que los soles y los astros formarán!
VICENTE HUIDOBRO
Fundamentalmente,
el punto de inicio de la vanguardia en Chile está dado por la presencia del poeta
creacionista Vicente Huidobro (1893-1948). Esto sucede específicamente en 1914,
con su manifiesto Non serviam leído en
El Ateneo de Santiago, donde se da a conocer su forma estética que transitaba desde
el modernismo hispano-americano hacia un incipiente asomo de vanguardismo. Este
escrito se podría definir como el comienzo de una vanguardia orgánica, que se reconoce
a sí misma como tal, empujando e incorporando sobre su andar, nuevas manifestaciones
distintas de la tradición estética anterior. Esto se traducirá posteriormente en
que los actores e intérpretes tienen consciencia de si mismos según citara algún
autor. La vanguardia sabe esto y se empodera en su propia morada contextual. Huidobro
con un breve viaje a Chile en 1919, comienza de manera más decidida a instalar dicha
vanguardia en este país, donde habitaba una realidad cultural que ya se venía haciendo
preguntas acerca de cuál era el rol de la actividad creadora. Esto, desde los sucesos
previos al cumplimiento del primer “Centenario” del país en 1910, momento cuando
surgen las primeras inquietudes acerca del papel de La creación en virtud de superar
las tradiciones líricas expuestas en gran parte Del S.XIX y principios del S. XX.
Él junto a otros intelectuales
nacidos en familias oligarcas, viajaron a Europa, trayendo los nuevos y variados
influjos que se gestaban en el viejo continente. Pero estos periplos no hubiesen
sido productivos, si es que en este país no se hubiesen dado las condiciones para
sembrar esta nueva simiente vanguardista, ya que para que ella germinara, tenía
que haberse constituido una clase trabajadora que estaba instruyéndose, formando
clubes de lecturas en distintas fábricas y faenas. La clase obrera, había sido permeada
por las ideas de izquierda, esencialmente las marxistas y anarquistas, por lo que
sus estudios y lecturas apuntaban con mayor énfasis hacia la educación política-filosófica,
para así poseer las herramientas ideológicas para combatir al enemigo, que era el
capitalismo. Pero también dentro de la clase trabajadora, se estaba viviendo la
formación de lo que conocemos como capas medias, que eran las familias de trabajadores
mejor calificados y por ende con mejor salario para la época, como lo eran oficinistas,
profesores, comerciantes y otros rubros independientes (que no poseían medios de
producción como para situarlas dentro de la burguesía dominante). Eran estas capas
medias las que estaban culturizándose en distintos tópicos más amplios y especialmente
logrando unas aproximaciones cada vez más cercana al ámbito de las artes creativas
libres de algún sesgo político, y que además fuera receptora de estas nuevas influencias.
Para entender este fenómeno, primero debemos dar una mirada a la sociedad y los
hechos históricos que se confabularon para que esto fuera posible.
Contexto socio-político | 1910-1925
Por entonces ya el movimiento obrero se habían re-fortalecido,
pero esta vez bajo los lineamientos de partidos de corte marxista. Cerca de 1920,
estos movimientos obreros se estaban convirtiendo en una seria amenaza para la oligarquía,
más aún con las noticias de que había triunfado la Revolución Bolchevique en Rusia,
y que ponía en alerta a la clase política.
Otro aspecto fundamental
que otorga consciencia del potencial propio a cada uno de los individuos, es el
aumento e inversión en el sistema educacional, que pasa en 1860 de 18.000 estudiantes
en básica y 2.200 en escuelas medias, a 346.000 en 1920. Lo que otorga una ventaja
para que la clase trabajadora, tengan mejores herramientas para discernir y efectuar
una resistencia más letrada e informada. Hubo también inversión en infraestructura
y aumento de los puestos públicos, los que darían forma a la capa media que seguiría
aumentando con el correr del siglo.
