1.
Yo estoy ausente pero en el fondo de esta ausencia
Hay la espera de mí mismo
Y esta espera es otro modo de presencia
La espera de mi retorno
VICENTE
HUIDOBRO
Cuando hablamos de Vicente Huidobro, reconocemos el papel del creador en esencia, aquel que es capaz de proponer nuevos imaginarios a través del lenguaje, que va más allá de la lógica establecida para instaurar su propia lógica.
Aburrido de dejar
ese papel a la naturaleza (en cuanto a la voluntad creadora), comienza a edificar
los cimientos de un tejido escritural que es la proyección de sus angustias y obsesiones,
donde la asociación de palabras y conceptos genera un hecho nuevo (un pájaro anida
en el arcoíris), donde los neologismos, la anáfora, la fragmentación -que anuncian
el fin de una era y tal vez el comienzo de otra, como reza en Altazor-, proponen una travesía a través
de rutas insólitas e inesperadas.
Pero toda esta aventura
creativa, todo este vuelo cósmico, descansa sobre un soporte fundamental: el profundo
conocimiento que tiene de la tradición, porque de lo contrario, sobre qué parámetros
podría innovar, cómo sabría que aquello que se propone, ya fue hecho hace siglos.
Huidobro es la puerta
a otras realidades, el oxígeno invisible de nuestra poesía, como lo describiera
Octavio Paz. Por eso continúa siendo del mayor interés entre aquellos lectores atentos
que estas sociedades de consumo no han logrado vulnerar.
“Quiero darte una
música de espíritu”. De qué nos habla este verso sino del poder del lenguaje, de
la virtud reveladora de las palabras.
2.
El
creacionismo no es una escuela que yo haya querido imponer a alguien; el creacionismo
es una teoría estética general que empecé a elaborar hacia 1912, y cuyos tanteos
y primeros pasos los hallaréis en mis libros y artículos escritos mucho antes de
mi primer viaje a París.
VICENTE HUIDOBRO
Huidobro siempre desarrolló un carácter premonitorio en todo aquello que
vislumbró o idealizó.
Lo hizo en sus primeros caligramas de 1912, dos años antes que Apollinaire
en Francia diera a conocer los suyos, y que llevara a sostener al investigador de
la universidad de California Herschel Chipp, que “Los caligramas de Huidobro están más cerca del cubismo,
pues resalta en ellos la geometrización y estilización de la forma, a diferencia
de los de Apollinaire, que son mucho más ligeros, concebidos a manera de juego caprichoso
y con imágenes más literales del tema tratado”.
Lo hizo en su obra cumbre
Altazor o el viaje en paracaídas (1931).
Compuesta de un prefacio en prosa y siete cantos en verso libre, es el tercer poema
de largo aliento de Huidobro, luego de Adán
(1916) y Ecuatorial (1918). Constituye
su aporte estético a la poesía española del siglo XX, y de la cual el profesor y
crítico Federico Schopf comentaría “Este poemario representa, en uno de sus sentidos, la puesta a prueba más a fondo del creacionismo
como concepción de la poesía y como práctica poética”.
Lo hizo en Tres inmensas novelas (1935), que llevaría
a señalar al crítico David Lagmanovich: “De especial interés
es la producción huidobriana sedimentada en lo que hoy la crítica distingue como
minificciones o microrrelatos. Las fechas de composición de estos textos, sus aperturas
intertextuales, su fluidez semiótica, los sitúan entre los precursores modernos
del género, junto a Julio Torri y Leopoldo Lugones.”
Por lo tanto, no
es extraño que lo iniciado en Ecuatorial (1918) y Poemas árticos (1918), derivara en los textos que inauguran la vanguardia
en español y que retratan las audacias tipográficas de la época, como son la utilización
de las mayúsculas, el uso innovador de los espacios en blanco y la supresión de
los signos de puntuación.
