I | Inicio estas recreaciones de la poesía
escrita por algunos de los poetas Nadaístas, recordando un poema que publiqué
en mi cuaderno Vestuario de 1979,
titulado “Nadaísmo”. Escrito 20 años después del primer manifiesto fundacional
del grupo. Y con el cual quería evidenciar algunos de los significados que las
acciones de los Nadaístas implicaron en el momento cuando, con sus
confrontaciones públicas, provocaron la atención de los medellinenses y de los
colombianos sobre la necesidad de romper con la obnubilada conciencia que nos
hace presa fácil de la ignorancia y la violencia ejercida y manipulada por el poder económico, político y
religioso. Dice el poema:
Nadaísmo
El desahucio entró por las escalas
Y partió
En partos de dolor constante
Los condicionados incógnitos
Que se hallaban
Incrustados al pie de la puerta
Remachados y soldados.
El desbarajuste invadió lo constituido
Y una estela de humo
Invirtió las fuentes
Tratando de contener lo iniciado
Por las ventanas
Que dan al pie de las e
s
c
a
l
a
s
.
.
.
Para
aproximarnos a 1958, año cuando el grupo Nadaísta irrumpe en el medio cultural
del país, es necesario intentar hacernos a algunas de las situaciones sociales,
políticas y culturales por las que atravesaba Colombia desde hacía ya más de
tres décadas. Momentos llamados, de forma casi gratuita, los años de la
“violencia en Colombia”, los mismos que propiciaron en la conciencia nacional
prácticas e imaginarios tan aberrantes como la alucinante aplicación del “corte
de franela” que hizo al país merecedor de figurar en el diccionario de los
horrores producidos por la humanidad a lo largo y ancho de su historia. El
“corte de franela” como una estrategia para sembrar en el campo colombiano el
terror a diestro y siniestro.
Al
mismo tiempo, la cultura colombiana producía los más acuciosos puristas de la
lengua española. Estudiosos que imponían su ley armados de preceptivas hechas
decreto para regir el bien decir y escribir, puristas que confundían el uso del
diccionario con una visita al museo de las palabras petrificadas en la
inutilidad de sus significados.
Así,
los dirigentes controlaban la nación a punta de incestos y violaciones
confesados en el bien decir de sus rezos diarios, oraciones inspiradas en los
orígenes coloniales de sus apellidos, mientras en los campos rojos y azules
practicaban los “cortes de franela” y zanjaban a machete los vientres de las
mujeres para extirparles los fetos. Mientras sus académicos e intelectuales
ejercían el control del pensamiento en las aulas donde la retórica de
camándula, confesión y comunión dominical era la materia que dominaba el pensum.
Ese
escenario de muerte y despojo impuesto en el territorio nacional propició que
grandes terratenientes y nuevos poderosos hicieran empresa en los campos
diezmados y en las ciudades que crecían con los desplazados que huían para
terminar convertidos en seres despojados de su dignidad, y en mano de obra
barata al servicio de los de camándula y apellidos de genealogía nobiliaria.
Con
la violencia partidista se impusieron el fraude moral, económico y político.
Hazaña que le permitió a la clase dirigente fundar la empresa de la violencia
en Colombia. La misma que tantos réditos sigue produciendo.
Así
era el país de las abstractas y eficientes aberraciones entre rojos y azules,
así era cuando los integrantes del grupo Nadaísta proclamaron su primer
manifiesto, e hicieron públicas sus críticas que ponían al descubierto lo
solapado y usurero de quienes presumían defender los intereses de la nación.
Críticas que despertaron las iras y condenas de esa clase todopoderosa,
acostumbrada a crear exterminio y humillación.
El
Nadaísmo puso en evidencia las empinadas escalas
hacia el fondo por donde tantas generaciones en Colombia seguimos viendo
desaparecer nuestras opciones para tener una existencia digna. Y si reparamos
en los actos arriba nombrados, muchos de esos siguen siendo práctica a derecha
e izquierda.
En 1958 se publicó el primer manifiesto
Nadaísta, redactado y firmado por Gonzalo Arango. Sucedía en Medellín, ciudad
donde la usura y el oscurantismo se campean como amo y realidad indivisible y
única. En dicho manifiesto Gonzalo Arango dice, cito fragmentos:
“El Nadaísmo es un estado del espíritu revolucionario, y
excede toda clase de previsiones y posibilidades”.
