terça-feira, 6 de março de 2018

LUIS LAYA | Rayar los muebles en (des) uso de razón



Es fácil caer en lugares comunes cuando se habla de los movimientos de los años 60, de los autores y artistas que plantearon al calor de esos tiempos de ruptura y de utopía, visiones paralelas de lo que pasaba en lo político y lo social. Sería simple ponerse a numerar cosas, y situarse -sin querer- tan lejos de la esencia de aquello que se lista como el objeto que se deseaba trascender y, capaz, de implosionar.
A menudo se habla de la música pero no de la musicalidad, de la irreverencia pero no de las ideas, del pacifismo pero no de la dialéctica, de la píldora anticonceptiva y se olvidan de las camadas de niños muertos por hambruna en lugares alejados de los centros donde se suelen “documentar” los acontecimientos “importantes”.
Se editan recuentos de películas, se publican apologías de automóviles y locomotoras; se dice una y otra vez que mataron a Malcom X debido a la estupidez y maldad sin restricciones del ser humano. La repetición cansa la emoción, agota la inteligencia.
Firmar una antología poética sobre el contradictorio Caupolicán Ovalles, compendiar obra y fotografiar al hombre, ser rigurosos y plasmar un registro crítico completo sobre uno de los movimientos más resonantes, por la causa que haya sido, de la literatura y el arte nacionales, como fue el caso del Techo de la Ballena, significa una apuesta hermosa e irresponsable.
Asoma la posibilidad escabrosa de poner esta pieza como referencia en la biblioteca de ahora en adelante. Se materializa la tentación negligente y postergada del intento loable. Convoquemos al morbo. Quizás sea el potencial y estrepitoso fracaso de la empresa lo más emocionante que encierre la aparición de En (des)uso de razón. A partir de este momento, el volumen queda sometido a prueba.





