Intento acercarme a la obra Nadja de André Bretón con la intención
de desentrañar la dimensión de la locura en tanto configura líneas de sentido que
posibilitan el cruce de la surrealidad con la vertiente de la inspiración poética
del pensamiento platónico. En primera instancia, se procederá con la caracterización
de los rasgos demenciales presentes en la obra, especialmente en la relación que
establece Nadja con la ciudad y el amor para continuar con la propuesta platónica
de la demencia presente en el diálogo Ion y su correspondiente conexión con
la dimensión surreal.
La particularidad de la dimensión demencial presente
en la obra es vislumbrada principalmente a través del trazado del encuentro fortuito,
de la visión de lo momentáneo y de la propuesta de libertad presentes en el personaje
Nadja. El libro propone un modelo de mundo singular, cercano y lejano a la vez de
la experiencia ordinaria, donde el azar y el don visionario juegan un papel importante;
y otro, más extraño, donde la locura es un dato de la realidad. [1]
En este sentido interesa adentrarse en la ciudad,
específicamente en la calle, identificándola como aquel espacio de la realidad donde se vuelve posible acceder a
la experiencia del amor y de la belleza como antesalas de la libertad creadora y
del ilimitado campo de la locura. Lo interesante es que esta experiencia demencial
le es revelada al narrador de esta obra [2] no sin antes plantearse el tema de la
identidad y de su diferenciación como paso necesario para la revelación de su tarea
dentro del mundo:
Me esfuerzo en saber en qué consiste, o, más bien,
qué tiene de propio mi diferenciación. ¿No es en la medida exacta en que tome conciencia
de esta diferencia que se me revelará lo que, entre todos los hombres, yo he venido
a hacer en este mundo y cuál es el mensaje único que traigo conmigo?
La inquietud inicial del narrador por encontrar ese
rasgo diferenciador que le permita responder a la pregunta ¿Quién soy? le remitirá
indefectiblemente a la fuente diferenciadora por excelencia: el otro. Es a través del encuentro con Nadja y de su paulatino
develamiento (¿quién es ella?) la forma en que el narrador irá desentrañando aquella
diferenciación que le permita revelar el mensaje que le está encargado entregar
a sus semejantes. Sin duda, este mensaje correrá por las vías de la propuesta de
la surrealidad: la figura del encuentro fortuito, del azar, del amor, de la libertad,
es decir, de lo incondicionado, de la visión de lo momentáneo y sobreviniente, y
de la locura, rasgos que Bretón habría emblematizado en dos libros que porta en su encuentro de 1926:
Manifiestos del Surrealismo y Los pasos perdidos. [3]
Ahora bien, el narrador, junto a Nadja con la cual lleva a cabo diversos recorridos
por las calles de París, aprenderá a asir
un mundo donde cada acontecimiento se revestirá con la apariencia de señal por lo
que se verá obligado a multiplicar su atención a los hechos palpables a través de
sus sentidos, ya que serán éstos los que le permitan una comunicabilidad con dimensiones
ocultas de su inconsciente:
Me introduzco en un mundo de las súbitas aproximaciones,
el de las petrificantes coincidencias, el
de los reflejos que priman sobre cualquier otro impulso mental, el de los relámpagos
que permiten ver verdaderamente. […] Se trata de hechos que, aunque fuesen del orden
de la comprobación pura, presentan siempre todas las apariencias de una señal, sin
que pueda decirse con justeza de qué se trata, lo que hace que en plena soledad
yo me descubra inverosímiles complicidades, las que me convencen de mi ilusión cada
vez que me creo a solas en el timón del navío.
Esta constatación remite a una concepción del mundo
como aventura tanto en el plano físico-sensorial como en el mental-imaginario, donde
cada acontecimiento de la realidad tiene la potencialidad de conducir a planos desconocidos.
En este sentido habría para el narrador una
ciudad propiciadora de este tipo de experiencias: Nantes será la ciudad donde “ciertas
miradas arden por sí mismas con demasiado fuego […] allí un espíritu de aventura
más allá de todas las aventuras reina todavía en ciertos seres”. Los recorridos
por ciudades como ésta junto con París parecen ser la condición necesaria para la
aproximación, a veces obsesiva, en el oscuro fondo de las miradas de sus habitantes.
La fijación en los ojos de Nadja constituye una ventana hacia la visión de aquellos
aspectos que escapan a la cotidianeidad: “¿Qué es lo que tienen de extraordinario
estos ojos? ¿Acaso hay en ellos reflejos simultáneos de oscura miseria y de luminoso
orgullo?”. Nadja, poco a poco se convierte en la fuente inspiradora de André, éste
aprehenderá de ella las experiencias súbitas de lo extraordinario y el aliento de
libertad: “Consideré a Nadja, desde el primero al último día, como un genio libre,
algo así como uno de esos espíritus del aire que determinadas prácticas de la magia
permiten momentáneamente vislumbrar pero nunca someter a sus designios”.
En este punto, Nadja como el alma errante que sólo
se vislumbra sin posibilidad de retener,
introduce el tema de la libertad. Nadja se mueve fuera de los límites de
la temporalidad para interrogar a André sobre su reclusión en la cárcel, la que
podríamos interpretar con la carga simbólica de las ataduras de la razón: “Pero,
dime, ¿por qué tienes que estar prisionero?
