Después que hojeé [El tránsito de fuego],
luego de enterarme de la pifia lamentable cometida por Bellas Artes, dejando en
la TACA el envío hecho en tiempo por ti,
me di cuenta que el Primer Premio era tuyo. El Tránsito dc Fuego hará época. No lo dudes. [Al final de
la carta, Orantes concluye que Eunice es la más alta voz poética de
Hispanoamérica.]
Alfonso Orantes (1898-1985). Carta a
Eunice Odio.
El tránsito de
fuego, la obra magna de Eunice Odio, con la que se coloca
definitivamente en la fila de los grandes poetas vanguardistas de
Hispanoamérica, es en sí un intento de reflexión poética de la Creación de Dios; el Poeta
Creador es representado en este extenso poema, por Ion; [1] éste inicia su descomunal labor convocando a los padres en el
comienzo del poema, el cual se titula
“Integración de los padres”, o sea, reunión o convocatoria a los
generadores de vida de parte del Creador.
Este poema está compuesto de diálogos y coros que le dan un carácter
dramático y cuyo protagonista y chivo expiatorio, es Ion, como podríamos
comprobarlo al final del poema. Éste está dividido en cuatro partes que en sí
constituyen una unidad orgánica, pese a que
cada una mantiene su independencia, al marcar la “construcción” o más
bien “creación” de ciertos seres o monumentos como el caballo o la catedral.
En la realización de El tránsito,
Eunice Odio se inspiró en los conceptos del arte expresados en los diálogo de
Platón, entre los que se destaca “Ion”: según Platón, lo que llamamos realidad
es solo una imperfecta copia o reflejo de la perfecta Belleza o Forma ideales y como el arte imita la
realidad, y ésta a su vez imita las Ideas o Formas perfectas, se puede concluir
que todo arte, sea poema, música o pintura, son siempre una copia que se aleja de la Verdad y se vuelve una mera
ilusión. Así, quizás por inspiración divina, el poeta, el músico o el pintor
hacen una mejor o más verás copia de la
que se encuentra en la experiencia ordinaria.
Entonces sacamos la conclusión de que El tránsito de fuego es un ingente esfuerzo de Eunice por alcanzar
la Idea o Forma perfectas de la Creación; de ahí el título del poema, que
sugiere, para nosotros, que toda creación es una prueba de fuego que solo
superan los grandes creadores. Esta interpretación la sustenta también el
epígrafe que lleva el poema al principio: “Es verdad: mas ¿de qué modo / es verdad?”
Asimismo, a lo largo de todo el
poema se puede observar lo que a continuación esquematizamos de la siguiente
manera: podemos considerar que así como
DIOS es la Forma o Idea platónica
perfecta y es el CREADOR del universo, ION, el poeta, es el creador de un
abigarrado mundo de criaturas que él concibe a lo largo del poema.
La voz lírica parte del principio de que la realidad no es más que un
reflejo o copia de una Forma perfecta, de modo que si es así, el poeta, Ion,
otro creador, como Dios, puede repetir también la creación a su manera, tal como
lo hace Eunice- poeta a lo largo de todas las muchas páginas del texto.
Para que el lector aprecie debidamente este poema, se hace preciso que
expliquemos lo que es la poesía vanguardista: recordar que este movimiento
artístico que se originó en el siglo XX es producto de una realidad social que
comenzó a manifestarse cuando la autoridad dejó de ser la que imponía la
conducta, el orden, reglas y restricciones. Es cuando Picasso dice que la
belleza está también en un inodoro y que todo buen artista o poeta comienza por
seguir las reglas del momento para romperlas después al encontrar su propia
expresión o voz. Vemos que todo vanguardismo implica un rompimiento de límites,
restricciones, cánones y prohibiciones. Esto produce en el observador del
cuadro o el lector del poema un extrañamiento, porque nada es lo que antes
era.
