Amílcar Osorio nació en Santa Rosa de Cabal,
Risaralda, en 1940. Estudió un año en el seminario diocesano de San Juan de Eudes,
en Jericó, Antioquia. Trabajó como empleado de la Librería Horizonte de Medellín.
Fue uno de los cofundadores del nadaísmo antioqueño al lado de Gonzalo Arango, Alberto
Escobar, Guillermo Trujillo, Humberto Navarro y Eduardo Escobar, y de los primeros
poetas que acompañaron a Gonzalo Arango en los cuestionamientos, rupturas y propuestas
literarias, estéticas, políticas y sociales. Es uno de los nadaístas más sobresalientes
e interesantes: culto, refinado, con auténtico interés y conocimiento artístico.
De abundantes, novedosas, y selectas lecturas, que participaba a sus amigos, y que
renovaba en su trabajo de librero. [1]
Poeta y prosista, pintor y cuentista. De depurada sensibilidad de artista. Con una
profunda y singular mirada. Poeta puro, como denominó Gonzalo Arango a los mejores
y a los verdaderos. [2] Murió en 1985,
a los 45 años, ahogado en la laguna de La Oculta, finca entonces perteneciente a
Jericó. Sus versos se publican por primera vez en diciembre de 1984, en una editorial
pequeña y local, de Hernán Darío Buriticá. En mayo de 1989, muerto el poeta, se
publicó la segunda edición de Vana Stanza,
de 300 ejemplares, en la colección literaria de la Fundación Simón y Lola Guberek,
que presentó al país los primeros escritos de algunos reconocidos nadaístas.
Vana stanza [3] es un muy bello y sensual poemario de
amor. Un texto en clave homosexual. Reúne una selecta colección de poemas de soledad,
ausencia y amor, escritos entre 1962 y 1984, con el sugerente subtítulo de Diván selecto. [4]
Es
una pequeña antología con discretos y contenidos homenajes de amor, miradas poéticas
de cuerpos y torsos de muchachos, nostálgicos y secretos guiños de relaciones entrañables
y tiempos desaparecidos. Es poesía melodiosa. Pulida. Elegante. Con poemas líricos
basados en una imagen o grupo de imágenes que convocan sensaciones y emociones.
El poeta escoge la stanza de la poesía provenzal y la temprana poesía italiana medieval.
Una forma estrófica en la que se destaca la importancia del armazón musical, el
refinamiento y la delicadeza de los sentimientos amorosos. Nos advierte que los
poemas seleccionados proceden de libros incompletos, que no son definitivos, y no
los determina un ordenamiento cronológico. Y escoge como epígrafes iniciales tres
sugestivas reflexiones. Con T. S. Eliot esboza la dificultad de encontrar expertos
lectores de poesía, y advierte al lector que puede hallar cosas que no le gusten.
U otras que le disgusten. Y de la mano de Wittgenstein anticipa la presencia de
lo inexplicable, misterioso e incierto en sus versos. Si con Eliot manifiesta el
temor de no ser comprendido, y de no poder encontrar un buen lector de poesía, con
Wittgenstein aporta pistas útiles sobre lo que encontraremos en sus versos: apertura
intelectual, modernidad literaria, alusiones eruditas, referencias cultas, donde
poetas, filósofos, místicos y artistas tienen un puesto principal entre sus admiraciones
selectas. El tercer epígrafe conduce al Cántico espiritual de Juan de la Cruz. Las dolencias de amor y los homenajes
a los amados constituirán el centro de las tensiones de Vana stanza.
Vana stanza habla
de las heridas de amor, de la presencia anhelada, de la fuerza del deseo y la espera,
de los restos y fragmentos del amor consumado. Revela y oculta. Expresa lo esencial.
Es poesía breve, de remembranza, de amores desaparecidos, de escombros amorosos.
Recuerda muchas veces la erótica y nostálgica poesía de ausencias de Luis Cernuda,
los adoloridos y metafóricos cuchillos amorosos de Lorca, o los desgarrados anhelos
del enamorado Juan de la Cruz.
