segunda-feira, 29 de julho de 2019

SETE VISÕES SUBMERSAS – ENQUETE SOBRE SURREALISMO | ALFONSO PEÑA | LUIS FERNANDO CUARTAS | RICARDO ECHAVARRI | VERÓNICA CABANILLAS


1 | A un siglo de depuración del surrealismo, registrado su rechazo a ser confundido con una escuela o apenas más un ismo, es imposible descartar la propiedad estética de cualquier obra de creación. ¿Cuál es tu entendimiento de un ideal estético del surrealismo?

ALFONSO PEÑA | No idealizo el acto creativo, más bien elijo el sendero de los símbolos y los signos, incluso las “máculas” que contaminan el poema, collage, o pieza de arte objetual y que su misión está en remover los cimientos del espectador. Coincido en que el afán y prioridad del artista surrealista es “zarandear” las coordenadas de la lógica convencional, lo complaciente, lo formal, todo aquello que huele a herrumbre. Y esto se logra con diferentes propuestas de lenguaje, de radiografía de la realidad.

LUIS FERNANDO CUARTAS | Bien lo decía Octavio Paz en un breve ensayo sobre Breton, en Los Signos en Rotación, que el surrealismo más que una escuela o un ismo, era una manera de vivir, un estado de exaltación y de búsqueda estética, más allá de pinturas, músicas, danzas, performances, cine, y otras manifestaciones del arte. Una manera de ver la vida más allá de cuadrículas y normatividades, algo que tendría que ver con una condición mística, sin religión, una filosofía sin academia, una psiquis sin sicoanálisis, una apertura mental, más cercana al taoísmo si se quiere, que a los dogmas de occidente. El surrealismo no busca la negación, el nihilismo como meta, por lo contrario, es una experiencia exploratoria entre el eros y la fiesta vital, un viaje profundo a los pozos del sueño, más no se ha quedado allí. Hoy en día se podría decir que el surrealismo es una experiencia geográfica y oceánica, en cada lugar del mundo hay una capacidad de ver desde la naturaleza ese otro lenguaje oscuro, que aparece con la luz de la imaginación. En América, a no dudar nuestro surrealismo es vegetal, mineral y chamánico, es un estado de acoplamiento sexualizado con lo orgánico de nuestra exuberancia paisajística. No podemos hacer un surrealismo de “escuela” de códigos y de vocaciones ortodoxas, creo que la poesía como un arte de vida, es todo lo contrario a lo estancado y a los límites entre la severidad y el aislamiento. Todo lo contrario el surrealismo es apertura, más no con eso se quiere decir que exista “un todo vale” , hay rigor de furia inconsciente, destreza y magia, sin la magia y sin ese furor las creaciones aparecen como decorados superfluos, endomingados escenarios fatuos. Hay una falsa idea de hacer aparecer como “surrealista” obras que parecen decoraciones publicitarias, amalgamadas palabras y pinturas de un falso onirismo. En el surrealismo como en toda obra de arte, se siente la grieta, se ve el rugido, se mueve el viento de tal forma, que los pastiches de notan ahí mismo.

RICARDO ECHAVARRI | En efecto, en 2024 el surrealismo cumplirá un siglo de haberse enunciado por parte de André Breton, en su famoso Manifiesto Surrealista. Ahora tenemos la suficiente distancia para valorar lo que fue su etapa como ismo o movimiento de vanguardia y lo que tuvo y tiene de trascendente como concepción de la vida. En el periodo de entreguerras, que es el momento –por decirlo con palabras de Eduard Sanguinetti– heroico del surrealismo, creo que llegó a ser la vanguardia más importante de todas, porque supo combinar la puesta en crisis de una estética –la burguesa, decimonónica– y, a la vez, plantear elementos nuevos en el arte, tales como el papel del inconsciente, la escritura automática y la imagen asociativa, tipo Lautréamont, que están en la base de su poética. César Moro, que entre los poetas latinoamericanos fue el primero y más cercano al “Círculo surrealista” parisino, llegó a decir que el surrealismo era estéticamente summa summum de todos los ismos y, ciertamente, fue el movimiento más influyente y perdurable. Pero aparte de su parábola histórica, el surrealismo tiene un antes y un después de su aparición sincrónica, porque como concepción de la vida, como apuesta del ser del artista en su arte y como tentativa de borrar los límites entre la poesía y la vida, el surrealismo aún tiene vigencia.

VERÓNICA CABANILLAS | El ideal estético del surrealismo, a mi entender es aquel que debe basarse en un acto de creación, donde la experimentación y la inspiración poética sean los ejes desde los cuales se produce una obra.
En cada obra surrealista debe verse aquello, la búsqueda de nuevas formas de representar lo indecible. Donde la inspiración poética no tenga límites ni mucho menos concesiones al plano de lo práctico.
Esto significa, que para mí, el ideal estético del surrealismo debe estar en una incesante búsqueda de renovación. Su estética será, no la de una estética heredada por el surrealismo histórico y sus grandes figuras; finalmente hecho canon, si no el de la búsqueda de nuevos horizontes y formas de representar lo maravilloso.
Pienso, que lo que nos une al surrealismo histórico deberá ser sobre todo a sus ideales primarios; la experimentación, el automatismo como método de acercarnos a lo inconsciente, donde las imágenes brotarán desde su vientre primario, sin repeticiones de estéticas instauradas en el sentido común, sin encasillarse ni repetir moldes.
El ideal estético del surrealismo entonces no está escrito ni dicho, es como un puente en el que estamos transitando en medio. Dónde nos lleve, será un nuevo mundo por descubrir, porque cada creador que se lance en sí mismo hallará su propia imagen, su propia poesía y su propia forma. Aunque siempre sin querer “caigamos” en eso universal y homogéneo que nos une a los surrealistas de todos los tiempos. Se sabrá deslindar, diferenciar, una mera copia de formas estéticas y la aportación de una nueva luz desde esa base primaria, a la que me he referido, en que un creador surrealista se mueve.

