Ya ha aparecido el muy esperado
número inicial de los Cahiers Benjamin Péret,
que viene a celebrar los 50 años de actividad de la Association des Amis de Benjamin
Péret. Dirigido por Gérard Roche, este volumen, de 132 páginas y muy bien diseñado,
satisface sin duda a cualquier amante de la obra y la figura de Benjamin Péret.
Los Cahiers suceden al precioso boletín
Trois cerises et une sardine, que tuvo
28 números impresos, y decimos impresos porque la página de la Association ofreció
hace muy poco un nuevo número, digital pues.
No podemos sino concordar con Jérôme
Duwa y Gérard Roche cuando afirman que “la obra de Péret responde a una necesidad
objetiva en un periodo de desencanto en que el apetito de lo maravilloso como el
de la poesía se expresan de manera subterránea y alimentan una resistencia al descerebramiento
ambiente”.
Con ocasión de este número inaugural,
Gilles Ghez y Jean-Claude Silbermann han realizado sendos dibujos inspirados en
la obra de Péret, y que pueden obtenerse a través de la Association des Amis de
Benjamin Péret. Recordamos una vez más la dirección de este colectivo que realiza
desde 1963 una labor extraordinaria y constante para acercarnos siempre a nuestro Benjamin Péret: benjamin-peret.org.
En posición
de apertura de este primer cuaderno se sitúa un dossier sobre el poemario El gran juego, libro muy importante para
los lectores de habla hispana, ya que se publicó, con el espléndido prólogo de Robert
Benayoun, en 1980, precedido solo, en 1976, por la edición de Mueran los cabrones y los campos del honor.
Para mí este libro actuó entonces como el perfecto antídoto
contra la vacuidad y pretenciosidad poética reinante en aquellos años, como en los
posteriores.
En la
recepción que el libro tuvo en 1928, nos topamos con la respuesta hostil de la crítica
racionalista y formalista, representada por Gabriel Bounoure y Jean Paulhan. El
artículo del primero recibió una severa amonestación por parte de Joë Bousquet,
figura que es en seguida enfocada, como ocurre con Pieyre de Mandiarges, visto como
“admirador y defensor de Péret”. Pero Pieyre de Mandiargues, demasiado “hombre de
letras” también, no deja de decepcionarnos cuando nos dice que “Péret no era inteligente”
y que sus “invectivas” son “la parte más débil de su obra”, y no digamos cuando
lo caracteriza como “una suerte de niño”. Su texto en la Nouvelle Revue Française lleva por título, precisamente, “Simple como
un niño” –¡simples esos perversos polimorfos, que incuban ya a tantos monstruos!
(de paso, no dejaré de hablar del eterno regodeo, habitualmente narcisista, de los
poetas con su “infancia”, que además, en esta civilización hedionda, ha sido por
lo general atroz). Tampoco concordamos con que Le grand jeu sea “sin duda” su mejor libro de poemas, ya que la poesía
peretiana es bastante uniforme, y para nada De
derrière les fagots, Dormir, dormir dans
les pierres, Je sublime o Air mexicain le van a la zaga. Por último,
Pieyre de Mandiargues compara a Péret con los barrocos, y hasta le hace pensar a
menudo... en Quevedo. ¡Menos mal que no nombró a Góngora! Pero, en fin, dislate
mayor fue el de Octavio Paz acercando los poemas objeto de Breton a los emblemas
del barroco. Por fortuna, el surrealismo está en las antípodas del barroco, y las
coincidencias que se puedan encontrar con esta estética contrarreformista y llena
de normas son todas cogidas por los pelos.
Esto
no excluye, por supuesto, que Pieyre de Mandiargues haya sido, en efecto, “admirador
y defensor” del poeta surrealista por excelencia. No llegaremos, por otro lado,
al extremo de afirmar que Péret sea “el menos conocido de los poetas surrealistas”,
porque hay muchos que ni su obra tienen recogida, pero sí puede decirse que sigue
siendo una espina clavada en toda esa poesía que se cultiva mayoritariamente y que
actúa como si nada hubiera pasado. Siempre he pensado que la poesía de Benjamin
Péret, entre todas las del siglo XX, es la única que fue más allá de los límites
a que había llegado Rimbaud con sus Iluminaciones.
