FRANCISCO PROAÑO ARANDI |
FRANCISCO PROAÑO ARANDI | En relación con el primer interrogante, podría decir que a lo largo de
los años que van de 1910 a 1920 aparecen ya, en revistas literarias y en la
prensa ecuatoriana de entonces, textos que informan e indagan sobre los
movimientos de vanguardia surgidos en Europa y en América Latina, pero que, más
que nada, constituyen una suerte de curiosidad, de interrogación sobre lo que
significa la "noción de vanguardia" y seguramente un "ponerse a
la moda" frente a lo que sucedía en París o en Buenos Aires.
Si aludimos a un punto inicial de partida para la
vanguardia en el Ecuador, yo señalaría el año 1918, cuando Hugo Mayo, nuestro
más representativo poeta vanguardista, publica el poema "Oxidación"
en la revista ultraísta Grecia, de
Sevilla, España; poco más tarde, en 1919, el mismo Hugo Mayo (seudónimo de
Miguel Augusto Egas, su verdadero nombre), publica en la revista Cervantes, de Madrid, sus poemas
"Drogas", "De jardín" y "Viaje". Años después,
Mayo impulsaría revistas de militancia vanguardista como Síngulus (1921), Savia
(1925) y Motocicleta (1927). Todo
ello en Guayaquil, aunque en Quito, la capital, y otras ciudades, aparecerían
otros militantes de la estética vanguardista.
Con respecto a lo segundo, si nos atenemos al
ámbito estrictamente literario, la década del '20 en el Ecuador constituía un
escenario de agudos debates entre las tendencias que adherían a las distintas
vertientes vanguardistas (Ultraísmo, Creacionismo, Cubismo, Surrealismo, etc.)
y aquellas que proponían la preeminencia del realismo social naturalista o
realismo de denuncia, tendencia que se volvería hegemónica durante los años que
van de 1930 a 1950. Hacia 1920, Ecuador vivía también los últimos estertores
del modernismo ecuatoriano iniciado por el poeta guayaquileño César Borja, a
fines del siglo XIX, y que llegaría a su apogeo y final con cuatro exquisitos
poetas –Arturo Borja, Ernesto Noboa y Caamaño, Humberto Fierro y Medardo Ángel
Silva–, llamados "los decapitados" por su trágico destino y su
deserción, deliberada y programática, de la realidad americana de la que se
sentían exiliados.
Todo este clima de contradictorias vertientes
literarias, se daba en un contexto social y político altamente conflictivo. El
bloque oligárquico –semifeudal y capitalista incipiente– en el poder había mostrado
su verdadero rostro represivo y explotador y, en contrapartida, la agitación
social alcanzaba un grado de extrema insurgencia. Aparecían los partidos
socialista y comunista; se fortalecía, incluso bautizado con sangre, el
movimiento obrero; y todo ello influía decisivamente en el imaginario y en la
conciencia de los intelectuales, casi todos provenientes de la pequeña
burguesía, marcados además por lo que sucedía en el mundo: la Revolución Rusa
de 1917 y, poco antes, la Revolución Mexicana.
RAÚL SERRANO SÁNCHEZ
| En Ecuador la vanguardia, que tendrá varias tendencias o manifestaciones,
lo que le da un carácter plural, surge en las primeras décadas del siglo XX. Ya
hacia 1919 se habla, en las revistas y periódicos del medio, de poetas de la
vanguardia europea como Guillaume Apollinaire. Pero no olvidemos que para 1918,
un poeta, fundamental en este proceso, como es Hugo Mayo, desde Guayaquil,
empezó a colaborar con revistas ultraístas como Cervantes y Grecia, que se publicaban en España. El mismo Mayo, junto
con otros contemporáneos creará, en los años 20, revistas como Síngulus, Proteo y su célebre Motocicleta,
que aparece en 1924, y en la que se difunden los textos de los poetas del
momento tanto de Ecuador, América Latina y Europa.