2 | Las clásicas expulsiones de surrealistas llevadas a cabo en la formación original parisina fueron de naturaleza conductual. La mala calidad de una obra jamás fue un aspecto que llegó a juicio. Incluso hoy, aunque las expulsiones ya no son un hecho corriente, surrealistas cuando comentan a sus pares, lo hacen considerando simpatías y adhesiones, lo que acentúa la existencia de una cofradía. ¿Hasta qué punto ese club de amigos distorsiona el entendimiento que se podría tener de la más relevante revolución cultural del siglo XX?

ALFONSO PEÑA | Lo más eficaz es dejar fluir la metáfora, la flor negra del desierto (¿Flor de biznaga?), y estar fuera de capillas, de conventillos y cofradías. En la interacción con otros poetas y artistas surrealistas encuentro enriquecedor la espontaneidad, el intercambio, y muchas veces que se ¡derrumbe el edificio!

LUIS FERNANDO CUARTAS | Existen empatías, simpatías, antipatías, pero la verdadera patia, es sufrimiento, enfermedad, una manera de ser corrosiva, que genera adhesiones y rechazos, la Patía antigua es un refugio entre lo hostil y lo demasiado halagador. Es cierto existen pares, homólogos, cercanos, amigos y desde luego cómplices, más el arte no debe estar supeditado al coro de sus émulos, es una acto libertario por excelencia. Aunque esto suene muy romántico, ese solitario en compañía que sale a la aventura, no deja de ser cierto, es un acto personal de riesgo, juegos peligrosos, asechanzas, azares, sortilegios, magias, más que de cofradías y mecenazgos, donde se le vende al alma al mejor pastor o el peor pastor. Ceo que es necesario las complicidades, ese acto societario de afinidades, esa utopía de cercanías. Pero esta capacidad de ser gregarios no debe eclipsar la voz de cada uno, se juntan seres para hacernos fuertes, como diría Kropotkin, pero esa fuerza no anula lo singular, lo íntimo de cada individuo que aporta a la fuerza colectiva desde sus habilidades, fortalezas y deseos. Las afinidades existen desde mucho antes de las tendencias del siglo XX, todo ser tiene sus afectos y sus contrarios, se deben fortificar, expandir, buscar alianzas, sobre todo en una época de un consumismo brutal, de un desalojo por parte de los poderes estatales y bursátiles de la imaginación y de la ensoñación.

RICARDO ECHAVARRI | Como vanguardia clásica, el surrealismo tiene muchos elementos de época. Acuérdate que surge en entreguerras y que son partícipes de la I gran Guerra y testigos de la Revolución de Octubre, entre otros acontecimientos. Siempre he visto semejanzas del “Círculo surrealista” con la tradición de las sectas y cofradías, que vienen de siglos anteriores en Europa y, por otro lado, con las sectas y células en que se organizaban los grupos políticos. En ese sentido, el surrealismo retoma una tradición que cristaliza en el sentimiento de cofradía de los artistas del siglo XIX. Los románticos tardíos ingleses hicieron la famosa Hermandad Prerrafaelita. Baudelaire participaba en la cofradía del “Gato Negro”, Gautier en el club de los Hachiseanos y Verlaine llamó “Poetas Malditos” a sus contemporáneos más audaces. Las vanguardias retoman esa tradición de cofradía, de grupo. A semejanza de estos cenáculos de fin du siècle, tuvieron todo un historial de apartamientos y de vistosas expulsiones. Antonin Artaud se autoexcluyó cuando el surrealismo se afilió –pasajeramente– al PC francés, temiendo subordinar el espíritu al poder. Paul Éluard y Louis Aragon fueron excluidos por abrazar el estalinismo, Salvador Dalí fue acusado de comercializar el arte y fue nombrado por eso “Ávida Dollars”. Ahora vivimos en un horizonte más individualista y nos cuesta trabajo comprender esa comunión estética y estilística, y menos la función de un líder, que fue la forma clásica en que se expresó el arte de vanguardia. Vivimos en la postvanguardia por completo, en ese sentido.

VERÓNICA CABANILLAS | Lo distorsiona hasta el punto en que creamos que el surrealismo le pertenece a alguien, a un grupo o a una cofradía. André Breton a quien podría creerse (erróneamente) que le pertenece más el surrealismo que a cualquier otro, sabía bien que él fue quien genialmente cristalizó un pensamiento, un modo de entender todo y de pensar que venía desde épocas remotas.
El surrealismo representa una tradición que llega a su esplendor máximo con Breton, que fue quien acuñó y llevó al esplendor ese pensamiento, como ismo: el surrealismo.
 Octavio Paz llamaba a todos estos como las víctimas de la imaginación y al surrealismo como la enfermedad sagrada del S. XX Una enfermedad de visionarios que ha existido desde la presencia de la humanidad.
El surrealismo le pertenece a todos y fue una revolución para alcanzar la transformación en cada ser humano, sea quien sea.
 Únicamente se distorsionaría el entendimiento que tenemos de esta gran revolución si en este club de amigos no hayan verdaderos revolucionarios que estén a la altura de esta gran revolución que significó el surrealismo en el S. XX.
No creo que no deba existir una cofradía o club de amigos, de ninguna manera, al contrario, considero parte fundamental que exista, finalmente estos son (somos) los más fieles, conocedores y apasionados de este ismo, hasta el punto de considerarnos los herederos del surrealismo y surrealistas. Sólo se distorsionaría si no estamos a la altura de lo que es el surrealismo. Como dice la pregunta, sin duda, la más relevante revolución cultural del S. XX. Hagámonos de ese gran nombre y estemos a su altura.

