Esta “conversa” se inició en un desayuno
en uno de los barrios céntricos de Medellín (¡tinto de por medio!), no obstante,
la inauguramos a finales de los ochenta cuando facilitamos el fluido intercambio
poético entre las revistas Otras Palabras y Andrómeda y ¡Cosa más grande!,
la complicidad continúa viva, orgánica, como el “tubazo” de un saxo de jazz a medianoche.
La creación de Omar Castillo, no está sometida
a un solo sendero o una pigmentación, ¡no!, ella está dimensionada por una amplia
paleta poética; lo constatamos –sus lectores– practicando una vivisección en su
trayecto creativo, en su propuesta escritural configurada de una serie balanceada
de poemarios. Sensoriales trazos, marejadas lingüísticas, sensuales y surreales
metáforas…
Su mensaje también mantiene la necesidad
de la fe en las Utopías. De otro modo no podríamos entender su faena como editor
de revistas de poesía, editor de libros propios y ajenos, ensayista y colaborador
de las diversas revistas de arte y literatura en el ámbito hispanoamericano.
Por último –como si estuviéramos en un filme–
sentémonos con comodidad en un canapé de rancia madera con almohadones rojos y verdes,
para sentir los latidos, susurros y las palabras del “aeda” como una arquitectura
flotante, todo expresado con tonos joviales, lúcidos, firmes.
[A.P.]
AP | Omar,
recuerdo la primera vez que leí tus poemas, quizá en el lejano/cercano 1987… Era
un poema de tu libro Fundación y rupturas…
En este momento aquí en Medellín practicamos una relectura:
Memoria rota en círculos de silencio.
Soy con tu nacimiento Nacimiento
Aurora entrevista en los ojos de la vida
Carcajada sangrante del naciente
Soy quien murió y nace contigo en la
punta del arma blanca
erguida en la vastedad bullente;
Acto seguido Desprenderemos las nubes
dormilonas de tu cuna
Y jugaremos golosa
Siendo cola del papalote del alba.
AP | Me
queda la impresión que desde esos poemas se remarcaba en vos el interés por escribir
poesía subterránea, que golpea, que impugna a la realidad…
OC | El
fragmento que citas compone el numeral 4 de mi poema “Cuarteto para el fin de los
tiempos”, que escribí sobrecogido, pensando en el vientre de la mujer con quien
compartía mi vida en ese momento, ella estaba embarazada, esperábamos a nuestra
hija Valeria Danielle. Es un poema sobre el nacimiento, sobre el reventar de una
vida, lo cual para mí era y es algo deslumbrante.
Fundación y rupturas
es un libro que escribí entre 1982 y 1984 y lo publiqué en 1985. La sustancia que
lo recorre se tensa entre la celebración de la presencia, cuanto esta colma, y el
instante de la ausencia de los afectos, tanto los íntimos como los que se vivencian
en común con otros en el suceder diario de vivir. Es un libro que me permite, por
primera vez en mi vida, reflexionar sobre la intemperie que significa no plegarse
a los designios sociales que nos quieren mantener en sus escaques de producción
y consumo, es el libro que me permite comprender que puedo convertirme en algo incómodo
y perturbador en el engranaje de los valores aceptados como los correctos. Es una
decisión personal y una apuesta personal, pues creo que cualquier revolución que
no parta de uno como centro de sus experiencias, termina repitiendo las historias
que nos domestican y someten. Posar de comprender a los otros sin comprenderse uno,
me parece una farsa, una mueca poco higiénica con cuanto significa vivir y morir.
Entonces
Alfonso, tienes razón cuando dices que mi poesía es subterránea, claro que sí, no
solo en sus intenciones contestatarias, sino también en sus búsquedas por encontrar
otras opciones que reten y amplíen los anhelos e instintos por vivir. Confrontar
hasta el ardor de la incomodidad hace parte fundamental del hacer poético. Para
la huera entretención existen muchos otros medios y eventos.
