Cuando André Breton llevó a Praga, a fines del mes de Marzo de 1935, para dictar
en compañía de Paul Eluard, una serie de conferencias durante las cuales expuso sus
reflexiones sobre el papel político del arte, publicadas más tarde en la obra titulada Opciones Políticas del Surrealismo, encontró
un grupo importante de surrealistas checos, compuesto por poetas, pintores, críticos,
lectores cultivados y diversas personas interesadas en el movimiento.
Por esta época existía ya en Checoslovaquia un grupo
surrealista muy activo, fundado un año antes, en Marzo de 1924, por el poeta Vitezlav
Nezval y el crítico Karel Teige, al que se unieron numerosas personalidades.
Treinta años después, en 1966, al morir André Breton,
los artículos publicados por la prensa literaria checo-eslovaca eran escritos por
poetas y críticos jóvenes, es decir hombres que en la época del viaje de Breton
a Praga no tenían la menor idea del surrealismo, puesto que aun estaban en su adolescencia
y muchos ni siquiera habían nacido. Los viejos amigos de Breton y los fundadores
del grupo surrealista de Praga habían muerto.
Aclaremos que ninguno de ellos murió de vejez, esa muerte
apacible que viene al término de una existencia lograda. Ninguno llegó a la edad
en que Breton murió y todos partieron prematuramente, sin consumar su obra artística,
desaparecieron antes de tiempo, aplastados por el peso de una época demasiado dura.
En plena actividad creadora un infarto de miocardio
se llevó a V. Nerval, lo mismo que a su amigo de otro tiempo K. Teige. El primero
reconocido como "artista nacional" y el otro considerado como el genio
maldito de la literatura checa. Otro poeta, Constantín Biebl, arrastrado al final
por los dogmáticos de la era estaliniana se suicidó. Zavis Kalandra, crítico lúcido
y pertinente, pereció en el cadalso. El compositor Jaroslav Jezek, exilado en Nueva
York durante la guerra, murió allí en la miseria. E igualmente durante la emigración
después de la guerra, falleció en París el poeta Jíndrich Heisler, el pintor Jindrich
Styrsky desapareció durante la guerra, algunos años antes que Jíridrich Honzl, quien
revolucionara el teatro checo. Una de las pocas personas, sino la última que sobrevivió
física y artísticamente a la disolución del grupo surrealista checo fue la Toyen
-Maria Germinova-, quien emigró en 1948 para instalarse en París, prosiguiendo con
su actividad de pintora surrealista hasta su muerte en 1980.
La disolución del grupo surrealista checo en vísperas
de la ocupación nazi hacia finales de 1936 y la muerte física o artística de sus
miembros durante los años agitados de la guerra y la post-guerra, no fueron obra
del azar, sino el resultado inevitable del destino trágico al que estaba predestinado
desde su nacimiento. En efecto, su evolución se encuentra determinada por las condiciones
históricas y políticas complejas, inextricables, que agitaban a la Europa Central
en el curso de los años treinta y cuarenta; desde su entrada en escena fue conducido
a luchas a las que sus fuerzas apenas se habían adaptado pues se trataba no solo
de liberar el espíritu humano, sino también de salvaguardar la existencia pura y
simple del hombre que ahora se encontraba gravemente amenazado.
Es igualmente significativo que el grupo surrealista
de Praga haya anunciado su creación con un texto que se abría con una paráfrasis
de las primeras palabras del Manifiesto Comunista: "Europa Revolucionaria está
asediada por el fantasma del fascismo". En este mismo texto se reivindicaba
también el materialismo dialéctico y la lucha de clases y tomaba partido por André
Breton contra los falsos surrealistas al servicio de la contra-revolución. La primera
manifestación de este grupo fue el envío de una carta al Centro de Propaganda del
Partido Comunista checo en la que -detalle insólito- los firmantes se referían a
Stalin: "quien en nombre del marxismo-leninismo se puso en contra de las tendencias
igualitarias de izquierdistas obtusos". El Partido Comunista acogió la acción
de los surrealistas con la misma dosis de simpatía que incertidumbre. En el transcurso
de un gran debate público llevado a cabo ante unas mil quinientas personas y en
el que muchas personalidades eminentes pidieron la palabra los representantes del
Partido Comunista saludaron a los surrealistas coma aliados en el seno del frente
revolucionario, mientras le dirigían ciertas críticas, mostrando reservas sobre
todo en lo concerniente a la concepción filosófica del surrealismo, en el que percibían
una dosis peligrosa de idealismo.
De todas formas, el tono mesurado y amigable de estos
críticos era estimulante. "Nuestros críticos no tienen nada en común con la
campaña anti-surrealista desencadenada por la prensa reaccionaria", decía el
joven comunista Ladislav Stoll, el mismo que, veinte años más tarde, en la conferencia
de Escritores Checos, en enero de 1958, iba a asumir el papel de gran inquisidor.
Teige se convertía en un "genio maldito", Breton en un agente de la desviación
trostskysta, y los surrealistas en saboteadores refinados, que solo se habían adherido
a la política del Partido Comunista para minarlo desde el interior. Es cierto que
estos veinte años conllevan el signo de grandes cambios: la revolución española
fue ahogada en sangre; los procesos de Moscú proyectaron una sombra negra en el
espíritu y en el corazón de millares de comunistas del mundo entero; la creciente
amenaza del fascismo hitleriano, tras la cumbre de Munich, entrañaba el desmembramiento
de Checoslvaquia y terminaba en guerra. El grupo surrealista se disolvió y sus miembros
tuvieron que exiliarse o sumirse en la clandestinidad, pero, por una trágica paradoja,
estos años negros fueron para los surrealistas checos menos fatales que los de la
época siguiente, marcada por Stalin y el culto de la personalidad, la cual lleva
los frutos monstruosos de la concepción stalino-zdanovianna del arte, en la cual
este es considerado como un medio al servicio de las tareas políticas más inmediatas:
el arte se convierte así en un simple instrumento en manos de los políticos; privado
de su esencia, deja de ser libre expresión de un pensamiento poético y se convierte
en interprete del funcionario situado tras el poeta, o peor aún, directamente en
su cabeza.