Los sectores populares,
durante todo este período vivieron un sistema de precariedad que sería un factor
de cambio para el término de la República oligárquica, la alta tasa de mortandad,
la situación de falta de viviendas, analfabetización, mala alimentación, fueron
parte de las condiciones que tuvieron que soportar la clase obrera, sumado a una
constante cesantía que hacía que los sueldos fueran sostenidamente bajos, dado la
falta de oferta laboral. En lo económico los ciclos de cesantía fueron haciéndose
más presentes y en cada ciclo, los desórdenes y manifestaciones públicas se hacían
sentir con su ya conocida respuesta de represión policiaca o en algunos casos, la
reacción era acompañada de la fuerza militar.
La jornada de trabajo
a fines de este periodo en 1925, se pudo reducir a 8 horas, lo que podría definirse
como el mayor triunfo de las organizaciones obreras o sindicales durante la república
oligárquica. Otros triunfos, fueron lograr el término de los castigos físicos y
las multas, así como otros logros varios. Todo esto al parecer para aplacar en parte
el creciente peligro que significaba la mayor organización sindical.
A partir de 1910, estos
triunfos y conquistas, darían comienzo a otro fenómeno, la migración desde el campo
a las ciudades. Atraído por las mejoras en las condiciones o la búsqueda de oportunidades
y huyendo del maltrato patronal en el latifundio, se comienzan a trasladar hacia
las urbes en cada vez mayor número, las masas campesinas. Esto cambiaría el aspecto
socio-geográfico de las ciudades, especialmente el de la capital, Santiago, además
de Valparaíso y Concepción, este fenómeno extendido en gran parte del país fue conocido
como las migraciones campo-ciudad.
Como indicaba anteriormente
la existencia radical de dos clases sociales se fue convirtiendo en la aparición
de un nuevo grupo intermedio, producto del crecimiento del sector público, debido
al crecimiento del aparato estatal, para satisfacer la demanda de las necesidades
que la nueva política planteaba. Allí se instalaron funcionarios estatales, profesionales
universitarios y pequeños y medianos comerciantes, que a la par del crecimiento
cíclico de la economía, se iban sumando a esta nueva forma de comportamiento social,
conocida como estilo de vida de las capas medias. Pero esta misma tiene un problema
al ser tan diversa y heterogénea, diferencia que se hace ver con la burguesía o
clase dominante y la clase proletaria, las cuales están perfectamente definidas
y sin variantes o contrastes en su interior.
La realidad generalizada,
anterior a la irrupción de la vanguardia, corresponde a dos corrientes que comienzan
a disputarse la escena cultural local. Por un lado, asoma una vertiente que reclama
por una mayor manifestación nacional, una que refleje los valores intrínsecos de
la chilenidad, conocido como “Criollismo” y por otra parte una cultura importada
ya instalada, que es más conservadora en sus aspectos estéticos, posición heredada
del clasicismo europeo, y que es producto de la herencia colonial, la que sólo ha
incorporado algunos matices producto de los viajes de intelectuales de la naciente
república a mediados del S. XIX, estos viajeros, fundamentalmente artistas plásticos
traerían sólo leves cambios, en relación al período inmediatamente posterior de
los procesos independentistas conocido como la primera etapa republicana. Así, hasta
el año 1914, es decir en sus primeros 100 años de vida, Chile mantiene casi inamovible
su quehacer cultural desde el punto de vista de la incorporación de nuevas tendencias.
De esta nueva capa o
sector de la sociedad, a principios del S. XX, comenzará a aparecer la nueva cultura.
Aunque habría que precisar que lo que conocemos como “Vanguardia Chilena”, se dio
primeramente con la migración hacia Europa de los hijos rebeldes de la oligarquía.
Estos proceden de las clases aristocráticas, que tienen la oportunidad de viajar
a Francia y a España, donde son influenciados por las nuevas tendencias que afloran
en esas latitudes, esencialmente el Cubismo y los nuevos vientos que descienden
influenciados por el Simbolismo de Mallarmé y la poesía transformadora de Rimbaud
y Apollinaire por citar algunos. Es allí, en esa escena europea donde aterriza Huidobro,
el hijo de aristócratas, desencantado con tanto conservadurismo e inquieto por encontrar
algo nuevo, así es como se fascina con lo que está sucediendo en el viejo continente.