3 | Las revistas surrealistas –antes impresas, hoy también virtuales y con una larga recuperación de los inicios de esta actividad en ediciones facsiladas y en formato pdf–, forman un acervo incomparable frente a cualquier otro movimiento, escuela o vanguardia a lo largo de los siglos. Defiendo que las más valiosas son aquellas que jamás refutaron otras perspectivas de vida y obra, ajenas y/o complementarias del surrealismo. Tales revistas son, a mi ver, el espacio entrañable de una contra ortodoxia, pleno ejercicio de generosidad y compartición de mundos dispersos. Sin embargo, todavía se mantiene, declarado o no, inmenso rechazo del surrealismo justamente por su principio ortodoxo. ¿Cómo separar aquí la cizaña y el trigo?

ALFONSO PEÑA | Coincido en que hay que abolir, rechazar todas las ortodoxias, incluso las de aquellos que se “auto etiquetan” surrealistas y las imponen con intolerancia, con cortapisas, en detrimento del propio movimiento. ¡Cero fórmulas, cero lugar común, cero religiones de bolsillo! Y por supuesto: “Poesía y coexistencia”.

LUIS FERNANDO CUARTAS | Desde que apareció el surrealismo no se ha dejado de publicar textos y hacer exposiciones, es algo inherente, hacer ver, volver a connotar, crear la espectacia, promover y acercarse a las afinidades e ideas afines. La ortodoxia como tal es un candado superior, un dogma, para mí la apertura mental requiere saber escuchar, mirar y confrontarse con los otros en un mundo donde nos tocó vivir en medio de conflictos y de agresiones, la búsqueda es abrir la mente, la tolerancia más no la bobería, la amistad más no la hipocresía. Entre más flores tenga el jardín mejor pasan las abajes, ellas sabrán cual les da mejores mieles. En ese sentido, el surrealismo podría ser, de hecho lo viene haciendo con algunos artistas, algo diferente a pontificar la santificación de un culto. Hay líneas de acercamiento entre poetas, pintores, cineastas, por poner un ejemplo, que sin profesar todos un surrealismo directo, se han hecho trabajos en común, sin caer en sermones, distinciones de pureza y esas cosas de una aristocracia dogmática.

RICARDO ECHAVARRI | Las revistas surrealistas son emblemáticas. Se puede trazar una historia del surrealismo a partir de sus revistas: Littérature, La Révolution surréaliste, Le Surréalisme au service de la Révolucion, VVV, Almanach surréaliste du demi-siècle. En cada una de estas revistas (y otras) hay preocupaciones estéticas particulares; en una tienen gran importancia los sueños y la escritura automática, en otra se explora la asociación libre, las encuestas; en otra vemos una preocupación por unir el surrealismo con la vanguardia política; la última es más bien un intento por hacer un balance del antes y después del surrealismo. Ahora bien, dentro de esas revistas hay algunas latinoamericanas, sin las cuales sería imposible entender la recepción y el reavivamiento del surrealismo. Destacaría A partir de Cero, que hace Enrique Molina en Argentina; Poesía, de Neftalí Beltrán, en México; El uso de la palabra, de César Moro y Westphalen en Lima; Dyn (escrita exclusivamente en francés e inglés), editada por Wolfgang Paalen. Aún creo que revistas como S.nob, Correspondencia infra, Dosfilos, Agulha Revista de Cultura, Triplov, Otras voces, Matérika –estas cuatro últimas bajo el formato electrónico– siguen cumpliendo un papel relevante en difundir el surrealismo, sobre todo el que viene después. Sería deseable tener un Centro de Estudios Surrealistas Internacional, donde pudiéramos reunir y hacer accesible todo ese material bibliográfico, que es esencial para entender la vanguardia de aquel y este lado del Atlántico.

VERÓNICA CABANILLAS | Creo que el surrealismo más ortodoxo y por ello intransigente con otros modos de entender la vida y obra debe entender la amplitud y diversidad en que el surrealismo heterodoxo puede moverse. Desde mi cosmovisión todo es surrealista. Es decir, para mí, que todo lo veo como una surrealista, la contra ortodoxia (dentro del surrealismo), los mundos ajenos y/o complementarios del surrealismo, los podría reunir bajo el nombre de surrealismo heterodoxo. Las manos extendidas desde el núcleo primordial pueden disgregarse y expandirse y ser de igual forma una parte importante de la lucha total de los ideales surrealistas. En tanto universo infinito, la cualidad del universo es diversa y en perpetua propagación. El surrealismo que ejerce desde la ortodoxia, debe entender que nada perderá en su lucha, sino todo lo contrario, la lucha podría ser más efectiva. Creo que al reconocer que sus brazos extendidos, ahora ya no le pertenecen del todo (o que en algunos casos aparentemente nunca le pertenecieron), sino a una especie de rica heterodoxia que alimenta ese centro, convertirá la utopía en algo más cercano.
Creo que en esa frase famosa de Lautréamont – “La poesía debe ser hecha por todos”– se resume todo lo que aquí trato de fundamentar. Pero Lautréamont lo dijo y lo cristalizó, yo sólo repito ese eco vivo y vigente, el del surrealismo entendido como una facultad que puede ser concebida por cualquiera. Si el surrealismo ortodoxo debe hacer algo, esto será, propagar como un eco inmenso en la infinitud del universo y del ser humano su rico y auténtico ideal, propagar su utopía, hasta que llegue al último hombre más alejado de todo. Allí podrá aparecer mucho de lo “ajeno al surrealismo”, sin embargo no es así, al surrealismo nada le es ajeno. Esa es la verdadera revolución social, intentar la transformación a partir del arte y la poesía, revolución interior, quemarnos y renacer. Y que esta revolución sea capacidad de cualquiera, esa es la virtud máxima de un ismo que fue vanguardia, y lo será siempre si propone y ejerce el derecho de que cualquier ser humano goce de la libertad máxima en su existencia.