Mientras Ecuatorial –que representa la agonía de una
época y el comienzo de otra- es una sola composición extensa, Poemas árticos incluye 43 poemas, la mayoría
breves y casi todos titulados con un solo vocablo. “Son como instantáneas verbales” según el poeta Oscar Hahn “que
describen hechos que nunca han ocurrido ni podrían ocurrir en el mundo real. La
estructura de los poemas y el lenguaje de estos dos libros son completamente innovadores
para la época. Tan conscientes están los españoles de la importancia del paso de
Huidobro por Madrid y de su influencia en la poesía joven, particularmente en el
movimiento llamado Ultraísmo, que equiparan su visita con el impacto que produjo
la llegada de Rubén Darío a Madrid en los días del Modernismo”.
El ensayista argentino
Saúl Yurkiévich es muy preciso al respecto cuando señala: “La vanguardia instaura
la ruptura de la tradición y la tradición de la ruptura. Surge íntimamente ligada
a la noción de crisis generalizada, de corte radical con el pasado, de gran colapso.
Aparece consubstanciada con la necesidad de cambio e impone al arte una transformación
continua. Promueve una renovación profunda de las concepciones, las conductas y
las realizaciones artísticas concorde con aquella que se opera en el orden tecnológico,
revolución instrumental que tiene por correlato una revolución mental.”
1918 será un año
muy fructífero. A los ya señalados Ecuatorial
y Poemas árticos (publicados por la imprenta
Pueyo de Madrid), se sumarían otras dos obras editadas en francés: Tour Eiffel y Hallali. Mientras la segunda son cinco instantáneas sobre la guerra
y sus consecuencias, elaboradas con un trasfondo cubista y que llevaría a decir
al propio Picasso que esos textos fueron fundamentales en la concepción posterior
de su emblemática obra Guernica, Tour Eiffel,
por su parte, contiene una innovadora disposición espacial con versos escalonados
a la manera de una escala musical y cuya primera versión estaría dedicada al poeta
Max Jacob en las páginas de Nord –Sud.
Es inevitable el diálogo con la ilustración hecha por el pintor Robert Delaunay
y que sirve de portada al libro. Sobre lo anterior, el crítico Cedomil Goic apunta:
“La representación de la torre como centro del universo responde al poema de Huidobro.
Pero es la pluralidad de perspectivas y la fragmentación con que se representa la
torre la que encuentra correspondencia con el simultaneísmo del cuadro de Delaunay
en el poema de Huidobro, definida por las perspectivas de lo alto y lo bajo, pero
principalmente por la multiplicidad de nombres o metáforas con las que alaba y magnifica
el símbolo o emblema de Francia. A la que se suma la voz del hablante que alaba,
a la del hablante que testimonia el canto de la torre y la voz en que ésta le habla”.Por
otra parte, resulta evocador lo que Cristian Warnken señala en el prólogo a la edición
facsimilar: “Ante nuestros asombrados ojos adolescentes, comenzó a perfilarse la
Torre Eiffel dibujada en la pizarra por nuestra profesora con palabras. Las palabras
subían y bajaban y se tomaban el espacio. Estábamos acostumbradas a ver las palabras
en los versos, en la sucesión del tiempo. Verlas abrir un mundo de simultaneidad
y yuxtaposiciones, fue todo un acontecimiento, tal vez nuestra primera experiencia
cubista de la realidad. Una desintegración que daría paso a una nueva realidad”.
Recordemos que
Huidobro se embarca a París en compañía de su familia en noviembre de 1916. Luego
de una breve estancia en Madrid, recala finalmente en la ciudad luz, en medio de
la guerra, y de inmediato se incorpora a la escena artística de avanzada. Su fructífera
relación con poetas, pintores y escultores de la época (Apollinaire, Jacob, Reverdy,
Tzara, Picasso, Gris, Arp, Lipchitz, etc.), lo llevaría a decantar su concepción
estética que ya traía en una etapa germinal en obras como El espejo de agua (1916).
3.
Esta
tarde, nos pasearemos por rutas paralelas.
