Juan Calzadilla, crítico, poeta y artista plástico, se interesó por la
convergencia de sus pasiones primarias: las letras y las formas. De allí nace Formas
escritas a mano, una exposición antológica en la que se presentan 36 piezas
de pequeño y gran formato fechadas desde 1969 hasta la actualidad, que recorren
a grandes rasgos la carrera del intelectual de 85 años de edad.
Vinculado
a grandes movimientos vanguardistas del país, el ganador del Premio Nacional de
Artes Plásticas 1996 dirigió la Galería de Arte Nacional hasta 2012, en una
gestión que fue reconocida por los esfuerzos y la revitalización que le
imprimió a la pinacoteca.
Reconoce que el Estado nunca ha estado interesado en aumentar el
patrimonio artístico de la nación, pero afirma que la autonomía de los museos
no dio los resultados esperados. No duda en asegurar que hace falta una mayor
promoción del arte venezolano y que las escuelas de arte adolecen de formación
técnica.
—Usted realizó la curaduría de Formas escritas a mano. ¿Qué necesitaba mostrar?
—Esta es una pequeña antología de piezas que conservaba. Se me presentó
la oportunidad con esta galería. Pudiera haber escogido otro grupo, pero como
se acaba de publicar el libro Silabario del incierto. Entrevistas a
Juan Calzadilla. Recopilación de Franklin Fernández, quería ver cómo se
vinculaban los géneros en mi carrera, el dibujo con la poesía. Yo nunca me he
ocupado lo suficiente de mi obra. La reviso ocasionalmente. Eso me hizo
reflexionar y pensar cuál es el nexo que existía entre las obras y lo que
escribo, incluyendo lo que estoy haciendo ahora.
—¿En qué está trabajando?
—Ahora estoy haciendo una propuesta, que viene desde los años sesenta,
que es concebir la obra sin marco, que desborde las fronteras de lo que se
considera la obra de arte. Eso significaría hacer aproximaciones a relieves y
escalas, siempre a partir de lo gestual, que es el impulso que se consigue con
una pulsión libre, espontánea, instintiva.
—¿Qué lo llevó a ocuparse de su propia obra?
—Lo que pasa es que trabajo por temporadas. Me he dedicado a varias
cosas como la crítica, la investigación, la crónica y la poesía, en la que
tengo más público. Me di cuenta de que tenía un trabajo que ameritaba una
reflexión sobre qué me llevó a desbordar la escritura hacia la plástica.
Mientras escribo no le dedico tiempo a más nada.
—¿Va con frecuencia a los museos?
—En estos días fui al Museo de Arte Contemporáneo. Voy con frecuencia y
también a las galerías.
—En 2012 usted aseguró que los museos seguían
siendo excluyentes. ¿Cree que esa situación ha cambiado?
—Estuve alrededor de tres años al frente de la GAN. Me interesé, sobre
todo, por lo clásico con la idea de que si enmarcamos lo que está ocurriendo
hoy en el proceso histórico que va del siglo XIX al siglo XX, entonces se
podría tener una base para hacer un movimiento de inclusión con propuestas
nuevas. Pero yo no seguí, ahí está su directiva y su propuesta para la
programación. Colaboro en lo que puedo para dilucidar sobre lo que se hizo
anteriormente, que es el problema más serio.
—¿Y no hay que estudiar lo que se hace ahora?
—Los artistas de ahora dan sus propios testimonios. De quien hay que
decir es de aquellos que murieron, que dejaron su obra, que luego de haber
tenido éxito pasaron al silencio. No podemos continuar sin tener en mente lo
que se ha hecho antes. Supongo que no concibo que se pueda trabajar de otro
modo sino remitiéndose constantemente a la trayectoria histórica, al arte del
pasado.
—Cuando se hizo la última adquisición para la
colección de la Fundación Museos Nacionales, usted afirmó que el arte
contemporáneo no tiene suficiente representación dentro del patrimonio. ¿Qué le
hace falta a las colecciones?
—Esa es una falla que arrastramos desde el siglo pasado, incluso de toda
la historia moderna del país. Nunca le han prestado suficiente atención ni se
han ocupado del patrimonio artístico. Se han desaprovechado épocas en las que
las obras se hubieran podido adquirir hasta por donaciones o a precios muy
económicos. Todo eso se perdió hasta el punto de que la colección de arte de
todos los museos, principalmente de la GAN, es muy incompleta. Los críticos
siempre lo han advertido.
—Eso habla de una política deficiente de
adquisiciones y donaciones.
—La política museológica del país estuvo siempre orientada a considerar
a los museos como instituciones autónomas y que fueran ellos mismos los que se
ocuparan de crear fuentes económicas para aumentar las colecciones y hacer las
exposiciones. Pero eso nunca dio resultado. Y el Estado nunca se ha ocupado, a
través de políticas basadas en el conocimiento, de enriquecer las colecciones.
Aunque el patrimonio artístico del país es grande, está muy incompleto.
—¿Considera que centralizar la política
museológica a través de la Fundación Museos Nacionales es mejor que la
independencia de las instituciones?
—Eso es muy difícil de responder, de determinar. Eso depende de la
intención que se tenga. La regulación es buena siempre que se aborde el
problema y se resuelva con políticas adecuadas. La autonomía de los museos era
muy positiva porque se enriquecía mucho a través de la programación, pero tenía
fallas con respecto a coherencia entre las exhibiciones. Por ejemplo, en el
siglo pasado la tendencia fue dejar que los curadores decidieran lo que se
tenía que mostrar y hacer, como política de Estado para estimular la creación
de la gente joven. Pero los curadores actúan con individualismo y eso creó
exclusión y sectarismo desde el punto de vista de lo que se presentaba. Eso no
fue positivo porque no podemos depender del gusto personal para exponer a un
público que desconoce lo que pasa. ¿Cómo buscar un equilibrio? Ese es el
problema. Hay que estimular la producción de la gente joven, tanto de aquellos
que no están dentro de una corriente realista, por decirlo de alguna manera,
como de aquellos que hacen arte revolucionario. Nosotros tenemos que apoyar la
diversidad que siempre tuvimos en el arte y continuar con políticas nuevas,
dejando que los artistas hagan las propuestas.
