ARMANDO ROMERO |
ARMANDO ROMERO | Debo
afirmar de nuevo lo que ya dejé establecido en mi artículo "Presencia y ausencia de las
vanguardias en Colombia" (1982), y que después fue parte de mi libro Las palabras están en situación (Bogotá,
Edit. Procultura, 1985). En este trabajo yo estudiaba los pequeños brotes
vanguardistas que aparecieron en Colombia durante la década del 20. Tal vez el
más importante fue la publicación del libro de poemas Suenan Timbres (1926) de Luis Vidales, así como los intentos de
saltar a las vanguardias, sin conseguirlo, de León de Greiff, poeta que explora
el verso libre y la imagen audaz, pero que no logra desprenderse de los ecos
modernistas. Por lo contrario, Luis Vidales, en este único libro, responde con
un fuerte acento vanguardista a la poesía que se escribe en ese momento en
Colombia. Su humor y sus saltos metafóricos lo acercan a las greguerías de Ramón Gómez de la Serna,
de quien indudablemente es deudor. Pero eso es todo hasta la aparición del
movimiento nadaísta a finales de la década del 50. En este lapso del '20 al '50
la poesía y la narrativa colombiana van de poetas adosados al modernismo, como
Porfirio Barba Jacob, o seguidores de las prédicas de poesía pura de Juan Ramón
Jiménez, como fueron los poetas de "Piedra y Cielo", siendo el más
importante de ellos Eduardo Carranza. Otros poetas jóvenes afloran en la década
del '40 y el '50 (Fernando Charry Lara, Jorge Gaitán Durán, Álvaro Mutis, entre
otros), pero su dirección estética busca dar un paso adelante de la vanguardia,
a la cual consideran un tanto démodé.
La aparición del movimiento nadaísta, apegado a
la rebelión existencialista y al surrealismo, así como luego lo estará de los
beatniks, es pues un llamado a la furia destructiva y constructiva de las
vanguardias, pero ya a destiempo si lo comparamos con lo acaecido décadas antes
en Chile con el "creacionismo" de Huidobro, en México con los
"estridentistas", en Perú con Vallejo y su libro Trilce (ya de por sí todo un movimiento), el surrealismo de Aldo
Pellegrini, Enrique Molina, y tantos otros en Argentina. El nadaísmo va a la
busca de una vanguardia perdida.
CARLOS VÁSQUEZ-ZAWADZKI | El punto inicial de la vanguardia en Colombia es, en
una sola palabra, paradójico. Bogotá es centro político-administrativo,
determinante de "cierta homogeneidad de los miembros de las élites
ilustradas". "La escasa expansión del intelectual civil laico, animal
urbano por excelencia, contribuyó al afianzamiento del control social ejercido
por la Iglesia católica en lugares recónditos para el difusor desde las
comodidades capitalinas, de las bondades de un proyecto liberal de nación
moderna". Existe en Bogotá –y en todo el país– una hegemonía conservadora
desde la Constitución Nacional de 1886 y, con el Concordato firmado en 1887, se
entregan los procesos educativos –privados y oficiales– a la regencia de la
Iglesia. El país vivió la Guerra de los Mil Días (1899-2002) y la pérdida del
Istmo de Panamá (1904). La nueva intelectualidad que en otras partes
"estaba en conflicto con las jerarquías eclesiásticas, en Bogotá había
logrado una estrecha afinidad con las principales figuras del clero capitalino"
(G. Loaiza, en Intelectuales y regiones a
comienzos del siglo XX, Univ. Nacional de Colombia, 2000).
CARLOS VÁSQUEZ-ZAWADZKI |
La revista Panida nacerá en
Medellín, en febrero de 1915, y publicará diez números o entregas. Sus
integrantes se reunían en el café El
Globo, todos nacidos entre 1894 y 1898: poetas, pintores, músicos,
filósofos autodidactas, estudiantes expulsados de sus instituciones. La
oposición eclesiástica fue virulenta "a cualquier forma secularizada de
expresión artística". Pero, esta contra-élite se diluirá en la vida local
o emigrará a Bogotá: el caso de León de Greiff y Ricardo Rendón. Se debe
consignar aquí el nihilismo nietzscheano para oponerse a los preceptos y
acciones de la iglesia católica. Sanín Cano y Carrasquilla, entre otros, leían
al filósofo alemán en traducciones de Sanín Cano.
La revista Voces, a su vez
–impulsada por el dramaturgo y ensayista catalán, políglota, traductor y
conocedor de las literaturas clásicas y modernas en Europa y en U.S.A., Ramón
Vinyes–, tuvo como contexto una ciudad cosmopolita, abierta, receptora de
inmigrantes (marineros anarquistas y socialistas, banqueros ingleses, franceses
y alemanes; comerciantes italianos y catalanes…), Barranquilla. Se publicó
entre 1917 y 1920. Se conocen en ésta traducciones de Apollinaire, Hugo
Hoffmansthal, Paul Dermée, Luciano Folgore, Pierre Reverdy, Max Jacob…; como
también obras originales de autores colombianos e iberoamericanos, como
Huidobro y José Juan Tablada. Uno de los números de Voces se dedicó a las vanguardias en boga.