¿De qué manera la poesía de Eunice calza en ese vanguardismo? Revisemos
la literatura, concretamente la poesía: cada imagen literaria tiene y tuvo una
conexión inmediata y fácilmente reconocible por cualquier lector; por ejemplo,
si el poeta menciona la nieve, sabemos
que se refiere al color blanco o a la sensación de frío; y si habla de los cabellos de oro, se trata
de cabellos rubios; si se habla de cipreses, entendemos que equivale al
cementerio o a la muerte, etcétera. El extrañamiento ocurre cuando se muestra
el objeto fuera del ámbito acostumbrado para manifestarse con palabras y
objetos nuevos traídos de otro círculo de relaciones. Es poesía hecha de
contrastes, disociaciones, imágenes absurdas que exigen del lector la
participación en la recreación del poema a través de la interpretación que cada
uno dé al verso, imagen o escritura. Ejemplos tomados del poema de Eunice: “los ríos conjugándose, ordenándose en
sílabas de agua, / trasoían su límite de peces de fuego”; “me duele mucho el
niño con paciencia de ala” “quería una palabra para escuchar su color en la
noche”; ¿silabas de agua?... ¿peces de fuego?, ¿paciencia de ala?; la sinestesia
o intercambio de las sensaciones en este poema es absurda pues el color no se
escucha, pero es efectiva e induce a realizar variadas interpretaciones.
En lo que respecta a El tránsito
de fuego, estamos ante un poema de más de 500 páginas dividido en cuatro
partes: la primera, “Integración de los padres”; la segunda, “Proyecto de mí
mismo”; la tercera, “Proyecto de los frutos”; y la cuarta y última, “Alegría de
los creadores”.
Vale explicar algunas
características de la poesía de Eunice, las cuales podrían ayudar a entenderla
mejor: ante todo, la poeta elabora con plena libertad una mitología rica en
personajes como Arkhos, Dédalo, Otón, Airo, Aira, Hybris, Beherit y muchos más.
A esta larga lista la voz lírica agrega sin medida los personales, como la
madre y los seis hombres.
La libertad creativa de Eunice la
lleva, además, a inventar neologismos o palabras nuevas como “pluránimo”, que
ella aplica a la condición de todo creador de ser “la suma de todas las
ánimas”. “Desmorir” que equivale a una forma de resurrección o de revivir.
Hipólogo, una especie de bestia mítica
(del griego hipo = caballo y logos = conocimiento, sabiduría,
razonamiento), o sea, un caballo inteligente como hoy en día hay celulares
inteligentes.
Otro aspecto curioso de la poesía de
Eunice y en especial de El tránsito,
que la hace más impenetrable, es el uso de palabras raras y hasta científicas
como “quelonio” (tortuga), “gecónida” (familia de reptiles saurios pequeños, de
cabeza triangular ), “diandro” (flor con dos estambres), “alvéolos” (cavidades,
celdas), “esplenio” (músculo plano que une las vértebras con la cabeza y
contribuye a los movimientos de ésta), epidota, (mineral existente en las rocas
ígneas) anémonas (hierbas, pólipos) y muchas otras.
Si continuamos
interpretando este poema según la idea platónica especular, una comparación con
el Antiguo Testamento permite
observar cómo de este texto al de Eunice Odio, hay la distancia marcada por el
poderoso Verbo-Creador de Dios, con tal supremacía sobrenatural, que engendra
el universo, mientras el Ion-creador-poeta tiene que buscar el nombre “de la
palabra…” que se le dará a lo creado.
En la Biblia se lee que
Dios-Verbo-Creador con solo decir “haya luz, hubo luz; y a la luz llamó día y a
las tinieblas, noche”. En cambio, en El tránsito,
Ion-creador-poeta tiene que buscar el nombre de “la palabra…del tamaño del
aire…/ Nada estaba
previsto / todo era inminente / el orden del vacío preparaba / una palabra que
no sabía su nombre. / (La palabra, aquella, del tamaño del aire)”. Este
pasaje connota que de un “Creador” (con
mayúscula), llamado Dios, a otro “creador” (con minúscula), llamado Ion-poeta-creador,
existe la distancia entre la realidad y la apariencia, concebidas por Platón.
Obsérvese, asimismo, que en el poema
de Eunice Dios es “el Hacedor”, “el que hace las cosas”, “el generador”, “el
que todo lo guarda”, “el poseedor de las cosas”, mientras el creador-poeta solo
aparece como Ion. Igualmente, dejo al
lector interpretar esto ya que este poema fue concebido en su totalidad y en
sus diversas partes, como una estructura abierta pronta a ser interpretada por los
lectores.
