1 | A un siglo de depuración del
surrealismo, registrado su rechazo a ser confundido con una escuela o apenas más
un ismo, es imposible descartar la propiedad estética de cualquier obra de creación.
¿Cuál es tu entendimiento de un ideal estético del surrealismo?
ALFONSO PEÑA | No idealizo el acto creativo, más bien elijo el sendero de los símbolos y los
signos, incluso las “máculas” que contaminan el poema, collage, o pieza de arte
objetual y que su misión está en remover los cimientos del espectador. Coincido
en que el afán y prioridad del artista surrealista es “zarandear” las coordenadas
de la lógica convencional, lo complaciente, lo formal, todo aquello que huele a
herrumbre. Y esto se logra con diferentes propuestas de lenguaje, de radiografía
de la realidad.
LUIS FERNANDO CUARTAS | Bien lo decía Octavio Paz en un breve ensayo sobre Breton, en Los Signos en Rotación, que el surrealismo
más que una escuela o un ismo, era una
manera de vivir, un estado de exaltación y de búsqueda estética, más allá de pinturas,
músicas, danzas, performances, cine, y otras manifestaciones del arte. Una manera
de ver la vida más allá de cuadrículas y normatividades, algo que tendría que ver
con una condición mística, sin religión, una filosofía sin academia, una psiquis
sin sicoanálisis, una apertura mental, más cercana al taoísmo si se quiere, que
a los dogmas de occidente. El surrealismo no busca la negación, el nihilismo como
meta, por lo contrario, es una experiencia exploratoria entre el eros y la fiesta
vital, un viaje profundo a los pozos del sueño, más no se ha quedado allí. Hoy en
día se podría decir que el surrealismo es una experiencia geográfica y oceánica,
en cada lugar del mundo hay una capacidad de ver desde la naturaleza ese otro lenguaje
oscuro, que aparece con la luz de la imaginación. En América, a no dudar nuestro
surrealismo es vegetal, mineral y chamánico, es un estado de acoplamiento sexualizado
con lo orgánico de nuestra exuberancia paisajística. No podemos hacer un surrealismo
de “escuela” de códigos y de vocaciones ortodoxas, creo que la poesía como un arte
de vida, es todo lo contrario a lo estancado y a los límites entre la severidad
y el aislamiento. Todo lo contrario el surrealismo es apertura, más no con eso se
quiere decir que exista “un todo vale” , hay rigor de furia inconsciente, destreza
y magia, sin la magia y sin ese furor las creaciones aparecen como decorados superfluos,
endomingados escenarios fatuos. Hay una falsa idea de hacer aparecer como “surrealista”
obras que parecen decoraciones publicitarias, amalgamadas palabras y pinturas de
un falso onirismo. En el surrealismo como en toda obra de arte, se siente la grieta,
se ve el rugido, se mueve el viento de tal forma, que los pastiches de notan ahí
mismo.
RICARDO ECHAVARRI | En efecto, en 2024 el surrealismo
cumplirá un siglo de haberse enunciado por parte de André Breton, en su famoso Manifiesto Surrealista. Ahora tenemos la
suficiente distancia para valorar lo que fue su etapa como ismo o movimiento de vanguardia y lo que tuvo y tiene de trascendente
como concepción de la vida. En el periodo de entreguerras, que es el momento –por
decirlo con palabras de Eduard Sanguinetti– heroico
del surrealismo, creo que llegó a ser la vanguardia más importante de todas, porque
supo combinar la puesta en crisis de una estética –la burguesa, decimonónica– y,
a la vez, plantear elementos nuevos en el arte, tales como el papel del inconsciente,
la escritura automática y la imagen asociativa, tipo Lautréamont, que están en la
base de su poética. César Moro, que entre los poetas latinoamericanos fue el primero
y más cercano al “Círculo surrealista” parisino, llegó a decir que el surrealismo
era estéticamente summa summum de todos
los ismos y, ciertamente, fue el movimiento más influyente y perdurable. Pero aparte
de su parábola histórica, el surrealismo tiene un antes y un después de su aparición
sincrónica, porque como concepción de la vida, como apuesta del ser del artista
en su arte y como tentativa de borrar los límites entre la poesía y la vida, el
surrealismo aún tiene vigencia.
VERÓNICA CABANILLAS
| El ideal estético
del surrealismo, a mi entender es aquel que debe basarse en un acto de creación,
donde la experimentación y la inspiración poética sean los ejes desde los cuales
se produce una obra.
En cada obra surrealista debe verse
aquello, la búsqueda de nuevas formas de representar lo indecible. Donde la inspiración
poética no tenga límites ni mucho menos concesiones al plano de lo práctico.
Esto significa, que para mí, el
ideal estético del surrealismo debe estar en una incesante búsqueda de renovación.
Su estética será, no la de una estética heredada por el surrealismo histórico y
sus grandes figuras; finalmente hecho canon, si no el de la búsqueda de nuevos horizontes
y formas de representar lo maravilloso.
Pienso, que lo que nos une al surrealismo
histórico deberá ser sobre todo a sus ideales primarios; la experimentación, el
automatismo como método de acercarnos a lo inconsciente, donde las imágenes brotarán
desde su vientre primario, sin repeticiones de estéticas instauradas en el sentido
común, sin encasillarse ni repetir moldes.
El ideal estético del surrealismo
entonces no está escrito ni dicho, es como un puente en el que estamos transitando
en medio. Dónde nos lleve, será un nuevo mundo por descubrir, porque cada creador
que se lance en sí mismo hallará su propia imagen, su propia poesía y su propia
forma. Aunque siempre sin querer “caigamos” en eso universal y homogéneo que nos
une a los surrealistas de todos los tiempos. Se sabrá deslindar, diferenciar, una
mera copia de formas estéticas y la aportación de una nueva luz desde esa base primaria,
a la que me he referido, en que un creador surrealista se mueve.
