Quizá uno de los movimientos de arte más interesantes y sin duda, de los más
desconocidos y menos "asimilado", en todo sentido ha sido el
movimiento Dada -1916-1920-. Es su condición y su característica de escándalo,
de incitación y de provocación rebelde contra todo, lo que puede causar su
ocultamiento; pero a muchos artistas esta revolución artística les ha sido
fundamental y de ella han extraído nuevas formas y nuevos estilos para sus
obras. Dada no era solamente la destrucción por la destrucción, sino que como
resultado de la Guerra del 14, los ideales y los sueños habían sido destruidos
y exterminados. La razón se hizo sinrazón, la esperanza se hizo desesperanza
irrevocable en el destino del hombre. La exaltación de la ciencia y su poder
quedaron demostrados.
Era el momento decisivo y determinante para
comenzar lo nuevo, y la intención no bastaba, había que ir más allá de lo
establecido, de lo condicionado y de la demostración racionalista y positivista
del mundo y del arte, por ello mismo había que instaurar una manera nueva de
construir sobre la base de la destrucción del orden anterior. Y por eso mismo
había que rechazar el pasado e invocar el presente sin restricciones y sin
miedo; de ese modo se mezclaron sin más explicación: impresionismo, cubismo, futurismo
que llevaron inevitablemente hacia el Dadaísmo.
Este intento de Dada es el que procuraremos
mostrar, por medio de las obras y de los textos de Picabia y de Schiwtters,
dándole relevancia al momento histórico que lo determinó y que lo hace formarse
y revelarse, con las características de un movimiento estético o antiestético.
Haremos en consecuencia un trayecto histórico de lo que allí ocurrió y cómo
ocurrió, y de las obras y antiobras que se proyectaron e intervinieron en la
modernidad de manera muy evidente, dado sus poderosos elementos de ironía y de
Umor -Vaché- que lo poseyeron. El hilo de la historia, es lo que Dadá también
de una forma u otra continúa, muy en contra, inclusive de los mismos Dadaistas.
Como lo decía Tristán Tzara: "Dada ha intentado, no tanto destruir el arte
y la literatura, como la idea que de ellos existía" (1973).
Dentro de la perspectiva, desde la cual abordaremos
lo relacionado con el movimiento Dadaísta y con la intención de probar, de
manera muy particular y especial, hallar los hilos imantados que conectaron
este movimiento con los movimientos modernos, y la poderosa incidencia que ha
tenido en ellos, es necesario decir que haremos unas indicaciones sobre la
historia y en relación con las reflexiones y construcciones estéticas, que
llevaron a Francis Picabia y a Kurt Schwitters a hacerse a una antiestética que
los caracterizó de manera determinante y decisiva, en su tiempo y que a la vez
les impulsa a hacerse también a una estética muy personal.
En el sentido de lo antiestético, es esencial decir
que para nosotros lo antiestético está apoyado en la tesis del artista Luis
Felipe Noé: "Lo antiestético es lo que no cae dentro de los supuestos de
un determinado orden" (1988). Lo estético, entonces sería aquello que se
concreta desde y sobre el idealismo del arte, contra la cual hace su intento de
derribamiento el Dadaísmo. Destruir, y destruir todo aquello que no estuviera
dentro del nuevo orden que se buscaba instaurar. Por eso mismo entonces, en
esta tarea era absolutamente irrevocable ser radical, intolerante y no tener
medida del deseo y de la exaltación. Este movimiento, más que nada es un
movimiento de la exaltación, más que de la destrucción por la destrucción del
"orden establecido", como muchos teóricos e historiadores lo proponen
y lo presentan. Es más que una incitación hacia tener la tensión de una
posición irreverente, insolente e irracional, como una forma más también de lo
racional, que se realiza y se proyecta en otro sentido, en un sentido de
exceso. Es pues, una razón que se mezcla lucidamente con la sinrazón, es un
sentido que se combina con el sin-sentido.
Y es así como el Dadaísmo de Kurt Schwitters
(1887-1948), Hannover; y el Dadaísmo de Francis Picabia (1879-1953), París; son
para nosotros, una manera de indicarnos una metódica que proviene de una
exaltación de sí mismos, que sin duda, ha tenido que ver con el Dada, y que
para ellos obviamente era una forma de vivir su momento histórico, con todo el
instinto y toda la "concentración de las necesidades" de estar en él,
de intervenir decididamente en él. No había como exonerarse o eximirse de
llenarse de todo lo que ocurría allí. Distribución del caos y la turbulencia,
del escándalo y de la ironía.