Siendo a la vez una poesía de incomparable fruición.
Un segundo
dossier trata de los “compañeros de armas” del poeta en la revolución española.
Ya conocíamos la entrevista a Mary Low, así como el prólogo de Édouard Jaguer a
La saison des flûtes. Mary Low, en su
artículo de 1991 sobre Juan Breá, utiliza la expresión “revolución traicionada”,
que es precisamente el título de un libro que es obligatorio lo conozca todo interesado
en los avatares trágicos de la revolución de España: La revolución traicionada, de Miguel Amorós (Virus editorial, 2003).
Un trabajo de Josep Miguel García se dedica a la amistad entre Péret y Viola, pero
es una lástima no se cite el libro clave que publicó Emmanuel Guigon en el Museo
de Teruel (Manuel Viola, Escritos surrealistas,
1996).
La sección
de correspondencia continuará con las de Jean-Louis Bédouin y Eugenio Granell, dedicándose
este número a la de Pierre Mabille, cuyas cartas ya habían aparecido en el n. 31
de Pleine Marge (2000). Así pues, la novedad
está en las cartas de Péret, quien en 1942 se encuentra en busca de las narraciones
negras haitianas, brasileñas y cubanas. Aunque hay correspondencias fascinantes,
algo nos desagrada siempre en el género epistolográfico. Salvo los patéticos vanidosos
(y cuántos hay) que las escriben ya pensando en su publicación (póstuma o no), las
cartas son escritos privados, de una persona a otra, muy circunstanciales, y cuando
luego se hacen públicas, con el escritor ya muerto, nos metemos bastante en una
historia que no estaba dirigida a nosotros. Y juicios hechos a la ligera o claramente
injustos adquieren una proporción que es mayor de la cuenta. Por ejemplo, en estas
cartas a Mabille, Benjamin Péret sale muy mal parado del ataque que hace a Wolfgan
Paalen y a su revista Dyn. Llevado del rencor sectáreo porque Paalen le ha dicho
“farewell” al surrealismo, despotrica de él y de una revista que hoy apreciamos
como extraordinaria (y cuya dimensión amerindia tenía que haberlo exaltado). No
solo esto sino que patina por completo al valorar, en contrapartida, positivamente,
al abominable Juan Larrea, un enemigo del surrealismo, sobre el que acumuló imbecilidades
tras imbecilidades, mientras que Paalen volvería pocos años después al corazón del
surrealismo y hasta participaría en París con Péret en los juegos del grupo. Pero
¡ay! no queda ahí la cosa, ya que Péret, a un surrealista enorme como César Moro,
quien además no era un recién llegado al surrealismo (que abrazó en en París desde...
1925), se atreve a caracterizarlo con estas desafortunadas palabras: “est un charmant
garçon péruvien un peu pédéraste et poète qui n’a pas inventé la foudre”, añadiendo
que Paalen “le ha dado la vuelta como a una torta”, lo que, conociendo como conocemos
la vigorosa personalidad de César Moro, no hay quien se lo trague. Dos años después
de estas palabras, César Moro traduciría “Los mitos” de Péret, y cuatro después
publicaría unas preciosas traducciones de sus poemas, que aparecerían en España
en 1974 (César Moro, Versiones del surrealismo),
por lo que fueron para mí y para otros muchos el primer encuentro con la adorable
poesía de Péret, aún vigente la dictadura del 36.
La sección
de estudios cuenta con un escueto trabajo de Claude Courtot sobre Péret y el romanticismo
alemán (el tema no da para mucho), otro de Leonor de Abreu sobre el artículo en
torno a la “capoeira” brasileña que Péret publicó en el n. 2 de Le Surréalisme, même y un tercero de Virginie
Pouzet-Duzer sobre Péret y Remedios. En este último, la autora dice de paso: “Péret,
a quien nunca Breton excluyó del surrealismo...”, perpetuando una imagen que ya
va siendo hora de que se la guarden en la gaveta.
