Partiendo
de los conocimientos adquiridos a propósito de las fantasías, podríamos esperar
que las cosas se presenten de la siguiente manera: una experiencia actual, vivida
intensamente, despierta en el escritor el recuerdo de una experiencia anterior,
la mayoría de las veces vivida en la infancia, que provoca un deseo que logra su
cumplimiento en la obra literaria; en ella se pueden reconocer los elementos del
suceso actual junto con los del recuerdo pretérito.
Freud (El Poeta y la fantasía, 1908)
La relación
de la obra literaria con la perspectiva psicoanalítica es una constante que con
dificultad se puede dejar al margen.
Esta relación
ya está en Freud, quien recibe a través de su hija Anna el Premio Goethe de 1930
como un reconocimiento al haber formulado una metodología para el estudio del inconsciente.
Muchos
autores constituyen una referencia imprescindible en la formulación y comprensión
de determinados conceptos que conforman las herramientas necesarias del análisis
psicoanalítico.
No deben
sorprendernos pues, los aportes de Allan Poe en su Carta Robada para entender
los desfiladeros por los cuales atraviesa el significante en Lacan, ni la desintegración
del carácter lineal de la historia y las epifanías del Ulises de James Joyce,
para evidenciar las estructuras psicóticas que emergen en el anudamiento del Imaginario
y lo Real que actualiza la escritura.
Freud
se sirve de la mitología, en el caso de Edipo, para fundamentar el núcleo de la
neurosis, pero también en Hamlet, la dramaturgia vendrá a reafirmar lo que la clínica
patentiza.
En el
caso de la Gradiva, la escritura del poeta contribuye a decodificar los sueños cuando
se convierten en delirios. Entendiendo que toda construcción delirante oculta un
“núcleo de verdad” que por el mecanismo de la represión, es desalojado de
la consciencia.
Primer Vector
Por ende,
la verdad está en lo inconsciente como deseo reprimido y la racionalización delirante
en un estado obnubilado de la consciencia.
Podemos
trazar un primer vector en que el arte y la literatura “potencian” la metapsicologia:
Arte +
Literatura à Freud + Metapsicologia
En relación
con el surrealismo, sucede un encuentro fallido con Freud, pero curiosamente los
artistas, utilizarán los hallazgos de la metapsicologia para realizar sus investigaciones.
Dicha relación indirecta la podemos representar como:
Freud
+ Metapsicologia à Surrealismo
La novela
de la Gradiva de Jensen, actúa como intermediaria entre la Metapsicologia, la literatura
y embrionariamente con la propuesta surrealista:
Metapsicologia
+ (Gradiva) à Surrealismo
Con este
último vector central, podemos desglosar el trabajo realizado por Freud con “El
delirio y los sueños en la “Gradiva” de W. Jensen para luego hacer el salto cualitativo
con el delirio “controlado” del surrealismo.
En un Museo de Roma
Es importante
señalar de entrada, que asistimos al análisis de una obra literaria realizada por
el padre del psicoanálisis, en que el personaje principal es un ser de ficción.
Norbert Hanold, un joven arqueólogo en un museo de Roma que al contemplar un viejo
relieve de una muchacha caminando, desencadena toda una producción delirante con
relación a esta imagen.
El delirio
gatillado, gobierna la conducta del arqueólogo hasta realizar toda una investigación
de los signos que le rodean. Este exceso de sentido de su propia subjetividad, lo
lleva a realizar todo un relato de ficción literario, pero muy provechoso para reafirmar
los descubrimientos freudianos.
Norbert
Hanold, como buen arqueólogo, quita gradualmente las piedras, restos, fósiles e
indicios de sus huellas mnemicas. Marcas de seres significativos en que se había
depositado la libido y que luego, con el paso de la prehistoria de su infancia,
Hanold había olvidado. Aquí cuadra el refrán, de que “donde hubo fuego cenizas
quedan”, ya que la metáfora empleada por Jensen en su texto, es la de una “fantasía
pompeyana”.
Podemos
asociar, que al contemplar la imagen del relieve de la Gradiva en el Museo de Roma,
Hanold sufre una especie de “ya visto”, como una ilusión de la memoria. Dicho
ser femenino que actúa como un arquetipo coagulado, fue su objeto “causa” de
su deseo de “delirar” a través de una “fantasía” que ocurrió en el sur
de Italia en el 79 d.C.
El joven
arqueólogo proyecta en un episodio trágico histórico, ocurrido casi dos mil
años, lo que no puede su consciencia asumir en el “aquí y ahora”. El yo disociado,
realizo esta “racionalización mórbida”, como un mecanismo de defensa que su consciencia
no puede aceptar: hacerse cargo de su deseo.
