Hace un par de años, en
una reunión de amigos en Lisboa, surgió la pregunta de cómo llegó la obra de Fernando
Pessoa a América Latina. Algunos de estos, poetas e intelectuales portugueses,
señalaron que para ellos fue Octavio Paz, el poeta mexicano, quien encontró para los hispanoamericanos la voz de
Pessoa y la esparció por el continente de habla española. No del todo
satisfecho con esta aseveración, decidí entonces empezar una búsqueda
continental, un peregrinar que se extendió por 9 países, representados por
algunos de sus poetas más relevantes, 19 en total. Éste ha sido, entonces, el
primer foco de esta investigación. Sin embargo, ella no se queda allí y he
buscado, la mayor parte por entrevistas directas, la opinión de estos poetas
sobre la importancia de Pessoa en su trabajo literario, su interpretación de
los heterónimos, y su importancia en Hispanoamérica. No todos los poetas
respondieron a mi cuestionario, lastimosamente. Uno de ellos, Antonio Cisneros,
gran lector y admirador de Pessoa como consta en muchas de sus entrevistas,
murió, dolorosamente para todos los que admirábamos a la persona y al poeta, en
los días en que le envié mis preguntas. Otros estaban enfermos. Uno salía en
esos días como embajador de su país en Irán, y otro me confesó nunca haber
leído a Pessoa. “Pero como decir esto es
tan bochornoso para mí, por favor no cites mi nombre”, me pidió
encarecidamente.
Es bien sabido que el libro pionero, que marca la presencia de Fernando
Pessoa en lengua castellana, es la traducción que hizo Ángel Crespo de los
poemas de Alberto Caeiro, publicada en Madrid en 1957. En este valioso libro
destaca Crespo los trabajos críticos
publicados en España que lo anteceden, siendo estos los de Joaquín de Entrambasaguas
(1946), Ildefonso Manuel Gil (1948), Charles David Ley (1951) y Francisco Lupi
(1952). El pormenorizado estudio del
profesor Antonio Sáez Delgado, de la Universidad de Evora, Nota sobre la recepción de Pessoa en España, es bastante explicativo,
aunque peca del desconocimiento de la traducciones de Crespo y Alonso,
enfatizando para América Hispana la traducción de Paz. Es importante anotar que
el poeta mexicano Eduardo Langagne, en su excelente trabajo, Presencia de Fernando Pessoa en México,
se limita a señalar a Paz como el crítico que introduce la obra de Pessoa en
México, sin extender su investigación a Hispanoamérica.
Si bien la situación del origen de la presencia de Pessoa en España es
bastante clara, no así la de Hispanoamérica.
Octavio Paz, en el prólogo a su Antología
de Fernando Pessoa, publicada en México, 1962, señala que supo de Pessoa
gracias a la poeta búlgara Nora Mitrani, en París. Es seguro que Mitrani sabía
de Pessoa por su relación con el surrealista portugués Alexander O’Neill. Paz
señala a continuación sus búsquedas de la obra de Pessoa, y si bien destaca a
los españoles, no hace ninguna mención a la traducción de los poemas de Pessoa
hecha por Rodolfo Alonso (1961) y publicada en Buenos Aires en la prestigiosa
casa editorial Fabril Editora, en la colección Los Poetas dirigida por Aldo
Pellegrini. Además, ya en 1960 la revista Poesía
Buenos Aires, que dirigía el poeta Raúl Gustavo Aguirre, había publicado a
Pessoa en las traducciones de Alonso. Es importante señalar que Paz fechará
posteriormente su prólogo, París 1961.
En carta reciente, el poeta Rodolfo Alonso me dice lo siguiente,
refiriéndose a Paz:
Es muy difícil que le
pasara inadvertido un volumen de Pessoa publicado en la célebre y celebrada
colección "Los Poetas", dirigida por el pionero del surrealismo en
América Latina, Aldo Pellegrini, publicada por un sello activo y prestigioso,
Fabril Editora, que estaba tan bien distribuida en todos los ámbitos de nuestra
lengua (americanos y europeos), que de inmediato tuvo que tener sucesivas
reediciones.
Con esta aseveración también concuerdan varios poetas, entre ellos el
chileno Pedro Lastra, para quien es imposible que Paz no conociera la
traducción de Alonso. Se podrían aplicar a Paz sus mismas palabras cuando dice,
en su ensayo sobre Pessoa, El desconocido
de sí mismo, que le parece imposible que éste no haya conocido la obra de
Valery Larbaud y su Barnabooth.
Debemos hacer aquí un paréntesis para divagar un poco sobre la
personalidad crítica de Octavio Paz. Cada vez va siendo más claro para los
latinoamericanos que Paz se aprovechó de varias circunstancias sociales e
intelectuales en América Hispana para imponer su maestría sobre los poetas y
los críticos de literatura. El crítico colombiano Rafael Gutiérrez Girardot ha
demostrado cómo Paz utiliza, sin citar, varios tratados de literatura mundial
para especular sobre la poesía en su célebre libro El arco y la Lira. La extraña costumbre de Paz de no citar las
fuentes en sus trabajos bajo el disfraz del ensayo, le sirvieron para ocultar
que muchos de sus conceptos e ideas eran glosas de otros autores, o que eran
casi citas directas de sus trabajos. Prueba de esto es su ensayo sobre Pessoa,
donde no encontramos por ningún lado las fuentes de su erudición.
