segunda-feira, 10 de setembro de 2018

NELSON ROMERO GUZMÁN | Un libro de Juan Manuel Roca



Si usted desea cerrar este libro pues no cree prudente recibir caballos de madera de parte de un griego, hágalo, de una vez por todas hágalo, pero le aseguro que estará tentado a buscar en esta página el regreso del tiempo.

Juan Manuel Roca

Hablar de la poesía de Juan Manuel Roca es reconocer, de entrada, al poeta vivo más importante de la poesía en Colombia. El más importante por su obra, por el entusiasmo que despierta entre los lectores, por la trayectoria de sus libros a nivel de reconocimientos, premios, traducciones, publicaciones en el extranjero y por ser referente clave de la poesía en lengua española. A estos recaudos se suman otros: su trabajo crítico sobre la poesía colombiana, la amplia resonancia de sus lecturas, así como el diálogo saludable y mucho más directo que forjó con otras literaturas desde las páginas del Magazín Dominical. A Roca debemos la imagen de un poeta sin solemnidades, que no se encierra para ser aplaudido porque ama la vida callejera, el claroscuro de la taberna y los tonos de dicción popular que nutren muchos de sus poemas. Roca es imaginativo, del mejor humor hermano de la inteligencia, de una hermandad cómplice y de un enorme compromiso con la palabra. Son de los pocos buenos ejemplos del artista alejado del frío de la Corte. La generación de quienes nacimos en la década de los sesentas, debemos mucho al aporte del poeta Roca.
Ahora Juan Manuel Roca nos entrega su reciente libro “No es prudente recibir caballos de madera de parte de un griego” (2014), el cual hace parte de la Colección Letras, 9 Libros de Poesía Colombiana, publicado por la corporación cultural Artes es Colombia, presidida por la doctora Francia Escobar Field. Sin duda, un libro que aumenta la admiración por su obra. Si bien el título alude a un lector testigo del presente que puede ser engañado por caballos de madera, su sentido poético más hondo se nutre del regreso del tiempo, la vuelta a Ilión. Como la poesía de Roca no es parásita de una sola lectura, yo me quedo con la del tiempo a través del cuerpo como morada de un “otro” que se canta y se cuenta y nos comparte –con el perdón de Antonio Machado- esos cantos contados en prosa de sus viajes, sus visiones, sus metamorfosis. Y es que, para no deshilar la propuesta del irónico título del libro, el cuerpo es la metáfora de una Ilión imagen de un país que puede ser Colombia o que es, provisionalmente, Colombia. De paso, Roca es el poeta que desde su primer libro “Memoria del agua” (1973), ha sabido asimilar con la mayor sencillez y hondura poética, esta tragicomedia nacional. El poeta se asume otro en este libro para hablar por todos; su poesía tiene el privilegio de fundar pensamiento y memoria, realidad y mito, con imágenes narradas, siempre poderosas:







Suponía que al fondo de mi piel, adentro de mi precaria armazón, crecía un país de vastas llanuras y hondonadas, pero no sabía a ciencia cierta si su único habitante era gobernante o gobernado, rey o vasallo, cortesano o regicida. Nunca supe a quién culpar del mal gobierno de mi cuerpo. (Los viejos tratos, p. 10).

Ese cuerpo-país-Ilión, mal gobernado, hecho de viejos trucos y tratos, alude a uno de los temas cuestionados por su poesía: el poder. Páginas más adelante nos hallamos con esta otra alusión al poder y al tiempo de la historia, a través de la figura del rey Ubú que se devora a sí mismo, no contento con devorar a los demás: “Ubú Rey, gran monarca de las ciudades sin mapa y de la autofagia del tiempo, sacerdote del poder y su bulimia, terminará por devorarse a sí mismo” (Paisaje al carbón con William Kentridge, p.43).
La poesía de Juan Manuel Roca resulta más que necesaria en estos tiempos. Su palabra poética no es amnésica a nuestra realidad con todas sus tragedias, sino que es portadora de la memoria del “paraje de ciegos”. Entre los pocos poetas colombianos que no escriben de rodillas, su obra hila circunstancias de diversas procedencias, recorre parajes oscuros de la cotidianidad, viaja por la ruina del tiempo, recrea la historia con imágenes totalizadoras y se atreve a mirar las entrañas de la realidad desde sus propias entrañas. Por eso la acentuación puesta sobre el cuerpo en este libro, que no podría ser otro el invitado; en él está no sólo el testimonio del tiempo con su carga de mundo, sino que es morada, exilio, paraje del tiempo y de la carne, habitado por un yo-otros, a la vez suyo y compartido. El cuerpo es también esa destruida imagen de Troya, tan viva del presente, por lo que “No es prudente recibir caballos de madrea de parte de un griego”. Es así que también estamos frente a un libro profundamente biográfico.
“No es prudente recibir caballos de madera de parte de un griego”, está escrito desde el registro poético de la prosa, salvo la breve postal del tiempo puesta en la carátula, titulada “Poema del tiempo”. Aquí comienza el misterio, el juego de los dobles, el viaje por el espacio y el tiempo de las geografías reales o imaginarias, míticas o literarias; las estancias por los pasajes de la memoria en ese vagón del cuerpo poseso por su habitante embrujado que entra y sale para nutrirnos de nuevas visiones. En sus viajes, siempre la valija del amado Vallejo, esa otra sombra del cuerpo literario: “De sus viajes llegaba primero la sombra que su cuerpo” (Un cáliz de luto, p.50). Así, una de las características que hace sencilla la prosa poética de Roca, en este libro y en los anteriores, en la sencillez de su lirismo, el juego poderoso de la imagen, la ironía y el humor que las emparenta y la capacidad de pensar desde el poema.
En la obra de Juan  Manuel Roca se lee un país, “un reino en un paraje de ciegos”, donde somos gobernados por sombras “en el entresueño de los bárbaros”. País habitado por extraños personajes como el Rey de Burlas y el vendedor de humo. Así, en el poema “Dictado por los muertos”, un muerto hace el inventario de escombros de un país que “se hundió en la niebla para siempre”, y el cual estamos condenados a buscarlo. Lo mismo en el poema “En los bordes del sueño”, queda demostrado el talento de Juan Manuel Roca cuando se refiere a los asuntos de la guerra; esta prosa de aire surreal, hace un doblaje del sueño y la vigila, del pasado y el presente, desde el entresueño de un marinero recostado en su camastro frente al Caribe, para darnos un ejemplo de la herencia de la clase de caballos que recibimos de los troyanos.
Sin duda, la obra de Juan Manuel Roca es una de las mayores herencias de la poesía colombiana.


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Agulha Revista de Cultura
Número 118 | Setembro de 2018
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES




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