sexta-feira, 29 de julho de 2016

KARLA FRANCESCHI C. | Juan Calzadilla: “No hay suficiente promoción del arte venezolano”


Juan Calzadilla, crítico, poeta y artista plástico, se interesó por la convergencia de sus pasiones primarias: las letras y las formas. De allí nace Formas escritas a mano, una exposición antológica en la que se presentan 36 piezas de pequeño y gran formato fechadas desde 1969 hasta la actualidad, que recorren a grandes rasgos la carrera del intelectual de 85 años de edad.
Vinculado a grandes movimientos vanguardistas del país, el ganador del Premio Nacional de Artes Plásticas 1996 dirigió la Galería de Arte Nacional hasta 2012, en una gestión que fue reconocida por los esfuerzos y la revitalización que le imprimió a la pinacoteca.
Reconoce que el Estado nunca ha estado interesado en aumentar el patrimonio artístico de la nación, pero afirma que la autonomía de los museos no dio los resultados esperados. No duda en asegurar que hace falta una mayor promoción del arte venezolano y que las escuelas de arte adolecen de formación técnica.

—Usted realizó la curaduría de Formas escritas a mano. ¿Qué necesitaba mostrar?

—Esta es una pequeña antología de piezas que conservaba. Se me presentó la oportunidad con esta galería. Pudiera haber escogido otro grupo, pero como se acaba de publicar el libro Silabario del incierto. Entrevistas a Juan Calzadilla. Recopilación de Franklin Fernández, quería ver cómo se vinculaban los géneros en mi carrera, el dibujo con la poesía. Yo nunca me he ocupado lo suficiente de mi obra. La reviso ocasionalmente. Eso me hizo reflexionar y pensar cuál es el nexo que existía entre las obras y lo que escribo, incluyendo lo que estoy haciendo ahora.

—¿En qué está trabajando?

—Ahora estoy haciendo una propuesta, que viene desde los años sesenta, que es concebir la obra sin marco, que desborde las fronteras de lo que se considera la obra de arte. Eso significaría hacer aproximaciones a relieves y escalas, siempre a partir de lo gestual, que es el impulso que se consigue con una pulsión libre, espontánea, instintiva.

—¿Qué lo llevó a ocuparse de su propia obra?

—Lo que pasa es que trabajo por temporadas. Me he dedicado a varias cosas como la crítica, la investigación, la crónica y la poesía, en la que tengo más público. Me di cuenta de que tenía un trabajo que ameritaba una reflexión sobre qué me llevó a desbordar la escritura hacia la plástica. Mientras escribo no le dedico tiempo a más nada.

—¿Va con frecuencia a los museos?

—En estos días fui al Museo de Arte Contemporáneo. Voy con frecuencia y también a las galerías.

—En 2012 usted aseguró que los museos seguían siendo excluyentes. ¿Cree que esa situación ha cambiado?

—Estuve alrededor de tres años al frente de la GAN. Me interesé, sobre todo, por lo clásico con la idea de que si enmarcamos lo que está ocurriendo hoy en el proceso histórico que va del siglo XIX al siglo XX, entonces se podría tener una base para hacer un movimiento de inclusión con propuestas nuevas. Pero yo no seguí, ahí está su directiva y su propuesta para la programación. Colaboro en lo que puedo para dilucidar sobre lo que se hizo anteriormente, que es el problema más serio.

—¿Y no hay que estudiar lo que se hace ahora?

—Los artistas de ahora dan sus propios testimonios. De quien hay que decir es de aquellos que murieron, que dejaron su obra, que luego de haber tenido éxito pasaron al silencio. No podemos continuar sin tener en mente lo que se ha hecho antes. Supongo que no concibo que se pueda trabajar de otro modo sino remitiéndose constantemente a la trayectoria histórica, al arte del pasado.

—Cuando se hizo la última adquisición para la colección de la Fundación Museos Nacionales, usted afirmó que el arte contemporáneo no tiene suficiente representación dentro del patrimonio. ¿Qué le hace falta a las colecciones?

—Esa es una falla que arrastramos desde el siglo pasado, incluso de toda la historia moderna del país. Nunca le han prestado suficiente atención ni se han ocupado del patrimonio artístico. Se han desaprovechado épocas en las que las obras se hubieran podido adquirir hasta por donaciones o a precios muy económicos. Todo eso se perdió hasta el punto de que la colección de arte de todos los museos, principalmente de la GAN, es muy incompleta. Los críticos siempre lo han advertido.

—Eso habla de una política deficiente de adquisiciones y donaciones.

—La política museológica del país estuvo siempre orientada a considerar a los museos como instituciones autónomas y que fueran ellos mismos los que se ocuparan de crear fuentes económicas para aumentar las colecciones y hacer las exposiciones. Pero eso nunca dio resultado. Y el Estado nunca se ha ocupado, a través de políticas basadas en el conocimiento, de enriquecer las colecciones. Aunque el patrimonio artístico del país es grande, está muy incompleto.

—¿Considera que centralizar la política museológica a través de la Fundación Museos Nacionales es mejor que la independencia de las instituciones?

