Si a ese gran viajero que fue
Raymond Roussel no se le ocurrió en su tiempo viajar a la Península Ibérica, mucho
menos lo haría hoy. Pero su autocaravana de diez metros (que él definió como “un
auténtico yate en tierra”) parece que sigue moviéndose, aunque sea por carreteras
secretas. Y así, ha aparecido por un museo de Madrid famoso por su ascensor transparente,
donde permanecerá aparcada hasta el 27 de febrero de 2012, para de allí dirigirse
a la brumosa ciudad de Oporto, en visita primaveral y estival.
Dicho
museo, junto a las ediciones Turner, ha publicado un libro de 300 páginas que merece
reseñarse: Locus Solus. Impresiones de Raymond
Roussel. Su enfoque es muy dinámico, con breves textos críticos, pasajes de
los escritos rousselianos y muchas y muy interesantes ilustraciones.
La introducción
y los textos que presentan cada sección son de François Piron. La introducción es
buena y los textos acertados, pero estos merecen algunas puntualizaciones. Así,
cuando, en dos ocasiones, habla del “panteón surrealista”. Aunque eso sea una manera
de hablar, no menos cierto es que muchos comentaristas del surrealismo parecen gustar
del olor a cadaverina, ya que hasta sienten la muerte donde no la hay. Incluso Yves
Bonnefoy, en la desdichada entrevista a la hoja de col llamada Le monde des religions, al ser cuestionado
sobre lo que leía “de los autores vivos”, respondía como hay que responder a esto
de lo vivo y lo muerto: “Todos los autores están vivos”, y a veces más que muchos
de nuestros contemporáneos, como le ocurre a él con Baudelaire, “más aún cuando
las ediciones críticas de sus libros y sus cartas nos lo hacen más cercano a nosotros
que esos autores actuales de quienes no conocemos sino páginas, o cuadros”. Una
cosa es vivo y otra contemporáneo. Y para el surrealismo, como ha demostrado siempre,
Raymond Roussel no forma parte de ningún panteón, ya que, además de ver a Roussel
como un espíritu vivo, el surrealismo no tiene ningún panteón.
Luego,
François Piron dice, en la página 171, que “la lectura de Roussel por parte de los
surrealistas es coherente con sus intereses: la primacía de lo imaginario sobre
lo real, de la visión sobre el entendimiento racional, y la originalidad de un «mundo
completo»”. También es una manera de hablar, pero no está de mal recordar que el
surrealismo no ha dejado nunca de afirmar que lo imaginario es real. Por último,
en la segunda cita del “panteón”, encontramos lo que suponemos sea un despiste:
“Roussel, como Borges o Sade, se cuentan entre los escritores de los que se apoderan
Foucault y los críticos de su generación para sustraerlos del panteón surrealista”.
Valga lo de Sade, pero... ¿el reaccionario y ultra hombre de letras Borges, al que
incluso Magritte llamó “gilipollas”? Nunca fue, ni es, ni podría ser una referencia
del surrealismo, al margen de que a algún surrealista le hayan interesado particularmente
sus especulaciones –no exentas sin duda de genio, pero eso es otra cuestión.
Que
Foucault y la generación textual hayan intentado, con bombo y platillo académicos,
apropiarse de Roussel –intento que buscaba convertir en un simple “malabarista de
palabras” a quien afirmó rotundamente que “en mi caso, la imaginación lo es todo”–
no puede ocultar que, hasta principios de los años 60, o sea durante cuatro décadas,
la cronología del interés rousseliano coincide con el surrealismo, y que, como el
propio François Biron reconoce, la obra de Roussel “ha llegado hasta nosotros, ante
todo, por el entusiasmo de los surrealistas, que la defendieron con pasión durante
la década de 1920”. Veamos ahora los datos que al respecto nos facilita este libro.
En 1922 escribe sobre él
Philippe Soupault en Littérature. En 1924, aparece un texto de Desnos en 391,
la revista de Picabia, y Michel Leiris, que lo conoce desde niño por relaciones
familiares, se lo presenta a Masson y a Miró, a quienes les compra cuadros, como
en 1926 le comprará a Max Ernst El ruiseñor
chino. En
1925, Paul Éluard publica en La Révolution
Surréaliste “La estrella en la frente”. En 1928, Vitrac un estudio en la Nouvelle Revue Française. En 1930, Leiris habla de él iluminadoramente en el artículo de Documents “El
ojo del etnógrafo”. En 1933, el escritor le da a su notario un documento especificando
que debe entregarse un ejemplar de todos sus libros, y copia de unos manuscritos,
a Desnos, Tzara, Éluard, Leiris, Char, Dalí, Soupault, Gide y Aragon, mientras que
Dalí –inquebrantable rouselliano–, en Le Surréalisme
au service de la Révolution, publica un artículo sobre las Nuevas impresiones de África. En 1935, gracias
a Leiris, aparece Cómo he escrito algunos
de mis libros, y Clovis Trouille pinta su fabuloso cuadro El comedor de Raymond Roussel. Este último
dato no viene en el libro que comentamos.