RAÚL SERRANO SÁNCHEZ |
Hélice fue dirigida por el gran pintor vanguardista
Camilo Egas, el secretario de redacción fue Raúl Andrade, uno de los cronistas
y ensayistas más lucidos de la literatura ecuatoriana y latinoamericana del
siglo XX. A ellos se sumarán autores como el poeta Gonzalo Escudero y el gran
narrador Pablo Palacio, quien publicará algunos de los cuentos de su
deslumbrante, hasta hoy, libro, Un hombre
muerto a puntapiés (Quito, 1927).
El ambiente que
tuvieron que enfrentar los vanguardistas, esto es similar en toda América
Latina, era deprimente y comprimido: eran los años en los que la modernidad
capitalista se instala en nuestras sociedades, lo que dará paso a la formación
de una clase oligárquica que empezará a defender sus privilegios con pólvora;
privilegios logrados con el ascenso que les permitió la Revolución Liberal de
1895. En Ecuador, son años de inestabilidad política y económica. Un hecho que
marcará a todos los vanguardistas será el llamado "bautizo de sangre"
de la clase obrera que la plutocracia decretó el 15 de Noviembre de 1922 con
una masacre atroz que se desató en Guayaquil una vez que los trabajadores y la
población civil se lanzaran a las calles a exigir mejores condiciones de vida
al gobierno de turno.
Posteriormente, se
producirá en Quito la conocida Revolución Juliana de 1925 que se esforzó por
ponerle un límite a los abusos de esa plutocracia liberal que controlaba la
maquinaría del Estado. Revolución que sin duda puso al día al país en lo que
respecta a los procesos modernizadores del aparato estatal, de acuerdo a las
demandas del capitalismo internacional.
En la cultura, en
particular la literatura, lo que reinaba en ese escenario fracturado, era una
cultura amorfa, con enormes resonancias y sometimientos coloniales. Una
literatura cuya seña particular era la de encarnar de manera inauténtica a una
clase que, desde la colonia, y luego en la fundación del país, no supo dar
cuenta (si lo hizo fue de manera aislada, sobre todo por lo que hicieron
ciertos intelectuales civiles en el siglo XIX como Juan León Mera, de manera
marginal) de la complejidad, de las contradicciones que la cultura del país
encerraba en tanto nación plurinacional, por tanto atravesado por una fuerte
pluriculturalidad.
De esas
contradicciones, paradojas, e inautenticidad que expresaba a la larga o la
corta una identidad atrofiada, supieron dar cuenta de manera lúcida los
vanguardistas de Quito, Guayaquil, Cuenca y Loja. Prueba de esto es la obra de
narradores como los autores del cuentario
Los que se van: cuentos del cholo i el montuvio, que se publica en 1930 en
Guayaquil; la obra indigenista de Jorge Icaza, y las ficciones de Pablo Palacio
en Quito, así como la de uno de los autores clave de este periodo: Humberto
Salvador, autor de un libro de cuentos como Ajedrez
(Quito, 1929), y de la novela, En la
ciudad he perdido una novela (Quito, 1930). Título que por si solos ponen
en evidencia la poética que las vanguardias iban levantando en la piel y en la
memoria del país.
FLORIANO MARTINS | Los movimientos
locales, ¿estaban de acuerdo con las ideas de las vanguardias europeas
correspondientes o acaso agregaban algo distinto?
FRANCISCO PROAÑO ARANDI | De manera inmediata a la aparición de escritores vanguardistas en el
Ecuador, se produce un fenómeno paradójico que, sin embargo, persistiría como
una suerte de malentendido en buena parte de la crítica literaria ecuatoriana a
lo largo del siglo XX. Por un lado, la estética vanguardista, que implica sobre
todo una subversión de la sintaxis positivista propia del siglo XIX (el
realismo), es duramente cuestionada por intelectuales y publicaciones tradicionalistas,
que abogan por un retorno a los moldes clásicos. Un conspicuo representante de
este espectro ideológico, romántico tardío él, Gonzalo Zaldumbide, conceptuaba
la vanguardia como "un ataque a las tradicionales normas clásicas de
belleza" y reivindicaba, frente a la subversión que implicaba la poesía
vanguardista, vocablos como "armonía, unidad, serenidad, recato, gracia,
música, estrofa, naturalidad, emoción, delicadeza, belleza" y otros por el
estilo. Por otro lado, en la vertiente contraria, esto es, en la de los
intelectuales de izquierda y revolucionarios, se veía a las vanguardias como un
estilo decadente y propio de la "burguesía en descomposición".