En Bogotá, dos grupos de intelectuales y escritores estaban
representados por poetas de la Generación del Centenario (conformado alrededor
de 1910) y aquellos que publicarían durante pocos meses la revista Los Nuevos: polemizaban, pero estas
polémicas parecían "haber sido desde 1918 una posibilidad para evitar un
distanciamiento ideológico del propio grupo y para defenderse de ataques
externos". Las tendencias estéticas no se diferenciarían. Su
"denominador común que los unía a todos: la poesía del modernismo"
(H. Pöppel en Tradición y modernidad en
Colombia, U. de A., 2000): el referente fundamental, la obra poética
modernista de José Asunción Silva. En materia política, la integración del país
como nación teniendo en el pasado reciente –como queda dicho– la Guerra de los
Mil Días y la pérdida del Istmo de Panamá. En cuanto a la concepción de
literatura, "difusa y más bien retrógrada, fue apoyada por el gran
proyecto de la pacificación e integración del país, al que nadie podía ni
quería sustraerse" (Pöppel).
La irrupción de Luis Tejada y de Luis Vidales, este último integrante de
Los Nuevos, constituirá un nuevo
punto de referencia –en la década de los '20– para discursividades innovadoras
(la crónica, en Tejada) y vanguardistas (la poesía de Luis Vidales, en Suenan timbres, publicada en 1926).
Tejada escribirá, como intelectual que quería transformar el sistema
cultural y político del país, en la Gramática
y la revolución (1924): "No puede eliminar la gramática una generación
que no tiene ideas nuevas, ni experimenta sensaciones nuevas; porque toda
conjunción imprevista de palabras, que se salga de los moldes gramaticales, significa
la existencia de una idea nueva, o al menos, acusa una percepción original de
la vida, de las cosas".
Luis Vidales, dirá: "Estábamos demoliendo una fortaleza, un viejo
país, una sociedad ochocentista, en los momentos en que la historia comenzaba
su obra de pica contra todo lo vigente" (en Vicisitudes de un poeta tomapelista (1976).
A excepción de De Greiff y Vidales, "Los poetas de Los Nuevos no – quisieron (…)
incorporarse en el movimiento de vanguardia, ni trazar un concepto común de
poesía, de fundar una escuela…" (Pöppel). Al lado de Tergiversaciones de De Greiff y Suenan
timbres, las siguientes dos y tres décadas verán publicarse poesía
modernista, romántica, tradicionalista, alejada de los postulados
vanguardistas.
En las décadas del '50 y '60 con los escritores publicados en la revista
Mito (1955-1962) y los poetas que
harán parte del Nadaísmo –tardío o
post-vanguardista– se retomarán principios de la vanguardia.
FLORIANO MARTINS | Los movimientos locales, ¿estaban de acuerdo con las ideas de las
vanguardias europeas correspondientes o acaso agregaban algo distinto?
ARMANDO ROMERO | La
relación con Europa de la poesía colombiana siempre fue íntima. Si tenemos en
cuenta que José Asunción Silva le enviaba orquídeas a Mallarmé, o que Philippe
Soupault escribe una oda a Bogotá, Jorge Zalamea traduce a Perse, Gaitán Durán
traduce y escribe sobre el Marqués de Sade, y muchas otras más íntimas
relaciones, los poetas colombianos siempre vieron el eje de su estética en
Europa. El problema es que lo vieron con años de retraso, por lo menos en la
primera mitad del siglo XX. El peso de una tradición conservadora hace que
poetas modernistas como Guillermo Valencia tengan vigencia durante todos estos
años. Realmente Colombia se actualiza con la generación cercana a la revista Mito, que dirigía Gaitán Durán, y va a
la vanguardia, otra vez con años de retraso, con el grupo nadaísta. Pero ahora
las ideas de vanguardia no son sólo de Europa sino de los Estados Unidos, de
Rusia, de Asia. Es decir, que hay una apertura muy clara hacia todas las
vertientes internacionales que determinan una nueva estética.
CARLOS VÁSQUEZ-ZAWADZKI | Retomando lo que acontecía en la ciudad de
Barranquilla frente al mar Caribe, cosmopolita y abierta, y el grupo de
escritores que integraban la revista Voces,
De Greiff aparecerá citado desde 1918 en la figura de Gaspar von der Nacht,
ficticia, en un ciclo de poemas en prosa (1918-1925). El N. 56, de 1920, estuvo
dedicado en gran parte a su poesía. Poema,
de Vicente Huidobro se publicará en el N. 42 de 1918 (en este, "falta de
puntuación, versolibre, frases cortas, sueltas, paratácticas, en serie una tras
otra, metáforas inconexas, uso parco de adjetivos…"). José Juan Tablada
publicará en el N. 52 (de 1920), Ruidos y
perfumes en un jardín (allí Tablada, "renunció a todo lo que hubiera
podido facilitar un criterio de reconocimiento; eliminó no solo el verso y la
rima, sino también verbos, adjetivos y sintaxis; junto a sustantivos (lo mismo
que artículos y conjunciones) da cabida sólo a onomatopeyas e imágenes
lingüísticas", Pöppel).
