quarta-feira, 13 de janeiro de 2021

ENRIQUE DE SANTIAGO | Vicente Huidobro y la Vanguardia en Chile

 


¡Comience el despertar de mundos invisibles

que los soles y los astros formarán!

VICENTE HUIDOBRO

 

Fundamentalmente, el punto de inicio de la vanguardia en Chile está dado por la presencia del poeta creacionista Vicente Huidobro (1893-1948). Esto sucede específicamente en 1914, con su manifiesto Non serviam leído en El Ateneo de Santiago, donde se da a conocer su forma estética que transitaba desde el modernismo hispano-americano hacia un incipiente asomo de vanguardismo. Este escrito se podría definir como el comienzo de una vanguardia orgánica, que se reconoce a sí misma como tal, empujando e incorporando sobre su andar, nuevas manifestaciones distintas de la tradición estética anterior. Esto se traducirá posteriormente en que los actores e intérpretes tienen consciencia de si mismos según citara algún autor. La vanguardia sabe esto y se empodera en su propia morada contextual. Huidobro con un breve viaje a Chile en 1919, comienza de manera más decidida a instalar dicha vanguardia en este país, donde habitaba una realidad cultural que ya se venía haciendo preguntas acerca de cuál era el rol de la actividad creadora. Esto, desde los sucesos previos al cumplimiento del primer “Centenario” del país en 1910, momento cuando surgen las primeras inquietudes acerca del papel de La creación en virtud de superar las tradiciones líricas expuestas en gran parte Del S.XIX y principios del S. XX.

Él junto a otros intelectuales nacidos en familias oligarcas, viajaron a Europa, trayendo los nuevos y variados influjos que se gestaban en el viejo continente. Pero estos periplos no hubiesen sido productivos, si es que en este país no se hubiesen dado las condiciones para sembrar esta nueva simiente vanguardista, ya que para que ella germinara, tenía que haberse constituido una clase trabajadora que estaba instruyéndose, formando clubes de lecturas en distintas fábricas y faenas. La clase obrera, había sido permeada por las ideas de izquierda, esencialmente las marxistas y anarquistas, por lo que sus estudios y lecturas apuntaban con mayor énfasis hacia la educación política-filosófica, para así poseer las herramientas ideológicas para combatir al enemigo, que era el capitalismo. Pero también dentro de la clase trabajadora, se estaba viviendo la formación de lo que conocemos como capas medias, que eran las familias de trabajadores mejor calificados y por ende con mejor salario para la época, como lo eran oficinistas, profesores, comerciantes y otros rubros independientes (que no poseían medios de producción como para situarlas dentro de la burguesía dominante). Eran estas capas medias las que estaban culturizándose en distintos tópicos más amplios y especialmente logrando unas aproximaciones cada vez más cercana al ámbito de las artes creativas libres de algún sesgo político, y que además fuera receptora de estas nuevas influencias. Para entender este fenómeno, primero debemos dar una mirada a la sociedad y los hechos históricos que se confabularon para que esto fuera posible.

 

Contexto socio-político | 1910-1925

Por entonces ya el movimiento obrero se habían re-fortalecido, pero esta vez bajo los lineamientos de partidos de corte marxista. Cerca de 1920, estos movimientos obreros se estaban convirtiendo en una seria amenaza para la oligarquía, más aún con las noticias de que había triunfado la Revolución Bolchevique en Rusia, y que ponía en alerta a la clase política.

Otro aspecto fundamental que otorga consciencia del potencial propio a cada uno de los individuos, es el aumento e inversión en el sistema educacional, que pasa en 1860 de 18.000 estudiantes en básica y 2.200 en escuelas medias, a 346.000 en 1920. Lo que otorga una ventaja para que la clase trabajadora, tengan mejores herramientas para discernir y efectuar una resistencia más letrada e informada. Hubo también inversión en infraestructura y aumento de los puestos públicos, los que darían forma a la capa media que seguiría aumentando con el correr del siglo.

