la obra no sólo como un trabajo
sino como el resultado de un estado del alma y de un vivir.
Recibió el Premio Nacional de Poesía Lazo Martí, el Premio Nacional en la
II Bienal de Poesía José Antonio Ramos Sucre (1972), por su primer libro Formas
en el sueño figuran infinitos y el Premio Conac de Poesía (1988).
Es una unidad indisoluble su vida y su escritura. Vivió su poesía como su
mundo en su existencia, su voz es la que habla en sus poemas siempre en el borde,
en los extremos:
Al borde de la tierra
al ras
tragando durezas.
En los riesgos internos del adolecer y el padecer, un aguijón que desgarra
y cauteriza al mismo tiempo, una liberación de la poetisa y de aquél que la lee,
una memoria del recuerdo. Sus flores, la legendaria Edelweiss que cuentan tomó su
color de la luna y es premio al riesgo, al honor, al mundo de los sueños y al amor:
Ese Ángel es una flor pintada
una flor de la esperanza
una Edelweiss.
Edelweiss
la florecilla apasionada
entreverada entre las rocas.
La cayena:
La cayena se intensifica
Canta
Plácida
Ardiente
hacia los cielos, los ecos
casi expandida
abierta
es un canto de amor
un canto de penumbra.
La trinitaria:
¿Quién soy? Creo que soy una trinitaria encendida
una trinitaria fucsia
colgando sobre el muro.
He colocado mi florecer sobre el muro
para que sea más hermoso.
La flor del apamate:
No importa. Allí está la flor del apamate
Tú dijiste que era la flor del apamate.
El mar como vivencia de melancolías:
El mar
en mí
no deja dormir.
Su obra ahonda en contenidos filosóficos de la mano de las llamadas por María
Fernanda Palacios sus “voces tutelares”, las de Rilke, Nietzsche, Heráclito, Heidegger,
Lawrence, Bataille, Hölderlin, Broch, Virginia Wolf, Thomas Mann, Blanchot, Goethe,
Kavafis… mas, si queremos situar a Hanni Ossott en algún epicentro poético, éste
será el poeta austríaco Rainer María Rilke, a cuya obra dedicó gran parte de su
vida (tradujo su obra Elegías de Duino), resonando en toda su creación literaria
el eco de uno de los mejores poetas de la literatura universal.
Todo esto nos deja en su extensa bibliografía literaria, en un lenguaje punzante,
revelador de un temple que embarga provocando perplejidad y desazón; en la poetisa
no es cuestión solamente de oficio, dedicación, gusto, don; es una pasión con todas
las exigencias e implicaciones que comparte esta palabra.
Hay en sus poemas términos emblemáticos, nudos del entretejido, dominios
del vértigo creativo: la herida, el abismarse, lo otro, la extrañeza, la noche,
la nada, la muerte y el amor. Son, a la vez, palabras-signos que reitera sin cesar,
sin tregua, que conviven en sus espacios tratando de conjurar, exorcizar y curar.
Nos recuerdan la herida fundamental, la desgarradura, el viento, la noche, el silencio,
y la nada, de la poetisa argentina Alejandra Pizarnik (1956-1972).
El acto subversivo del vivir, graba la escritura de la poetisa Hanni Ossott
con lo que ella llama la herida esencial:
La herida
en el abrazo
el miedo
la contención
el beso en el miedo
la fuga, los regresos.
La realidad es elusiva, abrumadora, apabullante, y hay que intentar descubrirla
desde el misterio. La herida nos coloca ante la realidad de un cuerpo dionisiaco,
nietzscheano, con su plena carnalidad, su ardorosa sensualidad, su anhelo y embriaguez,
pero un cuerpo herido, escindido:
Los hombres se van
como a pedazos
de a ruinas
de a despojos.
Es la herida que reclama la conciencia de la pérdida y el anhelo del recobro,
en una naturaleza despedazada en individuos, en una remoción psíquica dominada por
la desolación, la vulnerabilidad, las limitaciones y las formas de morir; en un
vivir al ras del ser al encararla en el arduo aprendizaje del existir. En ella reside
la creatividad.
El anochecer, la pérdida y su vacío, el duelo, el enigma, la ausencia, el
amor y su coraje, el centelleo de la caricia y su inmolación, la rebeldía como antesala
poética, la ardorosa pregunta de cara al misterio mágico del vivir, la contradicción
del tiempo, lo insólito e inefable que se oculta siempre.
Para la poetisa la palabra es ascua y fuego crepitante que se erige desde
la herida misma: “de la literatura me importa el fuego”, es asomarse
al abismo, ese abismarse como opción vital, esa fuerza inmanente al existir
frente a lo otro, aquello urgente a nuestra naturaleza:
Prevalece que haya los otros y lo otro
la ‘otredad’
el más allá de mí
y el más allá de ti
la extrañeza
de lo que nunca puede alcanzarse.
La fragmentación de la conciencia, del inconsciente, de la simultaneidad
de los tiempos, lo originario, lo ignoto, la desmesura, la excedencia, la experiencia
de lo raro, del extrañamiento, en una palabra-signo la extrañeza frente a
lo otro:
Mis piernas flaquean
mi corazón arde
mi sacralidad me mata
Oh Dios
¿cuál será mi camino?
Escucho voces
pero ¿cuál es para mí?
¿qué puedo decir ante tanto extrañamiento?
