Voluptuosas formas, arrebatados instintos, desorden pandemonio del mundo, creación permanente, volcánicas manifestaciones del ser, la genialidad muchas veces esta relacionada con fuerzas compulsivas y estados excéntricos de una manera maravillosa y ratos agreste condición humana.
Se dice que un genio manifiesta ciertos estados de locura, más en una sociedad neurótica y en estados autodestructivos del alma, no todo enajenado es un genio. Esas manifestaciones son fuerzas de una gran energía creativa, estados anímicos que conllevan a actos destructivos y creativos, a una devastación tortuosa y sombría, melancólica o festiva, producto de la incomprensión de sus medio, de grandes faltantes de pares con los cuales puedan compartir sus sueños. Es el origen del numen imaginativo, presencia de una originalidad que junta lo artístico y lo científico, abriendo caminos nuevos y trasformando su realidad en preguntas siempre inéditas.
Juego deslizante de insatisfacciones, de acrobacias espirituales, de búsquedas incesantes, del sentido del movimiento y del color, hay en esos seres una duda gigantesca, la enorme soledad de un diálogo con el Universo, en pleno sentido de lo Diverso y lo expansivo, la lucidez y la oscuridad, el encantamiento y la esperanza al lado de impenetrables socavones de desesperanza y desaliento. De ahí que los genios sena propensos también a actos desaforados, a tratamientos con la droga y el licor, medidas extremas para saciar la sed de sus permanentes búsquedas.
La embriaguez, el delirante estado de fluidez que tiembla, la queja, la congoja, una irascibilidad proverbial, conjuntamente con estados de ternura y de belleza sublimada y contemplación mística. Esos estados de desmesura han sido frecuentes en artistas, escritores, músicos, algunos científicos que aún en medio del racionalismo y sus ecuaciones medibles y sus teorías plausibles, no abandonan la condición humana del miedo, el amor inaudito, la espectacularidad, el arrobamiento o el suicidio.
No sólo, las enfermedades que desgastan el cuerpo de cualquier ser humano, las dolencias del cáncer, la anorexia compulsa, le vértigo, el Parkison, la epilepsia, la hidropesía, el asma, sino también una sensación devastadora del sentir, el oprobio por desilusión, por olvido, por rechazo. La angustia de ser traicionado, copiado, maltratado, vilipendiado por sus ideas y muchas veces perseguido y sentenciado a muerte.
Mozart descabellado, irónico, audaz para su época, también fue melancólico y depresivo en sus momentos álgidos. Nerval delirante, Sorel Kierkegard desgarrador, se atreve a dejarnos dos extraños y bellos libros, “El concepto de angustia” y “ El tratado de la desesperación”, Pascal deja sus aforismos, dentelladas escépticas sobre el mundo, Isadore Duchase, con sus cantos terribles, donde lo hórrido y lo cruento, la orfandad y el miedo, la desolación y la angustia se convierten en hechos poéticos sin precedentes, son las palabras de un desquiciamiento donde se desnuda el alma de la humanidad, sus truculencias y sus extrañas formas de amar.
No es extraño que un personaje de novela como Roskolnikov, se sintiera predestinado y genial y se comparara con Napolén, apareciendo uno de los tantos arquetipos de locura de la Modernidad, más era su creador, Dostoievski un gran atormentado, entre la dipsomanía y la angustia, bebedor incesante, escritor compulsivo. Nos deja una obra profunda de los estudios de la psicología de los seres humanos, como si él retomara las voces de los que nunca hablan, de los miles de seres anónimos que luchan, aman y se expresan en delirios y fantasmas, convirtiendo su existencia en algo singular aún en medio de la soledad y el exilio.
Scout Fitzgerld, un gran borracho que perteneció a una generación desencantada de escritores, perseguidos o desterrados voluntarios de Estado Unidos, va a Europa, escribe obras de gran audacia y sensibilidad, pero ahogado en sus botellas vive y muere de una manera errática y desequilibrada. No podemos olvidar, de nuevo a Malcon Lowry y sus mística por la bebida, más su obra de una inmensidad sobre el sentido de los pasos de los seres sobre el Planeta Tierra. Richard Ford, Raymond Carver y el genial Charles Bukowski, en una forma de vagabundeo citadino y anímico, bebieron ríos de alcoholes y conocieron los bajos fondos de todas las cloacas de ciudad. Bukowski se convierte en un héroe legendario que pone el dedo en la llaga de la cultura decadente de una Norteamérica descreída y opaca. Él con una fina ironía corre la piel mezquina de su época y desnuda hasta el tuétano las condiciones sociales de desigualdad y segregación, la hipocresía de las dobles morales y la fustiga contra los convencionalismos morales haciendo de su obra y de su biografía toda una leyenda contestataria y libertaria.
En esa misma línea están todos los grandes malditos de la literatura norteamericana la famosa generación Beat, escritores como Ginsberg, poeta y experimentador con todo tipo de alucinantes psicodélicas, Jack Korouac, William Burroughs, toda una generación de vagabundos, de rebeldes contra la guerra, de amorosos suicidadas y eróticos libertarios, probaron el ácido lisérgico, las bebidas y cócteles más inverosímiles, mas su poesía y su narrativa perdura como una muestra de una posición juvenil arrolladora, algo que marco una época de irreverente, la gran sacudida de el famoso “modo de vida americano” de posguerra, la cremosa idea benigna de la familia Lassie y el gelatinosos mundo blanco del granjero limpio y del KukusKlan de antorchas. Poetas que denunciaron la segregación, que se internaron por filosofías orientales, por la mística de los chamanes, por el conocimiento del mescal como ebriedad “santa”. Ebrios como un gran pintor de Norteamérica Jackson Pollock, que mueve los conceptos anquilosados del arte en Estados Unidos y se convierte en una vanguardia reconocida a nivel mundial.
De los más anteriores poetas, casi proféticos y míticos estaría Francois Villon, poeta del siglo XV, nacido en el año 1431, toda una leyenda anticlerical, ladrón, amigo prostibulario, bufonesco, satírico, perseguido y varias veces condenado a la muerte de donde se escapaba casi por milagro, bebedor y andariego, es la prefigura de una arquetipo de insolente y desarraigado personaje de la poética del malditismo. Una de los grandes poetas de su tiempo que aún hoy en día retumbas sus canciones y sus versos. El otro gran impertinente es un poeta latino nacido en Verona en el año 62 después de Cristo, cayo Valerio Catulo, de un desabrochado erotismo, crea una poesía subjetiva, personal e intimista, no exenta de crítica y cargada de mordacidad. Li Po, el poeta que exalta a la luna y al vino, muere arrojándose a una laguna en medio de su fiesta etílica buscando el reflejo de su amada Selene. Ni que decir de el gran matemático y astrólogo, poeta y festivo amoroso del vino, Omar Khayyam, una celebridad del pensamiento y una fiesta creativa, lujuria y filosofía, alegría creadora y sensación de explorar la vastedad del mundo.
Que sea un motivo para beber de dichas fuentes, conocer sus obras y sus vidas y acercarse a ese errático e intenso mundo creativo.
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Luis Fernando Cuartas (Colombia, 1959). Escritor y ensayista. Fundador de Taller de Luna, grupo de escritores de la Universidad Nacional. Cofundador de la Revista Punto Seguido, de la ciudad de Medellín, Colombia. Coordina un espacio en la Radio Universitaria sobre poesía y música. Dirige la Fonoteca de la Universidad Nacional, sede de Medellín. Inédito en libro. Contacto: lfcuarta@gmail.com. Página ilustrada con obras de la artista Aline Daka (Brasil).
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