Infosurr intenta ponerse al día con la publicación simultánea de dos números. Lo primero
que debe decirse es que el boletín ha conseguido superar el obstáculo casi insalvable
que supuso la desaparición de Édouard Jaguer, gracias a los esfuerzos redoblados
de sus firmas habituales y a la intervención en fuerza de nombres como Laurens Vancrevel,
François-René Simon o Joël Gayraud. La información sigue siendo muy completa, e imprescindible
para quien quiera seguir las novedades del surrealismo “et ses alentours”.
El n. 94 (julio-agosto de
2010) señala la partida de Jean Benoît con textos impecables de Simon y Gayraud.
Ludvic Tac comenta el n. 1 de L’Or aux 13
îles, Vancrevel la actualidad portuguesa y Dominique Rabourdin recomienda una
monografía sobre Julien Gracq –De Louis Poirier
à Julien Gracq, de Dominique Perrin– y otra sobre Humphrey Jennings –Humphrey Jennings, le poète du cinéma britannique,
de Elena Von Kassel Siambani. Benjamin Péret aparece por partida triple: Jerôme
Duwa reseña la edición del inmortal Je ne
mange pas de ce pain-là con la interesantísima encuesta de Heribert Becker,
Gérard Roche el sólido estudio de Richard Spireti sobre Dernière malheur dernière chance y Richard Walter noticia la aparición
del n. 26 de Trois cerises et une sardine.
El n. 95 registra dos bajas
más: la de Ludvik Kundera y la de Corneille, este evocado por Vancrevel. France Elysées nos invita a vagabundear por una nueva recopilación de Jacques
Lacomblez: D’ailleurs le désir; Dominique
Rabourdin, con su sagacidad habitual, combate algunos tópicos sobre Jacqueline Lamba
y André Breton, al tratar la obra sobre aquella de Alba Romano Pace; y Richard Walter
comenta Los Granell de André Breton: sueños
de amistad.
***
Gracias a Infosurr, que ahora lanza en simultáneo los
números 96 y 97, descubrimos muchas cosas que de otro modo se nos escaparían, amén
de encontrarnos, por lo que se refiere a las publicaciones y exposiciones de que
sí tenemos noticia, con reseñas competentes y enriquecedoras.
Dominique
Rabourdin se ocupa por extenso de tres libros. El primero es una biografía de Philippe
Soupault por Béatrice Mousli, poco interesante para nosotros, ya que el Soupault
que concierne al surrealismo es el que va de 1917 a 1926 –el resto es literatura.
En cuanto a un nuevo libro sobre Cravan, las referencias que tenemos de su autor
(Bertrand Lacarelle), perpetrador previo de una obra sobre Vaché en que lo oponía
a Breton, no lo hacen apetecible. Mejor releer a Cravan, ejercicio siempre saludable.
En tercer lugar, Dominique Rabourdin se ocupa por fin de un gran libro: Memorabilia. Dada & Surrealism. 1916-1970
de Georges Sebbag, visto como un “paseo iniciático”. Llegamos a tiempo de ver y
leer esta admirable obra, que pudo ser citada en varios puntos de Caleidoscopio surrealista. No ocurrió ya
lo mismo con Potence avec paratonnerre. Surréalisme
et philosophie, la tercera obra absolutamente extraordinaria de Sebbag, tras
Le point sublime y Memorabilia. La reseña de Dominique Rabourdin
es tan entusiasta como impecable. Memorabilia,
un “beau livre”, ha sido editado en el Cercle d’Art.
Los
magníficos Écrits de Adrien Dax son comentados
por Jerôme Duwa, como siempre muy acertado (aunque a la vez machacando con la vulgata
schusteriana). Una pequeña publicación sobre Joseph Cornell es recomendada por Gérard
Durozoi, quien la distingue de las habituales disquisiciones universitarias: Alchimie de brocante. L’art de Joseph Cornell,
del poeta Charles Simic, para quien gracias al surrealismo Cornell fue “más que
un excéntrico coleccionista de curiosidades de todos los géneros”, dándole “un precedente
y una libertad”, sobre todo por su descubrimiento de que “la poesía lírica puede
surgir de las operaciones del azar”. Una página del n. 96 está dedicada a Jean-Claude
Silbermann; señalemos la publicación de L’Énigmate
précédé de Revenants, dos cortos textos, cuento el primero y reflexión sobre
los aparecidos el segundo.