[…] “Destruir un orden es por lo menos tan difícil como
crearlo. Ante empresa de tan grandes proporciones, renunciamos a destruir el
orden establecido. La aspiración fundamental del Nadaísmo es desacreditar ese
orden”.
[…] “En esta sociedad en que la mentira está convertida en orden, no hay nadie sobre quién triunfar, sino sobre uno mismo. Y luchar
contra los otros significa enseñarles a triunfar sobre ellos mismos”.
Así decía Gonzalo Arango, polemista
y promotor del Nadaísmo. Es evidente que desde su fundación, más que un
programa poético o literario, el Nadaísmo es una propuesta para asumir un
comportamiento vital ante los retos que debe enfrentar la vida de cada ser
humano. Empero, en el mismo manifiesto quedan insertas algunas líneas que
muestran ambigüedades en el pensamiento de su fundador y que resultarán en un
profetismo insulso. Dice:
“El ejercicio poético carece de función social o
moralizadora. Es un acto que se agota en sí mismo, el más inútil del espíritu
creador”.
[…] “La poesía es, en esencia, una aspiración de belleza
solitaria. El más corruptor vicio onanista del espíritu moderno”.
Ambigüedades o contradicciones en
medio de una apuesta arriesgada y valiente como lo fue la del grupo Nadaísta en
sus primeros años.
El grupo Nadaísta fue un movimiento
vital y contestatario que confrontó las realidades de Colombia y el mundo. Es
evidente que su principal fortaleza se establece en la literatura, inicialmente
en sus manifiestos y escritos polémicos, en los que reflejaban su protesta y su
deseo por contravenir los valores que imponía una sociedad solapada y
corrompida en su moral.
II | Desde sus
inicios, y aún hoy, se intentó minimizar el impacto de las polémicas propiciadas
por el grupo Nadaísta, inclusive su poesía, señalándolos de epígonos de las
Vanguardias que en las tres primeras décadas del siglo XX sacudieron los
órdenes del arte y la cultura de Occidente. En particular, se les quería
rebajar a simples copiones de las experiencias del grupo Dada y del grupo
Surrealista. Tales reproches resultan insulsos cuando es un hecho que las
Vanguardias históricas permearon el arte y la cultura de todo el siglo XX, y no
sólo en Occidente. Los Nadaístas, afortunadamente, fueron lectores y buscaron
con sus lecturas reconocer y aprehender del vigor y de los deslices de la
tradición cultural de la cual se sabían parte. Es obvio que estudiaron las
Vanguardias y se nutrieron de ellas, así se ponían al día con las corrientes
vitales de la literatura y el arte de Occidente y del mundo, lo cual resulta
higiénico, lo grosero es cuando se ignora lo que nos antecede. Muchos de los
autores, cuya lectura fue fundamental para los escritores y poetas que se consideran, generacionalmente, posteriores
al Nadaísmo, fueron introducidos por el grupo Nadaísta.
Haciendo
parte fundamental de los movimientos que hicieron posible las Vanguardias
históricas, aparecen poetas y artistas hispanoamericanos. Son de destacar las
contribuciones del poeta Vicente Huidobro, quien además de impulsar su
Creacionismo desde 1918, fue figura vital para la poesía y la literatura de
Europa e Hispanoamérica. Otro es el poeta César Moro quien desde 1925 se asocia
al grupo Surrealista de París. También son reconocibles las contribuciones de
César Vallejo, en Trilce y el Neruda
de Residencia en la tierra. Su
presencia, su obra nutrió y participó en el impulso del grupo Nadaísta, pues en
medio de la eclosión que el grupo consideraba necesaria, tanto en la vida
cotidiana como en el arte y la poesía, no ignoraban las fuerzas de fundación y
ruptura que mantienen viva una tradición, del oxígeno explosivo que permea una
lengua y su capacidad creadora.
