sábado, 28 de abril de 2018

ESTEBAN A. CALVO CAMPOS | Consideraciones sobre vida y obra de Rudy Espinoza



He hallado la posibilidad de recuperar la huella

Sila Chanto

A través de un proceso de autoconocimiento, el ser humano va tomando conciencia de lo fugaz y efímero que resulta su existencia y poco a poco siente la necesidad de identificarse como sujeto y particularizarse como individuo dentro del colectivo. En este proceso busca transformar su medio espacial intentando apropiarse de él. Existen tantas posibilidades de lograrlo como seres en el mundo. Manipular la espacialidad material y trabajar con realidades objetuales, resulta ser, una actividad propia de aquellos individuos que desean dejar marca en el mundo y hacerse sentir, de extender o prolongar su humanidad a través de lo material. Este personaje, el que estigmatiza su tránsito, el que deja huellas, el hacedor de marcas, es al que hoy y de forma muy acertada llamamos artista grabador. Un digno representante de las artes costarricense es el recientemente fallecido Rudy Espinoza Morales (1953-2018) a quien dedicamos estas breves palabras para honrar su huella.
Espinoza se licenció en Artes Plásticas con especialidad en Pintura por la Universidad de Costa Rica (UCR) en 1975. Durante su estancia en este centro de estudios, el profesor Juan Luis Rodríguez Sibaja (artista grabador costarricense nacido en 1934) quien hacía muy pocos años había regresado a Costa Rica luego de concluidos sus estudios en Francia y Holanda, le motivó a que experimentara en el recién inaugurado taller de grabado en metal de dicho centro de estudios universitarios.
Desde su primera estampa titulada La cuesta, un aguafuerte de 1976 hasta finales del 2017, Espinoza llegó a producir un corpus de más de 250 estampas en metal, de las cuales cerca de 220 están debidamente editadas y cuidadosamente fotografiadas, lo que se traduce en cientos de estampas y una innumerable cantidad de horas de trabajo en el taller, y toda una vida (más de cuarenta años) dedicada a la perfección de las técnicas de estampación de imágenes.
A partir de 1978 el taller de la UCR se vio mejorado sustantivamente ya que se convirtió en la sede del Centro Regional de las Artes Gráficas (CREAGRAF), una iniciativa de la Organización de Estados Americanos (OEA), en la que ésta organización auspiciaba talleres de grabado orientado a artistas de Centroamérica, el Caribe, Colombia y Venezuela, con la instrucción de maestros grabadores internacionales conocedores del grabado en metal, xilografía, litografía, intaglio, fotograbado entre otras muchas especialidades; los artistas latinoamericanos que participarían como estudiantes se seleccionaban por medio de concurso. Espinoza participó en varios de estos cursos en donde tuvo la oportunidad de conocer gran cantidad de personalidades de las artes latinoamericanas e internacionales y de esta forma inició una nueva etapa de intercambio de conocimientos y práctica de la técnica.
Para inicios de la década de 1980, Espinoza ya se desempeñaba como docente del recién inaugurado Taller de Grabado de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA) y fue desde este centro educativo que realizó las gestiones para optar por una beca del Programa Fulbright/Laspau Scholarship. Esto le permitió ingresar a la Universidad de Minnesota en donde obtiene en 1985 un Máster en Artes Plásticas con especialidad en Grabado.
Durante esta estancia de estudios conoce el trabajo y la obra del reconocido artista y grabador inglés Stanley William Hayter (Londres 1901-París 1988) quien había sido el fundador del prestigioso taller de grabado parisino Atelier 17, donde el profesor Rodríguez Sibaja había cursado parte de sus estudios. Hayter había desarrollado una novedosa técnica de impresión conocida como “método de impresión Hayter”, o “viscosidad de tintas y quemados sucesivos”, la cual se fundamenta en la impresión o estampación de una matriz de cobre o zinc grabada en relieve con distintos niveles, mediante la técnica de quemados sucesivos, la cual había sido entintada utilizando tintas de diferentes viscosidades en superposición, aplicadas con rodillos de gelatina de diferentes densidades. Con este complejo y experimental procedimiento técnico se obtienen impresiones de gran variedad cromática a partir de una sola matriz, lo que para Espinoza y su extraordinario sentido del color fue una verdadera revelación y de inmediato se abocó en estudiar la técnica para incluirla dentro de su repertorio, técnica que llegó a dominar a la perfección y se convirtió en un verdadero maestro y referente en las artes latinoamericanas.