Contiene
hermosos poemas de amor. Versos de enamorado. De amor ardiente. A veces secreto,
apenas sugerido o aludido. “A mi amigo W.S.”, “A.P.V. y J.J.” A veces, de signo
más explícito, como en la sección de homenajes a distintos hombres queridos: a Cul
D’Or, a Guidobaldo Della Rovere, a Exekías, a Aison, a Sokles, a Luis Fernando Jaramillo,
Alberto Escobar o a Marcos. A veces, como los poetas y trovadores provenzales que
evoca en uno de los epígrafes, A. Osorio parece escribir en clave para un pequeño
círculo de amigos y admiradores. [5]
Pinta
el amor en dos direcciones. Lo celebra como algarabía corporal. Fiesta o incendio
(“Servicio de lecho”). Pero también evoca las cenizas del amor (“De Vana stanza
I”). Momentos desaparecidos, un pasado destruido, y ofrece versos recordatorios
y amorosos a sus enamorados. Son cantos sensuales y adoloridos. Señala el deterioro,
el abandono y el efecto destructor del tiempo. Las marcas del amor en los objetos,
lo perdido, lo que se echa de menos. Algunas pequeñas canciones o stanzas evocan
lo herrumbroso y acabado. A veces ilumina los restos de las tensiones amorosas con
cuerpos fracturados o labios necrosados en el ajetreo del deseo y el amor. Y habla
de ausencias de amor.
El
libro de ‘versos vanos’ agrupa una selección de ciento veintiún poemas que podrían
haber pertenecido a distintos libros en proceso. Tiene ocho secciones muy bien estructuradas:
De servicios, De Vana stanza I, De Vana stanza II, De meteora, De objetos frágiles,
De homenajes, De umbra, De torsi.
Inicia
con un conjunto bello y sugestivo de cinco poemas, titulado “De servicios”. Una
entrada literaria servida de alusiones cultas, espacios ambiguos e insinuaciones
herméticas. Lujuriosa y sensual. Donde lo exótico, lo soberbio y lo lujoso componen
el escenario amoroso y acompañan el deseo. Faisanes, renos, armiños, antorchas,
alabastro, ópalos, rasos y damascos ambientan estos primeros versos de ensoñación
del amado y regocijo amoroso. El poeta ofrece los distintos servicios a dios: el
“de la casa”, el “del campo”, el de la caza”, el “del lecho”, el “del predilecto”.
Las
secciones tituladas “Vana stanza I” y “Vana stanza II”, dedicadas a Saúl, Efrén,
Fernando y Luis, la primera, y a la memoria de Feliza Burstyn, la segunda, reúnen
54 poemas nostálgicos en torno a los despojos del amor. Con cada canción parece
recobrar una parte del pasado. Es poesía de evocación de los ausentes, de ecos y
claroscuros, de sombras y luces que se reconstruyen a través del juego de dos tiempos:
desde el presente derruido se convoca el pasado, festivo e inexistente. Se repasa
lo que queda del amor en lechos vacíos y dormitorios desolados. Los indicios y las
claves metafóricas conducen los versos:
Stanza
de allá venía la tempestad del mar en claves,
en las manos estaban las copas y los lomos.
de allá venía el verano con sus violas,
en los ojos estaban los reflejos dedos.
de allá venía un concierto para venas,
una curuba y un viento mortecino.
en la alcoba están los muros,
las violas rotas,
el clave descordado,
y el reposo de dos ojos
que la ven yacer
en el acallado mediodía.
La
sección de “Objetos frágiles” abre con dos epígrafes interesantes. El primero es
un texto antiguo del poeta, trovador y guerrero, Bertran de Börn (1140-1215), escrito
en lengua occitana o lengua de oc, una de las lenguas romances medievales, y remite
a la poesía provenzal. [6].
Los versos pertenecientes a una stanza o canción del siglo XII, hablan del final
del amor. Del amor que se vuelve escozor.
El
segundo epígrafe de este conjunto de poemas se dedica a Luis Cernuda, también poeta
homosexual. Del amor y la ausencia. Poeta del tiempo destructor.
Catorce
“Estudios” conforman una serie muy bella de poemas de evocación amorosa: de cuerpos,
rostros, rastros, “fulgentes aromas”, abrazos y besos. Son dibujos producidos en
el taller del pintor-poeta. De contemplación y exaltación de los cuerpos. El amor
es una estación pasajera, en la que se transita de “la asfixia de los besos…al olvido”
(Étude XI).
Ahora él la casa invade,
de su sabor la inunda toda,
y con susurros luminosos
la vuelve abrasadora.
*****
De agua, de vidrio,
de acero inoxidable
es su cuerpo en el desierto
de noche, de herida.
La
serie corporal titulada “Torsos”, exalta la belleza del cuerpo masculino. Reúne
poemas escritos entre Nueva York y San Francisco, donde el artista vivió algún tiempo.