Por
lo extenso y hermético que es El tránsito,
procederé a revisar solo un pasaje de la primera parte,
que a su vez, abarca siete secciones y hace énfasis en la diferencia entre Dios
y su Verbo creador y Ion, el poeta cuya
palabra es solo una imagen o reflejo de la realidad:
Tengo hambre
HYBRIS:
Tú que todo lo haces,
haz un pan y devóralo
ION:
Si un pan hiciera a ti te lo daría.
Para mí no hice nada.
Tengo una sed hambrienta,
un hacia arriba agónico de raíz en delirio
HYBRIS:
Secos están los vasos
ION:
Estoy cansado. Dame un lugar donde poner mi frente
HYBRIS:
Pídelo a tu Señor
ION:
Tú ¿a quién le pedirás cuando la soledad, cuando la
ira?
Obsérvese que Hybris recomienda a Ion,
el poeta, que sacie su hambre pidiéndole
el pan a su “Señor” o sea, al Dios-Creador
de los seres humanos, pues sabe que él, con su palabra de poeta, únicamente
puede representar o imaginar el pan; tampoco tiene poderes para hacerse un
lugar donde descansar. Es obvio que Ion crea con palabras que no son concretas
ni mágicas, sino una representación de la realidad, mientras su “Señor” crea
con el Verbo la cosa misma mencionada, el pan que se puede comer, o el espacio
donde se puede descansar.
De
igual manera, el uso del diálogo entre los diversos personajes y
especialmente con Ion, subraya más la
presencia de Platón en la concepción de El
tránsito, pues la filosofía platónica llega a nuestros tiempos de manera
dialogada; este modelo proliferó en especial durante el Renacimiento; Eunice
tuvo el atrevimiento de revivirlo en su poema.
Muchos otros pasajes de El tránsito dan testimonio de cómo las
ideas platónicas junto con el Génesis
bíblico representan un hilo que unifica la acción lírico-dramática a lo largo
de los versos.
NOTA
1.
Aunque Ion es en este poema un personaje literario, es
interesante recordar que en Grecia existió un poeta e historiador llamado Ion
(484-424 a.c.); obsérvese que Platón nació en el 429 a.c., o sea, cinco años
antes de la muerte de este escritor llamado Ion, quien fue amigo de Esquilo. En
esos tiempos de Pericles, Ion fue galardonado en las áreas de la tragedia y el
ditirambo. Solo se conservan de él los títulos de sus tragedias y algunos
fragmentos de sus elegías.
Para conmemorar el décimo aniversario
de la muerte de Eunice Odio, la Editorial Costa Rica publicó la segunda edición
de Los elementos terrestres. Ahora,
al celebrarse los noventa años del nacimiento de esta poeta, la Editorial Costa
Rica da a la luz pública la cuarta edición de ese poemario que la dio a conocer
en el mundo hispánico.
En 1980 escribí que “por razones inexplicables o
quizás más bien por falta de crítica válida, Costa Rica no había reconocido
suficientemente el talento de sus más inapreciables escritores y artistas…”,
entre los que mencioné, con Carmen Lyra, Yolanda Oreamuno y Francisco Zúñiga,
estaba Eunice Odio. Aquellos que hoy en
día presencian los diversos homenajes que se le están tributando a Eunice Odio
y lean esas palabras, pensarán que yo soy una ilusa. Desgraciadamente no lo
imaginé ni lo inventé, pues es la mera verdad: el nombre de Eunice no figuraba
en la lista de nuestros destacados escritores. En las clases de literatura
costarricense en la Universidad de Costa Rica, su poesía no se estudiaba y ni
siquiera figuraba su nombre en la nómina de nuestros poetas.
Entretanto, ya Eunice había ganado
desde 1947, el premio centroamericano de poesía “15 de setiembre” con su
poemario Los elementos terrestres,
del que se hizo en Guatemala la primera
edición. [1] Además, es interesante
comprobar que mientras en nuestro país se desconocía su poesía, sus libros,
poemas y artículos se publicaban y circulaban en otros países, como El rastro de la mariposa, relato que se
publicó en México, y otros de sus textos. [2]
Costa Rica la ignoraba, cuando Alfonso Reyes la llamó “la gran poeta de las
Américas”; Carlos Zener, en homenaje póstumo, afirmó que era “la mejor poeta
americana de este siglo”. En la “Corona fúnebre para Eunice Odio”, Carlos
Pellicer, con otros poetas, afirmaron lo mismo. El reconocimiento fundamental a
nivel internacional lo realizó Juan Liscano en 1975, con su libro Eunice Odio, Antología – Rescate de un gran
poeta. En los Estados Unidos de América la dio a conocer la escritora
costarricense Victoria Urbano, quien publicó en inglés, en 1978, los dos
cuentos que se conocen de Eunice, [3]
en su libro Five Women Writers of Costa
Rica (Cinco escritoras de Costa Rica).