En la estancia académica y profesional en el taller de grabado de la Universidad de Minnesota, al que él llamó: “un espacio de confluencias”, debido a que eran muchos los artistas que se reunían a realizar estudios y pasantías, desarrolló trabajos experimentales y con un gran sentido de la estética, como por ejemplo: Imagen en la capilla (1984) y Escritorio y libertad en papel (1984) y otros de gran fuerza expresiva como Absorción (1984), Fatiga (1984) y Bajo presión (1984), concebidas estas últimas tres a partir de diferentes placas ya trabajadas y que fueron abandonadas en el taller, las que Espinoza retomó y las intervino cortándolas, taladrándolas y sometiéndolas a intensos procesos de quemado, creando con dos o tres de ellas nuevas composiciones con texturas y gestos plásticos bastante intensos.
En su fructífera carrera, Espinoza demostró ser un virtuoso del dibujo, la composición y el uso del color, además de un verdadero maestro de las diferentes técnicas del grabado en metal. Se esmeró en ordenar su proceso creativo mediante el diseño de series temáticas en las que agotar sus ideas a partir de conjuntos coherentes de sentido y con una fuerte unidad estética. Entre sus primeras series están las que abordan temas urbanos, trabajados desde la perspectiva de lo cotidiano ya sean como escenas del espacio público, como por ejemplo: La cuesta (1976), El desgajo (1978), Cien varas al sur (1976) e inclusive también Patio (1980) y Rutina (1981), así como otros trabajos que reflexionan sobre la concepción del espacio urbano privado o habitacional, en donde apreciamos: El placer de observar (1977), El ladrón de frutas (1977) y bodegones como Fruta con semillas (1981) y Motete (1981).  
A lo largo de su carrera, figura humana y animalística son temas recurrentes; series como En cautiverio (1986-8) o Cuerpos dulces (1998-2000) son ejemplos rotundos del abordaje de estos motivos. Espinoza recurre al animal como metáfora del ser humano, retrata de formas simbólica, gestos culturales como la sexualidad, la violencia, la opresión o el uso excesivo del poder. Con esta temática apreciamos: El pájaro rojo (1990), El año del toro (1994), El toro rojo (1997), El salto (1997) y Cabezas de caballo (2013).  Según lo que nos comentan Hernández y Alvarado (2006: 75) el uso del animal en la obra de Espinoza trata problemáticas de lo humano a nivel político, social y existencial. Obras como El hoyo de los locos (2010) es un ejemplo donde se integran de forma armoniosa tanto compositiva como temáticamente la figuración humana y animal, y en Ánimos alterados (2010) las actitudes animales son un reflejo o metáfora de las humanas.
Entre las distinciones obtenidas por su trabajo sobresalen el Primer Premio en Certamen de Grabado de 1997. Anteriormente (1991) obtuvo el Segundo Lugar del Certamen Nacional de Grabado convocado por el Museo de Arte Costarricense (MAC) y Segundo Lugar del Certamen Nacional de Dibujo convocado por la Caja Costarricense de Seguro Social. Medalla de oro en el Salón Nacional de Dibujo convocado por el MAC de 1987, mismo año que se le otorga la Medalla de oro en el Salón Nacional de Grabado, y en 1981 había sido merecedor del Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en Grabado. Con una trayectoria de más de 40 años dedicado al grabado, dibujo y pintura, llegó a realizar más de una centena de exhibiciones colectivas e individuales dentro y fuera del país.
La figura humana está presente de forma directa o indirecta en la mayoría de sus obras.  El cuerpo como espacio de batalla y escenario de valores sociales están muy presentes en obras como: Cuerpo azul (1999), Tu cuerpo (1998) y Cuerpo seducido (2000). También contamos con Torso (1998) y Equilibrio (2000) como claros ejemplos donde a partir del dibujo se explora el cuerpo humano como estética y belleza. En El eterno interno (2010) y Paranoia con Van Gogh (2009) se explora la humanidad en su dimensión más existencial.
