Jorge [Francisco Isidoro] Luis Borges [Acevedo] [Buenos Aires, 1899-1986]
fue capaz de crear dos tradiciones para sus antepasados: una militar y otra literaria.
Su bisabuelo materno, el coronel Manuel Isidoro Suarez [Buenos Aires, 1799-1846]
comandó la caballería peruana y colombiana en la batalla de Junín, cruzó los Andes
junto al General José de San Martín, luchó en Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú,
batalla que dio nombre a la calle donde viviría Borges buena parte de su vida adulta.
Su abuelo paterno, Francisco Isidro Borges Lafinur [Montevideo, 1835-1874], participó
en los enfrentamientos con los indígenas de las fronteras y en la guerra del Paraguay.
Isidoro Acevedo Laprida [San Nicolás de los Arroyos, 1835-1905] –abuelo materno–
hacendado y jefe de policía, luchó contra Juan Manuel de Rosas. Francisco Narciso
Laprida [San Juan, 1786-1829] presidió el Congreso de Tucumán, firmó el Acta de
la Independencia y fue asesinado por los montoneros Félix Aldao. Escritores y poetas
fueron su bisabuelo paterno Edward Young Haslam [Newcastle Upon Tyn, 1813-1878],
editor de uno de los primeros diarios ingleses rioplatenses; su tío paterno Juan
Crisóstomo Lafinur [San Luis, 1797-1824] y su padre Jorge Guillermo Borges [Paraná,
1874-1938], autor de la novela El Caudillo y traductor de las versiones inglesas
de Edward FitzGerald de las casidas de Omar Jayyam.
Nacido a los
ocho meses de su gestación en una casa con patio y aljibe de la calle Tucumán 840,
su infancia trascurrió en otra más al norte en Serrano 2135 de Palermo, en las orillas
de Buenos Aires, rodeado de inmigrantes, cuchilleros y compadritos, donde su padre
tenía una biblioteca que contenía las enciclopedias Chambers y Británica. Buscando
cura para la progresiva ceguera del padre, la familia viajó a Suiza en 1914, e instalándose
en Ginebra terminó el bachillerato en el Liceo Jean Calvin, una escuela de inspiración
protestante donde leyó los prosistas franceses famosos de entonces, los poetas expresionistas
y simbolistas y descubrió a Schopenhauer, Nietzsche, Mauthner, Carlyle y Chesterton.
Terminada la guerra la familia pasó a Barcelona y luego a Palma de Mallorca donde
escribió los poemas de Los ritmos rojos y los cuentos de Los naipes del
tahúr, libros nunca autorizados a la imprenta. En Madrid y Sevilla participó
y publicó en grupos y revistas Ultraístas.
De regreso a
Buenos Aires [1921] creó una sucursal del movimiento de vanguardia, descubrió la
metrópoli, e hizo amistad con Macedonio Fernandez y Ricardo Guiraldes, admiradores
de Leopoldo Lugones. Dos años más tarde, antes de emprender un segundo viaje a Europa
donde pasaría todo el año 1924 publicó Fervor de Buenos Aires, con treinta
y tres poemas que hablan del truco, de Juan Manuel de Rosas, de Benarés, de su afecto
por los zaguanes, las parras, los aljibes, los atardeceres, los arrabales y la desdicha
que depara el amor.
Los años de entreguerras
harían de Borges uno de los grandes escritores de nuestra lengua y un clásico universal.
Repudiando del Ultraísmo escribió ensayos, cuentos y poemas sobre los arrabales,
el tango, la milonga o los brutales duelos con facón de compadres y cuchilleros
y más tarde fábulas que imitaban las secuencias del cinematógrafo o parecían ensayos
y ensayos que parecían cuentos, fantásticas y mágicas que terminó por recoger en
Historia universal de la infamia, Ficciones o El Aleph, haciendo
gala de un europeísmo que jamás renunció a sus raíces argentinas y su humor porteño
para especular sobre asuntos como el tiempo, el espacio, lo infinito, el destino
del hombre, apoyado en citas y libros apócrifos.