Zoe Bertgang
Freud
realiza la tarea inicial de seguir la pista “que ese delirio tenga en su interioridad
unas raíces de las que nada sabemos y a nosotros nos faltan”.
Pero dicha
trabajosa empresa, implica la ayuda de alguna “otra”, que lo saque al personaje
central del estado alterado de consciencia que ha generado un “cambio de la realidad”
objetiva. Dicho personaje en la novela, tiene el nombre de Zoe (la vida)
Bertgang.
En esta
cadena de equívocos y malentendidos, vale la pena realizar las líneas pertinentes
para seguir la pista de esta novela -tal como lo hizo Freud-, para poder compararlas
con la idea surrealista del delirio y el “disparo” del brote “psicótico” provocado
“literariamente” por un relieve simbólico, imaginario y “algo” de real:
Relieve
de Gradiva à personaje “real” de Zoe
En este
vector, actúa también una “sobre realidad” como una realidad paralela que
la convicción delirante del relato literario de Jensen confirma.
En palabras
freudianas:”Si la joven dama en cuya figura ha vivido Gradiva acepta tan plenamente
el delirio de Hanold, es probablemente que lo haga para librarlo de el”.
Y efectivamente,
a lo largo de la novela analizada por Freud, apreciamos permanentes “confrontaciones”
con el estado “crepuscular” del joven arqueólogo: “Es que de los labios de Gradiva
sé oyó, después que se hubo recuperado de su asombro: “Estas manifiestamente loco,
Norbert Hanold!”. Bien se sabe que llamar a un durmiente o sonámbulo por su nombre
es el mejor recurso para despertarlo”.
Ya a estas
alturas del relato, Hanold ha condensado a través de la certeza delirante, que Zoe
y Gradiva son una sola persona. En el registro imaginario, el personaje
aglutina un aspecto que llamará la atención de los surrealistas, quienes realizan
una verdadera exaltación de este tipo de encuentros a través del llamado “azar objetivo”,
en que el deseo está teñido de una omnipotencia, hasta encontrar el objeto causa
del deseo o el objeto perdido en la infancia, cito a Freud: “¿No columbramos
de pronto que las fantasías del joven arqueólogo sobre su Gradiva podrían ser un
eco de eso recuerdos infantiles olvidados?”
Sabemos
que la función del psicoanalista se asemeja a la del arqueólogo, quien va en búsqueda
de los fósiles del pasado del analizante, para realizar luego de un periodo de regresión,
la reconstrucción simbólica de las ruinas imaginarias de la infancia para que el
analizante las resignifique a posteriori.
La Gradiva,
en este sentido, es un argumento introductorio para fundamentar los mecanismos generadores
del delirio. La lava ardiente de la pulsión (Trieb), queda aparentemente
aplastada por el barro de la represión en la Pompeya inconsciente del personaje
Hanold.
En la
novela, Freud hace mención a los rasgos aparentemente fetichistas del personaje,
sobre todo por la forma delicada de empinar el pie la Gradiva del relieve inicial,
que después reforzará Zoe al verla caminar nuevamente por “casualidad” en
las ruinas de Pompeya.
Freud
reconoce un aspecto sobre la marca de la represión del deseo libidinal y la posibilidad
de sublimarlo que tienen los artistas, cito a Freud: “El triunfo del erotismo
lleva a reconocer lo que había de bello y valioso también en el delirio”.
De esta
observación acerca de “lo bello”, se puede establecer el primer puente que llamará
la atención al movimiento surrealista con la frase Bretoneana: La belleza será
convulsiva o no será”, pero tanto en la “Gradiva”, como en la poesía surrealista,
el rol de la mujer como musa inspiradora es determinante.
La belleza
como objeto agalmatico es lo que produce “hacer escribir” o “hacer pintar” al artista.
Al hombre lo hace padecer en la clínica, cuando se ha desvanecido el brillo que
capturaba la mirada, la mujer pasa a ser “el síntoma del hombre”.
Fantasía Pompeyana
La observación
que realiza Freud en El Delirio y los sueños en la Gradiva de W. Jensen de 1.907, permite
relacionar el cruzamiento entre la noción del delirio como “fantasía pompeyana”
del autor, cito a Freud: “el poeta ha puesto en nuestras manos, la clave del
simbolismo de que se valió el delirio del héroe para disfrazar el recuerdo reprimido”,
y lo que correspondería a un “estudio psiquiátrico”, frío, distante y fenomenológico
como hipótesis:
Nuestros
lectores habrán notado con extrañeza que hasta ahora hemos tratado a Norbert y Zoe
Bertgang en todas sus exteriorizaciones y actividades anímicas como si fueran individuos
reales y no criaturas de un autor, y como si la mente del poeta fuese un medio absolutamente
traslucido, y no refractara u opacara el sentido.
