domingo, 23 de abril de 2023

WLADIMIR ZAMBRANO | Literatura, tecnología y educación en el siglo XXI




Para muchos adolescentes: escribir un poema, analizar un libro, preparar un ensayo, resultan tareas inacabables y por demás tediosas. Muchas son las razones que se nos ocurren para esto: desde la incapacidad para expresar correctamente sus ideas en el ámbito gramatical, hasta el hecho de que es un esfuerzo creativo que tiene como base un deber impuesto y no una motivación personal. Los padres dicen que el colegio no hace lo suficiente, los estudiantes no quieren acudir a las menguadas o escuetas bibliotecas. Muchos profesores no tienen tiempo para leer. No existe un Plan nacional de lectura… Lo cierto es que el círculo se expande hasta que se orilla en debates inertes sobre políticas públicas o ministerios superpoblados y sin presupuesto. 

De todas las razones mencionadas voy a enfocarme en una, que me atañe particularmente como escritor y docente, el esfuerzo creativo reducido al factor impositivo. Se exigen textos y conclusiones de acuerdo a juicios de valor preestablecidos. No es válida la disidencia y se asume que todos tienen el mismo nivel de lectura y redacción. Se solicita un texto de opinión y es un carnaval de “copia y pega”. El profesor se queja por la falta de habilidades lecto-escritoras, pero los estudiantes redactan y consumen cientos o miles de mensajes diarios ¿Leen los estudiantes? Sí ¿Leen y escriben lo que les piden los profesores? No ¿Cómo hacer para que los chicos se interesen por las actividades lecto-escritoras? Seamos críticos ¿Cómo hacemos de la literatura algo atractivo? En una era de inmediatismo y telecomunicaciones, el uso del periódico mural o la exposición oral resultan poco atractivas, no motivan a los jóvenes a realizar un trabajo escrito con calidad y originalidad. No solo porque implica un desgaste expresivo y económico que tendrá una posterior corrección cualificada sino porque estos formatos (el primero de la cultura impresa, el segundo de la cultura oral) se encuentran desfasados en relación al escenario en el que ellos se desenvuelven: la cultura digital.

“La apropiación de la lectura es esto: emoción e inteligencia que nacen o se reafirman con las coincidencias o desacuerdos que están en las páginas leídas” (Arguelles, 2014, pág. 4). Cuando se crea un texto literario se trabaja una idea y esta pasa por un proceso que no termina en la publicación de la misma ya que este continúa viajando en dialogo con los lectores, así como con otros libros y otras épocas. Lo que nos remite a la suma de los esfuerzos consolidada en una publicación, en una idea en movimiento: el verdadero poder mágico de la literatura… Por otro lado, al ser prácticas desarrolladas para obtener un puntaje en clases, el trabajo pasa por un proceso de creación-desarrollo-corrección-calificación-confinamiento en el escritorio del maestro o la carpeta del alumno. Termina su destino después de ser calificado, el poema es supeditado a una nota, a un gesto de archivador y grapas, lo que termina desmotivando al estudiante para próximas ocasiones. No hay sentido de apropiación.

Redes sociales y teléfonos inteligentes (antípodas conceptuales de lo que se concibe como una herramienta de clases) pueden ser releídos a través de los distintos matices que presenta la literatura (temática, expresiva y coyunturalmente), así como por los complementos de aula (teléfono, Tablet, laptop) que tanto gustan a los jóvenes. “Al tener los estudiantes que expresar sus ideas en distintos foros se fuerzan a reflexionar más sobre el significado de lo que lo hacen en un seminario cuando intervienen oralmente. A la vez, la estructura hipertextual favorece la comparación y discusión de ideas y a concentrarlas en pocas palabras y a encontrar un lugar adecuado para enlazarlas” (García Linares, 2013, pág. 11) . Utilizar el teléfono celular o las redes sociales motiva a los estudiantes, lo incita a apropiarse del trabajo, así como de su distribución o perfeccionamiento.

En una época en que la Inteligencia artificial hace su ingreso triunfal: resulta imprescindible revaluar las herramientas pedagógicas que fomentan la creatividad en el aula de clases. Analizándolas desde los valores y personajes de la cultura del siglo XXI. Cambiaron las preocupaciones. Ya no se pueden enviar el mismo tipo de tareas que se enviaban antes de la pandemia, de hecho, la aparición de aplicaciones como Chat GPT ha obligado a las universidades del mundo a modificar sus protocolos ¿se flexibiliza el concepto de plagio? ¿no se solicitarán resúmenes el próximo semestre? El futuro es incierto, pero tecnológico. Existe la necesidad de crear espacios y estrategias que utilicen las TICS como escenarios para el estudio y difusión de las prácticas lecto-escritoras, pero cumpliendo con las metas académicas y los temas programados, y a tono con las nuevas subjetividades y su forma de construir la realidad.