Entre
los integrantes del grupo Nadaísta se dan algunas de las presencias más
características de la poesía escrita en Colombia después de 1950. De ellos
surgen voces que permiten distinguir el inicio de un dibujo poético con ritmos
y matices que rompen con el canon retórico impuesto hasta entonces (canon que
presenta escasas excepciones a lo largo y ancho del panorama poético en
Colombia, valga recordar algunas de esas excepciones: José Asunción Silva,
Porfirio Barba Jacob, León de Greiff, Fernando Charry Lara, Héctor Rojas Herazo
y Álvaro Mutis). Dicho dibujo empieza a mostrarse en los poemas que publican
los Nadaístas en periódicos y revistas, y se hace más nítido en la primera
muestra antológica que reúne Gonzalo Arango en 13 poetas nadaístas, publicada en Medellín en 1963.
13 poetas nadaístas se abre con un
texto de Gonzalo Arango titulado “La poesía Nadaísta” del cual copiaré algunos
párrafos que considero oportunos para hacernos a una atmósfera de la poesía
propuesta en dicha antología:
“Esta belleza no tiene
la culpa de ser así.
No se excusa por ser tan
antibella”.
[…] “No es para almas
platónicas, equilibradas, ni razonables. No tiene nada que ver con la nostalgia
de un mundo mejor, ni con el sueño de otro mundo. Se instaló en su tiempo,
porque era allí donde tenía que instalarse, bajo un cielo de dolor, brutalidad
y agonía”.
[…] “Nuestro mundo
actual no tiene nada de saludable, de tranquilo y sensato. En este manicomio
residen muchedumbres de locos, lujuriosos y alienados. La Civilización es la
tumba en que vivimos”.
[…] “La respuesta del
poeta a este estado de zozobra y perpetua insensatez, es esta imagen de belleza
airada, rota, dudosa, fiel reflejo de los sucesos y del caos en que estamos
sumergidos”.
[…] “Esta poesía es así,
como la vida: visceral y animada como un organismo cuya raíz se hunde en las
convulsiones y crece respirando el aire envenenado del siglo hacia un cielo sin
salvación”.
[…] “Cada poeta, en cada
tiempo y lugar percibió de otra manera el fenómeno singular de su existencia.
La poesía es la respuesta de esa percepción”.
[…] “La relatividad del
Infinito no es menos admirable que la libertad soberana de la imaginación. La
grandeza del alma consistirá ahora en descubrir la belleza en la contingencia,
y la eternidad en lo perecedero”.
Los
13 poetas incluidos son: Gonzalo Arango, J. Mario, Amílkar U, Alberto Escobar,
Eduardo Escobar, X-504, Elmo Valencia, Mario Rivero, Darío Lemos, Humberto
Navarro, Guillermo Trujillo, Diego León Giraldo y Jaime Espinel.
En
ella se pueden leer los poemas de tres de los poetas que con su voz y estilo
empiezan a señalar rutas para la poesía que se escribe por esos años, no sólo
en Colombia, sino en los países de lengua española. Esos poetas son, en su
orden cronológico, Jaime Jaramillo Escobar (1932), quien firmaba como X-504,
Amílcar Osorio (1940-1985), quien firmaba como Amílkar U, y Alberto Escobar
Ángel (1940-2007). Con el paso de su producción estos tres poetas hacen más
nítida su huella poética, la que se puede leer en los libros de poemas que irán
publicando. El itinerario de Jaime Jaramillo Escobar se puede seguir en Los poemas de la ofensa (1968), Sombrero
de ahogado (1984) y Poemas de
tierra caliente (1985). El de Amílcar Osorio se reúne en Vana Stanza, Diván selecto 1962-1984
(1984), donde antologa sus libros inéditos de poesía. El itinerario de Alberto
Escobar Ángel se abre con Los sinónimos
de la angustia, extenso poema en XII numerales, incluido en los 13 Poetas nadaístas en 1963, La canción del cantante y odaísta Andreas
Andriakos y Tres cantos a la manera
elegíaca (1989), El archicanto de la
lábil labia & Las honras del lecho (1992) y Estro estéril (2008), libro donde se reúne su poesía publicada y la
inédita escrita entre 1957 y 2004.