Esa nueva estética es la que proviene entonces de
Nietzsche, de Rimbaud, de Ensor o Münch, en quienes ya estaba concentrado y
condensando todo el sentido de lo nuevo, la revelación de un estilo que ya no
consideraría realizable el sueño tranquilo y cómodo, sino la oscuridad y la
desesperación, la crueldad y la aniquilación: el expresionismo.
La realidad había terminado con todo; la Guerra del
14 había sido totalitaria y destructiva. No había quedado nada del hombre. Todo
tenía que comenzar de nuevo, hacerse de nuevo: la razón, la historia, la
estética, el arte. Es en este sentido como entonces lo que tenía que hacerse
devendría de lo más extraño, de lo más raro y de lo más insólito. De allí, era
de donde podía extraerse lo nuevo.
Como lo dice Picabia: "La poesía, la pintura,
tal como yo las he vivido, son una existencia voluntaria en medio del hielo, la
búsqueda de todo aquello que ha sido proscrito por el orden establecido. Yo no
rechazo un ideal, me limito a ponerme en guardia frente a él. En la afirmación
de la vida, en la voluntad de vivir, ahí es donde he creído reconocer el hilo
conductor que lleva al arte." (1986). Lo mismo ocurre con Schwitters, que
intenta todas las formas, que interviene y media con todos los estilos, que
extiende sobre las cosas el poder de sus percepciones y la estructura sensible
de sus sensaciones. Es un observador irreductible, todo lo mide, lo lleva a una
exactitud en sus construcciones que son realmente maravillosas, los Merz; lo
musical. Nada se le queda por examinar, por excavar, y como lo dice Hans
Ritcher: "Hacia todo (…) con una vivacidad de instinto y de espíritu y una
intensidad que no decaía nunca." (1973.
De tal modo que lo que aquí observamos es el cómo
de una decisión totalmente clara y sin oscuridades, llena de intención, como ha
de ser la decisión del artista, y tanto Picabia como Schwitters así lo probaron
y lo demostraron. Habiendo sí, es necesario decirlo, unas condiciones que lo
propiciaron, como las que ya hemos indicado. De la nada había que construir lo
nuevo y condenar con la misma decisión aquello que hasta ese momento había sido
un obstáculo para realmente acceder al verdadero arte, que para ellos tendía a
estar fundido y fusionado con la vida, la vida verdaderamente vivida.
Por eso hallamos que instinto e intensidad serán
para Schwitters los medios básicos para ello. Exaltación y asombro. Y para
Picabia serían el movimiento de sí y la rebeldía contra sí, para intervenir
todo aquello que la modernidad le incitaba, excediéndose en lo que más le
fascinaba excederse: el consumo y su otro sentido, la consumación de la vida,
como resultado de una decisión inalienable.
Dada lleva a todo eso, quizá a mucho más, pero
también como se participaba y se intervenía en el movimiento, ni Picabia ni
Schwitters se adhirieron totalmente. Eran más o menos unos
"outsiders" dentro del movimiento, cuyos principios y condiciones
provenían siempre de Tzara, de Huelsenbeck o de Hausmann; quienes eran los
dadaistas mayores, si podemos decirlo de esa manera.
Picabia entonces, es aquel artista que hace un
trayecto muy interesante entre todos los movimientos de la modernidad, le
interesa todo, le atrae todo y le imanta todo. No hay forma, no hay estilo en
el que no incursione o el que no domine; está preparado para abordarlo todo,
sin condicionamientos y sin inhibiciones, como un "Caravanserail"
(1973), como un "Hebdomeros" (1977). Todo hay que probarlo; su
estética es pues la de un hedonismo mayúsculo. Irreverente y obsesivo. De esta
manera lo describe Marcel Duchamp: "La carrera de Picabia es una serie
caleidoscópica de experiencias artísticas, apenas unidas entre sí en su
apariencia externa, pero caracterizadas todas ellas al amparo de una fuerte
personalidad (…). Picabia, terriblemente prolífico, pertenece a esta categoría
de artistas que poseen la herramienta perfecta: una imaginación incansable"
(1978). Picabia quiere tener dominio sobre sí mismo, y ese dominio
incondicional sobre sí mismo es el medio que le hace orientarse hacia lo
desconocido. No lo teme y quiere más bien vivir en esa temperatura de lo
indecible. Formas que prueba, sensaciones que lo extenúan, lo excitan y que de
la misma manera, por la conciencia del instante, las abandona sin problema y
sin melancolía. Hay que abandonarlo todo, para poder ser.