Obviamente, la edición de Fabril Editora es la que más se difundió por
toda América, desde Buenos Aires a México. Casi no hay poeta de esa época que
no haya leído por primera vez a Pessoa en esta antología de Alonso (yo incluido
que la conocí, junto al poeta Jotamario Arbeláez hacia 1964). Incluso poetas de
la generación del 70, como el mexicano Marco Antonio Campos, leyeron por
primera vez a Pessoa en ella. No quiere decir esto que la traducción de Paz no
tuviera difusión. De hecho la tuvo y algunos poetas, valga el caso del
colombiano Carlos Enrique Ruiz, se encontraron con Pessoa en la traducción de
Paz. Pedro Lastra dice:
Para mí el libro Poemas
de Pessoa traducido por Alonso, fue el descubrimiento principal que me procuró
la valiosa colección de Pellegrini. Por cierto, el nombre de Pessoa y su
singular “invención” de personajes poéticos que eran y no eran él mismo, no nos
resultaba del todo desconocido, pero se trataba de noticias algo desvaídas
(Jorge Edwards, por ejemplo, lo había frecuentado e incluso había escrito por
esos días un artículo en un periódico santiaguino). Además, el nombre casi
homónimo de un poeta chileno ya olvidado: Fernando Pezoa, suscitó alguna vez
comentarios como éste: “Hay un poeta portugués que se llama como “el chico”
Pezoa, que así se le decía a nuestro simpático compatriota".
Posterior a esta entrevista, el poeta Pedro Lastra, gracias a su
prodigiosa memoria y capacidad investigativa, amplió estas aseveraciones, y me
indicó que a su parecer el primer artículo que apareció en América Latina sobre
Pessoa fue publicado por Jorge Edwards, el 7 de julio de 1957, en el diario El
Mercurio de Santiago de Chile. Este artículo se titula “Pessoa, renovador de la
poesía portuguesa”. Edwards, según el mismo Pedro Lastra, había descubierto a
Pessoa en Brasil, donde había pasado una temporada como diplomático.
En una ponencia presentada en Lisboa, II Congreso Internacional Fernando
Pessoa, 2010, Rodolfo Alonso nos detalla su encuentro con Pessoa:
Cuando Aldo Pellegrini
(1903-1973) siendo yo tan joven me ofreció, a fines de 1959, seleccionar y
traducir una amplia antología de Fernando Pessoa, recuerdo que fue arduo
convencer a su cuñado, Francisco Caetano Dias. Como si su familia se
avergonzara de ese extraño pariente, de vida más que anónima, que recluyó bajo
la humilde apariencia de esporádico traductor de correspondencia extranjera
para casas comerciales la gestación de su “drama en gente”, la múltiple obra de
creación que lo poblaba.
Y más adelante agrega: “Pero lo
relevante de esa primicia argentina (primera en castellano con los heterónimos,
primera en América Latina) no se limita a su concreción, de hecho pionera, sino
también a la intensidad con que fue recibida en todo el ámbito de nuestra
lengua. La aceptación de los lectores fue tan inmediata que en contado plazo, sin
publicidad alguna, exigió sucesivas reediciones, anticipando lo ahora evidente: Pessoa
conquista sus admiradores de a uno, de persona a persona, por la propia
potencialidad de sus poemas, sin que se trate en absoluto de un éxito programado,
superficial, y de forma tan indeleble que todavía -me consta- aquella edición
se conserva en bibliotecas privadas como un acontecimiento, y en el corazón y
en la memoria como un entrañable compañero, de huella perdurable”.
Esto
lo confirma claramente la investigadora Ana Lucía de Bastos: “Na entrevista que fizemos a Rafael Cadenas
(…), este afirma ter lido Fernando
Pessoa no ano de 1961, na edição que esse ano publicara a Fabril Editora, como parte da colecção “Grandes poetas del
siglo XX”, onde também conhecera poemas
de Oscar Milosz. Esta editora argentina apresentou, na altura, o que seria a primeira antologia em espanhol
que continha tanto poemas de Pessoa ortónimo, como poemas dos três heterónimos mais conhecidos: Álvaro de Campos, Alberto
Caeiro e Ricardo Reis. Em Espanha,
apenas se tinha publicado, em 1957, Poemas
de Alberto Caeiro, traduzidos
por Ángel Crespo, na editora Rialp. O editor encarregado da edição argentina foi Aldo Pellegrini, que é também
o precursor do surrealismo na América do Sul.”
Pero tal vez es el poeta Álvaro Mutis quien nos da una versión también
lejana de los comienzos de la presencia de Pessoa en nuestra América. En 1963,
en su epílogo a la traducción de Francisco Cervantes de Oda Marítima, señala Mutis lo siguiente: “Esta primera edición en español de la “Oda Marítima” nace de una
curiosa cita de coincidencias. Primero fue un elogio de Pessoa hecho en el Café
Automático de Bogotá, allá por los últimos años cuarenta, por el poeta José
Umaña Bernal, recién llegado de Lisboa donde residiera como diplomático”.
Es obvio que el nombre de Pessoa quedó resonando en Mutis, y más si recordamos
que el escritor brasilero Joao Guimaraes Rosa en su estadía en Bogotá durante
estos años como diplomático, fue buen amigo de Mutis y García Márquez.