De la nada al nadaísmo, Bogotá 1966,
es la segunda antología que prepara Gonzalo Arango para difundir la escritura
del grupo Nadaísta. El libro se abre con una nota de Héctor Rojas Herazo donde
celebra la irrupción Nadaísta que, según él, “encarna el peligro, el frenesí,
el desorden, la claridad y la esperanza”. A manera de referencia sigue una
“genialogía de los Nadaístas” incluidos en la muestra, los cuales son: Gonzalo
Arango, Elmo Valencia, Amílcar Osorio, Fanny Buitrago, X-504, J. Mario, Mario
Rivero, Eduardo Escobar, Tadheo, Elkin Restrepo, David Bonells, Jan Arb,
Armando Romero y Humberto Navarro. Esta
segunda muestra incluye manifiestos, cuentos y poemas, contenido que le permite
al lector hacerse a una noción de las búsquedas literarias por las que cruzaban
los integrantes del grupo. En De la nada
al nadaísmo se incluyen autores que no están en los 13 poetas, y se dejan por fuera otros que aparecen en esta.
“Poesía
y terror”, uno de los textos que de Gonzalo Arango aparece en De la nada al nadaísmo, es una
refundición del texto “La poesía Nadaísta” con el que se abre la lectura de los
13 poetas. El mismo, ya titulado
“Manifiesto poético”, reaparece, con otras modificaciones, en Obra negra, antología que de la obra de
Gonzalo, preparada por Jotamario Arbeláez, se publicó en 1974. Las variantes
que sobre un mismo texto ejerce Gonzalo Arango, permiten ver las reflexiones
por las que atravesaba el principal difusor del grupo Nadaísta. Esas y otras
reflexiones y actitudes irían haciendo las distancias o las aproximaciones que
entre los integrantes del grupo se fueron sucediendo.
III | Una mirada
a la poesía que, desde 1950, se estaba escribiendo en Hispanoamérica y en
España, permite evidenciar que las contribuciones del grupo Nadaísta respondían
al oxígeno de su época, el de la revuelta y la búsqueda de otros significados
para la vida, la cultura y la literatura. Si se tienen en cuenta las violentas
condiciones sociales y el régimen retórico y de convento circense que padecían
la vida, la cultura y la literatura colombianas por esos años, resulta
admirable la capacidad del grupo Nadaísta para, con su alerta, sus posturas y
creaciones, sacudir la desidia de algunos hasta contagiarlos de otras visiones
posibles para la vida y el arte.
Los
poemas escritos por los poetas del grupo Nadaísta, le donan al panorama poético
colombiano, atmósferas verbales plenas de ritmos, fluidez, estructuras
arriesgadas en su concepción de la imagen, en su distinto allanar el vacío para
aprehender y hacer aprehensible la metáfora. Con ellos la poesía en Colombia
entra de lleno en el ritmo, en la analogía delirante que avanza por la realidad
que se expande y contrae mientras produce estelas de metáforas inauditas, al
tiempo que reveladoras de la condición humana y del universo. De sus instintos
y de sus anhelos y fracasos.
El
grupo Nadaísta tiene un antecedente directo, Álvaro Mutis, quien con su libro Los elementos del desastre, publicado en
1953, alcanza un nivel hasta entonces no posible en otro poeta colombiano en el
siglo XX. Las estructuras donde él vacía sus poemas, la propiedad sobre su
lenguaje y los ámbitos donde sucede su inaudito poético, le permiten crear las
imágenes con las que su poesía se hace una de las más vigorosas de la lengua
española. Gonzalo Arango, Jaime Jaramillo Escobar, Amílcar Osorio y Alberto
Escobar Ángel lo supieron identificar, leer y escudriñar para el beneficio de
su propia escritura.
Los
detractores del Nadaísmo, antes y ahora, se reúnen en el coro de las antipatías
literarias para decir, como si fueran una sola voz, que el Nadaísmo no aportó
nada a la escritura literaria y poética. Lo cierto es que el agujero del
Nadaísmo existió y dejó para la tradición literaria de Colombia e Iberoamérica
obras que merecen ser leídas. Una tradición es un acumulado de aciertos y
desaciertos, los mismos que hacen necesario el movimiento de fundaciones y
rupturas. No acudir a revelarlos en su proporción y aporte, es propiciar la
ignorancia.
Del
grupo Nadaísta se cuentan anécdotas, se traman leyendas, se arman biografías
fantasmagóricas, se especula sobre lo esperpéntico de sus actuaciones, en fin,
se dice aquí y allá en son de broma, en son de chisme. Lo perturbador es que no
se encuentran reflexiones sobre lo publicado por los Nadaístas, pareciera que
quienes hacen alarde del anecdotario Nadaísta no hubiesen leído sus obras. El
reconocimiento o la negación de una obra debe fundarse en el conocimiento de la
misma, por ello creo oportuno leer la literatura escrita por quienes hicieron
posible el movimiento Nadaísta. Sus poetas, sus narradores tienen mucho que
decirnos.