En su primer viaje de regreso a Chile, trae en su maleta, su manifiesto, sus poemas
y publicaciones europeas, que serán la simiente para producir un efecto exponencial
en la cultura de los años venideros. Los primeros en viajar serían Vicente Huidobro
(de la familia García- Huidobro, reconocidos viñateros y latifundistas, que en 1914
cambiaría su apellido por Huidobro) y Joaquín Edwards Bello (de familia de banqueros),
después lo haría Juan Emar, cuyo verdadero nombre era Álvaro Yáñez Bianchi (hijo
de Eliodoro Yáñez, empresario y dueño del Diario La Nación). Ellos trajeron la simiente
que contagiaría a los jóvenes de las capas medias, como Eduardo Barrios, Augusto
D’Halmar, Eduardo Anguita etc. Aunque también en esos años surgieron grandes figuras
provenientes de las capas obreras o campesinas, como Pablo Neruda, Gabriela Mistral
o Pablo de Rokha, por citar a algunos. La cultura no sólo estaba cambiando, sino
que estaba desplazándose y desde la oligarquía joven se trasladaría a las capas
medias y populares.
Los acontecimientos
de 1920 (obligatoriedad de la educación primaria) y después la incorporación en
1925, de una nueva constitución política (que separa a la iglesia del estado), darían
píe a nuevas transformaciones sociales, así comenzarían a instalarse las condiciones
necesarias para un acceso de las capas inferiores de la sociedad a un mayor conocimiento
y acceso a las nuevas ideas, lo que a todas luces fue una condición favorable para
la propagación de las vanguardias recién llegadas. Una reforma importante fue la
que venía a asignar un rol más participativo del estado en materias de desarrollo
y educación. Con un nuevo plan educativo, entonces se conformarían y sentarían las
nuevas ideas y ya no habría vuelta atrás. A esto se suma el surgimiento de los partidos
llamados revolucionarios de izquierda y la multiplicación de las luchas sociales,
con el consecuente fenómeno de sindicalización masiva del proletariado, lo que empujaría
a las masas obreras y populares a una mayor necesidad de instrucción, lo que por
ende lleva a una mayor aproximación a la cultura. La suma de estos aspectos y los
sucesivos intentos revolucionarios de la década del 30, conformarían un caldo proteico
óptimo, para el surgimiento de una clase proletaria más culta dando origen al florecimiento
de las nuevas capas medias que, en definitiva, consagrarían la instalación de la
“vanguardia” en la escena cultural.
1925- 1932
Ya a esas alturas son muchos los cultores de la vanguardia
en Chile, la misma Sara Malvar, había realizado obras cubistas y caligramas junto
a Huidobro. Cabe citar que Huidobro sería el primero en visualizar la vanguardia
como nueva expresión, pero claramente su intención primera era levantar una escuela
creacionista en esta parte del mundo y su labor se limitaría a la formación de un
acotado círculo bajo sus influencias. Por lo mismo, la tarea difusora de Emar fue
de mayor alcance y más desinteresada (por su columna de crítica en el Diario La
nación). Así Emar transformó su columna en un reservorio de las nuevas ideas y tendencias,
que incluso contó con la colaboración del mismo Huidobro.
En 1924 cuando se hace
público el Primer Manifiesto del Surrealismo, Vicente Huidobro publica en 1925 su
texto Manifestes en idioma francés, donde
presenta sus escritos programáticos cuya mayor definición es totalmente contraria
a lo presentado por André Breton en el primer manifiesto surrealista. Para Huidobro
éste movimiento no era de su agrado, y en un manifiesto de 1925, resume su postura
en este sentido: “Personalmente,
yo no admito el surrealismo, pues
encuentro que rebaja la poesía al querer ponerla al alcance de todo el mundo, como
un simple pasatiempo familiar para después de la comida.” A pesar de esas declaraciones,
no puede evitar que los libros y publicaciones que el mismo trae, encanten a algunos
de sus jóvenes seguidores. Por lo tanto, Huidobro incluso sin tener esa intención,
traería la simiente de un movimiento con el cual él siempre tomaría distancia.