La reseña
más enojada la hace Laurens Vancrevel, al ocuparse del diccionario surrealista de
Keith Aspley. En efecto, se trata de una obra muy desigual, cuyo principal interés
estaría en algunos datos que aporta. Vancrevel advierte lo mismo que había yo advertido:
Aspley aprovecha el libro sobre las mujeres del surrealismo de Penelope Rosemont,
y de manera tan abusiva e indiscriminada como para que –no sabemos si buscando la
“paridad”...–, resulten auténticos dislates, tal la presencia de la primera mujer
de Octavio Paz (¡!) y la ausencia nada menos que de Gómez-Correa, o la presencia
de la episódica Leila Lima y la ausencia de una figura capital como Sergio Lima
y su medio siglo de surrealismo.
***
Richard Walter da cuenta de la edición alemana
de Je ne mange pas de ce pain-là, con
el dossier de respuestas a la encuesta formulada por Heribert Becker a fines de
los 90, entre las que destacan las de Laurens Vancrevel, Franklin Rosemont, Rik
Lina, Hervé Delabarre, Jean-Clarence Lambert, Alain Joubert y Guy Cabanel. La edición alemana, con respecto a la de Syllepse, suma una respuesta gráfica
cómica de Fernando Arrabal y la de Zuca Saldanha, que lamentamos no poder leer.
La principal aportación está sin duda en los tres dibujos que acompañaban la respuesta
de Rik Lina, eliminados en Syllepse.
Y pasamos
al capítulo de exposiciones, sobre todo cuando tienen publicación valiosa correspondiente.
Michel Remy nos pone al día con dos catálogos que merecen considerarse, uno de la
exposición de Leeds “British surrealism in context”, y otro sobre la de obras surrealistas
en los museos de Escocia, “Another world”. Una de las amigas del grupo surrealista
de Leeds, Kathleen Fox, ha realizado una serie de composiciones inspiradas en los
objetos del Museo Freud, y la ha titulado “Los espacios del inconsciente”. Richard
Walter comenta el pequeño catálogo, que lleva textos de Krzysztof Fijalkowski y
Michael Richardson. Resaltemos también las fotos del País de Gales realizadas por
John Welson, que las expuso el verano de 2009 en el museo Radnorshire de Powys.
Por
último, Richard Walter hace una feliz nota a la exposición que hizo en la Fundación
Eugenio Granell Guy Ducornet. Con el título de Retrovisions, el catálogo lleva un iluminador ensayo de Sergio Lima:
“El vidente, el camino y el laberinto o las muchas artes del pintor-viajero Guy
Ducornet”.
***
Infosurr anuncia con sus números 98 y
99 la aparición muy próxima del que hará el 100, así como la conversión de la revista,
para ganar algo de tiempo, en publicación trimestral.
Señalemos
que en la página web existe un muy útil índice onomástico, de los números 1 al 91.
Estos
dos últimos números incluyen tres necrológicas: Jorge Camacho, Don Lacoss y René
Rougerie.
La de
Jorge Camacho la hace Gérard Durozoi, a quien se debe una gran entrevista de 1998,
que yo tuve el placer de traducir al español cuando el artista visitó Tenerife.
En la foto que acompaña el texto, vemos a Camacho con Breton en 1964, durante la
inauguración de la legendaria exposición parisina, que contó con un magistral texto
del fundador del surrealismo. Vuelve a advertirse en esta foto que la figura de
Breton nunca fue más impresionante como en sus últimos años. En cuanto a Camacho,
aparece fumando un habano con toda distinción (el buen fumador sabe que el cigarro
puro se sostiene entre el dedo índice y el pulgar), pero que no se vea en ello prepotencia
o signo de bon vivant, porque para un
muchacho cubano (o canario, por cierto), fumar puros, y saberlos fumar, era lo más
natural del mundo. Ese fantástico artista y fantástica persona que fue Jorge Camacho,
hubiera corroborado mis palabras.
La semblanza
de Don Lacoss, extensa, la traza el Movimiento surrealista de los Estados Unidos,
y la traduce Guy Ducornet, quien mucho lo apreciaba, y a quien veía como el verdadero
sucesor, trágicamente malogrado, de Franklin Rosemont. Menos conocido, al menos
por mí, es René Rougerie, editor artesano de poesía sobre quien hay el libro de
Christian Viguié René Rougerie une résistance
souveraine (2010).