AP | No
obstante tu poesía está configurada de imágenes renovadoras, te conducís por cauces
personales y a veces emerge una expresión efervescente… En tu poema “Tras el ojo
de agua”, dices:
A través de rayos que
iluminan
Los recónditos parajes
De la presencia y de la memoria
La esponja del día dona sus substancias
OC | Mira,
me mortifican los poetas cuyos poemas pretenden enrarecer la realidad, ponerle misterios
a la otredad. Creo que en todo ya existe el suficiente misterio para la vida, y
al poeta, al creador le corresponde revelarlo, no embadurnarlo. Entonces las palabras,
las imágenes que componen las metáforas de mis poemas no buscan agregar misterio
al misterio, todo lo contrario, quieren desvelar el misterio que ya existe. Y si
mis imágenes, si mis poemas resultan difíciles para un lector, es debido a la callosidad
que lo pervierte en su capacidad de aprehender la realidad, la otredad, a la costumbre
que lo somete al punto que no ve más allá de los clises que lo domestican.
Hace
un momento te decía que la poesía no es para entretener, ahora agrego que la poesía
no es un juguete para la fantasía delirante del consumo y la usura. La palabra es
la principal moneda de intercambio que tiene el ser humano para adentrarse en el
diálogo íntimo y común que le permita crear una región donde vivir dignamente. Y
la poesía, y con esto no pretendo hacerla ver como un dogma salvador, tiene la capacidad
de revelarnos en nuestra miserabilidad, en nuestras hambres y en nuestros apetitos.
Si
en mis poemas aparecen imágenes que pueden parecer innovadoras, es debido al atrevimiento
que me lanza a explorar las manchas inéditas donde sospecho es posible encontrar
el origen del extravío humano, la razón donde cunden las hazañas que nos hacen pernoctar
en nuestras pesadillas cotidianas.
AP | Y en
tu poesía la “ciudad”, como un alarido estridente, con sus ruidos, paisajes perdidos
en la infancia, las imágenes caóticas, el rock, el jazz que es un diapasón amoroso
y solidario…
OC | Sí,
en mis poemas palpitan los ruidos de calles y carreras que parecen entrechocarse
igual que galaxias rozándose en la escritura del universo, el jazz que mencionas, el rock, Arnold Schoenberg, Béla Bartók,
el mugre, la mugre, los niños que pudren,
pudren los niños que saltamos como si fueran agujeros en los andenes, como si fueran
agujeros que dejan las polillas en las columnas de los periódicos que pudren la
mugre a grandes titulares, tal como digo en un pasaje del numeral XIV de mi
Romance de la ciudad. Sí, la ciudad, ese
abrupto orden por donde cunde el desorden que nos caracteriza desde que decidimos
volvernos sedentarios, es mi obsesión, y en ella todos mis temas.
Creo que la ciudad es el laberinto donde sucede nuestro extravío,
donde nuestras huellas se dan a la estampida que nos devora y nos hace devoradores,
y si no resolvemos el laberinto de la ciudad, no podremos resolver nuestras relaciones
con el mundo y cuanto vive en él. Empero, es algo por lo que aún no nos decidimos.
Nuestras diferencias con la antigüedad son mínimas en lo esencial, a pesar de los
descubrimientos que nos llenan de asombro y de ímpetus renovadores.
El laberinto de nuestras ciudades pide que los hilos para
descifrar sus rutas, salgan de nuestra capacidad para perdernos en él. Ese es uno
de los misterios por revelar, no por embadurnar con nuestras “cultas” interpretaciones.
AP | A lo
largo de tus diferentes poemarios también encontramos lapsus experimentales, o quizá,
momentos de ruptura con lo establecido, cierta búsqueda de subvertir el lenguaje,
la semántica, el buen escribir y decir… Es como un alumbramiento poético, considero
que esa vertiente en tu creación hace que el lector tenga momentos de diálogo con
el Aeda…
OC | Esos
“lapsus experimentales” que dices encontrar en mis poemas, se dan por mi necesidad
de aprehender las palabras y los ritmos suficientes para alcanzar las analogías
que den realidad al poema hasta hacerlo parte de la galaxia de la poesía, es decir,
de las contracciones y expansiones que vivencia todo lo que se moviliza en el universo,
en este caso particular en el universo de la palabra, de su escritura, de sus silencios
y de su decir. La escritura de un poema puede ajustarse a una forma predeterminada,
lo que obliga al poeta a fijar sus ritmos y sus palabras dentro de los límites de
esa forma, haciendo posible que logre la escritura de un buen soneto sobre un satélite
como la luna y su similitud con la nostalgia que él padece por un amor imposible.
