La poesía desnuda la
sensibilidad más sórdida y existente del ser humano que habita desde su
interacción con los objetos que prontamente se resemantizan logrando una identidad en el hombre, creando no solo su
visión del mundo, de lo creado, de lo actuado, sino también la invitación
inminente a un viaje angustiado de dolor y de
desconsuelo encumbrado más allá de una posición subjetiva del ser o de la
interacción con lo que lo rodea, sino que nos enfrenta ante la vastedad oblicua
y a la vez libre del destino incólume ante nuestra carne y alma sin determinar.
La nulidad es un sitio contrario a nuestros deseos o quizás un lugar muy común
como para anhelar otra cosa, algo que no solo nos redima la carne o el verbo
por un instante, sino, que la poesía es en sí una estructura que está tan
profunda en el ser que lo hace agotarse en sí mismo hasta obsesionarlo con la
idea seductora de encontrarse o negarse frente al conocimiento.
El
presente trabajo tratará de explicar los móviles poéticos a modo de
interpretación de la poesía de Blanca Varela (Lima, 1926) inmersa en su libro Concierto
Animal (Ediciones
Peisa – Pre-Textos, 1999), partiendo de una aproximación a los bordes de la
conciencia y desesperación ante el no poder poseer perpetuamente los objetos
deseados, volviéndose grandiosamente contra el ser para demostrar su inmensa
frustración, que sin embargo logra suplir con la mitificación de los objetos
deseados y arqueotipados que esconderán acaso los motivos, para lograr el
discurso y por ende la comunicación con el otro desde una postura confesional y
a su vez íntima y apesadumbrada, desencantada, tan propia en esta poeta de gran
prestigio.
Al
ingresar al corpus del poemario la contraposición entre lo cognoscible y lo
no-cognoscible se fusionan de manera tal que los canales simbólicos de
representación se sensibilizan y profundizan logrando una alteración del
discurso apelando a una esquiva respuesta ante la descarnalidad y la sordidez,
algo que puede canalizarse hacia un potencial rasgo existencial, pero no desde
los cánones ortodoxos de esta postura filosófica, sino más bien enraizada en
una mirada interior del objeto proyectado en el sujeto imbuido en su contexto
de desconsuelo e incoherencia para con el mundo y su posible posesión. Olga
Muñoz Carrasco (2007) nos amplía la idea corporal de Varela y nos da una visión
sobre los móviles posibles de su expresión:
“Concierto animal (1999) retoma en cierto sentido esa
línea y la hace avanzar. El cuerpo se coloca de nuevo en un primer plano aunque
de forma muy distinta en este libro. No abundan como antes estragos detallados,
sino que mediante ciertos elementos corporales se detecta la huella de la
experiencia vivida”. [1]
Varela
en un primer momento trata de poseer los objetos para que no solo se cree el
discurso, sino también acepta el dolor como algo propio para lograr así una
patente dualidad donde los juicios de valor se anulan y se funden para
instituir un solo cuerpo angustiado e indefinido:
niño come llorando
llora comiendo niño
en animal concierto
el placer y el dolor
hacen al ángel
a dos carrillos músicos
llora comiendo niño
en animal concierto
el placer y el dolor
hacen al ángel
a dos carrillos músicos
Como
vemos los elementos primordiales nos hacen contemplar la imagen infantil de un
niño que no sólo tiene la necesidad de “comer”, sino que hay un componente que
lo devuelve a la naturaleza existencial y desgarradora del su ser que mira su
desconsolado contexto y no intenta otra cosa más que el llanto “en animal
concierto” idea de caos y equilibrio donde la fusión trascendente de lo
placentero: el comer y lo doloroso: el
llanto, se anulan creando una imagen única que tendrá la idea
armónica, la aceptación de la realidad que ya no se resiste, sino que se afirma
en su condición en su “música” de desolación.
Lo marcado en la poesía de Varela “se adentra hasta los exánimes rescoldos de la personalidad alienada, se reconcilia con su ser-culpable, acepta sin rubor la carga que se le ha encomendado –su ‘su tacho de basura’, siempre deudora, frágil y necesitada, pero, a la vez, orgullosa y firme en su declinar”. (Navarros, 2000:141). Es quizás esta postura la que increpa una aceptación de los elementos contradictorios que fatigan al cuerpo, lo duelen, pero no desaparecen (ni definen) su esencia, su horizonte.
Lo marcado en la poesía de Varela “se adentra hasta los exánimes rescoldos de la personalidad alienada, se reconcilia con su ser-culpable, acepta sin rubor la carga que se le ha encomendado –su ‘su tacho de basura’, siempre deudora, frágil y necesitada, pero, a la vez, orgullosa y firme en su declinar”. (Navarros, 2000:141). Es quizás esta postura la que increpa una aceptación de los elementos contradictorios que fatigan al cuerpo, lo duelen, pero no desaparecen (ni definen) su esencia, su horizonte.