2 | Las clásicas expulsiones de
surrealistas llevadas a cabo en la formación original parisina fueron de naturaleza
conductual. La mala calidad de una obra jamás fue un aspecto que llegó a juicio.
Incluso hoy, aunque las expulsiones ya no son un hecho corriente, surrealistas cuando
comentan a sus pares, lo hacen considerando simpatías y adhesiones, lo que acentúa
la existencia de una cofradía. ¿Hasta qué punto ese club de amigos distorsiona el
entendimiento que se podría tener de la más relevante revolución cultural del siglo
XX?
ALFONSO PEÑA | Lo más eficaz es dejar fluir la metáfora, la flor negra del desierto (¿Flor
de biznaga?), y estar fuera de capillas, de conventillos y cofradías. En la interacción
con otros poetas y artistas surrealistas encuentro enriquecedor la espontaneidad,
el intercambio, y muchas veces que se ¡derrumbe el edificio!
LUIS FERNANDO CUARTAS | Existen empatías, simpatías, antipatías, pero la verdadera patia, es sufrimiento, enfermedad, una manera
de ser corrosiva, que genera adhesiones y rechazos, la Patía antigua es un refugio
entre lo hostil y lo demasiado halagador. Es cierto existen pares, homólogos, cercanos,
amigos y desde luego cómplices, más el arte no debe estar supeditado al coro de
sus émulos, es una acto libertario por excelencia. Aunque esto suene muy romántico,
ese solitario en compañía que sale a la aventura, no deja de ser cierto, es un acto
personal de riesgo, juegos peligrosos, asechanzas, azares, sortilegios, magias,
más que de cofradías y mecenazgos, donde se le vende al alma al mejor pastor o el
peor pastor. Ceo que es necesario las complicidades, ese acto societario de afinidades,
esa utopía de cercanías. Pero esta capacidad de ser gregarios no debe eclipsar la
voz de cada uno, se juntan seres para hacernos fuertes, como diría Kropotkin, pero
esa fuerza no anula lo singular, lo íntimo de cada individuo que aporta a la fuerza
colectiva desde sus habilidades, fortalezas y deseos. Las afinidades existen desde
mucho antes de las tendencias del siglo XX, todo ser tiene sus afectos y sus contrarios,
se deben fortificar, expandir, buscar alianzas, sobre todo en una época de un consumismo
brutal, de un desalojo por parte de los poderes estatales y bursátiles de la imaginación
y de la ensoñación.
RICARDO ECHAVARRI | Como vanguardia clásica, el surrealismo
tiene muchos elementos de época. Acuérdate que surge en entreguerras y que son partícipes
de la I gran Guerra y testigos de la Revolución de Octubre, entre otros acontecimientos.
Siempre he visto semejanzas del “Círculo surrealista” con la tradición de las sectas
y cofradías, que vienen de siglos anteriores en Europa y, por otro lado, con las
sectas y células en que se organizaban los grupos políticos. En ese sentido, el
surrealismo retoma una tradición que cristaliza en el sentimiento de cofradía de
los artistas del siglo XIX. Los románticos tardíos ingleses hicieron la famosa Hermandad
Prerrafaelita. Baudelaire participaba en la cofradía del “Gato Negro”, Gautier en
el club de los Hachiseanos y Verlaine llamó “Poetas Malditos” a sus contemporáneos
más audaces. Las vanguardias retoman esa tradición de cofradía, de grupo. A semejanza
de estos cenáculos de fin du siècle, tuvieron
todo un historial de apartamientos y de vistosas expulsiones. Antonin Artaud se
autoexcluyó cuando el surrealismo se afilió –pasajeramente– al PC francés, temiendo
subordinar el espíritu al poder. Paul Éluard y Louis Aragon fueron excluidos por
abrazar el estalinismo, Salvador Dalí fue acusado de comercializar el arte y fue
nombrado por eso “Ávida Dollars”. Ahora vivimos en un horizonte más individualista
y nos cuesta trabajo comprender esa comunión estética y estilística, y menos la
función de un líder, que fue la forma clásica en que se expresó el arte de vanguardia.
Vivimos en la postvanguardia por completo, en ese sentido.
VERÓNICA CABANILLAS
| Lo distorsiona
hasta el punto en que creamos que el surrealismo le pertenece a alguien, a un grupo
o a una cofradía. André Breton a quien podría creerse (erróneamente) que le pertenece
más el surrealismo que a cualquier otro, sabía bien que él fue quien genialmente
cristalizó un pensamiento, un modo de entender todo y de pensar que venía desde
épocas remotas.
El surrealismo representa una tradición
que llega a su esplendor máximo con Breton, que fue quien acuñó y llevó al esplendor
ese pensamiento, como ismo: el surrealismo.
Octavio Paz llamaba a todos estos como las víctimas
de la imaginación y al surrealismo como la enfermedad sagrada del S. XX Una enfermedad
de visionarios que ha existido desde la presencia de la humanidad.
El surrealismo le pertenece a todos
y fue una revolución para alcanzar la transformación en cada ser humano, sea quien
sea.
Únicamente se distorsionaría el entendimiento que
tenemos de esta gran revolución si en este club de amigos no hayan verdaderos revolucionarios
que estén a la altura de esta gran revolución que significó el surrealismo en el
S. XX.
No creo que no deba existir una
cofradía o club de amigos, de ninguna manera, al contrario, considero parte fundamental
que exista, finalmente estos son (somos) los más fieles, conocedores y apasionados
de este ismo, hasta el punto de considerarnos los herederos del surrealismo y surrealistas.