La contemplación de esculturas de muchachos jóvenes y cuerpos desnudos, en los parques,
museos y exposiciones, se recrea en cuadros, dibujos y esbozos de alta intensidad
sensual y poética. Habla del amor como “pasión tortuosa” de la que quedan, como
en los torsos observados, destrozos, heridas y fragmentos.
“Meteora”
es una bella sección de seis poemas de sugestivas analogías y simbolismos. El amor
es un meteoro que espanta y aterroriza al mundo. Lo ilumina y enloquece. Se refiere
metafóricamente al amor a través de fenómenos cosmológicos. Meteoros y meteoritos
“escapan locamente”… “y a cada abrazo trema el universo…y se equivocan las estrellas…”
(“Astronomía posicional”). “Meteora” incluye tal vez algunos de los más logrados
poemas del libro.
El
amor en la poesía de Amílcar Osorio une signos contrarios: es fogata y cuchillo,
fiesta y labio necrosado. Sensualidad y muerte. Poemas como “Astronomía posicional”,
“El tiempo del amor”, “Cuerpo celeste”, “Vana y violenta carne”, “Del lado de los
sueños”, “Étude II”, “Étude VII”,”Étude X”, “Trabajo nocturno”, “Solfatara” o “La
alcoba estremecida” merecen un lugar principal entre nuestra mejor poesía de amor.
Conmueven. Estremecen. Incitan. Emocionan. Duelen. Hablan de la ansiedad y sensualidad
del amor a través de sus restos. Evocan y reconstruyen fervorosos recuerdos. Anudan
la ausencia y la presencia.
Y el lecho empolvado con los cuerpos que
huyeran.
Gime el grifo del lavamanos que limpiara
los rostros.
La
singular mirada poética, ambivalente y corpórea, sensual y mística, gira en escorzo,
selectivamente sobre el pasado. Evoca objetos, vestigios, momentos y amantes ausentes.
Tiempos idos, que reaparecen fragmentariamente en el poema. Con nostalgia reconstruye
el recuerdo con los restos que quedan después de que ha pasado el amor. Cernuda,
en Los placeres prohibidos (1931), hablará
de “besar las huellas del amor”, de “recoger los trozos que deja el huracán del
amor”. Lo mismo hará Amílcar Osorio en Vana
stanza, con delicadeza. Recobrar y fijar en el verso los ecos y murmullos de
la breve felicidad. Recorrer las huellas corporales de habitaciones y objetos desaparecidos.
Hoy se ha tendido
junto a mí,
por breve tiempo.
Me ha dejado inundado
con
su perfume
y conmovido con la posibilidad
cercana de su cuerpo.
Ahora duerme, distante,
soñado, a mi lado.
------------------
Contra los muros desconchados
Ni los ecos atestiguan
Besares o lamentaciones.
Amílcar
Osorio fue seminarista. Y, de alguna forma, continuó siendo un hombre religioso.
Su reconocida Plegaria nuclear de un cocacolo,
publicada con anterioridad a Vana Stanza,
es considerada como el poema emblemático del nadaísmo. En ella manifiesta los indeclinables
sentimientos religiosos, característicos de los nadaístas que asistieron al seminario.
[7]
Amílcar
Osorio en su poesía se dirige a dios en tono apelativo. Invoca, reza y conversa
con dios. Implora su acompañamiento. Le rinde distintos homenajes. Le ofrenda sus
triunfos y poemas. Entre los versos de Vana
Stanza encontramos junto al recuerdo y anhelo carnal, también oraciones y jaculatorias.
Poemas laudatorios y de glorificación de dios. [8]
Hemos puesto dos soles, el uno tramontano
y vesperal el otro, hacia el valle de los
ópalos
para evitar las variaciones en el raso.
Para ti, Senhor, hemos mutado el universo,
para que vengas a la fiesta, estival y vanidosa.
---------------------------
Senhor, Senhor de
las esferas,
del velludo, del don, de las arenas,
que para ti sea lo cazado por las fieras
----------------------------
Somos la fiesta, Senhor,
y este damasco.
Somos la fiesta, Senhor,
y estos fruteros
y esta ventana abierta
sobre el patio de los sueños,
esta lámpara encendida
que vagamente alumbra los tapices.
Somos la fiesta, Senhor,
y esa algarabía en los salones,
y el alabastro, los limones, la luz.
Somos la fiesta, Senhor,
y para ella hemos trastornado el universo.
