Introducción
En una entrevista que me concedió en su casa en Miramar
(La Habana) la recientemente fallecida estudiosa y crítica de la literatura cubana,
Nara Araújo, en julio de 2004, me comentó un hecho trascendente para tener en cuenta
al acercarnos a la historia de la lucha de la mujer cubana desde los comienzos hasta
la actualidad. Con respecto a mi comentario sobre la ausencia de producción literaria
femenina durante la Revolución, [1] Araújo
explicaba que esta se debía más al desarrollo cultural del país que al menosprecio
de la escritura de la mujer:
El feminismo en Cuba es muy de vanguardia y tuvo en
los primeros años del siglo xx conquistas
muy importantes. […] hubo feminismo de izquierdas, pero, con el triunfo de la Revolución,
esa lucha del feminismo anterior, que tenía que ver con los derechos de la mujer
en una sociedad burguesa, no desaparece […] sino que se incorpora a un proyecto
general de nación.
Araújo, en esta misma ocasión,
indicaba que, definitivamente, durante la Revolución, el feminismo se veía como
algo asociado a lo imperial, y que era un discurso que no tenía razón, porque si
la Revolución se encargaba de darle todo a la mujer, [2] no se veía necesario hablar de feminismo ya que el objetivo principal
de la Revolución era la lucha de clases.
No obstante, a pesar de esta ausencia
de creación de un discurso teórico feminista a partir del triunfo de la Revolución,
no podemos negar que todas estas medidas tomadas para garantizar la participación
total de la mujer en el proceso revolucionario cubano fueron, en cierta medida,
influidas por las luchas sociopolíticas de las sufragistas y feministas que no cejaron
en su intento de darle voz y voto a la mujer cubana desde comienzos del siglo xix.
En una entrevista realizada en
el año 2005 a Julio César González Pagés, [3]
Alina Martínez Triay le preguntaba sobre el comienzo de la lucha por el voto femenino
cubano y el profesor cubano le recordaba que, ya desde el siglo xix, el club revolucionario Esperanza del
Valle, de Cienfuegos, fundado en 1896 y presidido por Edelmira Guerra, realizó el
primer pedido de sufragio del que se tiene referencia entre los llevados a cabo
por las mujeres cubanas como parte de una agrupación femenina. Otras sufragistas
destacadas de la época fueron la pedagoga María Luisa Dolz, y la escritora Aurelia
Castillo.
No obstante, como comenta González
Pagés en esta misma entrevista, la lucha femenina por el derecho al voto estuvo
estrechamente ligada al movimiento feminista. En 1912 fue creado en La Habana el
Partido Nacional Feminista, presidido por Amalia E. Mallén de Ostolaza. Esta asociación,
además del voto a la mujer, también tenía en su agenda otras muchas reivindicaciones
para las mujeres trabajadoras, lo cual nos confirma que, aunque la lucha feminista sea después silenciada como tal
por la Revolución por su impronta burguesa o imperial –en contra de los ideales
marxistas–, las cubanas que protagonizaban protestas y organizaban congresos feministas
en las primeras décadas del siglo xx,
poseían una conciencia social que iba más allá de su estatus y clase.
González Pagés incluso llega a
afirmar que “estas primeras sufragistas eran objeto de burlas por algunos, que las
tildaba de “marimachas”, sus sedes y publicaciones fueron atacadas y hasta una de
estas luchadoras fue violada, pero a pesar de esta campaña de descrédito se mantuvieron
en sus posiciones” (Martínez Triay 1).
A esta lucha infatigable, a la
creación de El Club Femenino de Cuba en 1918, de la Federación Nacional de Asociaciones
Femeninas de Cuba en 1921 y, en concreto, a los dos congresos de mujeres que se
celebraron en La Habana en 1923 y 1925, quisiera dedicar mi artículo, ya que fueron
el origen del debate sobre el sufragio femenino en el ámbito nacional cubano. Las
ideas progresistas y pluralistas debatidas en estos congresos supusieron una base
inestimable para el futuro de la mujer cubana, su lucha por la igualdad y en contra
de la discriminación que muchas sufrían no solo por su género, sino también por
su condición racial y social.