Pero
sigamos, ya en 1937, con la nota clásica de Breton en Minotaure, luego en la Antología
del humor negro (1940), y con el amigo Brunius, quien realiza la primera “máquina
para leer a Raymond Roussel” (perdida durante la II Carnicería Mundial). Al año
siguiente, el propio Brunius abre su gran artículo de Minotaure “Al margen del cine francés” con una serie de experimentos
del maestro Canterel, y en la exposición se homenajea al escritor, como volverá
a hacerse en la del 47. En 1938, Dalí pinta Impresiones
de África. En 1943, textos de Roussel son traducidos en View. En 1950, Michel Butor indaga los “procedimientos”
de Roussel, pero lo hace en la revista Rixes,
de la que fue el único colaborador no surrealista. En 1953 aparece el primer libro
sobre el escritor: Une étude sur Raymond Roussel,
de Jean Ferry, con prólogo de Breton (aún Ferry le dedicaría dos libros más, en
los años 60). En 1954, es el patafísico Juan Esteban Fassio quien da a conocer otra
máquina, inspirada en la de Brunius (y también desaparecida), pero de nuevo es una
revista surrealista la que se hace eco de una intervención no surrealista sobre
Roussel: Letra y línea, que dirigía Aldo
Pellegrini en Buenos Aires. Y así llegamos a 1963, en que Ferry reunía sus escritos.
No sin olvidar que el libro más importante sobre Roussel es obra de Annie Le Brun:
Vingt mille lieues sous les mots, Raymond
Roussel, ya en 1994. Cinco años antes, una empresa de mudanzas había entregado
a la Biblioteca Nacional de París nueve cajas con documentos del escritor, hallazgo
decisivo que condujo a la edición de sus obras completas y obligó a un replanteamiento
del histórico libro del gran estudioso de Alphonse Allais, François Caradec, quien,
por cierto, había trabajado en la materia con Michel Leiris (1972, 1997).
Precisamente
es Annie Le Brun, siempre fina y sagaz, quien abre los ensayos del libro. Tras un
buen texto de Patrick Besnier, volvemos a los viejos tiempos con un fragmento del
texto etnográfico de Leiris en Documents,
hablando de Roussel, pero también de “los prejuicios de raza, iniquidad contra la
que nunca nos rebelaremos lo suficiente”, y de los turistas, que viajan “sin corazón,
sin ojos y sin oídos”. Soberbias son las hojas inéditas de Desnos (¡de quien se
ha llegado a decir que era hijo de Roussel!), “Raymond Roussel y su acción sobre
el público”. Con su violencia acostumbrada, Desnos defiende a Roussel del “público
cerril, mezquino y envilecido”, propio de “esta sociedad en proceso de putrefacción”,
y, en fin, de “quienes dan el nombre de «edad de la razón» a la edad de la cobardía
moral”.
De un
libro de 1998 sobre Duchamp, obra de Linda Henderson, se extrae un fragmento sobre
la actitud, teñida de ironía y burla, que Roussel y Duchamp tuvieron hacia la ciencia
y la tecnología. Esta ensayista escribe: “Afirmar, con Breton, que Roussel había
sido «el magnetizador más importante de los tiempos modernos», es exagerar su implicación
en la práctica del magnetismo y del hipnotismo”. ¡Caramba! Esto es leer al pie de
la letra, lo que evidentemente no es el caso, y por lo demás Breton escribe: “Roussel
es, con Lautréamont, el magnetizador más importante de los tiempos modernos”, sin
que tampoco esté hablando de que Lautréamont se haya dedicado a esas prácticas.
