Que el verso sea
como una llave
Que abra mil puertas.
Una hoja cae; algo
pasa volando;
Cuanto miren los
ojos creado sea,
Y el alma del oyente
quede temblando.
Inventa mundos nuevos
y cuida tu palabra;
El adjetivo, cuando
no da vida, mata
Estos son versos en los que aún se siente la presencia
Modernista, pero en los que ya se ha establecido la simiente renovadora que crecerá
haciéndose característica de la escritura del poeta a lo largo de su creación poética.
En un momento exasperante de coyunturas abruptas y fascinantes para la poesía y
la cultura de Occidente, como lo fueron las tres primeras décadas del siglo XX, vemos a Vicente Huidobro inmerso en una creación renovadora
que lo pone como a uno de los poetas más avanzados
de la poesía escrita en español, permitiéndole entrar en contacto y establecer
relaciones con las Vanguardias europeas que en esos mismos años hacían eclosión.
Relaciones no siempre cordiales, en muchas ocasiones tensas, ásperas y cargadas de tramas ofensivas, empero, todas ellas enriquecedoras
para un poeta que a través del Modernismo se
había dado cuenta de como la cultura del mundo le pertenecía, que aprehenderla hacía parte esencial de su ser creador.
Ante la amplia y compleja herencia que la tradición de
la poesía escrita en español compromete para quienes hacemos parte de ella, la actitud
de Vicente Huidobro fue la de quien asume un viaje de reconocimiento por territorios
familiares, por zonas con caminos y linderos comunes, con formas y maneras establecidas,
memorizadas en sus usos y costumbres así, hasta su encuentro con el límite umbral
de lo desconocido. Y es ahí donde Huidobro da el paso que lo hace un descubridor,
alguien que se atreve a cruzar hacia lo desconocido. Cruzar ese umbral, asumir el reto de ir a nombrar lo inédito de las realidades de
su tiempo, el vértigo alucinante del abrupto destructor y fascinante de su tiempo
barajándose como un mazo de cartas sobre una superficie hiriente, empero renovadora. Estas experiencias
lo llevan a concretar su propuesta Creacionista, la misma que le permitió a su escritura
oxigenar temas tan recurrentes en la poesía como la muerte, el amor o los laberintos
de la existencia.
De ese viaje nos dejó libros como Ecuatorial (1918) y Poemas árticos (1918), cuyos poemas por momentos parecen objetos verbales donde se condensa y expone
la realidad tal como el itinerario de quien se asombra ante lo nítido de lo creado,
aun en sus más exasperantes periodos e historias. Estos son poemas en versos que
consolidan la apuesta del poeta por lograr imágenes Creacionistas, imágenes donde
se presenta una realidad creada por el poeta. Esta presencia Creacionista en la
escritura propuesta por Vicente Huidobro será esencial en la realización de sus
poemas-libro Altazor (1931) y Temblor de cielo (1931).
Desde la polémica edición de los nueve poemas
que componen El espejo de agua, la presencia de Vicente Huidobro se ha hecho fundamental en la poesía escrita en español. Por esas fechas su actividad pública, sus polémicas y su escritura alcanzan tramos creativos tocados por sus experiencias iniciales
con el Modernismo y su posterior encuentro Vanguardista con la poesía escrita por
esos años en Europa, fundamentalmente con la francesa. De todo esto queda registro en los libros Ecuatorial y Poemas árticos, como también en sus libros en
frances: Horizon carré (1917), algunos
de cuyos poemas son versiones de El espejo
de agua, Hallali (poéme de guerre)
(1918), Tour Eiffel (1918), Automne régulier (1925) y Tout á coup (1925). En estos libros
se evidencia a Huidobro como poeta renovador e inevitablemente fundacional, lo cual,
no dejó de ocasionarle rechazos, intrigas, malas interpretaciones
y rencores curtidos por la envidia que afectaron su imagen y lograron retrasar la
difusión de su obra.
Obra que sigue abriéndose camino a través de lectores que
ven en ella la magnitud de su universo creativo, el poder de las palabras cuando
asumen el vértigo de aquello que nombran. Hoy sabemos que la extrañeza causada por
la poesía de Vicente Huidobro es generada por la renovada lectura que el poeta presenta
en ella de los súbitos donde se moviliza la existencia que él aprehende a través
de las palabras, y por el cómo las zafa de los lugares donde las han convertido
en clises para estandarizar y aprisionar con ellas los ritmos vitales de la lengua
en su capacidad de silencio y de comunicación. Las suyas son palabras dispuestas
para penetrar, para aprehender lo nombrado y los silencios donde se cuece lo incógnito
y su esclarecedor.
Es fascinante la pasión de Vicente Huidobro para la vida
y para la poesía, la suya es una entrega visionaria al suceder vital, a lo maravilloso
y lo abrupto de la realidad en su continuo. Para él la poesía es emprender un viaje
por los filos peligrosos de lo creado por crear, un viaje maravilloso en lo cognoscitivo
de su realización. Por ello, en la escritura de sus poemas el umbral alcanzado y
penetrado resulta revelador, pararse en él produce vértigo, asombro ante la magnitud
de sus encuentros y de sus hallazgos. Así, a través de las voces poéticas habitantes de sus poemas sucede una trama hilvanándose por entre los resquicios de la memoria
y de lo inédito humano en su relación consigo mismo, el mundo y el universo.