Como
lector, mi antología de la poesía Nadaísta incluiría los siguientes 8 poetas,
de los cuales dejo aquí un mínimo boceto sobre su hacer poético:
Gonzalo
Arango. La figura más visible del grupo, sus manifiestos, sus ensayos y
artículos, sus cuentos y obras de teatro, su capacidad para la polémica y el
artículo de prensa lo hicieron el más reconocido por el público. Como poeta,
Gonzalo fue de pocos poemas. Consecuente con el ideario de sus manifiestos,
quiso que en sus poemas apareciera la
noción de un ser humano roto, dudoso, visceral, raíz hundiéndose en los
claroscuros del siglo en el que le correspondió vivir. Un ser airado, dado a la
revuelta y al amor. O al agujero de su eclosión.
Jaime
Jaramillo Escobar. Sus poemas, en versículos que reclaman ser leídos en la
plaza, inundan la página con imágenes construidas entre lo coloquial y lo
mítico de las realidades del mundo. Sus versos se extienden en peroratas que
atrapan las condiciones de la vida toda y del ser humano en sus gustos, afanes
y entregas. Con él asistimos al espectáculo del poema que se planta en la vía
de la realidad como un nervio palpitante, siempre entre la vida y la muerte.
Poema, eco que consigue la atención de su escucha, de su lector.
Amílcar Osorio. La atmósfera que
ofrecen sus poemas se nos presenta en
maneras de un dibujo que no la petrifica, así este dibujo se realice como
sombra de sal o como una palabra que acumula otras para el olvido en la cantera
del habla. Son los suyos poemas
amplios al tiempo que, recogidos, podríamos relacionarlos con un abanico que ya
oculta como ya deslumbra. Poemas construidos con la solvencia que da la
disciplina, cuando no se la asimila como obediencia, sino con el permanecer
alerta y en disposición para la vida. Así, en sus Stanzas se nos descubren los
sueños con los ojos abiertos, mientras sueña una piel.
Alberto
Escobar Ángel. Inserto en los extremos que hilan la
realidad, el
poeta nos entrega una visión ardua y
coherente del mundo. Sus poemas auscultan las costuras de la trama donde una
humanidad forcejea entre la domesticación y una existencia extraviada en
los laberintos de su identidad. La
contención que se lee en esta obra y los silencios que la pronuncian conectan a su lector con la formulación de la pregunta más que con
cualquier posible respuesta. Establecer el síntoma es iniciar la forma de la
pregunta, parece susurrarnos el poeta, y, en el caso de este laberinto, la
pregunta es: ¿Cuándo aconteció el extravío?
Jotamario Arbeláez. En sus poemas
encontramos la desfachatez y la holgura de quien se sabe perecedero, de quien
descubrió que la inmortalidad es un grano de sal extraviado en una constelación
para nada libidinosa. Constelación donde el poeta se mira vigilado por la
irrealidad de los otros, por los réditos de los otros. Entonces, como quien
huye hacia el despertar, hace que por sus poemas campeen el humor y el sentido
común hechos ingenio. Ante lo aberrante de nuestra seriedad nos expone en esa
su dádiva de humor.
Eduardo
Escobar. Sus poemas aspiran a convertirse en un largo verso con el cual el
poeta quiere atrapar su voz y las de los seres que lo atosigan en su tránsito
por el mundo. Su aliento poético revienta entre los hielos, el fuego y la
algarabía donde los seres humanos danzan y lloran. En sus poemas, muchas de sus
imágenes tienen el candor de quien deletrea sus primeras palabras como si
fueran maleable arcilla en la página. Otras, quedan ardiendo en lo despavorido
del habla hasta alcanzar el pozo de los sueños donde el poeta pernocta.
Darío
Lemos. Algunos de los poemas que recogió en su itinerario ebrio y alucinado por
el “Valle de la permanencia”, consiguen la ternura necesaria para vivir. Otros,
nos recuerdan que el sol se extingue en quienes desaparecen bajo sus rayos. A
la entrada del misterio dejó el asombro que le producía el “amarillo peligro”. La risa de quien se
descubre a la intemperie. El hijo igual a un muñón tuquio de imágenes que se
desatan en la vigilia. Darío Lemos hizo de la poesía el camino para la maraña
de sus encuentros.
