Avelina Lésper es una excelente ensayista y conferencista mexicana en el panorama artístico actual. Polémica, irónica y mordaz; Lésper cuestiona a los artistas, marchantes y curadores más consagrados por su “falta de rigor” y sus textos “cobardes y entreguistas”. Para esta escritora y crítico de arte acreditada, el arte contemporáneo ya no sirve para plantear nuevas ideas, sino más bien para alimentar egos. [FF]
FF | Con Avelina Lésper la crítica de arte retoma su ruta polémica. Su Conferencia Magistral “Arte Contemporáneo: El dogma incuestionable”, ha causado un revuelo en todo el continente. Desde México hasta la Argentina. ¿Cuál es su opinión al respecto?
AL | Es una consecuencia del hartazgo que tenemos todos los que vamos a los museos y nos encontramos con obras que fuera de ese recinto no podrían sostener su posición de arte, obras que una vez terminada la exposición se van a vertedero de la basura. Cosas que no demuestran inteligencia y que están validadas por citas de Deleuze, Baudrillard, Adorno, Benjamin, Danto. Hasta el objeto más elemental (basura, agua sucia, excrementos) tiene detrás de sí un argumento filosófico que lo convierte en arte, no trabajo, sólo palabras.
FF | ¿Qué críticos de arte admira con devoción? ¿Marta Traba iluminó su camino?
AL | Los textos de Traba son interesantes y emotivos, alejados de la frialdad que ahora se usa como signo de la crítica que pretende pasar por erudita. Robert Hughes, Simon Schama, son, para mí, grandes críticos. Pero lo que me ilumina es el arte mismo, por un lado la posibilidad de crear pensamiento original ante la presencia de una obra y por otro la denuncia de lo que se trata de exponer como arte sin serlo. No puedo quedarme indiferente ante el fenómeno, es un compromiso ético decir lo que veo, y decirlo con claridad.
FF | Pero algunas personas piensan que usted reacciona antes de observar y descalifica antes de sentir. ¿Qué les respondería?
AL | Con observar se refieren a leerse las cédulas curatoriales del discurso que acota, protege y define que un montón de libros despedazados son arte. El arte se debe ver sin intermediarios, sin instrucciones de uso, la experiencia estética es libre y es un ejercicio intelectual y emocional que no merece que lo unifiquen y lo sometan. La percepción es una función cerebral que están mutilando con la insistencia de que las cosas no son lo que vemos: no son enseres de cocina, es una manifestación feminista de la soledad; no es una foto robada de una revista, es un ejercicio de apropiación que reta la noción de autoría. Las cosas son lo que son y ni los discursos, ni la teoría las van a trasformar. No descalifico a las obras, ellas se descalifican con su vulnerabilidad física y teórica, objetos que fuera del recinto del museo, sin la teoría, no se sostienen como arte, eso es lo que los descalifica. Ante objetos que no demuestran su calidad de arte lo único que podemos sentir es rabia por la degradación que hacen del arte mismo. Las otras sensaciones que acotan los curadores, esas, son parte de la ficción de que esto es arte.
FF | Si el arte contemporáneo es una farsa, si “La carencia de rigor (en las obras) ha permitido que el vacío de creación, la ocurrencia, la falta de inteligencia sean los valores de este falso arte, y que cualquier cosa se muestre en los museos”, ¿qué está sucediendo aquí? ¿Cuál es la verdadera razón de fondo por la cuál usted está protestando?
AL | Por la persecución que han hecho del verdadero talento. Resulta que todo es susceptible de ser expuesto en los museos contemporáneos, desde orines hasta cadáveres de animales y salas vacías, menos pintura, grabado, escultura, dibujo de calidad, obras de visible talento y audacia. Por un lado dicen que hay que acabar con la figura del genio y por otro otorgan poderes sobre naturales a una persona sin talento, ni trabajo artístico para que designe cualquier objeto como arte, o mande hacer su obra, como Hirst o Koons, y diga que es un artista.
FF | A muchos otros les parece irónico que usted diga que el arte contemporáneo sea elitista o endogámico cuando promueve el retorno de la figura del genio y de la elite cultural. Y segregacionista por su estructura burocrática, para complacer a las instituciones y a sus patrocinadores. ¿Cuál es su posición ante los artistas o marchantes que parecen burlarse de nuestra inteligencia?