Julio César González Pagés comenta
que:
El movimiento sufragista de mujeres en Cuba surge en
la primera década del siglo xx para
luchar, fundamentalmente, por la obtención del voto femenino.
[4] Las organizaciones que se crearon para desarrollar este programa, no solo
abordaron los problemas de la igualdad política sino también otros de carácter social
y laboral, tales como el divorcio y la patria potestad, lucha que culminó con la
aprobación de la Ley de la Patria Potestad en 1917 y la Ley del Divorcio en 1918,
que tuvieron la primacía en Cuba antes que en el resto de los países de Hispanoamérica.
La concesión del derecho al sufragio en 1919 por muchos países participantes en
la Primera Guerra Mundial incidió también en la ampliación del programa de lucha
de este movimiento. Estas nuevas ideas se manifestaron con el surgimiento del “Club
Femenino de Cuba”, vanguardia del discurso de la emancipación y promotor del surgimiento
de la “Federación Nacional de Asociaciones Femeninas de Cuba”, la que convocó a
los dos congresos de mujeres que se celebraron en La Habana en 1923 y 1925, eventos
de gran pluralidad de ideas y difusores principales del debate sobre el sufragio
femenino en el ámbito nacional. (González
Pagés 2009)
En cuanto a la Federación Nacional
de Asociaciones Femeninas de Cuba y el Club Femenino de Cuba se comenta que fueron
el primer intento de unificación de las mujeres en Cuba. Julio César González Pagés
y Leonardo Tur Broche afirman en un artículo que:
[…] la creación el 3 de julio de 1918 de la organización
Club Femenino de Cuba fue un paso significativo en las aspiraciones de crear otro
tipo de asociación involucrada con otras de iguales fines en el mundo (Keaditor,
1971). El conocimiento de la procedencia social
y económica de sus dirigentas nos permite calificarlas como un grupo heterogéneo
integrado por periodistas, intelectuales, abogadas y maestras, quienes tuvieron
desde su inicio la mirada recelosa de otras organizaciones que no perdonaban un
desliz. (González Pagés y Tur Broche 1)
Para estos autores, el Club Femenino
de Cuba fue una organización que desarrolló una intensa actividad por los derechos
de las mujeres:
[…] encabezando importantes campañas favorables al sufragio
femenino, reivindicaciones para las trabajadoras, asistencia social y otras. El
30 de noviembre de 1921, por iniciativa del Club Femenino, se crea la Federación
Nacional de Asociaciones Femeninas de Cuba (FNAF), la cual tuvo como principal objetivo:
“Fomentar la unidad entre las asociaciones femeninas, procurando afianzar una organización
que tenga como nexo la comunidad de intereses y afinidad de aspiraciones”. Este
afán unitario también lo animaba la posibilidad de tener una mayor representatividad
en los congresos internacionales femeninos, los cuales exigían una organización
previa a nivel nacional. (González Pagés y Tur Broche
2)
[…] fundó escuelas nocturnas para obreras y otras para
la enseñanza del comercio; creó la primera institución formadora de niñeras que
funcionó en el país. También le pidió al gobierno importantes leyes, como la de
la silla, que le permitiría a las empleadas que trabajaban más de 6 horas disponer
de estas para cuando no fuera necesario permanecer de pie; la ley del 50% de empleadas
donde se vendían artículos femeninos, y otras de carácter social, como la lucha
contra la mendicidad infantil, las drogas y la prostitución.