Vale reconocer aquí que pequeños grupos de escritores por esas fechas le
rindieron homenajes como el que Mía Gallegos, Alberto Baeza Flores y Alfonso
Chase celebraron en la Biblioteca Nacional en 1976. En Liberia, Guanacaste,
Miguel Fajardo y otros poetas publicaron sendos poemas dedicados a ella en Aurora Literaria, una revista
poligrafiada, que tiene el mérito de darle el merecido reconocimiento a Eunice
Odio, pese a que oficialmente todavía seguía ignorada.
¿Cómo es posible que habiendo sido
reconocida de esa manera por los más destacados intelectuales del mundo
hispánico, nuestro país continuó ignorándola hasta 1980, cuando la Editorial
Costa Rica publicó mi libro La obra en
prosa de Eunice Odio; a raíz de esa publicación, la Universidad de Costa
Rica organizó una serie de actividades en los diversos medios de comunicación,
todas alrededor de la figura y obra de Eunice Odio, lo cual culminó con la
segunda edición, que ya mencioné, de Los
elementos terrestres y a partir de entonces el reconocimiento en nuestro
país fue definitivo. Tanto, que la Editorial de la Universidad de Costa Rica
con la Editorial de la Universidad Nacional recogieron su obra completa en
1996, en tres gruesos volúmenes editados por Peggy Von Mayer Chaves.
Eunice no solo creó poesía, sino que
la vivió intensamente como solo lo hacen los poetas de verdad, pues en ella se
hace realidad lo que escribió Sir Frances Foote de que “todos podemos recitar y
leer poesía, pero vivir la poesía es la sinfonía de la vida”. Eunice es poeta
en los términos en los que Emerson definió al verdadero poeta: “el que entre
los seres parciales representa al ser completo; el que está separado de sus
contemporáneos por la verdad y por su arte; el que es la mitad de sí mismo
porque la otra es su propia expresión; el que vuelve a atar las cosas a la
naturaleza y al Todo”. Sin embargo, y quizás porque ése es el destino trágico
del auténtico poeta, que arde entero en llama viva al volcarse en el verbo,
Eunice Odio vivió siempre en una dolorosa soledad, sobre todo en los últimos
años de su vida, soledad que quedó manifiesta al descubrir su cadáver en estado
de putrefacción, después de varios días de muerta.
La ironía marcó la vida de Eunice:
fascinada por la luz que se hizo carne de poesía en sus versos, muere una
oscura muerte; y más irónico fue el hecho de que en El tránsito de fuego, su extenso poema, Ion, el Creador,
refiriéndose al arbotante de la catedral, dice: “que se le vean, sí, que se le
vean los huesos desencarnados, / que se le vean los nervios atmosféricos; / que
salten como las aguas de las constelaciones. / Nada tendrá que esconder. /
Abierta, / evidente, / alta, / enseñará los miembros bienaventurados”; estos
versos parecen ser una visión premonitoria de cómo la encontrarían a ella en su
muerte. Ironía también, porque amante de la vida y de altos ideales en arte y
belleza, vivió los últimos años autodestruyéndose en el alcohol y poseída de
una rabia insolente y soez, que hacía a sus amistades alejarse de ella. Ironía
asimismo, porque enamorada del país azteca, lo declara su patria y entonces
escribe, “aquí [, en México,] dejé o tengo un ombligo superior al otro: el
espiritual”; en otra ocasión había confesado que ese amor a México y deseo de
ser mexicana la asediaron “desde que era una chamaquilla”; no obstante, ninguna
de las obras mayores de ella se llegó a publicar en ese país; ni siquiera
cristalizaron en una realidad las gestiones que por los años 80 se hicieron
para publicar su obra completa; asimismo, al revisar las antologías de poetas
mexicanos contemporáneos, comprobé con desaliento que su nombre y poesía no
figuraban en ellas. Humberto Díaz-Casanueva, en homenaje póstumo a ella, se
lamenta al comprobar que su poesía no figura en las populares y comerciales
antologías de esos tiempos y se pregunta, “¿Quién conoce a Eunice Odio? ¿Quién
se ha dignado penetrar en una obra tan densa, tan elaborada, tan rica en
intuiciones primordiales? No tiene justificación una ignorancia que equivale a
una arbitrariedad: a la proscripción del territorio de América de uno de los
valores más verticales, poderosos y heroicos”. Esa imperdonable ausencia de
Eunice en las publicaciones de aquellos tiempos, felizmente hoy se ha superado
con creces.