Sólo se distorsionaría si no estamos a la altura de lo que es el surrealismo. Como
dice la pregunta, sin duda, la más relevante revolución cultural del S. XX. Hagámonos
de ese gran nombre y estemos a su altura.
3 | Las revistas surrealistas
–antes impresas, hoy también virtuales y con una larga recuperación de los inicios
de esta actividad en ediciones facsiladas y en formato pdf–, forman un acervo incomparable
frente a cualquier otro movimiento, escuela o vanguardia a lo largo de los siglos.
Defiendo que las más valiosas son aquellas que jamás refutaron otras perspectivas
de vida y obra, ajenas y/o complementarias del surrealismo. Tales revistas son,
a mi ver, el espacio entrañable de una contra ortodoxia, pleno ejercicio de generosidad
y compartición de mundos dispersos. Sin embargo, todavía se mantiene, declarado
o no, inmenso rechazo del surrealismo justamente por su principio ortodoxo. ¿Cómo
separar aquí la cizaña y el trigo?
ALFONSO PEÑA | Coincido en que hay que abolir, rechazar todas las ortodoxias, incluso las de
aquellos que se “auto etiquetan” surrealistas y las imponen con intolerancia, con
cortapisas, en detrimento del propio movimiento. ¡Cero fórmulas, cero lugar común,
cero religiones de bolsillo! Y por supuesto: “Poesía y coexistencia”.
LUIS FERNANDO CUARTAS | Desde que apareció el surrealismo no se ha dejado de publicar textos y hacer
exposiciones, es algo inherente, hacer ver, volver a connotar, crear la espectacia, promover y acercarse a las afinidades
e ideas afines. La ortodoxia como tal es un candado superior, un dogma, para mí
la apertura mental requiere saber escuchar, mirar y confrontarse con los otros en
un mundo donde nos tocó vivir en medio de conflictos y de agresiones, la búsqueda
es abrir la mente, la tolerancia más no la bobería, la amistad más no la hipocresía.
Entre más flores tenga el jardín mejor pasan las abajes, ellas sabrán cual les da
mejores mieles. En ese sentido, el surrealismo podría ser, de hecho lo viene haciendo
con algunos artistas, algo diferente a pontificar la santificación de un culto.
Hay líneas de acercamiento entre poetas, pintores, cineastas, por poner un ejemplo,
que sin profesar todos un surrealismo
directo, se han hecho trabajos en común, sin caer en sermones, distinciones de pureza
y esas cosas de una aristocracia dogmática.
RICARDO ECHAVARRI | Las revistas surrealistas son
emblemáticas. Se puede trazar una historia del surrealismo a partir de sus revistas:
Littérature, La Révolution surréaliste, Le
Surréalisme au service de la Révolucion, VVV, Almanach surréaliste du demi-siècle.
En cada una de estas revistas (y otras) hay preocupaciones estéticas particulares;
en una tienen gran importancia los sueños y la escritura automática, en otra se
explora la asociación libre, las encuestas; en otra vemos una preocupación por unir
el surrealismo con la vanguardia política; la última es más bien un intento por
hacer un balance del antes y después del surrealismo. Ahora bien, dentro de esas
revistas hay algunas latinoamericanas, sin las cuales sería imposible entender la
recepción y el reavivamiento del surrealismo. Destacaría A partir de Cero, que hace Enrique Molina en Argentina; Poesía, de Neftalí Beltrán, en México; El uso de la palabra, de César Moro y Westphalen
en Lima; Dyn (escrita exclusivamente en
francés e inglés), editada por Wolfgang Paalen. Aún creo que revistas como S.nob, Correspondencia infra, Dosfilos, Agulha Revista de Cultura, Triplov, Otras voces,
Matérika –estas cuatro últimas bajo el formato electrónico– siguen cumpliendo
un papel relevante en difundir el surrealismo, sobre todo el que viene después.
Sería deseable tener un Centro de Estudios Surrealistas Internacional, donde pudiéramos
reunir y hacer accesible todo ese material bibliográfico, que es esencial para entender
la vanguardia de aquel y este lado del Atlántico.
VERÓNICA CABANILLAS
| Creo que el
surrealismo más ortodoxo y por ello intransigente con otros modos de entender la
vida y obra debe entender la amplitud y diversidad en que el surrealismo heterodoxo
puede moverse. Desde mi cosmovisión todo es surrealista. Es decir, para mí, que
todo lo veo como una surrealista, la contra ortodoxia (dentro del surrealismo),
los mundos ajenos y/o complementarios del surrealismo, los podría reunir bajo el
nombre de surrealismo heterodoxo. Las manos extendidas desde el núcleo primordial
pueden disgregarse y expandirse y ser de igual forma una parte importante de la
lucha total de los ideales surrealistas. En tanto universo infinito, la cualidad
del universo es diversa y en perpetua propagación. El surrealismo que ejerce desde
la ortodoxia, debe entender que nada perderá en su lucha, sino todo lo contrario,
la lucha podría ser más efectiva. Creo que al reconocer que sus brazos extendidos,
ahora ya no le pertenecen del todo (o que en algunos casos aparentemente nunca le
pertenecieron), sino a una especie de rica heterodoxia que alimenta ese centro,
convertirá la utopía en algo más cercano.
Creo que en esa frase famosa de
Lautréamont – “La poesía debe ser hecha por todos”– se resume todo lo que aquí trato
de fundamentar. Pero Lautréamont lo dijo y lo cristalizó, yo sólo repito ese eco
vivo y vigente, el del surrealismo entendido como una facultad que puede ser concebida
por cualquiera. Si el surrealismo ortodoxo debe hacer algo, esto será, propagar
como un eco inmenso en la infinitud del universo y del ser humano su rico y auténtico
ideal, propagar su utopía, hasta que llegue al último hombre más alejado de todo.