(En busca de un espacio…)
Pero sin duda, una de las acciones
más significativas de este grupo fue “la creación de la cárcel de mujeres de Guanabacoa,
donde se reeducaban reclusas, a las que se les ofrecían cursos de instrucción primaria,
y de corte y costura, además de garantizarles camas, ropas y alimentos”. (En
busca de un espacio…)
En 1921, por iniciativa del Club
femenino de Cuba, se creó la Federación Nacional de Asociaciones Femeninas de Cuba
(FNAF) que estaba compuesta por cinco asociaciones: Club Femenino de Cuba, Congreso
Nacional de Madres, Asociación de Católicas Cubanas, Asociación Nacional de Enfermeras
y Comité de la Creche Habana Nueva. En total contaban con ocho mil mujeres afiliadas.
El discurso de esta Federación
transgredía la forma tradicional de representación de las mujeres cubanas, situándolas
a niveles de integración parecidos a los que los hombres acostumbraban; sin dejar
de resaltar la maternidad y sus roles de participación tradicional: marital y maternales,
como punto fundamental del reglamento constitutivo. La FNAF, a propuesta de su presidenta
Pilar Morlón de Menéndez, acordó la celebración anual de un congreso donde “pudieran
tomar parte todas las mujeres de Cuba, fueran o no asociadas, para exponer allí
su intelectualidad, cambiarse de impresión sobre todos los asuntos de importancia
para la mujer” (Memoria del Primer Congreso, 1924). El día 11 de octubre
de 1922, se determinó en sesión extraordinaria, celebrar un congreso nacional, el
cual constituyó la primera experiencia de este tipo para América Latina. (González
Pagés y Tur Broche 3)
En su artículo “Construcción de
la ciudadanía femenina cubana a inicios del Siglo xx. Influencias del Sufragismo y el Feminismo (1898-1925)”, así
como en su libro En busca de un espacio: Historia de mujeres en Cuba, Julio
César González Pagés da cuenta de los dos congresos organizados por la Federación
Nacional de Asociaciones Femeninas de Cuba y el Club Femenino de Cuba, eventos históricamente
trascendentales para el estudio de la lucha de la mujer cubana, ya que en los mismos
se sembrarán las semillas de lo que posteriormente será la “revolución dentro de
la revolución”, denominación que el mismo Fidel Castro dio al cambio drástico que
tenían que dar las mujeres cubanas y a la necesidad de su participación activa en
todos los ámbitos de la sociedad para que se produjera el verdadero triunfo del
proyecto revolucionario después de 1959.
En cuanto al primer Congreso (1923)
se sabe que la participación “fue abierta a todas las organizaciones femeninas del
país a partir de cuatro bases que debían ser cumplidas y en las que se exhortaba
a no emitir criterios desfavorables contra el feminismo o el sufragismo y a no hacer
proselitismo religioso o político” (En busca de un espacio…).
El Comité Ejecutivo del Congreso
estuvo presidido por Pilar Morlón de Menéndez, quien fue secundada por un multifacético
grupo de mujeres de las diferentes organizaciones y regiones del país (Memoria
del Primer Congreso, 1924). Gonzáles Pagés comenta que:
El Primer Congreso Nacional de Mujeres se reunió en
la Academia de Ciencias de La Habana, del 1 al 7 de abril de 1923 […]. En el acto
inaugural, celebrado el domingo 1 de abril, a las nueve de la noche, en el Teatro
Nacional, y ante una concurrencia que lo abarrotó, Pilar Morlón pronunció un discurso
donde ella misma explicaba la revolución que se estaba produciendo en Cuba:
Una revolución, sí, efectivamente es, revolución pacífica
o evolución, no importa el nombre, pero algo nuevo, algo desconocido entre nosotros,
donde hasta hoy la mujer tuvo sus actividades limitadas a un papel humildemente
pasivo, algo cambiado inexorablemente en la marcha habitual de nuestras cosas [...]