Zoe, en
la vida “real”, vive en la misma ciudad que el joven arqueólogo Norbert y ambos
habían sido amigos en la infancia. El personaje, había reprimido este hecho biográfico en
su inconsciente. La metáfora de Pompeya y su ruina por la lava incandescente del
Vesubio, sería una expresión del aparente sepultamiento de lo reprimido.
Reprimido,
que retorna como síntoma en los pacientes o material de creación estética o literaria.
La creación
literaria actúa como interpretación simbólica, unido a las asociaciones del soñante,
crea una nueva realidad, una sobre-realidad que exploraron los surrealistas en su
oficina de investigaciones.
Lo psico-arte,
implica esta relación entre el psicoanálisis y la creación artística. Lo poético
y literario, pone de manifiesto lo que Freud trataba de demostrar. El Delirio y los sueños en la Gradiva de W. Jensen,
es buen ejemplo de este hecho, de la enorme influencia del mundo literario para
fundamentar sus investigaciones sobre la represión psíquica. Tal como subraya Roland
Jaccard en palabras freudianas de la “Gradiva”, en su sintético volumen uno de la
Historia del Psicoanálisis:
Los poetas
y los novelistas son aliados preciosos del científico, y su testimonio debe estimarse
muy alto, porque ellos conocen entre el cielo y la tierra muchas cosas que nuestra
sabiduría escolar no podría todavía soñar”; este elogio casi exagerado del escritor,
en este caso de Wilhelm Jensen, revela la estrategia de Freud: el novelista sirve
de garantía y de verificación para el psicoanálisis.
Al contrario,
de lo anteriormente señalado, a lo largo de la historia, los poetas “no están ni
ahí” con los descubrimientos freudianos, pero yo diría no con el psicoanálisis en-si,
sino con los psicoanalistas con escasa la sensibilidad e intuición estética respectiva.
Pero esta
desconfianza de los poetas, será extensiva al mundo psi, tal como lo señala
el propio Freud en texto de “la Gradiva”:
Suele
decirse que el poeta debe evitar los puntos de contacto con la psiquiatría y dejar
a los médicos la descripción de estados anímicos patológicos. En verdad, nunca un
genuino poeta obedeció a ese mandamiento”. Y ahora
pongan atención a la importancia que en este mismo párrafo Freud le da a la creación
poética y su vínculo estrecho con el alma enferma, cito: Es que describir la
vida anímica de los seres humanos es su más auténtico dominio; en todos los tiempos
ha sido el precursor de las ciencias y, por tanto, también de la psicología científica.
De esta
consideración hacia la poesía, es que podemos entender que la obra de Freud, es
hija del romanticismo alemán como cuestionadora del imperio de la razón, pero salvando
las diferencias respectivas entre el acto creativo tanto para el psicoanálisis como
el acto subjetivo poético. Pero llegará un momento en que los poetas y artistas
empiezan a leer y “tratar” de comprender los orígenes y fundamentos del psicoanálisis.
Dadá
Dicho
momento de iluminación de la caverna inconsciente, estará teñida por la gran carnicería
humana que significó la Primera Guerra Mundial. Aquí, los artistas que se negaban
a ir al frente de batalla, van a organizar esa primera vanguardia rupturista llamada
“Dadá”. Ante la infantil posición de los hombres adultos, que van eufóricos al frente
de guerra, los artistas sacan su Manifiesto dadaísta en el suizo Café Voltaire de
1916.
La ciencia
y la técnica se han puesto a disposición de la pulsión de muerte, queda el humor
negro y la iconoclastia de todas las representaciones, ya que el absurdo de la destrucción
generalizada es la norma que impera en la civilizada Europa.
Bajo este
desolador panorama, el Dadá actuará en forma embrionaria para el incipiente movimiento
surrealista.
Es decir,
gracias a la lectura de los textos de Freud, Andre Bretón logra canalizar la energía
creativa del dadaísmo, sacarlo de su callejón sin salida de la protesta, para orientar
algún tipo de respuesta que cuestione el predominio de la consciencia y la regresión
a la barbarie, en los libros de Freud.
Se invierte
el alejamiento que antes existía entre el arte y el mundo Psi, pero ojo, el vínculo
es con el creador y padre del psicoanálisis, no con el área de la psiquiatría, al
menos de la época.