4 | Dos denominaciones siempre me llamaron la atención, dentro del ambiente surrealista, no porque me parezcan inapropiadas, sino antes por la partición que llevan entre sí de elogio y rechazo: movimiento surrealista y civilización surrealista. ¿Hasta dónde esas denominaciones se distinguen y qué representan a punto de parecer antípodas?

ALFONSO PEÑA | Concuerdo que es un tema para debatir. No obstante me agrada y coincido con la premisa: “Surrealismo un emprendimiento imposible” en la aspiración de concatenar símbolo y realidad, arte y vida, política y estética, esos conceptos son como la búsqueda imposible… (Claudio Willer). ¡No obstante, encantador, atractivo, misterioso!

LUIS FERNANDO CUARTAS | Con la aparición de los ismos, se creía que cada cual armaría su vanguardia, su movimiento, más esto creó un encerramiento de posturas y de comandos. No en vano la palabra vanguardia es de origen militar, y supedita un movimiento que gravita alrededor de unos postulados y unos catecismos seculares. Con la palabra civilización surrealista, creo que se intentó mostrar que es un periodo histórico donde la imaginación accede a muchas posibilidades de creación, desbordamiento onírico, fluir de propuestas, un arte abierto, en fin. Más esa nominación es también una espacie de trampa, “Civilización Romana– Azteca, Vikinga, China, Japonesa”, en fin, ¿civilización de qué componentes? Nuestros historiadores escolares nos dividieron en civilizaciones nuestra vida en el planeta, nos pusieron en compartimentos y nos dieron una visión lineal del mundo. Creo que la idea de Una civilización surrealista, es una idea globalizante, tendencia de las grandes construcciones históricas, que no daría cuenta de una condición humana propia de todo tipo de civilización. Como diría nuestro poeta Colombiano, Jorge Zalamea, “en poesía no hay civilizaciones subdesarrolladas” y el surrealismo en este caso es afín a toda la humanidad.

RICARDO ECHAVARRI | Nunca había oído hablar de Civilización Surrealista, y no sé si el surrealismo se planteó hacer algo parecido a fundar una nueva civilización, que no fuera la de la recuperación de las facultades poéticas para todo hombre (en ese sentido retoman la consigna del Cisne de Montevideo: “la poesía debe ser hecha por todos, no por uno”). En el caso de Artaud, cuando en su Viaje al país de los Tarahumaras, se plantea qué tipo de civilización acercaría al hombre a lo poético –es decir, a lo sagrado, en su sentido original, fuera de iglesias u ortodoxias–, advierte no sería de ninguna manera la Occidental (ésta es para él una civilización moribunda). Sería una civilización como la de los Tarahumaras, con los que convivió en su viaje a México y quienes lo iniciaron el ritual del jículi, y viven en el lugar más apartado de la Sierra Madre, y bajan a las ciudades “para ver a los hombres que se han equivocado”. Desde el punto de vista de la armonía del hombre y el grupo, su unidad con la naturaleza, o la visión “surreal” de la vida, el Hombre Rojo tiene mucho que enseñarle al civilizado occidental.

VERÓNICA CABANILLAS | Se distinguen por que uno pertenece al gran ámbito de lo teórico; el pensamiento utópico, y el otro pertenece al ámbito de lo práctico; desarrollar la utopía. Sin embargo ambos son complementarios, dos grandes partes de un todo. Uno representa la ortodoxia, la utopía teóricamente, el otro representa lo heterodoxo, el desarrollo de los principios teóricos de la utopía y aplicarlos en la civilización, en la sociedad. Por ello pueden parecer antípodas, pero en realidad uno no podría ser sin el otro, ambos conceptos adquieren el sentido vital juntos y se complementan en la totalidad.
La civilización surrealista obedece al pensamiento utópico del movimiento surrealista, y este sería sólo una utopía inalcanzable sin la gran intención de hacer de ese sueño una realidad. El derecho de soñar no solo es un deber sino una herramienta a través de la cual se podría instaurar la utopía. Sin embargo, la civilización surrealista es un proyecto utópico también porque quiere ejercer a nivel de sociedad la utopía del movimiento surrealista, y esto es utópico teniendo en frente al gran enemigo que es la cosificación del ser humano como un producto de mercado. Es utópico porque frente a esa realidad terrible, el deseo y el sueño, son asesinados en pos de un mecanismo social que solo produce máquinas repetidas en la rutina, y así el delirio y el sueño son un imposible y por ende la utopía también.

5 | Es común evocar en el surrealismo su potencia imaginativa y su carácter experimental, en rigor aspectos complementarios. Sin embargo, en la incuestionable imposibilidad de una renovación perenne en el ambiente de la creación artística, en muchos casos, lo que se verifica en el surrealismo son una repetición de recursos, modos de ser y trucos de lenguaje. ¿Cómo lidiar con esas oscilaciones tan comunes a cualquier territorio creativo?