Allí podrá aparecer mucho de lo “ajeno al surrealismo”, sin embargo no es así, al
surrealismo nada le es ajeno. Esa es la verdadera revolución social, intentar la
transformación a partir del arte y la poesía, revolución interior, quemarnos y renacer.
Y que esta revolución sea capacidad de cualquiera, esa es la virtud máxima de un
ismo que fue vanguardia, y lo será siempre si propone y ejerce el derecho de que
cualquier ser humano goce de la libertad máxima en su existencia.
4 | Dos denominaciones siempre
me llamaron la atención, dentro del ambiente surrealista, no porque me parezcan
inapropiadas, sino antes por la partición que llevan entre sí de elogio y rechazo:
movimiento surrealista y civilización surrealista. ¿Hasta dónde esas denominaciones
se distinguen y qué representan a punto de parecer antípodas?
ALFONSO PEÑA | Concuerdo que es un tema para debatir. No obstante me agrada y coincido con
la premisa: “Surrealismo un emprendimiento imposible” en la aspiración de concatenar
símbolo y realidad, arte y vida, política y estética, esos conceptos son como la
búsqueda imposible… (Claudio Willer). ¡No obstante, encantador, atractivo, misterioso!
LUIS FERNANDO CUARTAS | Con la aparición de los ismos,
se creía que cada cual armaría su vanguardia, su movimiento, más esto creó un encerramiento
de posturas y de comandos. No en vano la palabra vanguardia es de origen militar,
y supedita un movimiento que gravita alrededor de unos postulados y unos catecismos
seculares. Con la palabra civilización surrealista,
creo que se intentó mostrar que es un periodo histórico donde la imaginación accede
a muchas posibilidades de creación, desbordamiento onírico, fluir de propuestas,
un arte abierto, en fin. Más esa nominación es también una espacie de trampa, “Civilización
Romana– Azteca, Vikinga, China, Japonesa”, en fin, ¿civilización de qué componentes?
Nuestros historiadores escolares nos dividieron en civilizaciones nuestra vida en
el planeta, nos pusieron en compartimentos y nos dieron una visión lineal del mundo.
Creo que la idea de Una civilización surrealista, es una idea globalizante, tendencia
de las grandes construcciones históricas, que no daría cuenta de una condición humana
propia de todo tipo de civilización. Como diría nuestro poeta Colombiano, Jorge
Zalamea, “en poesía no hay civilizaciones subdesarrolladas” y el surrealismo en
este caso es afín a toda la humanidad.
RICARDO ECHAVARRI | Nunca había oído hablar de Civilización
Surrealista, y no sé si el surrealismo se planteó hacer algo parecido a fundar una
nueva civilización, que no fuera la de la recuperación de las facultades poéticas
para todo hombre (en ese sentido retoman la consigna del Cisne de Montevideo: “la
poesía debe ser hecha por todos, no por uno”). En el caso de Artaud, cuando en su
Viaje al país de los Tarahumaras, se plantea
qué tipo de civilización acercaría al hombre a lo poético –es decir, a lo sagrado,
en su sentido original, fuera de iglesias u ortodoxias–, advierte no sería de ninguna
manera la Occidental (ésta es para él una civilización moribunda). Sería una civilización
como la de los Tarahumaras, con los que convivió en su viaje a México y quienes
lo iniciaron el ritual del jículi, y viven
en el lugar más apartado de la Sierra Madre, y bajan a las ciudades “para ver a
los hombres que se han equivocado”. Desde el punto de vista de la armonía del hombre
y el grupo, su unidad con la naturaleza, o la visión “surreal” de la vida, el Hombre
Rojo tiene mucho que enseñarle al civilizado occidental.
VERÓNICA CABANILLAS
| Se distinguen
por que uno pertenece al gran ámbito de lo teórico; el pensamiento utópico, y el
otro pertenece al ámbito de lo práctico; desarrollar la utopía. Sin embargo ambos
son complementarios, dos grandes partes de un todo. Uno representa la ortodoxia,
la utopía teóricamente, el otro representa lo heterodoxo, el desarrollo de los principios
teóricos de la utopía y aplicarlos en la civilización, en la sociedad. Por ello
pueden parecer antípodas, pero en realidad uno no podría ser sin el otro, ambos
conceptos adquieren el sentido vital juntos y se complementan en la totalidad.
La civilización surrealista obedece
al pensamiento utópico del movimiento surrealista, y este sería sólo una utopía
inalcanzable sin la gran intención de hacer de ese sueño una realidad. El derecho
de soñar no solo es un deber sino una herramienta a través de la cual se podría
instaurar la utopía. Sin embargo, la civilización surrealista es un proyecto utópico
también porque quiere ejercer a nivel de sociedad la utopía del movimiento surrealista,
y esto es utópico teniendo en frente al gran enemigo que es la cosificación del
ser humano como un producto de mercado. Es utópico porque frente a esa realidad
terrible, el deseo y el sueño, son asesinados en pos de un mecanismo social que
solo produce máquinas repetidas en la rutina, y así el delirio y el sueño son un
imposible y por ende la utopía también.
5 | Es común evocar en el surrealismo
su potencia imaginativa y su carácter experimental, en rigor aspectos complementarios.
Sin embargo, en la incuestionable imposibilidad de una renovación perenne en el
ambiente de la creación artística, en muchos casos, lo que se verifica en el surrealismo
son una repetición de recursos, modos de ser y trucos de lenguaje. ¿Cómo lidiar
con esas oscilaciones tan comunes a cualquier territorio creativo?