Quien primero reconoció el talento
de Eunice en Costa Rica fue don Joaquín García Monge, al publicar sus primeros
poemas de 1945 a 1947 en Repertorio
Americano. A partir de 1948, con el premio “15 de septiembre” y la publicación de Los elementos terrestres en Guatemala, los lectores se preguntarán
por qué su obra maestra, El tránsito de
fuego, no ha sido reconocida con un galardón, como se merecía. La respuesta
está en una carta inédita que Alfonso Orantes le envió a Eunice cuando leyó el
manuscrito inédito de ese poemario; en dicha carta explica Orantes que el
manuscrito lo envió Eunice desde México para participar en el Certamen Nacional
de Cultura realizado por Bellas Artes en Centroamérica, pero esa institución no
lo recogió a su debido tiempo en las oficinas de la TACA, por lo que el
manuscrito no pudo participar en el concurso. Sin embargo, el autor de esa
carta afirma que el primer premio debía haber sido de ella y sigue diciendo que
“El tránsito de fuego hará época”;
más adelante declara que ella es “la más alta voz poética en Hispanoamérica”. [4]
En cuanto a la evaluación de la obra
de Eunice, vale decir que muy lentamente la crítica ha empezado a hacerle una
crítica justa. Comenzó por considerarla exponente de la poesía centroamericana
escrita por mujeres, junto con Claudia Lars. No obstante, la crítica de los
primeros tiempos, sobre todo entre 1947 y 1960, es puramente impresionista:
Augusto Monterroso, por ejemplo, pone énfasis en la agresividad ideológica de
la primera etapa de su quehacer literario, por sus “ideas avanzadas de
izquierda”. Además, en otros textos evaluativos, en vez de concentrarse en sus
versos, hablan de que ella es una “mujer bellísima y liberada de los prejuicios
del medio ambiente”. Respecto a Los
elementos terrestres, uno de esos críticos se refiere con cursilería al
“encanto peculiar que se desprende, como aroma de flores y de amor, de la
tierra de sus Elementos”.
En cambio sorprende en esos tiempos
la opinión expresada el 18 de setiembre de 1960 en el New York Times, que comienza por mencionar el interesante fenómeno
literario constituido por un grupo de mujeres en México, las cuales estaban
produciendo una “rica y valiosa” serie de novelas, cuentos, dramas y poesías;
dicho grupo estaba integrado por Amparo Dávila, Guadalupe Dueñas, Elena Garro,
Josefina Hernández, Margarita Michelena, Eunice Odio y Josefina Vicens; el
escritor señala que estas mujeres, “con gran sinceridad se desvían de las tesis
sociales y políticas practicadas como norma del momento”. Más adelante, el
articulista se refiere especialmente a Eunice comentando que de las siete
escritoras “es la única que ha hecho de la literatura una profesión. Es a la
vez la que menos probabilidades tiene de obtener el Premio Stalin de poesía. Si
alguna vez ha habido una poesía celestialmente metafísica en la América hispánica,
es la de la autora de El tránsito de
fuego. El carácter nada proletarista de su obra ha hecho que la cortejen
los agentes literarios comunistas sin que hayan logrado naturalmente ganársela.
Su negativa, lo mismo que la incompetencia de la crítica, explican el por qué El tránsito de fuego ha sido condenado
al limbo literario de México y de Centroamérica”. Asimismo, el autor da realce
a lo anterior al explicar que los textos de Eunice se dan a conocer en el mundo
hispánico al lado de los de Pedro Salinas y César Vallejo.