En 1934, Sergio Núñez, uno de los más
representativos realistas socialistas de la generación del 30, articulaba esta
lápida para la vanguardia: "La poesía vanguardista es antisocial, siendo
como es, antirrítmica, bárbara". Y proponía, frente al vanguardismo, una
poesía "de los humildes, sin adjetivos, sin metaforismos ni espirales
verbosas". Pese a sus diferencias ideológicas, ambos, Núñez y Zaldumbide,
coinciden en un punto: su conservadurismo artístico y su incomprensión del
significado nuevo y profundamente revolucionario o, al menos, revulsivo, de las
vanguardias. Joaquín Gallegos Lara, figura clave del realismo social, autor de
una novela emblemática de la tendencia (Las
cruces sobre el agua), arremeterá igualmente contra las vanguardias.
"El vanguardismo literario en Europa como en América es únicamente la más
a la moda de las escuelas del arte burgués en disputa", afirmará, y
emprenderá una dura crítica contra dos novelistas que, perteneciendo a las
filas de la izquierda política, publicaron obras de profundo alcance
vanguardista: Humberto Salvador (En la
ciudad he perdido una novela) y Pablo Palacio, este último dueño de un
estilo corrosivo, verticalizado, connotativo, caracterizado por las continuas
rupturas del tiempo narrativo y por una radical subversión de la sintaxis
propia del positivismo y del realismo decimonónicos. Su breve obra narrativa lo
demuestra: Un hombre muerto a puntapiés,
Débora y Vida del ahorcado.
En contrapartida, otros grandes representantes de
la vanguardia poética ecuatoriana, entre ellos, Jorge Carrera Andrade, Gonzalo
Escudero y Alfredo Gangotena, consolidaron una obra que, en sí misma, implicó
un viraje radical en su forma y en sus contenidos y una puesta al día con la
modernidad literaria latinoamericana y universal. Frente a los cuestionamientos
antes señalados, Carrera Andrade explicaba muy claramente, en 1931:
La
vanguardia es así una milicia de poetas nuevos que aspiran a ponerse al compás
de esta era de civilización manual y mecánica… La nueva poesía … ha desechado
las formas literarias del pasado, pues ha visto en ellas el reflejo de la
dominación de una clase y se ha lanzado valientemente a la conquista de la
libertad de expresión que la ponga a salvo de la antigua dictadura estética.
Como subrayé antes, dadas las circunstancias
históricas prevalecientes, la vanguardia perdió vigencia hacia los primeros
años de la década del treinta y en su lugar se instauró, como discurso
hegemónico, el realismo social naturalista que sólo llegaría a una etapa epigonal
y de descomposición hacia finales de los años cincuenta.
RAÚL SERRANO SÁNCHEZ
| Creo que más que "estar de acuerdo", lo que estaban era en
sintonía, lo que sin duda reviste a los movimientos de vanguardia de Ecuador,
como los de Latinoamérica, de un sello propio, particular, incluso de cierta
independencia. No olvidemos que el Creacionismo de Vicente Huidobro surge en
Chile hacia 1916. Tampoco creo que "agregaban algo distinto"; estimo
que ellos aportaron lo que las vanguardias europeas no pudieron desarrollar por
su propia especificidad cultural y política.
En el caso del Ecuador,
la vanguardia, tanto en poesía como en narrativa y teatro, desarrolla
elementos, estrategias, tópicos que no necesariamente son surrealistas, sino ya
realmaravillosos, realmágicos, o de un psicologismo que
trasciende la propia noción del Surrealismo o del Expresionismo. Tal es así que
esas nociones serán, con la literatura del boom
en la década de los 60, resemantizadas, reformuladas, amplificadas.
FLORIANO MARTINS | ¿Qué relaciones
mantenían estos mismos movimientos con las corrientes estéticas de los demás
países hispanoamericanos?