—¿Sustituyen las galerías a los museos como
espacios expositivos?
—Lo que pasa con las galerías es que están subordinadas al mercado y a
la estética del momento. Sin embargo, han desatendido el trabajo promocional, que
era lo que se hacía antes. Le hace falta espacio a lo nuevo, para que las obras
de los artistas noveles adquieran valor. Hoy es imposible que alguno de ellos
adquiera más valor del que tiene porque la tendencia es a la baja. La mayoría
de las galerías solo admiten creadores que ya tengan un nombre hecho, para que
las comisiones por las ventas puedan pagar los gastos. No hay suficiente
promoción del arte venezolano para que se fomente un nuevo coleccionismo, que
permita que los jóvenes se ayuden con la venta de sus obras.
—¿Considera que ya no hay coleccionismo?
—No es que no haya sino que está cambiando. Los coleccionistas se han
vuelto cada vez más conservadores porque no piensan en función de la obra sino
de la inversión, si se garantiza el dinero que pagan. Antes la gente invertía
porque creía que la pieza valía más que el dinero. Ya no es así, hay
incertidumbre.
—¿Qué opina de la suspensión de la FIA luego
de 24 ediciones ininterrumpidas?
—Eso fue un error y una lástima. La FIA hace un trabajo muy bueno de
promoción a los artistas venezolanos. Creo que la feria se desmotivó porque se
creyó que venía un período de agudización de la crisis del país.
—¿Qué pueden hacer los museos para recuperar
su público?
—La asistencia a los museos siempre ha sido muy poca. No recuerdo una
exposición, ni siquiera la de Henry Moore, que haya tenido más de 500 personas
en una inauguración. Normalmente, algunas de más vanguardia y las más
publicitadas, patrocinadas por fundaciones o empresas, podían llevar más personas.
O el Salón Oficial, que metía hasta 5.000 personas los domingos y luego no iba
nadie. Hay una desvinculación entre el trabajo de los artistas y las masas que
viene desde hace mucho tiempo, al punto de que las exposiciones se programaban
para quienes sabían. Pero en cuanto a la preparación de un público, no la hubo
ni la hay tampoco. Hay que trabajar en función de hacer que vaya más gente a
los museos, pero eso es una labor educativa. Hay que aceptar que el arte, en
esta época, ya no es el mismo de hace 40 años. La audiencia ha disminuido mucho
con la competencia de los lenguajes y el acceso a las nuevas tecnologías que
hacen que todo lo que se produzca tenga un viso creativo, que sustituye al
arte.
—¿Regresa la idea de la muerte de la pintura?
—Hay un libro de Inocente Palacios que se llama Vida, pasión y
muerte del cuadro de caballete. Había otro crítico argentino, Romero Brest,
que aseguraba que el museo tenía que desaparecer, que había que crear nuevos
marcos para exponer que no pasaran por la parte arqueológica que significaba
llevar a un museo la obra de un artista consagrado para que encuentre ahí una
tumba. Reverón decía que los museos eran las tumbas de la pintura. ¿Qué hay que
hacer? Eso es un asunto verdaderamente serio, hay que ver ese problema: si el
arte tiene que seguir siendo como es o hay que plantearlo de otro modo, en el
que se pueda justificar que hay obras que se relacionan con el espacio.
Mientras existan los muros no puede desaparecer la pintura. Y eso es lo que
pasa.
—¿Debe tener el artista un compromiso
ideológico?
—El artista debe tenerlo, pero el arte es libre de manifestarse por su
índole, a través de sus medios. Hay principios fundamentales aunque hayan
desaparecido recientemente. En la obra siempre va a predominar la expresión, el
carácter.
—¿Los museos venezolanos están preparados para
el futuro?
—Los museos no deben prepararse para el futuro sino los artistas, la
gente emergente, que está estudiando. Hay que formar a los nuevos creadores
desde la teoría y la práctica. Hay una tendencia a desestimar la formación
técnica y es grave. Un pintor que no sepa dibujar es algo fatal, así sea
conceptualmente debe saber cómo presentar una figura. Ese es un problema que
existe porque las escuelas dejaron de ser centros de formación técnica,
artesanal. Ahora todo se resuelve con la computadora. Y si hay alguien que no
sabe, asegura que es conceptual y se acoge a la sustitución de los símbolos, a
desplazar las imágenes para priorizar la idea. Hay una frase muy buena que
define lo que está pasando: “La obra de arte ha llegado a ser lo que se dice
sobre ella” y los artistas se han vuelto opinadores para calificar una pieza de
obra maestra, sin que necesariamente lo sea.
*****
Organização a cargo de Floriano
Martins © 2016 ARC Edições
Artista
convidado | Juan Calzadilla (Venezuela, 1931)
Agradecimentos: Beira Lisboa,
César Seco, Franklin Fernández y Juan Calzadilla
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o
projeto de séries especiais da Agulha Revista de Cultura, assim
estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO, II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
10 AGULHA HISPÂNICA (2010-2011)
A Agulha Revista de Cultura teve em sua primeira fase a
coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido
hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu
ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a
coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto
original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio Simões.
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