Cerca de los
cuarenta años Borges tuvo que emplearse de tiempo completo ante la muerte de su
padre. Obtuvo una plaza en una biblioteca de Almagro Sur donde pasaba los días leyendo,
escribiendo o haciendo fichas bibliográficas en el más completo anonimato. A poco
de morir su padre, en la navidad de 1938 tuvo un accidente que casi le cuesta la
vida, pero cambió el rumbo de su literatura. Retrasado para la cena de nochebuena
y como no funcionara el ascensor de la calle Maipú, subió apresurado la escalera
sin percatarse que un batiente de una ventana estaba abierto, la herida se infectó
produciendo una septicemia con altas fiebres y alucinaciones. Dos semanas más tarde,
temiendo haber perdido la memoria, escribe Pierre Menard, autor del Quijote,
en parte como tomadura de pelo a las presunciones estilísticas de Amado Alonso,
que en Buenos Aires se disponía a fundar la Revista de Filología Hispánica y dar
a la imprenta el primer libro que estudió de conjunto la obra de Pablo Neruda, con
quien Borges tenía un contencioso a raíz de sus flirteos con la pelirroja Norah
Lange, uno de sus sólidos amores secretos, inmortalizada por Leopoldo Marechal como
la Solveig Amundsen de Adán Buenosaires. Desde entonces Borges sabrá que
la realidad es tan ilusoria, [lo habían sostenido Berkeley, Hume y Locke], y como
la ficción, que puede proveernos de mejores instrumentos para navegar en el proceloso
mar de las apariencias. Pierre Menard pudo rescribir El Quijote, que siendo él mismo,
es ya otro cada vez que el futuro recorre sus páginas.
En 1944 conoció
a Estela Canto [Buenos Aires, 1916-1994], una joven comunista, atractiva y nada
convencional, muy infiel sexualmente, pero adicta al licor de malta, de la cual
se enamoró sin ser correspondido. Gracias a sus confidencias sabemos que Georgie
era hondamente sentimental. A ella dedicó uno de sus famosos cuentos, El Aleph,
cuyo manuscrito le obsequió y ella subastó en 1985 por 30.000 dólares y ahora reposa
en la Biblioteca Nacional de España.
Borges, que había
sido desde su regreso partidario de los radicales y de Hipólito Irigoyen (Buenos
Aires, 1852-1933), con la elección en 1946 de Juan Domingo Perón (Lobos, 1895-1974)
y su animadversión a la dictadura, al manifestarse abiertamente contra el nuevo
gobierno renunció a su cargo de bibliotecario al ser designado Inspector de mercados
de aves de corral para humillarle luego de un
arresto policial de su madre y hermana por antiperonistas. Las dictaduras –dijo entonces–, fomentan la opresión, fomentan el servilismo, fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomenten la idiotez. Botones que balbucean imperativos, efigies de caudillos, vivas y mueras prefijados, ceremonias unánimes, la mera disciplina usurpando el lugar de la lucidez… Combatir estas tristes monotonías es uno de los muchos deberes del escritor.
arresto policial de su madre y hermana por antiperonistas. Las dictaduras –dijo entonces–, fomentan la opresión, fomentan el servilismo, fomentan la crueldad; más abominable es el hecho de que fomenten la idiotez. Botones que balbucean imperativos, efigies de caudillos, vivas y mueras prefijados, ceremonias unánimes, la mera disciplina usurpando el lugar de la lucidez… Combatir estas tristes monotonías es uno de los muchos deberes del escritor.
Se vio obligado
a ser conferencista itinerante en las provincias argentinas y uruguayas con la ayuda
de especialistas para vencer la timidez y el tartamudeo. Y dio clases de literatura
en el Instituto Libre de Segunda Enseñanza y la Universidad Católica.
La Década
Sombría [1950-1960] hizo de Borges un autor reconocido en el continente. No
sólo se desempeñó valerosamente por tres años como presidente de la Sociedad Argentina
de Escritores, sino que aparecieron las primeras traducciones de sus cuentos al
francés, se hicieron algunos filmes a partir de sus narraciones y más tarde, divulgado
en doce lenguas europeas, al recibir el Premio Formentor [1961] que le otorgaran
por sugerencia de Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma en Palma de Mallorca junto
a Samuel Becket, el Congreso Internacional de Editores.
Con la caída
de Perón en 1955 y una recomendación del padre de Adolfo Bioy Casares al general
Pedro Eugenio Aramburu, Borges fue nombrado director de la Biblioteca Nacional,
donde estuvo casi dos décadas, e incorporado a la Academia Argentina de Letras.
La Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires le hizo director
del Instituto de Literatura Alemana. La Universidad del Cuyo le hace Doctor Honoris
Causa en 1956, título al que seguirán otros de la Universidad de los Andes de Colombia
[1963], Columbia [1971], Yale [1961], Oxford [1961], Michigan [1972], Santiago de
Chile [1976], Cincinnati [1976], Sorbona [1977] y Tucumán [1977]. En 1979, siendo
ministro de educación de Adolfo Suarez, el franquista del grupo Tácito, José Manuel
Otero, con un jurado donde estuvo Dámaso Alonso le concedió el único Premio Cervantes
ex aequo, o en pie de igualdad que existe, junto a un poeta menor
llamado Gerardo Diego. Al enterarse de la infamia, Borges preguntó si era a tres
que se había concedido el premio, si a Borges, a Gerardo o a Diego, y agregó, con
esos cinco millones de pesetas al fin podré comprar la enciclopedia Espasa,
que para entonces tenía más de 21 volúmenes.
Al cumplir sesenta
y ocho años y temiendo quedar solo con la futura muerte de su madre Borges se casó
por la iglesia católica con Elsa Astete Millán, una viuda de cincuenta y siete años.
El matrimonio duró hasta octubre de 1970. Dieciséis años después, tres meses antes
de morir casó por poder con Maria Kodama, con quien concluiría una larga serie de
encuentros amorosos que habían comenzado con Concepción Guerrero, y continuado con
Cecilia Ingenieros, Estela Canto, Haydée y Norah Lange, Maria Ester Vasquez, Silvina
Bullrich, Bettina Edelberg, María Luisa Levinson, Angelica Ocampo, Ulrike von Külmann,
Marta Mosquera Eastman, Wally Zenner, Emma Riso Platero, Margot Guerrero, Susana
Bombal, Elvira de Alvear, Odile Baró…
A Concepción
Guerrero, apodada Conchita, la conoció en su primer regreso de Europa y su relación
terminó luego de su segundo regreso en 1923. Cecilia Ingenieros era hija del filósofo
positivista, la conoció en 1939, pero vino a pretenderla solo dos años más tarde.
Era bailarina y le dejó por ir a los Estados Unidos a estudiar con Martha Graham,
aunque después se dedicó a la egiptología. Fue ella quien le
contó la anécdota de Emma Zunz, que en su origen no tenía nada que ver con judíos, solo con una venganza ejecutada a través de una falsa violación carnal. La Canto llegó a su vida en 1945 en pleno fervor del peronismo. Era de izquierdas, de clase media, morena, esbelta, de grandes ojos pardos, vivía en Barrio Sur, hablaba inglés y podía recitar largas parrafadas de Bernard Shaw, uno de los ídolos de entonces de Borges. Según ella, le pidió en matrimonio, pero ella le exigió relaciones sexuales previas, cosa que el novio no pudo cumplimentar a pesar de los dos años de ayuda sicológica. Norah Lange, era la única hermana de Haydée, otra de sus pretendidas, para quien Borges escribió uno de los 250 prólogos para libros de mujeres por las cuales se interesó.
contó la anécdota de Emma Zunz, que en su origen no tenía nada que ver con judíos, solo con una venganza ejecutada a través de una falsa violación carnal. La Canto llegó a su vida en 1945 en pleno fervor del peronismo. Era de izquierdas, de clase media, morena, esbelta, de grandes ojos pardos, vivía en Barrio Sur, hablaba inglés y podía recitar largas parrafadas de Bernard Shaw, uno de los ídolos de entonces de Borges. Según ella, le pidió en matrimonio, pero ella le exigió relaciones sexuales previas, cosa que el novio no pudo cumplimentar a pesar de los dos años de ayuda sicológica. Norah Lange, era la única hermana de Haydée, otra de sus pretendidas, para quien Borges escribió uno de los 250 prólogos para libros de mujeres por las cuales se interesó.
Elsa Astete Millán
era una de las siete hijas de la dueña de una pensión de La Plata donde vivió Pedro
Henriquez Ureña, amigo y maestro de Borges. La conoció en 1927, ella tenía diecisiete
años y el veintiséis. Le dijo que se casara con él, pero ella no aceptó, para hacerlo
dos años más tarde con Ricardo Albarracín Sarmiento con quien tuvo un hijo. A pesar
del matrimonio siguió visitándola y veinticinco años después, ya viuda, ella aceptó
casarse. Elsa no hablaba ni ingles ni francés y gustaba cantar, muy mal, tangos,
veía mucha televisión y no recordaba los sueños. Aduciendo estas quejas, Borges
terminó con el matrimonio tres años después, no sin antes enviar a unos peones a
recoger al domicilio de la calle Belgrano la Enciclopedia Británica.