FRANCISCO PROAÑO ARANDI | Una primera afirmación: la emergencia de las vanguardias en el Ecuador
no es de ningún modo tardía, como pudiera suponerse. Por otro lado, se verifica
una comunicación realmente significativa entre los adherentes ecuatorianos a
las corrientes de vanguardia con sus similares en el ámbito hispanoamericano.
Lo demuestra la vinculación del poeta vanguardista Hugo Mayo con publicaciones
de la tendencia en diversos países, como se consignó al responder una pregunta
anterior: la publicación de poemas suyos en revistas de vanguardia como Grecia y Cervantes (en España) y sus colaboraciones en otras, entre ellas, Actual, hoja de vanguardia No.1 (1921),
órgano de difusión del llamado Estridentismo mexicano; Pegaso, de Montevideo; Creación,
revista que publicaba Vicente Huidobro; Ultra,
Tableros, Circunvalación. En
1926, Jorge Luis Borges incluye a Hugo Mayo en la publicación Índice de la nueva poesía americana.
César E. Arroyo, intelectual ecuatoriano radicado
en Europa, se convertiría, en los años veinte, en un vínculo capital entre los
vanguardistas del país y sus similares europeos, especialmente españoles y
latinoamericanos, como Rafael Cansinos-Assens, Gerardo Diego, el chileno
Vicente Huidobro o el mexicano José Juan Tablada, quien estaría en el Ecuador
hacia 1922.
Jorge Carrera Andrade, quizá el más universal de
los poetas ecuatorianos en el siglo XX y conspicuo representante de la
vanguardia latinoamericana, tuvo sin duda contacto fructífero con sus similares
latinoamericanos y del mundo, si tomamos en cuenta que muy pronto inició una
vida de peregrinaje que lo llevaría a vivir largas temporadas en diversos
países, tanto europeos, fundamentalmente Francia, cuanto algunos algunos
latinoamericanos y en Japón.
Alfredo Gangotena, otro de los grandes
representantes de la vanguardia ecuatoriana y latinoamericana, quien residiría
algunos años en París y escribiría buena parte de su obra medular en francés,
estuvo íntimamente vinculado a algunos poetas representativos de aquellos años,
como, por ejemplo, Jean Cocteau, Henri Michaux, entre otros.
Debe anotarse, sin embargo, que la vanguardia
ecuatoriana de los años veinte, no se expresó a través de un movimiento
orgánico o grupo literario específico, sino mediante figuras individuales
coincidentes en sus propuestas estéticas, como las que hemos mencionado: Hugo
Mayo, Jorge Carrera Andrade, Gonzalo Escudero, Alfredo Gangotena, Humberto Salvador,
Pablo Palacio.
RAÚL SERRANO SÁNCHEZ
| Relaciones fluidas que se sostenían, a pesar de las limitaciones en lo
comunicacional, en el diálogo, el debate y la confrontación; manteniendo un
ámbito de autonomía que ponía en cuestionamiento las visiones eurocentristas
que intentaban colarse. Cuando examinamos las reseñas, que por si dicen más de
lo que ocultan, que publican las revistas de la vanguardia latinoamericana, por
ejemplo revista de avance, de La
Habana, el Boletín titikaka o Amauta, lo que se desprende es el
espíritu de polémica que los autores desplegaban, incluso llegando a la
contradicción, porque sin duda, sin ese elemento, la vanguardia nuestra no
hubiera podido implosionar y convertirse en lo que resulta ser hasta hoy: una
máquina verbal de movimiento perpetuo. Además, los debates, de los que dan
cuenta de manera profusa y rica los manifiestos y proclamas, son parte de las
discusiones que no se quedaron, por parte de los vanguardistas, en lo puramente
estético o literario, sino que, en un diálogo lúcido con la historia,
involucraron lo político.
FLORIANO MARTINS | ¿Qué aportes
significativos de las vanguardias fueron incorporados a la tradición lírica y
cuáles son sus efectos en los días de hoy?