Aquí el
arte-poética de Freud, se asocia con el psico-arte del surrealismo. Freud se dió
cuenta de que el artista crea otra realidad, una nueva realidad desde su propia
subjetividad teñida de sus propios fantasmas o fantasías, al contrario del neurótico
que se queja de la realidad y del psicótico que esta fuera o sustituye la realidad.
Tal como señalara Winnicott, la creación de un espacio de ilusión benigna, permite
tramitar mejor la pulsión en un espacio transicional.
Nadja – Gradiva
Aunque
fueron los surrealistas, los primeros artistas en que apreciaron y valoraron los
textos de la metapsicologia, es cosa sabida el encuentro fallido sostenido entre
Freud y Andre Bretón en 1921. La novela "Nadja" podría asemejarse a la
Gradiva de Jensen, con ciertas diferencias en que se orienta el vector del delirio.
Tal como lo señala Xaviere Gauthier acerca del rol de musa inspiradora de la mujer:
El artista
extrae su inspiración de la mujer. Como para los románticos, para los surrealistas
la mujer es una musa. Ella misma lo solicita, pues sabe que sola no llegará a ser
nada: ¡que al menos se hable de ella! “¿André? ¿André?… Escribirás una novela acerca
de mí, te lo aseguro. No digas que no. Ten cuidado: todo se debilita, todo desaparece.
Pero es preciso que quede algo de nosotros...”, Y, en realidad, algo ha quedado
de Nadja: es una de las heroínas de Bretón.
Esta verdadera
exaltación de lo femenino invadirá todos los campos de investigación del surrealismo.
El cuerpo de la mujer será una constante en la producción poética y pictórica.
Llama
la atención que “lo femenino” en la vanguardia surrealista, se representa de forma
diferente en la poesía y en el registro de la pintura.
A
nivel de la poesía la mujer es:
—
buena y amada
—
una entidad maravillosa
—
Bella
—
El hombre la ama y la admira.
En
el ámbito de la pintura o dibujo la mujer es:
—
Odiada
—
Mala
—
Peligrosa
—
Malvada
—
Sanguinaria
—
El hombre la odia y la tortura.
Retomando
el vector central en la novela de Jensen, llama la atención el tipo de idealización
de la mujer que se refleja en el delirio; si en La Gradiva, tal como lo señala
Freud, Norbert Hanold, el protagonista principal, “No tiene interés por la mujer
viva; la ciencia a la que sirve le ha absorbido ese interés y se lo ha desplazado
a las mujeres de piedra o de bronce”. Con la revolución surrealista del deseo,
la mujer ocupará el papel central como un absoluto y maravilloso “loco amor”.
En el
caso de “"Nadja", también se produce un encuentro azaroso entre el protagonista
Breton y “Nadja. Al contrario de La Gradiva,
aquí es la mujer real con efecto imaginario quien convoca al Breton a “encontrarse”
en algún rincón de las calles de Paris –aunque dicho encuentro no suceda-, cito
a Nadeau: “Después de esta primera entrevista, es una sucesión, una cascada de
azares: ella da citas, ella no llega, pero ellos se reencuentran siempre, Breton
y "Nadja", en lugares desconocidos, a horas no acordadas”.
Se podría
decir, que el azar objetivo en esta novela de Breton, lleva la marca de la sincronicidad
junguiana, para poder producir el maravilloso encuentro entre estos dos protagonistas.
De hecho, la novela "Nadja" -traducida en Chile por el jefe del movimiento
surrealista “Mandrágora”, Braulio Arenas- estará inspirada en hechos reales que
le sucedieron a Breton, tras la búsqueda de la mujer completa e idealizada en sus
sueños. Tal es el caso, que su tercera mujer inspiradora, con la cual convivió durante
más de treinta años, estará ocupado por la viñamarina Elisa Bindhoff, tras un encuentro
“objetivo” en un lugar de Nueva York durante el transcurso de la Segunda Guerra
Mundial.
Pero la
importancia de la novela "Nadja", es que para la época, empieza a circular
en los pasillos de los hospitales psiquiátricos en Francia, y provoca un gran “revuelo”
entre los psiquiatras, por la crítica severa que realiza Breton hacia la psiquiatría.
Ya que al parecer, si en la Gradiva, al final del texto de Jensen, Hanold vuelve
a poner los pies sobre la tierra, desapareciendo la productividad “delirante”, en
el caso de la protagonista "Nadja", esta termina encerrada en un hospital
psiquiátrico.
