En
agosto de 2016, tuve la suerte de quedarme en la casa de Ludwig Zeller y Susana
Wald ubicada en San Andrés Huayapam, en Oaxaca. La motivación de este viaje estaba
sostenida por la investigación que llevaba a cabo sobre el lugar de la mujer en
el movimiento surrealista. La posibilidad de entrevistar al poeta y collagista surrealista
sobre la concepción de la mujer en su poesía me motivó a contactarlo. Además, y
para mi gran sorpresa, “descubrí” allí a Susana Wald, quién resultó ser una artista
que había ejercido durante más de cincuenta años la cerámica, la pintura, además
de haber trabajado incesantemente como gestora y difusora del movimiento surrealista
al que considera su “modo de vida”. Este encuentro significó un nuevo punto de partida
para mi investigación, la que se basaría en la creación artística de mujeres artistas
asociadas al movimiento surrealista.
Susana
Wald (Hungría, 1937) se interesó desde temprana edad en el arte y más específicamente
en la técnica de la cerámica. Su viaje definitivo desde Buenos Aires a Chile (1957)
cambiaría su vida: tras un tiempo de desilusión por la impopularidad de sus obras
escultóricas, Susana decidió abandonar el arte e iniciar estudios de Medicina en
la Universidad de Chile. Fue en 1963 y en aquella facultad donde conoció a Ludwig
Zeller, entonces curador de la Galería de Artes Plásticas del Ministerio de Educación.
Fue él quien introdujo a Susana Wald en el Surrealismo, movimiento que terminó permeando
su vida. Juntos colaboraron artística e intelectualmente, propiciando desde los
sesenta espacios de difusión del Surrealismo y de la vanguardia. Fundaron la Casa
de la Luna (1968) y juntos gestionaron exposiciones y performances en Santiago,
en las que Susana y Ludwig participaron también en tanto artistas plásticos. Crearon
tres revistas con vocación surrealista en Chile, Canadá y México. Sin duda el cruce
con Ludwig la introdujo en un movimiento que se adaptó a sus inquietudes personales,
pues se trata de un movimiento que desde sus inicios promovió la libertad en todas
sus acepciones: la liberación de toda traba moral y social que impidiera la libre
expresión de los deseos, del amor, de la escritura, del arte, de la política. Esta
libertad ha marcado la manera en que el poeta y la artista han llevado a cabo su
vida en pareja. Cabe mencionar, dentro de
esta libertad, el uso del inconsciente -como impulso interior puro- como una clave
para entender la adhesión de Susana Wald al movimiento surrealista. Si bien ella
lo ha derivado, con los años, a una reflexión más cercana a Jung y a los arquetipos,
la intuición y el inconsciente ocupan un lugar fundamental en su obra.
Antes
de conocer a Ludwig y Susana, mi investigación académica se orientaba hacia el análisis
de la posición de las mujeres dentro del Surrealismo. Allí aparecieron casos de
mujeres artistas que experimentaron un inicio de carrera marcado por el rol de acompañante,
de esposa y de colaboradora de poetas y artistas surrealistas. Todas ellas fueron
introducidas al movimiento, en un afán vanguardista en los años veinte de ser uno
de los primeros movimientos artísticos en incluir mujeres. Sin embargo, muchas de
ellas permanecieron, en sus primeros años artísticos, a la sombra de sus compañeros.
El prejuicio de confrontarme, en Oaxaca, a esta dinámica de roles con tintes machistas
fue rápidamente desmentido, al ver la compenetración con la que esta pareja ha colaborado
artísticamente, y tras entender que Susana creó al lado de Ludwig y no detrás.
Sin embargo, estaba estupefacta al notar la laguna teórica que existía sobre su
obra que, por lo demás, no había cesado de crecer desde 1970.
Me
remití entonces al trabajo crítico[1]
que se ha realizado sobre el Surrealismo y que, desde una postura feminista, ha
encontrado varias contradicciones en la práctica de su teoría. En efecto, la figura
de la mujer fue ampliamente utilizada dentro del Surrealismo como tópico artístico:
un sinfín de mitologías y características fueron atribuidas –por los hombres- a
las mujeres, creando “prototipos” femeninos de toda índole (mujer-niña, femme fatale,
bruja, Gradiva, entre otras). Esto dificultó el lugar real de mujeres artistas que
buscaron desligarse de estos prototipos. Así, el inicio de carrera de muchas surrealistas
se vio obstruido tanto por razones internas al movimiento como por motivos estructurales
de un sistema que les concedía un mínimo espacio en la esfera pública, esto hasta
los años 1960. De alguna manera, hasta la mitad del siglo XX, la mujer era una figura
central del Surrealismo pero invisible en términos prácticos. En términos concretos,
esto se ha manifestado en la poca historiografía que existe para una gran cantidad
de mujeres artistas que se encuentran hoy relegadas a la sombra de la Historia.
Así, tras analizar la carrera de mujeres asociadas al Surrealismo como Remedios
Varo, Leonora Carrington, Lola Álvarez Bravo o María Izquierdo, concebí un análisis
sobre el lugar que tuvo la mujer dentro
del movimiento surrealista en relación a su figura plástica y literaria. Me concentré
particularmente en sus propios procesos de creación considerando su estatuto en
un contexto de dominación masculina.