Los sectores populares, durante todo este período vivieron un sistema de precariedad que sería un factor de cambio para el término de la República oligárquica, la alta tasa de mortandad, la situación de falta de viviendas, analfabetización, mala alimentación, fueron parte de las condiciones que tuvieron que soportar la clase obrera, sumado a una constante cesantía que hacía que los sueldos fueran sostenidamente bajos, dado la falta de oferta laboral. En lo económico los ciclos de cesantía fueron haciéndose más presentes y en cada ciclo, los desórdenes y manifestaciones públicas se hacían sentir con su ya conocida respuesta de represión policiaca o en algunos casos, la reacción era acompañada de la fuerza militar.

La jornada de trabajo a fines de este periodo en 1925, se pudo reducir a 8 horas, lo que podría definirse como el mayor triunfo de las organizaciones obreras o sindicales durante la república oligárquica. Otros triunfos, fueron lograr el término de los castigos físicos y las multas, así como otros logros varios. Todo esto al parecer para aplacar en parte el creciente peligro que significaba la mayor organización sindical.

A partir de 1910, estos triunfos y conquistas, darían comienzo a otro fenómeno, la migración desde el campo a las ciudades. Atraído por las mejoras en las condiciones o la búsqueda de oportunidades y huyendo del maltrato patronal en el latifundio, se comienzan a trasladar hacia las urbes en cada vez mayor número, las masas campesinas. Esto cambiaría el aspecto socio-geográfico de las ciudades, especialmente el de la capital, Santiago, además de Valparaíso y Concepción, este fenómeno extendido en gran parte del país fue conocido como las migraciones campo-ciudad.

Como indicaba anteriormente la existencia radical de dos clases sociales se fue convirtiendo en la aparición de un nuevo grupo intermedio, producto del crecimiento del sector público, debido al crecimiento del aparato estatal, para satisfacer la demanda de las necesidades que la nueva política planteaba. Allí se instalaron funcionarios estatales, profesionales universitarios y pequeños y medianos comerciantes, que a la par del crecimiento cíclico de la economía, se iban sumando a esta nueva forma de comportamiento social, conocida como estilo de vida de las capas medias. Pero esta misma tiene un problema al ser tan diversa y heterogénea, diferencia que se hace ver con la burguesía o clase dominante y la clase proletaria, las cuales están perfectamente definidas y sin variantes o contrastes en su interior.

La realidad generalizada, anterior a la irrupción de la vanguardia, corresponde a dos corrientes que comienzan a disputarse la escena cultural local. Por un lado, asoma una vertiente que reclama por una mayor manifestación nacional, una que refleje los valores intrínsecos de la chilenidad, conocido como “Criollismo” y por otra parte una cultura importada ya instalada, que es más conservadora en sus aspectos estéticos, posición heredada del clasicismo europeo, y que es producto de la herencia colonial, la que sólo ha incorporado algunos matices producto de los viajes de intelectuales de la naciente república a mediados del S. XIX, estos viajeros, fundamentalmente artistas plásticos traerían sólo leves cambios, en relación al período inmediatamente posterior de los procesos independentistas conocido como la primera etapa republicana. Así, hasta el año 1914, es decir en sus primeros 100 años de vida, Chile mantiene casi inamovible su quehacer cultural desde el punto de vista de la incorporación de nuevas tendencias.