Una primera sugerencia es cambiar el enfoque docente: las TICS en el aula de clase, no deben ser contempladas como el acto de encender un proyector y hacer que los estudiantes observen imágenes y mandar las diapositivas para contestar preguntas. Es un dialogo de diferentes técnicas y tecnologías, que abran espacios donde los alumnos se sientan motivados a participar con sus propias creaciones y comentarios, disfrutando la idea de una próxima sesión ¿Cómo hacer para alcanzar este nivel motivacional? “A menudo, los docentes ignoran la actividad en línea que realizan sus alumnos fuera de la escuela e, incluso, cuando la conocen, pueden llegar a menospreciarla. El profesorado en ocasiones no es consciente de que las TIC son un excelente recurso para conectar con el alumnado y trabajar las habilidades y capacidades que se incluyen en el currículum partiendo de sus aficiones” (Torrego Gonzalez, 2012, p. 130). Una clase de literatura donde se aprenda los temas del currículo, pero desarrollando la opinión en diversos formatos. Hilos de Twitter sobre anécdotas personales, posteos y recomendaciones de lecturas en Facebook, galerías de foto-poesía en Instagram, concursos de Memes sobre clásicos de la literatura. Todo lo que genere insumos que continúen su dialogo en la red mucho después de terminada la clase.


Ergo, no es un comentario de superación en torno a la cultura impresa, ni digo todo esto con aires de manifiesto futurista. Amo los libros y siempre estarán los textos para guiar la clase. Escribo esto porque veo a los estudiantes pasar 24 horas leyendo la información basura que arrojan sus teléfonos celulares y no veo las clases de literatura allí, compitiendo por un espacio, palmo a palmo con las nuevas tendencias. Sin embargo, es posible crear espacios digitales desde el aula de clases y desde allí formar un público objetivo. Una revista virtual, un programa de podcast, un canal de booktubers, una cuenta de tik tok para sckecht teatrales. Espacios que aglutinen los mejores proyectos y sirvan como una ventana a la comunidad, motivando el crecimiento del medio, así como el desarrollo de las prácticas artísticas y lecto-escritoras.

La segunda sugerencia es la realización de actividades por encima de los prejuicios: hay que subrayar que es un proceso y que debe ser asumido como tal. Habrá temas y herramientas que disgusten o incomoden y se deberá investigar independientemente de cualquier polémica o prejuicio. Hace poco se volvió viral un profesor peruano que rapeaba la historia de los incas, luego ponía un acompañamiento musical desde su celular e invitaba a sus estudiantes a realizar una improvisación rimada sobre el tema, como a los chicos de ese sector les gustaba del hip hop les hizo gracia y funciono. “Un aspecto controvertido respecto de la incorporación de las TIC en los contextos educativos es el que se refiere a la utilización en las aulas de dispositivos tecnológicos portátiles (smartphones y tablets). A pesar de que existen ciertas reticencias y normativas prohibitivas, desde el campo de la tecnología educativa se ha propuesto que estos dispositivos permiten el desarrollo de nuevas formas de aprendizaje, mlearning, es decir aprendizaje ligado a la ubicuidad de las prácticas, la flexibilidad comunicativa y la accesibilidad a los contenidos” (Ramírez Montoya, 2009, p. 69)  Cada vez son más frecuentes las anécdotas de enfrentamientos entre docentes, alumnos y padres de familia sobre el uso del teléfono. Las leyes, los códigos de convivencia y las necesidades familiares confluyen en un nudo gordiano. Y aunque nos moleste debemos aceptar que esto ha llegado para quedarse y debemos encontrar la forma de generar prácticas que se adapten a los mismos. Solo así, muy aparte de los quehaceres académicos concretos, los alumnos leerán notas de prensa por placer, participaran de foros en redes sociales expresándose de forma correcta, realizaran búsquedas web con criticidad, y tomaran fotografías posteando sobre temas o frases como un producto de la cultura digital emitida desde el aula. Alimentando sus contenidos con los del currículo, mezclándose en la red, libros y autores con selfis y desmanes por igual, porque la literatura es parte de la vida, no algo sagrado e impenetrable.