Maria Kodama,
que le acompaño en sus últimos diecisiete años de vida, fue hija de un sintoísta
japonés descendiente de samuráis, químico y fotógrafo y de una pianista, hija de
un alemán y una católica española, de cuyo matrimonio, roto a los tres años, habría
otro hijo, desconocido. El padre llevaba treinta años a la madre y aunque nunca
vivieron juntos, parece haber visto los fines de semana a la niña, a quien contaba
historias de los cuchilleros japoneses, e inculcaba en ella los sentidos de la belleza,
el honor, el deber, la responsabilidad y la lucidez suficientes para admitir que
en este mundo podemos hacer de todo siempre que no nos mueva el temor. Kodama, que
quiso ser marino cuando niña, que practicó la equitación y la natación, bailaba
flamenco, rock, salsa, sirtaki y baidoushka, la danza de los carniceros griegos
decidió dedicarse a la literatura, según la mitología que ella misma creó, cuando
descubrió en Borges la mágica relación que existe entre las palabras y los sentidos
que ellas delatan. Mientras estudiaba inglés, a sus cinco años, su maestra le habría
leído la versión de César y Cleopatra de Bernard Shaw.
– Por sus elucidaciones –dijo– entendí
que aquel hombre, con su afán de poder y con una fuerza increíble, había logrado,
precisamente por estas características, enamorar a aquella mujer, porque ella era
igual que él y la podía ayudar. Después me leyó un poema que Borges había escrito
a una mujer de la que él estaba enamorado. Las líneas que recuerdo son, más o menos:
…puedo ofrecerte mi soledad, el hambre
de mi corazón. Estoy tratando de sobornarte con mi incertidumbre, con mi peligro,
con mi derrota… Lo que me emocionó de ese poema es que pretendía llegar al mismo
punto que César con Cleopatra, pero por el camino contrario. Me pregunté, desde
mi mentalidad de niña, con cuál de esas dos personalidades podría jugar, con cuál
podría tener una aproximación de amistad, y pensé que no sería Julio César, sino
alguien como Borges.
En 1986 al descubrir
que tenía cáncer hepático y temiendo que se hiciese de su agonía un espectáculo,
decidió quedarse en Ginebra para morir. Pasó los últimos meses de su vida recibiendo
visitas de algunos de sus admiradores y colaboradores y revisando la edición en
francés de sus obras completas para La bibliothèque de la Pléiade de Gallimard.
Estuvo algún tiempo en el hotel L'Arbalette y sus últimos tres días, en un apartamento
de la Grande Rue que parece pertenecía Margarite Yourcenar. Las semanas anteriores
había iniciado el estudio del árabe. Según Kodama, Borges deseaba continuar sus
saberes de japonés, pero como no encontrara preceptor y viera en un anuncio de un
egipcio de Alejandría, que lo hacía a domicilio, vino hasta el hotel y viendo a
Borges comenzó a llorar. Había descubierto era el autor que más leía en los últimos
años. El alejandrino dibujaba en las manos de Borges las letras del alfabeto árabe,
y bebiendo te, le repetía la música de las palabras.
Borges murió
lentamente y en silencio el sábado 14 de junio de 1986 a las siete y cuarenta y
siete de la mañana. Ese medio día, en Buenos Aires, Adolfo Bioy Casares salió de
su piso cerca de La Recoleta para comprar los diarios. Un joven con cara de pájaro,
en Ayacucho con Alvear le dijo: falleció Borges. Seguí mi camino, escribe
Bioy, sintiendo que eran mis primeros pasos en un mundo sin Borges.
Sus restos reposan
en una tumba del cementerio de Plainpalais. En la lápida 41, hecha por el escultor
Eduardo Longato en una piedra áspera y blanca puede leerse Jorge Luis Borges y,
debajo, And ne forhtedon na, junto a un grabado circular con siete guerreros,
una pequeña cruz de Gales y los años 1899/1986. La inscripción And ne forhtedon
na, formulada en anglosajón, traduce Y que no temieran. La cara posterior de
la lápida tiene la frase Hann tekr sverthit Gram ok leggr í methal theira bert,
que se corresponde al capítulo veintisiete de la Saga Volsunga: Él tomó la espada,
Gram, y la colocó entre ellos desenvainada.
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Agulha Revista
de Cultura
UMA AGULHA NO
MUNDO INTEIRO
Número 155 |
Julho de 2020
Artista convidado:
Isabel Ruiz (Guatemala, 1945-2019)
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