Como dato curioso debo señalar que el poeta Umaña Bernal publica en
1952, en la Editorial Losada de Buenos Aires, su libro de poemas Diario de Estoril, donde reúne poemas
escritos en Portugal durante los años 1945-47. Además de sus poemas dedicados a
Lisboa, Umaña Bernal incluye un par de poemas con tema de las canciones del
fado.
En el mismo prólogo Mutis escribe que gracias a su amigo John G. Page
consigue la edición de la obra de Pessoa de José Aguilar, Río de Janeiro 1960,
enviada desde Nueva York a México, donde reside Mutis, y dice: “Llegaron los dos ejemplares y durante
semanas no se habló ni se pensó en otra cosa que no fuera Pessoa y su mundo
particular y devorante. Después vino la edición de las traducciones de Paz, con su magnífico prólogo.”
Es decir, que Mutis, integrante activo del mundo intelectual mexicano del
momento, amigo muy cercano de Paz, pudo haber sido como se rumora, quien
impulsó directa o indirectamente a Paz a traducir a Pessoa. (Desafortunadamente
no me fue posible confirmar este dato ya que cuando hablé con él estaba
convaleciente de algunos problemas de salud, y desistí de la entrevista). Por
otro lado, Mutis por lo general se niega a dar este tipo de declaraciones. La
obra de Pessoa es pues capital para Mutis. En su magnífica conferencia titulada
La desesperanza, de 1965, califica a
Pessoa como el máximo poeta de la desesperanza, calidad del poeta mayor, y cita
apartes del poema Lisbon revisited,
en traducción de Francisco Cervantes.
La bien conocida carta de Jorge Luis Borges a Fernando Pessoa donde al
cerrar Borges le pide a Pessoa ser su amigo, ha suscitado múltiples ensayos y
estudios críticos en América Latina. Entre ellos valga destacar los trabajos de
Daniel Balderston, y el de Joaquín de Montezuma de Carvalho. Mientras el estudio crítico de Balderston es
rigurosamente académico, el de Joaquín de Montezuma es un recuento de su
conocimiento íntimo de Borges, y de sus relaciones con la literatura
portuguesa. Ambos están de acuerdo en que los dos escritores portugueses que
destacan en las preferencias de Borges fueron Camoes y Eca de Queiroz. La
diferencia es que Montezuma de Carvalho trata de probar que Borges no leyó a
Pessoa, y para esto señala sus diversos encuentros con él y su vacilación ante
el nombre de Pessoa. Balderston nos indica que ya en 1960 Borges incluye a
Pessoa en su nueva entrada sobre literatura portuguesa para la Enciclopedia Practica Jackson, la
primera la había hecho en 1951. Esta entrada no aparecerá sino hasta mucho
tiempo después. Añade Balderston, siguiendo las especulaciones de Emir
Rodríguez Monegal, que es muy posible que Borges haya conocido a Pessoa en 1924
durante su estadía en Lisboa por varios meses. Coinciden los críticos que es
difícil suponer que Borges no haya conocido la revista Orpheu, dado su profundo interés y participación en las vanguardias
de esta época.
Es interesante señalar que la revista Sur, que dirigía Victoria Ocampo, y que fue la revista más
importante en Buenos Aires durante gran parte del siglo XX, con amplia repercusión
en América Latina, no publica nada de Pessoa, así como otras revistas de las
décadas del 40 y el 50, Mito en
Bogotá, Orígenes en La Habana. Como
nota al margen el crítico y narrador cubano, José Prats Sariol, me comentó hace
poco que él estuvo presente un día a mediados de la década del 60, en casa de
José Lezama Lima, uno de los directores de Orígenes,
y escuchó un diálogo muy animado entre éste y Virgilio Piñeira, el célebre
narrador cubano. El tema era la importancia de la obra de Pessoa, y de su
heterónimo Álvaro de Campos. Sin embargo, no hay escrito conocido de ninguno de
los dos sobre Pessoa.
Escuche hablar de Pessoa
en 1954”, nos dice el poeta mexicano Hugo Gutiérrez
Vega. “Un amigo portugués me dio a conocer algunos poemas, pero fue hasta
1963 cuando empecé a leerlo rigurosamente. Esto fue gracias al poeta Murilo
Mendes, a quien conocí en Roma. Murilo me sugirió que leyera "Hora
absurda", pues era una excelente puerta de entrada a la obra de Pessoa y
sus colegas que vivían dentro de él”. Y luego agrega: “Cuando lo empecé a leer rigurosamente
lo hice en la edición brasileña de Aguilar.
Valga enfatizar aquí la importancia que tuvo en América Latina la
edición brasileña de José Aguilar. Es gracias a esta edición que Francisco
Cervantes conoce la obra de Pessoa. Oigamos como lo recuerda Mutis, en el mismo
epílogo citado antes: “Un día, el
ejemplar de las obras de Pessoa que pertenecía a Page cayó en manos del joven
poeta mexicano Francisco Cervantes. Sin conocer entonces el portugués, Cervantes
se fue abriendo paso en la poesía de Pessoa con un furioso tesón nacido de una
profunda y complicada red de simpatías con el poeta lusitano. Un día nos
sorprendió a todos con la noticia de que había traducido la “Oda Marítima”.