Sus poemas no enrarecen el misterio, buscan esclarecer
el misterio, por eso la nitidez penetrante de sus palabras, el súbito de sus imágenes
procurando aprehender lo esencial de lo coloquial y de lo oscuro de la condición
humana. Su obra es la puesta en escena de las tenciones humanas impulsadas por el
arco de las palabras, silencio y origen de sus razones y de sus desvaríos ante lo
incógnito. El drama que se vivencia en sus poemas, es el de lo incógnito cuando
es tocado por la luz y la penumbra de las palabras que buscan desvelarlo y ponerlo
de manifiesto.
La participación de Vicente Huidobro en las Vanguardias
europeas fue franca y directa, fue posible por las búsquedas de un poeta atento
a las realidades de su época, a las ascuas históricas e imaginarias donde se cocían
las tenciones, las frustraciones y los sueños de generaciones tiradas a la intemperie.
Todo esto fue asumido por él desde las palabras aprehendidas para narrar con ellas
una poética donde se diera cuenta del maremágnum vivencial de esas primeras tres
décadas del siglo XX, siglo que se abría alucinante en sus perspectivas y mansalva.
Asuntos evidentes en el siguiente pasaje de su poema-libro Ecuatorial:
QUÉ DE COSAS HE VISTO
Entre la niebla
vegetal y espesa
Los mendigos de
las calles de Londres
Pegados como anuncios
Contra los fríos
muros
Recuerdo bien
Recuerdo
Aquella tarde en
primavera
Una muchacha enferma
Dejando sus dos
alas a la puerta
Entraba al sanatorio
Aquella misma noche
bajo el cielo oblongo
Diez Zeppelines
vinieron a París
Y un cazador de
jabalís
Dejó sangrando siete
Sobre el alba agreste
Entre la nube que
rozaba el techo
Un reloj verde
Anuncia el año
1917
Aquí cabe acotar que la ausencia de puntuación en casi
toda la poesía de Vicente Huidobro contribuye para que el lector entre, lea y palpe
siguiendo los ritmos de las imágenes que suceden aprehendiendo lo expresado por
el poema.
A las Vanguardias, Vicente Huidobro contribuyó con el realismo
concreto de sus imágenes produciendo inesperadas visiones, contribución posible
por el estudio que en sus inicios hizo de su tradición poética en español, tradición
de un realismo inexorable, aun en sus más drásticos quiebres. Lo descubierto por Huidobro a través de su escritura, y esto aplica para toda su poesía, no es la novedad promovida por
el consumo imaginario de su tiempo, es aquello íntimo y común sobre lo cual pasamos sin ver ni tocar, sin darnos cuenta de su existencia. Así, desvelando cunden las palabras del poeta, como un
ala interminable sobre la realidad y la otredad humana a través de sus poemas.
Por su carácter y por la conciencia que tenía sobre su
ser creador, Vicente Huidobro casi siempre fue incómodo para los oportunistas y
tramadores. Hoy resulta patética la ofuscante resistencia puesta contra su persona
y su obra. Empero, Huidobro es un poeta que no dejó de celebrar la soberbia de vivir,
de crear, de respirar y de saberse parte conmovedora del universo. Una prueba de
ello es su magnífico poema-libro Altazor,
en cuyos siete cantos consignó su viaje humano y creador por las tres primeras décadas
del siglo XX, décadas tuquias de hazañas y de frustraciones, de interrogantes y
de palabras que eclosionaron para aprehender la quebrazón de una época y convertirse
en la voz de quienes buscan recuperarse del hartazgo y la mansalva que los pervierte
y convierte en carne huera para el exterminio a través de enfrentamientos como la
Primera Guerra Mundial, la Revolución de Octubre y la Guerra Civil Española, conflictos
que dejaron las puertas dispuestas para lo que sería la Segunda Guerra Mundial y
sus consecuencias a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI. Aquí es oportuno
que leamos dos pasajes del “Canto I”:
¿Qué ángel malo
se paró en la puerta de tu sonrisa
Con la espada en
la mano?
¿Quién sembró la
angustia en las llanuras de tus ojos como el adorno de un dios?
¿Por qué un día
de repente sentiste el terror de ser?
Y esa voz que te
gritó vives y no te ves vivir
¿Quién hizo converger
tus pensamientos al cruce de todos los vientos del dolor?
Se rompió el diamante
de tus sueños en un mar de estupor
Estás perdido Altazor
Solo en medio del
universo
Solo como una nota
que florece en las alturas del vacío
No hay bien no hay
mal ni verdad ni orden ni belleza
¿En dónde estás
Altazor?
