El surrealismo
abunda en figuras magníficas y que a la vez permanecen orgullosa y sanamente al
margen de los bombos y platillos de la sociedad mercantil y sus tristes y sórdidos
espectáculos. Revelación de hace tan solo unos días ha sido para mí el libro de
André Bernard Ma chandelle est vive, je n’ai pas de dieu. Papiers collés et petits
textes, publicado en 2008 y cuya portada (con el collage de 1993 Entre las
fuentes negras, yo avanzo)reproduzco aquí cortada, ya que se trata de un libro
muy ancho. En 128 páginas, André Bernard ha tenido la encomiabilísima idea de reunir
sus escritos e imágenes, que solo conocía yo por la revista S.u.rr... y algunas
colaboraciones anarcosurrealistas. Edita el Atelier de Création Libertaire, y es
que André Bernard es una figura tanto del surrealismo como del anarquismo, siendo
capital para el reencuentro parisino que desde hace algunos lustros se ha producido
entre ambos movimientos, tras la experiencia fértil pero con mal desenlace de los
años 50; en efecto, a él sobre todo se deben los dos cuadernos de debate dedicados
al surrealismo y el anarquismo, editados también por el Atelier: “J’en suis encore
à me le demander...” (1992) y Le pied de grue (1994).
Nacido en 1939, André Bernard
es anarquista desde que a los 12 años se acerca al medio anticlerical. Una vida
accidentada, de la que da cuenta en los “Elementos para una necrología” que aparecen
al final, comienza con el rechazo a participar en la guerra colonialista de Argelia,
lo que le supuso el veredicto de “insumiso”, trasladándose a Suiza. El anarquismo
de André Bernard es anticolonialista, por
supuesto, pero a la vez, cosa ya poco común, rechaza la violencia, lo que ocasionó
alguna ruptura con otros anarquistas. Cinco años después de ser declarado insumiso,
es juzgado por “contumacia” en Burdeos, ante un tribunal militar. ¡Otro bello título!
En 1976, descubre por azar
la revista Surréalisme que sacaban Bounoure y sus amigos. Dos años después,
o sea cuando tiene casi cuarenta años, comienza a practicar el collage “después
de haber encontrado «papeles» que me incitaron a recortar, asociar y pegar: yo no
sé dibujar”. Participa en la exposición de la galería Le Triskèle “Le collage en
1978”, aclarando que no se considera un artista ni se ofrece como tal. En 1985 hará
su primera exposición personal, en el Bock de Bohème, sito en el n. 104 de la legendaria
Rue du Château y un buen sitio para que reapareciera en cualquier momento su vecino
más ilustre, o sea ese gran poeta libador que fue Yves Tanguy. Posteriormente participaría
en exposiciones del surrealismo, en concreto “Les minutes du sablier”, organizada
por Peter Wood y Hourglass en 1993; “La marelle des révoltes”, del grupo de París
en 1995, con la portada del catálogo a su cargo; y, en Marrum el mismo año, “Île
volante”, también del grupo parisino, al que ya pertenecía desde hacía años.
Entre 1985 y 1995, André Bernard animó cinco “potlachs”, revista artesanal de hojas para regalar a los amigos, con textos, imágenes a veces originales y juegos como el de los anagramas (a partir de una frase de Desnos y otra de Apollinaire) y el de los nuevos proverbios (cincuenta, sacados de un texto de Claude-Lucien Cauët), de los cuales se da muestra en el libro que estamos comentando.
Los títulos de los cinco
potlachs fueron Sextant (“buscamos la ruta”), Centon (“de trajes remendados”),
Alyte (“el sapo tocólogo”), Huis-clés (“¿cómo abrirse?”) y La nuit
au jour (“es...”). El cuarto de ellos incluye un gran texto teórico, firmado
por Bernard junto a Georges Lem, Jorge Périès y Bernard Thomas-Roudeix, donde se
propugna huir de la autosatisfacción y la facilidad, de las repeticiones y clichés,
y se ataca a “los especialistas y otros gendarmes” a sueldo de los poderes y que
intentan “dirigir toda libertad creadora y condicionar así su emergencia a la luz
del día”.