Sobre
Péret y el romanticismo alemán, en algún lugar leí que estimaba mucho Los elixires del diablo, la gran novela de
Hoffmann, y además pueden recordarse sus respuestas al juego del “Ouvrez-vous?”,
donde aparecen invitados Novalis, Carolina y Bettina. Al primero dice que le abrirá
“encantado de conocerle”; a la segunda, “muy emocionado de su visita”; y no le abrirá
a la tercera, porque es una “bas-bleu”, palabra que se traduce al español con acepciones
poco halagüeñas: “literata”, “pedante”, “marisabidilla”, no resultándole simpática
sin duda su devoción por Goethe, a quien tampoco le abre por estar aquel putrefacto
genio “demasiado habituado a la adulación” –sí, en cambio, recibirá a Nietzsche,
“muy intrigado por la visita”.
Como
se ha publicado recientemente L’invention
du monde, la película de Zimbacca, Bédouin y Péret, la sección de documentos
nos facilita una breve pero jugosa entrevista hecha a los dos primeros, más Jean
Schuster, en la revista Arts, año de 1952.
Esta entrevista la hace nada menos que Ado Kyrou, e interesa incluso más por las
preguntas y comentarios de este que por las respuestas de sus amigos.
Tras
un extenso poema, que desearíamos haber visto también en castellano, del argentino
Alejandro Puga, titulado “Jardines y escándalo” y dedicado “a la memoria de Benjamin
Péret”, de quien ha sido siempre un apasionado, entramos en la sección de actualidades,
con textos sobre los desaparecidos Michel Boujut, amigo de Péret y Breton, Jorge
Camacho, cuya nota hace Gérard Durozoi, y Don Lacoss, traduciéndose el texto que
le dedicaron sus amigos surrealistas de Chicago. En esta última nota subrayemos
la noticia de que Lacoss trabajaba en un volumen sobre Georges Henein y el surrealismo
egipcio, que sus amigos piensan concluir y que esperamos ver publicado en las series
creadas por Franklin Rosemont “The Surrealist Revolution” (donde ya ha aparecido
un capital Surrealism in Greece).
En cuanto
a las reseñas, por último, destaquemos la que Dominique Rabourdin hace de una obra
a la que ya aludimos despectivamente en “Surrealismo internacional”: André Breton ou la hantise de l’absolu, de
Jean-Paul Török. Alertamos entonces sobre el bello vapuleo que Dominique Rabourdin
hacía de este nuevo engendro contra André Breton, porque acababa de aparecer en
la página www.arcane-17.com. Ahora
lo tenemos disponible en este magnífico número inicial de los Cahiers Benjamin Péret, a los que deseamos
larga vida.
***
En el n. 28 de Trois cerises et une sardine, Lucien Logette
hace una extensa reseña de L’invention du
monde, la película de 1952 realizada por Bédouin y Zimbacca y comentada por
Péret. Es una pena que no haya subtítulos, como lo era que la publicación de las
imágenes en el maravilloso libro editado por Arturo Schwarz llevara los textos en
italiano solo. Esta película excepcional, e imprescindible en una filmoteca surrealista,
va acompañada del corto de Zimbacca Ni d’Eve
ni d’Adam (1969), donde aparece Jean Benoît con su vestido de Sargento Bertrand,
y de sendas entrevistas al propio Zimbacca y a André Breton (1960). Ha publicado
el conjunto Choses Vues, como entrega primera de una serie titulada “Les surrealistes
et le cinéma”. El dvd se obtiene también, y más barato, a través de la Association.
A continuación,
Dominique Rabourdin evoca a Leonora Carrington y a Michel Boujut, personalidad ejemplar,
para quien “el surrealismo no ha dejado nunca de ser una referencia y una moral”,
y amigo tanto de Péret como de Breton. A Péret le dedicó este bello poema, firmado
el 24 de septiembre de 1959:
“Je voulais écrire à Benjamin
Péret / 17 rue Gramme Paris XVe / Cassette de soleil / fruit de volcan / île volante
/ Mais André Breton son vase communicant / qui sait où commence la tempête / a noté
furtivement / pour cacher sa détresse / «Hier soir / mon vieil ami / est mort».
/ Je n’écrirai pas à Benjamin Péret / qui dort dans les pierres / et mène le grand
jeu.”
Página ilustrada com obras de Singwan Chong li (Chile), artista convidada desta edição.
*****
Agulha Revista de Cultura
Número 107 | Fevereiro de
2018
editor geral | FLORIANO MARTINS
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SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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MARTINS
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