Para esa misma fecha
el poeta Jean Emar (pseudónimo que es su
Alter ego, proviene del argot francés
“yo estoy hasta la coronilla o J’en ai
mare”.) Quien en sus sucesivos viajes se encuentra en París teniendo contacto con
el grupo en formación en torno a Breton. Emar entonces conoce de la publicación
del primer manifiesto y le pide a su esposa Sara Malvar que transcriba y traduzca
el texto del primer manifiesto de André Breton de 1924, y lo publica parcialmente
el lunes 23 de marzo de 1925 apareciendo como: Manifiesto del Suprarrealismo (sic),
página 09 Notas de Arte número 39. Emar
también es un influyente vanguardista de la época y durante todos estos años, a
pesar de ciertas diferencias con el creacionista, mantienen una sana y tranquila
relación, existiendo algunas colaboraciones mutuas. Así, ellos dos en la década
de los 20 serán quienes mayormente alienten y estimulen los inicios de la vanguardia
en Chile.
Huidobro y Emar, ambos
con sólida formación y con capacidad de ver la anquilosada realidad chilena de la
época y plantearla críticamente, ven en las vanguardias europeas una posibilidad
de expansión cultural, pero dotando a esta nueva forma de expresión de ciertos elementos
que sean más representativos de esta parte del mundo, por lo que en la medida que
se va desarrollando la vanguardia, esta va tomando aspectos y formas que expresen
el sentir latinoamericano, algo muy similar que sucedió anteriormente con el Modernismo
en nuestro continente. Ellos y su grupo de incondicionales abren un camino en la
defensa de la escritura fundamentada del arte moderno y tratan de hacer adeptos
locales. En el caso de Huidobro, difunde los principios del Creacionismo, estética
que había desarrollado en una anterior estadía en Europa, junto al poeta Pierre
Reverdy en 1916.
La ventaja de Juan Emar,
respecto de Huidobro, era que su padre era dueño de un importante medio de comunicación
como fue el diario La Nación, lo que le permitía tener una buena vitrina y así publicar
sus escritos en el segmento Notas de Arte.
Emar se integra en febrero de 1923 al diario La Nación donde inicia sus escritos,
que son un cúmulo de tareas de sus colaboradores. Son ellos, los más fieles promotores
de las nuevas ideas del arte del siglo XX. Entre ellas el cubismo, el futurismo
y el Surrealismo, estilo de escritura que maneja para redactar su “Umbra” (nombre
con que se titulaba su columna en el periódico) que son parte del patrimonio poco
publicitado y no reconocido en función de la llegada a Chile de las ideas del Surrealismo.
Mientras Huidobro, sólo
disponía de sus contactos e influencia para hacerse sentir en publicaciones como
la revista de la Universidad de Chile u otras revistas por él fundadas como Azul u Ombligo y Vital de efímera duración. Su mayor influencia, era su fuerte
personalidad y su capacidad de liderar las conversaciones en sus conocidas tertulias
que ofrecía en su casa todas las semanas. Es en ese selecto grupo de seguidores,
donde obtiene mayor resonancia, a partir de la difusión que estos asistentes derivan
hacia los diversos grupos de trabajo e influencia que cada uno tenía fuera de este
círculo.