También puede el poeta no acudir a ninguna forma, atreverse con sus palabras y sus
ritmos a adentrarse por la escritura enfurecida que producen dos galaxias al rosarse,
así puede que descubra el instinto del lenguaje y pueda escribir un poema cuyas
analogías nos permitan entrañar en las tensiones de la ontología humana, en las
raíces de su realidad.
En
mi poema “Tierra Bomba” no pretendí ser experimental, un poema como ese no podía
escribirlo de otra manera, la piel que elabora su escritura solo es posible rosarla,
seguirla a través del movimiento que tejen sus imágenes y que parecen móviles verbales
y, paradójicamente, silencios que se desprenden del olvido ancestral de una costumbre.
Y
con mis poemas-libro Informe (1987) y
Poema de New York (2007), los límites
y las expansiones de mis vivencias fueron lo suficientemente exasperantes al punto
de llevarme a los bordes abruptos de esas formas donde intenté dejar las huellas
de esas experiencias. En estos casos fueron los límites y las expansiones quienes
impusieron las formas en las que aparecen escritos estos poemas-libro. Su forma
y su contenido informe, que más parece la deconstrucción de una antigua cantera cuando revienta súbitamente,
se da porque se fundan en los malestares y fascinaciones que producen en mí dos
ciudades: Medellín y New York.
La
escritura de mi libro Romance de la ciudad
la fui realizando como quien mira en un caleidoscopio los
murales, los grafitis y collages que encubren la ciudad para delatarla o servirle
de coartada en sus laberintos. De ahí las palabras, los ritmos y las analogías que
establecen sus versos, sus metáforas, los XXVI numerales que componen el libro.
Este es uno de mis libros más querido.
Mira,
en ningún momento he pretendido ser un poeta experimental, solo he respondido a
las necesidades mismas de mi escritura. Ahora, cómo actúa todo esto en el lector
es algo que apenas sospecho. Como bien dices, puede que mi escritura solo sea “un
alumbramiento poético” que prende en el habla del poema para el habla del lector.
AP | Huella estampida, es
una edición muy cuidada (Ambrosía Editores, Medellín, 2012) que recoge tu producción
poética entre 2012/1980. En ese mosaico podemos encontrar tus diversas obsesiones,
tus senderos, el manejo del lenguaje, sin embargo, quiero recalcar un trazo muy
llamativo, tu poesía amorosa… Son muchos los poemas que conforman esta temática…
OC | Sí,
Huella estampida, obra poética 2012-1980,
es un libro que en su edición me dejó muy contento pues es el resultado de un buen
trabajo entre el director editorial de Ambrosia
Editores, y yo. El libro se abre con Imposible
poema posible, escrito en 2008 e inédito hasta su inclusión en Huella estampida y se cierra, después de
atravesar por mis libros publicados en las fechas señaladas en el título, con Garra de gorrión, escrito entre 1979 y 1980
y publicado en 1980. Es una retrospectiva que permite ver y escudriñar las vetas
por donde sale y se ha adentrado mi escritura poética.
Ahora,
cuando llamas la atención sobre mis poemas amorosos, es algo que me conmueve, ya
que los poemas donde abordo estos sentimientos y realidades de
mi vida personal, procuro no sobresalten en el conjunto de mi obra, pues creo que
el tema amatorio en la escritura es bastante difícil, más si hemos leído y hemos
sido conmovidos por los bellos e intensos poemas escritos en la historia de la poesía,
y en nuestro caso, de la historia de la poesía amorosa en idioma español.