No tiene, entonces Picabia una estética
determinada. Podríamos decir que la estética es él, su exaltación. Y que su
antiestética es la rebeldía sin concesiones que instala sobre la realidad.
Insurrección de sí y de los sentidos, para hallar lo nuevo, para conocerlo.
Dada le realizó en ese sentido, puesto que Dada era lo que él era: anti-todo.
No obstante el carácter destructivo de Dada, lo que Picabia hace dentro de él
es fortalecer el carácter de su estética crítica y sensible; ya que lo
destructivo de Dada era también, una manera de construcción de otro orden,
establecido ó no, era otro orden, como ha quedado demostrado históricamente.
La insistencia y la obsesión de Picabia por las
estructuras de movimiento y las condiciones de la técnica, su evolución y su
desarrollo, siempre le inquietaron; esto es muy evidente en cuadros como:
"Voilá la femme" (1915); "Parade amoureuse", "L'enfant
carburateur" y en la "Novia"; estos tres de 1917; que ilustran
con exactitud hacia donde se movían los intereses artísticos de Picabia; cuál y
cómo era la insistencia de su estética por estos elementos nuevos y
sorprendentes, que ya habían sido tratados por el Futurismo mismo en 1909. Esto
hace que Picabia se muestre en todo momento moderno, y la vez extrayendo de ese
momento todo lo que tenía de más necesario para él, para su propósito
artístico. Extraía de esa realidad, de esa historia y de esa modernidad lo que
le era más propicio y perturbador.
Schwitters mantendrá sin duda, unas relaciones muy
controversiales y contradictorias con Dada, por su misma formación y por su
misma manera instintiva de acercamiento a la realidad. No es, ya lo hemos
dicho, una adhesión total, si no con prevenciones concretas y que él mismo no
ocultaba, como lo indicaba G. Hugnet: "Schwitters se une a dada pero dada
no siempre le quiere. En Berlín le rechazan. Su actitud apolítica, dictada más
por la prudencia burguesa que por una repulsa fundamentada, irrita hasta tal
punto a Huelsenbeck y Hausmann que estos declaran inmediatamente que Schwitters
no ha pasado por la iniciación dadaísta" (1973). Es contundente la
transparencia con que este hecho se haría siempre inocultable por Schwitters,
que entonces lleva cada vez más al extremo todo lo que sería, en nuestra
consideración, lo que para él era y sería toda su vida Dada. Queremos decir:
Schwitters hace su Dadaísmo y por eso hacia 1924 promoverá el
"movimiento" Merz. E inventa esta serie de construcciones, dándoles
un carácter muy de él. Este, su Dadaísmo es lo que queda de una posición
irrevocable y radical, como era él, en todo lo que hacía. Queda dicho que los
dadaistas mayores, consideraban necesaria y esencial, lo que ellos llamaban, a
la manera hermética, una "iniciación" y que por ello mismo,
Schwitters no podía ser Dada, o sea un iniciado en el movimiento, tal y como lo
revela Evola, en uno de sus ensayos más luminosos titulado: "L'Art
Abstrait et le Dadaisme" (1982). ¿No sería entonces esa la vía dadaísta:
iniciación y revolución de todas las formas y medidas racionales y positivistas
para la vida y para el arte?
Los collages de Schwitters son construidos y
formados, instalados y ensamblados con todo aquello que él encuentra, donde
este y haciendo lo que esté, está preparado para el encuentro, para hallar
cosas de toda índole y naturaleza. No le interesa para nada, sino el poder de
revelación que esas cosas tienen para él, lo que ellas le dicen y lo que les
posee de secreto, inaccesible. Schwitters hace del encuentro con las cosas una
mística que se desencadena de su sensibilidad exacerbada de la observación.
Extrema metódica de la observación, que se apoya, si es que tiene apoyo en el
azar.