¿qué habrás hecho? Yo también he estado en la cárcel. ¿Quién era yo? Hace siglos.
Y entonces, ¿tú quién eras?”. Esta interrogante remite al ámbito de lo demencial
en tanto revela un alejamiento del campo de una racionalidad reconocible. Nadja
se sitúa en la perspectiva de la locura reflejándola como un estado, como una manera
de comportarse basada únicamente en la intuición más pura, en la libertad como completo
desencadenamiento:
Por muy maravillado que yo estuviese ante esta manera
de comportarse, basándose únicamente en la intuición más pura, no dejaba de sentirme alarmado al comprender que, cuando la dejaba,
Nadja volvía a ser arrastrada por el torbellino de la vida corriente, la que parecía
desenvolverse aparte de ella.
La intuición de Nadja, como base de su comportamiento,
determina también la noción de amor que transmite la obra. Nadja propone el amor en el sentido de su unicidad
e improbabilidad: “Es posible que no haga estado a la altura de lo que Nadja me
proponía. Pero, ¿qué me proponía? No importa. Sólo el amor, en el sentido que yo
lo entiendo –misterioso, improbable, único, confundidor e indudable amor-, el amor,
en fin, a toda prueba”. Estos rasgos perturbadores derivados del principio intuitivo
emanado por Nadja no sólo afectan a la noción de amor sino también a la inspiración
creadora, tema especialmente apreciado por Bretón para su concepción surrealista.
Nadja sostiene el báculo de la inspiración como un juego, una fuerza imantadora
de lo momentáneo y sobreviniente:
Esta declaración de Nadja implica la idea de la elucubración
como modo de sostén de la experiencia. La invención de historias bajo el manto de
la ocurrencia inmediata, equivale a dejar al descubierto el funcionamiento de los
mecanismos del inconsciente, del más oscuro y pedregoso ámbito de la existencia.
Allí, lejos de la racionalidad, se mueven los hilos de la(s) historia(s) de Nadja.
En este sentido, sería pertinente la vinculación entre esta inspiración creadora
con la alusión a los mecanismos inconscientes de la creación artística enunciados
por Platón a través de la piedra que Eurípides llamó magnética y la mayoría heraclea.
Para Sócrates no existiría una técnica en el rapsoda Ión para hablar sobre las hazañas
ilustradas por Homero sino que existiría una fuerza divina que le mueve parecida
a la que hay en la piedra imantada. Sócrates explica que esta piedra, no sólo atrae a los anillos de hierro, sino que
mete en ellos una fuerza tal, que pueden hacer lo mismo que la piedra, o sea atraer
otros anillos, de modo que a veces se forma una gran cadena de anillos de hierro
que penden unos de otros. Así, a todos ellos les viene la fuerza que los sustenta
de aquella piedra. De este modo, la Musa misma crea inspirados y por medio de ellos
empiezan a encadenarse otros en este entusiasmo. De ahí que todos los poetas épicos,
los buenos, no dicen todos sus bellos poemas gracias a una técnica sino porque estarían
endiosados, dementes y posesos.
Este postulado contenido en el diálogo Ión
de Platón permite establecer la relación entre la concepción demencial de la inspiración
creadora de Nadja, quien efectivamente actuaría
bajo el signo de la posesión en su continuo relatar de historias, y la imantación
que ejercería la piedra heráclea, situación acaecida a los poetas durante el misterio
de su creación artística.
Bajo este prisma, vincular el surrealismo bretoniano
con una de las directrices del pensamiento platónico resultaría coherente,
sobretodo si tenemos en cuenta el automatismo psíquico al que alude Bretón como
rasgo característico de su movimiento.
En este punto cabe preguntarse si la demencia que
provoca la piedra imantada y la locura de Nadja podrían convertirse en ventanas
mediante las cuales se volviera posible poner al descubierto aquellas perturbaciones
y universos caóticos que nos habitan.
1. Cedomil Goic. “Cartas poéticas de Gonzalo Rojas”. Estudios filológicos
# 36 Valdivia, 2001.
2. Recordemos que esta obra presenta, en cuanto a su clasificación, una riqueza
de interpretaciones muy variada: puede ser leída como un documento, un diario de
vida, un informe médico, una novela autorreflexiva o una metanovela.
3. Para comprender la dimensión surreal a que hacemos referencia, conviene
tener presente, además de estas dos obras de Bretón, una de las obras capitales
del surrealismo publicada en 1926: Le Paysan de Paris. Entre sus variadas
direcciones, se puede encontrar el tema relacionado con los paseos, deambulaciones
o derivas del autor por París, para encontrar, sin proponérselo, lo maravilloso
cotidiano, el azar objetivo y los lugares metafísicos que la ciudad puede procurarle.
Carolina A. Navarrete González (Chile). Doctoranda por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Actualmente
colabora en la redacción de la revista Anales
de Literatura Chilena de la PUC y coordina
la edición de la revista Digital de Crítica, Ensayo, Historia del Arte y Ciencias
Sociales Crítica, específicamente el Área de Literatura Latinoamericana
Contemporánea. Dentro de sus publicaciones se encuentran una serie de artículos
en revistas nacionales e internacionales donde ha enfocado su interés en diversas
áreas de la literatura hispanoamericana. Contato:canavarr@puc.cl.
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