La
rica adjetivación de los versos de Amílcar Osorio sorprende y seduce. Tiene la libertad
y la imaginación para producir extraordinarias asociaciones y fusiones, para enlazar
palabras de un modo que intriga, como “agua insurgente”, “susurros luminosos”, “barro
tenso”, “viento altanero”, “lámpara devota”, que nos conducen a un mundo verbal
de relaciones mágicas e inesperadas, donde “turbias escaleras, plumas altaneras,
inquietas fricciones, plantas ampulosas, auroras simultáneas, fiesta vanidosa, carne
emocionada, lecho empolvado, amantes candelas, cantares fulgurantes, torsos férvidos
o silencio desierto” producen misteriosas, enigmáticas y ambiguas significaciones
y contrastes.
Amílcar
Osorio estudió el clasicismo, la escultura griega y romana, el Renacimiento italiano
y sus cánones. Con especial interés a Andrea Mantegna, quien fue uno de sus artistas
inspiradores. [9] Sus escritos contienen
alusiones, erudición, vocabulario selecto y elegante, claves intrincadas para ser
descifradas, hermetismo, sugerencia, importante sonoridad y múltiples efectos sensoriales.
En Vana stanza se entrelazan referencias
cultas, versos en inglés, italiano, francés, occitano o latín, evocaciones artísticas,
epígrafes, dedicatorias. Alusiones mitológicas e históricas de dioses galos, griegos
o romanos, Bel Miral, Midón, Hermes, Policleitos. Homenajes a poetas homosexuales,
como García Lorca, Luis Cernuda, Juan de la Cruz y Jean Genet. Y mención de otros
escritores antiguos o clásicos como Bertran de Börn, Shakespeare o Ezra Pound.
Es
una poesía metafórica y sugerente. De recurrentes analogías, sustituciones y desplazamientos.
De trazos sonoros, y ritmos suaves. Utiliza todos los dispositivos poéticos dirigidos
a crear múltiples efectos musicales: anáforas, repeticiones, rimas interiores, asonancias,
polisíndeton, rimas externas, paralelismos y sonoras aliteraciones. Juega con los
sentidos y la percepción: “nostálgicas leyendas”, “rasos y damascos”, “muelles tapices”,
“complicadas procedencias” o “fruteros asombrosos”. Atrapa y reta al lector a descifrar
guiños y secretas insinuaciones y asociaciones. Las abundantes sinécdoques y metonimias
le dan la delicadeza expresiva y el particular hermetismo.
Los
poemas están cuidadosamente estructurados. Las recurrentes anáforas fortalecen su
armazón. Las historias insinuadas y difusas pertenecen al recuerdo. El objeto deseado
no se presenta de manera completa ni directa, sino matizado a través de sus restos,
rastros, reflejos, ecos o fragmentos, que selectivamente se iluminan. La ambientación
es mágica, sensual y evanescente.
un frasco con aceite de olivas,
un amuleto de espato,
unas gotas de mercurio,
una sílaba pronunciada
que puede ser el viento,
una manzana rota.
y todo colocado en la pequeña mesa
que aún el clima no ha roído.
-----------------------
rotas las alcobas
de los moradores
en arcilla;
talcos interrumpidos,
repercusiones de polvos,
ecos, audiciones, delirios.
Hay
que destacar en la poesía de Amílcar Osorio especialmente la cuidadosa arquitectura
poética, la elección, selección y riqueza verbal, las relaciones analógicas entre
lo disímil, la delicada y contenida manera de decir, los enigmáticos, ambiguos y
paradójicos enlaces y asociaciones, la reconstrucción del escenario amoroso mediante
el vestigio y los restos, el uso continuo de la insinuación y el indicio, la eficaz
forma anafórica de construir los versos, la construcción del sentido con la negación,
el refinado sentido metafórico, la riqueza de sensaciones y la bella y abundante
combinación de rimas, sucesivas aliteraciones, estribillos, ritornelos y repeticiones
que consolidan la fuerza y continuidad musical del verso:
Stanza
ni aquí las manos
sobre los brazos de la silla habida.
ni los labios en los besos a los vidrios
si hubiere lluvia, a la tarde, y por casualidad.
ni los higos sobre el plato,
su sabor tampoco.
Stanza
aquí no había sino sueño.
también noches con los ojos abiertos
en peregrinación por la memoria.
aquí no había sino modulaciones de la piel
y de los cuerpos enteros, ni siquiera dientes
tutelares.
algunas fiebres.
y las más de las veces el silencio desierto.
de todo ello no queda
sino sangre
en las venas, quieta.