Muchas veces las instituciones temen generar estos espacios porque pueden devenir en ventanas de crítica o polémica. Pero potencializar la producción, así como visibilizar el talento institucional a través de medios virtuales, debe ser visto como una necesidad en una época de hiperconectividad y transparencia. “Las posibilidades tecnológicas permiten, por tanto, no solo ampliar los límites de la lectura y escritura sino modificar y transformar las funciones tradicionales de los diferentes participantes en el proceso comunicativo, puesto que ahora cada usuario es un autor, un lector, un editor o un distribuidor en potencia” (Ballester & Ibarra, 2016, p. 159). Aplicar este tipo de trabajos de investigación en el aula de clase no solamente coloca a las instituciones a la vanguardia pedagógica sino que las enmarca en objetivos “donde se experimentan nuevos escenarios formativos que apuestan al intercambio de conocimiento inmediato entre docentes y estudiantes, permitiendo que se construyan nuevos aprendizajes en forma colaborativa, reflexiva critica, en un ambiente amigable, flexible, dinámico, pluripersonal y pluridimensional” (Mineduc, 2012, p. 12). De allí la viabilidad de generar actividades en que textos y tecnología circulan en una cadena de doble direccionalidad en la que el estudiante se entrena constantemente, entreteniéndose y aprendiendo.


La pandemia y la cultura digital imponen nuevos retos para el Siglo XXI. Y a pesar de que algunos profesores se desaniman ante el contexto y se preocupan en buscar nuevas formas de control. Existen alternativas menos restrictivas, pero que requieren un poco más de investigación. Programando un canon de aula y de experiencias lectoras acorde a los escenarios cada vez más cambiantes de nuestros estudiantes (Ballester & Ibarra, 2016). Apostando por actividades que dialoguen con los debates y la tecnología de nuestro tiempo, arriesgándonos a tratar lecturas incomodas, pero necesarias. Asumiendo una realidad heterogénea, que prescinde de moralejas o respuestas preestablecidas. Viviendo la literatura.

 

Bibliografía

Arguelles, J. D. (2014). ¿Qué leen los que no leen? El poder inmaterial de la lectura, la tradición literaria y el placer de leer. México D.F: Océano Travesía.

Ballester, J. & Ibarra, N. (2016). La educación lectora, literaria y el libro en la era digital. Revista chilena de literatura, 159.

García Linares, J. M. (2013). Enseñar literatura en entornos digitales. Revista de la red de universidades lectoras, 11.

Mineduc. (2012). Tecnologías de la información y la comunicación aplicada a la educación - Programa de formación continua del magisterio fiscal. Quito: Ministerio de educación del Ecuador.

Ramírez Montoya, M. (2009). Recursos tecnológicos para el aprendizaje móvil (mlearning) y su relación con los ambientes de educación a distancia: implementaciones e investigaciones. Revista de investigación educativa, 57-82.

Torrego González, A. (2012). La utilización de los blogs como recurso educativo en el área de Lengua Castellana y Literatura. Revista Electrónica Interuniversitaria de formación del profesorado, 130.

 

 

WLADIMIR ZAMBRANO (Guayaquil, Ecuador, 1984). Poeta, artista plástico y docente. Licenciado en comunicación; especializado en proyectos de lectura y bibliotecas escolares; Master en gestión educativa por la Universidad de Especialidades Espíritu Santo. Su primera tentativa poética Diario del Crepúsculo recibió el premio nacional de poesía David Ledesma Vásquez en el 2009, desde entonces ha publicado los libros Interior de ciudad (Dadaif, Guayaquil 2011), La restauración (Casca huesos editores, Lima 2013) y Carta de los muertos para uso de los vivos (Fondo de animal editores, Guayaquil 2020).

 

DESMOND MORRIS (Reino Unido, 1928). Sus grandes pasiones son los animales y el arte. Es zoólogo, con doctorado en Oxford, etólogo, pintor surrealista y experto en sociobiología humana. Ha publicado 48 artículos científicos, escrito 80 libros y ha sido traducido a 43 idiomas. Entre 1956 y 1998, presentó más de 700 programas de televisión. También pintó más de 3400 cuadros y presentó 60 exposiciones individuales. (Fuente: U.Porto) Uno de sus libros más destacados es The Naked Ape (1967), además de ser conocido por su programa de televisión Zoo Time, en la década de 1960, en ITV.

 





Agulha Revista de Cultura

Número 228 | abril de 2023

Artista convidado: Desmond Morris (Reino Unido, 1928)

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