ALFONSO PEÑA |¡Transición/transmutación
permanente, subversión, experimentación con lenguaje sobre lenguaje! Incluso –si
fuera necesario– llegar a la incorporación de aullidos de la naturaleza, de pigmentos
artesanales, eso es parte de la experimentación… ¡Y jamás la melodía edulcorada
que se toca e interpreta hasta la fatiga! Se me ocurre la fusión entre ocarinas,
saxos y sonidos que salen y brotan de una astilla de un madero… ¡El momento mágico!
LUIS FERNANDO CUARTAS | Cuando una expresión artística cualquiera sea empieza caer en lugares comunes,
en una especie de sedentarismo, se anquilosa y pierde su vigor. Pero se dirá, tal
vez hay poco que innovar, ya mucho se dicho y salen con la idea de que ha pasado
mucha agua debajo de los puentes. Se puede jugar, más que trabajar, con materiales
afines desde hace siglos como la piedra, la madera, los pigmentos, las ostras, el
agua, los sonidos, y no por eso se dirá que se ha agotado la inspiración o se ha
reducido el campo posible de acercamientos a lo artístico. La palabra misma ha sufrido
mutaciones, contrastes, olvidos, renovaciones, languidece, despierta, socava, inventa,
traiciona, es sublime y pude ser tosca y vacua, según el uso y su fascinación adecuada.
Es cierto que se pueden caer en repeticiones innecesarias, en artificios y trucos,
que darían lustre pero no profundidad. Hoy en día, la poesía puede car en el reino
de la vacuidad, de decir todo y decir poco, greguerías y distorsiones, embelecos
y fruslerías, y dejar a un lado las preguntas hondas de toda existencia humana.
No debemos de carecer del humor, de ese sacro humor corrosivo y necesario para desajustar
lo serio, lo seriado, más no abandonar el sentido de lo erótico, la trascendencia
en esa muerte y ese más allá que está acá y nos reclama presencias. Pueden decir
de eso se ha dicho y se dirá siempre, la idea es el cómo, en qué sentido enfrentar
esas condiciones de lo humano y su entorno. No sólo una necesaria estética entre
las nuevas tecnologías, el uso de mecanismos de expresión múltiple en las redes,
la capacidad de regar como pólvora ideas y experiencias surrealistas, pero lo más
importante, volver a los orígenes, es como juntar la prehistoria con la cibernética,
con un corazón palpitante se vitalidad, asombro y fraternidad. La poesía nunca será
innecesaria si está rodeada de una inmensa capacidad de amor, de amor por el planeta,
por sus congéneres, de profundo respeto por los habitantes de esta bóveda azul como
una naranja como diría alguna vez Paul Éluard, esa búsqueda no de “innovaciones”
sino de profundizaciones, de hacer socavones en nuestra cultura, de mostrar lo que
se ha visto siempre con ojos de fascinación, la inocencia infantil de seres adultos
con alas.
RICARDO ECHAVARRI | La estética surrealista se basa
en “la escritura automática”, en el calco del inconsciente, al margen de consideraciones
estéticas o morales. Si se presta atención, ese llamado a incorporar elementos inconscientes
es muy general. Por eso, fue esencial la búsqueda de logros que expresaran de diversa
manera ese automatismo. Un tiempo André Breton y Phillippe Soupault ensayaron la
escritura de los sueños (Les champs magnétiques).
Pero pronto desecharon esa búsqueda y exploraron la asociación libre. En esa exploración
encontraron formas tales como el Juego del Sí, el Uno en el Otro, el cadáver exquisito,
el dibujo automático, el método paranoico- crítico, el collage, el fumage… toda
una diversidad en que se expresa esa búsqueda del automatismo. Aquí lo interesante
es ver como los surrealistas trataban de escapar de la retórica, de la repetición
de sus mismos descubrimientos.
Aún bordando la idea de André Breton de que “desde
cierto punto de vista la historia de la escritura automática sería, no temo decirlo,
la de un continuo fracaso”, habría que considerar que este procedimiento puso en
crisis nociones como la de inspiración o genio poético. Y ese “fracaso” es relativo,
aún en su avalancha logró limpiar más de una caballeriza literaria. Desde otra mirada,
gracias a ese automatismo o palabra en libre asociación se escribieron obras magníficas,
que revolucionaron el arte moderno. Sin ese automatismo como impulso inicial –y
del cual no hay recetas, y es siempre, como dijo César Moro “impredecible y peligroso”
–, no existiría la obra de Magritte o de Remedios Varo, o poemarios como La tortuga ecuestre, que además es un mentís
rotundo a quienes piensan que el automatismo es propio del genio de la lengua francesa,
pero no de la casi mística lengua española.
Ahora, siempre hay un riesgo, no sólo en el surrealismo
sino en cualquier otra estética, de volverse retórica, mera repetición de fórmulas.
Eso lo advirtió tempranamente Wolfgang Paalen, quien además vio que esas formas
comenzaban a salirse de la literatura y eran adoptadas por la industria publicitaria.
El fumage, imágenes espontáneas impresas
por el fuego y el humo en sus telas, fue la forma que personalmente Paalen descubrió
y que plasmó en cuadros tan maravillosos como “L’horizon ovipare”, tratando de huir
de lo conocido.
VERÓNICA CABANILLAS
| Creo que cuando
uno advierte en su obra que se está usando moldes, oscilaciones o repeticiones,
debe optar por el juego.
Estas oscilaciones hay que decir,
muchas veces son naturales, una especie de coincidencia de los creadores cuyo terreno
es el de la imaginación. Uno puede ver obras surrealistas desde las épocas prehispánicas,
en las culturas amerindias, en la edad media, en la época romántica, en la moderna
y contemporánea, muchas veces es como una presencia de conciencia universal que
pertenece un poco a cada creador que crea desde la imaginación y desde lo poético.
Esto sigue siendo original.