La presencia de la obra de Pessoa transforma y modela a Francisco
Cervantes por el resto de su vida, tanto que llega a escribir en portugués, a
vivir por una temporada en Lisboa. Cervantes en su poema “En la tumba de Fernando Pessoa”, fechado en 1975, nos dice:
El Atlántico y sus
llagas,/El mar oscuro de sus noches/Por algún mandato oblicuo,
ciertamente,/Trajeron a este ser hasta la tumba./El aire, los aviones,/la
música de tu alma/Y algún afecto lusitano,/El encuentro con mí mismo;/Entre el
otoño, Los Placeres,/Maestro de este siglo y otros muchos/Nos trajo de otro
mundo./Es doloroso el aire de este sitio,/Luz de Lisboa, la más bella de la
tierra,/Mas falta tu presencia./Si enorme allá en tu obra/¿Cómo tarda tanto el
mundo en recibirte?
Esta impaciencia por la recepción de Pessoa cunde por América Latina.
Paradójicamente, Pessoa no se convierte en un poeta colectivo como lo fueron
Lorca o Neruda. Pessoa es un poeta personal (recordemos las palabras de
Alonso), y más que personal, es un poeta íntimo, y sin embargo la necesidad de que
su nombre y su obra se conozcan dicen de un poeta que hay que compartir, que
incita emular, y eso lo veremos luego en poetas como Juan Gelman y Eugenio
Montejo quienes intentaron seguir el rumbo de los heterónimos de Pessoa.
Uno de los poemas más conocidos de Juan Gelman es “Yo también escribo
cuentos”, poema cuyo tema es Pessoa, su ser poeta de todos los días.
Cito un fragmento:
Había una vez un poeta portugués
tenía cuatro poetas adentro y vivía muy preocupado
trabajaba en la administración pública y dónde se vio que un empleado público de portugal
gane para alimentar cuatro bocas
Cada noche pasaba lista a sus poetas incluyéndose a sí mismo
uno estiraba la mano por la ventana y le caían astros allí
otro escribía cartas al sur qué están haciendo del sur
decía (…)
tenía cuatro poetas adentro y vivía muy preocupado
trabajaba en la administración pública y dónde se vio que un empleado público de portugal
gane para alimentar cuatro bocas
Cada noche pasaba lista a sus poetas incluyéndose a sí mismo
uno estiraba la mano por la ventana y le caían astros allí
otro escribía cartas al sur qué están haciendo del sur
decía (…)
Este poema está firmado por José Galván, así como otros lo estarán
firmados por Julio Greco. Pero no son heterónimos sino seudónimos, que según la
crítica tienen que ver con la necesidad de Gelman de ocultar su nombre debido a
las persecuciones políticas en Argentina. Y en definitiva no están lejos del
cauce central de la poética de Gelman. No así el caso de Eugenio Montejo, quien
desarrolló una serie de personas poéticas con nombre y biografía propia, y
además con estéticas disímiles. El germen de esta forma de heterónimos es un
oscuro tipógrafo llamado Blas Coll, quien deja un libro de ensayos titulado “El cuaderno de Blas Coll” donde se dan
instrucciones para una futura literatura que entrelazaría, de acuerdo a Arturo
Gutiérrez-Plaza, una “lengua sintética y monosilábica, como la de los pájaros”,
dentro de un marco a veces regional venezolano. A partir de estas enseñanzas
surge una serie de poetas, colígrafos, así llamados por ser seguidores de Coll,
que tienen características de heterónimos: Lino Cervantes, quien escribe
caligramas, poesía experimental, Sergio Sandoval, con coplas al estilo popular
de los Llanos venezolanos, Tomás Linden, quien escribe sonetos y Eduardo Polo, con poemas infantiles. La
crítica Ana Lucía de Bastos, quien ha escrito un excelente trabajo sobre las
relaciones de la obra de los poetas venezolanos Rafael Cadenas y Eugenio
Montejo con Fernando Pessoa, señala que “la
independencia textual de los colígrafos de Montejo se ve mucho más mellada que
la de los heterónimos de Pessoa, por las constantes intervenciones de Montejo,
que surge permanentemente como un comentador”. Para Gutiérrez-Plaza el
único heterónimo en realidad es Blas Coll, que también recuerda al Mairena de
Machado.
Más allá de estas filiaciones poéticas, la presencia de Pessoa, y por
extensión la literatura portuguesa, es fundamental en la obra de Montejo, como
bien queda claro en su hermoso poema:
LA ESTATUA DE PESSOA
A Rafael Cadenas
La Estatua de Pessoa nos pesa mucho,
hay que llevarla despacio.
Descansemos un poco aquí a la vuelta
mientras vienen más gentes en ayuda.
Tenemos tiempo de tomar un trago.
Descansemos un poco aquí a la vuelta
mientras vienen más gentes en ayuda.
Tenemos tiempo de tomar un trago.
Son tantas sombras en un mismo cuerpo
y debemos subirlas a la cumbre del Chiado.
A cada paso se intercambian idiomas,
anteojos, sombreros, soledades.
y debemos subirlas a la cumbre del Chiado.
A cada paso se intercambian idiomas,
anteojos, sombreros, soledades.
Démosle vino ahora. Pessoa siempre bebía
en estos bares de borrosos espejos
que el Tajo cruza en un tranvía sonámbulo.