Es ésta nuestra Revolución. (Memoria del Primer Congreso,
1924)
Las palabras de Morlón no estuvieron
lejos de lo que pasó, se habló de temas ecológicos, nacionalistas, sociales, políticos,
económicos y de legislación obrera. (En busca de un espacio…)
Las ponencias oficiales al Congreso
fueron distribuidas en diferentes temas, el primero dedicado al derecho al voto
para las mujeres. La primera de las ponencias, titulada “Sufragio Femenino”, fue
expuesta por Pilar Jorge de Tella, en un emocionado discurso, y era tan alto el
tono de su voz que se oía en la calle. En ella puntualizó que: “[...] nadie ignora
que el sufragio es la garantía reafirmadora de la personalidad del individuo” (Memoria
del Primer Congreso, 1924), (En busca de un espacio…).
Otras tres intervenciones se defenderían
con igual nivel de pasión, llegando a calificar la exclusión de la población femenina
como una “inmoralidad social” (Memoria del Primer Congreso, 1924). La más
orgánica de las ponencias presentadas fue la de Hortensia Lamar, aplaudida delirantemente
con gritos de “¡Voto para la mujer!”. Ella afirmaría que el sufragismo no era la
desviación del feminismo, sino una modalidad que permitiría “la igualdad política
en la ciudadanía” (Memoria del Primer Congreso, 1924), (En busca de un
espacio…).
El tema del sufragio femenino fue
el punto en el que coincidieron todas las ponentes de este Primer Congreso Nacional
de Mujeres en Cuba. De las conclusiones aprobadas aquí, la primera fue:
[…] que se emprenda por todas las mujeres de la República
una campaña intensa para obtener el voto, como primera medida de profilaxis social.
(Memoria del Primer Congreso, 1924)
y la última:
El Primer Congreso Femenino llamó
la atención de la prensa en general y permitió que un importante grupo de mujeres
empezara a realizar un nuevo tipo de periodismo alejado de los “recetarios de cocina
y atenciones domésticas” (de la Torriente, 1985).
El Segundo Congreso Nacional de
Mujeres, celebrado del 12 al 18 de abril de 1925, en el mismo lugar en el que se
realizó el anterior, contó con la presencia del presidente electo (Machado). Este
hecho, a pesar de ser criticado con posterioridad, ha de ser entendido políticamente,
ya que las sufragistas veían que la presencia de Machado daba esperanza a que se
produjera el tan deseado sufragio femenino, el cual fue la demanda central de este
Segundo Congreso. [5]
El tema del sufragio femenino fue
encarado de una manera apasionada por parte de las líderes sufragistas Amalia Mallén,
María Collado y Ana Batallé. Por otro lado, hubo muchas presentaciones que ahondaron
el tema de una manera más orgánica y reflexiva, como las de las abogadas Graziella
Barinaga y Ángela Zaldívar (En busca de un espacio…).
La ponencia de María Collado fue
una de las mejores recibidas cuando expresó:
El voto es, señoras congresistas, un arma poderosísima
en las manos de quien sabe ejercitarlo, él es también como un lazo de unión entre
el ciudadano y la patria. Por mediación del voto demuestra el elector su civismo,
su amor al suelo en que nació y su preparación para la vida pública, pues según
él sepa elegir, demostrará que sabe sentir, que sabe pensar y que sabrá mantener,
por sobre toda consideración, el amor a su bandera. (Memoria del
Segundo Congreso, 1925) (En busca de un espacio…)
Según González Pagés, “la ponencia
de Barinaga y Zaldívar tenía un interrogante en su título: “¿Es la cubana súbdita
o ciudadana?”, en el que se cuestionaban la ciudadanía política de las mujeres.
“¡Súbditas de un Estado soberano, ciudadanas de un Estado independiente, el pueblo
de Cuba no se opone a concedernos el derecho del sufragio, sólo nos falta la capacidad
política!” (Memoria del Segundo Congreso, 1925). Las palabras finales de
Zaldívar fueron para pedir que las mujeres siguieran “serenas y tranquilas” ante
la ignorancia de los hombres que las excluían; “[…] no podemos pretender que los
seres hagan gala de aquello que les falta [...] el dique no detiene la corriente
que puede derribarlo o que lo salta” (Memoria del Segundo Congreso, 1925)
(En busca de un espacio…).