VICENTE HUIDOBRO
Como señala nuevamente Oscar Hahn: “La poesía de Huidobro
se fue deslizando cada vez con más audacia y soltura hacia un tipo peculiar de expresión
poética, mezcla de humor absurdo y de juego infantil, muy del gusto de algunos vanguardistas,
pero que Huidobro fue radicalizando. Esa vocación lúdica y su afinidad con el tipo
de poesía que en inglés se conoce con el nombre de Nonsense Verse”. (…). “Por lo tanto, no es extraño que las técnicas
del Nonsense y las del creacionismo se
topen en algún punto y a veces hasta se confundan. Ambas estéticas abominan de la
realidad exterior y tienden a crear mundos autónomos, puramente verbales.”
Esta capacidad de inventar realidades paralelas que
solo tienen validez en la lógica del texto, encontrará eco en obras tan disimiles
como la inquietante Nueva novela de Juan
Luis Martínez o los desafiantes Sea Harrier
de Diego Maquieira:
La casa que construiremos mañana / ya está en el pasado
y no existe. // En esa casa que aún no conocemos / sigue abierta la ventana que
olvidamos cerrar. // En esa misma casa, detrás de esa misma ventana / se baten todavía
las cortinas que ya descolgamos. (La casa
del aliento. Juan Luis Martínez)
Queríamos a Brando acá en el bote / queríamos
recuperar a Brando / que llevaba siete años de prenda de guerra / encarcelado en
la Capilla Sixtina / convertida en celda de la conciencia / por los disciplinantes
milenaristas / Pero los milenaristas no lo querían soltar / Estaban embelesados
con la captura de Brando / y lo hacían pasearse mirando el techo / y con la primera
bajada de cuello / amenazaban con agregarlo al Juicio Final. (Brando. Diego Maquieira)
O ya intuyendo el ideario del absurdo, cuya pieza teatral En la luna (1934), se adelantaría
en varios lustros a las escaramuzas propiciadas por Becket, Vian o Ionesco, según
el dramaturgo Jorge Díaz.
Pero acaso no hay atisbos del absurdo en este pasaje
de “La cigüeña encadenada (Novela patriótica y alsaciana)”, perteneciente a Tres inmensas novelas, donde reza:
Un día de calor, la Sociedad se diluyó completamente.
Sólo quedaron, en algunos asientos, pequeños pedazos de hielo que fueron empleados
en la fabricación de refinados cócteles.
Poco después acaeció un hecho de suma importancia:
la muerte del héroe de la Inmensa Guerra, el mariscal Duval. Su entierro fue algo
sublime. Raras veces se había visto semejante espectáculo. Millones de personas
asistieron a sus funerales. Todas las tropas desfilaron con sus banderas, sus trofeos
y sus abuelas. El féretro del mariscal iba colocado en la punta de un cañón. A cada
cañonazo, el féretro saltaba al cielo y volvía a caer en su sitio con una precisión
maravillosa, como las pelotitas de carey en los chorros de agua. Detrás del ataúd
del gran jefe, marchaba tristemente su caballo desnudo, el caballo que el héroe
había montado en sus grandes batallas; más atrás seguía su perro favorito, aullando
a la muerte; luego venían el gato de luto, el loro con los ojos llenos de lágrimas,
marchando al mismo paso solemne de su canario tan amado. Después seguían sus zapatos,
los últimos tres pares de zapatos que el mariscal había puesto en sus intrépidos
pies; detrás, su bastón marchaba a la altura de la mano, su sombrero a la altura
de la cabeza, y el último cigarro fumado hasta la mitad, el día antes de su muerte,
marchaba afligido a la altura de la boca. (Tres inmensas novelas)
Un autor plenamente vigente porque, en palabras de Vicente García-Huidobro Santa Cruz: “La constante evolución de su personalidad creadora, su extraordinaria habilidad para anticipar lo nuevo, hacen que su obra siga siendo absolutamente contemporánea, y que cada nueva generación la redescubra sucesivamente desde matices que la anterior no percibió, o valoró de igual manera”.
Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 164 | janeiro de 2021
Artista convidado: Cal Schenkel (Estados Unidos, 1947)
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