Si hubo un escritor que vislumbró el cansancio, la desesperación y la
debacle moral de la era moderna occidental fue Franz Kafka. Tal vez, iniciar
estas líneas con dicho argumento, no sea descubrir el agua tibia y mucho menos
acceder a los planos elevados de la exégesis, pero luego de releer a dos poetas
clásicos de la literatura venezolana como lo son Juan Sánchez Peláez y José
Barroeta, no me ha quedado otro camino para reflexionar en torno al tema
elegido, que aquel transitado por ese europeo solitario y recluido en los
abismos más profundos de la soledad y el hastío, como lo fue Kafka.
Para la composición de esta partitura, he tomado dos textos que a mi
parecer son fundamentales dentro de lo que es la poesía venezolana
contemporánea. Uno es un clásico: Animal de Costumbre, de Sánchez
Peláez, y el otro que si bien no goza de ser un clásico, por lo menos es una
pieza fundamental dentro de nuestra poesía, se titula: Costumbre
Occidental, de José Barroeta.
Ahora bien, dicho sistema de selección tiene ventajas y desventajas. En
primer lugar la lectura de un clásico como lo es el poema Animal
de Costumbre, nos exige como lectores recrear nuevos ámbitos para
acercarnos a sus territorios, debido a que es un poema que debe cargar con
la cruz de los lugares comunes de las interpretaciones académicas, de las
tertulias, o en el peor de los casos, cargar con la cruz de ser uno de
los poemas más importante de nuestras letras. Este poema como
realización estética es heredero de una tradición literaria y filosófica como
lo son el surrealismo y el existencialismo; y en el ámbito concreto de nuestra
poesía me atrevería a decir que es una prolongación de aquella poética
hermética y desesperada del gran José Antonio Ramos Sucre.
Por otro lado, y aquí ya hablaré de las ventajas, el poema Costumbre
Occidental es un poema poco conocido dentro de la vasta obra de
Barroeta. No pertenece al canon de poemas como el mismo Animal de
Costumbre o el poema Derrota de Rafael Cadenas. Es
una pieza rara que no termina de engranar. De él está todo por decirse e
inventarse, lo que ya es un punto a favor, entendiendo que todo ejercicio
crítico es un diálogo, un tránsito de una obra a otra, un acto de lucidez y por
supuesto un acto de creación, como lo dijo una vez Francisco Rivera.
Volvamos ahora a Kafka. En su novela El Castillo, Kafka
lleva hasta límites impensables la sensación de imposibilidad y
cansancio. El personaje K. recorre un camino absurdo e infinito en
búsqueda de un castillo, y cada vez que parece estar cerca éste se aleja de
forma progresiva, dejándolo sumido en una profunda sensación de abatimiento y
fracaso. Igual ocurre en la novela El Proceso donde el
personaje Joseph K. es declarado culpable por un delito que desconoce haber
cometido y luego empieza toda una aventura sombría por los estratos del poder
burocrático de justicia para conocer los motivos de su condena. El día que está
a punto de conocer la razón es asesinado por dos funcionarios.
Estas dos obras de Kafka vislumbran la pesadilla del hombre moderno y la
opresión que vive éste dentro de un sistema de poder que está condicionado y
configurado para su explotación y desublimación. Los personajes de estas
novelas recorren laberintos infinitos en búsqueda de una verdad desconocida que
sólo un poder despiadado y sombrío parece poseer. La opresión a la que son
sometidos estos dos personajes es una opresión psíquica y espiritual. Dicha
acción aniquila su conciencia y los deja abatidos. Es una especie de violencia
pasiva que los impulsa, a partir de supuestos proyectos personales de búsqueda,
a ser ellos los realizadores concretos de su autodestrucción.
Atendamos a los primeros versos del poema Animal de Costumbre:
Mi
animal de costumbre me observa y me vigila.
Mueve
su larga cola. Viene hasta a mí
A
una hora imprecisa.
Me
devora todos los días, a cada segundo.
Cuando
voy a la oficina, me pregunta:
¿Por
qué trabajas
Justamente
Aquí?
Como bien sabemos, todo poema es un universo simbólico y sensorial. Cada
palabra enuncia una idea y al mismo tiempo oculta de forma infinita otras. En
este sentido, esta primera estrofa, desde una lectura
inicial, podría decirse que está construida desde la noción de
acecho y persecución. Hay un animal que persigue y vigila a un sujeto que de
forma pasiva acepta su condición de víctima. Este animal es humanizado y
transformado en verdugo. Pero si orientamos la lectura hacia ámbitos más
recónditos, podemos observar que el poeta trata de develarnos una atmósfera
opresiva donde el yo se debate ante sí mismo. Este debate
del yo emerge desde la sensación de nulidad y fracaso ante un poder
elevado y feroz. Ahora bien, sería preciso preguntarnos qué simboliza el animal
dentro de la configuración del poema.