ALFONSO PEÑA |¡Transición/transmutación permanente, subversión, experimentación con lenguaje sobre lenguaje! Incluso –si fuera necesario– llegar a la incorporación de aullidos de la naturaleza, de pigmentos artesanales, eso es parte de la experimentación… ¡Y jamás la melodía edulcorada que se toca e interpreta hasta la fatiga! Se me ocurre la fusión entre ocarinas, saxos y sonidos que salen y brotan de una astilla de un madero… ¡El momento mágico!

LUIS FERNANDO CUARTAS | Cuando una expresión artística cualquiera sea empieza caer en lugares comunes, en una especie de sedentarismo, se anquilosa y pierde su vigor. Pero se dirá, tal vez hay poco que innovar, ya mucho se dicho y salen con la idea de que ha pasado mucha agua debajo de los puentes. Se puede jugar, más que trabajar, con materiales afines desde hace siglos como la piedra, la madera, los pigmentos, las ostras, el agua, los sonidos, y no por eso se dirá que se ha agotado la inspiración o se ha reducido el campo posible de acercamientos a lo artístico. La palabra misma ha sufrido mutaciones, contrastes, olvidos, renovaciones, languidece, despierta, socava, inventa, traiciona, es sublime y pude ser tosca y vacua, según el uso y su fascinación adecuada. Es cierto que se pueden caer en repeticiones innecesarias, en artificios y trucos, que darían lustre pero no profundidad. Hoy en día, la poesía puede car en el reino de la vacuidad, de decir todo y decir poco, greguerías y distorsiones, embelecos y fruslerías, y dejar a un lado las preguntas hondas de toda existencia humana. No debemos de carecer del humor, de ese sacro humor corrosivo y necesario para desajustar lo serio, lo seriado, más no abandonar el sentido de lo erótico, la trascendencia en esa muerte y ese más allá que está acá y nos reclama presencias. Pueden decir de eso se ha dicho y se dirá siempre, la idea es el cómo, en qué sentido enfrentar esas condiciones de lo humano y su entorno. No sólo una necesaria estética entre las nuevas tecnologías, el uso de mecanismos de expresión múltiple en las redes, la capacidad de regar como pólvora ideas y experiencias surrealistas, pero lo más importante, volver a los orígenes, es como juntar la prehistoria con la cibernética, con un corazón palpitante se vitalidad, asombro y fraternidad. La poesía nunca será innecesaria si está rodeada de una inmensa capacidad de amor, de amor por el planeta, por sus congéneres, de profundo respeto por los habitantes de esta bóveda azul como una naranja como diría alguna vez Paul Éluard, esa búsqueda no de “innovaciones” sino de profundizaciones, de hacer socavones en nuestra cultura, de mostrar lo que se ha visto siempre con ojos de fascinación, la inocencia infantil de seres adultos con alas.

RICARDO ECHAVARRI | La estética surrealista se basa en “la escritura automática”, en el calco del inconsciente, al margen de consideraciones estéticas o morales. Si se presta atención, ese llamado a incorporar elementos inconscientes es muy general. Por eso, fue esencial la búsqueda de logros que expresaran de diversa manera ese automatismo. Un tiempo André Breton y Phillippe Soupault ensayaron la escritura de los sueños (Les champs magnétiques). Pero pronto desecharon esa búsqueda y exploraron la asociación libre. En esa exploración encontraron formas tales como el Juego del Sí, el Uno en el Otro, el cadáver exquisito, el dibujo automático, el método paranoico- crítico, el collage, el fumage… toda una diversidad en que se expresa esa búsqueda del automatismo. Aquí lo interesante es ver como los surrealistas trataban de escapar de la retórica, de la repetición de sus mismos descubrimientos.
  Aún bordando la idea de André Breton de que “desde cierto punto de vista la historia de la escritura automática sería, no temo decirlo, la de un continuo fracaso”, habría que considerar que este procedimiento puso en crisis nociones como la de inspiración o genio poético. Y ese “fracaso” es relativo, aún en su avalancha logró limpiar más de una caballeriza literaria. Desde otra mirada, gracias a ese automatismo o palabra en libre asociación se escribieron obras magníficas, que revolucionaron el arte moderno. Sin ese automatismo como impulso inicial –y del cual no hay recetas, y es siempre, como dijo César Moro “impredecible y peligroso” –, no existiría la obra de Magritte o de Remedios Varo, o poemarios como La tortuga ecuestre, que además es un mentís rotundo a quienes piensan que el automatismo es propio del genio de la lengua francesa, pero no de la casi mística lengua española.
 Ahora, siempre hay un riesgo, no sólo en el surrealismo sino en cualquier otra estética, de volverse retórica, mera repetición de fórmulas. Eso lo advirtió tempranamente Wolfgang Paalen, quien además vio que esas formas comenzaban a salirse de la literatura y eran adoptadas por la industria publicitaria. El fumage, imágenes espontáneas impresas por el fuego y el humo en sus telas, fue la forma que personalmente Paalen descubrió y que plasmó en cuadros tan maravillosos como “L’horizon ovipare”, tratando de huir de lo conocido.