Es curioso resaltar el tono de
las reuniones de este Segundo Congreso, el cual estuvo caracterizado por la pasión
de sus ponentes, quizás por la certeza de que el derecho al voto para la mujer cubana
estaba cercano, lo cual produjo desmayos, gritos y todo tipo de comportamientos
vehementes. “La Junta de Gobierno de la Academia de Ciencias decidió no ceder más
sus salones de actos [...] para evitar ataques histeriformes de damas” (CEMCYT,
1923-1925) (En busca de un espacio…). Esta decisión, sin duda, fue otro hecho
que demostraba la discriminación a la que la mujer cubana se veía sometida, ya que
en los hemiciclos de la Cámara de Representantes y en el Senado está comprobado
históricamente que la conducta de los políticos no estaba lejos de lo que se presenció
en este Segundo Congreso Nacional de Mujeres en Cuba.
Una de las polémicas de este congreso
se debió a la presencia de organizaciones religiosas para criticar temas como el
del reconocimiento de los hijos ilegítimos, lo cual hizo que El Club Femenino y
las delegadas de tres provincias se retiraran del mismo (Domínguez, 1971). Pero
no podemos olvidar que este Segundo Congreso se destacó por la presencia de la mujer
negra trabajadora, representada por Inocencia Valdés, así como por la condena contra
el aumento de la pornografía en Cuba (En busca de un espacio…).
González Pagés documenta que este
congreso no estuvo caracterizado por la unidad de opiniones, sino por la diferencia
y, en algunos casos, la oposición y el descontento, hechos, por otro lado, como
explicó la presidenta Pilar de Morlón, que demostraban que el movimiento sufragista
en Cuba estaba vivo y que, como mujeres, estaban creciendo.
En el discurso de clausura de este
Segundo Congreso Nacional de Mujeres en Cuba, la presidenta del evento, Pilar Morlón,
comentó muy acertadamente:
Indudablemente todas no pensáis de igual modo, pero
eso no es un mal. No dais vuestra adhesión a los mismos sistemas, pero tampoco eso
es un mal. No es un mal otorgar su preferencia a unos métodos sobre otros. Tanta
variedad en el pensamiento es signo de vitalidad y no sólo no es malo, es bueno,
es útil. (Memoria del Segundo Congreso, 1925) (En
busca de un espacio…)
Desde la celebración de este congreso
hasta el término de la etapa machadista (1933), el tema del sufragio femenino dividió
a las mujeres cubanas dependiendo de si estas apoyaban o no al dictador. Cuando
Machado escapó se produjo un caos total en el país y hubo que esperar hasta el gobierno
del doctor Ramón Grau San Martín para que se anularan todas las medidas tomadas
durante el gobierno machadista (incluyendo el derecho al voto femenino restringido).
Sin embargo, el gobierno de Grau San Martín se caracterizó por la toma de medidas
liberales y progresistas. La última sería favorable para las mujeres:
De forma sorpresiva, poco antes de verse obligado a
renunciar a la Presidencia de la República por la posición de la nueva dictadura
batistiana, […] el presidente Ramón Grau San Martín, por decreto ley de 10 de enero
de 1934, otorgó a las mujeres el sufragio sin restricciones.
(En busca de un espacio…)
Para terminar, me gustaría citar
las palabras de la estudiosa cubana María Elena Calderín cuando en su artículo sobre
los antecedentes del movimiento femenino cubano dice:
El movimiento feminista en Cuba, nacido en las primeras
décadas del siglo pasado, cumplió un papel revolucionario al permitir la obtención
de importantes reivindicaciones en fechas muy tempranas, tales como la Ley de la
Patria Potestad (1917), La ley del Divorcio (1918) y la Ley del Sufragio Femenino
(1934). [6] […] Otras conquistas han logrado las mujeres
cubanas en todos los ámbitos de la vida nacional a partir del triunfo de la Revolución
(1959). Durante el octavo congreso de la Federación de Mujeres Cubanas […] la labor
fundamental de sus casi cuatro millones de afiliadas dista mucho de aquellos reclamos
de principios del siglo pasado. Ahora su labor primordial es perfeccionar el trabajo
de dirección a los niveles de base, involucrar en cada una de sus metas a las jovencitas,
que serán, en definitiva, las continuadoras de aquella pléyade de valientes cubanas
que se enfrentaron a las retrógradas ideas de su época e hicieron una Revolución.