FRANCISCO PROAÑO ARANDI | Es indudable que los vanguardistas ecuatorianos dejaron impresa una
profunda huella en la poesía ecuatoriana posterior a 1930. El crítico Hernán
Rodríguez lo señala en su antología Los
otros postmodernistas (Ediciones Clasicos Ariel, No. 89, Quito, 1972):
"Sin embargo, aun sin los modos o los experimentos de los ismos, la poesía ecuatoriana adquirió
nuevos acordes y nuevas maneras. Fue un auténtico postmodernismo. Novedades en
ritmos, plenitud de la metáfora, mayor libertad y fuerza, nueva densidad, gusto
más depurado; superación definitiva de la métrica lujosa, los versos sonoros y
el clima sentimental del Modernismo y Simbolismo". En otro sentido, los
poetas que abrevaron sus técnicas en las vanguardias imprimieron un giro de 180
grados a sus preocupaciones y temas, volvieron sus ojos a la realidad americana
y coincidieron, casi todos, en una visión política contestataria e
insurreccional, al menos en los primeros tiempos (1930-1940).
A más de los poetas de vanguardia mencionados,
cabe citar también a voces poderosas como las de César Dávila Andrade, Miguel
Ángel Zambrano, Miguel Ángel León, Augusto Arias, Manuel Agustín Aguirre, Jorge
Reyes, Atanasio Viteri e Ignacio Lasso. Más tarde, en los años cincuenta,
tendríamos una nueva generación integrada por poetas de la talla de Jorge
Enrique Adoum, Francisco Granizo, Efráin Jara Idrobo, Carlos Eduardo Jaramillo,
Francisco Tobar García y Jacinto Cordero, todos herederos de la vanguardia,
aunque también de las corrientes poéticas representadas en América, de una
parte, por César Vallejo y, de otra, por Pablo Neruda.
En cuanto a la prosa, cabe indicar que Humberto
Salvador, pero principalmente Pablo Palacio, se consideran legítimos
precursores de las nuevas vertientes aparecidas a partir de la década del
sesenta, años en los que emerge una nueva vanguardia y una puesta al día con
las corrientes literarias imperantes en el resto del continente, tanto en
poesía, como en novela y relato breve.
Los poetas de la
vanguardia liberaron al poema, por tanto a la escritura poética, de todo
aquello que antes interfería en la búsqueda de horizontes, abismos, cielos e
infiernos, en los que la libertad, uno de sus postulados centrales, no sólo era
un manifiesto retórico, sino un hecho poético, un acto de escritura
impostergable.
FLORIANO MARTINS | Los documentos
esenciales de las vanguardias, ¿se han recuperado?, ¿es posible tener acceso a
ellos?
FRANCISCO PROAÑO ARANDI | Acaso el estudio más exhaustivo que existe sobre las vanguardias
ecuatorianas sea el titulado La noción de
vanguardia en el Ecuador: Recepción, trayectoria, documentos. 1918-1934 (Casa
de la Cultura Ecuatoriana, 1989), del crítico Humberto Robles. Como consta en
el título de la obra, incluye una sección con documentos fundamentales
entresacados de las publicaciones de los años sobre los que se centra el
estudio. Cabe indicar que para Robles, el año 1934 marca el final de la
insurgencia vanguardista en el Ecuador y la consolidación, en cuanto tendencia
hegemónica, del realismo social naturalista de denuncia.
Entre las publicaciones de las cuales Robles
extrae algunos documentos fundamentales están Caricatura (Quito, 1919); Síngulus
(Guayaquil, 1921); Proteo (Guayaquil,
1922); Quito (1922); Revista de la Sociedad Jurídico-Literaria
(Quito, 1923); Hélice (Quito, 1926); Llamarada (Quito, 1926); Savia (Guayaquil, 1927); Renacimiento (Loja, 1928); Mañana (Cuenca, 1928); Lampadario (Quito, 1931); Hontanar (Loja, 1931, 1932); Élan (Época, en Quito, 1932); América (Quito, 1932); Nervio (Quito, 1934); Revista Universitaria (Loja, 1934).
Recoge también documentos publicados en diarios y ensayos antivanguardia de
escritores como Joaquín Gallegos Lara y Sergio Núñez.