¿Por qué no va a beber su estatua?
en estos bares de borrosos espejos
que el Tajo cruza en un tranvía sonámbulo.
¿Por qué no va a beber su estatua?
Con todo el siglo dentro de sus huesos
vueltos ya piedras llenas de saudades,
casi nos dobla los hombros
bajo el silencio de su risa pagana.
vueltos ya piedras llenas de saudades,
casi nos dobla los hombros
bajo el silencio de su risa pagana.
No hay que apurarse. Llegaremos.
Lo que más cuesta no es la altura de su cuerpo
ni el largo abrigo que lo envuelve
sino las horas del misterio
que se repliegan pétreas en el mármol.
Lo que más cuesta no es la altura de su cuerpo
ni el largo abrigo que lo envuelve
sino las horas del misterio
que se repliegan pétreas en el mármol.
Cuando a diario soñó por estas calles
y desoñó y volvió a soñar y desoñar;
el tiempo refractado en voces y antivoces
y los horóscopos oscuros
que lo han cubierto como una gruesa pátina.
Alzar sólo su cuerpo sería fácil.
Aunque se embriague no pesa más que un pájaro.
Rafael Cadenas conoce la obra de Pessoa a través de la traducción de
Alonso en 1961. Diversos análisis críticos señalan la deuda de Cadenas con
Pessoa en sus primeros libros, y en especial en su conocido poema “Derrota”. En una entrevista que le hice
recientemente, al preguntarle el impacto que le hizo leer por primera vez a
Pessoa, el poeta dice: “Tremendo, yo me sentía a
menudo deprimido y Pessoa me acompañaba, mejor dicho, Álvaro de Campos. Me
parecía que él daba voz a mi estado. Yo no había conocido una expresión tan
cercana al feeling más íntimo”. Creo que esta
última frase resume mejor que cualquier análisis la relación de Cadenas con
Pessoa. En esa misma entrevista nos dice: “Después
de Álvaro de Campos, el que me interesa más hoy por mi proximidad con él es
Alberto Caeiro”. Pessoa estará siempre allí, hay un Pessoa para cada
momento en la vida.
Otro importante poeta venezolano, que empieza a publicar en la década
del 50, Juan Calzadilla, también establece una relación profunda con la obra de
Pessoa, tanto que le dedica 7 poemas. Calzadilla es fundamental en la formación
de la vanguardia artística en Venezuela de la década del 60. Creo que es
importante darles a conocer a este poeta latinoamericano, poco conocido, pero
indudablemente uno de los más grandes:
MÁSCARAS
II
Según Pessoa, la puerta para ser otro
siempre está abierta.
Basta con que echemos una mirada
al interior de nosotros. Enseguida
nos entra el deseo de efectuar la mudanza.
*
PESSOA
Es un hombre melancólico pero puede escribir.
En Lisboa pocos le conocen pero puede escribir.
Se gana la vida de 10 a 4 en un almacén,
pero puede escribir.
Es alcohólico e insomne pero puede escribir.
No tiene un gran amor en su vida pero puede escribir.
El factor común es que puede escribir.
Todo lo demás qué importa.
SOBRE
EL DERECHO A ENLOQUECER
Según Pessoa debemos estar siempre listos para enloquecer Eso garantiza
que la locura no nos coja por sorpresa. Ni se convierta en decepción para todos
los que esperaban de mí una cordura larga y bien remunerada. Y a tiempo
completo.
Enloquecer -concluía
Pessoa- es un derecho natural. Lo que no me parece natural es que el que
enloquezca por derecho propio no llegue a estar tan consciente de su locura que
no pueda hacer uso de tal derecho para recobrar la razón.
A principios de esta década empiezan a surgir en América Latina una
serie de grupos literarios que retoman las riendas de la vanguardia europea y
latinoamericana de los años anteriores. Esta vanguardia tiene como antecedentes
el hecho de que varios cambios sociales y políticos han transformado los
diferentes grupos sociales, y desde extractos más bajos se comienza a desafiar
el establishment cultural que por lo regular respondía al
llamado de las clases altas. Movimientos como el nadaísta colombiano, “El techo
de la ballena” en Venezuela, “Los tzántzicos” en Ecuador, etc., son
característicos de esta época. Obviamente que la obra de Pessoa es devorada por
los jóvenes poetas, y su nombre comienza a ser emblemático de la poesía, así
como Whitman, Baudelaire, Rimbaud, Apollinaire, Pound, Eliot o Artaud. Es más,
a Pessoa se lo siente como un poeta de la casa, más cercano, familiar.
Perteneciente al nadaísmo, el poeta Jaime Jaramillo Escobar ha sido un
profundo lector de Pessoa, y recuerdo personalmente las charlas que tuve con él
luego de leer a Pessoa en Cali en esos años del 60. Al entrevistarlo sobre la
importancia que tiene Pessoa para él, responde: “Pessoa
se respira en el aire, como Cervantes o Shakespeare, y ni siquiera es necesario
leerlo. Basta con que exista, con que su libro esté visible en la biblioteca
personal, en el breve espacio donde están los que son. Geraldino Brasil dice,
refiriéndose a Pessoa: Si se mira hacia arriba, no se sabe dónde comienza; si se
mira hacia abajo, no se sabe dónde termina. En cualquier texto de Cervantes o
Shakespeare está completo cada uno de ellos, como el sabio en su mandamiento, y
lo mismo ocurre en Pessoa. Con muy pocos artistas sucede así, pero esos son los
que son. Lo demás es lo demás, que sólo sirve para los demás”.
