cierto dramatismo.
El propio título del libro, alude a una circunstancia cotidiana, la de las guías
turísticas Baedeker, que tuvieron una gran difusión y prestigio en el siglo diecinueve,
pero siguieron editándose durante el veinte y consiguieron una gran difusión en
todo el mundo. Su editor fue el alemán Charles Baedeker (1801‑1859).
Blanco, en el título de su libro, alude paródicamente
al de una de esas guías turísticas, que se propone recorrer, en su viaje poético,
un periplo de lo que será Venezuela para el año 2000. Con su don verbal y humor
extraordinario, Andrés Eloy Blanco consiguió en éste uno de sus más felices momentos
poéticos, que influenció a otros notables poetas venezolanos como Alarico Gómez,
Miguel Otero Silva, Job Pim y Aquiles Nazoa. Pero no sólo a ellos. También a otros
nos legó la firme lección de su aguda inteligencia y de su privilegiada sensibilidad,
con una voz que fue capaz de anticiparse al porvenir dando muestras no sólo de un
gran amor por su país, sino por muchos de los hombres que habitan buena parte de
la Tierra. Pues ese es, a fin de cuentas, el Andrés Eloy Blanco que permanecerá.
*****
GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN (Venezuela, 1950). Narrador, poeta y
ensayista. Libros más recientes: Consuelo para moribundos y otros microrrelatos
(2012), Hombre mirando al sur. Tributo al jazz (2014), Gustavo Pereira.
Los cuatro horizontes de una poética (2014), y Solárium (2015). Contacto: gjimenezemen@gmail.com. Página
ilustrada com obras de Jair Glass (Brasil, 1948), artista convidado desta edição
de ARC.
*****
Agulha
Revista de Cultura
Número
104 | Novembro de 2017
editor
geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor
assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo
& design | FLORIANO MARTINS
revisão
de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
equipe
de tradução
ALLAN VIDIGAL | ECLAIR ANTONIO ALMEIDA FILHO | FEDERICO RIVERO SCARANI | MILENE MORAES
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