De esta nueva capa o sector de la sociedad, a principios del S. XX, comenzará a aparecer la nueva cultura. Aunque habría que precisar que lo que conocemos como “Vanguardia Chilena”, se dio primeramente con la migración hacia Europa de los hijos rebeldes de la oligarquía. Estos proceden de las clases aristocráticas, que tienen la oportunidad de viajar a Francia y a España, donde son influenciados por las nuevas tendencias que afloran en esas latitudes, esencialmente el Cubismo y los nuevos vientos que descienden influenciados por el Simbolismo de Mallarmé y la poesía transformadora de Rimbaud y Apollinaire por citar algunos. Es allí, en esa escena europea donde aterriza Huidobro, el hijo de aristócratas, desencantado con tanto conservadurismo e inquieto por encontrar algo nuevo, así es como se fascina con lo que está sucediendo en el viejo continente. En su primer viaje de regreso a Chile, trae en su maleta, su manifiesto, sus poemas y publicaciones europeas, que serán la simiente para producir un efecto exponencial en la cultura de los años venideros. Los primeros en viajar serían Vicente Huidobro (de la familia García- Huidobro, reconocidos viñateros y latifundistas, que en 1914 cambiaría su apellido por Huidobro) y Joaquín Edwards Bello (de familia de banqueros), después lo haría Juan Emar, cuyo verdadero nombre era Álvaro Yáñez Bianchi (hijo de Eliodoro Yáñez, empresario y dueño del Diario La Nación). Ellos trajeron la simiente que contagiaría a los jóvenes de las capas medias, como Eduardo Barrios, Augusto D’Halmar, Eduardo Anguita etc. Aunque también en esos años surgieron grandes figuras provenientes de las capas obreras o campesinas, como Pablo Neruda, Gabriela Mistral o Pablo de Rokha, por citar a algunos. La cultura no sólo estaba cambiando, sino que estaba desplazándose y desde la oligarquía joven se trasladaría a las capas medias y populares.

Los acontecimientos de 1920 (obligatoriedad de la educación primaria) y después la incorporación en 1925, de una nueva constitución política (que separa a la iglesia del estado), darían píe a nuevas transformaciones sociales, así comenzarían a instalarse las condiciones necesarias para un acceso de las capas inferiores de la sociedad a un mayor conocimiento y acceso a las nuevas ideas, lo que a todas luces fue una condición favorable para la propagación de las vanguardias recién llegadas. Una reforma importante fue la que venía a asignar un rol más participativo del estado en materias de desarrollo y educación. Con un nuevo plan educativo, entonces se conformarían y sentarían las nuevas ideas y ya no habría vuelta atrás. A esto se suma el surgimiento de los partidos llamados revolucionarios de izquierda y la multiplicación de las luchas sociales, con el consecuente fenómeno de sindicalización masiva del proletariado, lo que empujaría a las masas obreras y populares a una mayor necesidad de instrucción, lo que por ende lleva a una mayor aproximación a la cultura. La suma de estos aspectos y los sucesivos intentos revolucionarios de la década del 30, conformarían un caldo proteico óptimo, para el surgimiento de una clase proletaria más culta dando origen al florecimiento de las nuevas capas medias que, en definitiva, consagrarían la instalación de la “vanguardia” en la escena cultural.


Como toda experiencia que desea perdurar sin transformaciones en su seno o hacia su parte externa, finalmente la “República Oligárquica” fracasa estrepitosamente en el año 1925 con el fin anticipado del gobierno del Presidente Arturo Alessandri Palma y el golpe militar de ese año.

 

1925- 1932

Ya a esas alturas son muchos los cultores de la vanguardia en Chile, la misma Sara Malvar, había realizado obras cubistas y caligramas junto a Huidobro. Cabe citar que Huidobro sería el primero en visualizar la vanguardia como nueva expresión, pero claramente su intención primera era levantar una escuela creacionista en esta parte del mundo y su labor se limitaría a la formación de un acotado círculo bajo sus influencias. Por lo mismo, la tarea difusora de Emar fue de mayor alcance y más desinteresada (por su columna de crítica en el Diario La nación). Así Emar transformó su columna en un reservorio de las nuevas ideas y tendencias, que incluso contó con la colaboración del mismo Huidobro.