Desde el N. 27 de 1918, Vinyes, relativizaba la y las vanguardias:
"Futurismo. Cubismo. Vibrismo. Numismo (…) ¿Serán flor de un día las
nuevas doctrinas? ¿Traerán una profunda revolución en el arte?".
Pero, afirma H. Pöppel, "La seriedad con que Vinyes investiga los
movimientos vanguardistas hasta el fondo de su sustancia poética, constituye en
principio un suceso feliz en la primera fase de la recepción en Colombia".
El mismo director de Voces,
Hipólito Pereyra (Héctor Parías) intentó en el N. 43/44/45 de diciembre de
1918, el primer poema vanguardista en Colombia, ¡Araña de mis deseos!: Besar tus labios!/ Sorber tus ojos, ojos,
ojos!… Una araña grande y gruesa ocupará dos páginas de la revista.
Jacques Gilard anota sobre Voces (en
Un proyecto para Colombia, 1991):
"Aunque se ignora habitualmente su existencia, Voces debe figurar entre la vanguardia de los vanguardismos
hispanoamericanos". Su proyecto, "una voluntad de hacer circular
ideas. Se puede hablar de un afán de comunicación e integración". Y
complementa sobre el particular: …"En todos los casos, hacia España, hacia
Hispanoamérica en general y hacia Colombia, se adoptó en Voces una misma actitud: había que dejar de ser provincia (…). América
debía romper sus complejos, facilismos e ignorancias. Había que tomar
consciencia de que el centro del mundo podía estar en todas partes; para lograr
que así fuera, convenía empezar por ser autoexigente y ponerse a tono con la
hora del mundo. Es decir que el proyecto de Voces
implicaba esencialmente una reforma de la vida intelectual".
Sus límites: "Los miembros del equipo de la revista carecieron de
clarividencia ante la evolución del Continente, quedándose en una visión rural
ya rebasada por la realidad". Vinyes habría desconocido "la novedad y
la importancia del fenómeno urbano".
En cuanto a Medellín y la revista –y sus escritores colaboradores– Panida, en 1915, los pocos números
publicados (diez en total) habrían causado un efecto renovador, revolucionario
en el marco de la burguesía industrial de la ciudad. J. A. Osorio hace un
recuento: "En el Windsor se
discutían los objetivos de la reciente revolución rusa, que había derribado la
autocracia zarista y mostraba al mundo nuevas rutas; y las modernas tendencias
literarias y artísticas que eran el producto de la sensibilidad morbosa que
resultó de la guerra mundial; y los Manifiestos de Tristán Tzara, para fundar
el dadaísmo, y de Marinetti, para explicar el futurismo, y se exponía el
panfleto de Julio Jurenito, concebido por Elías Eremburg, para incendiar todos
los museos y todas las bibliotecas del mundo, a fin de que esta generación
principiara una nueva era, desligada de las influencias que pudieran provenir
del pasado, hundido en la sangre y en el incendio de la guerra universal"
(en Gaitán, 1952)
Acota H. Pöppel: "No eran los geniales inventores de una dirección
vanguardista independiente; ellos sólo llevaron a cabo, en algunos aspectos,
innovaciones que se requerían desde hacía tiempo en la escena literaria de una
ciudad que ya había sobrepasado en el plano económico al resto del país, pero
que socialmente seguía estando marcada por el conservatismo católico".
La importancia de Panida: no
dirigir la mirada a Bogotá ni imitar sus ejemplos de procesos poéticos
tradicionales, producto de intelectuales y escritores que hacían parte de las
instituciones establecidas, inamovibles.
Sus límites: "Los jóvenes autores de Medellín recibieron y
continuaron las innovaciones formales del modernismo de manera más intensa que
sus colegas de Bogotá". "La diversidad de géneros y formas que
produjeron y publicaron los autores de Panida
reflejan, por un lado, las búsquedas de lo nuevo; pero, por otro, la
inseguridad y la falta de un concepto claro" (Pöppel).
Bogotá y Los Nuevos, en la
dimensión de Luis Tejada y de Luis Vidales (Suenan
timbres, en tanto volumen, sería el único libro vanguardista publicado en
la década de los '20, sin continuidad ni por parte del autor ni por posibles
sucesores suyos; tendremos que esperar, como aquí se plantea, las décadas del
'50 y del '60 para que los escritores retomen las problemáticas de las
vanguardias/post-vanguardias artísticas y literarias, consiguiéndolo en los
campos narrativo, dramatúrgico, pictórico, musical y poético), abrirán ellos
nuevos caminos hacia las vanguardias discursivas, y en el caso de Vidales,
poéticas.