La Federación Nacional de Mujeres Cubanas, presidida, desde su nacimiento por la
desaparecida Vilma Espín, no es más que el legado y la continuación de aquellas
ideas por la reivindicación de la mujer.
La Federación Nacional de Mujeres
Cubanas es la entidad revolucionaria que más ha hecho por la mujer cubana desde
su formación el 23 de agosto de 1960. Cuenta en sus filas con aproximadamente 3.600.000
afiliadas, superiores a los 14 años de edad. La Federación, cada cinco años, celebra
un congreso –al igual que hicieron sus “madres”, las primeras sufragistas–, el cual
es el órgano máximo de dirección en el que se discuten los resultados del trabajo,
se adoptan nuevas estrategias y programas, y se elige su Comité Nacional y su secretariado.
Sin la capacidad organizativa y el trabajo de las sufragistas y feministas cubanas
de principios del siglo xx, sin la
semilla que ellas sembraron, no hay duda de que el trabajo que realizó la Revolución
por la mujer cubana posteriormente habría sido mucho más arduo. Por esto, creemos
firmemente que hay que reconocer el esfuerzo y rendir homenaje a las fundadoras
y luchadoras femeninas sufragistas de la Cuba de antes de 1959, puesto que ellas
también fueron revolucionarias en toda regla.
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NOTAS
(1) Véase Campuzano
(1984).
(2) La Revolución
asume el papel de garantizar que las mujeres puedan tener acceso a puestos de trabajo,
igualdad de salarios, se crean círculos infantiles, se aprueba el Código de la Familia,
se conceden licencias de maternidad, todo lo que se puede ver en el tercer cuento
de la película Lucía y en Retrato de Teresa (López-Cabrales 54).
(3) Agradezco inmensamente
a este estudioso la entrevista que me concedió en La Habana en julio de 2004, así
como todos los textos que sobre el tema de la lucha sufragista y feminista en Cuba
ha escrito, ya que mi ensayo en su mayoría, se basa en todas sus investigaciones
y publicaciones.
(4) Este mismo estudioso
comenta que “el sufragismo se hacía inevitable en Cuba. En tiempos del período presidencial
del general José Miquel Gómez, del Partido Liberal (1909-1913), se crearon las primeras
asociaciones legalmente registradas; la primera de ellas fue el Partido Popular
Feminista, que se constituyó en La Habana en noviembre de 1912, con Emilia Pérez
Viñas como presidenta. Un mes después se crearían otras dos: el partido de Sufragistas
Cubanas, que presidía Digna Collazo, y la que fue más importante de las tres, el
Partido Nacional Feminista” (En busca de un espacio
55). De hecho, esta
última asociación fue fundada en la casa de Amalia E. Mallén de Ostolaza, una de
las mujeres que, años después, destacaría por sus presentaciones a viva voz en el
Primer y Segundo Congreso Nacional de Mujeres en Cuba. A pesar de las divisiones
que existían entre sus miembros debido al personalismo que caracterizaba al partido,
se decidió fusionar el Partido Nacional Feminista, el Partido Popular Feminista
y el Partido de Sufragistas Cubanas que formarían el Partido Nacional Sufragista
cuya presidenta sería Mallén de Olostaza. El Partido Nacional Sufragista sería el
protagonista en la historia de Cuba durante la mayoría de los años (1914-1917) en
los que Mario García Menocal, del Partido Conservador, presidió Cuba (1913-1917)
(En busca de un espacio
57-59).
