Si usted desea cerrar este libro pues no
cree prudente recibir caballos de madera de parte de un griego, hágalo, de una vez
por todas hágalo, pero le aseguro que estará tentado a buscar en esta página el
regreso del tiempo.
Juan Manuel Roca
Hablar de la poesía de Juan Manuel Roca es reconocer, de entrada,
al poeta vivo más importante de la poesía en Colombia. El más importante por su
obra, por el entusiasmo que despierta entre los lectores, por la trayectoria de
sus libros a nivel de reconocimientos, premios, traducciones, publicaciones en el
extranjero y por ser referente clave de la poesía en lengua española. A estos recaudos
se suman otros: su trabajo crítico sobre la poesía colombiana, la amplia resonancia
de sus lecturas, así como el diálogo saludable y mucho más directo que forjó con
otras literaturas desde las páginas del Magazín Dominical. A Roca debemos la imagen
de un poeta sin solemnidades, que no se encierra para ser aplaudido porque ama la
vida callejera, el claroscuro de la taberna y los tonos de dicción popular que nutren
muchos de sus poemas. Roca es imaginativo, del mejor humor hermano de la inteligencia,
de una hermandad cómplice y de un enorme compromiso con la palabra. Son de los pocos
buenos ejemplos del artista alejado del frío de la Corte. La generación de quienes
nacimos en la década de los sesentas, debemos mucho al aporte del poeta Roca.
Ahora Juan Manuel Roca nos entrega su reciente libro “No es prudente
recibir caballos de madera de parte de un griego” (2014), el cual hace parte de
la Colección Letras, 9 Libros de Poesía Colombiana, publicado por la corporación
cultural Artes es Colombia, presidida por la doctora Francia Escobar Field. Sin
duda, un libro que aumenta la admiración por su obra. Si bien el título alude a
un lector testigo del presente que puede ser engañado por caballos de madera, su
sentido poético más hondo se nutre del regreso del tiempo, la vuelta a Ilión. Como
la poesía de Roca no es parásita de una sola lectura, yo me quedo con la del tiempo
a través del cuerpo como morada de un “otro” que se canta y se cuenta y nos comparte
–con el perdón de Antonio Machado- esos cantos contados en prosa de sus viajes,
sus visiones, sus metamorfosis. Y es que, para no deshilar la propuesta del irónico
título del libro, el cuerpo es la metáfora de una Ilión imagen de un país que puede
ser Colombia o que es, provisionalmente, Colombia. De paso, Roca es el poeta que
desde su primer libro “Memoria del agua” (1973), ha sabido asimilar con la mayor
sencillez y hondura poética, esta tragicomedia nacional. El poeta se asume otro
en este libro para hablar por todos; su poesía tiene el privilegio de fundar pensamiento
y memoria, realidad y mito, con imágenes narradas, siempre poderosas:
Suponía que
al fondo de mi piel, adentro de mi precaria armazón, crecía un país de vastas llanuras
y hondonadas, pero no sabía a ciencia cierta si su único habitante era gobernante
o gobernado, rey o vasallo, cortesano o regicida. Nunca supe a quién culpar del
mal gobierno de mi cuerpo. (Los viejos
tratos, p. 10).
Ese cuerpo-país-Ilión, mal gobernado, hecho de viejos trucos
y tratos, alude a uno de los temas cuestionados por su poesía: el poder. Páginas
más adelante nos hallamos con esta otra alusión al poder y al tiempo de la historia,
a través de la figura del rey Ubú que se devora a sí mismo, no contento con devorar
a los demás: “Ubú Rey, gran monarca de las ciudades sin mapa y de la autofagia del
tiempo, sacerdote del poder y su bulimia, terminará por devorarse a sí mismo” (Paisaje
al carbón con William Kentridge, p.43).
La poesía de Juan Manuel Roca resulta más que necesaria en estos
tiempos. Su palabra poética no es amnésica a nuestra realidad con todas sus tragedias,
sino que es portadora de la memoria del “paraje de ciegos”. Entre los pocos poetas
colombianos que no escriben de rodillas, su obra hila circunstancias de diversas
procedencias, recorre parajes oscuros de la cotidianidad, viaja por la ruina del
tiempo, recrea la historia con imágenes totalizadoras y se atreve a mirar las entrañas
de la realidad desde sus propias entrañas. Por eso la acentuación puesta sobre el
cuerpo en este libro, que no podría ser otro el invitado; en él está no sólo el
testimonio del tiempo con su carga de mundo, sino que es morada, exilio, paraje
del tiempo y de la carne, habitado por un yo-otros, a la vez suyo y compartido.
El cuerpo es también esa destruida imagen de Troya, tan viva del presente, por lo
que “No es prudente recibir caballos de madrea de parte de un griego”. Es así que
también estamos frente a un libro profundamente biográfico.
“No es prudente recibir caballos de madera de parte de un griego”,
está escrito desde el registro poético de la prosa, salvo la breve postal del tiempo
puesta en la carátula, titulada “Poema del tiempo”. Aquí comienza el misterio, el
juego de los dobles, el viaje por el espacio y el tiempo de las geografías reales
o imaginarias, míticas o literarias; las estancias por los pasajes de la memoria
en ese vagón del cuerpo poseso por su habitante embrujado que entra y sale para
nutrirnos de nuevas visiones. En sus viajes, siempre la valija del amado Vallejo,
esa otra sombra del cuerpo literario: “De sus viajes llegaba primero la sombra que
su cuerpo” (Un cáliz de luto, p.50). Así, una de las características
que hace sencilla la prosa poética de Roca, en este libro y en los anteriores, en
la sencillez de su lirismo, el juego poderoso de la imagen, la ironía y el humor
que las emparenta y la capacidad de pensar desde el poema.
En la obra de Juan Manuel
Roca se lee un país, “un reino en un paraje de ciegos”, donde somos gobernados por
sombras “en el entresueño de los bárbaros”. País habitado por extraños personajes
como el Rey de Burlas y el vendedor de humo. Así, en el poema “Dictado por los muertos”,
un muerto hace el inventario de escombros de un país que “se hundió en la niebla
para siempre”, y el cual estamos condenados a buscarlo. Lo mismo en el poema “En
los bordes del sueño”, queda demostrado el talento de Juan Manuel Roca cuando se
refiere a los asuntos de la guerra; esta prosa de aire surreal, hace un doblaje
del sueño y la vigila, del pasado y el presente, desde el entresueño de un marinero
recostado en su camastro frente al Caribe, para darnos un ejemplo de la herencia
de la clase de caballos que recibimos de los troyanos.
Sin duda, la obra de Juan Manuel Roca es una de las mayores herencias
de la poesía colombiana.
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Agulha
Revista de Cultura
Número
118 | Setembro de 2018
editor
geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor
assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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& design | FLORIANO MARTINS
revisão
de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
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