El poeta colombiano Jotamario Arbeláez recuerda como se encontró con la
obra de Pessoa: “Un día de 1964
entré en una librería del centro con mi amigo Armando Romero y vi cómo se
le desorbitaron los ojos ante un libro sobre la mesa de novedades. Era la
antología de Pessoa publicada por Fabril Editores. Yo también me sobresalté.
Como estábamos sin un centavo decidimos llevarlo en calidad de préstamo
subrepticio. Hicimos un pacto. Armando fue el primero en leerlo y yo me quedé
con él. Desde ultratumba Fernando debe haber visto el episodio, pues
casi 50 años después invitó a mi compañero a compartir su cuarto de
Lisboa”.
El poeta ecuatoriano Ulises Estrella, uno de los fundadores del grupo de
“Los Tzántzicos”, señala que conoció la obra de Pessoa hacia el año 1967, y
agrega: “Su poesía me removió, me hizo
pensar hondamente y revisar mi escritura y temáticas”.
El profesor Patricio Ferrari de la Universidad de Lisboa, ha escrito un
magnífico estudio crítico sobre las relaciones que se pueden establecer entre
las búsquedas poéticas, especialmente del ritmo, entre Pessoa y Alejandra
Pizarnik, la desdichada y magnífica poeta argentina. A pesar de que Pizarnik
recoge en sus escritos una reseña sobre la obra de Paz, Cuadrivio, en donde Paz incluye su trabajo sobre Pessoa, es claro
que Pizarnik ya conocía de antemano la obra de este poeta, gracias a la
traducción de Alonso y a la revista Poesía
Buenos Aires, donde ella publicó sus primeros poemas.
A partir de la década del 60 y el 70 la difusión de la obra de Pessoa es
muy amplia. La editorial Monte Avila de Caracas publica en 1977 “Oda marítima”,
en traducción de Santiago Kovadloff, y así se suceden más traducciones. Muchos
poetas lo leen en versiones en otros idiomas, sea el caso de la poeta uruguaya
Martha Canfield o del poeta boliviano Eduardo Mitre. Dice Martha Canfield: “A Pessoa lo descubrí viviendo ya en Florencia, hacia
1980, más o menos, en las históricas tertulias literarias que se reunían en el
Café Doney de via Tornabuoni, en Florencia y en la que yo entré invitada
directamente por mi viejo y querido Prof. Oreste Macrí, que era allí la figura
central. En ella participaban algunos personajes célebres del mundo intelectual
florentino, como el poeta Mario Luzi y el lusitanista Luigi Panarese. Fue
precisamente este último quien me inició en la lectura de Pessoa, habiendo sido
él su primer traductor al italiano”.
Y Mitre afirma que gracias al
poeta y crítico Guillermo Sucre, supo de la obra de Pessoa en Pittsburgh, en
1972, y lo leyó en una edición bilingüe inglés-portugués prologada por Octavio
Paz. Al responder a sus afinidades con la poesía de Pessoa,
Mitre responde: “Ya lo quisiera yo. Un
verso de Alberto Caeiro: E acho que só para ouvir passar o vento vale a
pena ter nascido, citado en diferentes tramos de mi obra, habla
de su presencia en ella y acaso pueda servir de pasaje hacia una afinidad”.
Una de las preguntas que incluía mi cuestionario era
qué pensaban los poetas de los heterónimos de Pessoa y si los podían diferenciar
del poeta Pessoa. Cito algunas de las respuestas:
Pedro Lastra dice: “Debo
insistir que la sorpresa mayor fue la novedad de la existencia poéticamente
real de los heterónimos. Aunque uno tuviera una cierta familiaridad con
desdoblamientos semejantes –el Juan de Mairena de Antonio Machado, o del lejano
antecedente que es el Tomé de Burguillos de Lope de Vega, por citar sólo dos
ejemplos hispánicos- la creación de Pessoa superaba toda expectativa en ese
orden y se convertía en una manifestación llamada a transformar y enriquecer
nuestras habituales concepciones del sujeto poético. Y aún más: el pensamiento
poético en su totalidad surgía modificado por las reflexiones de estos
personajes cuya práctica poética era tan distinta según se tratara de uno o de
otro”.
El poeta Hugo Gutiérrez Vega afirma que “poco a poco los fui diferenciando.
La maravilla pessoana consiste en que los heterónimos son iguales y
absolutamente diferentes”. Esta será la misma idea que manejan otros
poetas, aunque de acuerdo a la visión de Cadenas todos “comprenden un poeta distinto”.
Otra de las respuestas, sorprendente por su precisión, es la del poeta
Marco A. Campos, quien dice: “Si hablamos
de los cuatro poetas, no tuve problema. El único que tenía la impresión que se
parecía menos a Fernando Pessoa era el poeta que escribía con el nombre de
Fernando Pessoa. Me gustaba en su sencillez humana y en sus imágenes llenas de
sensaciones el poeta bucólico Alberto Caeiro, pero sentía más cerca -me
encantaba- el verso hondamente clásico de Ricardo Reis, quien me hacía creer
que también eran mis contemporáneos Píndaro y Horacio, pero quien me pareció
desde entonces el poeta por excelencia fue Alvaro de Campos, “engenheiro, poeta
sensacionista”. Sin embargo debo hacer de él aquí una apostilla: el heterónimo
que hizo los poemas más depresivos es también el futurista torrencial y
furibundamente optimista de “Saludo a Walt Whitman” y “Oda triunfal”, poemas
que se leen en un arrebato, y que, como decía Nietzsche, son para leerse de
pie.”