VERÓNICA CABANILLAS | Creo que cuando uno advierte en su obra que se está usando moldes, oscilaciones o repeticiones, debe optar por el juego.
Estas oscilaciones hay que decir, muchas veces son naturales, una especie de coincidencia de los creadores cuyo terreno es el de la imaginación. Uno puede ver obras surrealistas desde las épocas prehispánicas, en las culturas amerindias, en la edad media, en la época romántica, en la moderna y contemporánea, muchas veces es como una presencia de conciencia universal que pertenece un poco a cada creador que crea desde la imaginación y desde lo poético. Esto sigue siendo original.
Pero cuando los moldes son repetitivos, como una especie de maquillaje vacío, una copia o reutilización monótona de moldes, símbolos o arquetipos, en ese momento se debe optar por transgredirlos. Es un acto también de honestidad con uno mismo.
Si se transgrede se intentará la innovación. Se internará en el campo de lo nuevo y brotará de allí lo aun no visto. Si se sigue usando monótonamente se cae en un tipo de canon estético y esto de por sí será una limitante en la búsqueda de lo desconocido, principio fundamental del viaje surrealista.
Por eso creo que regresar al juego, es olvidarse del pasado, de lo heredado, de “los padres”, es intentar una abertura a lo nuevo, es restablecer la comunicación con lo sagrado, con lo propio.
En el juego (donde la experimentación es la base) estará quizá (para quien sepa jugar) el escape de la oscilación (y mucho más en su forma sistemática) en el que tristemente se cae cuando ya se sabe las reglas del juego. El asunto es; jugar sin saber las reglas, o que en algún momento estas sean extensiones y leyes de su propia voz.
Esto no solo nos mantendrá en un estado surreal (estado de fuerza y convulsión similar al de la explosión del big bang) sino que permitirá la abertura a una nueva forma.

6 | Aldo Pellegrini es uno de los raros estudiosos del surrealismo que trató específicamente de su ambiente poético. En una bibliografía surrealista, la tónica refuerza la relevancia de la imagen plástica. Tal adjetivo siempre me pareció una falla crítica, porque la esencia renovadora, ya a principios del siglo XX, se refiere a la imagen en sí y sus múltiples perspectivas. Esta es una de las innumerables adulteraciones de los principios surrealistas o incluso entre ellos poco se percibió la inexistencia de una distinción –excepto meramente técnica– entre imagen plástica y poética?

ALFONSO PEÑA | Desde siempre, desde la antigua condición humana la imagen, la imagen poética está por encima de cualquier otra manifestación. “Dinamitar los muros mentales, esclusas de la imaginación, sin restricciones”.

LUIS FERNANDO CUARTAS | Poesía que se lee y poesía que se ve, es una falsa dicotomía, yo creo en un arte expandido, hoy en día se manifiesta esto con mayor fuerza. La plástica y el video arte, la palabra y el canto en un zurcido, tejido con en Land Art, los desnudos vestidos de palabras y las palabras sueltas como notas negras entre las plazas de las ciudades. La plástica es una expresión que ha sufrido bastantes trastornos, que hiperrealismo, figurativismo, volver al Renacimiento, a las cavernas de Altamira, que arte prehispánico renovado, neo barroquismo, en fin, ahora que hay una producción descarada, fuerte, una inundación de imágenes, es buen momento para pensar el carácter poético que tiene un icono. O la poesía de una interpretación musical, o el estado de alteración sensorial afín a la poesía que puede producir un performance. Se hace necesario pensar en esto, es el momento para pensarnos no como plásticos, poetas, artistas por separado, estamos en una multiplicidad de gestos que se cruzan, se saludan y se abrazan.

RICARDO ECHAVARRI | A Aldo Pellegrini le debemos una estupenda Antología de la Poesía surrealista (1961), que junto con la de César Moro (Breve Antología de poesía surrealista (1938), son esenciales para entender la recepción del surrealismo en los lectores de América Latina. Pellegrini tal vez le dio tanta relevancia a la imagen (hablo, perdóneseme, sin tener fresco su argumento, pero siguiendo tu lectura), porque el origen de la imagen surrealista, tal y como la expresa Pierre Reverdy, de “dos elementos lo más opuestos posibles” que chocan y producen una implosión estética, es de origen poético. La esbozó el montevideano Lautréamont y fue admirada incluso por Rubén Darío, que le dedica unas hermosas y asombradas páginas en Los Raros. Creo que Roman Jacobson fue quien habló de un grado de equivalencia entre imágenes poéticas e imágenes pictóricas en el surrealismo. Más que una preponderancia de las imágenes plásticas, me seduce mejor buscar sus correspondencias… en Remedios Varo hay un diálogo entre lo que pinta y las glosas que anota atrás de sus cuadros, en los poemas de Wolfgang Paalen hay el intento de hacer imágenes difuminadas, al estilo de sus cuadros basados en la técnica del “fumage”, algunas imágenes de César Moro tendrían su traducción en sus versos. Pero poesía y pintura presentan problemas técnicos distintos. La pintura, y en eso tienes razón, no se basa sólo en la imagen, hay que considerar aspectos como la composición, el dibujo, los colores y sus materiales, la destreza técnica, en fin diversos aspectos que no pueden obviarse en una búsqueda surrealista. 