(5) “En la sesión
solemne de apertura, en un breve discurso, afirmaba Machado “[...] que la mujer
tiene derecho a ejercitar las funciones cívicas, ya que ese derecho aparte de la
razón humana y universal que lo abona, surge también legítimamente, de los esfuerzos
que la mujer cubana realizó en la lucha larga y terrible por la conquista de la
República Cubana” (Memoria del Segundo Congreso, 1925: 61). La escena quedaría
lista para otras jornadas de discusión acerca del sufragio” (En busca de un espacio
67).
(6) De esta forma se convirtió Cuba en uno de los países con uno de los más importantes movimientos feministas de América Latina y uno de los tres primeros que tuvo el voto de las mujeres y la ley del divorcio.
MARÍA DEL MAR LÓPEZ-CABRALES (Cuba, 1967). Catedrática de Literatura del Departamento de Lenguas y Literaturas Extranjeras de la Universidad del Estado de Colorado (EEUU) donde imparte diferentes clases de culturas y literaturas españolas y latinoamericanas. Es editora de la revista academica Confluencia desde otoño de 2017. Su línea de investigación se centra en los estudios de mujer en Latinoamérica y España en la época contemporánea. En su investigación se ha dedicado a analizar la escritura de mujeres como un espacio en el que éstas crean un discurso sociohistórico y se comunican unas con otras. Ha publicado los libros Marinera en tierra adentro. Edicion anotada de la obra narrativa de Pilar Paz Pasamar (2013), Ropiendo las olas durante el periodo especial. Creación literaria y artística de mujeres en Cuba (2008), Arenas cálidas en alta mar. Entrevistas a escritoras contemporáneas en Cuba (2007), y Una isla con cara de mujer. Prominentes mujeres de la cultura en Cuba (2007). También ha publicado los libros La pluma y la represión: Escritoras contemporáneas argentinas (2000) y Palabras de mujeres. Escritoras españolas contemporáneas (2000). Fue Secretaria de la Asociación Internacional de Literatura Femenina Hispánica y ha sido profesora invitada en la Universidad de Cádiz (1999), y en el programa Semester at Sea (2000, 2001 y 2017). En 2003 y 2009, fue la consejera del programa de intercambio del Departamento de Lenguas y Literaturas Extranjeras de la Universidad del Estado de Colorado en La Universidad de Alcalá de Henares en Madrid (España). En 2019-2020 el College of Liberal Arts le concedió el John N. Stern Distinguished Professor Award y en 2020 el Centro de Estudios de la Mujer y de Estudios de Género le otorgo el Hazaleus Award por su labor como investigadora de estudios de la mujer y de género y como mentora de otras mujeres en la universidad.
ROBERT EDMOND JONES (Estados Unidos, 1887-1954). Cenógrafo, iluminador e figurinista, conhecido por incorporar a nova encenação ao drama americano, este notável criador buscou sempre integrar elementos cênicos à narrativa, em vez de mantê-los separados e indiferentes da ação da peça. Seu estilo visual, muitas vezes referido como realismo simplificado, combinava o uso ousado e vívido de cores e iluminação simples, mas dramática. Seus projetos inovadores para a American Opera Company de Vladimir Rosing em 1927 e 1928 foram elogiados pela crítica. Jones também trouxe seu estilo expressionista para muitas produções realizadas pelo Theatre Guild, com designs inovadores para The Philadelphia Story (1937), Othello (1943) e The Iceman Cometh (1946). O maior sucesso comercial de Jones foi com The Green Pastures (1930), que, se incluirmos seu renascimento em 1951, teve um total de 1.642 apresentações. Seu livro The Dramatic Imagination é considerado a obra definitiva sobre a cenografia moderna da primeira metade do século XX. Robert Edmond Jones é o artista convidado da presente edição da Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 247 | janeiro de 2024
Artista convidado: Robert Edmond Jones (Estados Unidos, 1887-1954)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2024
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