El libro
más importante reseñado es Invisible Heads,
una obra fascinante que llegué a tiempo de incluir en Caleidoscopio surrealista. Hace la reseña Laurens Vancrevel, y entra
en terreno polémico, al tejer algunas críticas al antiguo grupo de Chicago, que
yo en particular no quiero de ninguna manera oponer a las figuras de Invisible Heads, llamadas por Vancrevel “disidentes”.
Porque es una disidencia sin en ningún momento renegar del surrealismo (y que no
se ha dedicado, por suerte, a alimentarse de rencores), y porque el grupo en torno
a Franklin Rosemont me ha merecido siempre muchísima estima. Lo que sí he dicho
y vuelvo a decir, es que discrepo de la goma de borrar retroactiva, como la que
maneja Ron Sakolsky en Surrealist Subversions,
obra no menos apasionante de 2003, pero de la que es extirpada toda presencia de
Allan Graubard, Thom Burns, Stephen Schwartz, Jean-Jacques Jack Dauben, Timothy
R. Johnson, Tom Burghardt, Ronald L. Papp o Lawrence Weisberg. Que ya es decir.
Cuando Aldo Pellegrini, en 1961, asesorado por André Breton y Édouard Jaguer, hizo
su maravillosa Antología de la poesía surrealista
en lengua francesa, allí no faltaban Éluard, Aragon, Dalí y Tzara, quienes además,
con respecto a los “disidentes” americanos, sí que habían renegado del surrealismo.
Dejando
el lado polémico, señalemos la apreciación de Vancrevel en el sentido de que este
libro (que “no debe faltar en la biblioteca de todos los que se interesen por el
surrealismo internacional”) pueda “servir de modelo para revelar otras aventuras
colectivas surrealistas a lo largo del mundo”. Y merece apuntarse también algo que
yo mismo eché en falta, y es que un libro de estas características debe llevar obligatoriamente
un índice onomástico y un capítulo bibliográfico.
Los
21 cuadernitos de Brumes Blondes que ha ido editando el propio Laurens Vancrevel
en siete meses frenéticos, cada uno con su ilustración, son objeto de una reseña
de Her de Vries. Aparte los autores neerlandeses los hay de otras lenguas, traducidos
siempre por Vancrevel; entre ellos tenemos a Édouard Jaguer, Guy Cabanel, Beatriz
Hausner, Sergio Lima, Allan Graubard, Ludwig Zeller, Raúl Henao, Jacques Lacomblez,
Mattias Forshage y Rodrigo Hernández Piceros –amigos, en fin, de esa vasta proyección
surrealista mundial por la que se han movido desde sus orígenes estas brumas rubias.
Más
lejos del surrealismo, Dominique Rabourdin hace una reseña larga de los Manuscrits de guerre de Julien Gracq, mientras
que el catálogo Jacques Hérold et le surréalisme
(Museo Cantini) recibe la atención de Richard Walter, quien lamenta algunos errores
históricos como yo he podido lamentar (o más bien denostar) el absurdo cuadro cronológico
del final, en que los escasísimos datos de los años 50 y 60 (acaba con la muerte
de Breton) incluyen como notables las defunciones de Frida Kahlo y de Pierre Roy
y la fundación del club situacionista. Un verdadero desastre, habiendo como hay
aceptables fuentes a las que acudir.
Otras
exposiciones anotadas: las de Jean-Claude Charbonel y John Welson “The Celtic Eye”,
de la que yo mismo he hablado y que comenta Kenneth Cox; la retrospectiva de cajas
y pinturas de Paul Duchein “Capteur de rêves”, por Richard Walter; la de Jacques
Lacomblez “Rituels”, acompañada de la breve publicación, en la misma galería Quadri,
de Un temps de courte paille, recopilación
de textos breves dedicados a Guy Cabanel, exposición y publicación detallada y excelentemente
comentadas por France Élysées; y por último la de objetos surrealistas en Alemania
(“Surreale Dinge”), por Heribert Becker, quien señala las deficiencias y aberraciones
académicas de costumbre (El amor loco
considerado “novela”, las sandeces de las feministas universitarias, en este caso
germánicas, sobre André Breton y los surrealistas), además de la presunción de presentar
por primera vez “de manera verdaderamente panorámica las obras tridimensionales
del surrealismo” y de abordarlas de un modo “seriamente científico” (no solo tenemos
que aguantar este último cretinismo, sino que se olvida por completo el espléndido
catálogo que hizo Emmanuel Guigon en el Ivam... cuya portada, con las gafas polifémicas
de Marcel Marïen, es, encima, plagiada aquí).