Para
cerrar quisiera tomar prestadas unas palabras del poeta Eduardo Escobar, incluidas
en su último libro, Cuando nada concuerda (2013), muy justas en el balance
del nadaísmo y sus importantes aportes. Se
extienden también a Amílcar Osorio, muy buen poeta y cuentista, tan desconocido
e ignorado:
Es imposible negar que los nadaístas consiguieron
el milagro de poner, por un momento, la poesía de moda, y la sociedad colombiana
a tono con las angustias del siglo, con sus ilusiones más brillantes y sus peores
augurios (…) El movimiento en muchos sentidos transformó el medioambiente con sus
estímulos. Las pinturas, los poemas y las prosas de los artistas del nadaísmo cancelaron
un viejo modo de ser y de hacer. Honraron las cosas del siglo, el lenguaje de la
ciencia y los nombres de los artículos de consumo masivo, probando una nueva sensibilidad
y un nuevo vocabulario que ensanchara el lenguaje poético en consonancia con los
tiempos (…) La obra de los nadaístas abunda en descubrimientos felices y está por
explorar. Las pinturas de Norman Mejía, los dibujos del primer Álvaro Barrios y
los textos de Amílcar Osorio no han sido valorados con justicia.
[10, 11]
NOTAS
1.
Eduardo Escobar, en Cuando nada concuerda
(Bogotá: Siglo del Hombre, 2013), habla de la experiencia conjunta de los nadaístas
con los libros, cuáles les señaló Amílcar Osorio, cuáles leyeron y comentaron en
grupo, cómo resolvió A .Osorio la pregunta de dios, cómo los invitaba a leer a Nabokov
o a compartir sus traducciones de Rimbaud, uno de sus poetas favoritos.
2.
Gonzalo Arango. Última página. Medellín:
Ed. Universidad de Antioquia, 2000, p. 149.
3.
Estrofas vanas o versos vanos.
4.
Un diván, en las culturas persa, árabe y turca, es una colección de poemas. Obra
selecta de poesías.
5.
“Morada” puede evocar la vanguardista casa de arquitectura solar que construyó el
poeta Eduardo Escobar en La Calera, Cundinamarca, y donde vivió Amílcar Osorio un
tiempo.
6.
Dante sitúa a De Börn en el octavo círculo del Infierno, decapitado y con la cabeza
en la mano. Condenado por sembrador de cizaña y discordias, entre padres e hijos,
y entre hermanos.
7.
Amílcar Osorio, Eduardo Escobar, Darío Lemos y Guillermo Trujillo.
8.
Dice Eduardo Escobar al respecto: “los nadaístas fuimos dados a escribir oraciones.
Gonzalo las escribió…y Amílcar escribió su “Plegaria nuclear de un cocacolo”…y yo
encabecé mis libros durante mucho tiempo con una oración…quizás porque en el seminario
me enseñaron que antes de emprender una tarea había que invocar a las alturas para
pedir ayuda…” (Conversación con el poeta Eduardo Escobar, 22 de julio de 2016).
9.
La Universidad de Antioquia publicó en 1986 El
yacente de Mantegna y otros cuentos que dan testimonio de su calidad narrativa.
“El caudatario” y “Gato o soledad en la lluvia” son dos cuentos singulares, de especial
interés.
10.
Eduardo Escobar. Cuando nada concuerda.
“Sucedió en un equívoco paraíso”, Bogotá: Siglo del Hombre, 2013, pp. 162-163.
11.
Entre el rico y diverso vocabulario de Vana
stanza encontramos: cuasistelas, astropulsos, airones, dogos, tremores, memorares,
falipigios, inquietares, gliptotecas, quelonios, iconostasios, plexiglácicos, neumas,
algerias, estalgias, acrólitos, inestares, lavoros, faciendas, triere, difro, dinós,
o formix, entre otros.
MARÍA
DOLORES JARAMILLO. Doctorado en literaturas hispánicas, Universidad de París III,
Sorbona nueva. Profesora Titular de la Universidad Nacional de Colombia en el área
de literatura. Edição preparada por Floriano Martins. Agradecimentos
a Omar Castillo, Óscar Jairo González Hernández e José Ángel Leyva. Página ilustrada com obras de Jacques Callot (França, 1592-1635), artista convidado da presente edição.
*****
Agulha Revista de Cultura
Número 121 | Outubro de 2018
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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