El texto
de Breton viene luego traducido, tras el de Soupault en Littérature y antes del de Astrid Ruffa sobre Dalí y Roussel. Menos
interés aún que este tiene el de Georges Perec y Harry Mathews, tristes inventores
oulipoenses de imaginación menesterosa, al menos al tratar a Roussel, ya que no
van más allá de idearle un amor homosexual. El texto de Butor en Rixes y una entrevista de Piron a John Ashbery
cierran el libro. La entrevista es del máximo interés, ya que Ashbery (quien en
1961 hasta fundó una revista titulada Locus
Solus) ha sido un apasionado rastreador de Roussel, y tan inteligente como para
no haberse dejado engañar con el discurso foucaultiano: “A pesar de las esperanzas
que había depositado en el libro de Foucault, una vez más no descubrí nada decisivo
sobre Roussel, sino solo las ideas de Foucault acerca de él”. Nos da también la
información curiosa de que Roussel se puso en contacto con el cineasta Alexandre
Devarenne para llevar al cine Impresiones
de África. Y cierra con el delicioso relato de su acercamiento a Joseph Cornell
–siempre genio y figura–, para hablar con él sobre Roussel.
Locus solus. Impresiones de
Raymond Roussel incluye también una serie de semblanzas
de figuras relacionables con el escritor, como Victorien Sardou, Victor Hugo, Leiris,
Desnos, Flammarion, Duchamp, Chirico o Ferry. Lo más divertido nos aguarda en la
página 135: la foto de la galleta en forma de estrella que le regaló Flammarion
durante el almuerzo en su observatorio, y para la que Roussel hizo una urna de cristal
luego encontrada por Bataille en un mercadillo de viejo. Sigue refiriendo François
Piron: “Este objeto le inspiró un texto dedicado a André Masson, «El comedor de
estrellas» (1940), en el que sugería que el valor fetichista y pueril que Roussel
daba a ese objeto simbolizaba «su deseo de comerse una estrella». Bataille se lo
regaló luego a Dora Maar, que lo incluyó en la exposición «Objets surréalistes»
de la Galerie Charles Ratton de París, en 1936”.
Por
lo que respecta a Roussel y el surrealismo, hemos de añadir algunos datos, sobre
todo la publicación, en 1968, de la espléndida monografía-antología de Bernard Caburet,
componente a la sazón del grupo surrealista parisino, en la colección “Poètes d’aujourd’hui”
de Seghers. Otro miembro del grupo, Georges Sebbag, en la revista Alétheia (n. 3), publicaba en 1964 el artículo
“Raymond Roussel ou les impressions d’une double vue”. Y aún más atrás, en 1950,
merecen resaltarse los tres capítulos consagrados a Roussel por Marcel Jean y Arpad
Mezei en Genèse de la pensée moderne.
Luego, en febrero de 1973, Georges Henein le dedica un artículo, que es el último
verdaderamente significativo que salió de su pluma. No se olvide tampoco la influencia
en artistas como Konrad Klapheck, Gilles Ghez, Roberto Matta o Jorge Camacho. Este
último incluso le dedicó, en 1967, una exposición, titulada HARR, o sea Homenaje
a Raymond Roussel, y podemos evocar también su dibujo Locus Solus.
En la
página 112 se reproduce una docena de líneas de Paul Éluard (sacadas, para más inri,
de La Révolution Surréaliste), advirtiendo
que la llamada “Sucession Paul Éluard” prohíbe su reproducción. ¡Toda una lección
de amabilidad y comunismo! Más paradójico aún resulta que el futuro poeta de Stalin
nos diga, en esas líneas, que la única realidad importante para él es la de “lo
que nunca fue”. Por otra parte, no sabemos si también se debe a los “copyrights”
–todo es posible en los reinos de la Ley– que las reproducciones de Man Ray aparezcan
con el nombre Emmanuel Radnitzy entre corchetes, como si eso a alguien le importara.
Pero
en fin, pese a los detalles apuntados, debe señalarse este libro como una publicación
preciosa, imprescindible incluso, para todos los apasionados de la figura y la obra
de Raymond Roussel.
*****
Página ilustrada com obras de Singwan Chong li (Chile), artista convidada desta edição.
*****
Agulha Revista de Cultura
Número 107 | Fevereiro de
2018
editor geral | FLORIANO MARTINS
| floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO
SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo & design | FLORIANO
MARTINS
revisão de textos & difusão
| FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
equipe de tradução
ALLAN VIDIGAL | ECLAIR ANTONIO ALMEIDA FILHO | FEDERICO RIVERO SCARANI | MILENE MORAES
ALLAN VIDIGAL | ECLAIR ANTONIO ALMEIDA FILHO | FEDERICO RIVERO SCARANI | MILENE MORAES
os artigos assinados não
refletem necessariamente o pensamento da revista
os editores não se responsabilizam
pela devolução de material não solicitado
todos os direitos reservados © triunfo produções ltda.
CNPJ 02.081.443/0001-80
todos os direitos reservados © triunfo produções ltda.
CNPJ 02.081.443/0001-80
Nenhum comentário:
Postar um comentário