Varela
intentará un acercamiento con la realidad a través de la contemplación que
llevará a una catastrófica conclusión. El estrato poético con que la poeta
logra esa intimidad sesgada y frustrante, no solo atisba lo percibido de una
atmósfera desencantada, es más, la soledad, la tristeza o lo absurdo, son
elementos necesarios para lograr la aprehensión emotiva de lo real (lo
descarnado) para que así el acercamiento contemplativo, no se agote simplemente
en la acción, sino que trascienda sus límites enfrentando intensamente al ser
ante su destino, agreste y profundamente violento.
Octavio
Paz explica en el prólogo al primer libro de Varela, que la intención de su
poesía va más allá de toda explicación, de toda definición para consigo misma,
es “...un signo, un conjuro frente, contra y hacia el mundo...” (1996).
El
silencio vareliano, se circunscribe dentro de un espacio que está estrechamente
cercano a la muerte. La muerte es silencio y el silencio un extraño dolor que
sin más, causa cierto placer perverso en la poeta al verla “obsesiva y
desencantada” ante los objetos próximos o lejanos. La realidad con la que
Varela expresa sus emociones nos desborda a la idea dual del dolor: primero
como un acto intenso e inevitable “la muerte se escribe sola” (p.9) así como el
acto de llegar a la marca imborrable, el no poder retroceder a lo pasado para
volver a disfrutar aquello que se anheló donde quizás la mayor imagen que
Varela intenta es la de llegar a la idea infantil del deseo. El niño o niña,
son dentro del corpus poético una estructura expresiva de inocencia, pero a la
vez sufren una limitación con respecto a la postura de sus castos sentimientos
y por ende quedan marcados esos infortunios que no solo materializarán al
dolor, sino que lo transportarán a un nivel perpetuo y funesto:
la pobre niña sigue
encerrada en la torre de granizo
el oro el violeta el azul
enrejados
no se borran...
encerrada en la torre de granizo
el oro el violeta el azul
enrejados
no se borran...
La
poesía de Varela no es un simple minimalismo de las estructuras formales para
hacer efectiva la expresión para con la realidad [2],
es también “una sugestiva manera de abordar esa experiencia liminar que
constituye el hambre, como vivencia que colinda con la agonía, en sus alcances
biológicos, existenciales y expresivos”. (Cárcamo-Huechante, 2005). El
acercamiento a la idea moral dentro los poemas toma una actitud dual y a la vez
se enfrenta ante todos los elementos contradictorios posibles para lindar con
la definición de seres indefinibles:
trepo como la araña que soy
frágil y rencorosa
deseando tocar alguna luz
que endurezca mi corazón
frágil y rencorosa
deseando tocar alguna luz
que endurezca mi corazón
Como
apreciamos en los versos anteriores la idea moral (lo bueno y lo malo) es
degenerada por la poeta para lograr un alcance mayor y acrecentar la
contradicción de los elementos a poetizar. La araña como ser “frágil y
rencorosa” no solo desea tocar esa luz que tarde o temprano la destruirá,
sino que a través de su deseo podemos contemplar el espíritu trágico
y existencial con el que la poeta transita su lírica por los túneles más hondos
de la esencia humana paradójicamente absurda: el morir (“endurecer el corazón”) al tocar la luz (signo de perpetuidad, vida).
El
sujeto poético lentamente aprehende la oscuridad como una identidad más que un
símbolo de desconsuelo e incertidumbre. Varela intenta crear un ser que cargue
con toda su existencia dolorida y frustrada no simplemente para dolerse o
quedarse en el llanto, sino que atraviesa los límites expresivos y nos presenta
al hombre mismo como una entidad absorbida por sus inconsecuencias, su
exacerbado anhelo de acariciar lo funesto con ironía y desencanto:
bombilla de azufre
sol miserable
flotando en el cielo encalado
planeta parpadea
encandila
a quien yace bocarriba
fulminado
sol miserable
flotando en el cielo encalado
planeta parpadea
encandila
a quien yace bocarriba
fulminado
En Concierto
animal, la predilección por la veneración interior e individual se
da de manera obsesiva por la poeta, no solo como un medio para la comunicación,
para el decir, sino también como una forma de identificación emocional y
simbólica con el objeto que atrae sus deseos. Las interacciones de la voz
lírica con la subjetividad que encierran las palabras logran una abstracción
del mundo y una ambición por alcanzar que lo más intenso, radique en unas pocas
líneas que, siendo algo típico en Varela, su poesía se autodefine como un
“...partir de una visión global de la crítica: crudeza, desgarramiento,
sequedad y austeridad, parquedad en las palabras, laconismo, estilo
entrecortado, pausas, en definitiva, la paradoja del silencio poético, del
silencio llenando la poesía”[3].