Porque ¿cómo reflejar de modo emocional, digamos, lo que significó para una clase media embrionaria y pacata, expuesta a la desinformación y la represión, aquel propositivo accionar de poetas y pintores, ahíta como estaba de cachivaches de modernidad y promesas de confort?
¿Y cómo intentarlo tan siquiera, cuatro o cinco décadas de polvo más tarde? ¿Resultará una forma más de homenaje, otra necrofilia rendida a la contrarevolución -de un modo poco sofisticado- traicionando así el espíritu de aquellos artefactos ideológico-políticos-estéticos? ¿Un bluff? ¿Una estafa a los principios contra-hegemónicos del arte, con todo su salvajismo en la alforja?
Al margen de cuestionamientos a priori, edificados sobre los despropósitos potenciales presentes en cualquier obra que revise una época, sin detenernos en la traición que cubre todo endiosamiento, surge también como punzón reivindicador la intención primaria de los artistas.
Si el clamor que despertó en estos hombres la necesidad casi fisiológica de producir arte al margen de los cánones fofos aceptados mayoritariamente en la época (años 50-60), consigue impregnar asimismo el volumen que compendia, ahí chillará, como furioso animal mítico, herido pero dispuesto de nuevo a combatir, ese origen devastador de anaqueles y telaraña. Ese detonador de la cultura chatarra, símbolo de la brutalidad y la barbarie histórica.
Sin muchos embargos que atender hoy, salta enorme frente a este tiempo el potencial de una antología poética como En (des)uso de razón para erigirse en abrebocas de una generación actual que, acaso, cree exclusivas sus pretensiones de echar abajo preceptos alabados o simplemente decrépitos.
El devenir de Caupolicán Ovalles y sus secuaces de fechorías está densamente empacado en el tomo. Un prólogo del escritor amigo J.J. Marcelo Armas, antecedido por una nota bene a cargo de Manuel Ovalles, el séptimo hijo del poeta, integra al lector de un tono cercano, baña al estudioso y arrima al que se acerca casualmente, a un alma: la pulsión de un artista que quiso fabricarse a sí mismo como epítome de una generación, y podría afirmarse, lo logró.
Fuera del escándalo que suscitó entre la mojigatería de un país desacostumbrado a las rabietas que experimenta el arte ante la mediocridad del entorno; más allá de las pataletas generacionales de un grupillo de auto nombrados enfants terribles, mete el pie en el pantano la verdadera propuesta. Una que tenía que levantarse justo desde las precariedades, el estudio, la intuición y la propia vocación de la realidad por momificase prematuramente.
Entonces, quizás como ahora en la época que vivimos, con la irrupción, sin pretensiones pero indetenible, de un pueblo que fragua revolución desde las bases, era imprescindible que un comando de artistas y escritores, ajeno a la inmediatez y al establecimiento que proponía el puntofijismo, cargara con metralla sobre la pudrición. Insólitamente, esa putrefacción, traía en su bolsa frescura poética. Lo rancio estaba en lo acomodado. Era el mensaje, la pólvora.
Esta antología poética de Caupolicán Ovalles nos recuerda que lo vetusto, la inacción, se enmascara con los parámetros más bellos. Que la fealdad se siente incólume una vez que es aceptada como norma. Y allí, al dejar de asombrar, al trastocar la belleza, se dedica con obscenidad e impunemente a procrear los hijos de su visión. Por esa causa, antes y ahora, bienvenidos los gritos de terror, de alerta roja, de los poetas y artistas de Sardio, del Techo de la Ballena, la proclama de stop ante el advenimiento de esa masa informe, gelatinosa, que amenazaba con patentar y legitimar entre nosotros la regla política degenerativa y rapaz del adeco-copeyanismo.
No intenta este escrito describir los logros estéticos y desnudar de nuevo la urdimbre con que ató su obra Caupolicán Ovalles a una época y un país-contexto. Las referencias a eso, a sus hazañas en el terreno de lo lúdico, de lo atemporal y de la bohemia; lo paradójico de sus alcances, más allá del tiempo transcurrido, de lo que se vivió en poesía durante los años 70 y 80, ya en boca de otra generación, están en los documentos.
Tampoco quisiera atender lo inter-genérico de su trabajo literario; su desdoblamiento en miles de seres; su hacerse mimético con la historia. En la desmesura y el egotismo se balanceó el paladín Ovalles, rayano en la indecencia, pero no por su arte, sino por dejarse ver en su contradicción de bisagra entre el mundo de lo viejo y de lo por venir.
Todo eso está en sus poemas, antologados en En (des)uso de razón. Más el puñado de textos críticos, anecdóticos y de densidad variable que intentan atrapar los fundamentos de una existencia inatrapable.
Tal vez lo que nos toca a nosotros es dejar constancia. Ser testigos. A través de este volumen que nos acerca al personaje, al artista, y da cuenta de lo intangible de su paso por la Tierra, por sus cercanos, nos movemos en un palpo de terreno: nosotros mismos. Vemos el transcurrir veloz de la sociedad venezolana, que como progenie roedora, eclosionó muy rápido en los últimos cincuenta o sesenta años, desde una mentirosa y aparente tranquilidad, hasta el quehacer de vértigo, de cosa ininteligible y siempre en construcción, que nos ha caracterizado y ya no nos ha abandonado más.
El poeta viaja en páginas irreverentes por el exotismo y el cosmopolitismo; incluso por -y con- el nuevo-riquismo de un país y enseña sus entrañas nauseabundas. Se burla del pasado, pero echa mano de él por vías de la nostalgia; aun de la anticipada. Es un visionario de su propia muerte, la cual avizora con horror de documentalista o científico siniestro.
Sus especies de diarios y apuntes de viaje, en versos libres, van regando migas para que no se nos olvide el camino que perdimos desde el advenimiento de la american way of life y otras pacotillas que dejara entre nosotros la irrupción de la modernidad. Sus juegos de palabras marcan el camino creativo, estilístico, de poetas que aun hoy persisten en ser juguetones, y les sale medianamente bien. Pero más allá de eso, en la comentada antología poética, sobresale la necesidad del autor por no encasillarse, de -más allá de las influencias- temerse como predecible, y retar lo pre-fabricado.
Pero, a sabiendas de que para el ser humano es totalmente imposible inventar algo propio, sabiéndose heredero de culturas y tradiciones, sigue intentando robar bocanadas al aire enrarecido de su época, que es por poco la nuestra. Ese extraordinario paladeo vital, esa imperiosa y terca compulsión por salirse de lo esperado, tierna, patética y exuberante, cae y rebota como pelota de bowling. Resuena. Entonces se refugia en las sentencias, desparrama imágenes y alegorías. Incluso raya en lo mítico, tira su espray de memoria sobre paredes enteras.
La República del Este, sus ansias de totalidad, los amigos, las francachelas, orgías y coqueteos con el poder. La ironía, la necesidad de amor, la extraordinaria verbalidad, la urgencia de ser reconocido, la faceta familiar, el inmenso puerto que fue para los suyos, su incapacidad para la existencia dócil o la conducta rectilínea, lo fundamental está retratado acá.
Caupolicán Ovalles, Edmundo Aray, Juan Calzadilla, Carlos Contramaestre, tantos otros balleneros, forman parte de un registro. Configuran un mito. Quizás son de esa clase de signos con los que las épocas se sientan -y hacen sentir- entre otras para, tranquilas, ocupar junto a ellas los grandes mesones esperando el juicio final.
De seguro, con su exceso, la temporada de infierno que produjo una masa crítica de talento y piezas irrepetibles, guarda algo de inocencia para los atisbadores. Se para lejos de una post-modernidad llena de miedos e incertidumbre, de una inmediatez y vocación espantosa por lo desechable signada por la caída de los archivos, de los rótulos y de los nichos inalterables.
Visto así, un libro como la antología poética En (des)uso de razón es una inapreciable herramienta, un sentimental dejavú, un visor hacia la raíz perturbadora de lo que somos actualmente, la cual se vale de la experiencia y la obra de un artista integral y un ser humano complejo.


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Agradecimentos especiais a Manuel Ovalles, filho do poeta, que generosamente nos encaminhou todos os textos. Página ilustrada com obras de Nicolau Saião (Portugal), artista convidado desta edição.

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Agulha Revista de Cultura
Número 108 | Março de 2018
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
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• ÍNDICE DESTA EDIÇÃO

ADRIANO GONZÁLEZ LEÓN |Investigación a las basuras. Prólogo de ¿Duerme usted, señor presidente?

DAVID TORTOSA | La posibilidad fulminante de escribir de Caupolicán Ovalles

ESTHER COVIELLA Y NELSON DÁVILA | Entrevista a Caupolicán Ovalles

FRANCISCO ARDILES | Caupolicán y la gente del Techo de la Ballena

GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN | Vanguardia y exaltación vital en Caupolicán Ovalles

J. J. ARMAS MARCELO |¡Qué grande eres, Caupolicán!

JUAN CARLOS SANTAELLA | Caupolican Ovalles y la rebelión silenciosa

LUIS LAYA | Rayar los muebles en (des) uso de razón

MANUEL OVALLES | Mi padre, Caupolicán Ovalles

MIYO VESTRINI | El acertijo de las dos máscaras






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