Aun
así resulta imposible no intentarlo, no hacerlo, pues el instinto y las realidades
amorosas nos colman de gozo y de desasosiego, algo difícil de contener cuando se
es poeta. Otra cosa inevitable en la escritura de un poema de amor es la injerencia
de lo cursi, pues sin alguno de los ingredientes de lo cursi, un poema amoroso resulta
falso o extravagante.
Como
lector me roban versos como estos de Vicente Huidobro:
No hay tiempo que perder
Enfermera de sombras y distancias
Yo vuelvo a ti huyendo del reino incalculable
De ángeles prohibidos por el amanecer
O
como estos de César Moro:
Amo la rabia de perderte
Tu ausencia en el caballo de los días
Tu sombra y la idea de tu sombra
Que se recorta sobre un campo de agua
Como
poeta me conformo con poder escribir versos como estos:
Mi amor es una sílaba que intenta prender
En el fuego donde arde la flor pétrea
De cuyos pétalos saltan el asombro y lo
común;
La membrana del habla donde se contienen
Las arenas que soportan la historia y el
vacío
AP | Omar,
en tu poesía podemos rastrear chispazos, o lamparazos eróticos de alto voltaje,
en medio de lo urbano, del cemento, del hormigón y la fibra de vidrio de los rascacielos,
emerge el erotismo como un bálsamo…
OC | Como
te decía, escribir poemas amorosos me parece difícil, mucho más difícil me parece
escribir poemas eróticos, pues no creo que lo erótico sea la sola presencia de lo
genital en las imágenes de un poema. De la misma forma que el roce entre dos galaxias
produce un sonido inédito en la memoria de la escritura del universo humano, el
roce entre dos cuerpos produce las sensaciones necesarias para que en ese instante
de éxtasis alcancemos a zafarnos de los dogmas que nos escinden y podamos comunicarnos
con la integridad que nos comporta en lo más íntimo y radiante de la creación. Por
ello el erotismo es subversivo. Hablo del erotismo, no de la pornografía que es
uno de los juguetes de encubrimiento explotados por el delirio consumista. El erotismo te
revela, la pornografía te atrapa y domestica.
Entonces
en la escritura de mis poemas, que responden a mis búsquedas por aprehender en las
huellas de lo inédito y lo común, en lo súbito de sus representaciones, lo erótico
es fundamental. Y dado que los laberintos de la ciudad son los escenarios donde
sucede mi vida, es inevitable que mis relaciones eróticas aparezcan impregnadas
de cuanto conmueve la piel de la ciudad y de quienes la habitamos. Por eso las imágenes
de esos poemas pueden aparecer filosas y cortantes en sus caricias, reventadas y
enfurecidas en su ternura, conmovedoras en el devorar a través de unos ojos que
te enseñan la magnitud de la vida y de la muerte cuando las puedes consumir en ese
instante de gozo. En ese breve instante, tan finito como la piel del universo en
su estampida.
Las
imágenes que dan cuenta de mi erotismo aparecen regadas en mis poemas de manera
indiscriminada, es decir, no se limitan a un poema amoroso o erótico, cunden en
mi obra como el amor y el erotismo cunde en cada momento de mi vida, por exasperante
o conmovedor que este sea.
AP | Creo
intuir a través de tus ensayos, dedicatorias a poetas, y ciertos matices que vos
de algún modo te emparentás con
el surrealismo…
OC | El
Cubismo, Dada, el Surrealismo, el Expresionismo, inclusive el Creacionismo hunden
sus búsquedas y experiencias creadoras en las raíces que buscan nutrir una moral
del inconsciente, raíces que se han conservado a lo largo de la historia, manteniendo
su fuerza y vigor aun en los momentos más impositivos de la razón que ha logrado
permear el instinto y desde él, las nociones y realidades humanas en su relación
con la vida y el universo.
Entonces
mi relación con estos movimientos es más que una simpatía. Si nos detenemos en la
deconstrucción a la que estaba siendo sometido el orden social de finales del siglo
XIX e inicios del XX y que revienta en el atronador espectáculo de la llamada Primera
Guerra Mundial, nos damos cuenta que la intemperie a la que estaba siendo sometida
la condición humana necesitaba preguntas donde reformularse, y algunas de estas
preguntas las nutrieron quienes integraban estos movimientos creadores con sus vidas
y con sus obras. Esos años fueron perturbadores, dolorosos al tiempo que fascinantes
y en lo creativo, significaron una oxigenación todavía sensible para nuestro tiempo
tan dado a lo huero y mediático de sus ofertas y demandas.