Armando
Romero. La sustancia de sus poemas sucede en el súbito de la imagen. Para el
poeta, las palabras actúan como imanes filosos que aprehenden el mundo en su
realidad, tuquia de analogías en medio del azar que las relaciona, más allá del
tiempo y el destino, en un presente que es ya y es antiguo en su oquedad y en
su luz. La imagen sucediendo en la realidad de una memoria esparcida en el
habla, hasta hacerse única en el escrito que produce el poema. Así, el poeta
consigue ejercer “el leve tirón” que
traiga, “del aire a la mano”, el
esquivo instante vuelto poema.
IV | Toda
ruptura exige conocer aquello de lo que uno se desprende. No hacerlo, significa
querer fundar en lo estancado. Comportarse como quien inicia una rabieta sin
apartarse de la obediencia, ni de la costumbre doméstica. Convertirse en un
utensilio que sólo espera ser vestido y usado por la moda que impone la
ocasión.
Hoy,
en Colombia, si queremos ser higiénicos con nuestra tradición literaria,
poética, debemos puntualizar la historia de nuestra literatura desde sus
inicios, pero sobre todo la de los recientes 60 años. Esculcarla, nos va a
permitir descubrir las deudas que han sido ignoradas, condonadas por obra y gracia
de las acomodaciones que ejercen quienes han hecho de las omisiones
premeditadas una guillotina silenciosa. Y en la literatura, como en la vida,
quien no paga sus deudas a pedir se enseña. Quien no reconoce sus deudas a
repetir lo ajeno se enseña.
La
ruptura es un diálogo con aquello que se rompe, empero se hila. Es cuando
sucede la fundación. Entre la fundación y la ruptura queda el origen. Ser
original no es gritar más alto. Tampoco lo es imponer los cánones para una
historia de la literatura, de la poesía.
Una
de las paradojas que nos dona el Nadaísmo, es su capacidad de ruptura. Al mismo
tiempo que su capacidad de fundación. No es continuismo. Es la red de cada
tiempo e historia donde se deshace y se hace el incógnito humano. Es su
capacidad de silencio, significado y tradición. Es su capacidad de ruptura en
una búsqueda por alcanzar la realidad de la vida.
*****
Omar Castillo
(Colombia, 1958). Poeta, ensayista y narrador. Algunos de sus libros publicados
son: Obra poética 2011-1980, (2011), Huella estampida, obra poética 2012-1980,
el cual se abre con el inédito Imposible
poema posible, y se adentra sobre los otros libros publicados por Omar
Castillo en sus más de 30 años de creación poética, (2012), el libro de
ensayos: En la escritura de otros,
ensayos sobre poesía hispanoamericana, (2014) y el libro de narraciones cortas Relatos
instantáneos, (2010). De 1984 a 1988 dirigió la revista de poesía, cuento y
ensayo Otras palabras, de la que se
publicaron 12 números. Y de 1991 a 2010, dirigió la revista de poesía Interregno, de la que se publicaron 20
números. En 1985 fundó y dirigió, hasta 2010, Ediciones otras palabras. Ha sido incluido en antologías de
poesía colombiana e hispanoamericana. Poemas,
ensayos, narraciones y artículos suyos son publicados en revistas y periódicos
de Colombia y de otros países. Contacto: ocastillojg@hotmail.com.
*****
Organização
a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Artista
convidado | Guillermo Wiedemann (Colômbia, 1905-1969)
Imagens
© Acervo Resto do Mundo
Esta
edição integra o projeto de séries especiais da Agulha
Revista de Cultura, assim estruturado:
1
PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2
VIAGENS DO SURREALISMO, I
3
O RIO DA MEMÓRIA, I
4
VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5
VOZES POÉTICAS
6
PROJETO EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7
VIAGENS DO SURREALISMO, II
8
O RIO DA MEMÓRIA, II
9
SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
A Agulha
Revista de Cultura teve em sua primeira fase a coordenação editorial
de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de
Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu ambiente ao mundo de língua
espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a coordenação editorial apenas
de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto original, desta vez sob a
coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio Simões.
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