Hanni enfrenta su mundo poético con su trasgresión, su rebeldía, todo aquello
que para la conciencia “normalizada” pasa inadvertido, para esa conciencia sometida,
ahogada y condenada en el disparate de la cotidianidad: “La paz apática”
que a nada teme tanto como a la exaltación, a la lucidez exasperada, al lugar
donde el límite de lo posible es transgredido, lo vedado que se confronta, las sombras
interiores lejanas e inesperadas, todo aquello que salga del carril cotidiano.
Nos habla de la nocturnidad poética, de cómo la noche alberga el alma,
la inspiración, la locura, la muerte; la voz poética surge y se alimenta de la noche
en un intento del dominio de la oscuridad y el convivir con ella, la poetisa crea
claridades de sus noches en su diaria iniciación. Escribir desde la febrilidad nocturna
y jamás desde esas zonas intermedias, neutras y crepusculares.
La nada, otro de sus vértices del pensamiento,
entrelazada siempre con las imágenes del abismo y el vacío, congregando en su ambivalencia
un espacio y un estado donde el cuerpo se silencia para regresar a su íntima esencia.
Contra la nada la poetisa conjura la creatividad, desde la nada, le es posible el
encuentro que permite tolerar lo que se nos niega. Su poesía habla de lo inexpresable,
lo por asumido nada conocido, lo inusual, captando el colapso del instante, ocupando
el lugar del espacio inexistente, sintiendo la herida del desgarramiento que siempre
ocupa la extrañeza de la existencia.
En la muerte, la poetisa se atreve a morir más allá de la muerte física,
cavila sobre el morir del ser, ese morir anónimo, indiferente eterno:
Mira cómo de mí mismo todo se separa
se me deshabita
seré ahora lo eternamente desplazado
Y mis escombros… ¿dónde?
¿Y la sensación de roce entre mis dedos y una
superficie lisa?
Lo posible… ¿dónde?
Ahí va la urna
Y yo no tengo lágrimas
sólo besos
y un puño alzado, erecto
por el misterio, por la rabia.
Un constante aprender a perder suave o bruscamente con el vivir, pérdidas
que demandan conocer y sentir olvidos, abandonos, extravíos, el desvanecerse de
las cosas, del dejar de ser instalándose frente a la rareza del existir, donde el
ser humano se religa a lo infinito y lo nimio, al asombro y a Dios, al deseo y a
la esperanza, al vacío y al absurdo del existir imposibilitado de pactos fáusticos.
Morir no es “irse del mundo”, es padecer la relatividad de la existencia, la flaqueza
de los hechos, la debilidad de lo circunstancial.
Mas Hanni Ossott piensa también en curar la herida, así, denomina a la poesía,
la cura, el poeta debe vivir en una continua cura al mantener la tensión
lírica y la presión del sentir desbordado de su alma:
Porque también hay risas junto a la zozobra
extrema tensión de la alegría
desbordes para la noche oscura
éxtasis
colmación.
Debo pensar en el espacio más luminoso del mundo
Delfos, lugar nocturno hecho luz
Es preciso
es preciso realizar de la Noche la
Luz.
La palabra creadora celebra desde la ruina, ilumina desde la sombra, es un
querer hacer posible lo imposible, es movimiento en algún espacio, es instante,
ráfaga, impulso; escribir poesía, para Hanni, es trazar una geografía del alma desde
la memoria que guarda cual vasija las visiones, las rachas de sentimientos, las
imágenes y las tensiones que surgen como chispazos explorando, emergiendo. La poesía
es escucha y receptividad.
La pasión y el error, la errancia y el esplendor, la signan, siempre cerca
del “duende” o, como diría Rafael López Pedraza, cerca del “toque dionisiaco”. El
hecho poético entra por la piel, es una efervescencia, un “yo soy otro” en palabras
de Rimbaud, no existe en ella la certidumbre, en su lugar la intuición, las visiones,
los delirios, el desgarramiento interior para alcanzar lo invisible y así llegar
a la otredad, en un espacio de inspiración donde la fertilidad y ebriedad de los
sentires se transfiguran, celebrando poéticamente, reteniendo fugaz y desesperadamente
con el verso la vida, sosteniendo la palabra en la lucha con el silencio y girando
al contrario del remolino de la nada.
En su escritura emocional conmueve su palabra dolida desde el corazón ardiente,
desde lo insondable del vivir y su seducción.
Y en el amor, del deseo la imagen suena, es palabra sonora:
extender infinitamente el beso
Que dure toda una noche
toda una eternidad.
rotación de cuerpos
canto elevado canto
a la sacra pasión del cuerpo.
Hay una mordida profunda
Incisiva
en el centro de mi sexo
por la cual yo me erijo como yo misma
y soy,
y poseo y dono
Regalo mi cuerpo y mi ansia
(…)
Me cruza una pendiente
me traza un precipicio
en el amor…
y en todas mis secretas junturas
con cuido, con recelo, tu te avienes a mí.
Es Hanni Ossott, un espíritu que padece su herida, se asoma al abismo, siente
profundamente la extrañeza frente a lo otro, a la muerte, a la nada, al amor, y
busca infatigablemente en el alma de la noche, la cura en cada uno de sus poemas.
Es su poesía un rapto existencial, seduce su visceral insistencia en desentrañar
instantes que prolongará en el verso, momentos enjaulados en el cuerpo y el alma
y abiertos al tanteo continuo en sus poemas:
Y todos buscando a sus propios dioses. Los dioses de las rocas son los ríos.
Los dioses del río: el cristal. Los dioses de los hombres: lo que no somos, nuestros
nombres situados en otras zonas, nuestros nombres incompletos y nuestros actos hechos
de piel y de sueño.
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ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
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