El filósofo sur coreano Byung-Chul Han, plantea en su libro Psicopolítica que
la sociedad moderna tiene dos características fundamentales. Una de ellas es el
control a través de estructuras disciplinarias de la conciencia y la otra de
más reciente data, tiene que ver con la supuesta libertad individual y
colectiva que pregona el sistema neoliberal a través de la entronización de los
deseos. En el caso concreto del poema de Juan Sánchez Peláez, podemos observar
como el símbolo del animal representa a la estructura
disciplinaria. Ésta está presente en el poema para cuestionar la
libertad del individuo y provocar en él la sensación de dependencia y miedo. El
animal devenido en funcionario se asemeja a los verdugos de Joseph
K. que con su mirada inquisitiva le acusan y condenan a
cada paso. El sujeto oprimido ante dicha experiencia no puede más
que sentirse desamparado y escindido. En cierto sentido esta atmósfera opresiva
y fantasmagórica es la que construye el sentimiento de irracionalidad y
fragmentación dentro del poema. La voz poética se entrama desde la experiencia
del cansancio y la fatiga, y no encuentra luz ante tanta oscuridad: “A lo largo
de esta primavera que se inicia mi animal de costumbre me roba el sol”.
La sociedad moderna está edificada desde el control y el orden. Para
ejercer tales acciones se ha dado la tarea de establecer patrones y normativas
desde la idea de estabilidad. Esta supuesta estabilidad no es más que una
cárcel. Las escuelas, las oficinas, los hospitales, los centros penitenciarios
y los centros comerciales no son más que espacios que se configuran desde esa
realidad impersonal y deshumanizada donde la sociedad de la disciplina ejerce
su poderío. Sus metáforas entronizan el consumo, la banalización del cuerpo
ante el espíritu, y todo se hace mercancía intercambiable y circunstancial.
Ante esta desmoralización de la existencia, la poesía emerge como fuente de
iluminación y revelación. El lenguaje poético transgrede dichas normas y
estructuras, escandaliza las formas sociales apostando siempre por relaciones
más humanas y trascendentes. No acepta los modelos, todo lo contrario, los
cuestiona y los coloca en espacio crítico.
Leamos a continuación unas estrofas del poema Costumbre Occidental, de
José Barroeta:
Debes
comenzar por donde te enseñaron.
Lo
recomendable es que no pierdas nunca el sistema
de
horario: comer cada tres o cuatro horas
dejarte
bañar por otras o por tus propias manos una
si
es posible dos veces al día.
No
descuides tu horario en el momento de crecer
fíjate
que hay relojes carteles caras que anunciaran tu llegada e impedirán el extravío.
En
el intermedio de las horas puedes si la vida
Te
ha dotado de ello desayunar almorzar cenar
detener
tu cuerpo y otros en la cama y debes si te gusta mirar de vez en cuando los
pájaros y si te queda tiempo las nubes (…)
Si existe una forma concreta para definir el mundo y su totalitarismo es
la forma imperativa en la cual se tejen las relaciones intersubjetivas entre
los individuos y ese poder anónimo que rige su vida. Pareciera que de forma
pasiva los seres humanos aceptaran una especie de manual de uso y abuso para
una coexistencia sana y equilibrada dentro del orden social establecido. Pero
resulta que dicho manual no es más que una vil forma de dominación. Ese
imperativo es la representación del Big Brother. El Big Brother es también la
prefiguración del Animal de Costumbre que acecha al ser humano
y doblega toda su voluntad. A través de esta forma de opresión el individuo
pierde toda noción de sí mismo y se esclaviza como un autómata ante los
mecanismos del sistema.
En el poema Costumbre Occidental se nos presenta el
imperativo de forma muy clara, y también se hace claro y evidente cómo el
individuo se va perdiendo ante todo lo que le rodea. Porque aunque siga un
patrón de conducta, su relación, por ejemplo, con el tiempo y su cuerpo, con el
mundo y la vida se originan desde la quietud y la imposibilidad. Su única
posibilidad es transitar ese camino trazado por otro y otros. Ser sólo un
eslabón y perderse en la maraña del engranaje de forma sistemática. De esta
manera pierde sus deseos y acepta una serie de deseos impuestos que sólo lo
convierten en una máquina de consumo y sumisión.
Como lo dijo Piglia “la literatura discute lo que discute la vida, pero
en otro registro”. En este sentido, podemos observar como estos dos poemas
condensan la experiencia agónica del individuo contemporáneo. A través de un
juego de correspondencias observamos cómo se complementan uno al otro en una
misma preocupación: la agonía y el cansancio de una sociedad que está presa en
sí misma, enferma y perdida.
*****
Organização a cargo de Floriano Martins © 2016 ARC
Edições
Artista convidado: Ramón Chirinos (Venezuela, 1950)
Agradecimentos: Miguel Márquez
Imagens © Acervo Resto do Mundo
Esta edição integra o projeto de séries
especiais da Agulha Revista de Cultura, assim estruturado:
1 PRIMEIRA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
2 VIAGENS DO SURREALISMO, I
3 O RIO DA MEMÓRIA, I
4 VANGUARDAS NO SÉCULO XX
5 VOZES POÉTICAS
6 PROJETO EDITORIAL BANDA HISPÂNICA
7 VIAGENS DO SURREALISMO, II
8 O RIO DA MEMÓRIA, II
9 SEGUNDA ANTOLOGIA ARC FASE I (1999-2009)
10 AGULHA HISPÂNICA (2010-2011)
A Agulha Revista de Cultura teve
em sua primeira fase a coordenação editorial de Floriano Martins e Claudio
Willer, tendo sido hospedada no portal Jornal de Poesia. No biênio 2010-2011
restringiu seu ambiente ao mundo de língua espanhola, sob o título de Agulha
Hispânica, sob a coordenação editorial apenas de Floriano Martins. Desde 2012
retoma seu projeto original, desta vez sob a coordenação editorial de Floriano
Martins e Márcio Simões.
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