En los tiempos de crítica
impresionista y hasta frívola, hay que reconocer que el chileno Alberto Baeza
Flores fue pionero en el rescate de la obra de Eunice al recomendar que el
poemario de Eunice, Zona en territorio
del alba se incluyera en la colección de Brigadas Líricas en Argentina, en representación de la poesía de
Centroamérica. Además, su prólogo, titulado “Eunice Odio: sueño y raíz,
misterio y poesía”, da valiosos datos sobre el quehacer literario de la poeta y
efectúa una revisión evaluativa de sus poemas en los que señala ya el poder
evocativo de su lirismo.
El temperamento inquieto, agresivo y
rebelde de Eunice se manifestó cuando a muy temprana edad escapaba de su casa
para deambular por las calles de San José. Fue por temor de que por esto la
niña fuera expulsada, que su madre no la
matriculó en la escuela primaria hasta que cumplió los ocho años. Cuando en
pocos días aprendió a leer y escribir, dejó sus aventuras escapistas y se
refugió en los libros de Julio Verne, Emilio Salgari y muchos otros que hacían
sus deleites. Pese a que no prestaba atención en sus clases que la aburrían,
cuando se graduó de primaria, recibió la “pluma de oro” que la destacaba como
la alumna más distinguida de esa escuela.
La rebeldía y agresividad suyas
fueron las que en México la distanciaron de los intelectuales de la izquierda y
de los círculos que controlaban la mayoría de las actividades culturales y
artísticas. Como explicó Juan Liscano, ella tampoco supo desenvolverse en el
mundo literario de influencias e intereses creados. Por otra parte, en Costa
Rica su nombre se convirtió en anatema porque en una de sus cartas llamó
“costarrisibles” a los costarricenses que rechazaban y no comprendían la poesía
de vanguardia; a esto se agregó el hecho de que se hiciera primero, ciudadana
guatemalteca y después, mexicana.
El concepto de “paraíso visitado”
nació en ella cuando a los nueve años fue enviada al campo a recuperarse de la
varicela y el sarampión que la dejaron muy débil; este contacto con la
naturaleza bravía de nuestro país dejó en ella la imagen de la naturaleza
mítica, que junto con la imagen del padre, se proyectan a lo largo de su poesía
como tema y como recursos integrantes del discurso lírico.
Sorprende comprobar que Eunice Odio
fuera una escritora e intelectual autodidacta con una vastísima cultura que
adquirió en desordenadas lecturas de la Biblia,
los clásicos castellanos, y de sus coetáneos, en especial, César Vallejo,
Claudia Lars, Max Jiménez, Alejandra Pizarnik, entre muchos otros.
A partir de 1955, cuando Eunice se
estableció en México, trabajaba haciendo traducciones al español para diversas
casas editoriales, ejercía el periodismo en El
Diario de Hoy y publicaba artículos en revistas literarias como Zona Franca, Revista Mexicana de Literatura, Pájaro
Cascabel, Cuadernos de Bellas Artes,
Cultura, El Cuento, El libro y el
Pueblo. Su estada en México solo fue
interrumpida por un viaje a los Estados Unidos, donde permaneció dos años.
Al casarse con el pintor Rodolfo
Zanabria, Eunice adquirió la nacionalidad mexicana antes de que él partiera
para París con una beca. Esta beca la recibió él duplicada para cubrir gastos
de la esposa, pero nunca envió por ella; no solo eso, mientras ella se quemaba
las cejas trabajando hasta altas horas de la noche para suplir a sus básicas
necesidades, de cuando en cuando le enviaba giros hasta de $200.00, lo cual era
una magnífica suma en aquellos tiempos. Las últimas cartas de Eunice a él,
cuando ella descubrió el engaño de que fue objeto, y cómo le fue infiel con una
amiga, cambian totalmente el tono tierno y afectuoso por uno lleno de rabia y
doloroso desengaño.
Pasemos ahora a la poesía de Eunice
Odio: para ella un poema no consiste en el hallazgo sorpresivo ni en una imagen
osada, o un adjetivo deslumbrante, inusitado; tampoco es una afición ni un
medio de dejar su nombre para la posteridad; es más bien “un destino
implacable”, como lo calificó ella, una sostenida ascesis hacia el
perfeccionamiento, un supremo esfuerzo de realización integral de su ser. En
otras palabras, el poema es para ella un acto mágico-ritual.