Para
mí, los creadores que participan de estos movimientos logran consolidar en sus obras
lo mejor del Romanticismo y del Simbolismo, y al mismo tiempo desvelan lo más patético
de estos. Personalidades como las de Georges Braque, Picasso, Tristan Tzara, André
Breton, Vicente Huidobro, Gottfried Benn resultan conciencias necesarias en nuestras
relaciones con la realidad y la otredad que exploramos como creadores. Mi encuentro
con ellos se da desde la reflexión, inclusive desde la exasperación. Creo que esa
moral del inconsciente permanece al margen de nuestras opciones cognoscitivas, lo
que es lamentable. Aprehenderla, significarla, debe hacer parte esencial de nuestro
ser creadores.
AP | Conversemos
alrededor de Vicente Huidobro, César Moro, Emilio Adolfo Westphalen…
OC | Mi
encuentro con la obra de Vicente Huidobro sigue siendo esclarecedor. Pienso que
su poesía y su prosa le dan al idioma español un aire renovador como el que en su
momento le dio la obra de Rubén Darío, y sé que pensar y decir esto resulta incómodo,
pues entre los poetas y estudiosos de nuestro idioma aún se presentan resistencias
ante las contribuciones de Darío, y ni que decir ante las de Huidobro, lo cierto
es que la presencia de su obra cada vez es más visible a través de la escritura
poética en nuestro idioma, inclusive en la escritura de quienes se empecinan en
desconocerlo.
De
los distintos momentos en la producción poética de Vicente Huidobro me conmueven
he impactan sus Poemas Árticos, Altazor, Temblor de cielo, Ver y palpar,
El ciudadano del olvido y su novela Mio Cid Campeador. Huidobro fue polémico,
al punto de parecer arrogante, empero era inevitable, lo suyo no solo era dar la
alerta, lo suyo era el descubrimiento y la capacidad para habitar esas regiones
descubiertas por y para su escritura, lo cual resulta perturbador, máxime en una
tradición tan mezquina y envidiosa como la nuestra, de este y del otro lado del
océano.
Releo
a Huidobro, vuelvo sobre sus poemas, sobre su escritura cada que me siento frágil,
no es un sosiego, es un reto. Su obra es oxígeno para los hallazgos y los extravíos
propios y necesarios de un idioma que se mantiene activo y fértil.
Leer
de César Moro los poemas que componen La tortuga
ecuestre fue algo desconcertante para mí, el vértigo de sus imágenes me arrastró
de una manera que no me había sucedido antes leyendo a otros poetas de lengua española.
En los hallazgos y en las desgarraduras que las analogías de su escritura establecen
hasta alcanzar el súbito esplendor de sus imágenes, César Moro le entregó al idioma
español algo nunca antes concebible para su escritura, y es un habla de avalancha volcánica
que inunda con su magma estremeciendo y renovando las raíces cognoscitivas de lo
poético.
La tortuga ecuestre
y Las cartas escritas por César Moro,
paralelas a los poemas y que hoy, para mí, resultan inseparables, componen uno de
los instantes más conmovedores de la poesía amorosa en nuestro idioma. Empero la
obra toda de Moro apenas empieza a ser leída, a ser reconocida en sus vastas dimensiones
y contribuciones, por el momento él sigue siendo de esos poetas que suceden por
los intersticios de la tradición.
Emilio
Adolfo Westphalen publicó en 1980 un libro donde reunió sus poemas, cuyo título,
a mi entender, carga una de las metáforas más reveladoras sobre la escritura poética,
el título es: Otra imagen deleznable.
Maravillosa manera de nombrar el vacío donde sucede y no deja de suceder la escritura,
la poesía.
AP | Medellín,
posee una palpitante presencia poética en sus habitantes, plazas, barrios, comunas,
calles, bares, bulevares ¿Tenés
explicación ante ese fenómeno tan notable?