1933 - 1937
La creación del Grupo Decembristas en 1933, a quienes Vicente Huidobro, animaba y dirigía
en las exposiciones individuales y colectivas de artistas de vanguardia, junto a
la creación de La Academia Libre de Dibujo,
Pintura y Composición, dirigida por Hernán Gazmuri y bajo los auspicios del
Grupo 1933, dieron gran impulso a la actividad oficial desarrollada por profesores
y estudiantes de la Escuela de Bellas Artes y grupos de escritores, lo que permitió
posteriormente crear nuevos espacios dentro del campo pictórico y literario. Las
exposiciones del Grupo fueron apoyadas por Vicente Huidobro, quien además consiguió
que Joaquín Torres García enviara una de sus obras para ser publicada en PRO, junto
a una nota de reconocimiento. Ese año los Decembristas incorporaron a dos artistas
afines al Surrealismo, María Valencia y Carlos Sotomayor
Huidobro concitó el
interés de varios jóvenes artistas, poetas y creadores locales, y los instaba a
participar en las reuniones que ofrecía en su casa, junto a su esposa Ximena Amunategui.
Según nos relata Patricio Lizama: “al menos tres veces por semana” (1). Asistían
entre otros: Gabriela Rivadeneira, María Valencia Díaz, Carlos Sotomayor (pintores)
Waldo Parraguez, Jaime Dvor (pintores y estudiantes de arquitectura en la U de Chile)
Eduardo Anguita (poeta), estos seis jóvenes creadores, serían también seducidos
por otro vanguardista del continente, el peruano Cesar Moro, quien conocía a Juan
Emar, y a través de éste los invita a participar en la primera exposición surrealista
latinoamericana que se realizaría en Lima en 1935. En febrero de ese año Moro organiza
con Westphalen la primera exposición surrealista de Latinoamérica, en la Academia
Alcedo de Lima. Participan los peruanos Cesar Moro y Emilio Westphalen y los chilenos:
J. Dvor, W. Parraguez, G. Rivadeneira, C. Sotomayor, E- Anguita y Valencia Díaz.
Se publica Abolición de la muerte, segundo poemario de Westphalen, que lleva
en la carátula un dibujo de Moro, los trabajos de los chilenos son trasladados por
la propia María Valencia quien viaja especialmente a Lima
para estar presente en la inauguración a nombre del colectivo de chilenos, trabajos
que el grupo previamente había realizado en su país, entre 1933 y en 1934, para
una exposición de arte abstracto en Santiago. Sobre esta muestra en Lima en el´35,
se investiga a la luz de sus obras de Cesar Moro y los chilenos una exposición de
Pintura Nueva, en la que participan junto a treinta y ocho pinturas de Moro. María
Valencia Díaz y Gabriela Rivadeneira, jóvenes integrantes del incipiente “superrealismo”
chileno, además invitaron a los decembristas Paraguez, Sotomayor y Dvor como una
vuelta de mano, ya que ellos le habían invitado primeramente a las exposiciones
organizadas por los “Decembristas”. El título de esa primera muestra: «Exposición
de las obras de Jaime Dvor, César Moro, Waldo Parraguez, Gabriela Rivadeneira, Carlos
Sotomayor, María Valencia Díaz». Eduardo Anguita sería contactado a través de Juan
Emar y participaría con un poema.
La participación de
estos protegidos de Huidobro en Lima sacaría fuertes ronchas entre Moro y Huidobro,
por un texto que el primero publicara en contra de Huidobro en la última página
del catálogo de dicha exposición. A su regreso a Santiago, los jóvenes participantes
fueron llamados por Huidobro, para definir sus lealtades, y quienes lo seguían debían
reconocer que habían sido engañados para participar en una muestra que terminaba
ofendiendo a su mentor. La mayoría firmó la declaración siendo el alejamiento del
Surrealismo su principal consecuencia, no así, María Valencia y Gabriela Rivadeneira
que siguieron ligadas al movimiento, pero de manera local, aunque no de forma orgánica
y persistente.
Juan Emar, Volodia Teitelboim,
Eduardo Molina, y más tarde los integrantes del grupo La Mandrágora (escritores);
Eduardo Lira (músico); también eran asiduos contertulios en la casa de Huidobro,
Junto a estos creadores según Lizama, también participaron con menos regularidad:
Humberto Díaz Casanueva, Gonzalo Rojas, Anita Penna y Miguel Serrano.