VERÓNICA CABANILLAS | El surrealismo no es, como ya se sabe, una escuela plástica o literaria. El principio surrealista es la creación en su forma más pura y original para transformar la condición humana y transformarnos. Esto quiere decir, que la imagen en sí es lo que realmente importa, y  que adquiera una calidad material, sea verbal o plástica importó poco. La distinción entre ambos se remitió a lo meramente técnico. Pues sea uno u otro, en la imagen es en donde reside la potencia y la renovación, en la imagen en sí misma. La imagen como dice la pregunta, toma múltiples perspectivas, y eso es importante, pero más; concebirlas.
Recordemos que imagen e imaginación son inseparables entre sí. La imaginación es el acto de crear imágenes mentales. Y este hecho, evidentemente precede al otro acto en sí mismo de hacerlas evidentes y tangibles al plano de los sentidos reales. Para esto nos servimos del lenguaje, en sus múltiples variedades. Entonces, cuando la imagen creada, existe primero a nivel interior, las vías para salir no son tan importantes como la creación a priori de ellas mismas, que puede ser un segundo antes de hacer el acto real, o puede ser concebido en esos momentos altos en que ciertas conciencias lucidas se acercan a la otredad y ven, o puede ser que la imagen nazca mientras se “está haciendo”, y eso se llama imaginar haciendo, que es un modo de ser de la imaginación. Además, recordemos que lo surrealistas querían llegar a un estado de gracia y la imagen es en esa búsqueda la quimera perfecta o la consecuencia directa de ese delirio. Así, hablar el idioma de los dioses. Lo importante es la capacidad en si misma de trasladar imágenes al terreno de lo real, sea en la forma que sea.
Por ello, creo en efecto, que es una adulteración de los principios surrealistas, poner en lo más alto del pedestal a la imagen plástica.
Incluso, como dice, la poca percepción, entre los surrealistas de que no existiera una distinción entre imagen plástica y poética, se entiende porque sabían bien que la fuerza renovadora de la imagen no está tanto es sus formas reales sino en su concepción, en la esencia de cada creador o surrealista cuando “dentro” aparece o va haciéndose. Depende del potencial profundo de cada uno, que la imagen sea fuerte y violenta, y de la resistencia de cada cual para sobrellevar esa violencia que implica ejercer la facultad imaginativa. Valga decir; imaginar como una acción fundamental para re-nacer, re-crearnos, re-surgir, re-vivir. Es una acción claramente renovadora que lleva a ese estado surreal y de gracia; y a su deflagración y convulsión respectiva, que pertenece por sobre todo al ámbito de la interioridad.

7 | En su surgimiento, las expectativas sociales del surrealismo giraban en torno a lo que entonces se presentaba como acciones revolucionarias, en especial lo que tomaba por base a las proposiciones de Marx y Freud. Octavio Paz llegó a declarar que el siglo XX sería recordado como el siglo de Freud y del Surrealismo. Al eliminar a Marx de sus profecías se olvidó –esto si de hecho se trata de olvido– que el mercado derrotaría, para decir lo menos, todas las pretensiones revolucionarias, sin dejar de lado las dos destacadas por el mexicano. ¿Cómo evaluar el tema en nuestra época? Ante un virulento absolutismo del mercado, ¿qué hubo con las fuerzas deflagradas por Freud, Marx y el Surrealismo?

ALFONSO PEÑA | Creo que lo más práctico es situarse en la actualidad. Hay que analizar los nuevos desafíos, quizá, el abordaje es diferente, el mundo y la sociedad ha cambiado de un modo drástico. Sin embargo, considero que el artista surrealista debe mantenerse alerta a la entronización de la estulticia (llámese Neo-liberalismo, Fascismo, Globalización, Sectas etc.) y tiene que combatirlos con los argumentos más contundentes y propicios. Cada uno desde su trinchera tendrá que velar por la libertad, la solidaridad, la comprensión… El poeta surrealista no puede permanecer con los brazos cruzados, tendrá que evocar el aullido, el trazo iconoclasta, y buscar los portillos de la imaginación… Y tener claro que no hay futuro sin pasado. ¡Breton miraba por todos los intersticios!

LUIS FERNANDO CUARTAS | Las revoluciones han dejado de ser una combustión de cambios, un ejercicio de búsquedas para desatar lo rutinario y lo que se estanca. Octavio Paz, tenía razón en esa apreciación, el siglo XX es el siglo de Freud y el Surrealismo, más yo creo que Marx, con todos los marxismos del equivoco y de las traiciones de los regímenes totalitarios, lo han tratado de omitir, de evitar pensarlo. El marxismo se convirtió en un ismo más, más su figura tutelar, Carlos Márx, la fueron despojando de sus barbas, lo han hecho lampiño, crudo, simplón, lo han tratado de hacerlo invisible e innecesario. Tal vez, algunos de sus conceptos no llegaban a vislumbrar la trayectoria que podrían tomar la sociedad capitalista y sus tentáculos. Más, creo que hay que remirarlo, con ojos críticos, atentos, con ojos surrealistas si se permite tal expresión, ahora más en una sociedad de la supra explotación de los recursos naturales, que arma brechas abismales entre ricos y pobres, que asfixia por hambre y empaca par el sobre gasto, que arruina los paisajes y de las guerras de reparto de riquezas crea un espectáculo. Es necesario volver a tratar de entender ese hueco, esa catástrofe, como también se haría necesario revaluar un poco al señor Freud, tan ensalzado, pero tan mal leído. Yo prefería pensar en Carl Gustav Jung, y esos mundos de imágenes del pozo del subconsciente colectivo de la humanidad. Pienso también en un surrealismo social y no dejo de admirar la revolución de los neozapatistas en México y su comandante poético Marcos. La existencia colectiva, el individuo como portador y creador de nuevas experiencias, la reivindicación de lo ancestral, la capacidad para generar una educación entre todos, la mirada sobre la naturaleza como un poema para defender. Creo que como ellos hay otras experiencias en el mundo, algo de la bella utopía que sin redentores, ni caudillos, desde la misma gente haciendo posible la esperanza. El surrealismo es por sí mismo una revolución continua, una apuesta por la humanidad sin cadenas y sin la postración del espíritu y la negación de su creatividad.