Su cósmica visión
poético-metafísica, saturada de profunda sabiduría ancestral – la de los
antiguos vates –, la lleva a descubrir en la palabra la base de todas las
magias: “escribir un nombre, equivale a convocar”, declara la autora. Es así
que Eunice trata la poesía con tan sagrado respeto, que pese a las penurias que
pasa, selecciona meticulosamente las revistas y casas editoriales donde se van
a publicar sus composiciones. Su amor y
respeto por la poesía la llevan a confesar: “si me dan un gran poema a cambio
de la miseria extrema, y que solo un poema grande, elijo el poema grande,
aunque sea solo uno”. Agrega que “no hay cosa que no dé por la belleza
[sinónimo para ella de poesía] que es una forma de Dios: la más próxima a Su
Naturaleza”. La declaración suya de “¿para qué quiero ser rica si soy poeta?”,
explica mejor que nada la sagrada misión que ella cumplía como poeta. Cuando
puso punto final a su obra maestra, El
tránsito de fuego, le explica a su esposo en una carta, que de la emoción
de haber terminado ese extenso poema, cayó de rodillas y dio gracias a Dios por
haberle permitido mantener hasta el final el digno tono con el que lo comenzó.
A lo largo de la poesía de Eunice
Odio, poco a poco se va definiendo su poética como una iniciación
estético-mística, un verdadero “tránsito de fuego” durante el que ocurre la
transfiguración del poeta. “He pensado mucho – confiesa ella – en este extraño
fenómeno de la curiosa ‘transfiguración’ porque ha afectado mi vida entera en
diversas formas. […] Imagino que lo mismo les ha ocurrido a muchos poetas o
artistas”. Esta noción estético-mística lleva a Eunice a concebir la poesía
como una “sinfonía inmensa” que Dios nos está cantando, pero que de cuando en
cuando el poeta es el único que oye alguna parte.
Anhelando gozar con todo su ser de
esa sinfonía, Eunice rechaza la soledad en que ella misma vive, porque
considera que el deber del poeta es el de mezclarse con la humanidad y ser
“pluránimo”; este neologismo creado por ella, tiene gran trascendencia a lo
largo de El tránsito de fuego, al
expresar “la condición trágica del creador de ser la suma de todas las ánimas”.
Así, aquellos que han logrado plasmar sus intuiciones poéticas en una obra
imperecedera, son los que han armonizado en esa obra su yo profundo saturado de
vivencias personales, con el yo colectivo intrahistórico y con la naturaleza.
La síntesis queda captada en todos y cada una de las herramientas del poeta, a
saber, palabras, imágenes, ritmo, intensidad lírica y cosmovisión.
La poesía de los comienzos y la de Zona en territorio del alba de Eunice,
entroncan con el romanticismo de los poetas que ella misma llamó “románticos
exasperados”, porque según su opinión, asumen una actitud de vigilia y pasión y
tienen hambre de espacio. En la última etapa creativa, su poesía ya
vanguardista, es difícil, complicada, cuajada de secretos, hermética, por lo
profunda, es trascendental. Lo es en cuanto eleva siempre lo personal y casual
de las situaciones y el destino de los personajes lírico-dramáticos a un nivel
universal.
Es interesante observar a lo largo
de los poemas suyos, cómo creador y poeta son sinónimos; en la creación
poética, como en la Creación divina, explica Juan Liscano, “se
operará [la transubstanción] por la palabra; las cosas serán porque las nombra
Ion, el creador; la acción de nombrar impera en toda la obra para el bien como
para el mal”. Así, para Eunice la palabra es la cosa misma nombrada por el
Verbo divino creador. Si el poder del creador-poeta está en la palabra misma
que se transubstancia en cosa y el poeta es el que posee la “palabra
ilimitada”, “la lengua innumerable”, no sorprende que en la poesía de Eunice
todo se vuelva esencial, hasta los adjetivos.