OC | Quisiera
ser tan entusiasta como tú y decirte que sí, que ese pálpito que dices es cierto.
Pero yo vivo en Medellín e inevitablemente también recibo otras cosas no siempre
en tonos de “azul poético”. Los habitantes de Medellín poseemos el ímpetu suficiente
para sobrevivir a las realidades y calificativos que la ciudad padece y ha padecido,
nuestra capacidad para celebrar la vida en sus oscuridades y en sus luces es rotunda,
como lo es también para vivir sus dádivas y su miserabilidad. Y si tú ves en todo
esto un aliento poético, ese aliento es posible por la capacidad de resurgir que
hemos tenido que descubrir y habitar para asirnos a la vida. Tal parece que desde
su fundación sobre las ruinas y despojos de los nativos habitantes de este valle,
Medellín no ha dejado de ser construida una y otra vez, semejando un palimpsesto
en cuyas formas se trasluce la imaginación y lo abrupto de sus realidades, casi
siempre entre las cenizas de su fuego.
Para
no aparecer como un rompe sueños prefiero decirte que Medellín es un nido migratorio
donde el fénix de la realidad y la otredad renace en medio de la algarabía, las
afujías, los instintos, el amor y cuanto hace creíbles a sus habitantes. Aquí, como
bien dice Paul Valéry en uno de los versos de El cementerio marino: “El viento se levanta… ¡Vivir es necesario!” Ea.
AP | No
podemos dejar de lado una circunstancia fundamental en la poesía de Colombia, el
Nadaísmo… ¿Cómo situás
a Gonzalo Arango y su vigencia en la poesía latinoamericana?
OC | La
presencia de Gonzalo Arango se mantiene a través de sus escritos en prosa, por sus
ensayos, sus relatos y ante todo por sus manifiestos y panfletos donde proponía
y defendía al grupo Nadaísta, como poeta es poco conocido, aun cuando tiene poemas con los que muy bien se podría armar
una antología. Sobre
Gonzalo Arango y el grupo Nadaísta prevalecen las anécdotas que se repiten una y
otra vez, promovidas muchas de ellas por sus propios integrantes y esto en gran
medida, ha distraído la atención sobre sus obras.
De
los poetas del grupo Nadaísta me llegan las obras de Jaime Jaramillo Escobar, cuyos
poemas nos inundan con sus imágenes entre lo coloquial y lo mítico del mundo, son
versos en peroratas que atrapan e informan de la vida, sus poemas parecen plantados
en el centro palpitante de la realidad, su misterio es no embadurnar el misterio.
Amílcar Osorio, su obra nos ofrece poemas de atmósferas en dibujos verbales cargados
de sensualidad, ya nítidos, ya conservados entre el sueño de un recipiente donde
alguna vez se bebió al borde del amor próximo al olvido, su obra es la de un exquisito,
la de quien disfruta la raíz y la pulpa de sus palabras. Alberto Escobar Ángel,
poeta de ardua visión sobre el mundo, sus versos auscultan en las tramas donde pudo
acaecer el extravío humano, por lo que su escritura acude más a la pregunta que
a la respuesta. La suya es una poesía que busca fundarse en lo inédito, no como
novedad, sino como revelación. Y Armando Romero, cuyos versos suceden en el súbito
de la imagen atrapada en el delirio y en la lucidez que hacen posible la escritura
de las analogías, la celebración de las metáforas, así sus poemas aparecen como
dibujos de destellos nítidos y surreales.
Creo
que el Nadaísmo tiene un espacio suficiente en la poesía escrita en español, así
las desidias y animadversiones de tantos intenten hacer creer lo contrario.