Pero algunos poetas toman una posición más radical, a
veces sorprendente, con respecto a los heterónimos. Por ejemplo, el colombiano
Carlos E. Ruiz, afirma: “Confieso que
nunca me ha interesado penetrar en el sentido de los heterónimos de Pessoa, ni
mucho menos diferenciarlos. Capto el conjunto de la obra de la misma mano,
proveniente de un espíritu sin sosiego, contradictorio, antagónico, revulsivo,
que se estruja en sus pensamientos, haciéndolos sangrar a veces, o chocándolos
contra el mundo. Esas denominaciones de autoría, creadas por el propio Pessoa,
no dejan de ser escarceos fantasiosos, con biografías inventadas que traducen
el contradictorio espíritu de su creador”.
El poeta uruguayo Eduardo Espina responde: “No hice un esfuerzo para diferenciarlos.
Creo que todos los poetas, incluso los futbolistas, deberían utilizarlos, estar
llenos de heterónimos, pues el paso del tiempo cada persona deviene otra
diferente, uno en cierta manera irreconocible, por lo que se convierte en la
persona inventada por el tiempo”.
Ahora bien, la respuesta más sorprendente fue la que
me dio el poeta colombiano Jaime Jaramillo Escobar, “Considero
los famosos heterónimos como seudónimos, uno para cada parte o época, como los
veinte que lucía León de Greiff sin que ello representara distorsión de su
personalidad. Los heterónimos son un invento publicitario, un recurso de ventas
y prestigio lindante con el ocultismo en cuanto secreto reservado. Sirven para
que muchos profesores vivan de explicar los heterónimos, y los editores hagan su
negocio con los restos de un hombre que vivió en la pureza del despojo. En la
Universidad de Antioquia pregunta un estudiante a su profesor para qué sirve el
latín, y el profesor le contesta: El latín sirve para que podamos vivir mi
mujer y yo. De los heterónimos de Pessoa viven muchos. Él lo previó así, con su
leve sonrisa desencantada” Y continúa: “Tomo a Pessoa como un todo, sin dividirlo
en la superchería de los heterónimos. Escojo entre ellos sus más altos y
lúcidos momentos, o también los más oscuros, y me siento a tomar un café junto
a su estatua sedente en Lisboa sin preguntarle cuál de todos es él en ese
momento, porque tengo que hacer una reseña para mi profesor de hermenéutica.
Resulta muy apropiado Pessoa para la academia, tan dada a mixtificar porque
también de eso vive. Y a los estudiantes nos gusta, nos encanta explorar en el
enredo. Es una manera de encontrarnos perdidos”.
Perteneciente a la generación de poetas que empezaron
a publicar sus primeros poemas hacia la década del 80, Arturo Gutiérrez-Plaza
conoció la obra en las antologías de Austral de Ángel Crespo en 1985. Su
respuesta a mi entrevista sobre los heterónimos es bastante diciente de una
posición que toman los poetas de esta época. Dice: “Me resultó fascinante desde el primer momento observar
cómo, en el caso de Pessoa, la escritura de cualquier de los poemas de sus
heterónimos estaba condicionada por la psicología de cada uno de esos virtuales
poetas que coexistían en él, con fechas y horas precisas de nacimiento y
precisas cartas astrales. Me resultó clara la diferencia entre ellos, sobre
todo con respecto a Ricardo Reis. Sin
duda el heterónimo que siento más afín y que más me atrajo desde el comienzo y
hasta ahora es Álvaro de Campos. Puedo rememorar aún la profunda conmoción que
causó en mí la lectura del poema “Tabaquería” y posteriormente de “Poema en
línea recta”. Fue un verdadero hallazgo y el descubrimiento de otros modos de
hacer poesía”.
La pregunta final es por qué la obra de Pessoa es tan importante para
los hispanoamericanos, y cuáles serían las afinidades que encontrarían entre su
obra y la de Pessoa. La respuesta no es fácil dada la diversidad de países,
formas culturales, etc., que forman lo americano. Pero tal vez allí mismo está
la respuesta, en los diferentes pessoas
que habitan en los poetas y en la poesía de estos países. Podríamos imaginarnos
que pasó un ángel y habitó su propio vacío. Para Hugo Gutiérrez Vega “la obra de Pessoa abre caminos hacia una nueva visión
de la poesía”. Así como para Pedro Lastra las causas
son “las incitaciones de su pensamiento
poético y crítico”, y Eduardo Espina explica que es “porque hay un lenguaje que aceptó quedarse en donde menos se lo
esperaba”.
Como se ve, son diversos los puntos de vista que intentan apresar esa
relación tan profunda de Pessoa con Hispanoamérica. Tal vez las palabras de
Martha Canfield y las de Arturo Gutiérrez-Plaza nos puedan ayudar a definir más
este punto. Dice Canfield: “La obra de Pessoa es importante para los hispanoamericanos, más allá de su
calidad indudable y de su originalidad, porque sirve de ejemplo de
multiplicidad y de internacionalismo, que son una marca genética de lo
hispanoamericano”.