Singular interés tiene el texto de la conferencia
dictada por César E. Arroyo, sobre el tema "La nueva Poesía: el Creacionismo
y el Ultraísmo", en 1923, en el teatro Edén de la capital ecuatoriana y
publicado en la Revista de la Sociedad
Jurídico-Literaria (No. 106-III, Quito, enero-junio, 1923). Así como
artículos, pronunciamientos y ensayos publicados por representantes conspicuos
de la vanguardia como Jorge Carrera Andrade, Gonzalo Escudero y otros.
Otros estudios o recopilaciones han recuperado
muchos documentos fundamentales de la vanguardia ecuatoriana y de las polémicas
y debates suscitados en la época. A más de la mencionada obra de Robles, debe
citarse publicaciones como las siguientes:
-Revista re/incidencias,
No. 1, del Centro Cultural Benjamín Carrión, Quito, 2002, dedicado a Jorge
Carrera Andrade.
-Revista re/incidencias,
No. 5, del Centro Cultural Benjamín Carrión, Quito, 2009, dedicado a Hugo Mayo.
-Revista re/incidencias,
No. 6, del Centro Cultural Benjamín Carrión, Quito, 2011, dedicado a Alfredo
Gangotena.
-Revista Letras
del Ecuador, No. 185, Casa de la Cultura Ecuatoriana, agosto 2003, con el
tema monográfico "Aproximación a las vanguardias".
RAÚL SERRANO SÁNCHEZ
| Sin duda, y que estas palabras sean, a la vez, un tributo, al crítico y
ensayista Humberto E. Robles, quien fue el pionero, en Ecuador, de sistematizar
a través de un ensayo esclarecedor y oportuno, lo que implicaron los
movimientos de vanguardia en nuestro país, y de estructurar un libro que hoy
por hoy es un referente clave, ineludible, a la hora de hablar de estos
procesos: La noción de vanguardia en el
Ecuador: Recepción, trayectoria, documentos (1918-1934), cuya primera
edición la auspició la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Guayas, en
1989.
Vale anotar que en
2006, con motivo del centenario del natalício de dos autores ineludibles de
este proceso, ubicados en tendencias o estéticas opuestas pero complementarias,
Jorge Icaza y Pablo Palacio, la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador,
publicó una segunda edición actualizada de este notable texto. Título que se
suma a los excelentes esfuerzos continentales de críticos como el chileno
Nelson Osorio, que en 1988 editó, en Biblioteca Ayacucho, Manifiestos, proclamas y polémicas de la vanguardia hispanoamericana.
Lo mismo el libro del crítico Hugo J. Verani: Las
vanguardias literarias en Hispanoamérica: manifiestos, proclamas y otros
escritos (México, Fondo de Cultura
Econômica, 1995). Así como el volumen de Jorge Schwartz: Las vanguardias latinoamericanas: textos programáticos y críticos, de 1991; y el trabajo de la
crítica argentina Celina Manzoni: Vanguardistas
en su tinta. Documentos de la Vanguardia en América Latina (Buenos Aires,
2008).
Sin duda que se trata
de esfuerzos notables que han abierto una brecha que los nuevos investigadores
y críticos tendrán que ahondar; porque está claro que, respecto a la vanguardia
de Ecuador como a la de América Latina, no todo está dicho, y siempre habrá
algo más que anotar al margen. Por algo es un movimiento que estuvo y está en
vanguardia, o sea en ese movimiento que sobresale, que no para de cuestionar y
sorprender a propios y extraños, porque siempre va por delante, en la proa, en la hélice o cabalgando en motocicleta…
*****
Francisco Proaño Arandi (Ecuador, 1944) | Raúl
Serrano Sánchez (Ecuador, 1962)
Capítulo VII do livro
Espelho Inacabado – Imaginário das
vanguardas na América Hispânica, de Floriano Martins © 2016 ARC Edições.
Artista convidado: Gilberto Almeida Egas (Ecuador, 1928-2015)
*****
Organização a cargo
de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Imagens © Acervo
Resto do Mundo
Esta edição integra
o projeto de séries especiais da Agulha Revista de Cultura, assim
estruturado:
1 PRIMEIRA
ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO
SURREALISMO, I
3 O RIO DA
MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO
SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO
EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO
SURREALISMO, II
8 O RIO DA
MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA
ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
A Agulha
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Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu ambiente ao mundo de língua
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