Pero cuando los moldes son repetitivos,
como una especie de maquillaje vacío, una copia o reutilización monótona de moldes,
símbolos o arquetipos, en ese momento se debe optar por transgredirlos. Es un acto
también de honestidad con uno mismo.
Si se transgrede se intentará la
innovación. Se internará en el campo de lo nuevo y brotará de allí lo aun no visto.
Si se sigue usando monótonamente se cae en un tipo de canon estético y esto de por
sí será una limitante en la búsqueda de lo desconocido, principio fundamental del
viaje surrealista.
Por eso creo que regresar al juego,
es olvidarse del pasado, de lo heredado, de “los padres”, es intentar una abertura
a lo nuevo, es restablecer la comunicación con lo sagrado, con lo propio.
En el juego (donde la experimentación
es la base) estará quizá (para quien sepa jugar) el escape de la oscilación (y mucho
más en su forma sistemática) en el que tristemente se cae cuando ya se sabe las
reglas del juego. El asunto es; jugar sin saber las reglas, o que en algún momento
estas sean extensiones y leyes de su propia voz.
Esto no solo nos mantendrá en un
estado surreal (estado de fuerza y convulsión similar al de la explosión del big
bang) sino que permitirá la abertura a una nueva forma.
6 | Aldo Pellegrini es uno de
los raros estudiosos del surrealismo que trató específicamente de su ambiente poético.
En una bibliografía surrealista, la tónica refuerza la relevancia de la imagen plástica.
Tal adjetivo siempre me pareció una falla crítica, porque la esencia renovadora,
ya a principios del siglo XX, se refiere a la imagen en sí y sus múltiples perspectivas.
Esta es una de las innumerables adulteraciones de los principios surrealistas o
incluso entre ellos poco se percibió la inexistencia de una distinción –excepto
meramente técnica– entre imagen plástica y poética?
ALFONSO PEÑA | Desde siempre,
desde la antigua condición humana la imagen, la imagen poética está por encima de
cualquier otra manifestación. “Dinamitar los muros mentales, esclusas de la imaginación,
sin restricciones”.
LUIS FERNANDO CUARTAS | Poesía que se lee y poesía que se ve, es una falsa dicotomía, yo creo en
un arte expandido, hoy en día se manifiesta esto con mayor fuerza. La plástica y
el video arte, la palabra y el canto en un zurcido, tejido con en Land Art, los
desnudos vestidos de palabras y las palabras sueltas como notas negras entre las
plazas de las ciudades. La plástica es una expresión que ha sufrido bastantes trastornos,
que hiperrealismo, figurativismo, volver al Renacimiento, a las cavernas de Altamira,
que arte prehispánico renovado, neo barroquismo, en fin, ahora que hay una producción
descarada, fuerte, una inundación de imágenes, es buen momento para pensar el carácter
poético que tiene un icono. O la poesía de una interpretación musical, o el estado
de alteración sensorial afín a la poesía que puede producir un performance. Se hace
necesario pensar en esto, es el momento para pensarnos no como plásticos, poetas,
artistas por separado, estamos en una multiplicidad de gestos que se cruzan, se
saludan y se abrazan.
RICARDO ECHAVARRI | A Aldo Pellegrini le debemos
una estupenda Antología de la Poesía surrealista
(1961), que junto con la de César Moro (Breve
Antología de poesía surrealista (1938), son esenciales para entender la recepción
del surrealismo en los lectores de América Latina. Pellegrini tal vez le dio tanta
relevancia a la imagen (hablo, perdóneseme, sin tener fresco su argumento, pero
siguiendo tu lectura), porque el origen de la imagen surrealista, tal y como la
expresa Pierre Reverdy, de “dos elementos lo más opuestos posibles” que chocan y
producen una implosión estética, es de origen poético. La esbozó el montevideano
Lautréamont y fue admirada incluso por Rubén Darío, que le dedica unas hermosas
y asombradas páginas en Los Raros. Creo
que Roman Jacobson fue quien habló de un grado de equivalencia entre imágenes poéticas
e imágenes pictóricas en el surrealismo. Más que una preponderancia de las imágenes
plásticas, me seduce mejor buscar sus correspondencias… en Remedios Varo hay un
diálogo entre lo que pinta y las glosas que anota atrás de sus cuadros, en los poemas
de Wolfgang Paalen hay el intento de hacer imágenes difuminadas, al estilo de sus
cuadros basados en la técnica del “fumage”, algunas imágenes de César Moro tendrían
su traducción en sus versos. Pero poesía y pintura presentan problemas técnicos
distintos. La pintura, y en eso tienes razón, no se basa sólo en la imagen, hay
que considerar aspectos como la composición, el dibujo, los colores y sus materiales,
la destreza técnica, en fin diversos aspectos que no pueden obviarse en una búsqueda
surrealista.
VERÓNICA CABANILLAS
| El surrealismo
no es, como ya se sabe, una escuela plástica o literaria. El principio surrealista
es la creación en su forma más pura y original para transformar la condición humana
y transformarnos. Esto quiere decir, que la imagen en sí es lo que realmente importa,
y que adquiera una calidad material, sea
verbal o plástica importó poco. La distinción entre ambos se remitió a lo meramente
técnico. Pues sea uno u otro, en la imagen es en donde reside la potencia y la renovación,
en la imagen en sí misma. La imagen como dice la pregunta, toma múltiples perspectivas,
y eso es importante, pero más; concebirlas.
Recordemos que imagen e imaginación
son inseparables entre sí. La imaginación es el acto de crear imágenes mentales.