A lo que agrega Gutiérrez-Plaza: “Creo que todos admiramos en
Pessoa la envergadura de la empresa poética y vital comprometida en toda su
obra. Sin duda, legado capital de la poesía portuguesa al acervo literario
universal. Pero junto a esto, hay otra serie de elementos ligados a su
personalidad que hacen de Pessoa una subjetividad poética rara, atractiva por excelencia.
Entre ellos: su misma figura discreta y enigmática, escondida tras oficios como
el comercio, la traducción y el periodismo; su soledad y su alcoholismo; sus
intereses esotéricos o la propia visión que tuvo de sí mismo, como suerte de
mensajero predestinado por la historia para rescatar la majestad de la poesía y
la grandeza lusitana”.
En cuanto a la afinidad de estos poetas con
Pessoa, debemos recordar que son pocos los poetas que reconocen influencias
directas, es más, algunos de ellos, sienten que han sido “inmunes a las influencias directas” como es el caso de Jaime
Jaramillo Escobar.
Obviamente Álvaro de Campos, Alberto Caeiro y el
mismo Pessoa están siempre presentes en sus respuestas. Pero tal vez el poeta
Marco Antonio Campos resume esto con sus tajantes palabras: “Nadie que lo haya leído a fondo escapa a su
influencia”.
BIBLIOGRAFÍA SELECTA
Ángel Crespo, Poemas de Alberto Caeiro, Madrid,
Ediciones Rialp 1957
El poeta es un fingidor,
Madrid, Espasa-Calpe, 1982
Álvaro Mutis, Estación México,
Bogotá Editorial Taurus, 2011
La desesperanza, Ensayistas colombianos del siglo XX. Bogotá, Colcultura, 1976.
Ana
Lucía de Bastos, A tradição pessoana : influência de Fernando
Pessoa sobre dois poetas, Mário Cesariny e Ruy Belo, e dois poetas venezuelanos,
Rafael Cadenas e Eugenio Montejo, Porto : [Edição do Autor], 2010.
Antonio Saez Delgado, Nota sobre la recepción de Pessoa en España, Actas del VI Congreso
Internacional de ALEPH, Faculdade de Letras da Universidade de Lisboa, 2009, p.
97
Daniel Balderston,
“Borges and Portuguese Literature.” Variaciones
Borges 21, 2006
Eduardo Langagne, “Presencia de
Fernando Pessoa en México”, Poesía y Poética, México: Universidad
Iberoamericana, primavera 2000, pp. 109-132
Emir Rodríguez Monegal. “Jorge Luis Borges, el autor de Fernando
Pessoa.”
Vuelta 105,1985
Eugenio Montejo, El cuaderno de
Blas Coll, Editorial Pre-Textos, Valencia, 1981.
Francisco Cervantes, El canto del
abismo, México, Juan Boldó i Climent, 1987
Ildefonso
Manuel Gil, La Poesia de
Fernando Pessoa, en Ensayos sobre Poesia Portuguesa, Heraldo
de Aragón, Zaragoza, 1948
Joaquín
de Montezuma de Carvalho, Fernando Pessoa y Jorge Luis Borges, Dosssier Pessoa,
1986
Joaquín de Entrambasaguas, Fernando Pessoa. Poesías,
selección. Madrid, Suplemento de "Cuadernos de
Literatura Contemporánea", 1946
Jorge Luis Borges, “Portugal.” Enciclopedia práctica Jackson,. Mexico City:
W. M. Jackson, 1963.
José Umaña Bernal, Diario de
Estoril, Buenos Aires, Ediotorial Losada, 1952
Patricio Ferrari, Fernando Pessoa
y Alejandra Pizarnik: escritos, marginalia y otros apuntes a la métrica y al
ritmo, Bulletin of Spanish Studies, 2011
Octavio Paz, Fernando
Pessoa. Antología. Edición, traducción e
introducción.. México, UNAM, 1962
Rodolfo
Alonso, Fernando Pessoa, Poemas, Buenos
Aires, Fabril Editora, 1961
Pessoa
(s), II Congreso Internacional Fernando Pessoa, 2010
Sabrina Sedlmayer. Pessoa e Borges: Quanto a mim, eu. Lisbon:
Vendaval, 2004.
Vicente Cervera Salinas, Juan
Gelman y José Emilio Pacheco reavivan el hontanar poético europeo, Revista
Electrónica de estudios filológicos, España.
Los siguientes poetas respondieron a mi cuestionario o
correspondencia: Rodolfo
Alonso, Pedro Lastra, Jotamario Arbeláez, Marco Antonio Campos, Carlos Enrique
Ruiz, José Prats Sariol, Hugo Gutiérrez Vega, Arturo Gutiérrez Plaza, Rafael
Cadenas, Juan Calzadilla, Jaime Jaramillo Escobar, Ulises Estrella, Martha
Canfield, Eduardo Mitre, Eduardo Espina.
*****
Armando
Romero
(Colômbia, 1944). Poeta, narrador, ensaísta. Página ilustrada com obras de Franz von Stuck (Alemanha, 1863-1928), artista convidado desta edição de ARC.
Agulha
Revista de Cultura
Fase II | Número 17 |
Junho de 2016
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