En 1924 cuando se hace público el Primer Manifiesto del Surrealismo, Vicente Huidobro publica en 1925 su texto Manifestes en idioma francés, donde presenta sus escritos programáticos cuya mayor definición es totalmente contraria a lo presentado por André Breton en el primer manifiesto surrealista. Para Huidobro éste movimiento no era de su agrado, y en un manifiesto de 1925, resume su postura en este sentido: “Personalmente, yo no admito el surrealismo, pues encuentro que rebaja la poesía al querer ponerla al alcance de todo el mundo, como un simple pasatiempo familiar para después de la comida.” A pesar de esas declaraciones, no puede evitar que los libros y publicaciones que el mismo trae, encanten a algunos de sus jóvenes seguidores. Por lo tanto, Huidobro incluso sin tener esa intención, traería la simiente de un movimiento con el cual él siempre tomaría distancia.

Para esa misma fecha el poeta Jean Emar (pseudónimo que es su Alter ego, proviene del argot francés “yo estoy hasta la coronilla o J’en ai mare”.) Quien en sus sucesivos viajes se encuentra en París teniendo contacto con el grupo en formación en torno a Breton. Emar entonces conoce de la publicación del primer manifiesto y le pide a su esposa Sara Malvar que transcriba y traduzca el texto del primer manifiesto de André Breton de 1924, y lo publica parcialmente el lunes 23 de marzo de 1925 apareciendo como: Manifiesto del Suprarrealismo (sic), página 09 Notas de Arte número 39. Emar también es un influyente vanguardista de la época y durante todos estos años, a pesar de ciertas diferencias con el creacionista, mantienen una sana y tranquila relación, existiendo algunas colaboraciones mutuas. Así, ellos dos en la década de los 20 serán quienes mayormente alienten y estimulen los inicios de la vanguardia en Chile.

Huidobro y Emar, ambos con sólida formación y con capacidad de ver la anquilosada realidad chilena de la época y plantearla críticamente, ven en las vanguardias europeas una posibilidad de expansión cultural, pero dotando a esta nueva forma de expresión de ciertos elementos que sean más representativos de esta parte del mundo, por lo que en la medida que se va desarrollando la vanguardia, esta va tomando aspectos y formas que expresen el sentir latinoamericano, algo muy similar que sucedió anteriormente con el Modernismo en nuestro continente. Ellos y su grupo de incondicionales abren un camino en la defensa de la escritura fundamentada del arte moderno y tratan de hacer adeptos locales. En el caso de Huidobro, difunde los principios del Creacionismo, estética que había desarrollado en una anterior estadía en Europa, junto al poeta Pierre Reverdy en 1916.

La ventaja de Juan Emar, respecto de Huidobro, era que su padre era dueño de un importante medio de comunicación como fue el diario La Nación, lo que le permitía tener una buena vitrina y así publicar sus escritos en el segmento Notas de Arte. Emar se integra en febrero de 1923 al diario La Nación donde inicia sus escritos, que son un cúmulo de tareas de sus colaboradores. Son ellos, los más fieles promotores de las nuevas ideas del arte del siglo XX. Entre ellas el cubismo, el futurismo y el Surrealismo, estilo de escritura que maneja para redactar su “Umbra” (nombre con que se titulaba su columna en el periódico) que son parte del patrimonio poco publicitado y no reconocido en función de la llegada a Chile de las ideas del Surrealismo.

Mientras Huidobro, sólo disponía de sus contactos e influencia para hacerse sentir en publicaciones como la revista de la Universidad de Chile u otras revistas por él fundadas como Azul u Ombligo y Vital de efímera duración. Su mayor influencia, era su fuerte personalidad y su capacidad de liderar las conversaciones en sus conocidas tertulias que ofrecía en su casa todas las semanas. Es en ese selecto grupo de seguidores, donde obtiene mayor resonancia, a partir de la difusión que estos asistentes derivan hacia los diversos grupos de trabajo e influencia que cada uno tenía fuera de este círculo.


La gran distancia con los centros de arte, y como estas noticias del arte de vanguardia son conocidas tempranamente provocan una nueva valoración del trabajo del grupo encabezado por Huidobro y Emar. Las revistas europeas corren de mano en mano, Cubismo, Futurismo, Dadaísmo y Surrealismo, son del conocimiento de los noveles lectores nacionales. La vanguardia ya estaba instalada en nuestro territorio, y era cosa de algunos años para comenzar a ver los frutos de este contacto.