En palabras del mismo Vidales, el contexto histórico del país y la vida
y obra de Luis Tejada que conducen a la configuración de Los Nuevos. Primero, el país: "Desde las últimas décadas del
siglo pasado el país estaba aguantando los problemas derivados de la necesidad
de expansión del imperialismo norteamericano. Los hitos de esta política,
impelida por la aplicación de la electricidad a la industria fabril, con el correspondiente
auge de la producción y el correspondiente, también, de la conquista de nuevos
mercados, pueden señalarse así sobre nuestro crucificado país, como puntos
candentes: 1885, incendio de Colón por los yanquis; 1886, quiebra general del
comercio colombiano (dentro de la cual se sitúan: el suicidio de José Asunción
Silva y la poesía desesperada de Julio Flórez); 1903, pérdida de Panamá; 1923,
indemnización americana, en correspondencia exacta con las necesidades de
construcción de algunas obras para la amplificación de la órbita de la economía
extraña y en desbarajuste de la propia fisonomía, primero ferrocarriles y
luego, con el incremento de la industria automotriz, carreteras, dejando
languidecer, a cada etapa de estas, el río Magdalena y los ferrocarriles, tal
como ahora se encuentran. Este impacto sobre un país dormido (…), ocasionó un revolutis, que puede puntualizarse así:
ingentes masas del campo sacadas de su hábitat; focos de trabajo aquí y allá,
dispersos en el país; crisis agrícola profunda y orientación de los imanes de
la economía gringa hacia las ciudades para el desarrollo de la capacidad de
consumo (…), con la complicidad conveniente del Estado y el aumento de la
burocracia (misión Kemmerer) y jugosos empréstitos a esta obra típicamente
imperialista (…). Este espectáculo, a que nos tocó asistir a la generación del
primer quinquenio de los años 20, si no lo comprendíamos con la razón, nos
golpeaba de todos modos con las facultades nunca calladas de la
percepción".
Segundo, Luis Tejada: "más vivo, más palpitante que el
acontecimiento diario", advierte Vidales, "porque está por encima del
resumidero mortal de nuestros siglos pasados, de la tradición a tropezones de
la dependencia y de la gran amnesia nacional (…).Tomaba del ámbito de que se
nutre la prensa, del suceder del día, de la nota palpitante, es decir, del nudo
acontecimiento, el pretexto para sus elucubraciones emocionales de poeta, con
una mente clara, que lo llevaba a un universo de originalidades impensadas, ya
muy lejos del alma fugaz del periódico".
Y pocos años antes de morir (en 1924), Tejada había descubierto otro
camino: el revolucionario. Se entregó por entero a la causa del proletariado:
"Con una decisión de persona que sabe para dónde va y cómo hacerlo, nos
reunió en el primer núcleo comunista aparecido en el país. Ese es, lo repito,
el foco primigenio del cual surgieron Los
Nuevos".
Vayamos al Vidales vanguardista de Suenan
timbres: "En la década de los veinte, la capital de Colombia todavía
se encontraba sumida en el siglo XIX, y sus habitantes tenían costumbres muy
arraigadas en la Colonia. La ciudad vivía prácticamente aislada", plantea
C. Sarmiento J. (en Luis Vidales y
crítica de arte en Colombia,
Univ. Nacional, 2010). "La hegemonía conservadora de los primeros treinta
años del siglo ayudó notablemente en este atraso, fácilmente verificable en
relación con otras ciudades latinoamericanas". Sarmiento cita tres
fenómenos capitales en el despertar del pueblo bogotano: "En primer lugar,
el período conocido como ‘prosperidad al debe' que se inició con la
indemnización de Estados Unidos por la segregación del Panamá, lo cual produjo
una ola de inversión y de empréstitos que aumentaron notablemente el
presupuesto del país y de las ciudades. Que esta plata se gastó pensando en la
modernización es un hecho que se comprueba en la destinación de la mayoría de
estos dineros para la construcción de ferrocarriles. Luego, la constitución de
la ciudad como un centro académico en el que los jóvenes venidos de provincia y
los mismos bogotanos organizaron asociaciones y carnavales estudiantiles, lo
que promovió el comercio intelectual y el apoyo en la búsqueda de información y
métodos de estudio. Y por último, la aparición de los cafés como centros de
tertulia de intelectuales que buscaban nuevos destinos para la nación. Este
ambiente urbano propició el cruce de ideas que favoreció la aparición de los
grupos innovadores en el país, entre ellos los Arquilókidas y Los Nuevos,
ambos de procedencia capitalina".
Tejada acoge al recién llegado de la provincia, Luis Vidales, le ofrece
su amistad y se convierte en guía intelectual y "su mentor político, pues
lo introdujo en los secretos del marxismo y en las ideas comunistas".
En 1922 aparecerá entonces el grupo de los Arquilókidas (mismo que desaparecerá pronto), inspirados en el
satírico Arquíloco, grupo que arremeterá "contra las instituciones de la
cultura y contra el espíritu conservador que dominaba las letras
colombianas". Allí figuraban Tejada, De Greiff, Rendón, Maya, Lozano y Lozano,
Villegas, Umaña Bernal, Camacho Roldán, y Luis Vidales.