—Eso es muy difícil de responder, de determinar. Eso depende de la intención que se tenga. La regulación es buena siempre que se aborde el problema y se resuelva con políticas adecuadas. La autonomía de los museos era muy positiva porque se enriquecía mucho a través de la programación, pero tenía fallas con respecto a coherencia entre las exhibiciones. Por ejemplo, en el siglo pasado la tendencia fue dejar que los curadores decidieran lo que se tenía que mostrar y hacer, como política de Estado para estimular la creación de la gente joven. Pero los curadores actúan con individualismo y eso creó exclusión y sectarismo desde el punto de vista de lo que se presentaba. Eso no fue positivo porque no podemos depender del gusto personal para exponer a un público que desconoce lo que pasa. ¿Cómo buscar un equilibrio? Ese es el problema. Hay que estimular la producción de la gente joven, tanto de aquellos que no están dentro de una corriente realista, por decirlo de alguna manera, como de aquellos que hacen arte revolucionario. Nosotros tenemos que apoyar la diversidad que siempre tuvimos en el arte y continuar con políticas nuevas, dejando que los artistas hagan las propuestas.

—¿Sustituyen las galerías a los museos como espacios expositivos?

—Lo que pasa con las galerías es que están subordinadas al mercado y a la estética del momento. Sin embargo, han desatendido el trabajo promocional, que era lo que se hacía antes. Le hace falta espacio a lo nuevo, para que las obras de los artistas noveles adquieran valor. Hoy es imposible que alguno de ellos adquiera más valor del que tiene porque la tendencia es a la baja. La mayoría de las galerías solo admiten creadores que ya tengan un nombre hecho, para que las comisiones por las ventas puedan pagar los gastos. No hay suficiente promoción del arte venezolano para que se fomente un nuevo coleccionismo, que permita que los jóvenes se ayuden con la venta de sus obras.

—¿Considera que ya no hay coleccionismo?

—No es que no haya sino que está cambiando. Los coleccionistas se han vuelto cada vez más conservadores porque no piensan en función de la obra sino de la inversión, si se garantiza el dinero que pagan. Antes la gente invertía porque creía que la pieza valía más que el dinero. Ya no es así, hay incertidumbre.

—¿Qué opina de la suspensión de la FIA luego de 24 ediciones ininterrumpidas?

—Eso fue un error y una lástima. La FIA hace un trabajo muy bueno de promoción a los artistas venezolanos. Creo que la feria se desmotivó porque se creyó que venía un período de agudización de la crisis del país.

—¿Qué pueden hacer los museos para recuperar su público?

—La asistencia a los museos siempre ha sido muy poca. No recuerdo una exposición, ni siquiera la de Henry Moore, que haya tenido más de 500 personas en una inauguración. Normalmente, algunas de más vanguardia y las más publicitadas, patrocinadas por fundaciones o empresas, podían llevar más personas. O el Salón Oficial, que metía hasta 5.000 personas los domingos y luego no iba nadie. Hay una desvinculación entre el trabajo de los artistas y las masas que viene desde hace mucho tiempo, al punto de que las exposiciones se programaban para quienes sabían. Pero en cuanto a la preparación de un público, no la hubo ni la hay tampoco. Hay que trabajar en función de hacer que vaya más gente a los museos, pero eso es una labor educativa. Hay que aceptar que el arte, en esta época, ya no es el mismo de hace 40 años. La audiencia ha disminuido mucho con la competencia de los lenguajes y el acceso a las nuevas tecnologías que hacen que todo lo que se produzca tenga un viso creativo, que sustituye al arte.

—¿Regresa la idea de la muerte de la pintura?







—Hay un libro de Inocente Palacios que se llama Vida, pasión y muerte del cuadro de caballete. Había otro crítico argentino, Romero Brest, que aseguraba que el museo tenía que desaparecer, que había que crear nuevos marcos para exponer que no pasaran por la parte arqueológica que significaba llevar a un museo la obra de un artista consagrado para que encuentre ahí una tumba. Reverón decía que los museos eran las tumbas de la pintura. ¿Qué hay que hacer? Eso es un asunto verdaderamente serio, hay que ver ese problema: si el arte tiene que seguir siendo como es o hay que plantearlo de otro modo, en el que se pueda justificar que hay obras que se relacionan con el espacio. Mientras existan los muros no puede desaparecer la pintura. Y eso es lo que pasa.

—¿Debe tener el artista un compromiso ideológico?

—El artista debe tenerlo, pero el arte es libre de manifestarse por su índole, a través de sus medios. Hay principios fundamentales aunque hayan desaparecido recientemente. En la obra siempre va a predominar la expresión, el carácter.

—¿Los museos venezolanos están preparados para el futuro?

—Los museos no deben prepararse para el futuro sino los artistas, la gente emergente, que está estudiando. Hay que formar a los nuevos creadores desde la teoría y la práctica. Hay una tendencia a desestimar la formación técnica y es grave. Un pintor que no sepa dibujar es algo fatal, así sea conceptualmente debe saber cómo presentar una figura. Ese es un problema que existe porque las escuelas dejaron de ser centros de formación técnica, artesanal. Ahora todo se resuelve con la computadora. Y si hay alguien que no sabe, asegura que es conceptual y se acoge a la sustitución de los símbolos, a desplazar las imágenes para priorizar la idea. Hay una frase muy buena que define lo que está pasando: “La obra de arte ha llegado a ser lo que se dice sobre ella” y los artistas se han vuelto opinadores para calificar una pieza de obra maestra, sin que necesariamente lo sea.



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Organização a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC Edições
Artista convidado | Juan Calzadilla (Venezuela, 1931)
Agradecimentos: Beira Lisboa, César Seco, Franklin Fernández y Juan Calzadilla
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de séries especiais da Agulha Revista de Cultura, assim estruturado:

1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO, II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
10 AGULHA HISPÂNICA (2010-2011)

Agulha Revista de Cultura teve em sua primeira fase a coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011 restringiu seu ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha Hispânica, sob a coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012 retoma seu projeto original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano Martins e Márcio Simões.

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