La fuerza sugerente de sus poemas
radica en ese poder de la palabra innumerable e ilimitada, sobre todo a partir
de Los elementos terrestres. Entonces
se hace patente la influencia de El
cantar de los cantares bíblico y el “Cántico espiritual” de San Juan de la
Cruz, lo cual se puede captar por los epítetos, con los que la amada invoca al
Amado (bello, eterno, dulcísimo), en las sensuales imágenes eróticas saturadas
de misticismo (“Tu sexo matinal/ en que descansa el borde del mundo / y se
dilata”, “…es amor tu cuerpo / y tu voz, / un manojo de lámparas”). Se
repite el verso que dice: “Ven / te
probaré con alegría”. Más adelante, es obvia la entrega de la amada al Amado,
cuando ella dice “Y ya dentro de ti / yo no puedo encontrarme, / cayendo en el
camino de mi cuerpo / con sumergida y tierna / vocación de espesura”. Abundan
en el poema las metáforas sensuales vanguardistas, las cuales se enlazan con
una carga polivalente que connota varios niveles de significación, que se
manifiestan simultáneamente: la unión amorosa del hombre y la mujer; la
sucesión repetida de las estaciones, la naturaleza feraz en la que las mujeres
tienen “el vientre madurado” “y se hace honda en la frente / la señal de parir
/ y sollozar”; y el paso de la vida a la muerte. El fruto “transitorio” y
“temporal” corresponde al primer nivel de significación. En el segundo nivel,
las voces del Amado y la amada cantan el éxtasis amoroso de magnitud mítica, lo
cual culmina en el hijo, que es primicia del amor. En el tercer nivel se evoca
la creación, la del Ser Supremo, Dios, y la del poeta con el Verbo ─la palabra.
En cada uno de esos niveles, el título del poema, “los elementos terrestres”
sugiere el resultado final de fruto, hijo y poema en una lograda síntesis
lírica.
Los elementos
terrestres está integrado
por ocho poemas de variada extensión y se cierra con un “Así sea”, equivalente
al “Amén” de las oraciones cristianas, lo cual le transfiere un sentido de rito
sagrado. Tres voces líricas, la del poeta, la de la “amada” y la del “Amado”
desarrollan el tema en una sucesión de diálogos que no conspiran con la esencia
lírica pues anuncian la forma lírico-dramática de la última etapa de plena
madurez de Eunice Odio, la de El tránsito
de fuego. Esta tendencia dramática resulta al combinar e intercalar a lo
largo del texto varias voces en un contrapunto de poemas.
Con Los elementos terrestres es obvio que Eunice Odio se integra
definitivamente en los movimientos de vanguardia al interpretar los temas a
varios niveles sugerentes y al darle a la palabra todo su poder mágico-ritual
que la hace, según ella, “resplandecir”; la palabra que “resplandice”, Eunice
la explica diciendo que es la que atrapa y envuelve al lector dentro de un
círculo mágico. Esto se percibe a lo largo de los diversos poemas de Los elementos terrestres y sobre todo al
final, cuando la voz lírica convoca a los niños y a las doncellas a buscar al
“Hombre, al Camarada […] al Amado del día transitorio / cuya angustia se
detiene / en mis pechos como el mar […] “Oh niños, / oh doncellas alegres, / oh
mujeres de vientre madurado, / glorificadlo / y exaltadlo conmigo / hasta que
nuestras bocas sagradas / se detengan./ Así sea”.
NOTAS
1. Eunice Odio,
Los elementos terrestres, 1ª edición,
Guatemala: Editorial El Libro de Guatemala, 1948; 2ª edición, San José:
Editorial Costa Rica, 1984; la 3ª y última, Madrid, España: Ediciones Torremozas,
1989.
2. El rastro de la mariposa. México:
Editorial Finisterre, s.f. Los trabajos
de la catedral. México: Editorial Espacio, s.f. Zona en territorio del alba (poesía, 1946-1948). San Rafael
Mendoza, Argentina: Brigadas Líricas, 1953.
3.
En una de las cartas de Eunice a su esposo le habla de “Omar 8”, cuento inédito
que no he logrado localizar.
4. Aquellos que deseen conocer esta
extensa carta completa, los remito al ejemplar inaugural de la Revista de la Academia Norteamericana de la
Lengua Española (RANLE), Vol. I, 1-2, Nov. 2012.
*****
Organização a cargo de Floriano Martins ©
2016 ARC Edições
Artista convidado | Francisco Zuñiga
(Costa Rica, 1912-1998)
Agradecimentos especiais a Alfonso
Peña y Rima de Vallbona
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de
séries especiais da Agulha Revista de Cultura, assim estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC
FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA
HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO,
II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC
FASE I (1999-2009)
10 AGULHA HISPÂNICA
(2010-2011)
A Agulha Revista de Cultura teve
em sua primeira fase a coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio
Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011
restringiu seu ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha
Hispânica, sob a coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012
retoma seu projeto original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano
Martins e Márcio Simões.
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