También tenemos en Espinoza un artista que fluctúa de manera natural, limpia y sin prejuicios entre la figuración y la abstracción. En algunos trabajos predomina una línea pulcra de proporciones correctas como en otros es el trazo gestual y energético el que tiene más presencia. En paisajes como Lagunilla (1981) y Paisaje del norte (1981) vemos ejemplos de una fina figuración y en Paisaje #19 (1981) tenemos una composición o un estado intermedio, mientras que en obras como Piros (1979), Por la montaña en el cerro (1981) o Maleza (1981) la abstracción y el gesto es lo que predomina. Algunas de estas obras se componen de dos matrices o placas que se integran para formar una sola composición. El acento estético con el que Espinoza trabajó estas piezas denotan estar resueltos por un pintor, en donde el color y la mancha son parte importantísima de la composición, sin embargo, también apreciamos la mente de un grabador detrás de estos proyectos porque en el uso de la textura e incluso el recurso del intaglio y la impresión en blanco forman parte indiscutible de la composición; de esta forma, nuevamente vemos como en los trabajos de Espinoza, forma y contenido se refuerzan mutuamente.
En obras como Después del tsunami (2012) lo que domina la composición es el gesto expresionista y dramático, sin descuidar claro está el dibujo con vocación figurativa, fundiéndose las dos tendencias en una obra de extraordinaria factura técnica y conceptual. Otras series o conjuntos como Marenostrum (2000-13), Las cuatro estaciones (1990) o Pecado y redención (2006) tratan temas más puntuales como la fauna marina, las estaciones climáticas y la lucha del bien contra el mal.
Luego de su jubilación como docente universitario, Espinoza concibió un proyecto de docencia independiente donde continuar con su labor de formador de grabadores y poder brindar de forma desinteresada todo el conocimiento atesorado por más de cuarenta años dedicado a la perfección de las técnicas de estampación de imágenes. Este es el origen del “Taller Nacional de Grabado”, un espacio alternativo para la enseñanza y aprendizaje de las diferentes técnicas del grabado en todos sus aspectos. Desde su fundación en el 2008 el Taller se instaló en las instalaciones de la Escuela Casa del Artista: Olga Espinach Fernández del Museo de Arte Costarricense (MAC) y se ha configurado en parte integral de la institución. Durante los últimos diez años de vida Espinoza quién falleció el pasado 15 de enero del 2018, se desempeñó como coordinador y profesor ad-honorem de este espacio de enseñanza.
Durante sus clases en el Taller de la ECA, además de fomentar el trabajo del grabado en metal Espinoza tuvo también la oportunidad de crear obras en compañía de sus alumnos, todo en un ambiente de camaradería y compañerismo.
Profesionalismo, pasión, dedicación, honestidad, humildad y generosidad sin límites, son algunos de los muchos valores que aquellos que fuimos sus estudiantes, amigos o colegas asociamos a Rudy Espinoza; su trabajo plástico y su vocación de maestro son la impronta más importante que deja en la historia del arte costarricense, una huella tan profunda como la que se aprecia en una placa de grabado luego de más de cuatro décadas de quemados sucesivos.

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ESTEBAN A. CALVO CAMPOS (Costa Rica, 1978) Historiador del arte y coordinador de investigación de Escuela Casa del Artista Olga Espinach Fernández del Ministerio de Cultura y Juventud de Costa Rica, además de profesor de la Facultad de la Imagen de la Universidad Veritas. Escritor de artículos sobre la Historia de Arte Costarricense en revistas especializadas y catálogos de museos. Página ilustrada con obras inéditas de Rudy Espinoza (Costa Rica, 1953-2018). Fotos de Alex Arias y Flavia Sánchez, cortesía de la familia.


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Agulha Revista de Cultura
Número 112 | Abril de 2018
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