Ya que
acabamos de citar a Marcel Marïen, acabemos con la reseña que del dvd L’invention du cinéma hace Dominique Rabourdin.
¡Una
película ineludible!
***
Infosurr acaba de llegar a su número
100. Este número, de 28 páginas, cubre un semestre, en la difícil empresa de ponerse
al día.
El capítulo
de defunciones es sin duda demasiado grande, destacando el artículo que Gérard Durozoi
dedica a Leonora Carrington y el de Dominique Rabourdin sobre Radovan Ivsic. Más
breves son los dedicados al checo Prokop Voskovec y al belga Robert Willems, respectivamente
por Richard Walter y Xavier Canonne.
Los
vapuleos hacen de Infosurr un boletín
alerta y bien vivo. Gérard Durozoi se
encarga de la impostura titulada “Herencia del surrealismo”, celebrada hace un par
de años en “El mercado de poesía” (sic) de Montreal, con subvención de un banco,
el líder de un partido político y varios consejos de arte, pero a ella ya nos referimos
en nuestra reseña de Le Bathyscaphe. Por
su parte, Dominique Rabourdin ajusta cuentas con el despreciable libro antibreton
de Jean-Paul Török, pero también nos hemos referido ya a este largo texto, pues
se encuentra disponible en la página arcane-17 y se ha publicado también en el número
inicial de los Cahiers Benjamin Péret.
Más
moderada es la crítica que hace Laurens Vancrevel al libro sobre Émile Van Moerkerken,
ya que aquí son solo unas puntualizaciones a algunos falseamientos de sus editores,
que no anulan la importancia de esta obra de Bruno Van Moerkerken y Minke Vos sobre
un gran inventor.
Vancrevel
reseña también dos publicaciones importantes: Sky*Boat, de Ronnie Burk, que le vale para hacer una interesante semblanza
de este poeta y collagista de San Francisco, y And tell tulip the summer, de Allan Graubard, donde los poemas eróticos
se codean con una serie de “estelas” dedicadas a conocidos amigos suyos (como Lawrence
Weisberg, Enrique Molina, Mário Cesariny, Kathleen Fox, Beatriz Hausner) y seis
poemas en prosa inspirados en fotos del gran Clarence John Laughlin.
Jerôme
Duwa habla de una exposición de Isabelle Waldberg, Gérard Roche del citado sitio
arcane-17 y Dominique Rabourdin (extensamente) del dvd dedicado por Phares a Wifredo
Lam.
Por
último (aunque, como siempre, haya muchas fichas de publicaciones, algunas de las
cuales merecedoras de atención especial), solo apuntaré mi coincidencia absoluta
con el breve comentario que Gérard Durozoi hace de una biografía novelada de Antonin
Artaud, porque en efecto no puede reducirse a alguien como Artaud solo a lo biográfico.
Y recordemos que a Durozoi debemos el magnífico libro Artaud, l’aliénation et la folie, que fue traducido en España el año
1975, y resultó de gran importancia para quienes entonces nos abríamos camino por
el vasto y complejo mundo del surrealismo.
***
La publicación simultánea
de los números 101 y 102 deja ya Infosurr
a solo un año del presente. Cada número, en 16 páginas, tiene ahora frecuencia
trimestral.
Tras
la desaparición de Édouard Jaguer, el problema del boletín era abarcar las numerosas
ramificaciones internacionales del surrealismo por las que él se movía con toda
seguridad y casi exhaustividad. Estos dos números muestran a Laurens Vancrevel como
el nombre clave en esa difícil sucesión, aunque ella no pueda ser sino colectiva.
Aparte ocuparse de Caleidoscopio surrealista,
lo hace de las ediciones Sonámbula, Will Alexander, Jacques Abeille, Jan G. Elburg,
João Rasteiro, una exposición sobre dadá y surrealismo en Rumanía y Simon Vinkenoog.