AP | Otro
matiz muy importante es la labor que cumplís como editor de revistas y libros de
poesía en Medellín… Podríamos citar algunos amigos continentales que navegan en
el mismo paralelo, pero me parece innecesario, más bien la reflexión va por el lado
de la generosidad y el compromiso artístico de los creadores que también le dedican
tiempo a la divulgación de la poesía y el arte en muchas latitudes…
OC | Mira,
he publicado y orientado dos revistas, la primera es Otras palabras de la que salieron 12 números entre 1984 y 1988, la segunda
es Interregno de la que salieron 20 números
entre 1991 y 2010. La colección de Cuadernos
de otras palabras de los que se publicaron 10 números entre 1989 y 1993 y cuya
primera entrega fue La tortuga ecuestre
de César Moro. Y de 1985 hasta 2010 dirigí Ediciones
otras palabras en la que se publicaron más de 35 libros entre poesía, teatro,
narrativa y ensayo. Hacerlo fue necesario para mí, pues tales empresas me permitieron
explorar y conocer el suceder de la poesía que se había escrito y se estaba escribiendo
en nuestro idioma y con la de otras regiones del mundo en las traducciones que fueron
realizadas para su publicación en alguno de los medios de Otras palabras.
Es
común encontrarse con quienes creen que con su nacimiento para la escritura se inicia
el mundo literario, en mi caso siempre supe que ese mundo ya estaba habitado y decidí
reconocerlo, saber de él, por eso mis diálogos y mis quiebres con la tradición literaria
de mi país y con la de mi idioma en las distintas regiones donde se habla español.
Las rupturas y las fundaciones son inevitables, oxigenan una tradición, y para hacerlo es necesario conocer
con qué se rompe y dónde se quiere fundar, para
lo cual no es suficiente con una inspiración repentista. Ahí creo que es necesario
desarrollar una inspiración lucida y disciplinada. La magia que nos descresta en
la hábil jugada de gol, si bien parece súbita, también es posible por el diario
entrenamiento del
jugador, igual sucede con el súbito creador cuando el poeta lo aprehende en sus
poemas.
Nada
distinto a esto me llevó a promover y publicar la escritura de otros en las ediciones
y publicaciones ya mencionadas, fue necesario. Creo que algo próximo te sucede a
ti Alfonso con tus actividades como creador y agitador cultural en San José, Costa
Rica, también a Floriano Martins en Fortaleza, Brasil, a José Ángel Leyva en ciudad
de México, a Alfredo Pérez Alencart en Valencia,
España y a tantos otros cuyas actividades han logrado un tejido donde
es visible gran parte de lo que escribimos en esta región del mundo y desde la que
dialogamos con el resto.
AP | Llama
la atención que en Medellín las revistas independientes y marginales (impresas y
electrónicas) se agrupen y organicen performances, recitales, y encrespen la poesía en teatros,
bares, glorietas de avenidas populosas… ¿De qué modo lo logran?
OC | Estos
encuentros de las revistas y publicaciones que se hacen en Medellín, suceden porque
somos cabeciduros y no nos resignamos, porque acudimos al acto de la palabra cuando
nombra la orfandad y la presencia del ser humano en los filos periféricos y en los
viaductos de la ciudad donde sucede el laberinto de sus rutinas y de sus sueños.
No siempre es fácil, pues nuestras nociones parroquiales de la vida, de la cultura
y de la poesía hacen a veces muy pacatas nuestras relaciones, en fin, sucede lo
imposible en medio de lo posible.
En
su breve historia, desde que el país dejó de ser colonia de España, Medellín ha
contado con poetas que dan razón de su entraña y albedrio, no podemos olvidar a
Gregorio Gutiérrez González y a Epifanio Mejía, menos a Porfirio Barba Jacob y a
León de Greiff, o al grupo Nadaísta, tampoco a Olga Elena Mattei y a
Margarita Cardona, todo esto hace parte de los encuentros de poesía que se dan en
la ciudad. Por lo mismo en ella han circulado y circulan libros y revistas literarias
que han creado una tradición que hoy se mantiene activa. Junto con nuestro “espíritu”
usurero, los habitantes de Medellín poseemos un hálito que
se expresa en lo creativo, mezcla extraña, empero, no imposible.
AP | Medellín
tiene una vasta producción editorial, se puede considerar que también hay una nutrida
cantidad de lectores, sin embargo, hay un clamor general de que los libros no se
“mueven” lo suficiente… ¿Crisis de lectores? ¿Internet desplazó al libro?