[…]
Cae
Cae eternamente
Cae al fondo del
infinito
Cae al fondo del
tiempo
Cae al fondo de
ti mismo
Cae lo más bajo
que se pueda caer
Cae sin vértigo
A través de todos
los espacios y todas las edades
A través de todas
las almas de todos los anhelos y todos los naufragios
Cae y quema al pasar
los astros y los mares
Quema los ojos que
te miran y los corazones que te aguardan
Quema el viento
con tu voz
El viento que se
enreda en tu voz
Y la noche que tiene
frío en su gruta de huesos
Después del vértigo descomunal sobre la condición humana
que son los primeros cinco cantos de Altazor, en la escritura del sexto y el séptimo
canto podemos conjeturar sobre la propuesta poética de un poeta como Vicente Huidobro,
quien se encrespó en su idioma hasta alcanzar el nudo visible e invisible desde
donde deconstruir las líneas canonizadas por una tradición más interesada en imponer
una noción de la poesía al servicio del poder político y religioso, que en reconocer
los fundamentos de la razón de ser expresada en las palabras de los poetas. Entonces,
vemos al poeta sumergiéndose en las grietas que surgen entre las letras buscando
nombrar con ellas los restos de un desorbitado naufragio, en este caso, el naufragio
de una época que hace raices en nuestra época, a pesar de las alhajas exhibidas para
hacernos creer que ese naufragio es un asunto del pasado. Así, podemos suponer al
poeta en una isla igual que Robinson Crusoe, buscando entre los restos de su abecedario
las letras con las qué balbucear el naufragio de su estirpe: “Ai aia aia / ia ia
ia aia ui / Tralalí / Lalí lala / Aruaru / urulario / Lalilá / Rimbibolam lam lam
/ Uiaya zollonario / lalilá”. Sonidos saliendo a través de una voz curtida por la
sal, el viento y la arena, una voz rasgada como un instrumento que está siendo afinado
para la interpretación de una partitura inédita al filo del fuego, al filo de la
rosa de los vientos.
Con Altazor y
Temblor de cielo, Vicente Huidobro alcanza
una cima única en la poesía de su época, desde la que no ha dejado de irradiar su
lucidez como el poeta de una época donde los vientos de la historia se cruzan, produciendo
para el poema un habla hasta entonces no imaginada. Un habla para narrar las azarosas
transformaciones que produce la conciencia de un naufragio. Un habla en resurrección,
encarnando desde el vacío, tal como nos dice en uno de los versículos de Temblor de cielo: “Estáis allí en esa interminable
posición en que quedáis después de haber bebido el vaso de infinito que destila
el vacío y que os convierte en ceniza respetable de antepasado inmemorial. De todas
esas cenizas puede el azar hacer un astro nuevo”
Este andar de los
huesos
Este andar de la
carne
Este escalar los
siglos
Y venir de tan lejos
en abuelos perdidos
Este andar entre
orillas desveladas
Nos dará una fatiga
de experiencias amargas
Y un ansia de renuevo
Anhelo de aventuras
de la sangre
Anhelo de no ser
lo mismo y buscar lo que asombra
[…]
Oh molino del tiempo
El pájaro sin árbol
conocido
Va entrando en sus
canciones para nacer de nuevo
Y se deslumbra del
sentido de su voz
Ya en los Últimos
poemas, publicados por su hija Manuela en 1949, se reúnen poemas dispersos en
revistas en las cuales colaboró el poeta y otros, que permanecían inéditos. En este
libro encontramos poemas que cubren un amplio espectro de la obra de Vicente Huidobro,
un espectro que permite ver los cruces y diálogos dados en sus poemas desde la década
de 1920 hasta su muerte en enero de 1948. Uno de esos poemas recogido por su hija
Manuela es “El pasajero de su destino” publicado en francés en 1931 y en español
en la revista Sur en Buenos Aires en 1933,
siendo un poema que sobrecoge por las grietas que atraviesan la voz del hablante
poético, por los pasajes inesperados que cruzan sus versos. En uno de ellos nos
dice: “Es así como somos / Y como nos paseamos hoy sobre la tierra / Precedidos
por los ruidos de nuestros antepasados y seguidos por el dolor de nuestros hijos
/ Aferrados a nuestra edad y cantando cuando las rocas lloran la muerte de un velero
que han preferido sin razón alguna / O tal vez porque lo vieron jugar en su infancia
/ O porque era hermoso todo lleno de viento viniendo del país del viento”.
El 2 de enero de 1948 muere el poeta, dejando una estela
de años entregados a la poesía, de años también tocados por las polémicas que promovió
o de las que fue objeto, ya en el campo de la literatura, ya en el de la política.
Empero, la principal estela dejada por Vicente Huidobro es su obra, la magnitud
de su obra que sigue creciendo, pues tal como él mismo lo dice en el poema “Départ”
de su libro Poemas árticos: “El último
verso nunca será cantado”.
NOTA
En el momento de escribir este texto he tenido presente la Obra poética de Vicente Huidobro, en edición crítica coordinada por Cedomil Goic y publicada por la Colección Archivos en 2003.
Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 164 | janeiro de 2021
Artista convidado: Cal Schenkel (Estados Unidos, 1947)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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