José
Miguel Oviedo (2001) en un artículo publicado en el Mercurio afirma que la
poética de Varela no sólo contiene rasgos existenciales, sino que su voz que
siempre está ligada a la voz misma es en sí un caso de poesía que trasciende
sus límites para lograr “...una fidelidad a sí misma y una percepción
existencial de lo que pasa tanto fuera como dentro de ella”.
El
objeto con el que Varela intima realmente es la misma frustración que parte del
poeta y su mundo miserable. El animal como el mito que encierra una visión crítica y
desgarradora de la condición trágica del ser humano se antropomorfisa para
acercarse a la vaguedad, a lo oscuro, que prontamente se insertará en el
discurso no como una identificación con el objeto (el animal) sino con el sentimiento
que se comparte (dolor, infortunio, desencanto, etc.):
la sangre ennegreciendo
aprende a brillar como un dios
después se hace la luz
rueda la araña
aprende a brillar como un dios
después se hace la luz
rueda la araña
Roland
Forgues (2008) nos acerca a las visiones “míticas” de Blanca Varela, no
solamente desde la posición de su objeto poético que es el animal, sino también
desde la trascendencia de este objeto como ente de representación del mundo
tanto interior como exterior del sentir, una mirada desde el desasosiego, desde
la violencia, pero más allá:
“La
recurrencia de lo animal participa ciertamente de dicha utopía como
interrogación de la creadora frente a la supervivencia de la barbarie
primitiva, a las manifestaciones de la violencia arcaica, como tentativa de
distinguir lo humano de lo animal, y la necesidad absoluta para el ser humano
de alcanzar una dimensión que supere definitivamente todas las remanencias
violentistas de su animalidad latente y acceda a lo sagrado”. [4]
Varela
es el ser que se atreve a soportar una dualidad que tiende a tener la misma
valencia entre sí, pero a su vez nos muestra las imágenes con las que adquiere
la potestad para comunicarnos su oscuridad en plena luz, a un ser con sombra,
con dolor, con una perversidad que solamente lo deja hablar, mas no salvarse:
la muerte
como una mala madre
me tocó bajo los ojos
entonces dividida
dando tumbos
de lo oscuro a lo oscuro
giré recién llegada
a la luz de esta línea
en pleno abismo
abriéndose
y cerrándose
la línea
como una mala madre
me tocó bajo los ojos
entonces dividida
dando tumbos
de lo oscuro a lo oscuro
giré recién llegada
a la luz de esta línea
en pleno abismo
abriéndose
y cerrándose
la línea
Un
acercamiento directo a la conciencia, una pretensión por ejercer una acción
interior en el cuerpo más allá de su trascendencia espiritual, es lo que
tratará Varela a lo largo de su libro, un encuentro total con su ser y el otro
que es ella misma.
Roberto
Paoli nos explica que la poesía de Varela “a pesar de las apariencias, es y
quiere ser una poesía comunicativa” (1996:15). A través de esta definición
logramos acercarnos más a la intención del ente poético para acuñar su mensaje
sobre las conciencias, pero también nos muestra (de un modo casi mesiánico) a
través de su discurso nuestra esencia y la aceptación de una desgarradora
realidad a tal punto de soportarla sin dolor, sin tanto drama:
dame tu tacho de basura
[...]
la aceptaré
sin más azotes la aceptaré
te lo prometo
[...]
la aceptaré
sin más azotes la aceptaré
te lo prometo
A
través de la imagen conciente, Varela comunica un mensaje perpetuo y sincero:
la manifestación de un estado contemplativo, pero a la vez activo ante la
realidad que es observada y sentida irremediablemente, sin dejar de lado la
palabra y su potestad para dar a conocer su mensaje de desesperación y abandono
existencial que se adhiere al ser humano de forma tal que la supresión de todos
los mecanismos por los cuales se puede llegar al mensaje son subordinados a uno
solo que es en sí la intensión de la poeta por darse a sí misma; encontrar al
otro en el vacío más profundo:
sin música
pero llamando
sin voz
pero llamando
sin palabras
llamando
pero llamando
sin voz
pero llamando
sin palabras
llamando
La
conciencia en Blanca Varela “...va a acudir a unos forzamientos de un lenguaje
que, moviéndose entre la nebulosidad del inconsciente y una perturbadora
lucidez, le permitan una expresividad honda, reveladora” (Bonnett, 2007:265).
La realización de todo acto redentivo, de toda salvación en la poesía de
Varela, partirá de una identificación con su ser negado, el vacío que carga
como una cruz que más allá de ser dolorosa le permite desenmascarar conciencias
desde una voz que nos engaña con su ironía, con su “...invitación estoica,
dirigida al tú de todos como a sí misma, a no alimentarse de pueriles quimeras”
(Paoli, 1996).