AL | La figura del genio es una realidad, hacer al arte “democrático”, lo hizo más mediocre, no lo hizo inclusivo. El genio es resultado de trabajo, y trabajar es lo que no quieren hacer los artistas que llevan su ropa sucia a la sala y le llaman arte. Koons no puede hacer ninguna fase de su obra, ni siquiera bocetarla, todo el trabajo se lo hacen, es el caso de Hirst y de Richard Prince, y de miles de artistas patrocinados por el sistema. Son obras sin trabajo artístico, que además ni son bellas ni son inteligentes en su estética y propuesta. Lo que sí lograron es que gente de verdadero talento y trabajo están fuera de los museos y de las galerías. El marchante que vende estas obras, que expone un reloj adentro de un vaso con agua y dice que cuesta 30 mil dólares, es un mercenario que se aprovecha de una moda de consumo elitista e ignorante. La especulación que provocó esta crisis, las burbujas inmobiliarias y los bonos basura compra estas obras basura.
FF | Dice usted que la acumulación de objetos no es creación y mucho menos arte. También afirma que la mayoría de los artistas actuales no son creadores, sino más bien una especie de acumuladores compulsivos. ¿Cree usted que la mayoría de los artistas actuales acumulan desechos compulsivamente? ¿Los creadores contemporáneos han perdido la capacidad de tomar decisiones y no pueden discriminar entre un objeto y otro, y más bien saturan su vida con cosas inservibles?
AL | El readymade no es creación, es la designación arbitraria de un objeto industrial como arte. Esta saturación de objetos responde a que llenan la sala de cosas y de retórica para enmascarar su vacío de talento. Es pánico al vacío de la sala que son incapaces de habitar con obra real. No son capaces de discriminar porque no hay creación. En el proceso creativo el verdadero artista toma decisiones, de color, composición, tema y usa unas y deshecha otras, además es autocrítico, ve con distancia su trabajo y lo juzga. Pero si el autollamado artista sabe que lo que haga es arte, que no necesita analizar su trabajo ni tomar decisiones, porque es infalible, lo que ponga en la sala tendrá una justificación curatorial y un precio en euros, ¿pues cómo y para qué discrimina? Pone todo en la sala, lo que sea, sabe que entre él y el curador le darán sentido de arte a lo más zafio que presenten. Cómo te explico, eso va más allá de una utopía, es el paraíso de la estulticia.
FF | Estoy de acuerdo con usted cuando afirma que “hacer arte en estos tiempos, es un ejercicio ególatra”. Muchos artistas actuales han sido enceguecidos por la codicia, la avaricia, la ambición, la tacañería, la egolatría, la vanidad y el egoísmo. Si el ser social del artista determina su pensamiento, ¿cuál debe ser la función o la labor entonces de un artista contemporáneo?
AL | Hacer ARTE, no especular con ideas que amparan que alguien ponga goma de mascar masticada o usada en la sala y le llame escultura. Este falso arte está de espaldas a las grandes preocupaciones sociales y existenciales, aunque hagan alarde de que todas sus obras tienen intenciones sociales, que además son buenas en el sentido moral, la obra es fácil y complaciente al sistema y siempre es contradictoria, porque se dice inclusiva pero desdeña al espectador al que insiste en aleccionar y que si niega que eso es arte lo tachan de estúpido y de ignorante; dice que es social y desprecia el trabajo, se niega a hacer sus obras y califica a los artistas que sí la hacen como artesanos, les niega el estatus de creadores. El arte nos da la oportunidad de ver lo que no está visible, en el sentido en que el artista revela un fragmento de la realidad y lo expone desde otro punto, eso se hace con creación, no con que pongan cajas de cartón rotas. Las cajas de cartón son un ejercicio ególatra de un curador y de alguien sin escrúpulos que se hace llamar artista.
FF | ¿Piensa usted que el tema de la crítica de arte ya no tiene relevancia? ¿Qué opinión le merece la figura del marchante y la del curador? ¿Cómo funciona el sistema del arte?