Téngase
en cuenta que estos números ya coinciden con la existencia de “Surrealismo internacional”,
por lo que algunos de los tema tratados ya lo fueron aquí mismo. Así, por ejemplo,
las cuatro ediciones Sonámbula, por Bernar Sancha, Fernando Palenzuela, Susana Wald
y Raúl Henao, o los libros de Will Alexander. De este traza una magnífica semblanza,
como del Jacques Abeille narrador.
Al igual
que Édouard Jaguer, tampoco deja pasar Laurens Vancrevel algunas imposturas, como
la tesis doctoral leída en Utrecht contra
Simon Vinkenoog, “un rebelde durante toda su vida” pero que se ve convertido aquí
nada menos que en “modelo de manager en las organizaciones contemporáneas” (¡!).
El nuevo doctor del cacao universitario “pretende dar un gran paso adelante al recomendarle
a los jefes de organización imitar las maneras y las expresiones de los surrealistas,
con el fin de triunfar en el mercado capitalista. Se trata de una ofensa infame
a los principios del surrealismo y también a la memoria de Simon Vinkenoog”. En el tinglado universitario,
cosas veredes.
Con
respecto a la exposición citada, que tuvo lugar en 2011, de título “Las vanguardias
artísticas judías de Rumanía”, Laurens Vancrevel cuestiona, con razón, la propia
idea de la exposición, lo “delicado (o erróneo) de clasificar el arte moderno según
las nacionalidades de los artistas, lo que es más cierto aún para movimientos internacionales
como el dadaísmo y el surrealismo. Y aún más arriesgado es clasificarlo según las
religiones o los orígenes étnicos”. Por otra parte, “muchas obras de estos artistas
se encuentran hoy en museos de la cultura judía, cuando ellos no tuvieron nada que
ver con el judaísmo”. Esta exposición dio un copioso catálogo, en el que Vancrevel
destaca los textos de Radu Stern.
A la
reseña que en el n. 100 hizo Laurens Vancrevel de Invisible Heads responde ahora Guy Ducornet, rechazando en particular
al uso del término “disidentes” para referirse a quienes se distanciaron de Franklin
Rosemont. Es un asunto del que ya he hablado aquí mismo, no queriendo por mi parte
tomar posición con uno u otro bando, ya que no se trata de eso. En lo que sí coincidimos
todos es en el rechazo terminante de lo acontecido a fines de los años 60, cuando
se intentó, como dice Ducornet, “hacer del surrealismo histórico un cadáver que los «especialistas» patentados
preferían ver enfriarse sobre sus mesas de disección universitarias”, y digo esto
porque en otras páginas de estos dos últimos números aún nos topamos, dentro de
la reseña de las cursilerías de un ex surrealista, con la vieja melopea del “fin
del movimiento en 1969”, lo que me hace preguntarme en qué cuento de hadas vive
esta gente.
En los
enfoques amplios, nos falta anotar el de Stanislas Rodanski, por Hervé Girardin
en el n. 101 y por Dominique Rabourdin en el 102, motivados por la aparición el
año pasado del volumen colectivo Stanislas
Rodanski. Éclats d’une vie. Las dos espléndidas páginas de Rabourdin se suman
a otras muchas suyas, siempre en una posición lúcida y valiente, por lo que mucho
agradaría verlas algún día reunidas.
El capítulo
necrológico incluye notas de Ben Durand sobre Joseph Noiret, Richard Walter sobre
Michael Bullock (más bien un pequeño homenaje, ya que esta figura tan interesante
del surrealismo canadiense falleció en 2008) y Guy Girard sobre Jean-Pierre Guillon.
Guy Girard anota poemarios de Hervé Delabarre (Le plumier de la nuit) y Raúl Henao (de nuevo los bellos Poèmes
de l’amour-rose), Laurens Vancrevel de João Rasteiro (Tríptico da súplica y Elegia de Afonso) y Bastiaan Van der Velden
de Eugène Brands (Las constelaciones en la
arena y La fiesta de la defunción,
ambos en las ediciones de Brumes Blondes).
Una
página de sitios en la red ha hecho Guy Roche, siendo la más interesante la del
blog de Ghérasim Luca.
Página ilustrada com obras de Singwan Chong li (Chile), artista convidada desta edição.
*****
Agulha Revista de Cultura
Número 107 | Fevereiro de
2018
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editor assistente | MÁRCIO
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MARTINS
revisão de textos & difusão
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