Pero no sólo en las
artes visuales y la literatura se vio la influencia de Huidobro en los años 30,
en su círculo de adeptos se encontraban dos artistas que además eran estudiantes
de arquitectura en la Universidad de Chile Jaime Dvor y Waldo Parraguez. Este contacto,
le dio un nuevo impulso y una mirada renovada a la arquitectura en nuestro país,
así como en Europa e estaban gestionando cambios en este ámbito, lo mismo entonces
debería suceder en Chile. Así fue como Huidobro llega a un grupo más amplio de estudiantes,
ya que además es clara su participación en el órgano de difusión estudiantil, que
de manera periódica recibe sus colaboraciones para publicarlas. En 1933 estos jóvenes
comandan un grupo que exige cambios en dicha casa de estudios y su facultad, logrando
la llegada de un nuevo director, Entre los años 1932 y 1933, los estudiantes ya
habían logrado ingresar nuevos profesores en arquitectura, como el caso de Roberto
Dávila Carson, ex discípulo de Van Doesburg, Vantongerloo, Hilberseimer, y P. Beherens
entre los años 1930 y 1933, quien le daría nuevos aires y rumbos a clases y talleres,
ya sea conociendo las nuevas tendencias foráneas, o dejando libertad para la experimentación
en este campo. El clasicismo va en franca retirada, y se instala un modelo de estudios
e implementación, más cercano a la Vanguardia. Parraguez, junto a Enrique Gebhard,
creó y dirigió la revista ARquitectura
que apareció en la ciudad de Santiago en agosto de 1935 y concluyó con el sexto
número en abril de 1936.
La línea vanguardista
de esta revista y la calidad del material publicado llevó a que contara con el apoyo
del Colegio de Arquitectos de Chile. Desde un principio la revista ARquitectura mostró una línea comprometida
con la vertiente de vanguardia que la llevo incluso a tener un prestigio continental.
Su aporte relevante al florecimiento de una arquitectura moderna en nuestro país
se le reconoce hasta nuestros días.
1938-1948
Ya en 1938 con el triunfo en las elecciones del “Frente
popular” y la consigna “Gobernar es educar” se aseguraba, para el futuro una generación
mejor formada, que sería la que cosecharía los frutos de la semilla vanguardista
plantada por Huidobro y Emar en la década de los años 20.
Deteniéndonos un poco
en el actor social proletario de las denominadas culturas revolucionarias, que en
cierta manera obedecían a su propio ideario, tampoco miraban con buenos ojos a esta
vanguardia que no obedecía a directrices políticas partidistas y que menos se supeditaba
a la forma de llevar la cultura por parte de los partidos de izquierda o revolucionarios.
La izquierda cultural veía como poco disciplinada a su par vanguardista y miraba
desde lejos el comportamiento de esta, pues veía en ella fines no muy claros en
pos de alcanzar algún objetivo de cambio o reformas profundas. Para los escritores
y artistas de la izquierda partidaria, sólo ellos encarnaban una cultura útil para
los intereses revolucionarios, actividad que ha llegado a definirse como una “literatura
de servicio”, que en este caso sirve a los intereses proletarios. Sin embargo, esto
no impidió que algunos literatos de la izquierda tomaron algunos de los elementos
nuevos de la vanguardia, aunque hay que hacer una mención aclaratoria, en el sentido
de que, en alguna manera, mientras la forma había cambiado en este discurso literario,
el fondo o sustancia seguiría siendo el mismo, es decir, su temática giraba exclusivamente
en torno a lo proletario. Si en cambio, la legítima vanguardia se sentía incomoda
con su propia substancia y se obligaba a mutar cada cierto tiempo, moviendo las
ideas que la sustentaban de un lado para otro. Por contraparte, la izquierda cultural,
no podría desprenderse de su esencia que fundamentalmente era de un ideario político
preciso y dogmático.