De André Bernard es el collage
de portada del número 1 de S.u.rr..., la revista con que resurgían las publicaciones
colectivas surrealistas parisinas, en 1996. Participa allí también en la encuesta
del juego, y en los restantes números nunca falta su presencia, con poemas y collages.
Súmese a ello la constancia de su firma en las numerosas declaraciones colectivas
del grupo.
Entre los poemas de Ma
chandelle est vive, je n’ai pas de dieu, aparece “Chant-rap pour Peter Wood”,
incluido en Pour Peter Wood. Le dit de sus amis, el homenaje a esta figura
tan querida por los surrealistas. “L’envol des racines”, en prosa, abre el libro,
tratándose de unos divertidos “elementos de biografía” que compiten en espíritu
disonante con las páginas sobre el lavado de cerebro del año 2000: “¡2000 años!
¡Pamplinas, el tiempo es bastante más antiguo que eso, pero que bastante más! Si
ellos supieran... El tiempo es infinito tanto como el espacio, pero cómo explicárselo
a esos espíritus pedestres de cerebro demasiado joven que no piensan sino en consumir
y en destruir” –esto y otras cosas, en boca de un viejo zapatero del pasaje Beaufils,
amigo de André Bernard y de su mujer de toda la vida, Anita (a quien va dedicado
Ma chandelle est vive), maestro antiguo y popular que, sobreviviente de un
mundo en realidad intemporal, se lamenta desde su cuchitril de quienes están demasiado
enviscados en ese “viejo mundo” que es el nuestro, con la cabeza atiborrada de “cotidianeidades
superficiales” de la que, como les expresa, es preciso liberarse si se quiere entender
algo.
Hay también la respuesta
a la encuesta sobre la infancia y su conformación de la morfología mental, que Vratislav
Effenberger lanzó en 1977 (y cuyas respuestas publicó Analogon en su n. 19,
ya en 1997) y su participación en dos juegos, el primero consistente en “estacionar
durante una hora en un punto que era el lugar geométrico de los domicilios de un
cierto número de personas del grupo surrealista, y observar...”, y el otro, con
Georges Lem, el “juego de los contrarios”. No hay, en cambio, cadáveres exquisitos,
a los que alguien como André Bernard debe estar sin duda tan predispuesto.
Los numerosos “papeles pegados”
demuestran una vez más la fecundidad del automatismo y el azar, su fuerza poética
que además no obsta, sino por el contrario, a la emergencia de un mundo propio cuya
potencia imaginativa va acorde con la creación de rasgos tan distintivos que acaban
haciendo inconfundibles muchas de las piezas del artista que ante todo es un poeta.
En efecto, los “papeles pegados” de André Bernard no admiten comparaciones, y la
mayoría de ellos, en distintas vías, son inmediatamente asignables a los territorios
libres de su imaginario.
Bellamente maquetado, este
libro da cuenta de una aventura ejemplar, de esas con las que el surrealismo busca
siempre enriquecerse, alianza de ética, poesía y revuelta. “Hay que volver a partir
de cero”, le decía el viejo zapatero a André Bernard, quien sí podía aún entenderlo,
o no fuera suyo “el gusto de enfrentarme a ciertas realidades cotidianas, la necesidad
de desviarme de caminos demasiado conocidos, de querer explorar vías nuevas”. La
candela siempre alumbrando y, por tanto, sin dios ni amo por ninguna parte.
Página ilustrada
com obras de Singwan Chong li (Chile), artista
convidada desta edição.
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Agulha Revista de Cultura
Número 107 | Fevereiro de 2018
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo & design | FLORIANO MARTINS
revisão de textos & difusão | FLORIANO
MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
equipe de tradução
ALLAN VIDIGAL | ECLAIR ANTONIO ALMEIDA FILHO | FEDERICO RIVERO SCARANI | MILENE MORAES
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o pensamento da revista
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todos os direitos reservados © triunfo produções ltda.
CNPJ 02.081.443/0001-80
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