La práctica del sacrificio del yo, de la autocrítica
hasta la autodestrucción -tan característica de la vida política y cultural de los
países socialistas durante el primer decenio de la posguerra- tiene profundas raíces
históricas y filosóficas. La evolución de la mayoría de los surrealistas checos
y eslovacos fue compleja y es por vías singularmente sinuosas que llegaron al surrealismo.
Nezval y Teige, por ejemplo, antes de convertirse en los jefes de mando del movimiento,
habían negado durante largos años todo valor, estético, moral o político a la rebelión
surrealista. Todos eran comunistas militantes o simpatizantes mucho antes de su
adhesión al surrealismo, y puede decirse que igualmente no lo hubieran aceptado
sino en la medida en que lo pudieran armonizar con su concepción comunista del mundo.
De hecho, como la política cultural stalinista iba a lograr que este acuerdo entre
la revolución social y la rebelión poética se hiciera cada vez más difícil y finalmente
imposible, todos se encontrarían, más tarde o más temprano, en la encrucijada donde
era necesario elegir decididamente entre el comunismo y el surrealismo. Algunos,
como Teige y Toyen, decidirán separarse de los comunistas desde el momento del proceso
de Moscú. Pero otros, a decir verdad la gran mayoría, elegirían la vía opuesta,
convencidos de que su elección iba acorde con el sentido de la declaración hecha
por André Breton en el periódico Halo-Noviny,
durante la estancia en Praga, en marzo de 1935: "El arte de la propaganda se
justifica plenamente en un período de crisis, y Maiakovski ha probado que puede
defenderse como arte". Por una interpretación inocente y dogmática de dicha
declaración de Breton, llegaron a concluir que la situación presente -considerada
como un período de crisis- el arte exigido por los dirigentes políticos era preferentemente
justo y válido, con mayor razón si el socialismo era para ellos una etapa indispensable
en el camino de la liberación del hombre. Ni decir que las obras nacidas bajo tal
estado de espíritu eran de una mediocridad lamentable. La negación del surrealismo
se traduce a fin de cuentas en una negación pura y simple de la poesía y de sus
ideales revolucionarios, lo que no favorecía en nada la liberación del hombre, sino
que al contrario contribuían a subyugarlo, a obligarlo a aceptar todas las ignominias
de la era staliniana, a alejarlo de todo pensamiento creador.
Estos momentos trágicos que tan profundamente marcaron
la evolución del surrealismo en Checoslovaquia, no lograron sin embargo interrumpir
la continuidad del movimiento: esta ha sido asegurada durante estos 50 años por
decenas de poetas, teóricos, pintores y filósofos y continúa hasta nuestros días
con la actividad del actual grupo checoeslovaco, compuesto por personalidades como
Karol Baron, Frantísek Dryje, Josef Janda, Jiri Koubek, Albert Marencin, Alcoa Nadvornlikova,
Ivo Purs, Martin Stejskal, Ludvik Svab, Jan Svankmajer, Eva Smankmajerova y especialmente
el teórico del grupo Vratislav Effenberger, que murió el 10 de Agosto de 1986. Lejos
de ser nada más que un pálido reflejo de los movimientos predecesores -animados
por Karel Teige en Checoslovaquia y André Breton en Francia-, este grupo particularmente
orientado en el sentido de la creatividad y de las actividades colectivas asegura
y reafirma la persistencia de la sensibilidad y del pensamiento surrealista por
medio de incesantes investigaciones e invenciones poéticas nuevas.
Karel Teige decía hace veinte años: "El Surrealismo
se encuentra hoy en la situación de un naufrago. Compréndanme bien: un naufrago,
es alguien que ha atravesado una tempestad y que se encuentra en un aprieto, pero
que no ha podido hacerse escuchar ni dar signos de vida; en consecuencia, se le
da por muerto. Hoy en día el menor signo de su retorno hace temblar a quienes se
preparaban a vivir confortablemente de su herencia y que, para decirlo todo, esperaban
secretamente que este pensamiento dinámico y rebelde, perdido desde hace tiempo,
no volviera nunca más a trastornar el orden y la calma llana de la vida cultural...".
Estas palabras de Teige resultan hoy más actuales que nunca.
Albert Marencin (Tchecoslováquia, 1922). Poeta e artista plástico ligado ao Surrealismo.
Texto traduzido para o espanhol por Oscar González, cujo carinho do envio para a
redação da Agulha Revista de Cultura veio acompanhado das seguintes palavras: "Este
ensayo, en francés, me fue enviado por él - Marencin -, a través de una persona
en Francia, y después de tenerlo por ahí, entre mis libretas y folderes apareció
de nuevo. Considero que no ha perdido su
actualidad, cuando hoy, ya no existe la República Checoslovaca, sino Eslovaquia
y la R. Checa, lo cual demuestra y prueba de manera incontestable que la sensibilidad,
la creación y la poesía no tienen fronteras." Contato: ojgonzal@sigma.eafit.edu.co.
Esclarecedor, el artículo
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