En 1925 surgirán a su vez Los
Nuevos quienes, entre junio 6 y agosto 10 del mismo año, publicarán una
revista con el mismo nombre. Lo conformaban los hermanos Lleras Camargo,
Arciniegas, Maya, Arango, Gaviria, Botero, Zalamea, De Greiff, Umaña, Mar,
Tapia, García Herreros y Vidales, agrupando tendencias conservadoras, liberales
y comunistas en lo político. En el N. 1, formularán: "La Revista, por sí
misma no tendrá orientación ni carácter alguno (…). Será simplemente, un índice
de las nuevas generaciones, o para usar una imagen apropiada, una especie de
aparato de resonancia que recoja el eco del pensamiento nacional". No
pretendían establecer un programa único, cuanto "reaccionar contra el anquilosamiento
en que vivía el país tanto en lo político como en lo estético. Su credo
intelectual se basaba en la convicción de que Colombia necesitaba un
remozamiento en sus estructuras básicas. Por eso criticaron los partidos
tradicionales, que no eran conscientes de la industrialización que vivía el
planeta y de los cambios sociales que esto implicaba". Así, propuso el
grupo la renovación de los partidos e "hizo de la reforma de la educación
una de sus banderas ideológicas". Pero Los
Nuevos, sospechando las necesidades estéticas del entorno, "no dotaron
el concepto de lo nuevo de un contenido explícito".
En 1926 se publica Suenan timbres:
"nuestras letras dieron el salto a la vanguardia poética", señala G.
Brisea (en El mundo poético de Vidales,
Trilce, 1996).
La poesía de Vidales: "es la primera que, cansada de solemnidad de
las escuelas decimonónicas, incorpora giros que van más allá de la pura
artesanía poética e introduce el humor como recurso literario. La nueva actitud
está signada por el desprecio de la lógica tradicional, por la exploración de
posibilidades que surgen de la alteración de lo convencional y proponen una
lógica alterna", anota Sarmiento J. "La actitud poética de Vidales
está resumida (…) en el verso Yo veo el
dorso del acontecimiento. Es esta una estética de honda raigambre
individual, que centra en los ojos del cantor toda la capacidad de alteración
poética de la realidad".
Más aún, "Suenan timbres
es un libro cuyo protagonista poético es Bogotá". "Una actitud
estética sumergida en la experiencia urbana, una actitud estética consciente de
las ventajas y desventajas que supone el crecimiento de las ciudades en
relación con la creación artística, la actividad crítica y la sensibilidad
cultural.
Vidales hará a continuación estudios de matemáticas y estadística; a su
regreso de Europa, se convertirá en uno de los fundadores del partido comunista
colombiano; será su secretario general a partir de 1934.
Para Rafael Gutiérrez Girador, el encaminamiento de Tejada y de Vidales
hacia una dimensión política definida por el Partido podría leerse de la
siguiente manera, con relación a las vanguardias: "El nombre ‘vanguardia'
no deja de ser militar por el hecho de que se refiere a una revolución social
anti burguesa, cuyas realizaciones fueron, entre otras, de uno y otro lado, el
‘partido único', la conversión de la sociedad en cuartel y la realización del
ideal de Ignacio de Loyola, secularizado, es decir, sin el premio celestial a
la autodegradación supuestamente heroica del ser humano. La consideración unilineal
de la llamada vanguardia (o vanguardias) como manifestación de una necesidad de
revolución, es catequística en el sentido de que deja de lado la compleja y
confusa situación que impulsó y a la que respondió la llamada literatura de
vanguardia: el contexto de fin de siglo, la culminación destructiva de los
Estados nacionales con su consecuencia, esto es, el talante y la glorificación
de la guerra, y la primera guerra mundial como coronación del agotamiento de
Europa, que suscitó la reacción teutona de Oswald Spengler con su obra La decadencia de Occidente (1918-1922).
En este contexto se hallaba entretejido Nietzsche, cuya crítica precisa y, por
eso, corrosiva a su país, a la moral cristiana, al cristianismo, a la política
y a la cultura y filosofía europeas creó el horizonte en el que las llamadas
vanguardias encontraron su alimento y su suscitación. Pero de Nietzsche no sólo
se asimiló el estilo y el ademán de gran protesta, sino de manera más o menos
consciente el problema que lo atormentó e irritó, lo arrastró y elevó, lo tuvo
siempre en vilo y a la vez le despertó esperanza de paz: el de la
‘transmutación de los valores' y el de la ausencia o muerte de Dios".
Ahora bien, entre 1955 y 1962 –como queda dicho arriba– se publicará la
revista Mito, dirigida por Gaitán
Durán: "La posición de Mito con
respecto a la poesía –señalará Armando Romero (en Las palabras están en situación, Procultura, 1985)– es la de una
abertura cada vez mayor hacia ese tono de vibrante inteligencia y aguda
sensibilidad que es característico de la post-vanguardia, en la cual una mesura
de la expresión va acorde con un rigor de la conciencia para evitar que el
poema se precipite por los abismos de la incoherencia o el hermetismo".
