terça-feira, 18 de agosto de 2020

ACTO VI | El señor de las tempestades

 EL MUSEO DEL VISIONARIO, de Floriano Martins y Berta Lucía Estrada

 

El derrumbe de un antiguo edificio deshabitado sin la provocación del hombre o la intervención del viento tiene todas las características de un suicidio por hastío. 

ANÍBAL MACHADO

 

El escenario está totalmente oscuro. Se escucha una voz:

 

¿Hay alguien ahí?

 

Una vez más: ¿Hay alguien ahí?

 

De pronto se comienza a escuchar una especie de quejido, poco a poco sube de intensidad, se apodera del escenario, es un grito que pareciera de ultratumba.

El escenario sigue desnudo.

Una gallina viva, y asustada, es arrojada al escenario. Tiene una pequeña luz clavada en una de sus patas. Gracias a esta luz podemos ver sus movimientos en el escenario que permanece en la oscuridad.

La gallina recorre con su mirada todo el escenario, poco a poco recupera la calma; respira profundo, levanta un ala, luego la otra, luego una pata y luego la pata donde tiene amarrada la pequeña lámpara, y comienza a iluminar diferentes partes del escenario hasta que ilumina diferentes ángulos de los espectadores. Entonces levanta nuevamente un ala y los interpela:

 

LA SEÑORA KNORR

¿De cuándo acá los hombres con bozal vienen a ver a una gallina? ¿Acaso no saben que desde la revolución en la granja no los aceptamos más? Ahora hemos recobrado nuestra dignidad, no le servimos a nadie y no aceptamos que nuestros huevos y demás terminen en el plato de ustedes.

 

El teléfono suena en la oscuridad y nadie sabe dónde está. Timbra repetidamente y con cada toque escuchamos el sonido que proviene de un lugar diferente en el escenario.

 

LA SEÑORA KNORR

¿Ha aprendido este teléfono a volar? Será una burla de los dioses. ¿Por qué razón yo no puedo volar? La última vez que lo hice fue en Rangoon, y de eso hace una eternidad.

 

Finalmente decide utilizar la lámpara que lleva en la pata como teléfono.

 

LA SEÑORA KNORR

Aló? Si, soy yo, la señora Knorr. ¿Qué dice? ¿desea que le prepare un caldo de gallina? Pues usted debe estar loca; ¿en qué galaxia vive?

 

En el escenario se escuchan risas y también algunos abucheos. La audiencia definitivamente quiere irse. ¿Cómo sostener una gallina que habla y un teléfono volador? ¡Y esta gallina loca que dice haber volado en Myanmar! Ahora falta el teléfono para decir que quiere comprar un terreno en la parte trasera del escenario.

 

EL TELÉFONO ROJO

No me trates como si fuera una mujer. Soy el Teléfono Rojo y necesito información sobre los precios de estas tierras vacías detrás del escenario. Quiero construir cabinas para que los gobiernos consulten al teatro cuando quieran poner un pie en sus manos.

 

LA SEÑORA KNORR

¿El teléfono rojo que duerme desde hace treinta años en el basurero que da a los baldíos donde se refugian los adictos a la amapola? Pues es un gusto escucharte de nuevo. Lo que pasa es que esos terrenos no están en venta. No, no grites; lo que pasa es que el señor, al que le dicen presidente, viene todas las noches a fumarse un puro de La Habana con sus amigos; y allí suele pasar la noche.

 

EL TELÉFONO ROJO

Las lavas crecen en todas partes anticipando los volcanes. El humo de los puros de El Laguito tiene un componente que hace que la realidad adopte formas inesperadas. Algo me dice que este presidente se va a morir asfixiado por el veneno de su propia lengua.

 

La Señora Knorr comienza a temblar de emoción. Como si alguien finalmente dijera lo que piensa.

 

LA SEÑORA KNORR

Creo que la brutal oscuridad que encontramos en el escenario es la señal más completa de que todos desean la muerte de este señor.

 

Al final hay aplausos y vivas a la sra. Knorr. La luz de su pata se apaga y el escenario vuelve a quedar a oscuras.

Lo que vemos ahora es un escenario-fantasma entregado a los brazos de la mayor oscuridad. El silencio también es intenso hasta el punto que se puede escuchar la respiración inquieta del público. ¿Cuánto tiempo aguantará la gente este incómodo silencio? Si la paciencia lo permite, pronto será el momento de que el presidente se presente para fumar su puro.

 

LA SEÑORA KNORR

¿Cuántas personas se fueron?

 

EL TELÉFONO ROJO

Todas, menos sus compinches de La Amapola; sin él estarían huérfanos, sobre todo no tendrían cómo poder iluminar el baldío con sus alucinaciones.

 

LA SEÑORA KNORR

Estas personas ni siquiera eran parte del público. Allí fueron puestas por ordenes expresas del presidente para poder escuchar lo que dicen de él. Cuando finalmente llega, todos se juntan en el escenario. La casa es asaltada por la violencia de su presencia en el mundo. Todavía no hay luz, porque este es un tiempo de oscuridad. Tampoco se entienden las voces. Hay una confusión de sentidos. Las reacciones sólo pueden ser una aceptación tácita o un arrepentimiento por el curso de la historia.

 

EL PRESIDENTE

[viene por detrás, fumando un puro] Mis palabras quieren acompañar mis acciones. Sin embargo, hay ocasiones en las que una cosa no sabe dónde está la otra. Quizás esta humillación venga por el hecho de que no es posible dejar tan libre la imaginación, es decir, los teléfonos no vuelan, las gallinas no hablan. Y esta tierra ha sido maldecida por el libre albedrío. Todo esto debe terminar.

 

El señor de las tempestades ruge y la lava de la última explosión del Oka-Toka inunda el escenario. El presidente se funde y los espectadores aplauden. Doña Gallina está de plácemes, así el diminuto señor que ya es lava hubiese dicho que ella no habla.

 

LA SEÑORA KNORR

Esta es la primera destrucción del mundo causada por el hastío. Este puede ser un nuevo tipo de catástrofe a la que tendremos que acostumbrarnos o estar preparados para enfrentar.

 

Nueva ola de silencio.

 

El silencio en el escenario sólo se rompe con el tono del teléfono.

 

¿Hay alguien ahí?

 

*****

 

Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NO MUNDO INTEIRO

Número 156 | Agosto de 2020

Artista convidado: Franz Sedlacek (Áustria, 1891-1945)

editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com

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revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES

ARC Edições © 2020

 

 

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