Las
teorías feministas desarrolladas desde los años 1960por su parte, han militado por
devolver su importancia a la experiencia de las mujeres desde lo femenino, en tanto
motor de creación emancipado. En efecto, a partir de la segunda mitad del siglo
veinte, las artistas vieron en lo femenino una fuerza independiente, como una oportunidad
otra de aprehender la realidad. Como Martha
Mabey lo explica en relación a la obra de Susana Wald: “Sus pinturas y de hecho
su vida entera de mujer artista han sido un fragmento minúsculo en la formación
de una nueva realidad que junto con otras mujeres, ella cree, contribuirá a algo
mucho mayor”[2]. Así, Wald
debe incluirse en el linaje de las pioneras del arte contemporáneo que han abierto
las puertas a un tipo de arte al femenino,
un arte desde las mujeres y que juega
con el fantasma de lo masculino y el “cliché sobre el carácter menor de la pantomima
de la mujer”[3]. Desde mi
investigación, los puntos en común que se hilaron entre la obra de mujeres artistas
fueron establecidos desde lo experiencial, desde un punto de vista histórico, más
que desde una postura esencialista. Esto implica que existen considerables obras
que reflejan la experiencia física y psíquica del ser mujer, motivadas por una búsqueda
de la identidad femenina. Por ejemplo, un tópico recurrente ha sido la implicancia
de la pasividad doméstica a la que ha sido obligada la mujer: Louise Bourgeois realizó
en 1946 una serie de dibujos llamados “Femme Maison” –Mujer Hogar- en el que convierte
el cuerpo de la mujer en habitaciones domésticas, haciendo hincapié en la abolición
de la identidad de las mujeres dentro del esquema del hogar y de la familia. Años
más tarde, Susana Wald realizaría su célebre serie “Las Mujeres de” (1980-1989),
ejercicio de deconstrucción del cuerpo femenino y que surgiría como una crítica
inconsciente que representa a las mujeres como un accesorio del hombre, como un
objeto que toma formas y atributos en función de las profesiones de los maridos.
En esta serie, la mujer es un artefacto que cobra valor solo por su proximidad con
el hombre. Lo que comenzó como una broma se reveló años más tarde –y aún hoy día-
como un tema contingente. Sumando a este linaje se encuentra Karen Pazan, artista
ecuatoriana que creó en 2008 una serie de esculturas que tituló “Heme aquí en cuerpo
y sin voz”. Sus esculturas mostraban extremidades del cuerpo femenino unidas a partes
de electrodomésticos (aspiradoras, teteras, tostadoras eléctricas), insertando esta
serie en el ejercicio de desarticulación de atributos históricamente asociados a
las mujeres. Al visibilizar su supeditación histórica a la esfera doméstica, la
voluntad de estas artistas es atacar la raíz de su esencialismo cultural, y reorientarlo
para manifestar nuevas identidades femeninas.
Así,
las series que Susana Wald ha realizado en su carrera surgen desde una postura surrealista
que promueve una búsqueda interior intuitiva, en las que imaginación y realidad
conviven de manera simbiótica. El Surrealismo de Susana Wald es visible en la serie
que le dedica al huevo (1983-2003), elemento que la ha obsesionado durante años,
al igual que a muchos surrealistas que lo retrataron como sujeto de total relevancia
en sus pinturas (René Magritte, Salvador Dalí, Giorgio de Chirico, Leonora Carrington).
Susana se inserta en esta tradición y en la necesidad de materializar la anatomía
del huevo, aun cuando ignora la procedencia de estas imágenes. En su aspecto simbólico,
les atribuye poderes relacionados con la fecundidad y lo originario. Ha llegado
a asociarlos con representaciones arquetípicas de la Gran Madre, reflexiones que
se acercan a las elaboradas por Leonora Carrington, Remedios Varo y Kay Sage, tres
artistas surrealistas de la primera mitad del siglo XX.
En
los últimos años, esta búsqueda introspectiva del ser mujer y artista que ha llevado
a Susana a concebir esculturas, dibujos y pinturas de gran formato, se ha materializado
con fuerza en una serie reciente compuesta por diecinueve acrílicos sobre tela titulada
“Artemis” (2016-2017). Para Susana la relación con el arquetipo de Artemis viene
de la psicología Junguiana, quien realiza uno de los primeros esfuerzos académicos
por comprender la psique femenina. De aquí surge su inquietud de celebrar su carrera
representándose en Artemis en tanto “indomable femenino”. Su investigación partió
desde su propio apellido, “Wald”, el que en alemán significa bosque o selva y que
la artista vinculó al bosque oscuro descrito por Dante en la primera estrofa de
su comedia. Susana se reconoce en el arquetipo de Artemis en tanto cazadora capaz
de trazar un camino autónomo e intuitivo hacia lo desconocido. Este camino no es
otro que su trayectoria artística, la que ha sido capaz de atravesar durante años
y que se ha manifestado en una plástica visionaria y contingente. En cierta medida,
con su última serie de pinturas, Susana celebra su trayectoria jugando a la transmutación
con el cuerpo mitológico, y nosotros la celebramos en su capacidad material de reinventarse
y de trazar su camino artístico y personal siempre un paso adelante, como cazadora
y centauro indomable que es.
*****
EDIÇÃO COMEMORATIVA
| CENTENÁRIO DO SURREALISMO 1919-2019
Artista convidada:
Toyen (República Checa, 1902-1980)
Agulha Revista de Cultura
20
ANOS O MUNDO CONOSCO
Número 141 | Setembro de 2019
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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SIMÕES
ARC
Edições © 2019
[1]Autoras como Xavière Gauthier, Surréalisme et sexualité (1971), Vinciane Despret e Isabelle Stengers,
Les Faiseuses d’histoires. Que font les femmes
à la pensée ? (2011), Julia Kristeva, Anna Watz, Rosario Ferre, entre otras.
[2]Mabey,
Martha, Susana Wald. Celebración, Oaxaca,
El Colegio de Oaxaca, 2003, p.29
[3]Watteau, Diane. « « Regarde-moi
» : les appels muets des femmes dans l'art contemporain », Savoirs et clinique,
vol. no4, no. 1, 2004, p.33
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