 

1933 - 1937

La creación del Grupo Decembristas en 1933, a quienes Vicente Huidobro, animaba y dirigía en las exposiciones individuales y colectivas de artistas de vanguardia, junto a la creación de La Academia Libre de Dibujo, Pintura y Composición, dirigida por Hernán Gazmuri y bajo los auspicios del Grupo 1933, dieron gran impulso a la actividad oficial desarrollada por profesores y estudiantes de la Escuela de Bellas Artes y grupos de escritores, lo que permitió posteriormente crear nuevos espacios dentro del campo pictórico y literario. Las exposiciones del Grupo fueron apoyadas por Vicente Huidobro, quien además consiguió que Joaquín Torres García enviara una de sus obras para ser publicada en PRO, junto a una nota de reconocimiento. Ese año los Decembristas incorporaron a dos artistas afines al Surrealismo, María Valencia y Carlos Sotomayor

Huidobro concitó el interés de varios jóvenes artistas, poetas y creadores locales, y los instaba a participar en las reuniones que ofrecía en su casa, junto a su esposa Ximena Amunategui. Según nos relata Patricio Lizama: “al menos tres veces por semana” (1). Asistían entre otros: Gabriela Rivadeneira, María Valencia Díaz, Carlos Sotomayor (pintores) Waldo Parraguez, Jaime Dvor (pintores y estudiantes de arquitectura en la U de Chile) Eduardo Anguita (poeta), estos seis jóvenes creadores, serían también seducidos por otro vanguardista del continente, el peruano Cesar Moro, quien conocía a Juan Emar, y a través de éste los invita a participar en la primera exposición surrealista latinoamericana que se realizaría en Lima en 1935. En febrero de ese año Moro organiza con Westphalen la primera exposición surrealista de Latinoamérica, en la Academia Alcedo de Lima. Participan los peruanos Cesar Moro y Emilio Westphalen y los chilenos: J. Dvor, W. Parraguez, G. Rivadeneira, C. Sotomayor, E- Anguita y Valencia Díaz. Se publica Abolición de la muerte, segundo poemario de Westphalen, que lleva en la carátula un dibujo de Moro, los trabajos de los chilenos son trasladados por la propia María Valencia quien viaja especialmente a Lima para estar presente en la inauguración a nombre del colectivo de chilenos, trabajos que el grupo previamente había realizado en su país, entre 1933 y en 1934, para una exposición de arte abstracto en Santiago. Sobre esta muestra en Lima en el´35, se investiga a la luz de sus obras de Cesar Moro y los chilenos una exposición de Pintura Nueva, en la que participan junto a treinta y ocho pinturas de Moro. María Valencia Díaz y Gabriela Rivadeneira, jóvenes integrantes del incipiente “superrealismo” chileno, además invitaron a los decembristas Paraguez, Sotomayor y Dvor como una vuelta de mano, ya que ellos le habían invitado primeramente a las exposiciones organizadas por los “Decembristas”. El título de esa primera muestra: «Exposición de las obras de Jaime Dvor, César Moro, Waldo Parraguez, Gabriela Rivadeneira, Carlos Sotomayor, María Valencia Díaz». Eduardo Anguita sería contactado a través de Juan Emar y participaría con un poema.

La participación de estos protegidos de Huidobro en Lima sacaría fuertes ronchas entre Moro y Huidobro, por un texto que el primero publicara en contra de Huidobro en la última página del catálogo de dicha exposición. A su regreso a Santiago, los jóvenes participantes fueron llamados por Huidobro, para definir sus lealtades, y quienes lo seguían debían reconocer que habían sido engañados para participar en una muestra que terminaba ofendiendo a su mentor. La mayoría firmó la declaración siendo el alejamiento del Surrealismo su principal consecuencia, no así, María Valencia y Gabriela Rivadeneira que siguieron ligadas al movimiento, pero de manera local, aunque no de forma orgánica y persistente.