La
poeta tratará “...en cada poema un sobresalto y una reconciliación, una carga y
un alivio...” (Castañón, 1996:29), es así que con una dualidad, una dialéctica
que colinda con el infinito y la nada, Blanca Varela, acopla a su lenguaje una
intensión autodestructiva que parte desde el conocimiento de las cosas y su
desprotección ante lo agreste y turbio que se torna la realidad, para luego
adentrar su conciencia a una crítica intensiva, una catalogación de su ser
contra su ser al “filo de la navaja, entre el silencio y la palabra... la
poesía de Blanca Varela se da como una guerra secreta o una cirugía
desesperada... sacrificio donde lo que se salva y juega es el sentido”:
Felizmente no tengo nada en la cabeza
sino unas pocas ideas equivocadas por cierto
[...]
nada para poner
nada para dejar
sino huesos cáscaras vacías
[...]
innominada nada
en lo que fue mi cabeza
sino unas pocas ideas equivocadas por cierto
[...]
nada para poner
nada para dejar
sino huesos cáscaras vacías
[...]
innominada nada
en lo que fue mi cabeza
En
la poesía de Varela, el sujeto jamás se define de manera concreta, sino que
trata de esconderse detrás de otros sujetos simbólicos. La intensión de la
poeta por llegar a una explicación de su mundo interior nos deja con la
sensación de desencanto y pesadumbre, pero también nos muestra sus
desdoblamientos, su “orden” detrás de todo orden; el ser como un ser
inexplicable, solitario: “manchado como un animal que huye / en el cielo /
espantado por mí”.
En
una entrevista por Alfredo Matilla (2001) y publicada en El País, Blanca Varela
nos explica el porqué de su poética y su acercamiento a la contemplación
dialéctica del hombre acosado por sus deseos, por su frustración ante el poder,
ante el conocimiento:
Sí, para mí la poesía no debe utilizarse para contar lo
que a uno le sucede. Yo prefiero pensar y dejar que esas vivencias se
transformen en reflexiones, en palabras.
Varela
acaba su discurso cerrando violentamente la herida, sin calmarla, sin dejar en
sosiego las almas, sino que termina su canto desgarrado de forma que el
silencio, la desesperación, el ser sin identidad, sin definición apenas puede
tocar su realidad:
engastado en la mugre
diamante singular astro en penumbra
encuentra y pierde a dios
en su pelambre
connubio de atragantada melodía
y agonía gozosa
se necesita el don
para entrar en la charca
diamante singular astro en penumbra
encuentra y pierde a dios
en su pelambre
connubio de atragantada melodía
y agonía gozosa
se necesita el don
para entrar en la charca
El
desencanto no se trasluce como una imposibilidad, una derrota, es para la poeta
una verdad y una herramienta de reconstrucción, de acercamiento a la esencia
humana, desde las inconsecuencias de ese “animal humano” que no simplemente nos
termina por consumir, sino que se hace reflejo nuestro, una sola carne, un
extraño concierto en “agonía gozosa”.
NOTAS
[1] Muñoz Carrasco, Olga "Apariciones y desapariciones del
cuerpo en la poesía de Blanca Varela (1993-2001)”, Revista Ómnibus
Nº 13 Año III febrero 2007. http://www.omni-bus.com/n13/munoz.html
[2] Roberto Paoli nos dice: “en la crisis del lenguaje poético contemporáneo
observamos que hay poetas que rompen los diques de contención de la verbalidad;
otros que, en cambio, tratan de reducir la expansión física del discurso
verbal. A esta segunda categoría pertenece por derecho la expresividad de
Blanca Varela”. (1996:19)
[3] Valero Juan, Eva María; “El mundo iluminado y yo despierta”: la
poética material de Blanca Varela desde los años 80, Revista
Ómnibus Nº 12, 2006 http://www.omni-bus.com/n12/varela.html
[4] Este texto es la conferencia inaugural que abrió la jornada de estudios
dedicados a Blanca Varela, ganadora del XVI Premio Reina Sofía de Poesía
Iberoamericana, organizada por la Universidad de Salamanca (España)
el día 6 de mayo de 2008.
*****
Organização a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Artista convidado | Fernando de Szyszlo (Peru, 1925)
Agradecimentos: Hildebrando Perez Grande
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de séries especiais da Agulha
Revista de Cultura, assim estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO, II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
10 AGULHA HISPÂNICA (2010-2011)
A Agulha Revista de Cultura teve em sua primeira fase a
coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido hospedada
no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu ambiente ao
mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a coordenação
editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto original,
desta vez sob a coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio Simões.
Visite a nossa loja
Nenhum comentário:
Postar um comentário