En 1958, en Medellín, Gonzalo Arango lanzará el Manifiesto Nadaísta: "Significaba una revolución en la forma y
el contenido del orden espiritual imperante en Colombia. Tenía un extenso
programa de subversión cultural (estético, social, religioso), que apoyándose
en la duda y en elementos no racionales y teniendo como arma la negación y la
irreverencia, el desvertebramiento de la prosa y el inconformismo continuo
buscaban el cuestionamiento de la sociedad colombiana. La aspiración del Nadaísmo era desacreditar el orden
instaurado en aquella época", escribe E. Escobar (en Gonzalo Arango, Procultura, 1989) sobre este movimiento asimismo
post-vanguardista.
FLORIANO MARTINS | ¿Qué relaciones mantenían estos mismos movimientos con las corrientes
estéticas de los demás países hispanoamericanos?
ARMANDO ROMERO | Hasta
cierto punto, el Nadaísmo, que surge en 1958, es precursor de varios
movimientos vanguardistas que suceden en el resto de América en la década del
'60, aunque su influencia directa sólo toca a algunos de ellos. Vemos entonces
de norte a sur que los poetas nadaístas entrelazan sus búsquedas literarias con
las de El corno emplumado, que
dirigían Sergio Mondragón y Margaret Randall desde México, con los poetas de El pez y la serpiente de Nicaragua, los
de "El techo de la ballena" en Venezuela, los "Tzántzicos"
en Ecuador, la revista Orfeo de
Chile, los hermanos Raquel y Alejandro Jodorowsky, quienes se desplazaron
vitalmente por Chile, Perú y México, los poetas "mufados" en
Argentina, de donde se desprende Miguel Grinberg, fundador de la famosa revista
Eco contemporáneo, Clemente Padín en
Uruguay y su revista Los huevos del Plata.
Todos estos movimientos se influyeron entre sí y conformaron un frente contra
el establecimiento poético y literario continental. Por supuesto que los
nombres que cito no son los únicos, pero estos dan una muestra de lo que fue la
candente generación del 60. Retrocediendo dentro del contexto colombiano, vemos
que los poetas de la generación "Mito" del '50, también tienen un
buen contacto con las vanguardias latinoamericanas, pero en el sentido de los
poetas que vienen de la vanguardia, como Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Luis
Cernuda, Vicente Aleixandre, Vicente Gerbasi, Juan Sánchez Peláez, etc.
CARLOS VÁSQUEZ-ZAWADZKI | Formulamos dos momentos en la historia del país
colombiano: finales del siglo XIX y comienzos del XX y su visión de una
literatura nacional atada a la noción de identidad. Y la irrupción en Medellín,
Barranquilla y Bogotá de movimientos de vanguardia, críticos del país y de la
literatura, cuyos sujetos enunciadores buscaban nuevos lenguajes y sentidos y
establecían con Iberoamérica y Europa un diálogo intertextual y transcultural,
es decir, procesos discursivos heterogéneos en los cuales el locus de enunciación –poético,
narrativo, musical, pictórico, dramatúrgico…– se desplazara del primero al
Tercer Mundo. Este segundo momento, relacional, con corrientes estéticas y
escritores y obras de los demás países hispanoamericanos, lo visualizamos y
verbalizamos en Barranquilla con la revista Voces
(1917-1920).
En efecto, "la idea de una literatura nacional atada a la noción de
identidad fue defendida por nuestros intelectuales durante el siglo (XIX), la
mayoría de los cuales fueron gramáticos y promotores de la pureza del lenguaje
(recordar lo formulado por Luis Tejada y Luis Vidales sobre el particular en
los años veinte): Núñez, Samper, Vergara y Vergara, Acosta de Samper, Caro y
Camacho Roldán", formulan M. M. Jaramillo, B. Osorio y A. I. Robledo (en Literatura y Cultura, V. I, La nación
moderna. Identidad, Ministerio de Cultura, 2000).
Subrayan las ensayistas: "Para Caro, el redactor de la Constitución
de 1886, el ideal religioso y el ideal artístico debían coincidir, lo cual
implicaba el control ideológico de la Iglesia católica, que le daba estabilidad
al proceso de construcción nacional de un país fragmentado por las luchas
civiles y las arduas condiciones geográficas". Si bien Caro no se opone
explícitamente al contacto de Colombia con otras naciones, "considera que
la tradición española y la católica poseen todo lo que los pueblos americanos
necesitan y deben permanecer tan puras e incontaminadas como la lengua".
Esto planteaba una contradicción fuerte: "Un proyecto de nación que
remitía a la raíz hispánica y católica era un proyecto excluyente de las
mayorías mestizas y multiculturales". Así, se rechazaba cualquier idea de
modernidad.
Baldomero Sanín Cano lideraba desde finales del siglo XIX una defensa de
la universalidad del arte; traducirá e introducirá a Nietzsche en Colombia, el
cual será leído en Bogotá por José Asunción Silva y en Medellín por
Carrasquilla y el grupo de los Panidas.
J. A. Silva, "escenificó la autonomía del arte y el papel del artista en
la sociedad finisecular en su novela De
Sobremesa", publicada más de diez años después de su muerte; esta
temática será retomada por José María Vargas Vila y Clímaco Soto Borda. Vargas
Vila articula erotismo y arte, y desafía el control de la Iglesia católica
sobre el cuerpo, en Las rosas de la tarde
(1909) y Lirio Negro (1914). José
Eustasio Rivera, en La vorágine
(1924), lo hará con relación a modernismo, realismo/naturalismo y vanguardia.