Juan Emar, Volodia Teitelboim, Eduardo Molina, y más tarde los integrantes del grupo La Mandrágora (escritores); Eduardo Lira (músico); también eran asiduos contertulios en la casa de Huidobro, Junto a estos creadores según Lizama, también participaron con menos regularidad: Humberto Díaz Casanueva, Gonzalo Rojas, Anita Penna y Miguel Serrano.

Pero no sólo en las artes visuales y la literatura se vio la influencia de Huidobro en los años 30, en su círculo de adeptos se encontraban dos artistas que además eran estudiantes de arquitectura en la Universidad de Chile Jaime Dvor y Waldo Parraguez. Este contacto, le dio un nuevo impulso y una mirada renovada a la arquitectura en nuestro país, así como en Europa e estaban gestionando cambios en este ámbito, lo mismo entonces debería suceder en Chile. Así fue como Huidobro llega a un grupo más amplio de estudiantes, ya que además es clara su participación en el órgano de difusión estudiantil, que de manera periódica recibe sus colaboraciones para publicarlas. En 1933 estos jóvenes comandan un grupo que exige cambios en dicha casa de estudios y su facultad, logrando la llegada de un nuevo director, Entre los años 1932 y 1933, los estudiantes ya habían logrado ingresar nuevos profesores en arquitectura, como el caso de Roberto Dávila Carson, ex discípulo de Van Doesburg, Vantongerloo, Hilberseimer, y P. Beherens entre los años 1930 y 1933, quien le daría nuevos aires y rumbos a clases y talleres, ya sea conociendo las nuevas tendencias foráneas, o dejando libertad para la experimentación en este campo. El clasicismo va en franca retirada, y se instala un modelo de estudios e implementación, más cercano a la Vanguardia. Parraguez, junto a Enrique Gebhard, creó y dirigió la revista ARquitectura que apareció en la ciudad de Santiago en agosto de 1935 y concluyó con el sexto número en abril de 1936.

La línea vanguardista de esta revista y la calidad del material publicado llevó a que contara con el apoyo del Colegio de Arquitectos de Chile. Desde un principio la revista ARquitectura mostró una línea comprometida con la vertiente de vanguardia que la llevo incluso a tener un prestigio continental. Su aporte relevante al florecimiento de una arquitectura moderna en nuestro país se le reconoce hasta nuestros días.

 


1938-1948

Ya en 1938 con el triunfo en las elecciones del “Frente popular” y la consigna “Gobernar es educar” se aseguraba, para el futuro una generación mejor formada, que sería la que cosecharía los frutos de la semilla vanguardista plantada por Huidobro y Emar en la década de los años 20.

Deteniéndonos un poco en el actor social proletario de las denominadas culturas revolucionarias, que en cierta manera obedecían a su propio ideario, tampoco miraban con buenos ojos a esta vanguardia que no obedecía a directrices políticas partidistas y que menos se supeditaba a la forma de llevar la cultura por parte de los partidos de izquierda o revolucionarios. La izquierda cultural veía como poco disciplinada a su par vanguardista y miraba desde lejos el comportamiento de esta, pues veía en ella fines no muy claros en pos de alcanzar algún objetivo de cambio o reformas profundas. Para los escritores y artistas de la izquierda partidaria, sólo ellos encarnaban una cultura útil para los intereses revolucionarios, actividad que ha llegado a definirse como una “literatura de servicio”, que en este caso sirve a los intereses proletarios. Sin embargo, esto no impidió que algunos literatos de la izquierda tomaron algunos de los elementos nuevos de la vanguardia, aunque hay que hacer una mención aclaratoria, en el sentido de que, en alguna manera, mientras la forma había cambiado en este discurso literario, el fondo o sustancia seguiría siendo el mismo, es decir, su temática giraba exclusivamente en torno a lo proletario. Si en cambio, la legítima vanguardia se sentía incomoda con su propia substancia y se obligaba a mutar cada cierto tiempo, moviendo las ideas que la sustentaban de un lado para otro. Por contraparte, la izquierda cultural, no podría desprenderse de su esencia que fundamentalmente era de un ideario político preciso y dogmático.