OC | Esa
“vasta producción editorial” que mencionas se da porque en Medellín tenemos la tradición
de los escritores-editores de sus obras y en ocasiones de las obras de otros, de
esta manera nos hemos dado a conocer muchos de los poetas y narradores, pasa igual
con las revistas literarias que casi siempre son gestión de los propios autores
que aparecemos en ellas. En una ciudad y en un país donde la industria editorial
es incipiente, la opción de ser autor-editor
mantiene activa la circulación de obras que de otra manera quedarían
en un limbo.
La
“crisis de lectores” es algo que ha existido desde muy antiguo. En nuestros días
tanto la industria editorial como las políticas públicas de promoción de lectura
la magnifican como si se tratara de alzas y caídas bursátiles. Y en medio de estos
usos y
desusos de las polémicas de siempre, lo cierto es que quienes tenemos el gusto por
la lectura y encontramos conocimiento en ella, seguimos leyendo, ya sea en libros
impresos o digitales, tal como otros conservan el gusto de madrugar para mirar y
disfrutar del amanecer de cada día.
AP | ¿Grafiti
y collage? ¿Cómo los aplicás
en tu escritura?
OC | En
mis poemas-libro Informe (1987), Poema de New York (2007) y Romance de la ciudad (2012), se da una escritura
de instantes fragmentarios que logran en cada uno de sus numerales, como en el total
de cada libro, generar una visión, tal como cuando se miran en conjunto los episodios
que componen un mural, los pedazos que arman un collage, o las intensidades de un
grafiti por más reventado que nos pueda parecer en lo abigarrado de sus imágenes.
Estos tres libros míos se pierden y surgen en los laberintos de la ciudad, son escritura
en tiempo verbal de ciudad, por ello hablan en forma de garfios usureros, en maneras
de sueños donde la infancia quedó grabada para la obediencia, en vidrios que se
rompen y se incrustan en la mirada hasta producir enconos, en sílabas como latas
donde duermen cuerpos mutilados que sonríen. Ves, son grafitis verbales, collages
verbales, el fresco exasperado donde se ve la ciudad.
En
mi escritura busco que las palabras logren trazos nítidos y ásperos en lo leve o
en lo grueso de sus líneas hasta alcanzar imágenes en las que cundan analogías y
graviten metáforas, así hasta la piel esencial para el súbito del poema. Creo que
esto es algo que ha sucedido siempre en la escritura de la poesía, solo que cada
época contribuye con algún atributo. Y cuando digo esto recuerdo el tejido verbal
de José Lezama Lima ilustrándonos sobre “Las imágenes posibles”.
En
nuestra época nos toca lograr que las palabras revienten, revelando lo inédito y
lo común de cada instante donde prende o se fuga la vida. Y esto nos llama a dialogar
y establecer nexos con otras formas creativas que nos permitan aprehender lo inaudito
para el instante del poema que nos zafe de la domesticidad que nos somete.
AP | Omar,
hacia dónde va el timón de tus actuales propuestas escriturales…
OC | Alfonso,
yo llegué a la escritura, a la poesía, por la necesidad de entender, de comprender,
de aprehender y de vivir mis contradicciones, y esa necesidad aún se mantiene. Guardo
el deseo de en algún momento de mi vida poder dedicarme al silencio, antes del olvido.
Por el momento sigo con la escritura de mis poemas, de mis ensayos y mis narraciones
y ante todo, con la escritura de mi libro Serafín.
ALFONSO PEÑA (Costa
Rica, 1952). Narrador, ensayista e director de Andrómeda Ediciones y la revista
Matérika.Entrevista realizada en Medellín/Escalante, marzo de 2017. Página ilustrada com obras de Ana Mendoza (Venezuela),
artista convidada desta edição de ARC.
*****
Agulha Revista de Cultura
Fase II | Número 26 | Abril de 2017
editor geral
| FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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ALLAN VIDIGAL | ECLAIR ANTONIO ALMEIDA FILHO | FEDERICO RIVERO SCARANI | MILENE MORAES
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