Alejandro López en Problemas colombianos,
1927, dará cuenta del hecho que la masificación removía ya los cimientos de la
sociedad, cuya escisión desactualizaba la herencia intelectual de entresiglos
(E. Neira Palacios, La gran ciudad latinoamericana, Eafit, 2004). Ese mismo
año, José Félix Fuenmayor en Cosme,
considerada la primera novela urbana del país, "disiente de los intentos
de plasmar un imaginario hegemónico" (en La nación moderna. Identidad).
Jorge Zalamea socaba asimismo la discursividad hegemónica…
Voces, como lo enunciáramos, publicada en Barranquilla –ciudad abierta y
cosmopolita, en comunicación con América, Asia y Europa en cuanto a
migraciones, mercancías, libros, ideologías–, regentada e impulsada por Ramón
Vinyes, quien dominaba y traducía siete idiomas– desde su Librería en donde se
configura el Grupo de escritores de la revista, establecía un diálogo
multitextual y transcultural, procesos discursivos heterogéneos en los cuales
el locus de enunciación se desplaza
del primero (su Barcelona y España) al Tercer Mundo.
Primero, alcanzó una cobertura de autores y géneros que el grupo/revista
Panida, en Medellín, no logró
alcanzar. "Para Vinyes constituía un interés prioritario cultivar el
intercambio con las demás literaturas y culturas latinoamericanas, pues, ‘nada
se ha hecho en Colombia hasta ahora, para lograr un completo intercambio
intelectual con las demás naciones de habla española'" (N. 24 de 1918).
Ya citamos la publicación de obras de Huidobro, Apollinaire, José Juan
Tablada, Dermée, Reverdy, Jacob, etc. El mismo Vinyes publica en casi todos los
números de Voces, traduce, acota,
comenta autores internacionales. Así, se pueden citar también autores como
Gide, A. Machado, J. Gómez de Castro, G. K. Chesterton, G. Rodin, F. Hebbel, E.
Diáz-Canedo. R. de Bury, H. von Hoffmansthal, A. Samain. M. Gorki, S, Frug, S. Takynsky, J. M. López Ricó, C, Riba, E. d'Ors, P.
Vila…
Por ello, reiteramos la visión de J. Gilard: "Aunque se ignora
habitualmente su existencia, Voces
debe figurar entre las vanguardias de los vanguardismos hispanoamericanos".
La vida efímera de las revistas Panida
y Los Nuevos no posibilitó establecer
relaciones enriquecedoras e importantes con otros países en la dimensión de Voces.
Sí lo logrará la revista Mito,
entre 1955 y 1962, abierta a toda Hispanoamérica y a Europa.
FLORIANO MARTINS | ¿Qué aportes significativos de las vanguardias fueron incorporados a la
tradición lírica y cuáles son sus efectos en los días de hoy?
ARMANDO ROMERO | Creo que
el mayor aporte de las vanguardias fue sacar al poeta de lo contemplativo a lo
vivencial. "Poeta con revólver" es un poema de X-504 de ese entonces.
El poeta se convierte en un participante activo de los cambios que van a
suscitarse en América Latina. Esto consigue no sólo una participación política
sino un hacer crítico contra las ideologías imperantes, ya sean de derecha o de
izquierda. Es por esta razón que el poema deja de ser lírico-puro para entrar
en lo discursivo, lo circunstancial. Domina el verso libre, coloquial, así como
la imagen poética se hace más atrevida, sus saltos metafóricos buscan tanto el
desconcierto, la belleza audaz y el humor crítico. La idea del "poeta
negro" que introduce Artaud llevará toda su carga de alucinación, mucho
debido a las drogas alucinógenas, pero también un sentimiento místico que vuela
de lo religioso propiamente dicho a lo mágico, a lo esotérico. La ruptura con
la tradición asigna al poeta un puesto combativo contra el establecimiento.
Muchos de estos logros pueden verse hoy en día. En
el caso colombiano del nadaísmo, éste movimiento logró liberar a los poetas que
lo sucedieron del lastre conservador que todavía quedaba en la poesía
colombiana. Lo interesante, y producto de este mismo clima de rebelión, los
poetas colombianos que más se beneficiaron del nadaísmo, fueron también los que
más denigraron el movimiento. El nadaísmo les enseñó a ser nadaístas contra los
nadaístas.
CARLOS VÁSQUEZ-ZAWADZKI | Primero, la autonomía/independencia del escritor, del
poeta y, por extensión, del artista. El escritor rompe con la unicidad o
monologismo discursivo religión/arte y con las instituciones religiosas y
culturales ibídem. Se gesta de esta
manera el intelectual y escritor laico para el siglo XX y el siglo subsiguiente.
Segundo, el trabajo significativo y trans-formador sobre y del lenguaje:
la lengua literaria y poética es resignificada semiósica y semiótica y
simbólicamente.