Como indicaba anteriormente,
Huidobro es sin desearlo, uno de los impulsores de la instalación del Surrealismo
en Chile, principalmente por toda la literatura que traía desde Francia y que la
conectaba con este movimiento. Así es como primeramente lo hacen Carlos Sotomayor,
María Valencia y después Gabriela Rivadeneira. Pero hay otro grupo de amigos que
acuden a las tertulias de Huidobro, todos poetas, y que sentirán que con la información
adicional que reciben del creacionista, su camino está ya destinado. Ya antes en
el Liceo de Talca, habían conocido a los románticos, para después comenzar a conocer
a través de Huidobro los principios del movimiento surrealista. Este grupo se llama
Mandrágora.
Mandrágora es un grupo
esencialmente de Surrealismo literario, que se inicia con su creación poética en
1932-1933 primeramente en Talca para posteriormente trasladarse a Santiago, donde
su mayor actividad fue entre los años 1938-1944, con los exponentes Braulio arenas,
Enrique Gómez Correa, Jorge Cáceres y Teófilo Cid.
Hay que entender que
el impulso de este grupo surrealista se dio gracias a que Vicente Huidobro traía
de sus diversos viajes a Francia, revistas y mucho material que tenía que ver con
éste movimiento (revista Littérature y
publicación del Manifiesto Surrealista entre otros). Pero este grupo de jóvenes
deciden una década más tarde actualizar el concepto y contextualizarlo dentro de
una realidad intelectual nacional incorporándole elementos propios de nuestra cultura
chilena. “Escribieron a André Breton, quien, sorprendido de tener seguidores
en estas latitudes, los acoge y les concede la venia para explotar su "marca
registrada" como mejor les pareciera.”2
El 11 de julio de 1938,
en La Universidad de Chile anuncian el nacimiento del grupo con el lanzamiento de
su revista “Mandrágora: Poesia, Filosofía,
Pintura, Ciencia, Documentos.” La revista alcanzó a publicar un total de siete
números, desde 1938- 1943 en los cuales participaron diversos artistas e intelectuales
chilenos. Huidobro participa en el primer número con el poema De cuando en cuando, en el segundo con el
poema Bellas Promesas, en el tercer número
con el poema La Mano del Instante, y en
el cuarto número participa con la singular
frase “La alianza de intelectuales es el ejército de salvación de los cretinos
y las cretinas que quieren salvarse salvando la mierda”. Otros participantes fueron; Gonzalo Rojas (La miseria del hombre),
Fernando Onfray (Trillada fábula en pro de la abolición del colmillo), Gustavo Ossorio
(Presencia y memoria), Jorge Cáceres, Vicente Huidobro, Pablo de Rokha, el pintor
Eugenio Vidaurrázaga, Mario Urzúa, el músico Renato Jara, Alejandro Gaete y Mario
Medina.
Paralelo a toda la actividad
desarrollada por el grupo surrealista chileno “Mandrágora”, habría que mencionar
lo determinante que fue el impulso que daría Vicente Huidobro para situar una vanguardia
en Chile o al menos su espíritu. Un conjunto apreciable de literatos y artistas
como Eduardo Anguita, Volodia Teitelboim, Eduardo Barrios, Gonzalo Rojas, Olga Acevedo,
María Valencia, Rosamel del Valle, Humberto Díaz-Casanueva y una larga lista, que
le deben mucho a este poeta creacionista.
Los años postreros de
Vicente Huidobro, los pasó más dedicado a republicar algunos de sus libros o crear
una que otra revista, en 1944 viaja a Europa, y en 1945 está presente cuando las
tropas aliadas entran en París. De vuelta en Chile, con menos ímpetu y mucho más
reposado, se le ve alejado del centro cultural del país, refugiándose en 1946 en
su querido balneario de Cartagena, donde ya disminuido físicamente, encuentra la
muerte en 1948.
Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 164 | janeiro de 2021
Artista convidado: Cal Schenkel (Estados Unidos, 1947)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo & design | FLORIANO MARTINS
revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
ARC Edições © 2021
Visitem também:
Atlas Lírico da América Hispânica
Nenhum comentário:
Postar um comentário