Automatismo Psíquico Puro
Entonces,
tenemos unos últimos vectores, para poder ubicar la posición subjetiva del creador
del surrealismo:
Breton à Psicoanálisis à Surrealismo
Surrealismo à Rechazo à Psiquiatría
Para los
surrealistas, el empleo de la asociación libre será utilizado con la noción de escritura
automática. La definición de surrealismo realizada por Bretón, permite entender
el núcleo de la inspiración surrealista:
Automatismo
psíquico puro por el cual nos proponemos expresar, ya sea verbalmente, ya sea por
escrito, ya sea de cualquier otra manera, el funcionamiento real del pensamiento.
Dictado del pensamiento, en ausencia de todo control ejercido por la razón, fuera
de toda preocupación estética o moral.
De este
concepto, el cual se podría equiparar a una supuesta ausencia superyoica, para extraer
al objeto maravilloso que habita en la realidad onírica, en la subrealidad latente.
Indudablemente que no tiene nada que ver con el encuadre psicoanalítico, pareciera
más bien, un llamado permanente a los acting-out o a los pasajes al acto,
pero al igual que lo señalado por Freud en La Gradiva, estamos hablando de
ficción y no de una peritaje psiquiátrica.
En este
sentido, pasan a ser los artistas quienes se sirven de la metapsicologia para investigar
y extraer el objeto estético para cambiar la vida, ya
que la misma “estaría en otra parte” como lo había señalado Rimbaud en el siglo
XIX.
Los
surrealistas se paseaban por los lugares en que la mayoría de las personas no asisten,
como el mercado de las pulgas.
El
azar objetivo es equivalente al deseo inconsciente que intenta encontrar al objeto
perdido en la infancia, al objeto causa del deseo. El deseo causa la búsqueda
de la otra mitad del ser, del Otro Sexo; remite al andrógino de acuerdo al
amor platónico como un ser completo: masculino y femenino
Este
mito remite a que en un principio lo masculino y femenino estarían representados
a nivel hermafroditico y al intentar rebelarse contra los dioses, Júpiter hizo caer
un rayo en la mitad del andrógino. De esta separación surgió el deseo del hombre
y la mujer de tratar de encontrarse de manera circular.
Este
camino de búsqueda de su mitad complementaria del otro sexo, es lo que origina y
causa el deseo de un amor ideal, de un amor satisfactorio.
Epilogo
El
arte surrealista a través de su fascinación por los descubrimientos freudianos,
mostró los arquetipos femeninos que habitan en la imaginación del hombre.
El
arte permite representar los aspectos más atávicos del inconsciente humano y el
trabajo con el cuerpo humano es su principal expresión.
Al
representar el cuerpo sobre todo de la mujer, permite entender los fantasmas masculinos,
la diferencia anatómica entre los sexos y sus consecuencias psíquicas.
Muchos
trastornos en el área de la sexualidad tienen que ver con esta búsqueda eterna de
“la media naranja” que los surrealistas intentaron plasmar en los cuadros.
Si
estamos ante una fantasma de mujer fatal o de mantis religiosa que se devora al
macho luego de la cópula, la angustia que surgirá, será de un miedo a la castración
por parte del hombre. De ahí la importancia del arte surrealista que se atrevió
a decodificar los encuentros fallidos entre lo femenino y masculino.
Ahora
bien, una vez superado el impasse inicial con Bretón, Freud cambiará radicalmente
de opinión acerca de los descubrimientos e investigaciones que realizan los surrealistas,
cuando le toca conocer en persona y la obra de Salvador Dalí.
Aquí se
produce otro salto cualitativo para el psicoanálisis al apreciar el método
paranoico critico de Dalí. La reconciliación con la investigación surrealista llega
poco antes de morir Freud ya exiliado en Londres en 1938.
Sincrónicamente
y una vez más en la historia de la humanidad, nuevamente, la barbarie está tocando
las puertas de Europa con la excusa de la “superioridad de la raza”, y tanto
los psicoanalistas como los surrealistas deben emigrar sobre todo a Estados Unidos.
Los nazis
catalogarán al arte surrealista y dadaísta como un “arte degenerado” y al
psicoanálisis como “una ciencia judía”. Dalí hará su propio reconocimiento
a la utilidad y deuda con la metapsicología entendida para el cómo un “delirio
sistematizado del psicoanálisis”, pero por su puesto, quitándole el sentido
peyorativo.
Como podemos
apreciar, lo que comenzó como un alejamiento, concluye con un anudamiento en que
encuentros como este, permiten profundizar aún más, el estrecho vínculo entre el
arte y el psicoanálisis.
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NO MUNDO INTEIRO
Número 150 | Fevereiro de 2020
Artista convidado: Daniel Cotrina Rowe (Peru, 1966)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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