Y este hecho, evidentemente precede al otro acto en sí mismo de hacerlas evidentes
y tangibles al plano de los sentidos reales. Para esto nos servimos del lenguaje,
en sus múltiples variedades. Entonces, cuando la imagen creada, existe primero a
nivel interior, las vías para salir no son tan importantes como la creación a priori
de ellas mismas, que puede ser un segundo antes de hacer el acto real, o puede ser
concebido en esos momentos altos en que ciertas conciencias lucidas se acercan a
la otredad y ven, o puede ser que la imagen nazca mientras se “está haciendo”, y
eso se llama imaginar haciendo, que es un modo de ser de la imaginación. Además,
recordemos que lo surrealistas querían llegar a un estado de gracia y la imagen
es en esa búsqueda la quimera perfecta o la consecuencia directa de ese delirio.
Así, hablar el idioma de los dioses. Lo importante es la capacidad en si misma de
trasladar imágenes al terreno de lo real, sea en la forma que sea.
Por ello, creo en efecto, que es
una adulteración de los principios surrealistas, poner en lo más alto del pedestal
a la imagen plástica.
Incluso, como dice, la poca percepción,
entre los surrealistas de que no existiera una distinción entre imagen plástica
y poética, se entiende porque sabían bien que la fuerza renovadora de la imagen
no está tanto es sus formas reales sino en su concepción, en la esencia de cada
creador o surrealista cuando “dentro” aparece o va haciéndose. Depende del potencial
profundo de cada uno, que la imagen sea fuerte y violenta, y de la resistencia de
cada cual para sobrellevar esa violencia que implica ejercer la facultad imaginativa.
Valga decir; imaginar como una acción fundamental para re-nacer, re-crearnos, re-surgir,
re-vivir. Es una acción claramente renovadora que lleva a ese estado surreal y de
gracia; y a su deflagración y convulsión respectiva, que pertenece por sobre todo
al ámbito de la interioridad.
7 | En su surgimiento, las expectativas
sociales del surrealismo giraban en torno a lo que entonces se presentaba como acciones
revolucionarias, en especial lo que tomaba por base a las proposiciones de Marx
y Freud. Octavio Paz llegó a declarar que el siglo XX sería recordado como el siglo
de Freud y del Surrealismo. Al eliminar a Marx de sus profecías se olvidó –esto
si de hecho se trata de olvido– que el mercado derrotaría, para decir lo menos,
todas las pretensiones revolucionarias, sin dejar de lado las dos destacadas por
el mexicano. ¿Cómo evaluar el tema en nuestra época? Ante un virulento absolutismo
del mercado, ¿qué hubo con las fuerzas deflagradas por Freud, Marx y el Surrealismo?
ALFONSO PEÑA | Creo
que lo más práctico es situarse en la actualidad. Hay que analizar los nuevos desafíos,
quizá, el abordaje es diferente, el mundo y la sociedad ha cambiado de un modo drástico.
Sin embargo, considero que el artista surrealista debe mantenerse alerta a la entronización
de la estulticia (llámese Neo-liberalismo, Fascismo, Globalización, Sectas etc.)
y tiene que combatirlos con los argumentos más contundentes y propicios. Cada uno
desde su trinchera tendrá que velar por la libertad, la solidaridad, la comprensión…
El poeta surrealista no puede permanecer con los brazos cruzados, tendrá que evocar
el aullido, el trazo iconoclasta, y buscar los portillos de la imaginación… Y tener
claro que no hay futuro sin pasado. ¡Breton miraba por todos los intersticios!
LUIS FERNANDO CUARTAS | Las revoluciones han dejado de ser una combustión de cambios, un ejercicio
de búsquedas para desatar lo rutinario y lo que se estanca. Octavio Paz, tenía razón
en esa apreciación, el siglo XX es el siglo de Freud y el Surrealismo, más yo creo
que Marx, con todos los marxismos del equivoco y de las traiciones de los regímenes
totalitarios, lo han tratado de omitir, de evitar pensarlo. El marxismo se convirtió
en un ismo más, más su figura tutelar, Carlos Márx, la fueron despojando de sus
barbas, lo han hecho lampiño, crudo, simplón, lo han tratado de hacerlo invisible
e innecesario. Tal vez, algunos de sus conceptos no llegaban a vislumbrar la trayectoria
que podrían tomar la sociedad capitalista y sus tentáculos. Más, creo que hay que
remirarlo, con ojos críticos, atentos, con ojos surrealistas si se permite tal expresión,
ahora más en una sociedad de la supra explotación de los recursos naturales, que
arma brechas abismales entre ricos y pobres, que asfixia por hambre y empaca par
el sobre gasto, que arruina los paisajes y de las guerras de reparto de riquezas
crea un espectáculo. Es necesario volver a tratar de entender ese hueco, esa catástrofe,
como también se haría necesario revaluar un poco al señor Freud, tan ensalzado,
pero tan mal leído. Yo prefería pensar en Carl Gustav Jung, y esos mundos de imágenes
del pozo del subconsciente colectivo de la humanidad. Pienso también en un surrealismo
social y no dejo de admirar la revolución de los neozapatistas en México y su comandante
poético Marcos. La existencia colectiva, el individuo como portador y creador de
nuevas experiencias, la reivindicación de lo ancestral, la capacidad para generar
una educación entre todos, la mirada sobre la naturaleza como un poema para defender.
Creo que como ellos hay otras experiencias en el mundo, algo de la bella utopía
que sin redentores, ni caudillos, desde la misma gente haciendo posible la esperanza.
El surrealismo es por sí mismo una revolución continua, una apuesta por la humanidad
sin cadenas y sin la postración del espíritu y la negación de su creatividad.