AL | La crítica se ha convertido en parte del sistema de ventas de este falso arte. Los críticos tienen pánico de que les digan que están pasados de moda o fuera de las tendencias actuales y tratan de entrar en esto que es únicamente marketing. La realidad es que no existe la crítica, existe la complicidad con las ideas que hacen de estas obras arte, no hay análisis. En sus textos no te enteras de qué se trata la obra, no ven la obra, la adjetivan, la cargan de elogios y apoyan las tesis de que eso es arte. Son textos cobardes y entreguistas. El marchante y el curador son los verdaderos artistas, vender agua sucia como arte tiene su punto. Con este sistema (todo es arte, todos son artistas) el artista es prescindible, el curador se puede erigir en artista en un instante, igual que el marchante que es capaz de vender una performance de una pareja besándose, hay sobre población de artistas y unos cuantos marchantes, el dominio de la obra lo tiene el que domina el dinero, y esos son los marchantes. Los curadores tienen a la institución que es fundamental porque sin el museo estas obras no existen. Esto hace al artista un ser se cambia por otro sin problema. Cuando el artista hace su obra y está es única por su propuesta y factura, el artista es indispensable, es un artista que no puedes sustituir, ese es una molestia para el curador, y por eso lo sacaron del museo.
FF | Mi querida Avelina, parece que “La creación es libre, pero la contemplación no lo es” El arte se ha transformado en un sistema industrializado. Lo digo porque parece que la primera reacción que nos asalta al mirar un cuadro es el dinero. El cuánto cuesta la obra. El marketing. ¿Qué me respondería?
AL | Es el fenómeno de Warhol. Hay miles de falsos que son exactamente iguales que los “auténticos”, y aun así valen una fortuna porque están manipulando sus precios para que no bajen. Pujan en las subastas y los recompran sus mismos dueños. Es el caso de las obras de Hirst, que tiene miles iguales, obras simples como las de los Dots, y que hace en factoría y en serie. Si la obra tiene 4 mil copias y carece de unicidad y de originalidad no es posible que tenga ese precio. Es una obra que además siguen produciendo, es, obviamente, un objeto de lujo sobre valuado. Aquí rompen las leyes de la oferta y la demanda, hay más obra que compradores y aun así está inflada, es una burbuja, son los bonos basura del arte.
FF | ¿Somos en verdad sumisos ante la transculturación o la imposición de valores morales, éticos y estéticos? ¿Somos dóciles ante los transplantes de ideas, principios o esquemas burocráticos de una autoridadque impone?
AL | Somos sumisos a la moda. En este falso arte no hay valores reales, son inventos retóricos. Sus intenciones moralizantes no lo hacen ético. La autoridad que seguimos es la del dinero, porque los museos, que hacen a un lado su vocación social, exponen lo mismo que las galerías que venden estas obras como arte. Tratan de ser parte del sistema de marketing y prestan un espacio, que debería ser inclusivo, y lo ceden en exclusividad a los gustos de unos cuantos marchantes para validar unos cartones rayados o videos fuera de foco como arte. La sumisión es parte de la marginación de espectador. Este arte menosprecia al espectador y lo expulsa del museo, le impide tener una experiencia estética libre, le dice qué debe ver y cómo debe verlo. Están manipulando, no guiando.
FF | Ya para despedirnos Avelina, ¿el arte contemporáneo es un refrito de refritos? ¿El artista actual ya ha perdido la ética y la moral?
AL | Ha perdido la ética. La moral es cambiante y regida por prejuicios. La ética es universal. El arte contemporáneo es una imitación de sí mismo, después del readymade no queda nada por hacer en este falso arte, ya quedó concluido, todas las obras que han seguido después de ese Adán, que es el urinario, son una reiteración de la misma idea. Tenemos décadas viendo lo mismo en museos, y lo peor, es que ya hasta los discursos se están pareciendo, están agotando su arsenal de palabras. Se van a extinguir por el aburrimiento del público y del mercado. Si no hay reto, no hay interés. Es un arte fácil sin retos, sin desafíos a la inteligencia.
Franklin Fernández (Venezuela, 1973). Artista plástico y poeta. Ha publicado los libros: La imagen doble (2006), Simples (2006), y La escritura y tú (2010). Contacto: brossamadoz@gmail.com. Página ilustrada con obras de Silvia Westphalen (Peru), artista invitada de esta edición de ARC.
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