El azar es el principio liberador y tentador, él
que llama a las cosas y las posee. Inmerso en el deseo de hallarlas, Schwitters
se da una estética de la catharsis, y por eso mismo libre y liberado puede
introducir, las cosas en sus cuadros, en sus telas, eso son sus collages. Lo
cual podemos observar en "Merzbil (Le Psychatre) (1919); "Merz 94
(Tache verte)" (1920) o en "Merz (Construction) de 1921. Todo esto,
aunque parezca absurdo, esta contenido con una simetría extraordinaria. Es
resultado de la contención de la rebeldía contra la realidad excremencial; por
eso la ironiza, para hacerla más hermosa y trascendental. Excrecencias a las
que él les concede un nuevo poder de irradiación. Tal vez como lo decía O.
Mandelstam: "He llegado a tal punto que, en el oficio de la palabra, sólo
aprecio las costras, sólo excrecencias." (1995). Es allí, de donde es
necesario iniciar otra vez el trayecto de la creación y darle el peso y la
condición que ella necesita para uno mismo. Tocar lo intocable, en las cosas
mismas, en su abyección y exaltarlas.
Todo se le proporciona para hacer estas
"instalaciones", que para nosotros, no tienen equivalente en la
historia del arte; porque él extraía de su momento y realidad lo que ya nadie
podría conocer y nadie podría encontrar después. Es su estética y su
antiestética. Schwitters tiene una tensión que se realiza allí, en el instante
mismo en que el azar instintivo lo lleva hacia las cosas, lo imanta y ellas
irradian un nuevo sentido, que no tenían y que nunca tendrían de no ser por él.
Este azar, es más que nada el azar que conoce quizá
por lo que Hans Arp le indica y le dice. Para Arp, es muy importante el azar,
porque este es la exactitud y la concreción no instrumental de lo insólito.
Las "tablas" de Schwitters son -como en
"Breite Schnurchel" (1923)- exhumaciones de tablas que ya no estaban
en la realidad, que él inscribe de nuevo en ella y las exhibe con ironía y
humor. Decía: "Lo eterno es lo que más dura." Y siento, que hay una
inmensa coincidencia con lo que nos dice la artista María Teresa Hincapié, a
propósito de su performance "Una cosa es una cosa": "El instante
es la eternidad." (2002).
Schwitters nos muestra, que la decisión de
acercarse a su historia y construirla, con base al dominio de sus percepciones
y de sus sentidos que poseen las cosas, les dan vida y les dan sentido, hace
comunicable aquello que siendo un instante, no se extravía y se quiebra, sino
que cada vez adquiere y alcanza más duración y condensación. Es la duración lo
que es el instante, parafraseando, entonces a Bachelard. Y el artista
cualquiera que sea, tiene esa intención, la de durar en lo sublime del
instante. Tal como lo expresa Tzara: "El artista nuevo protesta: ya no
pinta (reproducción simbólica e ilusionista) sino que crea directamente en
piedra, madera, fierro, estaño, organismos locomotores a los que puede voltear
a cualquier lado el viento límpido de la sensación momentánea." (1983). La
dimensión del sí mismo, que es aquella, que sin extenderse libera y alcanza la
conciencia de sí, que es la que le hace devenir como artista. La sensación es
una estructura y es allí donde se revelan los instantes más intensos.
Dada ha sido una tendencia
artística -contra el arte mismo- que involucro con o sin su consentimiento a
muchos artistas que decidieron libremente adherirse a ella, sin someterse, eso
sí, como Picabia y Schwitters a la "ortodoxia" dadaísta, sino que
invirtieron la perspectiva, para poder desde allí, sobre esos principios hacer
lo que ellos querían hacer y realizar entonces, de manera consecuente su
tentativa. Dada dio cabida a todos, los más raros, los más extraños y los más
ortodoxos. Dada hizo del escándalo su esencia, pero también hizo de su postura
una estética, que hoy todavía se mantiene intacta y se proyecta sobre nuestra otra
modernidad.
*****
Oscar González. Ensayista, crítico de arte y literatura colombiano. Ha publicado La ciudad soñada (1999), Pincel de hierba (2000) y Trompeta de Mercurio, del libro y la lectura (2001).
Contato: ojgonzal@eafit.edu.co. Página ilustrada com obras de Francis Picabia
(França, 1879-1953).
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