Como indicaba anteriormente, Huidobro es sin desearlo, uno de los impulsores de la instalación del Surrealismo en Chile, principalmente por toda la literatura que traía desde Francia y que la conectaba con este movimiento. Así es como primeramente lo hacen Carlos Sotomayor, María Valencia y después Gabriela Rivadeneira. Pero hay otro grupo de amigos que acuden a las tertulias de Huidobro, todos poetas, y que sentirán que con la información adicional que reciben del creacionista, su camino está ya destinado. Ya antes en el Liceo de Talca, habían conocido a los románticos, para después comenzar a conocer a través de Huidobro los principios del movimiento surrealista. Este grupo se llama Mandrágora.

Mandrágora es un grupo esencialmente de Surrealismo literario, que se inicia con su creación poética en 1932-1933 primeramente en Talca para posteriormente trasladarse a Santiago, donde su mayor actividad fue entre los años 1938-1944, con los exponentes Braulio arenas, Enrique Gómez Correa, Jorge Cáceres y Teófilo Cid.

Hay que entender que el impulso de este grupo surrealista se dio gracias a que Vicente Huidobro traía de sus diversos viajes a Francia, revistas y mucho material que tenía que ver con éste movimiento (revista Littérature y publicación del Manifiesto Surrealista entre otros). Pero este grupo de jóvenes deciden una década más tarde actualizar el concepto y contextualizarlo dentro de una realidad intelectual nacional incorporándole elementos propios de nuestra cultura chilena. “Escribieron a André Breton, quien, sorprendido de tener seguidores en estas latitudes, los acoge y les concede la venia para explotar su "marca registrada" como mejor les pareciera.”2

El 11 de julio de 1938, en La Universidad de Chile anuncian el nacimiento del grupo con el lanzamiento de su revista “Mandrágora: Poesia, Filosofía, Pintura, Ciencia, Documentos.” La revista alcanzó a publicar un total de siete números, desde 1938- 1943 en los cuales participaron diversos artistas e intelectuales chilenos. Huidobro participa en el primer número con el poema De cuando en cuando, en el segundo con el poema Bellas Promesas, en el tercer número con el poema La Mano del Instante, y en el cuarto número participa con la singular frase “La alianza de intelectuales es el ejército de salvación de los cretinos y las cretinas que quieren salvarse salvando la mierda”. Otros participantes fueron; Gonzalo Rojas (La miseria del hombre), Fernando Onfray (Trillada fábula en pro de la abolición del colmillo), Gustavo Ossorio (Presencia y memoria), Jorge Cáceres, Vicente Huidobro, Pablo de Rokha, el pintor Eugenio Vidaurrázaga, Mario Urzúa, el músico Renato Jara, Alejandro Gaete y Mario Medina.

Paralelo a toda la actividad desarrollada por el grupo surrealista chileno “Mandrágora”, habría que mencionar lo determinante que fue el impulso que daría Vicente Huidobro para situar una vanguardia en Chile o al menos su espíritu. Un conjunto apreciable de literatos y artistas como Eduardo Anguita, Volodia Teitelboim, Eduardo Barrios, Gonzalo Rojas, Olga Acevedo, María Valencia, Rosamel del Valle, Humberto Díaz-Casanueva y una larga lista, que le deben mucho a este poeta creacionista.

Los años postreros de Vicente Huidobro, los pasó más dedicado a republicar algunos de sus libros o crear una que otra revista, en 1944 viaja a Europa, y en 1945 está presente cuando las tropas aliadas entran en París. De vuelta en Chile, con menos ímpetu y mucho más reposado, se le ve alejado del centro cultural del país, refugiándose en 1946 en su querido balneario de Cartagena, donde ya disminuido físicamente, encuentra la muerte en 1948.




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Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO

Número 164 | janeiro de 2021

Artista convidado: Cal Schenkel (Estados Unidos, 1947)

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