RICARDO ECHAVARRI | Octavio Paz se acerca al surrealismo
tardíamente –hacia mediados del siglo XX–. Incluso, cuando André Breton visita en
México a León Trotsky (hacia 1938), y se reúne con parte del “Círculo parisino”,
que vivía exiliado en la Ciudad de México o sus alrededores (César Moro, Wolfgang
Paalen, Alice Rahon, Remedios Varo, Benjamin Péret, José Horna, Kati Horna, Leonora
Carrington), Octavio Paz estaba muy alejado de este grupo y su estética. Influenciado
por la Guerra Civil Española y por Pablo Neruda, hacía más bien una poesía circunstancial,
medio panfletaria. Incluso, durante la Exposición Internacional del Surrealismo
(1940), en México, la cual fue tan importante para la expansión internacional del
movimiento, Paz dio cabida en su revista, Taller,
a un libelo de corte estalinista, firmado por Cardoza y Aragón, donde se atacaba
la muestra: “es un conjunto de abortos, de ‘misterios’, de frivolidades, de esnobismos”.
Los estalinistas y los nacionalistas fueron implacables. Federico Cantú declaraba:
“el surrealismo me hace vomitar”, mientras Lya Kostakowsky, ante los cuadros de
Dalí, declaró: “¡Estos relojes de Dalí! ¿Esto es arte”.
Es esa distancia inicial y su acercamiento tardío,
cuando el surrealismo era una estética “consagrada” –con todos sus riesgos de retorización,
que ya vimos–, lo que impidió a Octavio Paz, lamentablemente, porque en otros tópicos
tiene una gran lucidez, comprender ese impulso original de unir las dos puntas del
Ouroborus de la Modernidad, que plantea André Bretón, que significaba unir el surrealismo
con el marxismo. “Cambiar la vida”, dijo Rimbaud, “Cambiar el mundo”, dijo Marx,
“para nosotros esas dos son una misma consigna”.
Para André Breton la plena realización
de la poesía sólo podría darse en una sociedad igualitaria, como la pregonada por
Fourier, Marx, Trotsky y los anarquistas. Y claro que, al contrario de Octavio Paz
(que fue maniqueamente al final de su vida identificando marxismo con el dogma y
la burocracia soviética), el Marxismo fue siempre apreciado por André Breton como
una fuente esencial –junto con el Psicoanálisis de Sigmund Freud y el propio Surrealismo–
de la Modernidad.
Creo que André Breton advirtió esta incomprensión
de fondo del surrealismo por parte de Octavio Paz y, aunque lo consideró un poeta
cercano, de lo más interesante (sobre todo a partir de su contacto con el surrealismo
y su mixtura de poesía y mitología prehispánica), y le publicó en el Almanach, en francés, el poema en prosa “Mariposa
de obsidiana” (1950), no compartiría en absoluto la reducción que Octavio Paz hace
del surrealismo a una “estrellas de tres puntas” (libertad, amor y poesía) –en realidad
media estrella–, y no de seis puntas, la estrella Venus bretoniana (que incluía
la revolución como elemento esencial de la búsqueda de la belleza convulsiva). Para
mí ésa fue la razón por la cual Breton no le escribiría el prólogo a la traducción
francesa de Piedra de Sol (1957), alegando
que pasaba “por un estado de afasia”.
VERÓNICA CABANILLAS
| Creo que el
surrealismo y su revolución no fueron del todo derrotados por el mercado ni por
el capitalismo. Creo que hay aun algo por destacar que sobrevivió y está vigente.
Somos nosotros que tenemos en nuestro haber los secretos mágicos del azahar y del
destino, ese camino por descubrir y reconocer, un viaje por recorrer por completo.
Del otro lado veremos si finalmente logramos consumar la utopía surrealista. Pasarán
revoluciones y el ser humano despertará, se instaurará el paraíso en la tierra.
Lo hemos querido desde lucifer, pasando por todas las culturas amerindias, los gnósticos,
lo sabemos desde siempre, con los románticos, en la torre de un castillo medieval,
en el viajero que se atrevió a perderse y algo del camino nos lo hizo reconocible.
Artaud nos denominó (a esta clase de ser humano) como el hombre rojo, yo sí acepto
esa condición como hecho y reto de vivir la vida así. En cada uno de nosotros que
es un viajante en sí mismo está la fuerza viva del surrealismo. Porque esa revolución
inconclusa nos trazó parte importante del camino que con diferentes nombres hemos
venido levantando. Estoy segura que quizá con otro nombre y en otro tiempo el surrealismo
dejará de ser una utopía, para ser el verbo ser en la vida de nosotros.
De Marx se le reconocerá el sentido
de justicia y equidad –que nos recordó– para poder emprender el vuelo de imaginar
y el derecho de soñar sea un hecho y una posibilidad en cada ser humano.
A Freud, vivo hasta hoy, queda
de su fuerza el descubrimiento y cierto grado de aceptación en la moral promedio
de ese otro estado humano antes nunca visto como él nos lo hizo ver.
La otredad y el lado oscuro se
liberaron de alguna manera del peso de la religión cristiana. Se validó y legitimó
el viaje al interior. Y las fuerzas interiores, oscuras y hasta esa época vistas
desde la óptica de la religión católica pudieron ser explicadas y entendidas desde
algo que llamó inconciencia. Este hecho ha tenido un eco importante en nuestras
vidas.
Creo hay que buscar la huella que
allí está, viva y fulgurante, bajo el polvo y la arena. Limpiemos nuestros ojos
y continuemos con los pasos, que un día la frase utopía surrealista será una consumación en verbo presente y no sólo
un deseo u espejismo de nuestro gran amor por la humanidad.
*****
EDIÇÃO COMEMORATIVA | CENTENÁRIO
DO SURREALISMO 1919-2019
Artista
convidada: Marcelle Ferron (Canadá, 1924- 2001)
Agulha Revista de Cultura
20 ANOS O MUNDO CONOSCO
Número 139 | Agosto de 2019
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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revisão de textos & difusão | FLORIANO
MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
ARC Edições © 2019
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