Tercero, el poema/texto/la escritura no es producto ni de una
racionalidad ni de una intencionalidad o voluntarismo ideológico.
Semiósicamente, el proceso productivo y creativo es abductivo, participa del
sueño, del juego, del insconsciente, de la irracionalidad, del sin sentido,
obedeciendo a pulsiones libidinales, la cora.
En esta dimensión es significativo el humor.
Cuarto, el descentramiento del locus
en/de la enunciación, asumiéndose la relación cuerpo/lenguaje (cuerpo mestizo,
heterogeneidades discursivas, lingüísticas, étnicas, literarias).
Quinto, el poema, el texto, la escritura se escribe en las urbes,
dialoga con las mismas. Como también –intertextualmente– con obras y autores en
lengua castellana y en otras lenguas.
Sexto, los procesos de escritura devienen auto-reflexivos estética y
poéticamente.
Séptimo, grupos de vanguardia sin principios estéticos no llevan a
escrituras modernas ni vanguardistas (ni post-vanguardistas). Estéticas y
escrituras deben romper epistémica,
discursiva, lingüística, estética y poéticamente con escrituras y autores
anteriores, para significar y significarse. Es la negación/denegación frente a
la tradición como principio creativo significativo, el locus de un Otro en la enunciación.
Octavo, el quiebre de nociones como poesía-identidad-nación. Entonces,
dialogicidad inter y transcultural con lenguas, autores, obras, y la
consiguiente heterogeneidad.
Noveno, la alternativa a la discursividad religiosa, a la articulación
monológica poesía-religión, en y desde las vanguardias –en el marco
colombiano–, no sería a su vez la de una discursividad poética monológica o
unidireccional política (en el caso de Vidales y Tejada, aquella del Partido).
FLORIANO MARTINS | Los documentos esenciales de las vanguardias, ¿se han recuperado?, ¿es
posible tener acceso a ellos?
ARMANDO ROMERO | A pesar
de que varios críticos latinoamericanos como Hugo Verani, Jorge Schwartz,
Nelson Osorio, Saúl Yurkievich, Evodio Escalante, han contribuido con
documentos y con sus análisis al estudio de las vanguardias en América Latina,
creo que falta mucho por hacer. Ángel Rama publicó un magnífico trabajo sobre
"El techo de la ballena", pionero, pero todavía no suficiente para
abarcar la importancia de este grupo. El Nadaísmo adolece de un estudio
completo. Mis intentos de antologador y difusor espero hayan contribuído en
algo, sin embargo todavía falta ese estudio de alguien imparcial que revise los
documentos que reposan en la Biblioteca Piloto de Medellín o en los archivos de
Jotamario Arbeláez, o en los míos. También falta el recuento histórico de los
integrantes de estos movimientos. No sólo sus declaraciones a la prensa sino su
testimonio completo. Como siempre, América Latina adolece de biógrafos y de
auto-biógrafos. A todo esto se añade el problema que presentan las generaciones
actuales, el cual es su protagonismo. Los poetas de hoy en día están más
interesados en la búsqueda de los premios y sus publicaciones, en el aplauso
que suponen merecen sus primeros palotes literarios, y no en la indagación, en
el estudio de sus predecesores.
La falta de una buena red interamericana de
bibliotecas, que pudieron poner al servicio de los investigadores el material
necesario para poder profundizar en sus trabajos, torna todo muy complejo.
Sería magnífico que los gobiernos dedicaran parte de su presupuesto cultural,
en conseguir que los bibliotecarios puedan atraer hacia sus bibliotecas gran
cantidad de estos materiales, y poder ponerlos vía internet a la disposición de
los investigadores, de los lectores en general. Suena utópico, pero se gasta
tanto dinero en la promoción burocrática de escritores y poetas, y no en crear
empresas como ésta, la cual sería bien útil.
CARLOS VÁSQUEZ-ZAWADZKI | En la mayoría de los casos, las revistas Panida, Voces –aún aquellas no mencionadas aquí como es el caso de Revista de las Indias, 1936-1950 y
otras– y más tarde Mito; así como la
obra de Luis Tejada, Luis Vidales y León De Greiff, han sido publicadas
recientemente y se puede tener acceso a las mismas.
*****
Armando Romero (Colômbia, 1944) | Carlos
Vásquez-Zawadzki (Colômbia, 1946)
Capítulo IV do livro Espelho Inacabado – Imaginário das
vanguardas na América Hispânica, de Floriano Martins © 2016 ARC Edições.
Artista convidada: Débora Arango (Colômbia, 1907-2005)
Organização
a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Imagens
© Acervo Resto do Mundo
Esta
edição integra o projeto de séries especiais da Agulha
Revista de Cultura, assim estruturado:
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 O RIO DA MEMÓRIA
A Agulha
Revista de Cultura teve em sua primeira fase a coordenação editorial
de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de
Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu ambiente ao mundo de língua
espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a coordenação editorial apenas
de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto original, desta vez sob a
coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio Simões.
Visite
a nossa loja
Nenhum comentário:
Postar um comentário