RICARDO ECHAVARRI | Octavio Paz se acerca al surrealismo tardíamente –hacia mediados del siglo XX–. Incluso, cuando André Breton visita en México a León Trotsky (hacia 1938), y se reúne con parte del “Círculo parisino”, que vivía exiliado en la Ciudad de México o sus alrededores (César Moro, Wolfgang Paalen, Alice Rahon, Remedios Varo, Benjamin Péret, José Horna, Kati Horna, Leonora Carrington), Octavio Paz estaba muy alejado de este grupo y su estética. Influenciado por la Guerra Civil Española y por Pablo Neruda, hacía más bien una poesía circunstancial, medio panfletaria. Incluso, durante la Exposición Internacional del Surrealismo (1940), en México, la cual fue tan importante para la expansión internacional del movimiento, Paz dio cabida en su revista, Taller, a un libelo de corte estalinista, firmado por Cardoza y Aragón, donde se atacaba la muestra: “es un conjunto de abortos, de ‘misterios’, de frivolidades, de esnobismos”. Los estalinistas y los nacionalistas fueron implacables. Federico Cantú declaraba: “el surrealismo me hace vomitar”, mientras Lya Kostakowsky, ante los cuadros de Dalí, declaró: “¡Estos relojes de Dalí! ¿Esto es arte”.
 Es esa distancia inicial y su acercamiento tardío, cuando el surrealismo era una estética “consagrada” –con todos sus riesgos de retorización, que ya vimos–, lo que impidió a Octavio Paz, lamentablemente, porque en otros tópicos tiene una gran lucidez, comprender ese impulso original de unir las dos puntas del Ouroborus de la Modernidad, que plantea André Bretón, que significaba unir el surrealismo con el marxismo. “Cambiar la vida”, dijo Rimbaud, “Cambiar el mundo”, dijo Marx, “para nosotros esas dos son una misma consigna”.
Para André Breton la plena realización de la poesía sólo podría darse en una sociedad igualitaria, como la pregonada por Fourier, Marx, Trotsky y los anarquistas. Y claro que, al contrario de Octavio Paz (que fue maniqueamente al final de su vida identificando marxismo con el dogma y la burocracia soviética), el Marxismo fue siempre apreciado por André Breton como una fuente esencial –junto con el Psicoanálisis de Sigmund Freud y el propio Surrealismo– de la Modernidad.
 Creo que André Breton advirtió esta incomprensión de fondo del surrealismo por parte de Octavio Paz y, aunque lo consideró un poeta cercano, de lo más interesante (sobre todo a partir de su contacto con el surrealismo y su mixtura de poesía y mitología prehispánica), y le publicó en el Almanach, en francés, el poema en prosa “Mariposa de obsidiana” (1950), no compartiría en absoluto la reducción que Octavio Paz hace del surrealismo a una “estrellas de tres puntas” (libertad, amor y poesía) –en realidad media estrella, y no de seis puntas, la estrella Venus bretoniana (que incluía la revolución como elemento esencial de la búsqueda de la belleza convulsiva). Para mí ésa fue la razón por la cual Breton no le escribiría el prólogo a la traducción francesa de Piedra de Sol (1957), alegando que pasaba “por un estado de afasia”.

VERÓNICA CABANILLAS | Creo que el surrealismo y su revolución no fueron del todo derrotados por el mercado ni por el capitalismo. Creo que hay aun algo por destacar que sobrevivió y está vigente. Somos nosotros que tenemos en nuestro haber los secretos mágicos del azahar y del destino, ese camino por descubrir y reconocer, un viaje por recorrer por completo. Del otro lado veremos si finalmente logramos consumar la utopía surrealista. Pasarán revoluciones y el ser humano despertará, se instaurará el paraíso en la tierra. Lo hemos querido desde lucifer, pasando por todas las culturas amerindias, los gnósticos, lo sabemos desde siempre, con los románticos, en la torre de un castillo medieval, en el viajero que se atrevió a perderse y algo del camino nos lo hizo reconocible. Artaud nos denominó (a esta clase de ser humano) como el hombre rojo, yo sí acepto esa condición como hecho y reto de vivir la vida así. En cada uno de nosotros que es un viajante en sí mismo está la fuerza viva del surrealismo. Porque esa revolución inconclusa nos trazó parte importante del camino que con diferentes nombres hemos venido levantando. Estoy segura que quizá con otro nombre y en otro tiempo el surrealismo dejará de ser una utopía, para ser el verbo ser en la vida de nosotros.
De Marx se le reconocerá el sentido de justicia y equidad –que nos recordó– para poder emprender el vuelo de imaginar y el derecho de soñar sea un hecho y una posibilidad en cada ser humano.
A Freud, vivo hasta hoy, queda de su fuerza el descubrimiento y cierto grado de aceptación en la moral promedio de ese otro estado humano antes nunca visto como él nos lo hizo ver.
La otredad y el lado oscuro se liberaron de alguna manera del peso de la religión cristiana. Se validó y legitimó el viaje al interior. Y las fuerzas interiores, oscuras y hasta esa época vistas desde la óptica de la religión católica pudieron ser explicadas y entendidas desde algo que llamó inconciencia. Este hecho ha tenido un eco importante en nuestras vidas.
Creo hay que buscar la huella que allí está, viva y fulgurante, bajo el polvo y la arena. Limpiemos nuestros ojos y continuemos con los pasos, que un día la frase utopía surrealista será una consumación en verbo presente y no sólo un deseo u espejismo de nuestro gran amor por la humanidad.

Alfonso Peña |  Luis Fernando Cuartas | Ricardo Echavarri | Verónica Cabanillas

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EDIÇÃO COMEMORATIVA | CENTENÁRIO DO SURREALISMO 1919-2019
Artista convidada: Marcelle Ferron (Canadá, 1924- 2001)


Agulha Revista de Cultura
20 ANOS O MUNDO CONOSCO
Número 139 | Agosto de 2019
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